—Nos... vimos un par de veces más —sigue Aamón, un par de pares... o de decenas, más bien—. Y... Un día, hablando de los poderes demoníacos distintos a los angelicales...
(Fundido en negro, cortinita de estrellas)
—Poseer... ya, ya. Hay cientos de historias —asiente Raguel un poco incómodo en su asiento.
—¿Y? ¿No te las crees? —Aamón le mira.
—No del todo... Es decir, sí, sí que creo que puedas poseer.
—¿Te crees que lo del diluvio fue completamente adrede y no crees que yo pueda poseer un humano?
—Sí que creo que puedes poseer un humano, no creo que puedas hacer que el humano tenga poderes sobrenaturales mientras lo posees.
—No es el humano, soy yo, actuando a través de su cuerpo.
—¿Como si fuera tuyo?
—Exacto.
—¿Puedes hacer milagros ahí dentro?
—Sí, solo es como si me viera con otro aspecto.
—Qué peligro —Raguel frunce el ceño.
—No tiene nada de peligroso...
—¿Qué puedas poseer a cualquiera y verte como él? Hombre...
—Lo peligroso es lo que a mí se me ocurra, no la posesión en sí. Es indolora de per sé... a no ser que quiera hacer yo que lo sea.
—¿Y qué pasa con el alma del pobre humano mientras le posees?
—Puede quedar inconsciente o puede... no quedarlo —se echa para atrás en la butaca en la que está sentado, haciéndole lo que haya que hacerle a una cachimba para que funcione.
No... estoy segura de que sea una cachimba. El antepasado del antepasado del antepasado. Nos hacemos a la idea.
—Maravilloso... ¿hay alguna desventaja para ti al poseer gente?
—¿Para mi? Pues claro. Mientras estoy en el cuerpo de otro, mi propio cuerpo queda vacío y vulnerable. Como si estuviera muerto. Si alguien lo toma o lo destruye mientras yo no estoy ahí, no existe luego ningún lugar al que volver, es como descorporizarse.
—Hmmm, ¿esto te ha pasado alguna vez?
—A mí no, soy cuidadoso con ello. E igual no poseo a mucha gente.
—Y qué hay de... —Raguel se humedece los labios.
—¿Mjm?
—¿Puedes poseer seres celestiales? —se mira las manos.
—Pues... No... No lo sé. No he tenido el placer.
—¿Crees que podrías?
—Tendría que intentarlo.
—Podrías probarlo conmigo.
Aamón le mira intensamente.
—Dices que no es peligroso —insiste Raguel.
—Bueno... es... No lo es, pero tendríamos que... confiar.
—Un salto de fe —susurra Raguel con el corazón acelerándose le un poco. Ehm... "un poco". Levantando la cara y mirándole.
Aamón le mira, humedeciéndose los labios.
—Ehm... bueno, si no... no... —Raguel levanta las manos en señal de rendición.
Bueno, entonces lo siguiente que ves es... los brazos y la cabeza de Aamón cayendo como plomo.
Raguel levanta las cejas, tensándose inmediatamente y si te resistes es peor, querido.
Es que esperaba una... cuenta regresiva o algo.
Sí, claro. Cero. Ahí lo tienes.
Ya, ya... de ahí la tensión, no es que se resista propiamente es...
No tarda más de un segundo o dos en metérsele dentro.
Casi se cae del lugar en el que está sentado, soltando un sonido gutural que es incapaz de comprender, sintiendo... lo que siente de la punta de la cabeza a los pies.
Aamón no siente nada, más que lo habitual, se ve a sí mismo desde los ojos de Raguel.
—O-Oh Dios... mío... —susurra Raguel, es que hasta tiembla un poco.
—¿Qué? —pregunta Aamón con la voz de Raguel también.
—E-Eso ha sido... p-peculiar.
Aamón hace que se pase una mano por la cabeza y paladea un poco.
—Ehm... esto es... —Raguel se toca el pecho y las piernas... y vale, un poco la entrepierna... que tiene mojada y viscosita.
La verdad, cuando va ahí la mano, de un poco, nada. Aamón le hace mover la mano ahí abajo más de lo que...
Ohh... Raguel pelea por quitar la mano de ahí, sonrojándose... más, si eso es posible.
Al final Aamón se lo permite, la verdad haciéndole sonrojarse él también.
