Belcebú... ha tratado de limpiar un poco su oficina la verdad, eso sí, sin perder el... aura de... esto es el infierno y sigue habiendo goteras, pero casualmente hoy no hay charcos ahí dentro, la silla de su escritorio es particularmente más ancha, no hay tantos papeles en el escritorio y hay un poco más de luz de la que suele haber... ejem. Ha barrido también... bueno, "barrido". Chasqueado los dedos.
También se ha bañado cuidadosamente, afeitado las piernas, lavado los dientes y peinado con un poco de acondicionador.
Vaya... vaya.
Y... vale, está intentando trabajar, mirando el reloj y esperando a que sea la hora.
El problema es que le ha dicho que no... monte revuelo pero como no va a montar revuelo el Arcángel Fucking Gabriel.
Show off.
Pues es la realidad. Ni siquiera hay recepcionista aquí, podría meterse a un estúpido calabozo y nadie se preguntaría cómo.
Podría, sí.
Es todo tan irregular. Ojos en blanco.
Pues no es irregular, solo es que en general NADIE baja aquí.
Ya, ya, bueno, tampoco es que suba tanta gente y aun así es cortesía.
Es el puto infierno, Gabriel. Que puta cortesía esperas, no mames. (Belcebú tan agresiva...)
Supongo entonces que se planta ahí a las puertas y nadie... le detiene o le dice nada.
Tan ofendido. Alguien quizás solo pasa junto a él y susurra algo, a otro alguien pero en realidad, no, lo esquivan. Iugh... un ángel.
Les mira a todos con un poco de cara de oler un pedo. Iugh, seres inferiores.
Vale, vaaaaale... vale. Alguien que pasaba por ahí, un demonio realmente inferior... se le acerca.
—Ehh... el cielo no es aquí.
—No me digas...
—Pues es que pareces como perdido.
—Sé perfectamente a dónde voy, más bien pensaba que cualquiera podría entrar aquí y... desvalijar esto. Y ni siquiera creo que fuerais a notarlo pronto. No lo haría yo, obviamente, soy un ángel. Pero...
—¿A qué te refieres con desvalijar?
—A robar. Vaciar esto. Podría llevarme la mitad de vuestras cosas y... ni siquiera las echaríais en falta.
—Oh... bueno en realidad creo que no sería muy grave. O sea ¿cómo qué cosas te querrías llevar? —pregunta sorprendido de que alguien pudiera querer llevarse algo de mierda de aquí.
—Yo nada, ya te he dicho que soy un ángel. Es un asunto hipotético.
—Oh, qué mal... porque tenemos algunos cuartos con cosas acá y...
—¿Con... cosas?
—Sí, que si quieres desvalijar quizás sería bueno.
—¿Por? ¿Qué clase de cosas?
—Pues qué clase de cosas van a ser... mierda. Como todo lo que hay por aquí.
—Ya, ya me imagino que si hubiera algo interesante que llevarse ya os lo habríais llevado vosotros.
—Pues claro...
—En fin, eso como sistema de seguridad es un poco...
—Bro, no hay sistema de seguridad aquí para entrar. ¿Quién coño querría entrar aquí solo por gusto?
—Alguien que viene a desvalijar.
—Ehh... vale. Te gusta eso de desvalijar por lo visto.
—No.
—Lo digo porque insistes en hablar de desvalijar... el infierno —es que hasta risa le da.
—Hasta puede que un favor os hiciera por sacar la basura.
—Es bastante raro que quieras hacerle favores al infierno, la verdad...
—No quiero. En parte ese es el motivo de no hacerlo.
—Pues no lo hagas, dude —se encoge de hombros.
—Ya, ya, gracias.
—Ugh, fuck off —el chico arruga la nariz.
Ojos en blanco del Arcángel.
El chico se da la media vuelta y se va, Gabriel se encoge de hombros y sigue hacia donde tiene que ir.
