—¿Puedo...? —empieza otra vez y se humedece los labios.

—Sí, puedes —responde con completa seguridad sin siquiera saber a qué se refiere.

Tira de él y le mete a la tierra hasta la ciudad. Raguel... le besa, porque pensó que iba a besarle. Pues va a comer tierra y Aamón no va a enterarse. Va a estar TOSIENDO como loco cuando salga. Ya lo sospechábamos. Golpes a la espalda.

—P-Pensé que... —tosidos y tosidos y más tosidos.

—¿Estás bien?

—N...Nah.. cof, cof!

—Lo siento, es que estábamos lejos —le da unas palmadas más.

—N-No pasa na... COF COF! Pensé que era... cof... u-un beso!

—¿¡Q-Qué!?

Tose y tose.

—No te voy a... no...

Chasquea los dedos curándose a si mismo porque ya basta con la tos.

—¿N-No? ¿A-Así que... esto va solo de hablar? —pregunta tomando aire.

—Ahm... hum... B-Bueno —Aamón se sonroja.

—Eso... debes decírmelo si es así, porque yo..

—¡Estoy con otro! —suelta de repente, presa del pánico.

Oh, Dios MÍO. Raguel le mira completamente en blanco

Aamón le mira en pánico.

—Y-Yo... Q-Quiero decir...

Raguel se mira los pies. Por supuesto que iba a estar con alguien más.

—N-No tienes que explicarte, Aamón. E-Es... comprensible —susurra.

—P-Pero...

Raguel traga saliva y trata de parpadear y de no... chasquear los dedos y salir huyendo. Aunque estuviera con otro podría... podrían ser amigos, ¿no? Tiene que limpiarse los ojos.

—S-Solo dame un minuto.

—Espera, ¡no te vayas! —entra más en pánico.

—N-No me estoy yendo... —responde con suavidad, peleando otra vez para no irse.

—No es... no... ¡No es cierto! ¡Le dejaré! ¡No te vayas!

—N-No, no le dejes —le mira con el corazón en un puño.

El demonio parpadea y el ángel solloza porque es que nada de esto es lo que esperaba.

—¿C-Con quién estás? No puedo deshacer otra vez tu vida...

Le toma las manos.

Le pone la frente en el pecho y se echa a llorar del todo, como niño pequeño, Aamón vuelve a abrazarle.

Raguel le aprieta la camisa con los puños y llora des con so la da men te mientras el demonio le abraza con fuerza.

Es que... llora. LLORA. Aamón se muerde el labio mientras le acaricia la espalda.

Va a tomarle un rato a Raguel dejar de hacerlo, pero finalmente... lo consigue, poniéndole las manos en el pecho para separarse.

—Venga, venga... —a Aamón se le da como el culo consolar.

El ángel termina separándose del todo, sin mirarle aún a los ojos, limpiándose la cara con las manos y las mangas del suéter que le ha puesto Gabriel. Chasquea los dedos y trata de recomponerse del todo, sin conseguir mirarle a la cara.

—No te vayas... —le sostiene aun de la cintura.

—¿C-Con quién estás? —pregunta con la voz súper grave.

—N-No es... importante.

—E-Entiendo —Ahora sí le mira. Por supuesto que era importante y aún quería... irse. Al cielo. Con sus cosas y su libro y... su castigo eterno por se imbécil.

—Por favor no te vayas.

—T-Te dije que no me iría a menos que quisieras que lo hiciera... —responde volviendo a bajar la mirada y teniendo que volver a limpiarse los ojos—. D-Debí preguntártelo antes de b-besarte así.

Aamón mira a otro lado.

—S-Supongo que podremos ser... amigos.

—Sí, sí claro, sí.

—V-Vamos por esa cerveza y... me cuentas —intenta dar un paso atrás y que le suelte, tragando saliva—. ¿E-Es un demonio? ¿Es... u-un ángel?

—No quiero hablarte de eso —no le suelta del todo.

—¿T-Te hace feliz? —aprieta los labios y gira la cara, inconforme.

Aamón aprieta los ojos y Raguel se muerde el labio.

—No quiero hablarte de eso.

—Ojalá lo haga... —agrega suavecito—. P-Perdona... me va a tomar un tiempo ha-habituarme a esto.

—Si quieres... puedes irte.

—No quiero irme.

El demonio sonríe un poquito.

—Lo que quiero es... dejar de desear que no estés con alguien... y dejar de imaginarte... con otro. Y... dejar de querer gritar.

—Vamos a... olvidarnos de eso —Aprieta los ojos.

Raguel le mira con cara de.. are you fucking kidding me? y él traga saliva. Igualmente trata de sonreír y toma aire profundamente.

—Todo esto era demasiado bueno para ser cierto...

—¿Porque no me hablas sobre... ti? —propone el demonio para cambiar de tema.

Asiente, pasándose una mano por la calvita y tratando de separarse otra vez del todo. Porque ahora esta cercanía es algo que... no puede tener. Ni imaginar. Ni desear.

Aamón tiembla un poquito y le suelta, o más bien le deja separarse pero no de forma muy conforme.

Y Raguel siente como esa fuera la última vez que se hubieran tocado. Parpadea tratando de no llorar y tragando saliva.

—Y-Yo... bueno, ehm... sigo completando el libro.

—¿Y alguien lo lee alguna vez?

