26


Edward

La última vez que me sentí así de feliz fue el día de mi jodido ascenso. Y recuerdo haber querido saltar por las calles y colgarme de las farolas. Y luego Bella me habló y terminó lo que muy posiblemente estaba iniciando. Y debo aceptar que eso arruinó un poco mi día.

Sonrío ante el recuerdo porque justo ahora estoy tan feliz y ella no está terminando nada. Así que mi día simplemente mejorará. Subo el volumen de la música y tamborileo mis dedos sobre el volante.

Luego de la buena cena de ayer y las bromas en la cocina, Bella abrió su cama para mí y dios, fue genial. A pesar de que sólo hayamos dormido. Lo que es bueno. No quiero repetir las cosas físicas con ella.

Todavía no.

Bella huele como a fresa y a perfume caro. Su cama huele a lavanda y es tan perfecta porque está toda llena de ella. Esta noche fue una de las mejores. Literalmente, me envolví en Bella Swan. Y es tan fácil estar con ella.

Bella despierta más temprano que yo. Su alarma hizo que yo también abriera los ojos y su cabello estaba sobre todo mi cuello y pecho. Hubiera deseado que ella se quedara ahí por un rato más, pero ella sólo se estiró luego de apagar la alarma y caminó al baño en silencio, creyendo que seguía dormido.

Para cuando salió de ahí, mi alarma estaba próxima a sonar y me había vuelto a dormir. Ella me sonrió y continuó vistiéndose. Fue demasiada tentación no tocarla.

La parte difícil fue salir de ahí para prepararme para el trabajo.

Entonces me di cuenta que ser vecinos hará que dejar la cama del otro sea bastante difícil. No puedo esperar para más pijamadas. Estoy eufórico por estar empezando esto.

Esta cosa divertida, emocionante y brillante.

Tengo un buen presentimiento.

No importan las cagadas de antes, ya no me importa ella acostándose con otro tipo -sin olvidar lo hipócritamente molesto que me sentí ayer cuando me lo dijo-. Ya no importa nada.

Entro al garaje y suspiro antes de salir del auto.

Cuando estoy entrando a casa, mi celular suena. Es Alice.

—¡Edward! —saluda—. ¿Cómo estás?

Entrecierro los ojos. Ella está buscando algo.

—Bien, ¿tú? ¿estás lista para las clases?

—Ugh, no. Nunca, pero estoy bastante bien. Desempacada y descansada. ¿Cómo terminó el asunto con tu vecina?

Lo sabía. Sonrío mientras tiro mis llaves a la mesa del recibidor.

—Bastante bien—le respondo y ella deja salir un ligero gruñido ante mi tono optimista—. Todo está arreglado.

—¿Arreglado? ¿Están bien ahora? —la escucho algo recelosa.

—Si. De hecho, estamos intentándolo otra vez—comento.

—Mmm, bien.

Río entre dientes y ya en la cocina me sirvo un poco de agua.

—No te escuchas muy feliz. ¿No te alegras por mí?

—Algo—se sincera—. ¿Y? ¿Planeas tenerla alrededor por mucho tiempo o esta es una de esas cosas de una noche?

—No, Alice, no es una cosa de una noche. Planeo salir con ella… si todo sale bien. ¿Por qué?

—¿Tendré que verla en Navidad? —dios, parece que ha escuchado las peores noticias de la historia.

—Espero que si—me burlo de ella—. Escucha, no es tan mala. No es mala, en realidad. Ella sólo… todos tenemos formas diferentes de lidiar con las cosas.

—Es escurridiza, eso es lo que es—y probablemente ahora está rodando los ojos—. De acuerdo, está bien.

—¿De veras? ¿Le darás una oportunidad?

—Si, seguro. Lo intentaré.

—¿Así como lo intentaste con Lauren?

—Mejor que eso—masculla—. Lo prometo.

—De acuerdo.

—De acuerdo.

—Sólo llamaste para eso, ¿cierto?

—Si—suspira—. Me preocupo, ¿de acuerdo?

—Eres una metiche, eso es lo que eres.

—¡Vete al diablo! Tengo que irme ahora. A decirle a mi amiga que no estás disponible.

—Claro, Alice. Adiós.

—Adiós.

Echo mi celular a mi bolsillo y tomo mi mochila, dispuesto a dejarla en mi oficina y casi tengo un infarto cuando doblo la esquina al pasillo.

—¡Car…! Hola.

Bella sonríe y palmea mi pecho.

