27
Edward
¿Quién hubiera dicho que me pasaría los días pensando en ella? Estoy comenzando a sentirme como un tonto. Mi mente es como un caleidoscopio, como una cinta rebobinada que simplemente no se quiere pausar.
¿Enserio? ¿La Loca de la fruta? ¿La gritona de al lado?
Meneo la cabeza y suspiro. Tenía que ser ella.
Fue un buen fin de semana, estando con ella, envueltos en las sábanas, durmiendo hasta tarde, no-haciendo-lo-que-ella-dejó-muy-claro-que-quería-hacer.
La detuve sutilmente cuando los besos escalaron, cuando ella comenzó a jalar mi playera y a enredar sus piernas en mis caderas, cuando los besos dejaron de ser perezosos y se volvieron demandantes.
No es que no lo quiera hacer porque, seamos honestos, soy un tipo cachondo y no hay nada en el mundo que quiera más que volver a enterrarme en ella y besarla y ver su cuerpo y aahh.
Pero no es momento.
Aquella noche fue un movimiento arriesgado. Un sudoroso, jadeante y jodidamente delicioso movimiento, pero si continuamos haciéndolo esto se volverá un desastre. Y tengo miedo, porque los inicios son delicados y frágiles y todos esos pensamientos sobre posiblemente-arruinándolo vienen a mi mente.
Y, como era de esperarse, Seth, siendo la perra chismosa que es, estuvo sobre mí todo el fin de semana tratando de obtener más información respecto al fiasco con mi vecina. Y cuando le dije que todo estaba arreglado y que estábamos intentando algo, ese idiota comenzó a trepar por las paredes, gritando que era de suma importancia conocerla. Lo corté justo ahí. No quiero arrojar a Bella a mis amigos, eso es demasiado. Todavía no es el momento.
Así que Paul lo echó, diciéndole que tenía que hablar con los guardias de seguridad que,finalmente, llegaron al bar.
—Suficiente baba, Jefe, hagamos esto—Heidi chasquea los dedos frente a mi cara y la miro, alejando mi vista de mi iPad.
Le entrecierro los ojos y ella sonríe.
—Deberías ser más respetuosa—comento—. No querrás ser despedida.
—Como si pudieras vivir sin mí—dice, deshaciendo su coleta.
Victoria finalmente ha regresado de lavarse las manos.
—La empresa necesita un jabón que en realidad sirva—dice, mostrando sus palmas aún con manchas del borrador del pizarrón—. Que mierda.
—Como sea, Manitas. Comencemos—masculla Eric, proyectando los requisitos que Recursos Humanos nos lanzó. Algo sobre promoción para nuevas vacantes.
—¿Por qué estamos haciendo esto todos? No es tan difícil—Heidi refunfuña, terminando de acomodar su cabello en un moño alto.
—Requerimos de ideas—Eric dice—. Y todos dicen que tú estás llena de grandes ideas.
Heidi le rueda los ojos y, harto de esto, los dirijo hacia la dirección correcta, para decidir la mejor manera de hacerlo.
—Ellos simplemente podrían decirnos qué hacer, ¿por qué tenemos que decidir cuál es la mejor manera de promocionarse? —continúa Heidi—¿Qué hacen los de Marketing? Además de jugar a las Damas todo el jodido tiempo.
—Comer mariscos—respondo.
Ellos se ríen.
—Es cierto, hombre, siempre huele a pescado allá—confirma Eric.
—¿Cómo te enteraste de que estaban contratando? —le pregunto a Victoria.
Ella debe saber algo sobre esto y ha estado muy callada, escuchando la conversación.
—Oh, no lo hice. Siempre me gustó la revista y sólo envié mi currículo, ni siquiera sabía si había vacantes—entierra una pluma en su coleta antes de tamborilear los dedos en la pared.
—Oh, eso no ayuda mucho—murmura Eric sin ánimos—. Hagamos algo para las redes, no lo sé, fotos y alguna animación para que la pongan en una historia de Instagram. Lo de siempre.
—¿Flyers? ¿Tal vez? —ofrece Heidi y antes de que podamos responder, Victoria interrumpe, brutalmente.
—No, eso es estúpido—espeta y nuestros ojos van hacia ella.
Al menos Eric y yo la vemos, Heidi encuentra la imagen proyectada muy interesante porque ni siquiera se inmuta.
