Ojos en blanco y Belcebú chasquea los dedos y ahí van hacia arriba literalmente a hundirse en el techo. Espero que no mueras del terror.

—Ugh, joder —la abraza.

Belcebú sonríe y le aprieta contra sí, cubriéndole la cara con una mano. Le hunde la cara en... donde pueda, cuello, pecho...

Le abraza del todo, acariciándole un poco el pelito en la nuca. Vale, está encantada con este miedo, creo que ahora te va a transportar por tierra cada vez, solo con tal de que te le repegues así.

No tiene miedo, es que no quiere ensuciarse.

Pues miedo a la ensuciación.

—¿Estás bien?

Asiente.

—Ya estamos aquí... ¿Ves? sabía que ibas a hacer drama

—¡¿Cómo no voy a hacer drama?!

—No tienes por qué hacerlo.

—Es como la peor forma de ir de un lado a otro.

—No, es bastante rápida... y sin ser tan ridícula como tu rayo ese... —se sacude un poco la ropa

—No tiene nada de ridículo el rayo, es mucho más rápido.

—Claro, porque no vayamos a perder tres segundos de nuestras vidas... —le sacude a él los hombros—. Hala, ya estás.

—Y más limpio.

—Blablablá —chasquea los dedos para quitarle toda la tierra.

Gabriel se arregla un poco el pelo y la ropa.

—Ya estás —tira de él.

La sigue y ahí van otra vez al miiiiiiiiismo mausoleo de la vez pasada. Belcebú, nerviosa, la verdad... o sea en serio va a AZOTARLA. Solo pensarlo le da un escalofrío.

—¿Cómo funciona esto entonces?

—Primero vamos a juzgar el crimen.

—¡A juzgar! Pensé que eso lo hacía Dios... —sonríe de lado.

—Dios lo hace al final de la vida. Primero lo haces tú que conoces la ley divina y el alcance de tu crimen y si cuando llegas ante Dios has pecado pero te has arrepentido, ella te perdona.

—A mi ella no va a perdonarme.

—Si te arrepientes sí, la misericordia es así.

—Hmmm... bueno, de lo que me arrepiento es de algo específico —se sienta en uno de los cojines que él puso ahí el otro día.

—Confiésalo.

—Yo... —se revuelve y sonroja.

Gabriel se le acerca, ella traga saliva y se hace los ojos en blanco a sí misma tratando de convencerse de que esto solo son palabras para seguir jugando con él, que le pone las manos sobre sus rodillas.

—L-Lastime a alguien que... n-no quería lastimar —maldito manipulador.

—¿A quién? —le acaricia los muslos. Ella aprieta los ojos.

—A alguien p-puro que no lo merecía —susurra temblando un poquito porque, maldita sea con sus manos y la voz.

—Oh, ¿y cómo hiciste eso? —no se detiene, de hecho, la toma un poco del culo arrastrándola adelante. Abriéndole las piernas para quedar entre ellas.

Belcebú traga saliva y le deja hacer abriendo los ojos y mirándole... y la verdad preguntándose sinceramente cómo es que teniendo este maldito individuo en el cielo, no confiesa y se arrepiente todo el mundo.

—H-Hice... que s-se lastimara y marcara a si mismo.

—¿Te... arrepientes de ello y prometes no volverlo a hacer?

—P-Pero Gabriel... es que... —se humedece los labios.

—¿Queeeé? —le sonríe acariciándole la espalda.

—M-Me arrepiento de ello y... no quiero que vuelva a pasar —hunde la nariz en su cuello.

—Tienes que prometer que vas a hacer lo posible para que no se repita, en eso consiste aceptar la culpa.

—Lo que no quiero que vuelva a pasar es... que te lastimes.

—Entonces tienes que poner de tu parte.

—P-Pero, Gabriel...

—¿Qué? —le huele un poco el pelo.

—Es que no quiero que no volvamos a... es que me gusta mucho.

—No se puede tener todo.

