20
Bella
Espero que Edward no comience a creer que estoy pegada al picaporte todo el tiempo como una viejecita chismosa luego de esto. Pero es más o menos la verdad. Aunque él carga un poco de la culpa porque tiene esta manía de sacudir sus llaves antes de llegar a los escalones de su porche, así que es fácil saber cuándo está en camino.
He estado esperándolo por un buen rato ahora, así que tan pronto como escucho el tintineo de llaves salto del sofá y voy hacia la puerta.
—Hola—lo saludo. Él alza la cabeza y me sonríe con un lado de su boca, continúa abriendo su cerrojo.
—Hola—responde.
—Oye, ¿quieres pasar el rato? —pregunto. Por lo que a mí respecta, él fácilmente puede decir que si o puede mandarme al diablo. Tengo una facilidad por arruinar las cosas.
—Claro—asiente y menea levemente la cabeza, como si ni siquiera tuviera que preguntarlo—. Sólo déjame tomar una ducha rápida.
—De acuerdo.
—De acuerdo. Iré en un rato.
Asiento con la cabeza y regreso dentro.
Suspiro, esperando que esto no se torne incómodo. Me pregunto si ahora su cabeza está llena de preguntas, aunque no debería. Después de todo, le dije que seguiríamos siendo amigos.
Necesité de tres días para armarme de valor y formar los argumentos suficientemente convincentes en mi cabeza. Estoy nerviosa, así que arreglo un poco el desastre de la sala y vacío el lavavajillas para mantenerme ocupada.
Nunca, nunca, he ido detrás de un chico. Nunca antes tuve que retractarme de mis palabras y ahora corro el riesgo de que Edward diga que simplemente no le apetece iniciar algo.
Lo que sea que eso signifique.
Bella Swan no va a los chicos. Los chicos vienen a Bella Swan.
Estoy fuera de mi zona de confort. Por mucho.
Y hace que me sienta desnuda y vulnerable.
Regreso al sofá y hojeo la revista de bodas que Rosalie me dio. Esa molesta rubia me dio toda una lista de tareas. Me entretengo viendo los posibles engravados para la reservación de mesas y luego hay un golpe en mi puerta.
Respiro profundamente y voy hacia allá. Edward está usando unos pants y una playera negra. Luce cómodo y relajado, me hace querer pasarle una mano por el cabello húmedo.
Me hago a un lado y él entra.
—¿Quieres tomar algo? ¿Agua?
—Ah, por favor—me interrumpe cuando estoy a punto de ofrecerle una cerveza—. Fui al gimnasio y olvidé mi botella de agua. Estoy muriendo.
Él me sigue cuando voy a la cocina y se deja caer en un taburete. Tomo un vaso especialmente grande y lo lleno con agua fría.
—Gracias—murmura antes de dar grandes tragos. Observo su manzana de Adán moverse y un poco de agua le escurre por la barbilla. Quiero lamerla.
Él termina el vaso demasiado pronto y me lo tiende, con ojos anhelantes.
Me río entre dientes y vuelvo a llenarlo. Lo toma de mis manos y se encamina hacia la sala.
—¿Por qué siempre estás viendo revistas de bodas? —pregunta, tirándose en el sofá y tomando la revista con su mano libre.
—Porque ahora sí mi primo se está casando. Y Rosalie no se decide por los colores.
Sus hombros tiemblan cuando ríe y pasa las páginas mientras da pequeños sorbos a su agua. Me siento junto a él, recogiendo mis piernas. Edward no está actuando todo incómodo o extraño y eso me agrada. Estoy agradecida por eso.
—Me hubieras visto: encendiendo velas y tirando pétalos por todo el lugar—murmuro.
—¿Lo planeaste tú?
—No… bueno, no—acepto—. Sólo ayudé a Emmett. Llevó a Rose a una cabaña y le dio un anillo demasiado caro.
—Ah, las ventajas de ser rico—suspira y arroja la revista a la mesa de centro—. Como sea, ¿qué has estado haciendo estos días? Te has desaparecido.