No creo que su idea seatan estúpida, pero hay algo en su tono.
—No es tan estúpido—Heidi responde, con las manos en sus caderas, pero sigue sin verla.
—Lo es. Por mucho—Victoria ladra.
Eric y yo compartimos una mirada. ¿Está pasando algo ahí? ¿Pelea de chicas o algo así? ¡Quiero saber!
El celular de Victoria suena con una notificación y lo toma.
—Oh, la comida está aquí. Iré por ella—dice, antes de dejar la oficina.
Otra mirada compartida entre nosotros y luego observamos a Heidi. Ella finge no darse cuenta, pero no es tan fuerte así que termina mirándonos.
—¿Qué mierda fue eso? —Eric le pregunta.
Ella rueda los ojos.
—Nada.
—Eso no sonó como nada—presiono.
Heidi se rinde y suspira.
—Está enojada conmigo.
—¿Por qué? ¿Derretiste queso sin ella? —Eric aventura, picándole las costillas. Ella se ríe, alejando su mano.
—No, idiota. Salimos el sábado, con mis amigos y con sus amigos. Al final sólo quedamos nosotras dos y una amiga mía, así que fuimos a su casa y… ¿sabían que tiene un estanque? En su sala, con los peces más bonitos que haya visto nunca.
—¿Enserio? ¿Son Koi? —Eric pregunta.
—¡Si! Justo de esos, había olvidado su nombre. Tiene uno de color…
—¡Bueno! ¿Y luego qué pasó? —los interrumpo. Victoria viene en camino, se nos está acabando el tiempo.
—Oh, si, bueno… mi amiga estaba muy borracha y se quedó dormida en la sala y una cosa llevó a otra y lo siguiente que sé es que me estoy besando con ella… realmente besando y todo escaló demasiado rápido y…
Eric se deja caer en su silla y comienza a hacerse aire con su abanico. ¿Por qué un chico tiene un abanico? No pregunten. No sé la respuesta.
—¿Tuviste sexo con Victoria? —pregunta gritando-susurrando—. No sabía que eras lesbiana.
—Si, yo tampoco lo sabía—añado—. ¿No habías salido con ese tipo…
—¡No lo soy! Fue una estupidez—interrumpe—. Y no tuve sexo con ella. Sólo… bueno, no llegamos a tanto. Pero luego me sentí culpable, de alguna manera. Fue mi primera vez con una chica y le dije que tenía un novio.
—Excepto que no tienes un novio—le entrecierro los ojos, sentándome en el escritorio de Eric.
—¡Exacto! Y se enojó por eso, lo cual tiene un poco de sentido—hace la seña con su pulgar e índice—. Considerando, claro, que estoy muy soltera.
—No sabía que Victoria era lesbiana—continúa diciendo él.
—Es bisexual—masculla Heidi, mordiendo la uña de su pulgar.
—¿Entonces? ¿Qué pasa ahora? —Eric se inclina hacia adelante, intrigado.
—Ahora sólo ignoramos el elefante en la habitación. Y mi novio se llama Afton.
—¿Qué? Acabas de decir que no tenías…
—¡Es ficticio, idiota! —golpeo la cabeza de Eric. Él en verdad no puede ser tan tonto.
—¡Oohh! —asiente, conspirativo.
—De acuerdo. Sólo no hagan de esto un gran problema. No quiero caminar de puntitas por aquí—digo, queriendo dar una orden, pero sintiéndome extraño con eso.
Heidi asiente.
—De acuerdo.
—Bueno Heidi, gracias por arruinar nuestra recién nacida camaradería con la nueva. Muchas gracias en verdad. Necesitábamos arruinar el equipo, era el cambio que queríamos—Eric aplaude.
Ella le hace una mueca mientras le muestra el dedo.
—Como sea—intercedo—. Deberíamos preguntarle a los de marketing lo que quieren.
Victoria regresa con la comida y Heidi le da una mirada a Eric porque, hemos comprobado, que no puede guardar un secreto y él le responde su seña obscena.
Durante la comida, ni Heidi ni Victoria hablan entre ellas. Tampoco se miran. Y maldigo por lo bajo.
Lo menos que quería era esto. Tal vez debería darle unas clases a Heidi para que aprenda a controlar la calentura.