Que es... ¿la oficina de Belcebú? Que se está mordiendo el labio, "leyendo" algo y pensando la verdad que si sigue así para siempre van a echarla de ser el príncipe del infierno porque lleva una semana sin hacer nada.
¿Y? No es como que hagas mucho cuando haces, querida.
Cuando... pasen tres meses y nadie siquiera haya notado que no está haciendo nada... Ejem... Pero bueno, joder, que esto de agobiarse por cosas también es mucho del infierno. ¿Va a tocar o... algo?
¿A tocar? ¿Música?
La trompeta. Hablábamos de la puerta, Gabriel.
Nah. Más divertido así.
¿No va a tocar la puerta? ¿¡Ni siquiera él va a tocar la puerta?! ¡Joder! Va a pegar un SALTO, a tirar su tintero, sí, porque escriben aún con plumilla y tintero y a regar todo de tinta.
—What the FUCK les he dicho de TOCAR la puta puerta, ¡COÑO!
Él mete la cabeza y sonríe
—Ohhh... fuck! Eres... tu —es que la SONRISA. Nos da vergüenza a todos.
—Hello, darling.
Vale, pasamos de la sonrisa normal al sonrojo absoluto.
—Ehm... hello. Pasa. Igualmente no estaría mal bloody tocar. Pero pasa.
Entra, cerrando la puerta a su espalda.
—A lo mejor podrías tener un mejor sistema de seguridad.
Ella le mira de arriba a abajo. O sea lo mira con cara de... querérselo COMER.
—¿Sistema de seguridad? —pregunta caminando hacia él. La mira, manos a la espalda.
—Algo que impidiera a la gente entrar.
—Oh, claro... sería una cosa súper útil, que la gente no pueda entrar al infierno, tienes razón...
—No al infierno. A tu despacho.
—Se llama puerta y en teoría la gente debería tocarla —se le planta enfrente.
—¿Y nadie lo hace?
—No, todos entran como tú.
—Yo tengo excusa.
—¿La tienes? —levanta las cejas y se pone un poco de puntas, mirándole lo slabios
—Prefiero tocarte a ti.
Ella le mira unos cuantos segundos, tres veces más sonrojada y él le sonríe... Y es que le salta de golpe para besarle.
Cielos, directa al grano. Vale, vale, la sostiene del culo.
¿¡Más directa al grano que él?!
¡Sí!
¡O sea le ha dicho que prefiere tocarla a ella! Debe I. Nun. Dar. Le. De... a... afecto
A-afecto.
A... Afecto.
Ya. Vale.
Belcebú le abraza y... en algún punto deja de besarle para escondérsele un poco en el cuello.
Él la sostiene, sonriendo un poco. La verdad... es que te ha echado de menos más de lo que quisiera admitir.
—Hey...
—Hola —la lleva hasta la mesa, sentándola ahí.
—¿Cómo estás? —se separa un poco acariciándole un poco la nuca—. ¿Te has hecho... te has... hecho sadomaso otra vez con tu latiguito?
—No es sadomaso. Y claro que he tenido que hacerlo.
—Claro, claro que... has TENIDO que hacerlo. ¿Te has dado muchos, esta vez? ¿Estás todo sangrado?
Suspira porque vaaaale, vaaale, te lo muestraaa.
Otra vez el striptease... Le da un beso rápido en los labios antes.
—No creo que darte golpes sexuales tenga algún tipo de funcionamiento para esto...
—No son golpes sexuales.
—Hay quien hace eso como golpes sexuales... —¿le va a ayudar a quitarse la corbata? ¿Trae corbata?
Nah, cuello alto hoy.
Ojitos de corazón. Le ayuda a desfajarse entonces, acariciándole un poco el abdomen. Mientras se lo quita por la cabeza y la mueve un poco para no despeinarse mucho.
Ojos en blanco. ¿Trae camiseta?
No creo. O sea, puede acariciarle todo el pecho ya directamente. Vale... Vale.
