—Quizás debería llevarte preso, en realidad —Belcebú le susurra a Gabriel.

—¿Preso?

—Al infierno...

—Mmm... ¿por? —la mira con una sonrisita.

—P-Pues... —Ugh, ¡no la mires así!

—¿A qué ha venido todo esto, entonces? —pregunta Gabriel cuando los otros dos ya se han ido.

Aunque puede que se hayan ido a espiar tras esa planta nada sospechosa. Joder, qué pequeña es esta planta. CRECE, PLANTA, BLOODY HELL! #DemoniosGritándoleAPlantasAleatoriamente

—No pensé yo que realmente fueran a traerte —Belcebú suspira.

—¿Por qué no?

—Yo no sabía que aceptabas invitaciones a sitios aleatorios con demonios aleatorios.

—Una caja de sorpresas soy yo. Aunque yo no sabía que tú ibas a venir corriendo así por las buenas nada más enterarte.

Belcebú hace los ojos en blanco.

—Generalmente cuando un par de demonios se sale de lo que les he ordenado y va y ataca directamente a la cabeza del enemigo... vamos, que suelo ir a ver que están haciendo. Tú hiciste lo mismo con el ángel de Crowley.

—No vas a comparar llevar a Azirphale secuestrado al infierno con salir a cenar.

—Creo que no tienes idea del peligro en el que has estado.

—Peligro... ¿Peligro de qué?

—Peligro de un par de demonios de primera del infierno.

—¿Y qué iban a hacerme?

—Nada muy... Digno de un Arcángel.

—Vaya... Así que has venido a rescatarme otra vez.

—Sí. Y de acuerdo a tus valores morales deberías darme las gracias.

—¿Y cómo podría yo agradecerte tal gesto de amabilidad?

—Ugh...

Yes?

—Soy un demonio, Gabriel... créeme que no lo hice por ser buena sino porque esto es conveniente. Pero tampoco soy estúpida, así que sí quiero algo a cambio.

—Sí, sí, eso es como que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones.

Hace los ojos en blanco, pero sonríe de lado.

—Igual... ¿qué es lo que quieres entonces por tu supuesto rescate?

—¿Supuesto?

—Yo aun no estoy seguro de que me fuera a pasar nada, pero... no es como que no pueda tener gestos altruistas por que sí.

—No es que requiera tus gestos altruistas, obviamente ¿Qué estás dispuesto a ofrecer a cambio de tu vida?

—¡De mi vida!

—Yes. De tu vida entera... y tu integridad.

—Si hay algo por lo que tú no puedes pedirme nada es por proteger mi integridad —Inclina la cabeza.

—Anda ya... ¿no la he protegido?

—Yo diría que has hecho justo lo contrario.

—¿He mancillado tu integridad? —sonríe.

—¿Te parece a ti que no?

—Me parece a mí que estás íntegro y en una pieza... —Le mira a los ojos.

—Yo no me siento íntegro.

—Yo creo que tú eres EL modelo de integridad.

—Lo era, hasta que... viniste tú, a mancillarme.

—Mancillarte... —sonríe un poco más porque la idea le gusta.

—No te sientas tan orgullosa —la fulmina un poco, sonrojándose.

—Venga ya... es imposible no sentírmelo —mano a la pierna, sonriendo un poco más—. He... "mancillado" al Arcángel Gabriel.

Traga saliva, mirándola y echándose un poco atrás como si fuera a hacerlo otra vez.

—No he dejado de pensar en... mancillarte.

—No va a volver a suceder —tiene un escalofrío.

—No, no va a volver a suceder —asegura ella sonriendo de lado.

Gabriel asiente, mirándola a los ojos y Belcebú se humedece los labios. Gabriel lo hace en espejo.

—Aun así... —se le acerca un poco y baja el tono—. Hay que definir que entra dentro de... mancillar.

—¿Qué quieres decir?

—Has de ser más específico. Por ejemplo...