Me he convertido en un maestro en eso.
xxx
Llevo un rato leyendo en mi hamaca cuando escucho pasos en el césped. Miro hacia allá, bajando mi libro y le sonrío a Bella. Sigue usando su ropa de trabajo y camina hacia mí, sonriente.
—Hola—saluda, sentándose al borde y nos balanceamos juntos—. ¿Cómo estás? —se inclina, descansando su mejilla en mi pecho.
—Bien. No te escuché antes, ¿acabas de llegar?
—Seh—gruñe, irguiéndose—. Tuve que quedarme un rato más. Hoy es un buen día—murmura, mirando el cielo despejado.
—Lo es—echo su cabello hacia atrás y la miro.
Es tan bonita. Vuelve a sonreírme y se inclina a besarme.
Bella delinea mi labio inferior con su lengua y dejo que entre, apuñando su cabello y frotando su espalda. Ella pronto comienza a jalar mi playera y su mano se desliza por mi abdomen, encontrando la cinturilla de mis shorts. La detengo cuando intenta hurgar, atrapando su muñeca y entrelazando nuestros dedos, dejo pequeños besos sobre sus labios antes de que ella se aleje.
—¿Qué pasa? —pregunta, entrecerrando los ojos. Sip, me esperaba esta pregunta. Fue un movimiento nada sutil.
Aun así, intento hacerme el tonto.
—¿De qué? —acomodo su pelo detrás de la oreja y sus ojos casi se cierran.
—¿Por qué has estado…? —suspira—. ¿Me estás evitando de alguna manera?
—Claro que no.
Pero ella no cree. Obviamente. Y alza una ceja, inquisitiva.
—¿No quieres hacerlo? —cuestiona, la desesperanza filtrándose en su tono. Lo menos que quiero es que crea justo eso.
—Si quiero, claro que quiero, pero…—me encojo de hombros—. No lo sé, no aún.
Bella se aleja completamente. Incluso deja la hamaca y me mira desde arriba.
—¿Por qué no?
Me revuelvo el cabello con una mano y me siento, dejando que mis pies toquen el césped. Arrojo mi libro a un lado.
—No es nada malo es sólo que…—dios, esto es incómodo. Me hace sentir vulnerable.
—¿Qué? —presiona, cruzándose de brazos. Se está enojando.
—Quisiera esperar un poco más. No me gustan las cosas físicas—confieso y observo el pasto, no queriendo ver su cara.
—Pero ya lo hicimos—su voz es suave, aunque curiosa.
—Lo sé y si seguimos haciéndolo se volverá físico y no quiero eso—la miro finalmente. Tiene el ceño fruncido y un puchero en sus bonitos labios—. Quiero esperar.
Ella me observa por unos segundos antes de que su rostro se derrita y me dé una pequeña sonrisa.
—De acuerdo. Lo entiendo.
—¿Sí?
—Si, entiendo tu punto y supongo que es cierto. Está bien—toma el cabello de mi frente en su puño y alza mi rostro para dejar un beso en mi boca—. ¿Adivina qué?
—¿Qué? —le sonrío al ver sus ojos brillar.
—Descubrí una manera de hacer un pay con demasiada masa.
Tengo que reírme ante eso. Ni siquiera recordaba haberle dicho eso.
—¿Enserio?
—Ajá—asiente, contenta, con todo y cabeza—. ¿Quieres intentarlo?
—Seguro.
La sigo hasta su casa y me tiro en el sofá mientras ella va a cambiarse de ropa. Su sala está llena de cajas y hay una maleta ahí.
Dios, es tan dramática. Haciendo maletas para irse de aquí. Ridícula.
Cuando regresa, está usando un atuendo deportivo y su short está lo suficientemente corto. ¿Está tentándome? Porque lo hace bien.
—¿Qué hay con esto? —pregunto, señalando alrededor y siguiéndola a la cocina.
—Eh, son cosas de… de mi papá—masculla la última parte, como si deseara que no le entendiera, pero lo hago.
Y aun no sé cómo lidiar con eso. No sé si ella sigue estando triste al respecto o… nada, en realidad no sé nada. Y quiero saber.
—¿Quieres… hablar al respecto? —pregunto, sosteniendo el cartón de huevos que está lanzando a mi pecho.
—No—me corta y cuando cierra el refrigerador, su rostro está apagado—. Tal vez otro día.