Ah, ahí está el reproche. Todo era demasiado bueno como para ser verdad.
Le ruedo ligeramente los ojos.
—No mucho—respondo—. Oh, empecé a ocuparme de la casa de papá. Eso es nuevo—lo señalo con el dedo y él asiente.
—Me alegro por eso. Yo sólo me uní a un gimnasio y creo que tendré que ir a cenar a la casa de mis padres. El novio de mi hermana vendrá uno de estos días o algo así—agita su mano, restándole importancia—. Oh, y ahora trabajaré los fines de semana en un bar.
Alzo las cejas, sorprendida.
—¿Sólo eso? —me burlo—. Vaya, la próxima vez que te vea habrás descubierto la cura del cáncer.
Se ríe, sus ojos arrugándose.
—Como sea, ¿cuál es el nombre del bar? —pregunto, jugando con el bordado del cojín. Se hace el silencio y miro a Edward.
Él está mirándose las manos, jugando con sus dedos y ha dejado el vaso en la mesa. ¿Acaso no escuchó mi pregunta? Estoy a punto de preguntarle justamente eso cuando él abre la boca para hablar y luego la vuelve a cerrar. Sospechoso.
Unos segundos más pasan antes de que él hable.
—One Eyed Pete—murmura.
Oh, el lugar con el barman guapo de Jessica. Esto puede interesarle a ella. Como si ese lugar necesitara más caras bonitas detrás de la barra. ¿Será ser guapo un requisito para trabajar ahí?
—Oh, ¿recuerdas cuando estuvimos a punto de…
—Si, sobre eso…—me interrumpe—. El lugar les pertenece a mis amigos. Seth y Paul—entonces me mira directamente.
¿Qué? ¿Mi guapo vecino es amigo del guapo barman de Jessica? Si que el mundo es pequeño. Entonces viene la comprensión. Edward dijo: "conozco un lugar mejor" cuando le hablé sobre ir, ¿por qué mierda haría eso? Por una razón: simplemente no quería llevarme ahí.
Me doy cuenta de que lo he estado observando por un largo rato y él aparta la mirada eventualmente. Luce nervioso y un poco culpable. Se ha dado cuenta de que até los cabos.
¿Qué se supone que tengo qué decir al respecto? No puedo simplemente reclamarle o algo así. Después de todo, no estaba obligado a hablarme de eso. Mientras trato de decidir si ese fue un movimiento de mierda o no, él vuelve a mirarme, lo que me hace salir de mi trance.
—Eso es genial—murmuro, antes de que todo se vuelva más complicado de como está ahora. Trato de recordarme que él no me debe nada—. Es genial, ¿no? —aventuro cuando él continúa callado.
—Si, si lo es—asiente de pronto, con todo y cabeza—. Son divertidos. Aunque regresaré temprano los domingos—explica y sus hombros se ven más relajados—. Ah, también tengo una nueva compañera de trabajo, así que tengo que ir a la oficina todos los días por el momento.
Le sonrío. Me alegro de que hayamos olvidado el desastre del bar.
—¿Lo ves? Probablemente también habrás descubierto la cura del Sida.
Edward rueda los ojos y se inclina para beber más agua. Da un gran trago y se lame los labios, regresando a su lugar. Se pasa una mano por el cabello.
Le sonrío levemente, aunque no me esté mirando.
Es tan guapo. Quiero volver a enterrar mis dedos en su desastre de cabello cobrizo y besarlo hasta el cansancio. Quiero besarlo hasta que mis labios se entumezcan y caigan, quiero que se lleve mi boca con él.
—¿Vas a besarme ahora? —pregunta en un murmullo y lo miro a los ojos, sorprendiéndome a mí misma por haber estado viendo su boca descaradamente.
Me guiña y me río.
—No. Dijimos que eso no volvería a pasar—respondo e incluso niego con la cabeza, haciendo un punto.