—D-Disculpa... ha... ehm... he tenido una sensación extraña —explica el ángel.
—¿Eh?
—Mi cuerpo... te ha... recibido.
—No he notado nada diferente —asegura el demonio a través de su voz.
—Bueno, no sé a qué cosas estés acostumbrado tú pero... yo decididamente sí.
—¿Qué has sentido? —Aamón le hace mirarse las manos moviendo los dedos.
—Algo que no había sentido antes.
—Descríbelo —saca un poco la lengua y se humedece los labios, nervioso—. Voy a salir.
—C-Como una... explosión. Caliente.
Aamón sale del cuerpo para volver al suyo. Puede verle ahí sonrojadito, sudorosito.
El demonio traga saliva y mueve la cabeza, relajándose un poco porque estaba teniendo... ideas demasiado peligrosas que tener en su mente.
—¿Qué? ¿Ahora? —traga saliva, revolviéndose.
—Quiero entender lo que... ha ocurrido.
—E-Está bien —echa atrás la cabeza y ahí vuelve.
El Arcángel vuelve a gritar un poquitín y a llevarse las manos ahí, echando atrás la cabeza.
Aamón le mueve las manos cuando nota donde las pone, sintiendo que... eso ahí abajo está medio erecto porque no es como que funcione como globo... tarda un poco en... suavizarse.
El demonio levanta las cejas y sale de ahí corriendo volviendo a su cuerpo. Un poco asustado, la verdad... o más bien impresionado.
Raguel toma aire profundamente porque... la vez anterior lo había sentido más algo en todo el cuerpo y esta vez, esto es algo... extrañamente localizado y específico.
—Es... ¿Estás... bien? —pregunta Aamón ya en su propio cuerpo.
—S-Sí... N-No. No sé. E-Esto es... peculiar
—¿Lo sientes como... si estuvieras reteniendo algo muy fuerte y de repente... lo soltaras? —se humedece los labios.
—S-Sí. No es... no es desagradable. De hecho podría decir que es bastante agradable. Algo repentino y fuerte... la primera vez fue más intensa que la segunda...
—Oh. Vaya —aparta la mirada—. No sabía que... Los ángeles podíais... que... bueno, es bastante obvio que si nosotros podemos... No sabía que esto hacía eso.
—¿Hacer... qué?
—Eso. Esa sensación. Está bien. Ehm... puedo... —no le mira y se sonroja—. Hacértelo más veces si te gusta.
—¿Sabes qué sensación es?
—Uhm... Sí.
—Oh... Tú la has sentido.
—S-Sí.
—Oh... ¿Cuándo? —la inocencia.
—Eeeeh... una... vez. Uhm. Cuando... eh... O-Otro demonio me poseyó a mí. Estábamos... uhm... peleando.
Raguel levanta una ceja y le mira con curiosidad.
—No es importante —sonríe forzadamente.
—Para mí sí lo es. Te da... vergüenza.
Aamón se sonroja más y puede que lo que sientas no sea del todo... ehm... bueno. Normal.
—N-No, no. ¡No! Claro que no, no es nada.
—¿Cómo no va a ser nada? —Inclina la cabeza.
—Pues... lo que digo es que es algo normal, que no pasa nada, no es extraordinario, ¡maldita sea! —protesta muy nervioso.
—Estás poniéndote terriblemente histérico, deja de gritarme —pide Raguel apretando los ojos.
—Ugh... como sea —se levanta, porque necesita moverse. No sabe ni a dónde va, puede que a dar una vuelta por el cuarto.
—Quizás deberías explicarme... —lo siento, el señor es aún un poco inocente—. ¿Es algo impropio?
—¡NO! —es que deberías sentir amor venir de él.
Raguel levanta las cejas y se lleva una mano al pecho.
Aamón le da la espalda, mirando por la ventana. Irritándose por no saber cómo reaccionar, de hecho podría estar ardiendo la ciudad fuera de esa ventana y ni cuenta se daría.
—A-Aamón...
No debió decirle que lo repetiría si le había gustado. No debía tener esos pensamientos, no debía querer tocarle los labios o la cara cuando estaba dentro de él. ¿En qué demonios estaba pensando? Es un ÁNGEL.
—¿Qué? —tan agresivo.
—Estoy... sintiendo... —Raguel se humedece los labios y se levanta aun con la mano en el pecho.
