Pero no es bonito e incluye mucho enojo y gritos y un desastre dramático en el cielo hasta que Miguel... decide que suficiente, que va a ir a buscarle.
De hecho creo que ya está volando en caída libre como un halcón. Trae la armadura y la espada y da un poco de miedo.
Ugh.
Y trae los ojos un poco rojos, vale, ¡no le preguntes!
Miguel toca la puerta del convento en el que Azrael le dijo que estaba Gabriel... a la tarde siguiente.
Y en las tardes Gabriel no está ahí porque tiene lo de la trompeta.
Ugh, bueno, Miguel está ahí en la puerta, sentada en una banca que milagrosamente ha aparecido esperando que vuelva usando Candy crush gracias a las vidas are le manda Crowley que parece ser el único que le da vidas últimamente.
Nah, Gabriel también le manda vidas y le da me gusta a todo lo que pone desesperadamente.
¿Incluso ahora que está en aislamiento? Miguel siiiigue esperando con poca paciencia y vidas. Aunque ahora está tremendamente absorbida jugando The Battle Cats que es como perfecto para ella... pero ya se le ha terminado la XP necesaria para seguir jugando y Gabriel no vuelveeeeee.
Pues es que no siempre acaba uno tan rápido como desearía.
Belcebú dice que no sea cínico, que él siempre acaba el primero.
Miguel tamborilea los dedos en su pierna, desconociendo un poco esta sensación de tener que ESPERAR a Gabriel. Eso no suele pasar. No en el cielo. Claro que Gabriel habitualmente sabe que le espera...
¿Eso es algo pasivo agresivo?
¿Lo de Belcebú? Sí.
Ugh.
Aunque esa última vez en el parque... todo fue distinto. ¡Pero no nos distraigas!
Para el drama que está montando, si no le gusta, ya podría parar.
¡Sí le gusta! De hecho, ahora mismo tendría pánico si supiera que MIGUEL va a hablar con Gabriel considerando los antecedentes con Raguel.
Creo que no va a ser exactamente la misma conversación, pero bueno, tras un bueeeeeeeeeeen rato, ahí va Gabriel. Se queda congelado al verla, aun con un sombrero (este es un panamá) y su traje de lino hoy... y la bolsa con la trompeta.
—Hey... —le saluda ella un poco con voz plana.
—M-Miguel... —se queda un poco congelado.
—Me dijo Azrael que te podía encontrar aquí... espero que no te importe que haya venido.
—N-No... —baja la cabeza.
—Esperaba que... —se aclara la garganta—. Esperaba que no estuvieras aquí... y que nada de lo que me ha dicho fuera propiamente cierto, pero veo que... —Le mira de arriba a abajo—. Sí que estás aquí y pareces estar... bien.
—Estoy bien.
—Bien... —repite no muy segura.
—Sí, bueno... ya sabes.
—Hmmm... En realidad estoy un poco perdida con todo lo que está ocurriendo... No sé si Azrael no se supo explicar o...
—¿Qué te dijo?
—Que estás renunciando a todo por... Belcebú.
—Bueno, el problema es que no es compatible lo uno con lo otro.
—¿Por qué no lo es?
—Pues porque tenemos normas, Miguel.
—Pues sí pero... Gabriel ¿Qué estás haciendo con ella exactamente?
—Voy... a casarme con ella.
—Vas a... casarte con el Príncipe del Infierno —Setenta y tres parpadeos seguidos.
—Sí.
—¿Por qué vas a casarte con ella? Casarte, ¿CASARTE? ¿Cómo se casan los humanos?
—Porque la quiero.
La cara de... estoy intentando procesar esto, de verdad, DE VERDAD estoy intentando procesarlo
—N-No es... convencional, p-pero... ehm... wow. WOW.
—Es la voluntad de Dios —repite volviendo a bajar la cabeza.
—Eso ha dicho Azrael que dices tú... pero Gabriel... no puedes solo irte del cielo. Pongamos que sea la voluntad de Dios, ¡también lo es que estés con nosotros!
—Pero no es compatible.
—¿Quién dice eso? ¿Dónde lo dice?
—Parece una norma bastante clara del funcionamiento de todo esto.
—No me parece una buena idea.
—Ya lo sé.
—Pero por lo que veo a ti sí te parece una idea... agradable —hace una mueca, cruzándose de brazos—. Aun así, no concibo que tu solución sea simplemente... dejarnos de hablar para siempre como si hubieras caído.
—¿Y qué propones?