El ángel se revuelve en su asiento un poco, visiblemente nervioso.

—Los besos —se sonroja y le mira con intensidad para ver la reacción.

—¿Q-Qué... les pasa? —vacila sintiéndola que está demasiado cerca.

—No son mancillar a nadie.

—Uhm... B-Bueno, supongo que... no.

—¿Ves? —Belcebú sonríe complacida con eso.

—¿Qué?

—Que eres un exagerado.

—No lo soy.

—¿Qué más puedo hacerte sin mancillarte?

—P-Prácticamente nada, solo con tus i-intenciones todo esto ya es... p-p-pecado.

—¿Cuáles intenciones?

—Las tuyas.

—¿Tengo malas intenciones?

—¡Desde luego que las tienes!

—Qué tipo de mala intención.

—Cualquiera. Todas.

—Ay, Gabriel... otra vez con los absolutos.

—¿Pues qué se puede esperar de un demonio?

—Ya, bueno... claro. Pongamos que mis intenciones fueran NO besarte. ¿Serían malas intenciones?

—Pero no lo son.

—No, no lo son —asegura y el mesero trae los cuatro platos... notando que le faltan dos personas.

Gabriel desvía la mirada al ver al camarero y Belcebú se separa bastante otra vez, carraspeando. Salvado por la campana.

—Al final vamos a ser solo dos.

—Ohh... vaya. Pero ya preparamos los cuatro.

—Entonces déselos a dos personas pobres.

—Dos... personas pobres. ¿Pero va usted a pagarlo?

—Desde luego. No creerá que voy a robarlo.

—Ah... vale. No. Sin problema. Se los empacamos para llevar entonces. Disfruten la comida...

—Gracias.

—Me hace gracia verte comer en realidad —asegura Belcebú sonriendo de lado.

—¿Por?

—Tan puro tu... —se encoge de hombros.

—No creas que me hace mucha gracia. Tal vez podría darle mi comida a una persona pobre también.

—Cobardica.

—No es cobardía, no seas cría.

—¡Es absoluta cobardía!

—No lo es.

Ella pincha un trozo de carne y se lo extiende, él levanta una ceja.

—Abre.

Gabriel sigue mirándola con cara de "Really?" Sin abrir la boca.

—Aaaabre...

—¿Pretendes darme de comer en la boca?

—¿No pretendes dejarte?

—No tengo yo cinco años.

—¿No has visto nunca a un adulto dándole en la boca a otro?

—No. Fuera del ámbito sexual.

Belcebú se humedece los labios con eso pensando en... precisely. Sonrojándose

—Creía que había quedado claro que no iba a volver a pasar eso.

—Ugh, Gabriel —hace los ojos en blanco comiéndose ella el bocado—. No sabe mal.

—¿Mejor que el vino? —sonríe.

—Menos... raro que el vino —se encoge de hombros, masticando con la boca un poco abierta—. Sabe un poco a carne humana.

—Nah, no puede ser —ahí va a intentar probarlo. Las cosas que te dan curiosidad dan un poco de miedo.

—Carne humana directa al fuego, como no.

—No... no sabe a carne humana.

—¿Tú qué sabes?

—No, nada. Claro —La mira intensamente unos segundos más de lo que es cómodo. Belcebú levanta una ceja con esa mirada, y se humedece los labios. Joder, es que le pareces tan... atractivo cuando haces eso. Además le intrigas enormemente. Quiere saber cuándo y cómo y por qué. ¡¿Y por qué ella no estaba ahí?!

NO te lo va a decir. But you said it. A hell of an angel.

—Estás... alardeando solo para impresionarme.

—Claro, porque necesito impresionarte por que...

—Saben todas a lo mismo. A muerto —Se sonroja, girando la cara un poco.

—"A muerto" —repite haciendo los ojos en blanco

—Pues... sí. ¿O no? Bueno a menos que también digas que sabes a que saben los vivos...