—Mira, no hay que darle más importancia, ¿Vale? S-Solo digo que si te resulta... agradable puedo repetirlo, pero no es más... no tiene más —es que seguro que no es la primera vez que sientes afecto venir de él, pero si es posible que sea la primera vez que lo notas, por ser más intenso.
—A ti te resulta agradable —Raguel se le acerca, nervioso pero... se acerca. Aamón se gira y le mira, nervioso.
—Eh... S-Sí —miente.
—¿Y hay manera en la que yo pueda hacerlo? Esto... parece un poco impropio.
—¿Q...Qué? —casi no le sale la voz.
—P-Para mí esto no es algo normal, no es algo que haya sentido nunca —explica con voz suave y bastante lenta, acercándosele un poco—. Sin embargo, hay otra cosa que... ha ocurrido ahora, que he sentido antes, pero no venir de ti.
—Debe ser un efecto secundario.
—¿Sientes afecto por todos los humanos que posees? —pregunta y estira una mano hacia él, poniéndosela en el brazo.
—Efecto, no afecto —vacila, nervioso.
Raguel sonríe un poco... y sin que venga más a cuento, se le acerca más y le abraza. Aamón levanta las cejas y se tensa sin esperarse eso, sin saber qué hacer.
El ángel le aprieta un poco contra si, y... ahí tienes el afecto ahora que le tienes tan cerca. El demonio parpadea sin entender qué está sintiendo.
—No sé hacer eso para que a it te resulte agradable.
—No... pasa nada —se relaja un poco.
—Enséñame.
Aamón traga saliva y asiente.
—¡Bien! —se ríe un poco. El demonio sonríe también.
Creo que Raguel no se ha dado cuenta de... lo que implica esto.
Ya, ya. Aamón lo sabe. Sabe que no se ha dado cuenta. De hecho lo ha hecho expresamente porque teme que cuando lo note... se niegue.
Raguel se separa.
—¿Cómo lo haces? ¿Vas a enseñarme ahora?
—Ehm... N-No. No... no. No. Ahora no.
—Oh... ¿la próxima vez, entonces?
El demonio asiente.
—Bien. Es peculiar... —responde Raguel.
—¿Te lo parece?
—Me parece algo... distinto y bastante agradable. No sé por qué no lo había sentido antes.
—Pues... ¿quién sabe?
—A lo que me refiero es a... si es algo que solo puedes sentir con... una posesión demoníaca. Si ese es el caso... hmm... ¿es un truco?
—No. No es algo que se pueda sentir con una posesión demoníaca, por eso te digo que puedo enseñarte.
—Pero es un truco que has hecho tú... ¿para agradarme? —sonríe un poquito, inocente e ilusionadamente
—¿Q-Qué? No, ha sido... es... no sabía que ibas a sentirlo, o sea, es un truco pero... no creo que haya una forma de poseerte en la que no lo sientas.
—Oh... ahora resulta que una posesión demoníaca tiene algo agradable.
—Pues no es que yo fuera consciente.
—Pero sabías que podías hacerlo sin poseerme —Raguel se ríe un poco.
—Pues... si es la sensación que creo, sí.
—¿Y hubieras querido hacerlo sin poseerme?
—Ehm... no había pensado en ello.
—¿Es algo que haces con más demonios? No sé si los ángeles sepan hacerlo. ¿Es algo exclusivo de ustedes? Cielos...
—Eh... No, no parece exclusivo de los demonios puesto que tú... no eres uno.
—Y crees que yo puedo sentirlo. ¿Lo hacen entre ustedes?
—He visto que puedes o algo parecido al menos. Algunos demonios lo hacen pero...
—¿Y tú?
—No es algo que a mí me interese mucho.
—Ohhh... bueno, vale... no tenemos que hacerlo si no... quieres. Solo me ha parecido algo distinto —Raguel le sonríe moviéndose un poco porque la humedad de su entrepierna es rara y no acaba de entenderla. Además ahora es más abundante.
—¡No, no! Puedo... es decir, contigo es... algo novedoso. Y distinto y... diferente y... —no creo que sepas más sinónimos en estas circunstancias—. Tal vez habría que... o sea... lo que digo es que igual y es... distinto.
Raguel levanta las cejas volviendo a sentir una oleadita de afecto, sorprendido con la pasión para defender la idea.
—¿Tal vez habría que qué?