—Lo que yo propondría sería que... —aprieta los labios y baja la mirada—. Algo que creo que no estás dispuesto a hacer. Así que mi segunda propuesta es que... hagas las dos cosas. No entiendo por qué has de castigar al cielo con tu ausencia solo por... que se te ha encomendado una nueva tarea.
—Porque son tareas incompatibles.
—¿Estás seguro que esta es la tarea que te ha encomendado Nuestra Señora?
Asiente. Miguel se humedece los labios, mirándole.
—¿Vas a... i-invitarme? —pregunta cambiando el tono.
—¿Qué?
—Al... casamiento.
—No puedo... ni siquiera sé cómo va a ser eso
—¿Por qué no puedes? Necesitarás... alguien que... esté contigo, ¿no? No es una tarea fácil la que te ha encomendado.
—Voy a ser un humano, los humanos no hablan con los ángeles.
—Si que hablan con los ángeles.
La mira.
—Llevan días hablando contigo todos, no. ESO sí que no me parece ni siquiera una opción. Puedes dejar de trabajar conmigo si quieres, pero es imposible que dejes de hablarme.
A Gabriel se le humedecen los ojos.
—De hecho, ¿sabes? Los humanos tampoco se casan con los Príncipes del Infierno... así que serás un humano muy particular —se humedece los labios otra vez y le mira a los ojos, teniendo que tragar saliva.
—P-Pues... lo hacen si el demonio así lo quiere.
—Si el demonio tiene todo ese poder, ¿crees que no lo voy a tener yo?
Gabriel cierra los ojos y le caen las lágrimas. Miguel... que hasta ahora había conseguido más o menos bien controlarse, se le acerca, abrazándole. Él la abraza de vuelta.
—Eh, venga... Nuestra Señora siempre nos pone obstáculos que sabe que podemos superar... vas a hacerlo bien, estoy segura —le aprieta contra sí con fuerza y solloza igual.
—No quiero dejar el cielo.
—Menos mal... por un momento pensé que de verdad querías —susurra un poco aliviada, mientras le aprieta contra sí más aún—. Yo tampoco quiero que lo dejes.
—Pero tampoco a ella.
—E-Estoy teniendo serias dificultades para entender eso —confiesa—. ¿No puedes solo... ser un buen... enemigo de ella?
—No.
—Entonces no la... no la dejes. Ven, ven al cielo... te extrañamos muchísimo, Gabriel... todos. Todos van a estar felices de tenerte arriba, aún con... una esposa terrible.
—No es compatible, ¿Cómo podría serlo?
—Encontraremos la forma.
Gabriel la aprieta contra sí.
—Dime por favor que vas a venir conmigo...
—Nadie va a tomarme en serio en el cielo, ¿cómo podríais? Ni siquiera yo podría tomarme en serio.
—Yo te tomo en serio, eres tú... con una misión mucho más dificil de lo que pareciera —se separa y le toma una mano, limpiándose la cara con un chasquido antes de tomarle la otra mano—. Es SU voluntad, quien esté en contra de esto está en contra de ELLA.
—Ya lo sé...
—¿Ves? Son compatibles —Sonríe un poco, él la mira—. ¿Cuándo fue la última vez que alguien más recibió una misión de Nuestra Señora?
—N-No lo recuerdo. ¿Pero qué crees que quiere?
Miguel se humedece los labios porque de por sí ya bastante... trabajo le está costando todo esto.
—Explícame... por favor, qué es lo que tienes con ella. Explícame cómo es.
—Amor, Miguel.
—¿Pero c-cómo funciona el amar a... un demonio? Ella... ella... ¿Te da... algo? Te... ¿Cuál es el beneficio? ¿Cuándo pasó todo esto?
—Ella me quiere.
La verdad, Miguel vuelve a mirarle un poco dudosa...
—No como tú, de otro modo.
—Es difícil imaginármela a... ella... queriendo algo sin interés. Me ha dejado el cuerpo... asqueroso —arruga un poco la nariz.
—Ya lo sé... y a Uriel... le hizo eso...
—Es una BESTIA. ¿A ti no te hace daño? Como te toque, te juro que yo la MATO.
—No, no me hace daño.
—¿Es buena contigo? La voy a estar observando... que no crea que no. ¿No te hace sufrir ni gue hace cosas feas? Es un demonio, Gabriel, tienes que cuidarte mucho, todo el tiempo —le aprieta las manos.
—Pues claro que me hace sufrir, ¿viste lo que hizo en navidad? ¡Y frente a todo el cielo!
—Pues... eso dicen, yo estaba completamente KO en tu oficina. ¿Y qué es lo que te gusta de ella entonces?