—¿Eso te impresionaría?

—¿Ahora quieres impresionarme?

—No.

—Igualmente no lo haces —Se sonroja otra vez con la respuesta tajante.

—No parece —sigue comiendo. Hace los ojos en blanco, metiéndose otro trozo a la boca ella también.

—¿Has pensado en... el asunto del castigo? Para terminar de... no impresionarme.

—Dependerá de lo que confieses.

—¿Son... azotes necesariamente? ¿Cómo... siguen los tuyos?

—No, no necesariamente

—¿Cuáles son las otras opciones? No voy a rezar —Levanta una ceja.

—Esa es la más habitual.

—Yo no puedo hacerla... ni quiero. Así que tendrás que darme más opciones... —le mira y se pregunta si los besos no pueden ser una penitencia... ahem.

—Pues... depende básicamente de lo que tú consideres un castigo.

—Ya, ya... claro. Los azotes los usamos en el infierno también, es un castigo excelente.

—Ya me imagino, tú eres bastante más experta que yo en castigos.

—Absolutamente. Castigos y torturas —asiente comiendo un poco más y mirándole de reojo—. Pero los azotes son... especiales.

—¿Por? —bebe un poco de vino.

—Porque es... la acumulación lo que duele. No uno. ¿Te los hiciste estando desnudo?

—Sí, claro.

—D-Desnudo. ¿Puedo... verlos?

—Pero si te los he enseñado antes —O ayer. O whenever.

—No en vivo. No me la has mostrado en vivo

—No te las voy a mostrar aquí.

—Ahora que vayamos... vamos a ir a... eso, ¿no?

—Sí, si quieres. Ya que has echado a los otros dos porque tenías miedo que descubriera tus intenciones.

—¿Perdona?

—Es obvio

—No, no lo es —se sonroja un poco porque en parte tiene razón, pero no necesariamente por la razón que cree.

—Entonces... ¿querías estar a solas conmigo?

—P-Pues... —Belcebú traga saliva.

—Aww...

What?!

—Nada, nada.

—No, no... ¿A qué viene ese awww?

—Es mono de tu parte.

—¿¡Qué es lo mono?! ¡No soy mona!

—Sí que lo eres.

—¡No! ¡No lo soy! ¿Qué tiene esto de mono?

—Pues que querías estar conmigo porque te gusto y te da vergüencita decirlo.

Belcebú abre los ojos como PLATOS con esa declaración.

—¡NO ME GUSTAS!

—No, claro.

—¡Nooo! Ni un poco. Esto es una cosa de... conveniencia.

—No hay ninguna conveniencia ni necesidad.

—Sí la hay...

—¿Cuál?

—Ehm... —Piensa, Belcebú. PIENSA—. Bueno, yo...

—¿Aja? —levanta la mano y le acaricia la cara.

Sigue la caricia del todo, cerrado un poco los ojos porque la necesidad de amor, maldita, maldita sea. Él le da un poco a través de la mano

—Ugh... no me gustas tanto —es que está PELEANDO.

—Mmm...

Levanta la mano y la pone sobre la de Gabriel en su mejilla. Le mira a los ojos. Él le sonríe y es que la oleadita de afecto.

—N-No... Me molesta estar contigo —eso es un GRAN cumplido.

—Ahora se dice así.

—Shut up... —susurra—. ¿Cómo lo dices tú si no?

—Me gusta estar contigo.

—¡Ajá! ¿Ves? Te gusta a ti también —Belcebú... no es lo que... Ugh, vale.

—Sí.

—¿Por? Debes ser el único ser en el universo al que le gusta estar conmigo.

—Me haces reír... entre otras cosas.

—¿Te hago reír? —sonríe un poco y se le acerca tantito... acariciando le un poco la mano y el brazo—. A mí me parece que eres el único que entiende lo complejo que es manejar esto.

—Eso también. Los demás suelen pensar que no hay que hacer nada.