—Profundizar —se sonroja a si mismo solo con esa idea. O sea, con usar esa palabra desafortunada.
—¿Profundizar... cómo exactamente? ¿Te refieres a analizarlo más desde dentro de mi o... ahondar en el tema?
—¿Qué? —consigue sacarle una risita nerviosa con eso.
—No sé si lo que quieres es... profundizar dentro de mí. Literalmente.
—Oh, shit.
—¿Qué?
—Me estás... tomando el pelo, ¿no es eso?
¿Yo?
—Sí, sí, vale. Puede que eso sea lo que quiero. ¿¡Y qué!? ¡Tú lo has disfrutado!
—¿Eso es lo que quieres? —levanta una ceja—. Pues hazlo.
Aamón le mira a los ojos con intensidad y Raguel le sostiene la mirada. Es posible que vuelva a sentir el... amor, otra vez.
—¿Y qué pasa con...?
—¿Con qué? —le toca un poquito el brazo y le sonríe al sentir el amor, la verdad.
—Las quejas. ¿No hay protestas esta vez?
—Hmmm... ¿por qué podría protestar.
Aamón levanta las cejas otra vez y deduce que no, no se está enterando.
—Lo... haremos la próxima ocasión. Hoy no —asegura.
—Vaaaaaale, vale. Está bien. Mejor, que creo debería subir al cielo.
Aamón se humedece los labios y vacila, mirándole intensamente durante más tiempo del que es cómodo y emanando amor. Valorando si debería o no besarle ahora mismo al menos.
Raguel le sonríe aún más, sintiendo su amor emanar, acariciándole un poquito el brazo. Le agrada mucho estar aquí, más con él.
—¿Qué... tanto te has fijado en los humanos? —aparentemente cambia de tema, porque no quiere que se vaya. Pero además quiere saber que tan pronto va a notar sus intenciones y lo va a intentar parar, porque está SEGURO que lo va a intentar parar.
—¿En los humanos? No demasiado...
—No son lo tuyo, ¿verdad? Sus ritos y costumbres. Solo nos vemos aquí por la... neutralidad.
—Nos vemos aquí porque no quieres subir al cielo —sonríe de lado.
—Eso no va a pasar —sonríe un poco también, obstinadamente.
—¿A ti si te gustan los humanos? —pregunta bajando el tono y hablándole un poco a susurritos.
—Claro que no, a mí no me gusta nada, ¿recuerdas?
—Te gusta el olor a flores.
—¿Q-Qué? Claro que no —el demonio parpadea y se sonroja.
—Sí que te gusta —se ríe un poco, bajito, echándose un poco al frente y acercándosele bastante. Aamón traga saliva, intentando no moverse—. Pero creo que no te gusta casi más nada... bueno.
—Pues tú eres el que dice eso.
—Creo que te gusta hablar conmigo.
Ojos en blanco y se sonroja un poco.
—Eso siento —explica el ángel.
—Solo estoy dándote una oportunidad porque quiero ver cuánto tardas en notar que nada de esto tiene sentido —responde lo que siempre le dice.
—Nada, dices tú...
—Es una falacia que te has hecho en la cabeza. ¿Relaciones diplomáticas entre cielo e infierno? Solo algo que un iluso podría soñar.
Raguel abre la boca indignado. Aamón sonríe porque cae caaada vez que se lo dice.
—Es una extraordinaria idea. Nada más míranos a nosotros dos —replica el ángel.
—¿Nosotros dos qué?
—Somos la demostración perfecta de que no es ninguna ilusión.
—Ni siquiera discutimos nada realmente importante, solo hablamos de... cosas.
—Mira quien se queja ahora.
—No es queja, es la verdad. Si tuviéramos que llegar a un acuerdo real de algo no serían tan agradables estas conversaciones.
Raguel frunce un poquito el ceño porque Miguel también insiste que... esto es una pérdida de tiempo.
—No estoy de acuerdo. Estoy seguro de que tú y yo podríamos llegar a acuerdos reales sobre temas importantes con una poca de voluntad y apertura.
Aamón suspira.
—No, no me suspires —insiste, un poco más irritado que de costumbre.
—Probablemente. Pero tú tendrías detrás todo el cielo no dejándote hacer concesiones y yo tendría a todo el infierno como lo tengo ahora.
—¿Tienes a todo el infierno haciendo qué?