Pues eso.
Pues ahí va directito a acariciarle el pecho un poco con las uñas, sonriendo y de hecho creo que es posible que aún de frente se le note algún flagelado.
Ah, sí, siempre hay alguna punta que se escapa un poco.
—My Satan... ¿Podría castigarte yo la próxima vez?
—Mmm...
—No me molestaría en lo absoluto ser yo quien pinta de rojo esa bronceada piel...
—Esto se supone que es un castigo, pero no creo que fuera buena idea que...
—Gabriel... ¿Crees que tú eres más bueno en los castigos que yo? Really?
—No, pero...
—Yo, de hecho, usaría una vara.
—Una... vara.
—Sí, una vara delgada. Funciona mejor que un látigo y deja marcas mucho más finas y... limpias.
—No va a ser necesario —se humedece los labios.
—Claro que va a ser necesario... —ella sonríe de lado.
Le mira un poco como advirtiéndole. Ella hace una sutil caída de párpados y se humedece los labios.
—¿Vas a dejar de arrepentirte?
—¡No! Va a dejar de pasar.
—Ya, claro... —Belcebú sonríe.
—No, esta vez es en serio.
—Vale... en serio —Belcebú hace una mueca y le abraza del cuello.
—Gracias.
—Pero los besos aún se pueden, ¿no?
—Sí, eso sí. Aunque... —se humedece los labios.
—No vas a decirme que no se pueden ahora por no sé... oh —sonríe con una oleadita de afecto—. Vale. ¿Aunque qué?
—Has hecho algo, sabes diferente.
—N-Naaah —Belcebú se sonroja.
—Sí que lo haces. Hueles diferente.
—Será que huelo más a azufre... he estado en el mar hirviente y... —Se relame un poco haciendo los ojos en blanco.
Gabriel le toma de la mandíbula y le huele el pelo, ella le empuja un poquito.
—No, hueles a miel. Y a frutas. Como jabón del pelo.
—No voy a oler a puto jabón.
—Acabo de olerlo.
—Será el tuyo.
—No, el mío huele a menta.
—Pues el mío no huele a esa mierda —insiste, sonrojándose más.
—No entiendo porque insistes en negar la evidencia.
—Porque no lo hace.
Es que la cara de... "lo estoy oliendo"
—Ugh! Pues... yo qué sé, habré pasado junto a un panal de abejas. ¿Qué importa? —se pasa una mano por el pelo.
—No es eso lo que... —Suspira.
—What? —pregunta pensando que antes des corporizada que decirle que se ha puesto hasta acondicionador y se ha bañado y rasurado.
—No es eso lo que pasa cuando pasas por un panal de abejas.
—Vale. Vale... se ha caído algo por aquí hoy y me ha caído en la cabeza un poco —es que más sonrojada, es difícil.
Inclina un poco la cabeza y se acerca tomando un mechón de pelo y oliéndolo otra vez. Pelo que además está suave y sedoso.
—Me gusta —sonríe.
—Ugh —Belcebú se sonroja y le empuja otra vez.
—Igual que te has lavado los dientes.
—¡No me he lavado nada! —protesta pensando... que es una idiota porque él no debía notarlo.
¿Cómo iba a no notarlo si le comes la boca a los tres segundos?
(¡Es que tiene una boca muy besable!)
—Gracias.
—No lo he hecho para ti, deja de darme las Gracias —deja que veas que se ha hasta rasurado. Y él no ha hecho nada por ti más que ponerse un cinturón anti posibles muestras de afecto.
—Claro —sonrisita molesta.
—Don't be an arsehole! ¿¡Por qué iba a hacerlo!?
—No lo sé, qué podías esperar que sucediera que fuera a requerirlo.
—Lo mismo a lo que tú has venido, idiota.
—Yo he venido a verte.
—A a a mí.
—Exclusivamente.
—Eso ya lo sé... porque te gusto —le pica un poco, sonriendo.