—¿Q-Qué quieres que haga? —le susurra abriendo un poco la boca y mordiéndole suavecito el cuello mientras le abraza.

—Belcebuuuuu —lloriquea—. No es lo que yo quiera.

—Yo quiero hacerlo todo el tiempo...

Deja caer la cabeza porque... es que no. Esto no funciona.

¡Pues es que deja de ser tan mono y antojable!

—Y tú tambieeeén... No digas que noooo.

—No...

—No hablo de castigarte, hablo de... Sexo —se separa y le mira.

—No, no quiero —se sonroja.

—Sí quieres y tampoco quieres castigarte. Hay que encontrar una forma —le da un beso rápido.

Él aprieta los ojos pero se lo devuelve.

—Voy a... si que me arrepiento. Y síque prometo que no vas a volver a lastimarte por mi culpa —sigue ella.

—¿Sí?

—Si, se te ve terrible la espalda y tú eres... blanco y brillante. Tienes que arreglártela.

—No puedo arreglarla.

—Sí que puedes... si me castigas a mí —le besa otra vez.

—Castigarte a ti no me quita las culpas.

—Sí, si soy yo quien te ha seducido, obligado y tentado —se humedece los labios—. Tu castigo es... castigarme.

—Yo no debería sucumbir a la tentación.

—¿Quién sabe más de tentaciones y castigos, tú o yo?

—Ya, pero...

—Castígame.

—Está bien. ¿Unos... azotes?

—Lo que te haga a ti sentir mejor.

—Esto no es para hacerme sentir bien a mí

—¿Es para hacerme sentir bien a mi? Vale —hace los ojos en blanco... pero se sonroja un poco.

—Exacto.

—Entonces... déjame la espalda a mi como la tienes tú —se echa un poco atrás... quitándose el saco. Gabriel chasquea los dedos haciendo aparecer su látigo, ni lento ni perezoso. Sigue dándome un poco de miedo.

La verdad Belcebú esperaba un poco de resistencia de Gabriel. No porque no quiera o le importe que se la deje así, sino porque... bueno, la verdad es que sí que se siente culpable y pensó que él se resistiría a hacerlo. Sí, a Belcebú le da un poco de... no vamos a decir miedo pero...

—Veo que te gusta esto del látigo, quizás empiezo a sentirme menos culpable —bromea.

—Esto es para ayudarte.

—Vale, vale... —se quita la banda... y se le acerca poniéndosela a él alrededor del cuello, dándole otro beso. Él levanta las cejas con eso porque le queda... ridículamente pequeña.

—Vamos a ver si el Arcángel Gabriel es de verdad capaz de hacer sentir mejor así al Príncipe del Infierno.

—¿Por qué no iba a serlo?

You are so full of yourself... —Belcebú sonríe desabotonándose la camisa.

—No, solo no dudo de mí mismo —sonríe.

—Yo sí dudo de ti... mira lo que nos ha costado que me hagas sentir bien en... otras ocasiones. ¿Qué me tengo que quitar?

—Bueno, eso es porque no estaba interesado en hacértelo sentir.

—Hmm —entrecierra los ojos.

—Todo, de cintura para arriba.

—Vale... —le lanza su camisa a la cara solo porque le da vergüencita esto. Él la atrapa y se ríe y ella se quita la ropa interior, sin cubrirse

—No lo hagas en plan seductor, si puedes evitarlo —se burla un poco nerviosito también.

—Veo que hasta cuando no lo intento, lo logro —sonríe de lado.

—Era sarcástico.

Shut up —se sonroja un poco porque no se lo había parecido tanto. Está nerviosa en realidad.

Él se ríe y ella le da la espalda, sonrojada, notando que todo esto es más fácil cuando hay besos y abrazos y afecto... notando lo muy estúpido que es eso, especialmente viniendo de ella.

—Veamos... te será más fácil si de agarras a algo con fuerza.

—Pff... —hace los ojos en blanco poniendo las manos sobre el mármol blanco de la lápida del mausoleo—. Cualquiera diría que crees que no puedo aguantar esto.