Nos quedamos en silencio después de eso, ella revoloteando alrededor, sacando cosas para hornear, abriendo y cerrando gabinetes y cajones. Sigue luciendo triste y sé que la cagué. La observo todo el rato, tratando de obligarla a que me regrese la mirada, pero ella no es débil como Heidi. Ella, en verdad, sabe ignorarme.
Cuando comienza a servir harina en el gran tazón, intervengo, odiando el silencio.
—¿Podemos ponerle manzanas?
Ella detiene sus movimientos y me mira, confundida.
—¿Qué? —parece que su mente estaba en otra cosa, como si hubiera olvidado que yo estaba ahí.
—Manzanas. Un pay de manzana.
Ella mira el tazón, registrando sus acciones y me frunce el ceño.
—Creí que querías que tuviera masa.
—Si, pero… ¿podemos poner sólo un poco de manzana?
—Oh, si, seguro. Ahí hay manzanas—murmura, señalando el otro lado de la encimera con la barbilla.
Ella me instruye, pero vuelve a quedarse en silencio después de eso. Está a punto de tomar un huevo cuando noto que su mano tiembla y cierra el puño rápidamente.
—Eh… ahora vuelvo—se excusa y camina por el pasillo.
De acuerdo. Esto no está nada bien. Escucho la puerta del baño cerrarse y espero unos segundos. No sé qué mierda hacer. Dije algo que no debía.
Estoy debatiéndome entre ir en su búsqueda o quedarme ahí, dándole espacio cuando escucho la cadena del baño.
Bueno, probablemente vi cosas en donde no había nada.
Bella regresa y observo su rostro, buscando cualquier indicio de crisis, pero no encuentro nada.
Decido que el silencio es demasiado incómodo y tenso, así que alcanzo su muñeca y la jalo a mi pecho, llevando mi mano a su nuca y la obligo a alzar la cabeza.
Entonces la beso. Realmente la beso. Amaso sus labios y los muerdo antes de deslizar mi lengua en su boca. Ella gime bajito y pasa sus uñas por toda mi espalda. Aahh.
Descansa sus manos en mi cintura y muerde mi labio inferior antes de alejarse.
—Creí que estabas tratando de mantenerte virgen—murmura y su lengua parece tropezarse, luce mareada.
Le sonrío.
—Ese fue mi primer beso, ¿sabes? —pico su costado y se arquea un poco—. ¿Cómo estuvo?
—Horrible—palmea mi pecho antes de regresar al asunto del pay.
—Entonces supongo que no hay razón para repetirlo—paso mi mano por su espalda y aprieto su trasero.
Ella me mira entre sus pestañas.
—Creo que podríamos—comenta.
—¿Y qué hay del pay?
—No me contradigas.
Bueno, al menos dejó de estar triste. Pero ahora está cachonda.
Tenemos una emergencia.
Bella
Estoy ocupada enviando cotizaciones urgentes a nuevos clientes cuando Emmett entra a mi oficina y se deja caer en mi silla.
Golpea la mesa con su mano, sobresaltándome. Sus cejas están alzadas, esperando una explicación que creo saber qué es. Aun así, lo ignoro hasta que tiene suficiente.
—¿Desde cuándo tienes un novio? —exige saber.
Rose Maldita Hale. Arde en el infierno.
—¿De qué hablas? —le frunzo el ceño.
—¡No te hagas la idiota! —me arroja un lápiz—. ¿Quién carajos es? ¿Desde cuándo y por qué yo no lo sabía?
—Debiste haberle preguntado a Rosalie—le arrojo el lápiz de vuelta y golpea su frente. Es gracioso porque deja una marca de grafito justo en el medio.
Él se frota el golpe y entrecierra los ojos. Emmett puede ser un odioso.
—Ella no me lo dijo—sí, idiota, ya sé que no te dijo eso, es por eso que preguntas.
—Tal vez se deba a que ¡no es su jodido asunto!
—¿De qué hablas? Es mi asunto. Eres mi prima, mi hermana…—desliza su mano sobre la mía. Me la saco de encima—. ¿Quién es?
—No lo conoces—murmuro.
Gracias, Rosalie, por arruinar mi secreto.
No debí decirles a ellas en primer lugar. Esa perra sólo pudo guardar el secreto por un fin de semana, o probablemente menos.
—¿Él te envió las flores? ¿Ya te acostaste con él? ¿Es atlético? ¿Toca en una banda?
