Raguel se le acerca esta vez y le da un beso también, acariciándole con los labios con suavidad, respirándole otra vez encima y provocándole un escalofrío. Le da otro besito suave ahora atrás de la oreja y le pone una mano en el pecho y siente su corazón.
—Esto te gusta —declara.
—¿A ti no?
—Sí que me gusta... —le da besitos, uno tras otro—. Lo que más me gusta es lo que sientes cuando te los doy.
—¿Q-Qué... siento? —casi jadea.
—Amor... puedo sentirlo —le da un besito más hacia el hombro.
—No hay manera de... no estar expuesto contigo.
—No puedo no hacerlo... —Es lo único que sí siente, no siente la lujuria al menos y sigue hablándole casi encima.
—Ya... ya...
—¿Qué sientes tú?
—¿De ti? Nada. Si no haces... eso, no siento nada.
—Mmmm... —otros besitos—. ¿Qué sientes cuando hago esto?
Aamón le mira con cara de un poco... sobresaturado de esta emoción nueva que es... un poco asfixiante pero completamente adictiva y que no le deja apenas pensar con claridad.
—¿Quieres que pare?
Niega. Solo está abrumado.
—¿Quieres que siga con los besos? No sabía que a los demonios les gustaran tanto —asegura moviéndose para poder besarle el otro lado del cuello y le sonríe un poquito, de lado.
—Rara vez nos damos besos —asiente
—¿Entonces es un gusto recientemente adquirido?
—Todo tú, lo eres —le sonríe sonrojándose un poquito.
Raguel se ríe un poco, levanta la cara y le da otro beso en los labios. Se lo devueeeeelve.
Eso... es mucho decir. Todo tan suavecito. Es decir... no hay mucho que... es... todo bastante casto. Labios sobre los suyos
Pues abre la boca a por él y e toca con la lengua los labios. Después de un par de veces entre abre los labios, la verdad para hablar pero Aamón le captura el de abajo, entre los suyos y se lo toca un poco con la punta de la lengua antes de soltarle.
Raguel levanta un poco las cejas porque esto... es distinto a cualquier beso en los labios que haya dado pero no se quita, como pretendía hacerlo. Quizás así se besaban los demonios. Le da un escalofrío con ese último movimiento.
—A-Así no nos besamos en el cielo... —susurra.
—Demos gracias de no estar ahí entonces.
—¿Cómo son los besos en el infierno? Ah... no... que no son en los labios... —Raguel se ríe un poquito con esa respuesta.
—Casi no hay besos en los labios.
—¿Usan la lengua? Eso es... un poco... —le mira a los ojos, a pocos centímetros de su boca—. No lo sé...
—¿Qué? ¿Por qué no? Es suave...
—Lo es... sentí algo... distinto cuando me tocaste el labio con ella —anda, anda, la curiosidad siempre nos lleva por buenos caminos.
—Ven... acércate otra vez y saca la tuya un poco para tocar la mía.
Tenemos doce años por lo visto.
Pues en este tema...
Raguel le mira y... es que no le parece tampoco que sea una cosa especialmente mala. Sonríe un poquito y saca la puntita de la lengua, acercándose.
Y ahí va el otro, como ahora vayas a besar a los ángeles así...
—Se siente... raro —admite Raguel, acercándose otra vez y abriendo un poco los labios—. Y tienes un sabor como a... ahumado.
—Tú sabes dulce.
—¿En serio? Pensé que sabría metálico.
—¿Por?
—Sabes... eso de tener piezas de oro por dentro —CASI suenas como Gabriel o Miguel.
—No creo que las tengas —se acerca y lo que hace es darle un lametazo rápido en los labios.
—Que teng... eh! —se ríe un poco... y se relame mirándole—. ¿Eso qué fue?
Aamón se encoge de hombros, sonriendo y Raguel frunce un poquito el ceño
—Eso fue un ataque... ¿sabes qué diría Miguel sobre ello?
—¡Un ataque! Más bien un... robo.
—¿Y crees que voy a dejate... así hacerme un... robo? Miguel me ha enseñado algunas cosas —Uy, sí... un montón de cosas Raguel.
—Ah, ¿sí? ¿Cómo cuáles?
—A no confiar en los demonios porque pueden robarte un lametazo... por ejemplo.
—Así que... ¿qué vas a hacer? ¿No confiar?