—Esa puerta del jardín en verdad es beneficiosa—murmura—. Compré la cena. Y vine temprano porque sé que tienes que ir al bar.

¿Podría ser más perfecta? Lo dudo.

—¿Desde hace cuánto tiempo estás aquí?

—Lo suficiente para escucharte decirle metiche a Alice. ¿Por qué es una metiche?

—Sólo lo es—resuelvo, sonriendo antes de tomar su rostro en mis manos. Le palmeo las mejillas.

—Cenemos—dice.

—De acuerdo—dejo un beso en su boca y luego ella se escabulle a la cocina.

Cuando regreso, Bella ha sacado los sándwiches de su empaque y está sentada pacientemente en un taburete.

—¿Qué harás esta noche? —le pregunto entre bocados y se encoge de hombros, aunque me da una respuesta.

—Mis amigas vendrán a casa—luego me mira y frunce el ceño, ladeando la cabeza—. Te das cuenta de que arruinaste toda la diversión que pudimos haber tenido durante el fin de semana por ir al bar, ¿cierto?

Ella tiene un punto. Ya había pensado en eso esta mañana.

—Seh, estaba pensando en eso hoy.

—Espero que tu tiempo en el bar sea mejor que yo—me lanza su servilleta y pega un salto para bajar del taburete.

Lo dudo.

Bella

Rose está anotando mierda para hacer en su agenda de novia. Ni siquiera sabía que esas cosas existían y su resaltador lila pasa sobre interminables puntos y eso me está asustando porque el lila es mi color, lo que quiere decir que quiere que haga un montón de cosas. Contemplo su gran lista por un buen rato. Es injusto que sólo haya dos cosas marcadas de color verde. Ángela, esa infame afortunada.

—No sé si arrepentirme de ser tu dama de honor o arrepentirme de ser prima de Emmett—murmuro, bebiendo de mi copa de vino.

Rose rueda los ojos y los hombros de Jessica tiemblan ligeramente con su risa. Ella está, finalmente, tomándose esto enserio y su lápiz digital se desliza por su iPad ágilmente.

Se suponía que esta era una reunión divertida, con bebidas y todo el asunto. No una reunión de organización de boda. No tuve mucha opinión al respecto. Jessica y Rosalie llegaron con la artillería pesada.

Creo que Ángela está haciendo burbujas con su baba en este momento. Le doy una mirada.

Ella está pasando hojas de una revista distraídamente. Esa chica debería ponerse creativa e iniciar con los cócteles.

Ugh, desearía tener a mi guapo y caliente novio haciéndome una margarita. Novio. Vaya.

Edward Cullen, el ladrón de casas y duraznos, mi vecino, el chico guapo de al lado, es mi novio. ¿En qué momento sucedió eso?

Sonrío ante el pensamiento y suspiro.

—¡Vamos, Bella! No es tan malo—me anima Rose, confundiendo mi suspiro soñador con uno de tedio—. Sólo tienes que hacer llamaditas y hojear revistas—continúa—. Por cierto, no olvides ir agendando una cita para ver vestidos de damas de honor.

Le frunzo el ceño, deteniéndome de dar otro trago a mi vino.

—¿Cita para ver vestidos? ¿Quién necesita una cita para ver vestidos?

Me mira como si no me conociera.

—Bella, sin ofender, pero justo ahora pareces del gueto.

Jessica y Ángela se carcajean. Esa perra.

—¿El gueto?

—Si—agita su mano—. Las personas normales van a tiendas normales. Las personas como nosotros, no vamos a tiendas normales. Ne-ce-si-ta-mos ci-tas—me da golpecitos en el hombro con su resaltador.

—¿Por qué simplemente no diseñas tú los vestidos?

—Uuhh, cuidado, estás hablando con la duquesa—Ángela resopla por lo bajo, balanceando su pie en el aire.

—Porque tengo un montón de mierda qué hacer. Intenta controlar un negocio, diseñar y planear una boda al mismo tiempo—se defiende Rosalie.

—Concuerdo con Bella—señala Jessica—. Deberías diseñar tú los vestidos.

—¿Además del mío? —Rose se queja, sobándose la frente.

—Si, sólo piensa en lo especial que eso sería. Básicamente, estarás creando tu boda de la nada—apoya Ángela. Ella tiene un punto.

—En verdad deberías hacerlo—picoteo la rodilla de Rosalie—. Sólo elige el color y deja volar tu imaginación.