—Y tú sabes bien que sí que trabajamos y sí que es complejo —le pasa una mano por todo el brazo—. Además sabes lo frustrante que es cuando las cosas no van como deben.

—Eso te pasa a ti más que a mí.

—Porque los tuyos son todo lo obedientes que pueden ser —levanta la mano y hace un cariño en el pelo.

—Y yo soy mejor que tú.

—No.

—Claro que sí.

—No durarías ni cinco minutos en el infierno, Gabriel... tienes cero tolerancia a la frustración.

—¿Disculpa? Te tolero a ti, tengo mucha tolerancia a la frustración.

What the hell... yo soy... ¡Yo lo hago bien!

—¿El qué?

—Todo, ¡en general! Es que ya te lo he dicho... tú espera a que... imagina que NADIE hiciera lo esperado. NADIE.

—Entonces les ordenaría hacer lo contrario a lo que quiero.

—Claro, claro... y los cabrones tendrían con que justificar hacer lo contrario a lo que pidas —se ríe un poco—. Créeme, son difíciles

—Harían lo contrario que es justo lo que quiero.

—No, créeme. No son idiotas. Es lo que siempre intento hacerte entender. No importa lo que digas ellos... van a exonerar la forma de hacer lo que quieran, a diferencia de los tuyos.

—Lo dices como si los míos no entendieran lo que quieren.

—Los tuyos hacen lo que quieres, sin chistar.

—Porque me ocupé de tenerlo todo completamente estipulado y escrito sin posibilidad de interpretaciones raras o vacíos legales.

—No, es que no es eso, Gabriel. Es lo que hace cada quien. Aun teniendo todo estipulado y por escrito, los demonios hacen lo que se les da la gana.

—Sigue siendo un problema de autoridad, entonces.

—No, es un problema de... demonios haciendo lo que se les da la gana.

—Lo que se traduce en un problema de autoridad.

—Es que lo pones como si existiera la posibilidad de hacerlo mejor.

—Pues seguro que sí.

—Ugh, ya empezamos... —Belcebú hace los ojos en blanco, pero sonríe

—Pues claro que empezamos.

—Si no fuera imposible te diría que intercambiáramos por un día solo para que vieras Además creo que me dejarías el infierno con una revolución en marcha y un golpe de estado...

—¿Dices como el otro día?

—Hmmm... Nah. Vamos, sí un poco, pero mucho peor.

—Sí, claro...

Belcebú se ríe notando que no le cree.

—¿No te parece eso... convincente? —pregunta—. ¡Tú crees que nunca han intentado quitarme del poder!

—Seguro que sí.

—Me encanta estar peleando por esto después de decirte que tú eres el único que me entiende —se ríe otra vez.

—Solo estoy molestándote un poco—le sonríe y Belcebú se sonroja un poquito—. Se supone que es parte de mi trabajo.

—Pensé que un ángel no hacía eso.

—¿Molestar a demonios?

—Molestar a nadie. Solo pueden ser buenos.

—Podemos molestar a los malos a fin de detener sus maldades.

—¿Y estás deteniendo mi maldad? —sonríe.

—Exacto. Y fastidiando tus malvados planes.

—Malvados.

—Desde luego, es casi reiterativo especificarlo.

—Me hace gracia el asunto de "malvados".

—¿Qué tiene de gracioso?

—Suena... incluso dulce.

—¿Y qué debería decir?

—No, no... Nada que tú puedas decir con esa boquita dulce.

—I can say any fucking word, sunshine.

Le mira de reojo y se sonroja porque cuando habla así... Ufff...

—No hables así... —le pone la mano en los labios.

—Why not?

—Si no quieres que te salte encima.

—Saltarme encima —repite mirándola.

—Saltarte encima —se sonroja y le acaricia la mejilla.

Y si los otros dos demonios siguen peleándose con la planta deben estar impresionados con todo esto.

—¿Para?