Entrecierra los ojos. Sonrisita del demonio... Raguel le mira los labios y es que es OBVIO lo que va a hacer, tan ridículamente obvio...
—No es un robo si me lo espero —asegura Aamón.
—Definitivamente no era un robo —se sonroja completamente atrapado, girando la cara porque además la palabra robo.
El demonio se acerca otra vez a robarle otro y se lo roba porque... no se lo esperaba. Risita.
—Ehhh! —vuelve a protestar un poco.
Otra vez. Pero esta vez le empuja para subírsele encima y besarle contra los cojines.
Raguel se ríe un poco dejándole hacer y cerrando los ojos. Si vas a besarle bien esta es tu oportunidad de meter el lengua a las amígdalas.
La verdad, ahora que nota que... así le tiene atrapado y no puede irse, aprovecha para eso.
Además la bocotota abierta. Sinceramente abre los ojos como platos cuando siente la lengua ahí dentro sin saber para nada que hacer. No le quita tampoco.
No es que Aamón sepa muy bien qué hacer pero... pues está improvisando y viendo qué pasa si hace esto o lo otro.
Entre la cercanía, la casi absoluta... castidad (a excepción de dos eventos la semana anterior), y que le gustas, repentinamente y sin esperarlo, Raguel suelta un sonido gutural que no había soltado nunca antes.
Aamon se separa un poco con eso para mirarle
Tiene la respiración agitada además y no sabe del todo que es lo que le está pasando.
—¿Q-Qué?
—Nada... nada. ¿Y sí... vuelvo a los besos que no son en los labios?
—¿A-A los... b-besos... d-dónde?
—Pues... en cualquier lado. No veo porqué habría de haber algún lugar que no...
—Besos —asiente, porque esto se siente bien. Extrañamente bien. Sonríe un poquito, tocándole la cara con las manos, confiando del todo en lo que está haciendo.
—Aunque... preferiría besarte la piel y no sobre la ropa.
—¿La piel? ¿P-Por? —no ha estado ni semidesnudo frente a... si mismo siquiera... nunca.
A ver si ahora va a ser una chica y nunca lo supimos... O tener dos penes... y una vagina.
—Pues... —le toma la mano y le da un beso en el dorso, sobre la piel y otro un poco más arriba sobre la manga—. ¿Ves? No es igual
Aunque el otro día con la posesión metió ahí las manos y tenía... lo que tienen los chicos.
Cierto. De hecho tuvo un orgasmo como lo tienen los chicos, así que no esperen una sorpresa tan grande.
—No, no lo es. Pero no puedo quitarme toda la ropa... nunca me la he quitado.
—Bueno, tal vez no hace falta que te la quites toda... toda —te puedes dejar... ehm... los calcetines. Nah, no creo, pero más bien no queremos asustarte.
—Empieza por el brazo... —lo extiende hacia él.
Aamón le toma de la mano y se humedece los labios mirándole como Gómez Adams mira a Morticia Adams cuando le habla en francés.
Raguel traga saliva y el demonio le besa en los nudillos mirándole a los ojos.
Él le sonríe un poquito porque eso es bonito y dulce, adí que sonríe un poco y sigue... a la muñeca, cerrando los ojos.
Raguel le acaricia la cara con la mano, cuando lo hace. Vuelve a mirarle, sube un poco más y cuando vuelve a acercar los labios a la tela, esta se deshace en cenizas.
—Ohhh...—Raguel traga saliva igual
Sonríe un poco más porque además, desde luego a él no le quema. Sube un poco más y vuelve a hacer lo mismo, sin soltarle la mano, tirando de él.
Le mira con mucha atención dejándole hacer. Otra vez... en el interior del codo.
—Seeeh... ummm... —medio susurra con voz grave queriendo hacer algún comentario genial pero... no le sale. Tiene un escalofrío, ahí le da más gustito inexplicable.
Al notar eso le recorre el antebrazo entero con los labios, haciendo que la tela se deshaga a su tacto, hasta el hombro.
—Mmmmm... e-esto es...
Aamón le mira, escuchándole.
—C-Como una a-adoración... —susurra. Terreno peligroso
El demonio entrecierra los ojos un poco y le resigue la clavícula hacia el cuello.
—No me importaría hacerte a ti mi Dios —ala. Ya tienes. Esa es tu palabra.