—¿Estás segura? —frunce el ceño, aventurando y se ve guapísimo haciéndolo. Una media sonrisa cuelga de su boca peligrosa.
—¡Si, estoy segura! —chillo.
—No importa. Yo sí quiero besarte—soluciona.
—Nada nuevo—le ruedo los ojos y él se ríe entre dientes. Observa mis manos que juegan nerviosamente sobre el cojín. Hago un mohín, reprendiéndome mentalmente de una vez por lo que estoy a punto de decir—. Deberíamos sólo… salir, pasar el rato.
—Estamos pasando el rato—señala y, por supuesto, él me obligará a ser específica y a decir exactamente lo que quiero.
Arde en el infierno, Edward Cullen.
—Como en… como en una cita.
Edward no dice nada por un rato y eso me hace arder en carne viva. Coloca su brazo sobre el respaldo del sofá y mira por la ventana brevemente, viendo nada en particular.
—Creí que no estabas segura.
—No lo estoy—digo, porque esto es demasiada vulnerabilidad, necesito un poco de mi zona de confort—. ¿Tú lo estás?
Quiero que me dé algo, cualquier cosa. Algo que me haga saber que no estoy siendo completamente patética por estar rogándole a un chico por una segunda oportunidad. ¿O es la primera? No lo sé.
—No hay mucho qué pensar, Bella—soluciona, mirándome directamente—. Te estoy empezando a gustar, tú me estás empezando a gustar, vivimos justo al lado, tenemos, convenientemente, una puerta en el jardín que podemos usar para escurrirnos a la habitación del otro. No hay una ciencia detrás de esto.
Me río ante lo de la puerta del jardín. Yo también había pensado en eso.
—Mmm sí, supongo que tienes razón.
—¿Entonces? ¿Vamos a hacer eso? Lo de la cita.
—No lo sé. Deberías preguntar—me encojo de hombros y decido bromear porque las bromas son la mejor manera de lidiar con situaciones incómodas—. Soy Bella Swan. Los chicos usualmente vienen a mí.
Funciona. Edward se carcajea y vuelve a revolver su cabello.
—De acuerdo, señorita. ¿Quieres ir a una cita conmigo mañana por la noche? Podríamos ir a un motel, si quieres.
—¡Ah, vete al diablo! —lo empujo por los hombros, pero apenas logro moverlo.
Edward es todo sonrisas.
—Ok, entonces deberíamos dejarlo para más tarde. Tal vez podamos cenar antes. Con helado incluido—ofrece cuando le doy una fea mirada.
—Oh, si, por favor—tomo su playera en mis puños, implorando.
—¿Te gustan los bolos?
—Nunca he ido a los bolos en una cita.
—¿No?
—No.
—¿Está bien eso? ¿Es suficiente?
—Es perfecto.
Edward
Mientras termino de vestirme para mi cita con Bella mi mente va hacia Lauren.
Tengo que hacer algo al respecto. Tendré que ensuciarme las manos y, honestamente, no es algo que me apetezca hacer. Es volver otra vez al paso cero con esa rubia, a la fase de "te odio, eres lo peor que me pasó en la vida," y no quiero que sea así, porque en el fondo, no quiero terminar mal con ella. Esa chica me importa y detesto el hecho de que probablemente me odiará. ¿Sentirá, otra vez, que ella estaba más metida en esto que yo? Aunque fuimos claros desde el principio: sólo acostones.
Demonios, no debí haberme metido con mi ex.
Dejo de pensar en eso antes de arruinar mi buen humor y me dedico a pensar en la castaña guapa de al lado que, espero, esté poniéndose una blusa bonita. Preferiblemente con escote, así puedo ver algo cuando se incline a lanzar la bola en el boliche.
Lo que me lleva a preguntarme por qué lució tan entusiasmada respecto a mi plan de bolos. Parecía una niña que estaba recibiendo todo lo que pidió para Navidad. Y luego dijo que nunca había ido al boliche en una cita. Seguramente Bella sólo ha tenido citas elegantes que requieren reservaciones con tres semanas de anticipación en restaurantes donde doblan servilletas en forma de cisne.