—¡Largo de aquí, Emmett! —pateo sus piernas por debajo de la mesa y él está a punto de protestar cuando la asistente de Eleazar golpea mi puerta.
—La junta comienza en cinco minutos.
—De acuerdo. Gracias, Jenni.
Ella asiente satisfecha y se va. Emmett va a preguntar algo, pero su padre lo llama. Se va de mala gana y saco mi celular.
Esa perra tarda mucho tiempo en contestar.
—Supongo que ya sé por qué estás llamando—murmura cuando finalmente atiende.
—¿Qué mierda, Rose? ¿Por qué se lo dijiste?
—¡Fue un accidente!—se defiende—. Y no le dije que estabas saliendo con alguien. Le dije que estabas viéndote con alguien.
—¡Es lo mismo!
—No, no. Salir es más serio que verse con alguien—refuta. Ruedo los ojos y suspiro—. Lo lamento, ¡oye! Pero al menos no le dije quién era.
—Y no se lo dirás. O me encargaré de que haya niños en tu boda.
—Ay, vamos, Bella. No conoces a nadie con niños.
—Los rentaré si es necesario.
Ella se ríe, una carcajada limpia.
—¡No te atreverías!
—¡Sólo cierra la maldita boca, tú rubia loca!
—Aun así me quieres, ¿cierto? —gime, caprichosa.
—No—respondo y cuelgo.
Cuando llego a la sala de reuniones, Eleazar y Carmen me miran rápidamente. Ella está sonriendo y él alza sus cejas. Emmett.
Le entrecierro los ojos y golpeo su nuca antes de sentarme a su lado.
—¿Entonces? —inicia Carmen, entrelazando sus manos sobre la mesa—. ¿Quién es el chico?
—¿Lo conocemos? —Eleazar aventura.
Emmett me mira, presionándome. No sé si decírselos, no sé cómo se lo tomarán.
Hago un mohín.
—¿Qué chico? ¿Estás saliendo con un chico ahora, Emmett? —aventuro, abriendo mi cuaderno de apuntes importantes.
—Ja, ja, graciosa. Ya, suéltalo—él jala mi cabello—. ¿A qué se debe tanto misterio? ¿Te avergüenzas de él? ¿Es un gordito simpático?
—¡No! —me apresuro a aclarar la situación. ¿Avergonzarme de Edward? Pff, por favor.Lo pasearía como una bandera en un desfile, es tan delicioso y precioso.
Suspiro de tan sólo pensar en él.
Los ojos de mi audiencia se entrecierran mientras sus bocas se convierten en una sonrisa.
—¿Y qué tiene de malo un gordito simpático? ¿Ya olvidaste a Corin? —pregunto, recordando a mi novio breve de la preparatoria.
—Ah, Corin, cómo olvidar cuando se quedó atorado en nuestro columpio de llanta—se burla Emmett. Me río junto a él.
Ah, Corin. Sigue siendo un gordito divertido, el otro día lo stalkée en Instagram.
—¿Quién es? —demanda saber, jalando otra vez mi cabello. Ese imbécil.
—Su nombre es Edward…Cullen—añado en voz baja.
Eleazar y Carmen se carcajean, echando sus cabezas hacia atrás. Emmett observa sus alrededores, tratando de recordar el nombre.
—No es nada gracioso—mascullo, deseando detener el ataque de histeria de esos locos.
Carmen sonríe, acunando su barbilla en sus manos.
—¡Oh, Bella!
—¡Espera un momento! ¿Es ese el chico al que le vendimos la casa? —pregunta Emmett, lento como siempre.
—El mismo—responde Eleazar por mí, envarándose en su silla.
Billy y Jake entran a la sala, hablando entre ellos.
—¡Oh, vete al diablo! —Emmett me codea—. ¿Enserio? —lanza una carcajada, sus hoyuelos se marcan y quiero golpearlo.
—Enserio—murmuro en voz baja. Ellos captan la indirecta y cambian el tema hacia la inminente reunión antes de que Jake se acerque a la mesa.
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Nuestros estómagos están llenos con delicioso pay y sabrosa cena cocinada por ambos. Edward es un buen cocinero, un poco patoso y torpe, pero tiene un buen sazón. Después de mi crisis inducida por su comentario sobre papá, decidí que él debería hacerse cargo de subir esas cajas.
Edward las llevó hasta mi biblioteca, en donde no estorbarán. Aún no estoy lista para desempacarlas y arreglar ese asunto.