—A-Ahh.. N-No, no... eso... —otra vez el gemidito. Echa la cabeza atrás—. N-No está... d-del todo b-bien.
—¿Ella es celosa? ¿Eso no es pecado también? —susurra sobre su cuello.
—S-Si... n-No. E-Ella e-es m-más perfecta q-que yo —que soy perfecto. Ojos en blanco.
—A mí no me lo parece, si es así de celosa. Y si tú eres así de soberbio.
—Yo no soy soberbio y ella no es celosa —le alega, aunque no quiere que pare.
Aamón de echa un poco atrás para mirarle sacándole alguna protesta. Sonríe y se acerca a besarle en los labios otra vez.
Le abraza, entreabriendo los labios y esperando la lengua y ahí va, mira ahora ya no se te hace raro...
Pues si se le hace, solo un poco menos. No pasa mucho tiempo antes de que vuelva a sentir esa extraña sensación corporal de... calor. Aunque esta vez localizada. Bastante localizada. Y... si, apenas, repentinamente, experimenta los inicios de su primera real y medianamente consciente... erección.
Qué bonito.
Ahora quizás la va a parecer menos bonito porque le empuja un poquito para que se separe y otra vez tiene los ojos más abiertos de lo que debería.
Aamón parpadea sin leerle del todo.
Raguel abre la boca para decir algo, con la mano en el pecho de Aamón... pero no... No sabe que decir, aun extremadamente consciente de su... problema. Cierra la boca. La abre otra vez.
—¿Qué pasa?
—Q-Quizás deberíamos... j-jugar al juego que me has regalado —Vacila un poco más... y gira la cara algo avergonzado.
—¿Q-Qué? —¿Sabes ese sonido de cuando la aguja de un vinilo sale de su surco?
Raguel traga saliva, vacila un poco más. Le mira de reojito un segundo.
—M-Me gustan mucho l-los...besos —susurra y su cerebro le contesta "quizás demasiado" —. M-Mi cuerpo está... y-yo...
—¿Qué?
Raguel se muerde el labio.
—No es malo que te guste... déjame que te bese en mas sitios.
—E-En más sitios... —baja las manos directamente a la zona en cuestión—. ¿P-Por que no... l-lo intentamos otro día?
—¿Por? —mira donde pone las manos y luego le mira a los ojos.
—P-Porque no s-se q-qué hacer con... —vacila y gira un poquito la cara otra vez, avergonzado.
—¿Con?
—C-Con esto que pa-pasa.
—Puedo... darte algunos besos ahí —sonríe.
—¿A-A-A-Ahí?! —Otra vez los OJOS.
—¿Probamos?
—P-Pero... ¿¡a-a-ahí?! —vuelve a preguntar—. N-Nadie nunca me... l-lo que pasa es que... e-está... —le mira... sin saber realmente qué decir.
—Venga, si en el cuello te ha hecho reaccionar ahí... tal vez ahí...
—M-Me haga reaccionar peor. ¿E-Esto es n-normal?
—Sí.
—Nunca me había pasado eso con un beso —responde no muy seguro.
—Es porque... es un beso largo. Si te gustan los cortos... este es tu cuerpo diciendo que los largos también te gustan.
—M-Me... gusta...
—Exacto
—¿A-A ti te gusta?
—Pues... —hace un gesto para que le mire.
Raguel baja la mirada, vamos a decir, querido, que traes una túnica. ES difícil verlo.
—¿Quieres... verlo?
—N-No... sé.
—Sí me gusta —admite.
Le sonríe un poco, levanta la mano y le toca la cara... llenándole de amor. Aamón traga saliva con eso visiblemente.
Raguel le sonríe, acariciándole la cara y es que Aamón vuelve a echarse adelante a besarle.
Cierra los ojos, sonríe un poco más y le deja besarle, sin dejar de llenarle de amor en un flujo completamente continuo.
El problema es que... tal vez ya es suficiente esto y ahora lo divertido sería algo de fricción.
Raguel... es que realmente no opone mucha resistencia si quiere... Ehm... friccionarse. De hecho va a aprender aquí y ahora que todo es una cuestión de fricción.
Pues es posible que su plan sea tomar uno, tomar el otro y con la mano intentar... arreglar esto.
—Oh, Dios...
No se va a detener porque reces
—Oh, Dios mío, Aamón... ahhh —tiembla como una hoja porque se siente bien y... no sabe qué hacer.
