9
Bella
No he podido dejar de pensar en las palabras de Edward. Dijo que era grosera y que siempre peleábamos por mi culpa. Y tiene razón. He sido grosera y pedante y odio que las personas crean que soy una perra porque, en realidad, soy bastante asombrosa.
Y luego él hizo este acto súper lindo de encargarse de mi madera. Y me llamó "Napoleón," lo cual es un poco gracioso.
Así que decidí hornear un pay como una ofrenda de paz. Un pay de durazno, porque sé que le gustan mis duraznos. Tomen eso como quieran.
Incluso uso una blusa linda y un poco de maquillaje para ir a tocar su puerta. Ha estado extrañamente silencioso hoy. Espero que esté en casa y que esté solo. Por favor.
Doy tres ligeros toques, sosteniendo el pay en mi mano izquierda, sintiéndome un poco nerviosa. Él tarda en abrir, así que golpeo más fuerte, entonces escucho ruido del otro lado y ahí está él. Usando sólo unos shorts y su cabello está húmedo. Luce como si acabara de salir de la ducha. Y su pecho está a un toque de distancia.
—¿Siempre abres la puerta sin camisa? —pregunto. No puedo evitar discutir cuando lo veo. Irradia irritabilidad.
Él sonríe con un lado de su boca y apoya su antebrazo en el marco de la puerta.
—Seh, me gusta que las personas vean mi cuerpo—presume y ruedo los ojos—. ¿Qué es eso? —señala el postre con su barbilla.
—Oh, yo…—me aclaro la garganta—. Horneé un pay, como una ofrenda de paz—extiendo mis brazos—. Toma.
Luce sorprendido y sonríe cálidamente. Lo toma con ambas manos.
—Oh, vaya, gracias—sus ojos brillan, apuesto a que tiene debilidad por los postres.
—No es nada—le resto importancia con un gesto de mano—. Es de durazno.
Me mira y alza las cejas. Tiene líneas de expresión justo encima, lucen como unos paréntesis.
—No estás pensando que puedo comerlo sin compartirlo, ¿cierto? —se hace a un lado, invitándome a pasar—. Andando.
—Oh—me tambaleo en el escalón—. No quiero… imponerme, ya sabes—agito mis manos frente a mí.
Él rueda los ojos.
—Andando, Bella, no tengo nada qué hacer.
Entonces lo sigo y cierro la puerta detrás de mí. Me saco mis sandalias porque hay una pila enorme de zapatos junto a la entrada.
Él desaparece en la cocina.
—Tu casa es igual a la mía—comento. Desconozco si él lo sabe.
Él ya está partiendo el pay.
—¿Enserio? Lo supuse.
Observo su espalda. Es musculosa -pero no tan musculosa- y ancha, con hoyuelos. Tiene lunares y pequeñas manchas. Parece la superficie lunar. Maldición, es tan perfecto. Su piel luce suave y limpia.
—Sólo que mi cocina tiene una puerta directa al jardín—agrego y miro alrededor—. Dios, esto no luce nada a como lucía antes.
—Quiero creer que eso es algo bueno—murmura, abriendo la nevera y sacando un bote de helado de vainilla.
Este chico sabe cómo comer un pay.
Me encojo de hombros y me siento en un taburete de madera.
—Aún no logro decidirlo.
Él no responde. Se concentra en colocar dos bolas de helado sobre nuestras rebanadas.
—Iré a ponerme algo de ropa. No comiences sin mí—ordena y le hago una seña militar.
Suspiro y observo. Mi mente llenándose de recuerdos.
Justo aquí solía bailar, tratando de mejorar en el ballet mientras la abuela Marie me animaba. Llevo mi vista hacia la sala. Hay un arco que divide las dos habitaciones. Justo en la esquina estaba el sillón del abuelo. Tenemos una foto familiar justo ahí, Emmett y yo abriendo regalos en Navidad, mi padre saludando a la cámara incómodamente y Carmen mirándonos, con su mirada dulce. Las piernas del abuelo se ven en la esquina de la fotografía.
