A todo esto... Gabriel cruza las puertas del infierno.

Hala... Belcebú, que está en una junta, estira la espalda... sintiendo una perturbación en su infierno. Chan chan chaaaan…

Ya, ya... Gabriel anda por los pasillos con cara de asco y el ceño fruncido sin estar muy seguro de dónde va. Pregunta por Belcebú.

La verdad es que le dan una instrucción incorrecta a propósito.

Los DETESTA.

Mientras Belcebú empieza a tamborilear los dedos en su escritorio, nerviosamente, tratando de... centrarse en lo que dicen. Peor es que la sensación de que algo va... ¿quizás mal? Es... un poco intensa.

Hay algunos cuchicheos en la junta porque alguien de no sé qué pasillo ha visto a no sé quién ir por no sé dónde que parecía un ángel pero no están seguros y le ha dicho al otro que informara a quien sabe de que qué coño les pasa a los ángeles últimamente que bajan aquí como si esto fuera su puta casa, ya no se puede estar tranquilo.

Así que el otro ha informado a dos más que menudo morro tienen, esto con Leviatán no habría pasado y que qué coño le pasa a Belcebú.

Y esos dos más habían ido a decir que Leviatán estaba dejando que entraran los ángeles para enfrentar de nuevo a Belcebú.

Total que al final en realidad no era un ángel si no alguien a quien habían perdonado y ahora se había perdido de camino al puto cielo. Y había un intenso debate entre filas para decidir si querían o no ser perdonados.

Belcebú, atrapada aún en la junta, golpea en la mesa para callarles a todos frunciendo el ceño.

Lo consigue, claro.

—¿Se puede saber que habla todo el mundo?

—De piruletas —suelta alguien al fondo.

—¿Quieres ir a hablar de piruletas con Leviatán en fondo del lago de azufre hirviendo?

De repente nadie ha dicho eso, mira tú que cosas.

—Ehm... bueno, con esto se termina la junta —decide Belcebú, ejem, poniéndose de pie.

—¿Entonces en qué queda todo?—protesta alguien como siempre.

—Podrás leerlo en la minuta de la junta cuando Hastur la envíe —Que no se diga que Hastur no es uno de los consentidos...

Con amor.

Y es que aún tiene este... sentir de qué hay algo mal por aquí que no debería ser y los cuchicheos no están ayudando en lo absoluto.

Hastur protesta por ahí detrás because... that's what demons do.

Y si no es Hastur, es alguien que ha creído que le nombraban a él porque hoy Belcebú parece un poco gangosa.

¡Gangosa!

Pues yo qué sé, así ha sonado.

—Bueno, Bueno... largo —hace un gesto con la mano saliendo ella de la sala de juntas aún con esa asquerosa sensación...

Cuando Gabriel, que les ha encontrado AL PUTO FIN entra por la otra puerta. Vamos, que no es como que vayan a cuchichear menos si ENTRAS ahí.

Belcebú mira hacia el pasillo sin haberle notado. De hecho, el resto, que estaban, recogiendo, se callan al verle.

—What the fuck! —exclama uno, sorprendido

—Nada en este maldito lugar tiene sentido y sois todos unos embusteros —protesta Gabriel.

—Eres... eres...

Vuelve a salir por la puerta que ha entrado, sin ni mirarles, al ver que ella no está. Bien, ella está en el pasillo caminando hacia su despacho.

Va a seguir vagando por ahí.

Belcebú pone un par de cosas en su oficina, pero es que esto... es qué hay algo por aquí que... ¿se siente raro? ¿Huele raro?

Oh, joder.

¿Qué?

Lo van a apresar por idiotas todos. Unos y otros.

Belcebú quiere matarles a todos. ¿Al menos alguien le va a decir que le han apresado?

No... lo sé.

Pues sí que alguien viene con el chisme porque Belcebú a pesar de todo tiene varios aliados en el infierno.

Y pues... ahí va a verle a la celda, tan agobiada de pensar que puto pretexto va a usar ahora para sacarle. Aun así, no puede evitar sonreír tontamente en cuanto cruza por la puerta de la celda.

—¿Esto... es una especie de venganza?

What? ¡Suéltame!

—No sabía que venías... no te habrían apresado. Estaba en junta.

