25


Bella

Empaco mi mierda luego de volver del trabajo y la tiro dentro de la camioneta. Añado la ropa de papá a la gran pila de cosas y me dirijo a casa con un nudo en el estómago. Subo el volumen de la música con la esperanza de tranquilizarme y trato de concentrarme en las letras.

Estoy entrando a mi calle cuando veo un auto desconocido estacionado afuera de la casa de Edward y cuando estoy más cerca noto que la puerta de su garaje está a medio abrir. Probablemente tenga compañía, tal vez otra chica.

Me ruedo los ojos a mí misma y estaciono en mi casa, sin intención de hacerle saber mi llegada con el ruido de la puerta de mi cochera. Estoy nerviosa, cierro y abro mis puños y luego me aliso mi falda de tweed.

Camino lentamente hacia el garaje de Edward y miro hacia dentro. Está solo y me está dando la espalda. Edward toma cajas que coloca sobre las estanterías y tiene un desastre en el piso.

Me paro en mis puntas y estiro mi brazo para golpear la puerta sobre mi cabeza con mis nudillos. Edward se gira y puedo ver la sorpresa en su rostro antes de componerse. Y todo se vuelve horrible porque la indiferencia absoluta está ahí.

De acuerdo, no me esperaba eso. No esperaba que doliera.

Tampoco esperaba que él viniera corriendo y me tomara por la cintura, pero no esperaba esto. Su expresión causa que casi quiera ir a casa.

—Hola—murmuro.

—Hey—responde y vuelve a girarse. Su atención está puesta en la caja frente a él.

Esto es incómodo.

Me quedo ahí de pie, sin saber qué hacer. Se suponía que él no tenía que ignorarme, se suponía que tenía que mirarme y comenzar a explicarse, ¿cierto? ¿es demasiado tarde ahora?

Él permanece callado un largo rato y luego mira hacia atrás, pero no me está viendo a mí, busca algo con la mirada. Hasta que lo encuentra. Es la cinta adhesiva sobre la caja a mis pies.

—¿Podrías darme eso? La cinta—apunta con su barbilla.

La tomo y camino hacia él. ¿Qué está pasando? ¿Actuará como si nada hubiera sucedido?

—¿Puedes…? ¿Podrías cortar un pedazo? Esta caja está arruinada. Necesito sostener las tapas para que se peguen.

Hago lo que me pide y pego la cinta sobre sus dedos que sostienen pequeños trozos de cartón. Nuestras manos se rozan y evito mirarlo a la cara, porque sé que él no me está viendo. Y cuando terminamos lo confirmo.

Su ceño está fruncido en concentración y hay un poco de sudor en sus sienes.

Edward vuelve a apilar cajas.

Lo intento otra vez.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, paseando mi vista por el nada interesante lugar.

—Haciendo algo de espacio. Conseguí…—hace una pausa para tomar otra caja. Su espalda se frunce con el movimiento—. Ese carro es mío. Y necesita estar en la cochera.

Miro el auto, sorprendida y genuinamente feliz.

—¡Oh! ¡Eso es genial! Es lindo. Y elegante.

—Seh—sonríe, pero el gesto no es para mí, sino para el auto.

Más silencio.

—¿Qué… qué otra cosa hiciste? —presiono.

—¿Vamos a pretender que nada sucedió? —dice de pronto. No sé qué responder, creí que eso estábamos haciendo porque él inició este juego.

—Te fuiste—se gira a verme. Su mandíbula está apretada y apoya su codo en una caja.

—Si—carraspeo—. Si, lo hice.

Edward se pasa el índice por la oreja, como si quisiera deshacerse de un molesto mosquito.

—¿En dónde estabas?

—En casa de… de mi papá—respondo y trago. Ya no es su casa. Ya no hay un papá. Se me aprieta el pecho.

Edward acomoda una última caja, a pesar de que hay desastre en el piso, pero veo que es basura cuando él comienza a recoger cosas que tira a una gran bolsa.

—Esa es una cosa muy mierda por hacer—espeta, arrojando con más fuerza de la necesaria un destornillador quebrado a la basura.

¿Está enojado? ¡Bueno, yo también lo estoy! Vine a escuchar explicaciones, no a pelear, pero parece que eso es justamente lo que haremos.