Aamón... está de acuerdo en eso. Raguel le abraza, moviendo un poco las caderas instintivamente y dándole un beso en las labios y desconcentrándole un poco con eso, pero no deja de mover las manos.
—E-ESO se s-sien... a-ah! V-Voy a... tengo... siento... m-me...
—Shhh... sh, sh, sh... está bien, relájate
El ángel e lanza amor a diestra y siniestra, arqueando un poco la espalda... No es que Aamón no haga lo mismo a su modo y va a terminar en una de esas así medio escandalosamente. A Aamón le va a costar un poco más porque está haciendo demasiadas cosas a la vez.
Raguel le abraza, sin ayudarle realmente el muy cabrón.
Mientras no le impida... no pasa nada.
—¿E-Estás bien? —Raguel tiembla un poco aún entre sus brazos.
Aun no responde... y... y... un poquito máaaaas...
—Tan concentrado...
—Shut up.
—Tan enfadado —Se ríe un poquito.
Y... ahora.
Raguel levanta las cejas, mirándole atentamente. Es que... intenta contenerse, en serio. No ser tan obvio en la... explosión de placer.
Ah, eso nunca sale bien. A Raguel le... gusta su explosión de placer más de lo que quisiera admitir. Le aprieta contra él, dándole un besito en la mejilla.
—Esto te gusta más que el perfume de las flores...
—No... ugh. Shut up.
—¿¡No?!
—No digas... esas cosas —susurra aun jadeando un poco.
—¿Por? —pregunta acariciándole la espalda. El más tranquilo ahora ya por haber terminado antes—. Creo que... me...
—¿Te...?
—He mojado los interiores... otra vez.
—Ah... ya. Ya me he dado cuenta.
—¿Ha traspasado la tela? Ugh... —chasquea los dedos
—No...
—¿Entonces?
—Lo he... notado.
—Ohh... es por la explosión, ¿verdad?
El demonio asiente y el ángel se revuelve un poquito.
—Esto no lo había hecho nunca con un ángel. Ni siquiera sabía que erais capaces de hacerlo
—¿Crees que no deberíamos? —Vacila un poquito.
—¿Por?
—No sé... ¿porque alguien pensaría que no podemos hacer algo que es solo... amor? Y ustedes sí.
—No... lo sé
—Tú lo haces muy bien para ser un demonio... —le mira a los ojos.
—B-Bueno —sonrisita.
—De hecho ni siquiera lo noto —admite hundiéndole la nariz en el cuello.
—¿Lo notas?
—Que no eres como yo... fuera del olorcito a azufre —le pica un poco.
—Eso quisieras. Somos muy diferentes.
—No en el amor.
—Hombre... yo no lo siento como lo haces tú y no puedo hacer eso que haces de de repente..
—Tú lo haces todo el tiempo —le sonríe.
—¿T-Todo el tiempo? —Sí, incluso ahora.
—Todo. Yo también lo hago, solo... no lo sientes.
—A esas diferencias me refiero.
—Quisiera compensártelo —Le acaricia la mejilla.
—¿Cómo?
—No lo sé. ¿Cómo quieres que te lo compense? Haciéndote sentir cada vez que te toco —le roza con un dedo la mejilla y ahí va. Aamón se sonroja—. Y tocarte frecuentemente —añade sonriendo.
El demonio aparta la mirada un segundo y le vuelve a mirar.
—Así sentirías lo mismo que siento yo.
—V-Vale...
—Bien, parece lo Justo.
Asiente y le mira.
—Yo te he traído también un regalo —Se incorpora un poco, sentándose y separándose.
—¿Ah... sí? —le mira con curiosidad.
—Pues como le has dado uno a Miguel traje...Algo que no es muy personal. El... cielo a veces da estos regalos.
El demonio levanta una ceja y se incorpora a ver, Raguel saca una cajita pequeña.
—Traté de que no... Fuera algo que definitivamente no te gustara, pero ahora me da un poco de vergüenza mi regalo en comparación al... tuyo.
—¿Por?
—Porque no es un regalo... mío. Es del cielo. Quizás... mejor no te lo doy y te buscaré uno mejor.
—¿Qué es?
—Algo frío que no va a gustarte.
—Mmmm...
—Verás, los posibles regalos a elegir no eran... muy... —le extiende la caja, mirándole de reojo.