—¡No puedo creer que permitas que pase esto!

—Estaba en junta y no sabía que vendrías —chasquea los dedos y le quita las cadenas que le han puesto. Le sonríe.

Respira como si hiciera mil años que no lo hace, ella se le acerca un poco.

—¿Te han hecho daño?

—Sí —la mira frunciendo el ceño y masajeándose las muñecas

—¿Quién ha sido? Lo castigaré —frunce el ceño también y da otro pasito hacia él.

—¿Cómo voy a saberlo? Unos idiotas con escamas y animales raros en la cabeza que apestaban como apestáis todos —arruga la nariz y se echa atrás.

Belcebú vacila con toda esa frase y parpadea con la nariz arrugada y el paso atrás.

—Es el infierno, Gabriel... vamos, anda, ven a mi oficina.

—¿No podemos subir a la superficie para hablar?

Belcebú sonríe, porque la superficie implica que pueden ser más... ellos dos.

—Sí, sí que podemos. Hay que salir de la celda —le hace un gesto con la cabeza.

Él se va a la puerta esperando que le abra. Cuando sí está cerca de él... antes de abrir, le toca un poquito la mano, sutilmente.

—Podrías haberme llamado y habría subido...

Gabriel se aparta un poco más rápido y nerviosamente de lo que amerita.

—Bueno, no lo he hecho. Vámonos.

Belcebú le mira, y vuelve a sentir que algo aquí... no está bien. Tragando saliva y chasqueando los dedos para abrir la puerta.

El ángel sale delante, deprisa y sin mirarla.

Belcebú suspira, empezando a tener miedito de lo que sigue. Sale detrás de él y tiene que empezar a callar a los guardias que se quejan de que le deje salir. Maldita sea. Encierra a dos a chasquidos.

Gabriel lo mira todo arrugando un poco la nariz pero no dice nada.

Después de pelear un poco más, de amenazar a todo mundo y de descorporizar a alguien, se gira a él, tomándole del brazo.

—Vamos a tener que salir por aquí —señala hacia arriba —. Ya sé que no te gusta.

—¿A qué te refieres? —Se tensa cuando le toca.

Tira de él acercándole y de golpe ahí van por la tierra como zombies.

Una vez llegan a la superficie, tose como si se hubiera comido todo el mantillo del infierno hasta aquí.

Belcebú le hace los ojos en blanco chasqueando los dedos y limpiándole del todo. Están en... el cementerio. En su cementerio.

—¿Qué es lo que te pasa hoy?

—¿A dónde me has traído? —protesta igual quitándose tierra de encima que ya no tiene.

—A donde siempre... —se le acerca —. Ya te he limpiado. ¿Qué pasa?

—No vuelvas a hacer eso —protesta igual—. Tengo que decirte algo muy serio.

—¿Qué? —Belcebú suspira.

—Voy a subir al cielo. Y no voy a volver a bajar. Eres una mala influencia y aunque me ha costado verlo, me he dado cuenta finalmente. No intentes volver a ponerte en contacto conmigo... y... Ignórame si yo lo hago.

Belcebú traga saliva con todo ese discurso.

—P-Pero has dicho que sí... me has llamado tu prometida. Gabriel... ya... ya sé que... —nueve las manos y da un paso hacia él—. Fuck. Ya sé que lo hice mal otra vez pero...

—Desde luego que no eres mi prometida.

W-What? Pero... Gabriel... —da otro paso hacia él y le intenta abrazar del cuello—. Please! Lo siento, ¿vale?

—No es algo que puedas pedir perdón...

Se le cuelga encima, abrazándole con las piernas.

—¡Suéltame!

—¡No! —le busca un beso.

Él aparta la cara y la empuja. Se le baja de encima, porque esto... no había pasado nunca antes.

—¿Qué te pasa? ¿Qué te hicieron? —pregunta enfadada y la verdad los ojos se le llenan de lágrimas.

—Ya basta, Belcebú. Tu influencia no va a afectarme nunca más.

—¡La tuya va a afectarme para bloody siempre! —le mira, con el corazón acelerado—. You LOVE ME.

—No lo hago, no seas ridícula. Era todo mentira.