—Es... difícil de explicar.
La mirada que le echa Miguel.
—¿Qué te puedo yo decir... viste lo que hizo en Navidad? ¡Y frente a todo el cielo!
—Cielos... cielos. Te estás dejando TENTAR.
Gabriel aprieta los ojos sin responder.
—T-Te vas a tener que dejar seducir del todo...
Él la mira, ella se lleva la mano a la boca porque bien que le conoce.
—Ohhh... Gabrieeeeel
—¿Qué? ¿Qué quieres decir?
—S-Sex. Has... te has...
—Ah... —se sonroja.
—Oh, Dios... —hasta se persigna.
—¡Miguel! —protesta apretando los ojos.
—¡Pues tú! —Miguel se ha sonrojado BASTANTE con esta parte de la conversación.
—No entiendo porque me estás preguntando esto, ¿qué quieres saber?
—¡Todo! ¡Antes me lo contabas todo! Ahora seguramente se lo contarás todo a ella —sí, está celosa. No por... ponerse celosa por eso, pero lo está.
—¡No podía contarte esto! —protesta.
—¡Sí podías!
—¿Qué querías que te dijera? Fueron tres veces, las dos primeras me resistí todo lo que pude e hice penitencia y la tercera fuí yo.
Miguel se sonroja más con esto, la verdad.
—Dios mío... —se vuelve a persignar.
—Fue al bajar de Navidad. Justo después. Contra un árbol en el parque al que salgo a correr. Paso por ahí cada día.
Miguel aprieta los ojos y se muerde el labio.
—C-Contra un árbol, claro... ehm... ¿n-no hacen esto los... los humanos en... ehm... otros lugares?
—Otra de las veces fue en un mausoleo. Y otra en un confesionario.
—En... ¿e-en un confesionario? ¡Gabriel! —le riñe un poco—. ¿Pero qué es tan... tan... ugh, pues claro que lo es, ¡es un demonio!
—Me resistí tanto como pude.
—¿Y cómo llegó de ahí al punto en que te quieras casar con ella? ¿Estás seguro de que quieres?
—Es la voluntad de Dios.
—Pero entonces... no quieres.
—No importa lo que yo quiera.
—Pero no es lo mismo que te manden a hacer algo que quieras...
(Ahora resulta que no quieres... protesta Belcebú, que igualmente está sonriendo tontamente con toda esta conversación.)
(Sabíamos que protestaría.)
(¡Pues qué clase de declaración es que está con ella porque Dios lo quiere!)
(La que se le da a un ángel.)
(Puaj.)
Gabriel se mira las manos, bajando la cabeza. Miguel se cruza los brazos y le mira con los ojos entrecerrados.
—¿Quieres que la mate?
—¿Qué? ¡Claro que no! —vuelve a mirarla, asustado.
—Si me estás diciendo que realmente no quieres casarte con ella... puedo hacerlo. Tengo todo el poder del cielo en mi ejército, puedo ir... y matarla.
—Ella no es el problema, Miguel.
—Tú nunca has sido ningún problema, Gabriel.
—Tampoco he dicho que el problema sea yo.
Miguel se revuelve un poco.
—¿Sabes quién es el problema? Lucifer. Ve y mátalo a él.
Miguel mira a Gabriel a la cara y abre la boca para decir algo. Luego la cierra. Gabriel la mira con cara de circunstancias, ella sonroja un poco y se mira las manos.
—Exacto.
—Lo siento —susurra. Un poco regañada, la verdad.
—¿Qué sientes?
—De verdad estoy intentando adaptarme a esta idea... —se pasa una mano por la frente.
—Mira, solo ve y... hazlo. Lo entenderás todo mejor. Y si Dios quiere que yo lo haga, tal vez quiere también que lo hagas tú.
Ella le mira de reojo y se sonroja un poco más, aclarándose la garganta.
—N-No sé de qué hablas —gira la cara.
—Se lo pregunté, ¿sabes? —Gabriel suspira, cambiando de tema. Miguel vuelve a mirarle—.Tú no lo viste, no sé qué te habrán contado —no la mira—. Estaba cantando el Ave María, como siempre... No, como siempre no, no me salía la voz. ¿Recuerdas cuando le pasó a Raguel hace años?
—Sí, sí me acuerdo —asiente y lamenta no haber estado ahí para ver lo que le ha pasado a Gabriel, porque por más que le cuenten últimamente siente que todo han de contárselo.
—Raguel supo... tengo que hablar con él. Pero eso es otro asunto. Ella apareció en la sala, con una chaqueta mía, que le iba enorme, gracias a Dios y nada más. No se le veía nada impropio, pero nunca me ha parecido más tentadora.