—No he dicho que no puedas.

—No necesito agarrarme a nada con los cariñitos que vas a hacerme —ya, ya le he advertido yo que esto es un error de cálculo suyo...

—Cariñitos...

Ella sonríe un poco.

—No voy a hacerte cariñitos —pero tampoco le va a dar fuerte.

—Vamos a ver —Belcebú se humedece los labios

Gabriel le mira la espalda y vacila un poco porque... es tan pequeñita. Y la tiene toda llena de marcas de rozaduras y rojeces y cicatrices y granos que... Lo que hace es ponerle la mano encima y hacerle un cariñito, curándola un poco.

Ella pega un saltito porque se esperaba un golpe de esos que te dejan ciego por unos segundos, pero no. Es que además se nota cómo RELAJA los músculos al contacto

Así que pasa más la mano, curándola a su paso.

Gira un poco la cara mirándole de reojo porque esto difiere un poco de lo que... habían dicho que ocurriría, veras.

—Tú piel... siempre está así, completamente... en llamas. Irritada como si chillara todo el tiempo porque todo le hace daño.

—Estoy bien, no va a pasarme nada... —murmura con un zumbido bajo, girando la cara otra vez.

—Claro que no estás bien.

—Sí, sí lo estoy.

—Desnúdate del todo.

W-What? —levanta las cejas sin esperarse eso.

—Desnúdate del todo. Voy a aliviarte completa.

—¿A-Aliviarme? Pero...

—No cuidas nada de ti misma —chasquea los dedos y la desviste él.

—¡Ahh! —pega un saltito sin esperarse eso

Gabriel se le acerca y la toma de la cintura, dándole la vuelta. Joder, es que además esta seguridad.

W-What are you...

Exacto. Deja el látigo sobre la tumba y la levanta haciéndola sentarse ahí encima. Ya quisiera esa seguridad cuando hacen... eso.

—¿Por dónde empiezo? ¿Por arriba o por abajo?

—N-No creo que tengas que a-aliviarme nada así.

—Por abajo será —decide, tomándole un pie.

A ella le da un escalofrío, el ángel se lo levanta haciéndola tumbarse un poco hacia atrás y se lo lleva a los labios, pasándole las manos por encima con todo el mimo.

—¿Q-Q-Q...?

—Shhh —se lo cura, todo, los hongos, los juanetes, la uña encarnada, los callos y le besa la planta.

Belcebú tiembla un poquito de nervios, cerrando los ojos

Sigue por la pantorrilla notando que tiene toda la pierna encarnada de haberse rasurado, aliviándole también y luego besándole al paso hasta la corva de la rodilla.

—Mmm... Gabriel... —susurra porque es muy agradable esto.

Sigue por el muslo, dándole el último beso en... el lugar interesante entre sus piernas.

Whatthehell! Es que además Gabriel está haciéndolo todo tan... inocente.

Seh... claro, claro.

Pues parece. Ella arquea la espalda y le pone una mano en la cabeza.

Se separa yendo a ir por el otro pie.

Ehm... creo que necesito más curación... Ugh, ahí! Noooo. Frustración. Debe estar empapada ya... solo lloriquea esperando que vuelva a hacerlo ahora para el otro lado.

Sí, cuando acabe con la pierna entera.

Esta pierna la disfruta más, sinceramente... va a empezar a gemir un poquito a la mitad y a... bueno, generar un poquitín de afecto. Ejem.

Al notar eso se recrea un poco más.

Y es que... es dulce y a la vez... lento y la pone un poco impaciente, pero le gusta. Vuelve a llegar al lugar oportuno pero esta vez lo pasa de largo y la mira.

—¿A d-dónde vas?

—¿Te sientes mejor?

—No del todo... ahí todavía me... m-me duele.

—¿Dónde?

Le señala el lugar preciso.

—Creo que lo dejaremos para el final.