—¡No es verdad! ¡Lo he sentido! —replica y ni siquiera está haciendo un ligero esfuerzo para no llorar abiertamente. Tanto que se tapa un poco la cara con las manos y se pone en cuclillas, antes de gritar un poco y ponerse de pie—. No sé qué está pasando, pero tú... tú... mírame.

Él lo hace, humedeciéndose los labios. Un poco sorprendido, en realidad.

Please... —se le acerca —. ¿Qué quieres que haga?

—Que dejes de hablarme y te olvides o... lo que sea. Déjame en paz.

Y es que... no suena ni siquiera levemente triste ni contenido. No. Suena serio e impertérrito. Intransigente.

Belcebú es que... debe sentirla. Se le están saliendo completamente los patitos de la fila, por más que intenta recomponerse, el amor... se le sale por cada esquina y cada hendidura.

Él levanta un ceja con eso pero no lo menciona.

—¿Qué hice mal? Que... dime qué hago. Please, déjame arreglarlo —ay... sí, está suplicando.

—Confiarte, demonio. Y creer que iba a creerte.

Belcebú se limpia un poco la cara, pero llora igual, desconsolada.

—Tampoco voy a creerme este espectáculo, así que puedes ahorrártelo y espero que te haya quedado claro —mira alrededor.

Belcebú le mira, porque Gabriel es muchas, muchas cosas. Le conoce bastante bien... pero nunca ha sido cruel con ella. Si alguien alguna vez le ha tratado como si fuera algo más que un demonio ha sido él. Y esto... es cruel.

—No sé qué te hicieron, pero... —se limpia la cara con las manos—. Voy a averiguar que fue...

—No me hicieron nada más que mostrarme el camino recto de Nuestra Señora y encauzarme a él de nuevo. Y no vas a desviarme otra vez con tus truquitos como en navidad. Vamos a poner una bendición en el cielo para que cualquier demonio que se le ocurra volver, sienta lo mismo que al entrar en un templo.

I don't care —susurra metiéndose de golpe en la tierra.

Gabriel pone los ojos en blanco y luego sube al cielo con un rayo.

Belcebú tarda un rato, pero vuelve a hacerse bolita a la cripta, abrazando la camisa que le robo a Gabriel la última vez.

xoXOXox

Cuando Gabriel llega al cielo se pasa las manos por el pelo y se cruza con Miguel.

Él le sonríe un poco pasando por su lado. Miguel le sonríe también.

—¿A dónde vas?

—Vuelvo. Ya lo he resuelto todo—le sonríe más y vuelve a pasarse las manos por la cara y el pelo, a medida que lo hace deja de tener el aspecto de Gabriel para volver a su aspecto. URIEL.

—¿Ha sido difícil?

—No. Ella... hacía cosas muy raras y hasta se ha puesto a llorar. Creí que me golpearía o algo peor.

Miguel hace los ojos en blanco.

—Bueno, menos mal que no te ha hecho daño. Estoy segura de que Nuestra Señora agradecerá el riesgo en el que te has puesto.

—Todo es por él —asiente—. Aun no estoy segura que no intente ponerse en contacto con él igualmente, habrá que hacer algo con eso. Cambiarle el teléfono o algo.

—Y él... Podría ponerse en contacto con ella.

—No lo hará si le mantenemos ocupado.

—Yo me encargo de eso —asiente Miguel

Uriel sonríe cambiándose de ropa también con un chasquido de dedos y asiente.

—Volveré a bajar si es necesario, no parece haber sospechado nada.

—Menos mal... él tampoco tiene idea, me parece. Sí que podríamos... —son unas hijas de puta, las dos.

—¿Qué?

—¿Y si hiciera yo lo mismo con él?

—¿Ir... cómo ella? ¿Podrías? Una cosa es un demonio que no siente, pero romperle el corazón a Gabriel... Aunque seguramente lo necesite y a la larga...

—A la larga más vale una colorada que cíen descoloridas.

—Si eres capaz...

—El problema es... el amor —Miguel traga saliva.

—¿Por? Ella lo emanaba.

—¿¡Amor?!

—Sí, bueno, probablemente de algún modo falso.

—Si ella lo emanaba entonces no necesariamente va a notarlo.

—No creo que él pueda diferenciarlo. ¿O crees que sí?

—¿Tú podías diferenciarlo?

—Mmm... No lo sé, no creo.