—¿Qué parte? ¿La parte de irme por mi propia cordura o la parte en donde te follaste a tu ex antes de follarme a mí?

—Tú yéndote—aclara—. Y ya obtuviste tu respuesta. Follármela antes de follarte a ti.

Oh, él no dijo eso.

—Oh por dios. Eres un imbécil.

Edward patea la bolsa de basura, sacándola de su camino y comienza a llenar una caja.

—Seh, me lo han dicho antes.

—¿Por qué mierda me mandaste flores entonces? —me cruzo de brazos. ¿Qué es esto? Él quería verme para darme una explicación. Y, según él, me la ha dado. ¿Esta es su explicación de mierda?

—Ah, ¿recibiste esas? ¿igual que mis mensajes?

No vine aquí a pelear, así que me muerdo la lengua y cuento hasta tres.

—Vine aquí a hablar. No estaba lista antes—confieso.

—Bien, tal vez yo ya no quiero hablar.

Arde en el infierno, Edward.

—¡Bien!

—¡Bien!

Lo contemplo un momento, esperando que se retracte o se tranquilice de alguna manera, pero él no lo hace.

Vuelve a girarse y me ignora.

—Vete a la mierda—mascullo y salgo de ahí.

Llevo mi camioneta a mi garaje y me concentro en bajar mi equipaje. Tomo también una ducha, deseando que los humos se bajen. No funciona.

Cuando estoy bajando las escaleras, llaman a mi puerta. Y sé bien quién es.

—¿Qué quieres? —abro, ignorando mis deseos de no querer ver su despreciable rostro.

—Quiero hablar—Edward se balancea en sus talones.

—Acabas de decir que no quieres hablar.

—Lo sé, y ahora quiero hacerlo.

—Eres un idiota—me cruzo de brazos y le frunzo el ceño.

—Sin ofensas, por favor—me hace a un lado y entra, sentándose en el sofá—. ¿Puedes darme agua?

—¡No! No te daré agua luego de haber sido un idiota.

Él me rueda los ojos.

—No eres tan inocente como piensas.

—Como sea. Habla. Tienes muchas cosas qué explicar.

—Al igual que tú.

Ignoro su comentario y me coloco frente a él, esperando. Edward suspira.

—No tenía algo con Lauren. Era sólo sexo.

—Dijiste hace un mes que habías terminado las cosas con ella. Cuando estábamos en el jardín—apunto y él asiente.

Tamborilea sus dedos en el respaldo del sofá.

—Si, iba a hacerlo… pero no lo hice. Estaba soltero y caliente, demándame—le ruedo los ojos.

—¿Y luego? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con ella? —pregunto, temiendo la respuesta.

—El martes—dice y siento que mi ojo tiembla.

—¿Tuve sexo contigo en las mismas sábanas que ella?

—No, las cambié—dice y vuelve a rodar los ojos—. ¡Ay, vamos, Bella! No seas tan ridícula, no iba a comprar un colchón nuevo.

Imbécil.

—¿Entonces? No estás explicándome nada.

—Mira…—se endereza y lleva sus manos a su regazo—. No jugué con ninguna de las dos o lo que sea que pienses. Terminaste conmigo, ¿no? O algo así. Estaba soltero y ella estaba ahí. Luego, una semana después llegas diciendo que será mejor intentarlo. Y lo hicimos, ¿cierto? Lo intentamos. ¿Cómo iba a saber que al día siguiente llegarías diciendo que si querías algo? No tiene sentido. Hice las cosas bien contigo, Bella. Dentro de lo que cabe—añade en voz baja.

—¿Dentro de lo que cabe?

—Sólo fuimos a citas porque me gustas y te gusto. No hay otra cosa, apenas está… no lo sé—se talla medio rostro.

—¿Qué cosa, Edward? ¿Por qué simplemente no puedes decirlo?

Él se rasca el cabello de la nuca y mira el piso. Me pregunto si este es uno de esos chicos que no pueden decir un "te quiero."

—Dijiste que estabas empezando a sentir cosas por mí—dice—. Y yo también. Hicimos las cosas bien—repite—. Un poco desordenadas, pero la intención es la que cuenta.

Me muerdo la lengua para no reír. ¿Por qué mi enojo puede pasarse simplemente al ver su odioso y apuesto rostro? Quiero golpearlo y besarlo al mismo tiempo. Y ya sé que lo estoy perdonando.