—¿Pues tú que... crees? —Carraspea un poco.

—No lo sé, podría ser matarme o podría ser comerme. Antes estabas bastante interesada en negar la posibilidad de lo segundo.

—Ya te querría ver a ti con dos ángeles presentes.

—¿Así que el problema era que ellos estaban aquí?

—En parte sí, no te hagas que para ti no lo sería.

—Ya veo... así que si hay más demonios vas a... ¿guardar las formas? Es importante eso.

—¡No empieces a pensar que puedes traer demonios para eso!

—Está claro que necesito protegerme.

—No necesitas una mierda.

—Desde luego que sí.

—Asumí que podías protegerte solo. No que necesitabas, para colmo, demonios.

—Con tus intenciones y determinación... No es que no pueda resistirme —carraspea—. Pero no está de más algo de ayuda.

—Obtén toda la ayuda que quieras— Le fulmina un poco—. No creas que eso va a servirte de mucho. Desaparecerán cada vez que yo lo ordene

—Ángeles entonces —La mira de reojo y traga saliva.

—A mí me da igual lo que vean tus ángeles—miente.

—¿Y eso por? Sabes que... hablan, entre ellos.

—No sé qué te hace pensar que a ti te conviene que sepan esto.

—No me conviene, precisamente —entonces deja de hacerle comentarios salvajes frente a todo el mundo.

—Pues no pareces preocupado... —otra vez levanta la mano y le pica un poco la mejilla

—¿Por qué lo dices?

—Pues... aquí estás, en público. Cualquiera podría vernos.

—¿Vernos qué? ¿Cenar?

—Gabriel... esto es una cita. Una un poco clandestina.

—Eso ya lo sé. Pero quién podría decir que no es una cita de trabajo vista desde fuera.

—Hmmm... quizás nadie. En una gran medida lo es... —cofcof. Quizás si no se tocaran y acariciaran...

—Exacto.

—Aun así, creo que preferiría que hubiera menos gente.

—Yo creo que la gente te mantiene a raya.

—¿Me tienes miedo, Gabrielito?

La fulmina y ella le sonríe un poco.

—Mira quien se ofende ahora con una broma.

—Probablemente menos del que te gustaría... y del que debería —responde.

Belcebú sonríe un poco porque... la verdad no quisiera que le tuviera tanto más miedo. Debe sentir una oleadita de afecto. Él sonríe al notarla.

—No creo que debas preocuparte demasiado... siempre y cuando tú tampoco hagas...

—¿Hacer?

—Bueno, si decides intentar hacerme algo voy a defenderme.

—¿Cómo?

—¿Vas a intentar hacerme algo malo?

—Claro que no, I'm an angel.

—Mmmmm...

—No así por las buenas al menos, aunque podría hacer cosas que tú consideraras malas.

—Procura no hacer ninguna de esas y tendremos un bonito acuerdo tácito de no... Agresión.

Gabriel le tiende la mano sonriendo para cerrar el traro, ella se la toma, humedeciéndose los labios.

—Bien

Y ahí le va a pasar el... afecto de nuevo.

¡Deja de hacer eso que me la derrites!

Nop.

—¿Puedo darte un beso? —Le mira a los ojos y susurra con voz suavecita y bastante zumbante. Gabriel levanta las cejas porque es que hasta le está pidiendo permiso.

—Estás como... cero acostumbrada a esto.

—¿¡Q-Qué?!

—A la influencia de los ángeles.

—¿Cuál influencia?

Gabriel se lo hace otra vez. Belcebú cierra los ojos y... se hace al frente para besarle. ¡No puede evitarlo! ¡Para!

Se lo devuelve y es que es peor en el beso, porque ahí sí que no lo controla. Ella le toma del cuello y se le acerca un poquito más... ahí tienes la sensación de chica hambrienta. Suelta un "Mmmm" medio zumbante.

Crowley opina que esto es tan bloody injusto...