—No tanto, no tanto —se ríe y se sonroja un poco
—Claro que sí te gusto... lo bastante como para aguantar los latigazos. Tengo una propuesta, por cierto...
—No es... así como funciona —aprieta los ojos.
Ella le acaricia la mejilla y le da un beso dulce en los labios. Se lo devuelve.
—Lo digo en serio, es una idea.
—¿Qué idea?
—¿Cómo sabes que a Dios no le gusta... e-esto? —pregunta volviendo a acariciarle el pecho.
—¿Qué?
—¿Cómo sabes que no lo hace? ¿Has visto u oído algo que indique que no le gusta?
—Pues lo prohibió.
—¿No puedes... pedirle permiso? Eres tú, estoy segura de que te escuchará si lo haces —intenta que gire para mirarle la espalda
—Pedirle... permiso —se gira nervioso—. Es que si lo prohibió es por algo.
Igualmente se muerde el labio porque las marcas nuevas son bastante profundas y sabe perfectamente bien que requirieron fuerza y... dolieron. Incluso sobre las marcas doradas que aún tiene.
—Prohibió específicamente hacer el a... el... ahhh, me refiero a esta cosa entre un A-Arcángel y un demonio? ¿C-Cuándo?
—Prohibió que lo hicieramos con humanos, ¡imagina con un demonio!
Le pasa un dedo por la espalda resiguiéndole la peor marca, la que parece más dolorida y aún sangrienta y esta vez le intenta curar. Seguramente con solo un poco de éxito. Él mueve un poco la espalda, porque le duele.
—Deberías preguntarle.
—No... voy a preguntarle.
—¿Por? —le pasa otro dedo por otra, limpiándole un poco la sangre y tratando de quitarle el dolor.
—Porque ya sé lo que me va a decir.
—¿Que es qué?
—No.
—¿Alguna vez te ha negado algo?
—Claro que sí.
—¿Que has querido que se te ha negado? —pregunta con curiosidad.
—No lo preguntes como si fueras la conocedora de la verdad absoluta. Muchas cosas.
—Cuéntame sobre alguna.
—Bueno, no se me ocurre nada, pero ese no es el caso. Ah, ya sé, ¡Poner en marcha el apocalipsis de nuevo!
—Eso se nos negó a todos. No es que hayas querido TÚ algo y te dijera que no.
—Era algo que yo quería, eso basta.
—No era algo que quisieras para ti. Esto si es para ti.
—Ya, pero...
—¿Pero qué? ¿Qué te puede pasar por preguntar?
—Que mi castigo sea aun peor.
—Pero ella ya lo sabe... ¡Lo sabe todo!
—Sí, pero esto es súper cínico.
—Ugh. Pero Gabrieeeeel, ¿cuantas veces pides algo para ti o quieres algo para ti que...?
—Ni siquiera debería estar pasando, si ve que voy a pedírselo será obvio que no me arrepiento y me hará caer.
—Aziraphale no ha caído y no se arrepiente.
—Aun.
—Quizás sea yo quien se lo pida, entonces.
—¡No!
—Sí, no puedes hacer esto cada vez que nos vemos. TÚ no lo mereces.
—Claro que lo merezco, Belcebú.
Ella le acaricia otra vez la espalda rugosa y ahora imperfecta, roja y lastimada. Pensando que, esto, es exactamente lo que hace con todos, lo quiera o no. Infectarles, marcarles, lastimarles. Y eso es mucho más fácil cuando le importan una mierda.
Gabriel aprieta los ojos. Siéntete culpableeee, sentíoslo los dooooos.
Ella está CERO familiarizada con ello.
Arrepiéntete pecadora.
—No, tú no te lo mereces. Se lo merecen los que han mandado aquí después de un juicio... ¿tú qué?
—Yo sé las normas y si las rompo merezco un castigo.
—Quizás yo también merezca un castigo.
—Tú mereces unos cuantos.