Mis ojos pican y parpadeo rápidamente cuando escucho pasos en las escaleras.
Decido que no es algo bueno, pero aun así le sonrío a este vecino guapo cuando aparece a mi lado y se deja caer en un taburete. Espero su reacción luego de que él come un gran bocado.
—Mierda, está bueno—dice, con su boca llena. Me palmeo la espalda mentalmente. Hay algo peculiarmente grandioso en que un chico guapo elogie tu comida—. Amo esto—dice, señalando la corteza—. ¿Sabes si es posible hacer un pay sólo de corteza?
Me río. Este chico está lleno de mierda.
—No lo sé. Haré una búsqueda exhaustiva y lo tendré en cuenta—respondo y alza las cejas, acordando. Obviamente volveré a hacerle un pay, podría hornearle por el resto de mis días. Jesús, Bella, detente.
Doblo mi ración luego de que él me anima, diciendo que planea terminárselo. Parece que lo hará rápidamente. Me pregunto cuándo fue la última vez que comió algo.
—¿Qué estabas haciendo antes? —le pregunto, lamiendo mi cuchara.
—Algo de ejercicio.
Por supuesto.
—¿Y se supone que tienes que comer postre luego de eso? —me burlo.
—Al diablo con eso—menea la cabeza, sus fosas nasales abiertas mientras mastica. Luce tan tierno, quiero pasarle una mano por su cabello, despejar su frente y tal vez dejar un beso en su mejilla.
Dejo de masticar a medio camino cuando la pantalla de mi celular se ilumina con la notificación de un mensaje.
Sabía que me arrepentiría de eso.
Alejandro debería conseguirse una novia. Luego lo pienso un momento y sé que es el tipo de chico al que una novia no lo detendría de ligar por internet.
En verdad me quedo con el peor premio cada vez.
Él volvió a responder a mi historia de esta mañana y no es nada sutil. Tomé una foto del amanecer junto a mi árbol de duraznos y él literalmente respondió con un "eres tan bonita" ¿Enserio?
Ruedo los ojos y arrojo el celular a la encimera y Edward, siendo el chismoso que es, arquea una ceja.
—¿Quién era ese? —aventura acertando.
Me encojo de hombros.
—Los chicos son jodidamente pegajosos.
Ahora alza su otra ceja y agito mi cabello, llevándolo a un lado. Él sigue el movimiento, comienzo a creer que le gusta que haga eso.
—Este tipo sólo está esperando a que le envíe una foto de mis tetas para arrojar una foto de su pene. No…—corrijo, alzando un dedo—Estoy segura de que él ni siquiera esperaría a mi foto.
Edward se ríe, sus ojos achinándose mientras sostiene el bocado en su boca.
—¿Por qué les gusta mostrar su cosa? —pregunto, pateando su pierna. No espero una respuesta—. En verdad parece que sólo están esperando una oportunidad para tomarle una foto, ¿acaso está duro perpetuamente?
Él se carcajea, echando su cabeza hacia atrás.
—Como sea. ¿Un consejo? No envíes fotos de tu pene. Las chicas nos reímos de eso.
—Seh, no eres la primera en decirme eso.
Arrugo la nariz.
—¿Has enviado fotos antes? —inquiero, espero que diga que sí, quiero burlarme de él y luego quiero imaginarlo. Mis ojos se van a su regazo sin pensarlo.
—No, pero mi ex solía decir eso seguido.
Ugh, su ex. Me pregunto si ella también es tan tonta como Karen Smith.
—Si, bueno, no lo hagas.
—Tú tampoco lo hagas.
Me río entre dientes. Él se limpia la boca con una servilleta.
—No tengo un pene.
—De tus pechos. No envíes fotos de tus pechos. Los chicos son sucios.
—No me digas.
xxx
Resulta que pasar el rato con Edward es muy sencillo y divertido.