Esto... tiene otros problemas. Los besos no son el problema por lo visto.

Ya... ya.

Igualmente, Belcebú le acaricia a Gabriel el cuello y le pone una mano en el pecho, sin querer separarse. De verdad, Gabriel, ¿algo te hace pensar que ella si se controla?

Él la abraza de la cintura, apretándola.

Es que... le abraza del cuello intentando comérselo entero. Cielos, que te juro que le encantas.

Ah, ¿sí? Menos mal que lo dices o no nos habríamos dado cuenta.

Shut up! Vale, termina por separarse un poquito de los labios de Gabriel un poco abrumada con las sensaciones generales de todo esto.

—Fucking... god.

—Sweet Satan.

Belcebú se ríe un poquito, medio impulsiva y tontamente. Gabriel también.

—Podría hacer esto frecuentemente... —susurra ella.

—¿Podrías?

Asiente, acariciándole un poco la nariz con la suya

—Mmmm —sonríe con los ojos cerrados—. A lo mejor podría acostumbrarme.

—¿Podrías?

—Quizás me costaría.

—Quizás debas hacer un esfuerzo...

—Quizás...

—Especialmente si te gusta.

—Mmmm... No estoy muy seguro.

Ella frunce el ceño un poquito y abre los ojos, para mirarle a los suyos.

—Tendré que convencerte —se le acerca, dándole otro beso.

Se lo devuelve tal cual y les van a carraspear. Hasta la plantas van a carraspearles, pero seguramente el mesero más de cerca.

—Ehm... disculpen señores.

Gabriel se separa entonces y mira de donde le hablan. Menos mal que es Gabriel el que se separa, porque Belcebú hubiera desaparecido al hombre de un chasquido. Belcebú se le SEPARA, sonrojándose y girándose al otro lado en plan... ejem.

—¿Sí?

—¿Algo más que se les ofrezca? —el chico les mira algo sonrojado pero es que una cosa es un besito y otra es lo que estaban haciendo, que ya estaba haciendo un murmurito en el restaurante.

—Que no nos interrumpa.

—Oh... pero este... es un... restaurante familiar.

—Hay muchas personas comiendo aquí sin niños.

—S-Si pudiera... —El chico cambia el peso de pie, vacilando un poco—. Solo ser un poco más discreto...

—¿Qué es lo que no le parece discreto?

Belcebú se sonroja más cada inútil que habla el hombre con Gabriel.

—P-Pues... ya sabe...

—No, por eso le pregunto.

—E-Ehm... las muestras de amor. Yo entiendo que... —mira a Belcebú y la verdad le parece que en comparación a él ella no es tan guapa y sobre todo tiene un no sé qué raro que... la hace un poquito... aterrorizanre—. Usted y su esposa... ¿celebran algo?

—¿Las muestras de amor es lo que no son familiares?

—Ughh! —protesta Belcebú apretando los ojos

—Las que son un poco más... bueno, sexuales, señor. Perdone.

—¿Sexual? ¿Un beso?

—¡Gabriel! —protesta Belcebú.

—¿Qué? Es que me parece que alguien está teniendo pensamientos impuros.

—¡Gabrieeeeel! —CLARO que los está teniendo. La sorpresa es que tú no.

—¿Qué? ¿Tú también?

—¡No! Pero es que...

—¡Oh, cielos! ¡Tú también!

—Ehm... —el chico les mira sin saber qué hacer, cambiando el peso de pie.

—No... ¡No! Solo es que... Ugh. Deja de hablar con él y vámonos.

—No, no... wait. Estás teniendo pensamientos impuros y además ahora quieres llevarme quién sabe dónde.

—Lo que estoy es teniendo pensamientos asesinos, Gabriel —se pellizca el puente de la nariz.

—No creerás que te voy a dejar me lleves, diciendo eso.

—¿Por qué no? ¡No es como que no puedas defenderte!