Le mira con unos ojos de... podría matarte. O comerte... o violarte ahora mismo.

Le toma una mano dispuesto a seguir por ahí.

Vale... vale. Lo que tú quieras, puto Arcángel de mierda.

Un brazo... luego el otro...

La verdad... le acaricia el pelo cuando acaba con el primer brazo, mirándole hacer. Porque... nadie, nunca, le ha prestado esta cantidad de atención, ni ha sido así de dulce con ella. Y esto va mucho más allá del sexo...

De hecho él no está haciéndolo sexualmente.

No, y... ella no lo está disfrutando como tal. Algo suave y cariñoso y solo para ella.

Le mete las manos en el pelo y la besa. Ella cierra los ojos y le devuelve el beso, sintiendo que el corazón va a explotarle. Que va a descorporizarse ahora mismo.

Naaah, no se va a descorporizar.

Bueno ella siente que tiene el corazón demasiado... lleno de esta cosa... que tiene Gabriel. Dulce y... que hace que se le vaya la cabeza.

¿Amor?

No está segura de que sea eso, ¿¡vale?! Debe ser... esa cosa con la que la está curando o... alguna cosa celestial horrenda que la va a matar. Seguro que la mata... y será una muerte perfecta.

Eso quisieras.

¿Qué amenazas son esas? Ella le acaricia la espalda, le abraza más y pensaría cosas si aún tuviera algún tipo de capacidad de pensar, pero qué coño va a pensar, solo siente...

Él está cada vez besándola más y curándole la irritación menos. Va a meterle las manos debajo del suéter en cualquier momento. Queriendo más piel. Sentirle más. Aún más.

No le detiene para nada.

El problema vendrá cuando chasquee los dedos, bastante perdida, para quitarle la ropa.

Todo menos... lo que quieres quitarle.

Ya, ya... aún no se entera de eso. De hecho... ¿Gabriel está tan tranquilo?

Oh, no. Se le está clavando TODO.

Es cuando a Belcebú se le empiece a clavar un trozo de hierro... en... una zona incorrecta.

Frío hierro, que le hace un poco daño, porque está puesto expresamente contra ella.

—Ah.. ahhh... que... —le empuja un poco después de unos segundos, sintiendo algo extraño.

—¿Qué?

—¿Qué es esto?

—¿El qué?

Baja la mano para tentarlo y seguramente lo nota del todo.

—What the HELL is this?

—What?

—¿Qué te has... hecho? —le cuesta unos segundos entender.

—Ah... eso.

Belcebú parpadea... y chasquea los dedos. Ya, ya sabemos que no va a funcionar.

—Es un cinturón de castidad.

—What?! Mira la zona en cuestión, a él a la cara, la zona en cuestión.

—Es de hierro.

—¿Quién en la maldita creación te puso eso?! —pregunta frunciendo el ceño—. ¿¡Fue otro de los Arcángeles?! Voy a MATARLE.

—Por supuesto que no me lo puso nadie más que yo mismo. Nadie sabe esto más que yo.

—O sea te... te. Te. Oh COME ON! Why would... why... why!? —le mira incrédula.

—Porque no me fío de ti.

—Te has puesto una mierda de hierro para no... ¡Ugh!

—Sí.

—¡Eso no vale!

—Claro que vale.

—¡No, no vale! Es estúpido.

—Funciona, no tiene nada de estúpido entonces.

—¡No! ¡Sí que tiene todo de estúpido y no funciona!

—Está funcionando.

—Voy a arrancártelo —sentencia.

—¡No!

—¡Sí!

—No creo ni que puedas tocarlo del todo.

—¡Te lo quitaré con algo!

—¿Con qué?

—¡Yo qué sé! —chasquea los dedos y aparece unas pinzas de ladrón gigantescas.

—¡Aparta eso de mí! —levanta las manos dando un pasito atrás.

—No, ¡ven acá! ¡No puedo creer que seas tan tramposo!

—Esto no es trampa.

—¡Es perfecta trampa!