—Se había escondido en tu oficina... —susurra ella—. Dejó mi cuerpo ahí. Vi la... ¿te acuerdas que puse esa cámara de seguridad en el pasillo?
—Sí, pero eso ya no importa, Miguel. Frente a todo el cielo. Solo faltabas tú. Fue un ESCÁNDALO y... ni siquiera podía templar mis emociones. Se agolpaban todas a la vez en mi. Yo no debería tener problemas para templar nada, Miguel... por definición.
—Fue una prueba...
—Me la llevé. Y lo hice. En el parque. No pude templarme, lo hice. Lo hice yo.
(Y fue maravilloso, querido, ojalá lo repitas)
—Terminé y me fui. A una iglesia. Y recé. Le pedí a Nuestra Señora que me guiara. Ya no pedí más perdón, solo... guía. Y Nuestra Señora la hizo entrar en la iglesia tras de mí. Con un diamante robado y pidiéndome matrimonio, Miguel.
Miguel le mira a los ojos.
—Podría haber hecho que entrarais vosotros. Podría haber hecho que se me acercara el padre, podría no haberme respondido, Miguel. Pero lo hizo.
—Parece incluso más claro que... otras veces que la hemos interpretado... —Miguel traga saliva.
—¡Lo sé! ¿Has visto alguna vez a un demonio entrar a un templo?
—No...
—Les duele. No pueden casi andar. Uriel inventó esa especial bendición para ello hace milenios y funciona. No es que no puedan entrar, pero les cuesta.
—Pensé que simplemente no entraban.
—Supongo que solo lo hacen si no les queda más remedio.
—Pensé que tú le habías pedido a ella... lo del matrimonio.
—No...
—Quizás quiere que... la distraigas o que la ayudes a ser mejor —Miguel suspira.
—No lo sé. No sé cuál es el propósito de esto, solo sé que es lo que Dios quiere que pase.
(Aziraphale asegura que ese argumento para él no sería válido)
Miguel se humedece los labios.
—No sé si algún día voy a acostumbrarme...
—Tal vez... tal vez siempre malinterpretamos las escrituras. Tú sabes que yo era quien les decía a los profetas la palabra. Siempre advertimos de la guerra que acabaría con todas las guerras entre cielo e infierno. Pero tal vez no era una guerra. Tal vez se refería al fin de cielo e infierno. Al fin de los dos bandos separados. Al juicio final en el que se decidiría realmente... como debían acabar las cosas, tal vez no era una guerra de armas, ni siquiera un conflicto.
La cara que pone la comandante del ejército celestial debe ser hasta cómica
—Eso explicaría porque lo que hizo el apocalipsis fuera unir a un ángel y a un demonio, en vez de realmente iniciar una guerra. Esto es lo que está iniciando el apocalipsis. No sería la primera vez que malinterpretamos sus intenciones y que no obtenemos corrección hasta que las cosas empiezan a suceder.
—P-Pero...
—¿Aja?
Miguel aprieta los ojos.
—Ya, ya... ya sé cómo suena todo esto.
—¿Para qué me ha encomendado a mi tener un ejército?
—Tal vez para protegernos. Para que no crean que esto es tan sencillo y van a poder hacer lo que ellos quieran. Tienen un poder enorme, Miguel, pero esto tiene que ser equilibrado.
—No lo está siendo.
—¿No?
—Tú estás considerando perderlo TODO por ella. ¿Qué pierde ella?
—Ellos no tienen que perder nada porque no tienen nuestras normas. No tiene ningún sentido hacerla sacrificarse de algo solo porque yo tengo que hacerlo —suspira.
—Necesitas balancearlo o no vas a sobrevivir.
—Miguel, es que no lo entiendes. No me sacrifico por ella. Me sacrifico por vosotros.
—Más a mi favor... —aprieta los ojos.
—¿Por?
—Esto tiene que salir bien.
—Lo hará. Dios no me dañará a no ser que sea en pro de un bien mayor.
—Necesitas al cielo para hacer esto bien —Miguel le mira de reojo.
—¿Por qué? No quiero... no quiero salpicaros de esto. ¿Y si estoy equivocado? No quiero influenciaros.
—Dios no permitirá que se pierda el balance. Gabriel, nos necesitas... y nosotros a ti. Necesitas al cielo a tu espalda, como ella tiene al infierno a la suya. Si esto es correcto, tendrás que guiarnos. Si no lo es, te guiaremos de nuevo a la luz.