Detengo mis pensamientos antes de que lleguen demasiado lejos y rasguen el recuerdo de Charlie Swan.
En su lugar, busco algo interesante en Instagram y entrelazo mis piernas con las de Edward.
Él está a mi lado, continuando la lectura que interrumpí antes y luce cómodo y perfecto en mi cama, con mi colcha hasta su cintura.
—Hoy fue un día interesante en el trabajo—murmura.
—¿Sí?
—Seh, Heidi se enredó con Victoria.
Si, él ya me contó sobre el mejor equipo del mundo, que más que brillantes son un poco retardados. Sus palabras, no las mías.
—¿Se enredó? ¿Están saliendo o simplemente…
—Heidi dice que fue un error, ni siquiera es lesbiana… según lo que dice.
—Oh—bajo mi celular y lo observo—. Eso es malo, ¿cierto? ¿Está todo incómodo?
—Bastante—responde, pasando la página—. Veamos si para fin de mes continúa siendo hetero.
Me río y él me mira brevemente, dándome una sonrisa torcida. Es tan precioso. Lo observo por un rato antes de regresar mi vista a mi celular, refrescando el inicio de mi Instagram y oh, sorpresa.
Mi respiración se atora en mi garganta y mi pecho se comprime.
Siempre he dicho que, si no sabes cómo sentirte respecto a algo, lo primero que piensas es la respuesta al dilema. Si sigo esa lógica, mi corazón se ha roto un poco. Y no debería estar rompiéndose. Porque ya es pasado. Porque tengo a Edward ahora y porque, claramente, Jake tiene a Vanessa… debajo de su brazo, con una sonrisa en el rostro y el atardecer a sus espaldas. Y él ya la está llamando "amor," cielo santo.
Observo la foto, sus sonrisas brillantes y el rostro perfecto de esta nueva chica. ¿Qué estaba pensando Edward cuando dijo que yo era más linda? Esa cabeza hueca es hermosa, tanto como odie decirlo, lo es. Tiene esta perfecta nariz, con ojos perfectos que, a pesar de ser cafés, tienen un poco de verde en ellos y rostro perfectamente proporcionado. Y tiene pecas. ¡Jodidas pecas! La cantidad de pecas que siempre he querido. El puño que tengo sobre la nariz es tan patético en comparación al de ella. Como si un rostro así necesitará algo más especial.
Quiero arrojar el celular al otro lado de la habitación.
Mi frente es demasiado grande, mis orejas sobresalen, tengo el color de ojos más aburrido y común del mundo, mi labio inferior es apenas más grueso que el superior mientras los de ella son simétricos y definidos. Tiene la boca perfecta para un comercial de labiales.
Ella es la prenda nueva, yo ya soy de la temporada pasada, como de hace dos años. No soy nada nuevo, soy un recuerdo gastado que aparece en la mente de Jake no tanto como me gustaría.
Vaya, Jake sí que superó lo nuestro.
Y luego está la culpa.
¿Por qué quiero que él recuerde lo que compartimos mientras hay alguien nuevo en mi cama? Mientras sus piernas están entrelazadas con las mías, ¿por qué Jake siquiera es importante? ¿Qué me está pasando? ¿Qué significa esto?
Exhalo lentamente y miro a Edward. ¿Es él mi prenda nueva? ¿Se sintió Jake de la misma manera cuando le hablé de las flores? ¿Siquiera le importó como a mí?
—¿Qué ocurre? —pregunta él en un murmullo, regresándome la mirada.
Parpadeo, saliendo de mis pensamientos desastrosos.
—¿Por qué dijiste que Vanessa era más linda que yo? —mi boca se abre sin pensarlo. Hasta este momento, me había aferrado a ese comentario. Quería creerle a él, quería creer que fue honesto sólo porque si, no porque quería ligarme.
¿Es este un asunto de sentimientos o de ego?
—¿Qué? —frunce el ceño, confundido—. ¿Quién…? Ah.
Lo recuerda. La recuerda. ¿Está comparándola conmigo en este momento?
—¿Por qué dijiste eso? —presiono.
Edward no deja de fruncir el ceño, baja el libro y se pasa una mano por el cabello.
—Porque a mí me parece eso—responde. En presente. ¿Sigue creyéndolo o sólo está siendo amable? — ¿La conociste?