—Pero añádeles bolsillos—murmura Jess—. Estoy harta de vestidos sin bolsillos.

—Y no les pongas esos cinturones o prendedores de flores. Los odio—sigue Ángela—. Hacen que los vestidos se vean baratos.

Rose me mira, suplicante.

—Ayúdame a elegir un color.

—Aquí hay muchos—Ángela extiende una revista frente a mí.

Mientras Rose y Jessica coordinan sus agendas y el vino sigue sirviéndose, Ángela y yo debatimos arduamente sobre colores principales para una boda que no es de ninguna de nosotras.

—Tengo hambre. ¿Podemos ordenar comida? —interrumpe Jessica.

—Estoy en un régimen estricto de consumo de calorías—refunfuña Rose—. ¿Qué si mi vestido…

—¿Cuándo es la boda? —interviene Áng.

—El próximo julio—responde Rose y le tengo que rodar los ojos. Honestamente, no puedo evitarlo. Rosalie me saca de quicio más veces de las que debería.

—Creo que aún tienes casi un año para quemar las calorías de esta noche, Rose. Yo sólo tengo hambre, ¿de acuerdo? —Jessica golpea su frente y toma su celular.

Una vez que tenemos nuestros contenedores de comida thai frente a nosotros, elegimos un color.

—Este es…—agito la revista frente a Rosalie—. Borgoña. Se verá maravilloso.

—Oohh, me veo bien en borgoña—Jessica comenta.

—Y sólo imagina el rubor, ¡el labial! ¡oh por dios! Tiene que ser borgoña—Ángela asiente, con todo y cabeza.

—Podemos añadir dorado… probablemente—ofrezco.

Rosalie observa con gesto pensativo y asiente.

—Me gusta. Borgoña será. La muselina se verá bien, también el tul. ¡De acuerdo! ¡Lo tenemos! —aplaude.

—¡Si! —Ángela alza su copa y brindamos—. Sólo recuerda los bolsillos y que nos gusta mostrar piel.

—Ahora que ya decidimos un color, deberían pensar en la despedida de soltera. Ustedes la estarán planeando… en especial tú—me da una mirada.

Maldición. Yo sólo quiero tiempo ilimitado para besar a mi guapo novio.

—Haremos un tour por los clubs para encontrar baristas guapos—murmura Jessica. Lo que me recuerda…

—¿Sigues con eso? —comenta Ángela, cansada.

—¡Oye! Él me siguió de vuelta en Instagram, ¿sí?

Oh oh. Creo que es hora de confesar la verdad.

—Tengo una petición por hacer—interrumpo y las miro a los ojos, incluso las señalo con mis palillos—. Manténganse alejadas de One Eyed.

Y, como era de esperarse, ellas me fruncen el ceño y se ríen.

—Claro, mamá—masculla Jessica.

—¿Qué mierda dices? —Ángela me arruga la cara.

—Y detente con tu mierda acosadora hacia el barman—clavo mi dedo índice en el pecho de Jessica, ella se frota.

—¿De qué hablas? —pregunta.

—¿Te vetaron de ahí? —aventura Rosalie—. ¿Qué hiciste, Bella Swan?—susurra en tono conspirador.

—Yo estoy como que… saliendo con el nuevo barman.

Ellas jadean, sus bocas se abren y sus ojos explotan.

—¿Qué?

—Explícate, pequeña perra—Jessica me golpea en la frente.

—Y también es… mi vecino.

—¡AH! —Ángela grita y jala mi brazo, me agita cual salero, demandando información.

Así que les explico la situación.

—¿Fue él quien te envió las flores? —Rose cuestiona, con ojos entrecerrados.

—Ajá, fue él. Y si ustedes van ahí y tú continúas con tu acoso será demasiado. Y es muy pronto para eso.

—Es como cruzar una línea, ¿cierto? —asiente Ángela—. Seh, tampoco me gustaría conocer a las amigas de mi novia de una semana—se golpea la barbilla con el dedo, contemplando.

—¿Por qué es un gran asunto? No lo entiendo—Jessica rueda los ojos.

—Es como hacerlo demasiado oficial, Jess—explica Rose—. Y, si, puede que vayan enserio, pero, no lo sé, es como tener un secreto… es genial tener ese tipo de secretos.

Jessica resopla, en su actitud de "el amor es para perdedores" y bebe de su vino.

—De acuerdo. Me limitaré a ver sus publicaciones de Instagram por el momento.

Meneo la cabeza y luego ellas están sobre mí, queriendo conocer a Edward.