—Acechando. Buscándome una debilidad para intentar derrocarme. ¿Qué crees que pensarían si de repente supieran que alguien puede convencerme de algo?
—Lo mismo qué pensarían de pensar que puedes tú convencer a un Arcángel de algo. Se llama negociación.
—Eso es algo demasiado sutil y elevado para la mayoría.
—Por favor, no vas a intentar convencerme de que el infierno solo está conformado de holgazanes idiotas —protesta haciendo aspavientos—. ¡De verdad TÚ crees que YO soy un iluso!
—En un noventa y... ocho por ciento de los casos —sonríe un poco.
Raguel bufa, enfadado, cruzándose de brazos y girando la cara sin saber realmente lo que le ha alterado tanto, con la innecesaria respiración incluso un poco alterada.
—Y aun así alguna cosa has logrado —responde Aamón, conciliador.
—Vaya, ahora resulta —le mira con intensidad—. ¿Qué cosa?
—Bueno, puedes bajar y... nadie va a atacarte. Igual que tu... el resto. Aun sin avisar. Eso no pasaba hace unos años.
—Puedo hacerte reír y sonreír... eso era impensable.
Aamón se sonroja y carraspea. Raguel aprieta los brazos aún algo enfadado aunque sonríe un poquito.
—Aunque quizás tú ves eso como una debilidad... yo lo veo como una fortaleza.
—¿Qué tiene de fortaleza? Ni siquiera lo logras por lo que tú crees —replica, porque siempre se cree tan listo e ingenioso y lo que pasa es que le gusta.
—Ah, ¿no? ¿Entonces por qué es?
—Pues... otra cosa, ¡no tiene nada que ver! —se ríe con esa cara de justamente sentirse tan listo e ingenioso.
Ojos en blanco del demonio, pero no le dice nada, mejor que siga pensando eso y Raguel se ríe un poco más con los ojos en blanco.
Es que... Aamón no puede decirle lo otro, de hecho, ni siquiera le gusta taaaaanto, ni está seguro que sea eso. En realidad eso es solo... amistad. No es que tenga muchos amigos, a lo mejor así es como se siente la amistad. Raguel le mira de reojo, aún sonriendo.
—He conseguido también confiar en ti y dejar de tenerte miedo. No sé si eso sea lo más sabio respecto al resto de demonios... pero...
—Eso es mérito mío, si acaso.
—Nada de esto habría pasado si yo no fuera un iluso —Raguel, que por un momento había temido enfadarle brutalmente al declarar que no le tenía miedo, sonríe un poco aliviado.
—Pues no sé qué esperabas.
—Lo que espera el resto del cielo
—¿Fracasar?
Raguel se sonroja un poco con eso porque esperaba muchas cosas, muchas que incluían fracasar de muchísimas formas diversas. No esperó nunca encontrarse con que el Príncipe del Infierno no solo fuera a escucharle o a poder negociar algo razonable, sino que fuera un ser fascinante, divertido, ingenioso e incluso suave en algunas cosas. No esperaba disfrutar de su compañía TANTO como la disfrutaba.
—Seguro, al menos de forma inconsciente.
—Ah, sí, tan sensato tú... no me acordaba que esto iba de luchar por las causas perdidas y poder ir a rezar diciéndote a ti mismo "Hice todo lo que pude" —replica el demonio.
—El problema es que estoy empezando a hacer esos rezos pero no acaban como en tu historia... "hice todo lo que pude... y no hay manera en la que consiga odiarle" —sonríe, echando la cabeza atrás.
—Pues debes ser puto único —se sonroja un poco. Raguel se ríe un poco más.
—Será que los otros no te conocen como yo... —asegura sintiendo un calorcito especial en el corazón, que reconocía bien como amor. No muy distinto al amor que sentía por los demás ángeles, pero... tampoco muy parecido. Está seguro de que esto era porque Aamón.. era un demonio.
—O eso o que tú no esperas de mi lo que el resto
—¿Qué espera el resto?
—Yo qué sé, para eso tendría que escucharles —sonríe. El ángel se ríe un poco, bajito.
—A mí sí me escuchas —declara otra vez con cierta emoción imposiblemente tibia en el corazón.
—Sabía que me estaba equivocando en algo
—Que te vas a estar equivocando, es lo único sensato qué haces.
Aamón le mira de reojito, sonriendo de lado.