—Dom Pérignon, por favor—me la imagino diciendo, haciendo un gesto vago con la mano.
Diablos, soy jodidamente pobre.
Suspiro y alcanzo mi chaqueta, que me hace lucir interesante y rudo. Tanteo mis bolsillos, asegurándome de llevar todo conmigo y luego hurgo en el jarrón que está sobre la mesa del recibidor. Saco las flores falsas y cuento un par de monedas.
Dudo que Jacob Black haya contado monedas antes de sus citas con Bella. Ese tipo también luce rico. Si, lo stalkeé en Instagram, demándenme.
Me repito que soy pobre antes de calzarme mis Vans y salir de casa, listo para hacer la larga caminata que me llevará a mi damisela.
Golpeo su puerta y espero, recargándome en la verja del porche y miro al cielo. Está despejado y hay un par de estrellas. Observo la luna por un rato antes de que ella abra la puerta.
¡Buu! No está usando un escote, está demasiado cubierta para mi gusto. Lleva pantalones y una blusa blanca debajo de una camisa de cuadros. Pero se ve tan bonita.
Me sonríe.
—Hola—se gira y cierra su puerta, echándose su llavero al bolsillo interior de su camisa.
—Si las cosas fueran perfectas, probablemente abriría la puerta de mi auto para ti, pero no tengo un carro, así que…
—Oh, ¿quieres llevarte mi…
—¿Quieres tomar el autobús?
Bella abre su boca y la cierra, cuando la vuelve a abrir dice—: No tengo una tarjeta de autobús.
Por supuesto.
—Está bien. Lo tengo cubierto—doy un paso, bajando el primer escalón de su porche.
—No quiero sonar presumida pero no tienes que pagar por mí.
—Si, si, ya sabemos que tienes un árbol de dinero. Andando.
Ella deja salir una risa entre dientes y luego me sigue, pegando saltitos hasta que está a mi lado. Mueve sus brazos conforme camina y noto que no lleva un bolso.
Caminamos en silencio por la calle y ella tiene una sonrisita en su boca, así que alcanzo su mano y me mira. Su sonrisa se hace más grande.
—¿Qué hiciste hoy? —pregunta luego de un rato—. ¿Otra vez la oficina?
—Si. Mi jefe quiere que siga supervisando.
—¿Supervisando a tu equipo? —menea las cejas.
Le sonrío.
—Algo así. Y después de eso, nada. Sólo estar nervioso, esperando sentado en el sofá a que dieran las siete.
Bella se ríe y me rueda los ojos.
—Eres tan ridículo.
—¿Tuviste un buen día? —le pregunto, girando en la esquina.
—Si, fui nombrada dama de honor y me echaron un montón de tareas estúpidas encima.
—Mmm, suena divertido—respondo, aunque no lo hace.
Ella gruñe.
Esperamos el autobús un rato y ella incluso luce emocionada por sentarse en la banca de metal, sube y baja sus piernas y mira incesantemente a la carretera.
Se pone de pie tan pronto como ve el autobús a la distancia, como si pudiera perdérselo y eso me parece un poco tierno. Me pone feliz el hecho de que probablemente esta si es una buena cita, probablemente le estoy haciendo experimentar cosas nuevas.
La dejo subir primero y se queda de pie ahí, junto al chófer, esperando y luce tan perdida, aunque mantiene la sonrisa en su rostro. Le muestro al chófer mi tarjeta y mira a Bella, preguntando con la mirada qué hay con ella. Meto mi mano en mi bolsillo y saco un par de monedas para echarlas por la rendija de la caja de tarifa.
Coloco una mano en la espalda baja de Bella y la insto a caminar, ella va directo a la parte trasera y sube los escalones para escoger un asiento.
—Esto es divertido—murmura cuando me siento a su lado.