En un punto, luego del postre y de la charla del sexo virtual, me escabullí por su casa y él fue lo suficientemente amable como para no detenerme. Incluso me dio un tour y nos detuvimos en el balcón.
Él puede ver todo mi jardín desde ahí, así como yo el de él. Sólo mi solario está algo oculto a la vista. Paseamos por su oficina/biblioteca y él incluso me lleva a su habitación.
Es desordenada, pero espaciosa. Edward no tiene muchos muebles y casi nada de decoración, lo cual tiene un poco de sentido. Hay ropa tirada en el suelo y el lavabo en el baño está manchado de pasta dental.
Salgo de ahí cuando alcanzo a ver una tanga revuelta entre unos pantalones arrojados descuidadamente sobre una silla.
Lo menos que necesito es tener una imagen mental de él haciéndolo con su ex.
Ahora estamos sentados en su sofá gris rata. Y la pizza acaba de llegar y él está abriendo unas latas de refresco.
—Oye, ¿cuál es tu trabajo? ¿Por qué parece que nunca dejas tu casa? —pregunto, alcanzando una servilleta para limpiar mis dedos grasosos.
Él se encoge de hombros.
—Trabajo desde casa… la mayoría del tiempo. Sólo tengo que ir a la oficina de vez en cuando. Soy diseñador gráfico, trabajo para Le Monde.
—Nunca había conocido a un diseñador gráfico hetero—susurro y luego él se ríe.
—Bueno, aquí estoy, rompiendo estereotipos ancestrales. También a veces la hago de fotógrafo—continúa.
—Genial—murmuro—. Interesante. Eso explica tu oficina desordenada.
—No está desordenada—él ignora mi ceja alzada—. Está ordenada desordenadamente.
—Sí, sí. Dame otra rebanada—le paso mi plato y luego él señala ambas pizzas, preguntando silenciosamente qué sabor deseo. Elijo la de queso.
—¿Qué haces tú? —pregunta.
—¿De qué hablas? Trabajo en Swan Crops.
—Lo sé, pero ¿qué es lo que haces?
—Oh. Soy la encargada de las exportaciones, junto a Emmett, mi primo. ¿Lo conociste?
Él niega con la cabeza.
—No, sólo conocí a Eleazar y Carmen.
—Mmm, bueno…—lo que me obliga a preguntar lo siguiente—¿Cuándo compraste esta casa?
Él no responde de inmediato. Observa el plato en su regazo. Creo que sabe que esta conversación se va a poner seria.
—Creo que la anunciaron a inicios de junio. Tenía un par de días en el mercado cuando la compré. Todo fue muy rápido. Antes de que regresaras la había tenido alrededor de dos semanas.
Mierda. Pareciera que ellos sólo estaban esperando mi ausencia.
Edward se aclara la garganta y da un trago de su Dr. Pepper.
—¿Ha… hablaste con tu familia sobre eso? —pregunta.
Suspiro y exhalo por la boca, muevo mis ojos mientras contemplo cómo decirle la cagada que mi familia hizo.
—Algo así… creo. Bueno…—presiono mi palma contra mi sien.
Edward espera a que continúe. Lo miro.
—Más bien sólo les grité.
Él deja salir una risita mientras alza las cejas, sus labios acariciando el metal de su lata.
—¿Por qué eso no me sorprende? —se burla antes de dar otro trago.
Ruedo los ojos, pero también río.
—¿Por qué te afectaba tanto? —pregunta y se pasa una mano por el cabello. Se lame los labios.
—Bueno. Esta casa le pertenecía a los abuelos—comienzo, observando cómo dobla su rebanada de pizza como si fuera un taco—. Y luego mi papá y yo vivimos aquí por mucho tiempo, hasta que papá se decidió a comprar su propia casa, pero yo seguía pasándomela aquí. Entonces mis abuelos murieron y salí de la casa de mi papá a los dieciocho, incluso antes de terminar la preparatoria y vine a vivir aquí. Ya sabes, me apropié del territorio—bromeo, recordándole que me llamó Napoleón. Edward sonríe.