—Eso y disfrutar el olor de las flores —añade Raguel para molestarle.
—Sigue insistiendo con eso y verás que rápido te echo por la ventana.
Raguel se ríe, sinceramente, echando la cabeza atrás.
—¡No te rías que hablo en serio! —protesta un poco.
—Vas a lanzarme por la ventana...
—¿Crees que no puedo?
—No creo que me lances por la ventana, no. No porque no puedas.
—Mira cuanta fe viniendo del santurrón.
—Será que soy un santurrón en efecto, pero tengo razón.
—No me retes.
—Ni aunque lo haga —sonríe de lado, muy seguro de sí mismo.
Aamón entrecierra los ojos y se levanta, acercándosele, pero Raguel no se mueve ni se inmuta aunque el corazón de le acelera.
El demonio se echa adelante un poco sobre él y el ángel le deja hacer, mirándole con una seguridad que no necesariamente siente.
—¿Insistes? —susurra apoyando las manos en el reposabrazos de su butaca.
—Desde luego.
Le toma de las axilas levantándole así de un tirón. Raguel coopera, estirando las piernas y poniéndose de pie frente a él, pero Aamón no se lo esperaba, así que se le cae un poco encima.
Le mira, tragando saliva, porque ahora... está muy cerca.
—Ajá...
Vacila, porque sí que lo está y disculpa, pero Raguel hoy está muchísimo menos frustrado sexualmente que tú.
—Estoy esperando... —susurra y Aamón debe poder sentir su aliento sobre sus labios.
El demonio tiembla un poco porque ahora ya no está pensando en echarle por la ventana... Mira tú. Se intensifica la sensación de amor al estar así de cerca.
Raguel sonríe. Una sonrisita un poco vencedora. Nadie va a echarle por la ventana, OBVIAMENTE.
—E-Ehm... W-Whatever —desvía la mirada frunciendo el ceño. Raguel suelta una risita suave.
—Whatever, Aamón?
—Ni siquiera vale la pena —Se separa, dándole la espalda.
—Ohh... —Raguel parpadea con eso y le pone una mano en la espalda al notar que el afecto se mantiene.
—What?
—¿Qué es lo que no vale la pena? —se mueve un poco a su alrededor para mirarle la cara.
—Hacer esto para probar mi punto y luego tener que aguantar a Miguel diciéndome que ella tenía razón y soy un bárbaro con quien no se puede ni hablar.
—¿Qué tiene que ver Miguel aquí? —pregunta Raguel sonriendo. La mano no se ha ido de su espalda, de hecho, sigue ahí cuando le rodea, haciendo que esté abrazándole de manera bastante efectiva.
Aamón le mira de reojo. Raguel se acerca y le da un besito rápido y sumamente casto en los labios.
El demonio levanta las cejas con eso, paralizado y la sensación de amor se convierte en una oleada, sin siquiera moverse.
Raguel parece encantado con la oleada de amor, sonriendo un poquito más al notar que... estas básicas muestras de afecto funcionan tan bien con los demonios como con los ángeles.
Pues era un ángel... antes. Ya, ya. Todo esto está siendo muy inocente.
—¿Q-Qué... qué?
—Se hace tarde... creo que ahora si debería irme.
—¿Qué ha sido... qué has...?
—¿Nos vemos en cinco días?
—¿C-Cinco...? ¡Cinco! ¡Sí! Sí —carraspea, bajando el tono a uno más desinteresado—. Sí. Vale.
—Mismo lugar, misma hora —Y así, tal como había empezado el abrazo y la cercanía, se separa.
—T-Tal vez te... ehm... lleve... o sea, te... digo si... quizás vamos... ehm te... mandaré un mensajero. Sí. Eso.
—¿Mensajero?
—Sí al final es en... otro sitio.
—Oh, ¡un sitio nuevo!
—Eso. Cinco días. Sí.
—Bien. Hasta entonces. Dios te b... —aprieta los labios—. Perdona.
Aamón arruga la nariz. Raguel se ríe y... un segundo después, desaparece con un rayo.
Uuuuf. No, es que ahora... Aamón va a entrar en pánico y no sé si va a hablar con Asmodeo.
Ohh. Podría. Solo advierto que Raguel no... se ha enterado aún de... nada.
Por eso. Esa a es la idea de hablar con Asmodeo.