Aamón la toma y la abre. Es una especie de peine dorado.
—Es un acicalador de alas...
—Un... Pfff
—Ya, ya lo sé... —Se sonroja un poco más, y aprieta los ojos poniéndole la mano encima de las suyas—. Ugh, Aamón...
—E-Es que... —es que se muere de la risa.
—No iba a traer un pulidor de aureola, ¡verdad!
—Eso no es un poco... ¿vanidoso? o... espera, ¿estás hablando con segundas?
—¿Segundas?
—Pues... refiriéndote a otra cosa.
—No. Hablo de un producto celestial para limpiar la aureola que ocupamos en fiestas —parpadea sin entender.
—Ya, ya... ya me imagino.
—Venga, dámelo. Te traeré un mejor regalo.
Se lo tiende y él se lo guarda entre la ropa algo arrepentido de habérselo mostrado. Aamón sonríe y le acaricia la cara.
—Lo siento, ha sido... no esperaba que tú me trajeras un regalo bonito a mi.
—Tengo suficiente con lo que me has dado.
—Ese te lo hubiera dado aún sin regalitos...
—No necesito nada más.
—¿Nada... nada? —pregunta sonriéndole un poco.
—¿Pues qué podría necesitar?
—No lo sé... ¿una vivienda mejor que el infierno?
—¿Quieres que me vaya a vivir contigo al cielo?
—No creo que nos lo permitan... pero sigo pensando que las condiciones en el infierno pueden mejorar —le sonríe —. Las tuyas ya lo han hecho.
—¿Y eso planeas hacerlo a todos?
—No...
—¿Entonces?
—No sé si quisiera hacer esto con... ningún otro demonio. Ni ángel.
Sonríe complacido.
—Voy a confesarte algo —Raguel se sonroja un poco.
—¿Aja...? —pregunta con curiosidad.
—Es... algo serio —le mira de reojo.
—Vale, vale.
—En el cielo no... Existe algo como favoritismo.
—¿Y?
—Y... no lo había sentido nunca.
—¿Y cómo se siente?
—Como que no debería...
—¿Por qué no?
—Siento que no debería preferirte a ti, no es justo con el resto.
—El mundo no es justo.
—Yo sí lo soy. Es justamente... mi trabajo. Serlo.
—Intentarlo.
—Serlo siempre que puedo.
—Siempre que puedes no es siempre.
—Es casi siempre.
—Sigue sin ser siempre.
—¡Es siempre que es posible!
—Sigue sin ser siempre —repite.
—Solo Dios es justa siempre.
—Permíteme, me río.
—Si no lo es es porque no la entendemos —le mira.
—Permíteme me río más fuerte.
—Aamón...
—¿Qué?
—Sabes bien que no pienso eso...
—¿Qué piensas, entonces?
—Pues que ella si es justa, desde luego —aprieta los ojos.
—Ya... ya. Y si no, es inefabilidad.
—Sí.
Ojos en blanco del demonio.
—Quizás ella está probando mi fortaleza... quizás por ello...
—O quizás le da igual. O quizás ni lo sabe.
—Nunca le da igual. Todo se... todo se anota. Lo sabes.
—Lo anotas tú y solo las cosas de las que te enteras.
—Me entero de más cosas de las que me gustaría, además, ella me susurra lo que debo escribir por inspiración divina.
—Pues haz la vista gorda.
Le mira como si le hubiera sugerido algo... TERRIBLE. Aamón levanta una ceja y sonríe de ladito.
—No puedo hacer... la vista gorda. Lo que está mal está mal.
El demonio se encoge de hombros y se recuesta otra vez, manos a la nuca.
—Probablemente tenga que anotar esto ahí... que... siento que t-te... quiero más o distinto —no se acuesta, preocupado, notando eso.
—¿Alguien comprueba esos registros?
—Yo... y Ella. Ella es omnisciente y omnipresente, ¡todo lo sabe!
—Pues yo no la veo aquí.
—Pero lo sabe... lo sabe y comparará algún día mis notas con lo que ha pasado y si yo no anoto todo lo que debería...
—A lo mejor solo lo sabe porque tú lo anotas, ¿no has pensado eso?
—Si es así, es mi responsabilidad hacerlo bien. No sería justo para los que han caído que yo no ponga ahora lo de todos. Menos aún si no pongo lo mío.