—¿Y luego?
—Bueno, tuve que ir a la universidad y durante todos esos años nadie reclamó este lugar. Iba y venía. Luego un día mi papá dijo que iban a remodelarla, así que tenía que sacar mi culo de aquí. Básicamente, Eleazar planeaba dividirla para que Emmett y yo nos quedáramos con una parte. Fui a vivir con mis tíos y luego…—esta es la parte complicada.
Hago el intento de alcanzar mi lata de la mesa de centro, pero Edward la atrapa antes y me la pasa. Sus dedos se empalman con los míos.
—En realidad ahora pienso que Eleazar sólo quería sacarme de aquí. Creo que su plan siempre fue venderla, nadie quería esta casa vieja y le estaba quitando más que aportando. Aplazó las cosas legales por mucho tiempo hasta que mi papá no le consultó y ambos nos encargamos de eso… al menos de mi parte. Mi tío estaba algo enojado cuando se enteró. Entonces papá… él murió y…—me falta el aire. Mi garganta se está cerrando, la nariz me cosquillea y comienzo a ver el plato en mi regazo borroso. No quiero llorar frente a Vecino Guapo.
Edward no dice nada, pero deja de prestarle atención a su comida y apoya su codo en el respaldo del sofá. Su mano derecha alcanza mi rodilla y le da un apretón. Es suficiente por ahora.
—Murió a finales de mayo y literalmente escapé de todo. Me largué a Ibiza y luego regresé y ¡bum! Tú estabas aquí.
Él abre la boca para decir algo, pero lo interrumpo.
—Y estaba tan enojada porque finalmente lo vi todo tan claro. No había razón para dividir la casa. Emmett ya tiene un apartamento a su nombre, no es como si estuviera viviendo en las calles, y luego ese idiota me dijo que había estado pensando en pedirle matrimonio a su novia y que quería encontrar un lugar para ellos. Lo cual está bien, ¿cierto? Pero pedirle matrimonio a alguien no es algo que viene a ti en una epifanía. Esa fue la razón por la cual él y Eleazar fingieron estar demasiado ocupados como para que Emmett firmara el papel que decía que esto le pertenecía.
Edward me observa atentamente, su ceño fruncido y su boca en un ligero puchero. Nuestra pizza abandonada desde hace rato. Siento mi pecho apretándose, sigo tan enojada.
—No había razón para dividirla—repito—. Si Eleazar sólo quería deshacerse de esto pudimos arreglar algo para que yo me quedara con la casa. Es decir, nadie la reclamó mientras yo estaba en la universidad, a nadie le importaba. Y luego todavía tienen el descaro de decir que nunca fue mía en primer lugar…—meneo la cabeza y luego Edward ya está más cerca y trago. Mierda, ¿desde hace cuánto tiempo estoy llorando? —. Y Emmett dijo que decidió venderla porque al fin de cuentas ya era de él, que no tenía por qué enojarme y eso es peor porque él nunca firmó nada, ¿cómo es que respetan su palabra y no la mía?
—Mierda, Bella—Edward resopla, pasándose una mano por el rostro. Su codo sigue en el respaldo del sofá. Apoya su cabeza en su palma y me mira.
—Y luego estabas tú aquí, de repente adueñándote de todo lo que esto fue alguna vez. ¡Y te quedaste con mi manzano!
Edward ríe, sus hombros tiemblan, pero aun así me pasa una servilleta. Me limpio las mejillas.
—Lo siento. Seguro piensas que soy demasiado… materialista.
—No pienso eso—él murmura—. Ellos sólo te quitaron tu casa. ¿De pronto mostrar interés en algo luego de años? Eso está de la mierda—menea la cabeza y luego recoge su pizza—. Y ahora siento que debo disculparme por comprar esta casa.
—No. Ya no tienes que disculparte—digo, sorbiéndome la nariz.
—Ya no.
Me encojo.