Gabriel se humedece los labios porque en realidad... quiere volver. Así que asiente. Miguel sonríe sinceramente.
—Yo que iba a mudarme ya a tu oficina...
—No creo que sea tan fácil ¿Imaginas lo que dirán todos?
—¿Mudarme? No... Con la de ropa que tienes... —Bromea un poco, aliviada de que al menos en primera instancia haya accedido.
—No... Que suba. ¿Imaginas lo que dirán todos? —aprieta los ojos.
—Todos van a alegrarse mucho —le toma la mano.
—Al principio sí, pero todos me van a pedir explicaciones.
—Y vas a dar solo las importantes.
—Yo no soy un principado. Aziraphale lo tuvo muy fácil —la mira.
Le oímos gritar desde aquí.
Sí. O sea nadie sabe cómo se atreve... Le mandaste a MATAR al demonio. Casi se lo matas tú! Le has humillado hasta el cansancio...
Ya, ya... Él no lo ve así. Obviamente.
—Ya, bueno, pero tú no eres Aziraphale...
—Por eso.
—No, él es débil y sin aspiraciones. A ti esto no te va a llevar a la ruina.
—Pero a mí me conoce todo el mundo.
—Pero tú eres fuerte y admirado.
—Por eso.
—Eso puede ser algo bueno o algo malo... si es verdad que van a cuchichear, pero si te ven como siempre... dejaran de hacerlo.
—No estoy seguro.
—Has sido un buen líder desde la creación.
Gabriel suspira.
—Me has convencido a mi ¿o no? Vas a tener que ser más duro un tiempo y... sí, esto te hará menos popular con algunos, pero...
—¿Y si me estoy equivocando? —Aprieta los ojos.
—Ya nos hemos equivocado antes... y ella encuentra siempre la forma de hacernos enderezar el barco. Ten fe.
—No quisiera haceros esto más difícil a todos por mi error.
—Yo no voy a dejar que vengas aquí tú solo.
—¿Por?
—Quizás estoy siendo muy egoísta... —Se revuelve.
—¿Por qué dices eso?
—Porque de verdad quiero que vuelvas al cielo —aprieta los ojos porque cada vez que parece convencerle vuelve a sonar poco convencido—. Y de verdad quiero ir a tú... evento si te casas.
—No sé cómo sea eso. No quiero quedarme aquí, pero no quiero haceros daño y siento que lo haré si subo de nuevo.
Miguel se muerde el labio y gira la cara.
—Siento que cimbrarán todas las normas ¿Y si los pequeños empiezan a irse al infierno sin el cuidado adecuado? ¿Y si intentan imitarme por curiosidad y... algo sale mal?
—Entonces los educaremos para que no lo hagan, igual que no van a pelear al infierno solos para imitarme a mí por curiosidad —se limpia los ojos—. ¿Qué hay de todas las otras cosas que sí le das al cielo y de las que ese demonio nos va a privar?
—Pero ¿cómo vas a educarles a que no hagan algo que nosotros hacemos?
—¿No has dicho tú que quizás sí lo tengamos que hacer? La cosa es que lo hagan de una manera correcta... —protesta apretando los ojos—. No puedes esperar que...
—¿Qué?
—Te olvidemos así, te dejemos ir...
Suspira de nuevo.
—Estoy enfadada... estoy... Detesto a Belcebú... quiero que desaparezca por... robarte del cielo.
—No me ha robado.
—Vas a dejar de estar ahí, la prefieres a ella, ya no quieres vernos... y tengo miedo y... no quiero soltarte. Y no sé si estás pensando en las consecuencias de todo esto.
—¿Cuáles crees que sean?
—Estoy siendo tan egoísta... —vuelve a susurrar, apretando los ojos.
—Y no es que no quiera veros, esto lo hago por vosotros.
—Si esto es lo que sientes que debes hacer... voy a apoyarte en ello y ayudarte en lo que necesites —termina por susurrar volviendo a limpiarse los ojos.
—No quiero quedarme aquí. No quiero ser un humano, no quiero dejar el cielo.
—Entonces ven... sube conmigo, vuelve al cielo. Encontraremos la forma de que funcione. La hemos encontrado con todas las demás cosas, no veo por qué no vamos a encontrarla con esta también —llega otra vez a la misma conclusión ala que llevan llegando varias veces. Esta vez, de hecho, se levanta—. Vamos.
Gabriel se levanta tras ella. Miguel sonríe y le extiende la mano, él se la toma, igualmente nervioso.
—I love you.
—Y yo a ti —se la aprieta
Y ahí se van en un rayo al cielo... otra vez.