—Es un plan que funciona.

—¿Y es un plan que me frustra!

—Todo perfecto, entonces.

—¡Claro que no! ¡Esto no es parte del trato! Tú haces... cosas y yo hago otras. No puedes hacer todo eso que estabas haciendo y luego traer maquinaria pesada para que yo no pueda hacer mi parte.

—Es que se supone que no debo dejarte hacer tu parte así que...

Belcebú le mira, porque esto no es el acuerdo tácito que tenían.

—¿Y qué? ¿Vas a traer esa mierda para siempre? Vamos es que no creas que no puedo hacer que te la quites.

—¿Cómo vas a hacer que me la quite?

Levanta un dedo y lo toca. Va a calentale el hierro.

Se aparta y es que ya le aprieta bastante

—No, no... ven acá.

—¡No!

Le salta encima, más bien se eyecta hacia él. El ángel la detiene con el brazo, cayéndose de encima de la tumba y ella se le monta encima.

—¡Belcebú!

—¿Queeeé?

—No estás ayudando.

Se le acerca y le besa. Él le besa de vuelta, así que la demonio le pone la mano en la zona peligrosa que le aprietaaaaaa y peor aún que además lo calienta. El ángel vuelve a apartarla

—Venga, quítatelo —susurra mientras le come el cuello.

—No puedo —medio gime, suspira.

—Sí que puedes... será mi culpa. Yo te torturé.

—No, no puedo, tengo que aguantar —sufre.

—No tienes que aguantar nada... Vas a lastimarte.

—Pues no me lastimes.

—Entonces ayúdame a no lastimarte

—No puedo, es pecado

—No es pecado, no tiene que ser... lo que es pecado. Puedes... hacerlo de otra forma.

—¿Qué?

—Te juro que no vas a meterme eso ahí si te lo quitas y haces lo que diga.

—¿Entonces? ¿Quieres que lo haga con la boca?

—Y yo te lo hago a ti con la mía.

—¿Disculpa?

—Es... un beso.

—No voy a tener relaciones homosexuales, ¡eso aún es peor!

Parpadea como treinta veces.

—¡¿Homosexuales?! What? Nadie dijo que me lo metieras por el culo.

—¡Dijiste que tú ibas a meter la tuya!

—Dije que iba a hacértelo con la boca... a chuparte ahí abajo. Quítate la mierda esa

—No puedo —insiste, apretando los ojos.

—¡Eso no es pecado!

—Esto es... esto es lo que has hablado con ese demonio... Crowley.

W-What? —parpadea sin esperarse eso... y se sonroja un poco, culpable.

—Me ha dicho que ha hablado contigo.

—¿Te ha dicho... qué? —frunce el ceño

—Que se lo has contado todo.

—No le... no es verdad.

Se encoge de hombros porque esto la ha distraído un poco y eso lo deja respirar a él.

—¿Q-Qué te dijo que les había contado? —palidece un poco... pensando que va a MATAR a Crowley.

—Todo. Todo lo que te preocupa.

—N-Nada me preocupa —se le separa. Sonrojándose genuinamente—. ¿Q-Qué te dijo exactamente?

—Todo. Lo que piensas y lo que quieres.

Belcebú le pone una mano en el pecho y se separa de él un poco, sentándose sobre él, más arriba de su cintura, él la mira a los ojos.

Se sonroja, desviando la mirada y queriendo MATAR a Crowley. Gabriel sonríe.

—Es mentira, lo que sea que te ha dicho es mentira.

—¿Y por qué iba a creerte a ti y no a él?

Excuse me?! ¡Tú eres mío!

—Sois los dos demonios, seguro uno miente.

—¿Y te parece que Crowley es más confiable que yo?

—Me parece que tiene menos motivos para mentir.

La MIRADA.

—¿Por qué no vas a besarle a él, entonces?

—¿Estás celosa? —levanta un poco las cejas.

Fuck you! Quizás con él no tengas ningún bloody remordimiento —se mueve para quitársele de encima.