Lanzo un resoplido por la nariz y ella alcanza mi mano, así que descanso nuestras manos entrelazadas en mi regazo.
Bella no dice mucho durante el trayecto. Se dedica a observar por la ventanilla y de vez en cuando mueve su dedo índice para acariciar mi pulgar. Puedo ver que en verdad quería tener una cita, le gusto demasiado. Y seguramente estuvo aliviada de que no le di mierda por su cambio abrupto de opinión.
Por mi parte, estoy aliviado de que haya actuado tan descuidadamente respecto al asunto del bar. Me estaba preparando para un montón de preguntas y reclamos, pero afortunadamente no lo hizo.
Así que decido dejarlo ser. No voy a darle vueltas al asunto, al menos no por esta noche.
Llegamos al boliche y Bella no aleja su mano de la mía. Saco su silla y pega un brinco para sentarse, luego alcanza un menú.
—Acabo de darme cuenta de que no tengo tu número—comenta—¿Qué si algo pasa?
—¿Algo como qué?
—No sé, tal vez un ladrón entra a tu casa y como tenemos una puerta en común puede entrar a la mía.
Le entrecierro los ojos.
—¿Esa es la única razón por la cual quieres mi número?
Se encoge de hombros y me da una mirada breve antes de regresar su atención al menú.
—También sería conveniente para enviarte fotos de mis pechos—murmura—. ¿Ya sabes qué vas a pedir? —pregunta, como si no hubiera prometido diversión extrema segundos antes.
Le alzo una ceja y se ríe.
—Sólo dámelo.
Estiro la pierna para poder sacar mi celular del bolsillo de mi pantalón y se lo tiendo. Ella teclea y se llama.
—Listo. Fotos en camino—me guiña y no puedo evitar alzar la mano para echarle el cabello detrás de su hombro.
Pedimos una pizza y cerveza y ella entrelaza una pierna entre las mías. Le gusta el contacto y a mí me gusta que esté contenta.
Contrario a lo que esperaba, Bella no habla mucho y comemos en un cómodo silencio que se rompe a ratos con preguntas intrascendentes. Cuando terminamos de comer, entrelaza nuestras manos sobre la mesa y apoya su mejilla en su mano libre.
—¿Te estás divirtiendo? —le pregunto, acariciando sus dedos. Es emocionante que esté sujetando mi mano todo el tiempo, es seductor y esperanzador. Todo un mundo de posibilidades se abre cada vez que lo hace y calma la tensión entre los dos, hace que la electricidad cause cortos.
—Sip—suspira—. La pizza estuvo bien y este lugar es entretenido. ¿Me dejarás pagar por el helado? —pregunta, poniendo sus mejores ojos de cachorro así que tengo que aceptar y luego la ayudo a bajar de su taburete para prepararnos para jugar.
—¿Estás lista para perder? —le pregunto una vez que nos movemos hacia el último carril, al otro lado de donde estaba nuestra mesa.
—Quisieras, Cullen—responde—. Hago las mejores chuzas de todo Washington.
—Lo veremos.
Bella está en lo cierto. Logra hacer dos chuzas y se regodea en su puntaje alto por un buen rato, hasta que comienza a fallar demasiado y sus míseros puntos ya no me alcanzan. Su ceño se frunce cuando le alzo las cejas y llevo mi mano hacia sus omóplatos, sobando su espalda.
Se relaja y me sonríe, antes de darse impulso. Se ha quitado su camisa y observo su trasero envuelto en sus jeans ajustados mientras ella se estira. Quiero apretarlo. Es tan sexy. El cabello le cae por la espalda y sólo quiero enredarlo en mi brazo y jalarla a mí. Probablemente pueda besarle el cuello y morderle la oreja antes de ir por su boca. Su culo frotándose contra mi miembro, mientras que con mi mano libre alcanzo uno de sus…
—¡Si! —chilla, alzando los brazos, sacándome de mi sucia fantasía.
Otra chuza.