—¿Ser guapo es un requisito para trabajar ahí o qué? —Jessica pregunta mientras ve su Instagram. Dudo que recuerde que ella en realidad lo vio antes.

—Y tú no se lo digas a Emmett—amenazo a Rose—. Porque es jodidamente metiche y tú le cuentas todo.

—Claro que no.

Ni siquiera sé por qué ella lo sigue intentando.

Se encoge de hombros.

—Y quiero decírselos a Eleazar y Carmen luego, como en tiempo futuro—aclaro.

Me rueda los ojos, pero acepta.

—Recuerda que tengo un secreto.

Me muestra el dedo y se dedica a terminar su ración de thai.

Es tarde cuando ellas dicen que hay otro asunto del cuál hablar.

Observamos el techo de la sala mientras música suave sale de mi Alexa. Sabía que esta no era una salida de bebidas. Aun así, no pierdo la esperanza de una margarita.

—Tu cumpleaños, Bella, es en lunes ¿haremos una fiesta? Hagámosla el sábado—comenta Jess.

Y, honestamente, no me apetece. No me apetece una fiesta en sábado cuando la persona con la que quiero estar todo el tiempo (incluyendo justo este momento) no estará. Vaya, el día en que Bella Swan prefiriera a un chico sobre una fiesta ha llegado.

Y luego es mi primer cumpleaños sin papá. Él no me dará un desayuno de cumpleaños. Ni un abrazo. Ni dirá "¡uno más, Bells!" mientras chocamos los cinco.

—Nos emborracharemos—ofrece Ángela.

—En verdad preferiría una cena. El mismo lunes—digo—. En casa de Carmen, ¿les parece?

Ellas refunfuñan, pero aceptan.

También refunfuñan cuando, prácticamente, las echo de mi casa. Suben a la camioneta de Rose y me muestran el dedo medio.

Pero se siente bien haberles contado de Edward. A pesar de que es un gran secreto, simplemente tienes que contárselo a alguien, ¿cierto?

xxx

Llevo un rato dormida cuando escucho el sonido más dulce (luego de haberme asustado porque creí que alguien había entrado y estaba a punto de asesinarme).

—Mierda—ese es el sonido.

Edward lo masculla luego de haberse golpeado con algo y el maldito bastardo está en mi habitación y sólo quiero besarlo.

Él está entrando a la cama cuando abro los ojos, puedo verlo levemente por la luz de la luna que entra por mi ventana.

—Me asustaste—murmuro.

Él me mira rápidamente.

—Claro que no, estabas dormida—luego pasa un brazo sobre mi espalda y se acerca peligrosamente.

—Estaba tratando de descifrar si estaba soñando o no.

Puedo escuchar su sonrisa antes de que él siquiera hable.

—Oh, ¿soy como un sueño hecho realidad para ti?

—Mmm, quisieras—él se ríe, con su risa baja y ronca y besa mi frente—. Como sea, ¿cómo estuvo? ¿estás cansado?

—Estuvo bien. Y no más cansado que el fin de semana pasado. Comienzo a acostumbrarme. Nunca antes había tenido un trabajo tan agotador.

—Bien—me pego más a él y noto su olor a menta y un poco a humo, seguramente por los efectos de la pista del bar—. Mi cumpleaños se acerca, ¿sabías?

—No, no lo sabía—Edward frota mi cintura, pasando las puntas de sus dedos por mis hoyuelos—. ¿Cuándo es? Sólo te recuerdo diciendo que eres virgo. Y no sé cuál es la temporada de virgo.

Beso su mejilla, riéndome. Dejo mis labios ahí.

—Nunca me dijiste a qué hora naciste.

—A las 11:43 de la noche. Por poco y soy cáncer—dice, haciéndome reír otra vez— ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El 13 de septiembre y me preguntaba si… ¿te gustaría acompañarme a la casa de Eleazar y Carmen?

—Es lunes, ¿cierto?

—Si. Iremos a cenar. ¿Quieres venir?

—Seguro—Edward entierra su cara en mi cabello—. Eso significa que estás segura de esto, ¿cierto?

—Si, estoy segura—respondo.

Estoy tan segura que no quiero soltarlo nunca, quiero fundirme en él, o fundirlo en mí. Lo que sea. Quiero que seamos uno.


¡Hola! Ahora si, a disfrutar ;)

Muchas gracias por sus comentarios. Les mando un beso.

Nos seguimos leyendo.