—¿Por qué te dio dinero el sábado? —pregunto, sentándome frente a él.

—Hice un par de fotografías para el spa de su madre. Me estaba pagando.

—¿Ese era el spa? —todo este tiempo… ¿hablábamos del spa de su ex?

—Si—asiente con la cabeza—. Ni siquiera sabía que vendría a casa, creí que haría una transferencia…—divaga y luego agita su mano—. Como sea, ¿me perdonarás? ¿estamos bien ahora?

—Yo también tuve sexo con alguien—confieso, frunciendo los labios y luego lo miro. Luce sorprendido… y molesto.

—¿Qué?

—Fue luego de terminarlo. El sábado… te hablé de la cabaña de mi primo, ¿cierto? Me metí con un tipo—explico—. Pero eso es totalmente diferente porque era un desconocido y tú te metiste con tu ex.

Él resopla, el músculo de su mandíbula palpita al mismo tiempo que Edward mira por la ventana.

—Lo lamento—me sincero y quiero atrapar sus manos—. Por todo.

—Bien—él dice luego de un rato—. ¿Estamos bien ahora? ¿Ya no estás enojada?

—No, creo que no.

—Bien.

—Las flores… iba a llamarte, para agradecerte, pero… no lo sé, Jake me hizo sentir patética y luego todo el enojo regresó a mí.

—¿Por qué Jake te hizo sentir patética? —pregunta y él si alcanza mis manos, entrelaza nuestros dedos y su palma se siente cálida y grande contra la mía.

—Preguntó sobre eso y como que le hice creer que eran de un…—me detengo, porque en realidad Edward si es un chico que está interesado en mí—. No lo sé, le hice creer que eran flores de "te quiero" en lugar de "lo siento," y sólo me enojé porque no quería que fueran ese tipo de flores. Es… estúpido.

Él les da un apretón a mis dedos y lo miro.

—No lo es, es… está bien, Bella—se rinde—. Ya está bien.

—¿Enserio?

Hace una mueca, deteniéndose de añadir más así que lo presiono con mi mirada.

—De acuerdo, esa cosa que haces de huir y evitarme es bastante molesta. Odio que hagan eso.

—Es mi manera de lidiar con las cosas—confieso avergonzada.

—¿Podrías… no lo sé, escucharme antes de bloquearme completamente? La próxima vez.

No estoy segura de cumplir mi promesa, así que me encojo de hombros. Él no presiona, sólo suspira.

—¿Qué habría pasado si Lauren no hubiera venido? ¿Seguirías con lo suyo o…

—No—me corta—. No soy un bastardo infiel—aclara—. Planeaba ir esa tarde con ella… hubo una fiesta, del spa, y me había invitado, entonces planeaba ir y contarle de lo nuestro. No la llamé antes porque odio hacer este tipo de cosas por teléfono.

Vaya. Él si afronta sus problemas. Me hace sentir inmadura. Y bastante imbécil.

—¿Fuiste? A la fiesta.

—Si, hablamos y lo terminamos.

—¿En verdad?

Sonríe con una esquina de su boca.

—Si, Bella, en verdad.

—De acuerdo.

—¿Así que…

—¿Qué? —alzo las cejas, él juega con nuestros dedos mientras los mira.

—¿Quieres seguir con esto o ya… ya no?

—Si, en verdad quiero—respondo.

Él oculta una sonrisa, pero cuando se pone de pie me muestra los dientes.

—Ven aquí.

—¿Qué? —aventuro, aunque me coloco frente a él y luego Edward me jala a su pecho, enredando sus largos brazos a mi alrededor. Inhalo profundamente su olor y me siento bien justo ahí, así que cierro los ojos.

—En verdad te extrañé—confieso, el sonido saliendo amortiguado.

—Mmm, yo también—su pecho retumba contra mi mejilla y sonrío.

—¿Quieres quedarte a cenar? Podemos cocinar juntos.

—Una cosa más.

—¿Qué?

—¿Puedo tener un durazno?

Me río y me alejo para ver su rostro. Él sonríe y aleja el cabello de mi cara.

—¿Y agua?

—Si, por favor—gime.


Bueno, al menos lo arreglaron, pero tienen que aprender a hablar, no a enojarse.

Espero que les haya gustado y muchas gracias por sus comentarios.

Nos seguimos leyendo.