—¡Te lo dije! —se gira a verme— ¿Acaso no te lo dije? —señala, golpeando mi pecho con cada palabra.
Le sonrío y observo el marcador. Si logro hacer un movimiento perfecto le ganaré y saldré victorioso de todas nuestras jugadas, terminando la noche al estilo Cullen. Me paso una mano por el cabello, sopesándolo. Entonces siento su brazo alrededor de mi cintura y bajo mi mirada.
Bella está sonriendo y apoya su barbilla en mi pecho. Quiero besarla en su perfecta boca. Probablemente besarla junto a su puerta una vez que nuestra primera cita termine resulte mejor, así que, en lugar de poner mis labios sobre los suyos, los llevo a su sien.
He tomado una decisión. Tomo la bola y la lanzo por el carril, cerrando la noche al estilo Swan.
Ella se ríe y palmea mi espalda, emocionada.
—¡Ja! ¿Ves eso? ¿Viste a la ganadora? Dios, ¿qué no puedo hacer?
Bella me restriega su victoria hasta que estamos afuera del boliche y tomo su mano para llevarla al McDonald's más cercano.
—Te dejé ganar, así no cuenta.
—Sigue diciéndote eso—murmura y ajusta su camisa a su torso.
—¿Tienes frío?
—Nah, está bien—sacude su mano, restándole importancia.
Pero luego de tener nuestros McFlurry's, comienza a temblar.
—Hace frío aquí—dice, alejándose de la pared.
El McDonald's estaba lleno, así que tuvimos que llevar nuestro helado al exterior. Bella luce cálida bajo las farolas de la calle, a pesar de que está friolenta.
—¿Cuántas veces has intentado usar la cuchara como pajilla? —pregunta, envolviendo sus labios en la punta de la cuchara.
Dios, sus labios. Siguen estando de un perfecto color durazno, incluso después de la pizza y la cerveza.
—Demasiadas—le respondo—. ¿Sabes por qué son así?
—Insertan el agitador justo aquí—señala, dándole un golpecito a mi cuchara—. Es molesto.
Bella regresa a la pared cuando está rascando los bordes de su vaso y se retuerce a mi lado. Prometí dejarlo ser, así que abro mi brazo para ella y sonríe agradecida. Juego con mi helado y mi cuchara, lo que hace que ella esté demasiado pegada a mí, mi brazo envolviéndola completamente. Su cabello huele como a glaseado.
Y luego caigo en cuenta de que es demasiado tarde.
—Sostén esto—digo y ella toma mi McFlurry.
Hurgo en mi bolsillo y reviso mi celular.
Sip, jodidamente tarde.
Abro la aplicación de tránsito y busco alguna opción de autobús. Más me vale tener suerte, si no, tendré que llamar a un Uber.
—¿Qué? ¿Es tarde?
—Si—murmuro, apoyando mi celular en su hombro para poder usarlo con ambas manos—. Tenemos…exactamente tres minutos para alcanzar el último autobús.
—Oh.
—Así que sujeta bien tu helado, Swan.
—¿Qué?
—Tendremos que correr.
Sus ojos se abren y tomo rápidamente mi postre de su mano, enterrando la cuchara hasta el fondo en un intento por asegurarla.
—Andando—lidero la carrera y luego de unos segundos la escucho gritar.
—¡Hey, espera! —me detengo abruptamente y la miro. Trata de alcanzarme, así que cierro la distancia y tomo su mano.
—Lo siento por esto.
Y vaya que lo siento porque por los siguientes dos minutos y medio la jalo detrás de mí y escucho sus quejidos intermitentemente. Bella es ligera y estoy seguro que luce como una muñeca, no sé si sus pies están siquiera tocando el suelo.
—¡Mierda! —chilla y trata de detenerse, pero se lo impido.
—¡Ya casi, nena! —respondo.
El autobús se está yendo, así que pego un salto para llegar a la mitad de la carretera y alzo mi brazo.