—¿Vas a castigarme tú? —pregunta haciendo los ojos en blanco
—Si quieres...
—¿Con una vara?
—Eso depende de ti.
—¿Cómo depende eso de mí?
—Pues de que tan arrepentida estés.
—Creo que nunca había sentido ninguna culpa... y esto... no me gusta.
—El arrepentimiento y el castigo disipan la culpa.
—Bueno, sí me arrepiento de ello.
Gabriel se gira a ella, que se sonroja y cierra los ojos sin mirarle. Él sonríe de lado y le acaricia la cara haciéndola apretar los ojos pero no se quita.
—Yo te perdono.
Ay, tan mono. Belcebú abre los ojos y le mira... porque nadie jamás nunca la ha perdonado de NADA. Gabriel le sonríe.
—No deberías... —susurra tocándole un poquito el abdomen y... es que los sentimientos son INTENSOOOOS.
—Eso sí es algo que decido yo.
Has tardado una semana en suavizar por completo al príncipe del infierno. Ugh. Ella sonríe un poquito y se estira para hacer lo único que sabe hacer que implica una bonita demostración de... afecto. Vamos, nada de que sienta otra cosa por ti ni mucho menos. A. Fec. To. Esta vez no se lo come en el beso, eso si... le besa con enorme, enorme... afecto.
Venga, venga, sigue con el afecto. ¡Pues va a seguir hasta que el cambie la idea!
—B-Bueno, ¿vas a castigarme entonces?
—Sí lo requieres aun, sí.
—Podría ser... interesante —se sonroja un poco.
—¿Interesante?
—Verás... Podría... bueno.
—¿Aja?
—¿No crees?
—Supongo, nunca he visto a un demonio arripintiéndos, así que sí que creo que tendria su punto curioso.
Belcebú le mira, un poco sonrojada, pensando que... está segura de que Gabriel cree que se arrepiente de algo que no es de lo que se arrepiente realmente.
—Bien, hagámosolo entonces. Pero no puede ser aquí.
—Oh, gracias a Dios. Detesto este lugar.
Belcebú hace los ojos en blanco de nuevo.
—Es el bloody infierno, Gabriel, está hecho PRECISAMENTE para que todos lo detesten. Veo que cumple con lo requerido.
—Ya, ya, eso no hace falta que lo jures.
—¿A dónde vas a llevarme para hacer esto? Puede ser en un hotel...
—Es mejor en... un terreno sacro. Por eso estabamos en el cementerio.
—Pues vamos al mismo sitio —ojos en blanco.
Va a por su ropa, sonriendo y Belcebú se pasa una mano por el pelo otra vez, y se aclara la garganta, mirándole de arriba a abajo.
Se gira a ella apoyando el jersey en su antebrazo. Es que te ves muy guapo.
—¿Todo bien?
—Yes... yes. Te ves bien.
—No puedo ir sin jersey.
—Sí que puedes
La mira.
—Vamos a salir directamente ahí por el suelo, Gabriel... ¿por qué no puedes ir como quieras?
—Alguien podría ver mi espalda.
—¿Y saber que eres un pecador?
—Sí —se humedece los labios.
—Vale... póntelo —le sonríe igual, porque mira que mono es, él lo hace—. ¿Ya tienes tus implementos de castigo?
—No. ¿Qué quieres entonces?
—Pues tú eres... el que dice tener más práctica en el castigo físico que yo —le sonríe.
—Mira, ya invocaré lo que sea que necesite.
—Vale.
Hace un gesto para que salga delante y ahí va adelante. Aunque... no, espera... se detiene. Él que estaba por seguirla, se para.
—Podemos salir por aquí. Dame la mano.
Se la da.
—No empieces a quejarte.
—¿Quejarme por?
—Porque te conozco.
Ojos en blanco. Belcebú chasquea los dedos y ahí van hacia arriba literalmente a hundirse en el techo. Espero que no mueras del terror.