—¿Crees que vaya a haber otra revuelta?
—¿En el cielo? No...
—Entonces, de aquí a que alguien revise... Estoy seguro que muchos otro habían hecho cosas malas también y como no se revelaron...
—¿Si oyes lo que estás proponiendo?
—¿Qué?
—¡Que falle del todo en la única tarea encomendada!
—Fallar del todo sería no haber escrito ni una sola línea.
—¡Quieres que elija las líneas que escribo!
—Ignorar información intrascendente no es malo. ¿A caso explicas lo que hace todo el mundo todo el tiempo? ¿Si se leen un libro o si rezan, también lo apuntas?
—No, yo solo apunto lo malo.
—¿Y apuntas cuando alguien... se equivoca sin querer?
—Explico la situación.
—Me refiero a... alguien entrando en una puerta equivocada, o empujándola en vez de tirar. O tropezándose por llevar los zapatos abiertos.
—No, eso es irrelevante.
—¡Pero son errores!
—Hay errores trascendentes y otros que no lo son.
—¿Y quién decide cuales son unos y otros?
—Pues... yo
—¿En base a qué criterio?
—A la biblia. A sus mandamientos. A las reglas que nos ha dado en general.
—¿En qué mandamiento dice que no puedes... tener favoritos?
—En ninguno, pero tenerlos es injusto y a mi ella me encomendó la labor de ser justo.
—¿Y qué pasa si yo merezco ese favoritismo?
—¿Merecerlo por...? No es que seas mejor que ellos. Tampoco creo que seas peor. Solo eres diferente.
—Porque he hecho cosas que ellos no.
—Ellos también han hecho cosas que tú no —le sonríe un poquito igual.
—¿Que les hacen merecedores de tu favor?
—Ser buenos conmigo, quererme y procurarme a pesar del trabajo que hago.
—Y burlarse de ti y tus ideas de venir aquí conmigo.
—Eso también un poco... también porque esta idea mía no es la más ortodoxa.
—Entonces, siendo justos, si cada cosa buena suma uno y cada cosa mala resta uno...¿tenemos realmente todos la misma puntuación?
—No, no. ¡No! Estás reduciendo esto al absurdo.
—No, estoy intentando ser completamente justo.
—Si alguien hace más cosas malas que buenas... es más malo que bueno.
—Y si todos hacen cosas más o menos malas y buenas, ¿quién es más bueno? Para ser justo habría que existir un baremo de puntuación.
—Puedes ser bueno toda tu vida y hacer una cosa lo bastante mala como para caer.
—No hablo de cuando caí.
—Yo tampoco necesariamente. Más bien hablo de... no es necesariamente en cantidad sino en calidad. ¿Sabes a que me refiero? No compensa una cosa mala con una buena. Puedes hacer muchísimas buenas y una muy mala.
—O muchísimas malas y una muy buena.
—Pues... tendría que ser una MUY buena. Pero yo creo que todo cuenta.
Aamón le mira a los ojos y se acerca a besarle otra vez. Raguel le deja, cerrando los ojos y haciéndole sentir amor con los labios, abrazándole.
El demonio le abraza también y se calma un poco porque... qué diga lo que quiera, seguro sí es su favorito.
Sí, si eres su favorito. Y vas a serlo más. Se queda ahí besándole suavecito un rato largo.
Aamón recuerda un poco el... primer beso, humedeciéndose los labios y se sonroja al notar a Crowley y Belcebú aun ahí.
—What?! —pregunta Belcebú mirándole los labios.
—Bueno, obviamente... conseguí tentarle.
—¿Y? ¿Se sintió culpable e hizo un drama? —pregunta Belcebú
—No... no al principio.
—¿¡En serio?! ¿Cómo le hiciste?
—Él no sabía que eso era pecado.
—Ooohhhhh... ¿¡en serio?! Pffff, que estúpido.
—Pues son ángeles, son inocentes —ojos en blanco.
—Pero esto es... G-Gabriel lo supo desde el principio.
—Será que no supiste llevarle-
—¡Claro que si le supe llevar! —Belcebú frunce el ceño.
Aamón se encoge de hombros sonriendo un poco.
—¿Y esa fue su primera vez? ¿Después de verle ocho veces te lo tiraste?
—Ehm... sí.
—¿Y cuándo se enteró de que era pecado? —Belcebú levanta una ceja.