—Disculpa, es la primera vez que veo a un demonio celoso.

—No creo que tú fueras capaz de ver tu propia nariz, con la cabeza como la tienes metida en tu culo —escupe tan enfadada.

—¿Esto es nada más porque creo que tú mientes y Crowley no?

—¿Crees que yo miento? ¿En qué? —la verdad esta frustrada en general y enfadada por el maldito cinturón de castidad. ¡Y con Crowley que te fue a contar cosas!

—En decirme que él miente.

Bloody hell!

—¿Qué?

—No sé qué te dijo que deseo y quiero, peor no he... ni he hablado con él tanto —Se pasa las manos por el pelo, nerviosa. Le había dicho a Crowley más cosas de las que quería que Gabriel supiera.

Tsk tsk tsk.

Le había dicho que quería que no se sintiera mal, le había dicho que no quería que se azotara.

Tú sigue confiando en demonios.

Iba a matarle, a castigarle y a mandarle a Siberia de aquí a la puta eternidad ¿Por qué todo le iba mal hoy, bloody hell?

Esto va a ser un desastre...

La verdad repentinamente se le viene un poco el mundo encima. Llevaba días ridículamente ilusionada con todo esto de Gabriel y al final Gabriel solo... a saber qué demonios hacía, seguro quería santificarla y nada más, y ahora seguro TODO el infierno iba a enterarse de sus tonterías.

—Es mi trabajo, joderte. Y... yo le mandé a decirte esas cosas.

Gabriel levanta las cejas. Ella le mira de reojo, y tiene otra vez una punzada de afecto hacia él, que le da bastante miedo.

—¿Por qué dices que miente entonces?

—Yo le he dicho que te dijera esas cosas. Yo le he ordenado hablar contigo. Yo... y-yo estoy intentando destruirte.

—¿Por qué? —se tensa un poco.

Aprieta los ojos porque sabe que está echándolo todo a perder. Todo, TODO. Y no sabe cómo arreglarlo ni pararlo.

I-I... I fucking love you —susurra

Él levanta las cejas otra vez y es que ahora todo es... confuso.

Vamos a decir que eso último es la epítome de lo que ocurre.

Lo que pasa es que ahora él no la cree...

Ya, ya... si ha dicho ya bien clarito que lo ha echado todo a perder. Espera unos segundos a ver que hace porque le parece que acaba de soltar la bomba atómica sobre su propia cabeza con esa declaración

Él se echa para atrás, poniéndose de pie y ella le mira hacer, de reojo.

—No puedo...

La demonio gira la cara hacia él, esperando que termine esa frase.

—No podría haber sido más idiota.

—¿Tú? Bloody hell, YO soy la peor imbécil... —le mira a los ojos y es que... hay algo en ella que intenta desesperadamente detenerle antes de que se le escape.

Él ni siquiera se queda a oír eso y ella se cae sentada en el suelo, haciéndose bolita. (El drama).

Pues... un poco, sí. Va a ir a despellejar a Crowley, a arrancarle los ojos... a... a... Ugh!

Ya... ya.

Y que ni se crea Gabriel que este es el punto final.

¿No? ¿Entonces?

Pues... ¡No sabe! Tiene que pensarlo, ¿vale? Pero... O sea ¿de verdad ya no va a quererla nunca más? ¡Venga ya! Si hasta le ha DICHO que le quiere. Ugh! Va a matar a Crowley, esto es su culpa.

En realidad, siendo estrictos al respecto...

Ha sido ella y su bocota.

Pues va a matar a Crowley por matar a alguien, a castigar a medio infierno, a comprarle una corbata violeta y a presentarse mañana en el cielo a primera hora.

Con... flores quizás. Qué coño le llevas a un ángel que no sé qué coño le ha pasado pero... Ugh.

Pues... eso. A picar piedra. A ver qué coño le ha parecido que es idiota. Ugh. Pero antes de cualquier cosa con Gabriel... Sale enfrente de la librería.