Miguel le sonríe.

—Entonces sospecho que... vamos a tener que hacerlo. Aunque creo que será duro.

—Sí...

—Pero a la larga... Aunque... Gabriel está convencido de que todo esto es la voluntad de Dios.

—Algo dijo Azrael sobre eso, pero...

—Me ha contado como fue y... ¿y si nos estamos equivocando y yendo en contra suya?

—¿Es que como va a ser voluntad de Dios que... un demonio esté manipulando a Gabriel?

—Y no es un demonio, es ELLA.

—Exacto.

—Aún así, cuando él me lo contó me pareció medianamente convincente —se recarga en la pared.

—¿Y qué quieres hacer?

—No, no... No. Esto es sin duda lo más práctico.

Uriel asiente.

—Podría... hacerlo ahora mismo.

—No está... me dijo que iba a hablar con Raguel, por eso bajé, pensé que estaría ocupado.

—Ugh... últimamente me ha hecho esperarle todo el tiempo. Buscaré la manera...

—No seas muy dura —Suspira sonriendo un poco.

—Nah, no soy capaz... —se ríe un poco—.Además voy a representarla a ELLA, qué más dura que la puedo ser.

Uriel se ríe, cómplice.

—Te cuento cuando lo haga.

—Vale. Avísame si necesitas ayuda con tu aspecto.

—Es altamente posible, no sé si la conozco tan bien. Y Gabriel la conoce... muy bien.

—No tanto, ella no ha notado nada. Aunque claro, ¿quién conoce a Gabriel mejor que yo?

—Yo.

—No vamos a discutirnos por eso ahora.

—Lo dices porque vas a perder —Miguel se ríe.

—Lo digo porque no quiero humillarte.

—¡Que va! ¡Ni aunque quisieras!

Uriel sonríe de ladito.

—Pero eres libre de pensarlo —sonríe un poco también.

—Es que es un hecho, pero bueno.

—No lo es, por más que hayas engañado a Belcebú.

—Pues ya veríamos si tú lo hubieras logrado igual.

—Yo voy a engañarle a él... Cosa que también requiere conocerle.

—Y ya veremos si lo logras.

—Tenme fe.

—Te la tengo —le sonríe sinceramente. Miguel le sonríe también.

—Pero creo que si necesitaré tu ayuda con el atuendo.

—Vamos, si quieres, no creo que tarde mucho con Raguel.

—Lo difícil es el maldito aroma... —Asiente yendo hacia su despacho.

—¡Sí! ¡Es... horrible!

—No tengo ni idea de cómo Gabriel puede soportarlo.

—No sé cómo puede aguantarlo cuando se reúne con ella —asiente también—. Y si además la junta es ahí abajo... uuuh.

—Ya, ahora imagínate besarla.

—Ya... —arruga la nariz.

—De verdad no tengo NI IDEA de que le ve.

—Ni yo, todos ellos son asquerosos. Vas a tener que ser bastante encimosa para ser convincente, no dejaba de arrimárseme, la asquerosa.

Miguel arruga la nariz.

—Pero si voy a terminar con él no tengo por qué ser arrimosa.

—Bueno, eso sí. ¿Y va y no cree que están comprometidos la muy ridícula?

Ojos en blanco.

—Pues si Gabriel le ha dicho con esa misma convicción que me ha dicho a mi que van a casarse... La muy ilusa se lo ha creído. Es obvio que si él está pensando en ello solo es porque cree que es designio divino. ¿Ella que te ha dicho?

—Que él la quiere.

—Bueno, decir eso de un ángel no me resulta sorprendente. Aun así... no puedo creer que le haya intentado engañar con lloros, que ridícula.

—Bueno, en realidad me parece una estrategia más efectiva que ponerse a gritar como loca o golpearle si justamente el problema de Gabriel es que es demasiado bueno de corazón con ella.

—Dime la verdad, ¿crees que la estrategia hubiera funcionado bien con Gabriel?

—Probablemente. Si ella le ha engañado para que la quiera...

—Es increíble... —entra a su oficina y camina al fondo, junto a su escritorio—. Ayúdame a... ser convincente con el atuendo.

Asiente y sospecho que Miguel sola haría un desastre. Vamos a dejarlas a ellas dos jugar a Pretty woman.