—Ciertamente acabo de conocerla—murmuro, envarándome y bloqueando mi celular antes de arrojarlo a un lado.
Él sigue el movimiento, entendiendo.
—Ah—dice, no muy seguro de qué se supone que es lo que tiene qué hacer—¿Y qué tiene de importante?
—¿Qué tiene de importante? —repito—. ¡Todo!
Edward arquea una ceja y coloca el separador en su libro antes de dejarlo a un lado.
—¿Todo? ¿Por qué?
—¡Porque él está saliendo con ella ahora y…
—¿Y por qué te interesa con quién sale tu ex novio? —demanda, alzando ahora ambas cejas. ¿Se está enojando? De acuerdo, puedo entender su punto, pero es que él parece no entender el mío.
¿Cómo le explico que mi ego apenas está recuperándose del gran golpe de Jake terminando conmigo? Y ahora él está restregándome en la cara su perfecta vida, su perfecta manera de lidiar con las cosas, mientras que yo soy un desastre.
—No lo entiendes—murmuro, absteniéndome de contarle mis pensamientos. Demasiada vulnerabilidad.
—No, no lo entiendo—menea la cabeza—. No tiene sentido. No debería estar importándote cuando estás… estás conmigo, ¿cierto?
—Por supuesto que estoy contigo.
Edward entorna los ojos, confundido e irritado. Me da un encogimiento de hombros.
—Entonces no debería importarte lo que hace o no hace él—toma su libro de nueva cuenta, sólo para abrirlo y volverlo a cerrar, sin intención de continuar su lectura.
Se revuelve el cabello.
El deseo de hablar con él sobre lo que en verdad estoy sintiendo me hace abrir la boca, pero ningún sonido sale. Él no me mira, sólo arroja la colcha a un lado y sale de la cama.
—No hay razón por la cual tenga que seguir aquí—comenta, caminando por la habitación, cavando un hoyo en el piso mientras sus manos reposan en su cadera.
—¡No! Espera, Edward. No es lo que parece—esto se está saliendo de control. En grande. Me arrodillo en la cama, irguiéndome.
—¿No? —me da la espalda, con su vista pegada a la ventana.
—¡No! Nunca me había ocurrido antes.
—¿Qué cosa no había ocurrido antes? —cuestiona, mirándome sobre su hombro.
¿Qué el mundo siguiera dando vueltas cuando algo horrible me pasa? ¿Qué nunca había visto a la gente continuar con su vida? ¿Envidiar cómo ellos tienen toda su mierda junta?
Decido la respuesta fácil y superficial en su lugar.
—No había visto nunca a mi ex siguiendo con su vida.
Sacude la cabeza y luego se gira para enfrentarme.
—¿Por qué es tan malo? ¿Acaso no pueden hacerlo? —aventura y luego su cara se ilumina, como si hubiera recordado algo, sólo que sé que está fingiendo—. Cierto, eres Bella Swan y todos van a ti.
Ouch.
Sus palabras duelen más de lo que pensé que podían doler. No voy a empeorar esto, quiero que vuelva a la cama para así poder dormir. Es suficiente.
Me trago el dolor y suspiro.
—No había visto nunca a mi mejor amigo vivir su vida sin mí—reformulo.
Él mira al frente y luego deja caer su cabeza, su barbilla tocando su pecho. El músculo de su quijada se mueve.
—No es con él con quien quiero estar, es sólo que… es un poco cagado perder a tu mejor amigo de toda la vida y luego perder a tu papá. Y luego ver cómo todos pueden seguir con su vida.
Edward se mantiene en silencio unos segundos, me siento expuesta así que me cruzo de brazos en un intento por recomponerme. No funciona.
—Lo estás haciendo. Estás siguiendo con tu vida—asegura.
Me encojo, aunque él no me esté viendo.
—A veces no se siente así.
Edward hace su camino de vuelta a mí, sus rodillas rozan el colchón y jala mi cabeza hacia su pecho. Envuelvo su cintura con mis brazos y rasco su espalda. Él acaricia mi cabello.
—Pero lo haces. Aunque parezca imposible, sigues aquí.
¡Hola! Muchas gracias por sus comentarios. Casi se me pasa la actualización de hoy.
A Bella ya le pegó el amor, aunque Edward se seguirá convirtiendo en su sol de verano.
Nos seguimos leyendo.