—¿De los asesinos o de los impuros?

—Estás sacando esto de proporción. Vámonos.

—¿Yo? Tú eres la que quiere irse.

—¡Pues porque no dejas de poner a todo mundo muy nervioso!

—Es que no entiendo qué es lo que os pone nerviosos.

—Mire... de verdad no pasa nada. Si quiere... les dejo a lo que estaban —ofrece el mesero un poco agobiado en general.

—Si puede hacer eso, ¿entonces por qué ha interrumpido en primer lugar?

Él vacila porque este hombre no parece entender las cosas más básicas de la vida.

—Bueno... disculpe, Señor, pensé que...

—Lar go —gesto con la mano de Belcebú, le MIRA bufando. Gabriel la mira de reojo con eso porque mira la poca paciencia que tiene. El chico por supuesto se larga casi a su casa.

A nadie le extraña.

—¡Ugh, contigo!

—¿Qué?

—¿¡Qué ha sido todo eso?!

—¿A mí me preguntas? No es como que yo lo haya traído aquí.

—No hablo de él, ¡hablo de ti! ¿Qué haces preguntándole esas cosas?

—Pues es que me parece que merecía yo una explicación.

—¿De por qué razón le parece que los besos son algo...?

—Sexual, sí. ¿Quién sabe si me estás engañando otra vez?

—Los besos son otra cosa y lo sabes.

—Eso dices tú, pero a saber. No puedo fiarme de ti.

—Pero puedes fiarte de ti mismo... ¿piensas algo distinto con los besos?

—T-Tal vez —vacila, porque el chico ha dicho...

—¿Tal vez? —levanta la mano otra vez y le acaricia un poco la mejilla—. ¿Qué piensas mientras ocurre?

Gabriel mira hacia donde se ha ido y luego la mira a ella, tragando saliva. Está cada vez más seguro que no debió meterlos en el saco de permitido. Ella se le acerca y le da un besito bastante suave.

Aziraphale asegura que así, justo así, es como él llegó a donde llegó.

Gabriel cierra los ojos y luego cuando ya es demasiado tarde es que va a apartar la cara.

—Ehh... —protesta ella un poco.

No la mira, nervioso y sonrojado. La demonio le acaricia un poco más la cara y le da un besito en la mejilla.

—Esto... no... Ugh. Belcebú, dijiste que arrepentías.

—Lo hago —es que estoy segura de que sientes el afecto con fuerza, le da otro besito en la mejilla.

—No me mientas —igual la sostiene un poco de la cintura.

—De no haberte besado una vez, no querría ahora hacerlo todo el tiempo —susurra dándole otro besito en la mejilla. Esa frase no solo aplica a los besos.

—Ya has oído al chico, lo estás haciendo de un modo indebido.

Belcebú aprieta los ojos y es que no creas que el... afecto se hace menos intenso.

—Tú estás haciendo tu trabajo.

—¿A qué te refieres?

—Esto definitivamente no es lo que acostumbro a hacer todos los días.

—No conmigo, al menos.

—Ni contigo, ni con nadie. Eso es bastante.

Gabriel sonríe con el concepto con nadie.

—Así que estás evitando que haga las cosas que haría... de no estar aquí.

—Tú eres quien ha venido.

—Ugh —le mira porque lo que está haciendo es intentar convencerle de que esto que está haciendo es algo bueno—. Pues... vale, tienes razón —se ríe.

—¿Confiesas?

—Vale, sí, confieso —suspira.

—Está bien, podemos irnos —sonríe complacido.

Asiente, un poco... preocupada por sus confesiones. ¡Este hombre puede hacerle confesar cualquier cosa!

Es la idea, que lo confieses todo.

¡Pues no crean que no le pone nerviosa!

—¿A dónde?

—No lo sé, tú querías irte.

—Vamos entonces —le ofrece la mano.

Gabriel se la toma, levantándose. Ella se levanta también y tira de él para salir.