—Ya que. La mierda ocurre. Aunque aprecio el hecho de que estás cuidando del jardín—señalo.
—Amo los jardines. Esa fue una de las razones por las cuales la compré. Mi apartamento era una mierda y los vecinos eran jodidamente molestos. Usé la herencia de mi abuela en esto—señala alrededor—. Y estoy bastante contento. Además, tengo una vecina que hornea pays.
Le sonrío y él me devuelve una sonrisa con mejillas llenas de pizza.
Es en este momento en el que recuerdo el mensaje de Emmett: "es sólo una casa, Bella" No, para personas como Edward no es sólo una casa, es un sueño cumplido. Para personas como yo, es una representación de mis abuelos, de papá. Tal vez, si Emmett se quedara igual de solo que yo, pensaría diferente.
Y es en este momento en el que decido darle esto completamente a Edward. Es hora de soltar. Es tiempo de ver lo que otras personas hacen con lo que alguna vez fue tuyo. Es momento de dejarlo vivir y formar sus recuerdos aquí, así como yo los formé. Edward se merece eso.
Suspiro y doy un mordisco a mi pizza, decidiendo dejar de pensar en eso antes de arrojarme a sus brazos.
Terminamos con la cena y nos recostamos, con estómagos hinchados. Dejo que mi cabeza caiga en su hombro (no me importa) luego de tomar una foto que tiene junto al sofá.
—Papá, mamá y mi hermana—los señala perezosamente con el dedo—. Carlisle, Esme y Alice.
—Tu hermana es linda.
—Es un dolor en el trasero, eso es lo que es.
Me río silenciosamente. Incluso reírme representa demasiado esfuerzo y siento que podría vomitar si lo hago.
—¿Qué hay de tu mamá? —pregunta.
Suspiro.
—No me quiso. Sólo esperó a que saliera de ella para dejarme con papá.
—¿Quién te dijo eso?
—Nadie. Lo supuse. Es demasiado obvio, ¿no? Mi papá sólo dijo que lo suyo no funcionó y luego después me enteré, por accidente, de que ni siquiera me amamantó. Así que si, no me quiso.
—¿No la conoces?
—Sólo tengo una foto de ella, pero nunca la he visto. Creo que se fue a Florida, no lo sé. Tenía veintidós cuando me tuvo, tiene un poco de sentido—me encojo de hombros—. No la odio. Sólo es… indiferencia, creo.
—Mmm.
Nos quedamos un rato así, tirados, con nuestras cabezas rozándose, con la foto de su familia entre mis manos, aunque mi vista está ausentemente puesta en la televisión encendida.
Cierro los ojos un momento y cuando los abro, es tarde. Casi es medianoche. Miro a Edward y él parece haberse quedado dormido también, así que vuelvo a recostar mi cabeza en su hombro, deseando quedarme siempre así.
Dios, es cálido y guapo. Y divertido.
Él despierta y suspira.
—Debería irme. Tengo un trabajo al cual ir mañana—murmuro y puedo escuchar sus labios partiéndose en una sonrisa.
—De acuerdo—responde y se pone de pie lentamente.
Dejo la foto sobre la mesa y luego lo sigo a la puerta. Él la abre para mí y espera a que llegue a la mía. Luce cálido bajo el farol del porche.
—Oye, ahora que ya somos amigos, ¿puedo seguir robando tus duraznos? —pregunta, como si hubiera tenido una gran idea.
Desbloqueó mi puerta y lo miro, fingiendo pensarlo.
—No.
Él se ríe entre dientes. Le sonrío.
—Buenas noches, Edward.
Él asiente con su cabeza, sus ojos somnolientos y sus labios ligeros.
—Buenas noches, Bella.
Me encanta que les esté encantando. Y parece que estos dos ya se hicieron amigos, esperemos cuánto dura eso antes de que vuelvan a pelear.
¡Nos seguimos leyendo!
Las invito al grupo de fb si todavía no están por ahí, andaré subiendo un par de cosillas para entretenernos más.
Gracias eternas.