—¡Hey! —le grito a la chófer, esperando que me escuche. Lo hace, nos ve por el espejo retrovisor y deja de avanzar.
Gracias al cielo. No corrí todo eso por nada. Y ciertamente no hice correr a Bella por nada. Tengo que volver a disculparme.
Bella se estampa en mi espalda cuando me detengo abruptamente frente a la puerta del autobús y vuelvo a rebuscar en mi bolsillo por dinero. Me ha soltado la mano y está sudorosa. Luego de mostrarle mi credencial a la mujer y pagar por Bella, camino hacia el fondo del autobús y ella se deja caer a mi lado.
Nuestros pechos subiendo y bajando y le echo un vistazo a Vecina Bonita. Se está viendo la mano y llevo mis ojos hacia allá.
Mierda.
Tiene un raspón en la palma y su piel se levantó.
—¡Mierda, nena! ¡Lo siento! ¿Qué ocurrió?
—Estuve a punto de estamparme con la pared—responde, dando toquecitos—. Está bien.
—Lo lamento.
Se encoge de hombros y me da una sonrisa.
—Nunca había corrido para alcanzar el autobús.
—¿No?
—Nop.
—Ah, por supuesto. Eres Bella Swan—le guiño y logro hacerla reír.
—¿Dónde está tu helado?
—Justo aquí—dice, sacando su vaso del bolsillo interior de su camisa— Quién diría que estos bolsillos sirven, ¿eh?
Paso un brazo por sus hombros y ella recuesta su cabeza en el hueco, suspira para recuperar el aliento y dejo un beso en su coronilla simplemente porque quiero.
Terminamos nuestro helado en silencio y vuelvo a buscar su mano sana para enredarla con la mía. Bella es cálida y suave, y estoy descubriendo con gran sorpresa que me gusta tocarla.
—Genial, ya no tenemos que correr—murmura cuando bajamos del bus.
Por haber sido nuestra última opción, este autobús no se detiene en la parada más cercana a casa, así que tendremos que caminar un poco más.
—Lamento eso otra vez—digo—. Y lo de tu mano.
—Está bien. En realidad, fue divertido. Mis pies no estaban tocando el piso.
—Si, lo supuse.
—Adrenalina pura—agita el puño al aire.
Tomo su vaso de McFlurry vacío y lo apilo con el mío, dejándolo en la verja del porche una vez que llegamos a casa.
Espero a que ella abra su puerta.
—Gracias. Fue divertido—dice, sacando la llave de la cerradura.
—Lo fue—acepto y alcanzo su cintura con mis manos—. Y como una muy buena primera cita, deberíamos besarnos ahora.
—¿Fue buena siquiera? —alza las cejas.
—Cállate.
Suelta una risita, pero alza su barbilla y talla su nariz con la mía. Huele a helado y sus labios están volviéndose cálidos otra vez. Cierro los ojos y atrapo su labio inferior entre los míos, evitando gemir.
Bella lleva sus manos a mi cabello y toma un puñado. Abre la boca, delineando mi labio con su lengua y aprieto mis brazos alrededor de ella, acercándola, deseando fundirla en mí y consumirla.
Quiero devorarla.
Gime bajito cuando nuestras lenguas se rozan y me da permiso de introducir la mía en su boca.
Bella es quien se aleja primero y suspira contra mis labios. Dejo pequeños besos antes de apoyar mi frente en la suya. Mis manos se van hacia su espalda.
—¿Quieres salir conmigo mañana por la noche? —le pregunto.
Ella sonríe y me da un último beso. La abrazo fuertemente.
—Definitivamente.
Y sólo sé que no quiero soltarla.
¡Este par! ¡Finalmente hacen algo bien! ¡Díganme qué les pareció! Espero que les haya gustado.
En el grupo de Facebook les dejé la playlist de esta historia, por si quieren darle una escuchadita, la van a pasar muy bien.
Muchas gracias por su apoyo y tiempo. Nos seguimos leyendo.