—Yo —pega un salto con el ruido de una moto y se le separa casi de golpe como si le quemara—. P-Perdona, e-el ruido.

—¿Qué le pasa? —le asusta, la verdad.

—No me acostumbro aún... el cielo es silencioso.

—Oh... No conoces... nada de aquí abajo, supongo.

—Bajé aquí intentando encontrar nues... la casa que teníamos —admite, negando con la cabeza.

—Ya no está... han puesto una mezquita.

—No pude encontrarla, fui a la tumba de Raquel y luego... se me ocurrió lo de Gabriel y el mensaje.

—¿Qué mensaje?

—Te encontramos porque Gabriel te llevo un mensaje oficial. ¿No íbamos a ir por una bebida?

—Ah, sí, sí.

Le sonríe un poco.

—Vamos, te invitaré a lo que quieras —hace un gesto para que le siga.

—Tú sí subes a la tierra con frecuencia, por lo visto —le sigue, tomándose una mano con la otra—. Me tendrás que recomendar algo.

—No tanto, solo a veces, pero sí. El infierno es bastante aburrido ahora.

—¿Ahora que tú no tienes el poder? No me extraña —sonríe un poco—. Además si tienes a alguien a quien visitar aquí... —Le mira de reojo.

—Ehm... sí, bueno.

—El cielo es ahora también sumamente complicado, no te creas —vuelve a apretar los labios sacando conclusiones.

—¿Por?

—Todo es moderno y tecnológico. Creo que mi libro es lo único que perdura en papel.

—Ah, ahora es en papel. Que moderno.

—Diles eso a todos, por favor —Raguel se ríe.

—Creo que se pondrían nerviosos si subiera ahí.

—Belcebú sube con frecuencia... podrías subir conmigo si quisieras.

—Ah, ¿sí? —levanta las cejas.

—Pues... no pensé que pudiera interesarte.

—Ni siquiera sabía que era posible.

—Necesitas registrarte y hay ciertos requisitos —se encoge de hombros—. No es mi departamento... no suelo recibir visitas.

—Algún otro ángel ira a verte.

—Me refiero a de la tierra o del... infierno. Si que van a verme los ángeles y a pedirme consejos

—¿Gabriel tal vez? No me pareció muy listo. O mi buena amiga Miguel que taaaaan bien me cae.

—Ellos dos suelen estar ocupados todo el tiempo. Va más Remiel. Y algunos serafines y querubines.

—No conozco a Remiel.

—Te he hablado de él, trabaja con Azrael. Remiel es el de los resucitados.

—Ah, sí... claaaaro.

—Que no te acuerdes es otro asunto... —se ríe un poco.

—Será eso —mira alrededor y se dirige a un bar que le parece medio bonito y limpio.

—O quizás es que no me ponías la bastante atención... o también que ha pasado bastante tiempo.

—O una combinación de ambas... —le mira de reojo y sonríe con una sonrisita nostálgica porque le ha echado un montón de menos.

—De hecho... Oh, te iba a preguntar si tienes un teléfono.

—¿Yo? Sí, bueno...

—¿Tienes uno de estos? —pregunta sacando el que le dio Gabriel.

—No. Tengo uno abajo, en la oficina.

—Ohh... Que mal. Bueno, quizás pueda hablarte al de la oficina para ponernos de acuerdo y vernos... si quieres... de vez en cuando. Si... no estás ocupado.

—Ah, sí, sí... claro. Aunque... —se muerde el labio—. No, mejor no.

—Ohhhh... —le mira de reojo y traga saliva, guardándose el teléfono—. Ehm... bueno.

—Lo que pasa es que... es compartido.

—Quizás podrías tener uno de estos que no fuera compartido.

—Q-Quizás sí, aunque no me aclaro mucho con ellos —explica una vez se han sentado.

—Yo... no del todo, pero podemos aprender. Bueno, no sé, yo veo a todo mundo hablar así con todos muy fácilmente.

—Por aprender —se encoge de hombros y toma la carta de bebidas.

Raguel le mira hacer, sin moverse, sonriendo un poco también con nostalgia, porque él también le echaba mucho de menos.

—¿Seleccionarías algo para mí, por favor?

—Mira, no como normalmente, pero me gusta beber alcohol porque pone irritable a la gente. Les hace creerse más fuertes y atrevidos, hacen estupideces y provoca peleas. Es casi más fácil de normal.

—Hasta donde recuerdo, conmigo no necesitabas una pócima para ponerme irritable. Solo hacía falta un tablero de Backgammon —Raguel se ríe.

—Hace literalmente como mil años que no juego backgammon —sonríe con eso porque la risa... y las partidas.

—Espero que con quien jugaras la última vez lo hiciera mejor que yo —levanta las manos —. Me ganabas siete de cada diez veces.

—Han inventado un par de juegos más divertidos desde entonces.

—¿Ahora qué es lo que juegas? —Levanta una ceja.

—Y sin dados, claro. Apuesto en peleas. ¿Qué si no? Aunque eso ya lo hacía antes.

—Ya, ya te gustaban los gladiadores desde entonces. ¿Juegas con... tu nueva... con... alguien más?

—Sí, claro, bueno, con mucha gente.

Raguel sonríe un poco, imaginándole jugando cualquier otra cosa, tirando los dados, riéndose. Hablando... entre almohadones, desnudos. Se le hace un nudo en la garganta.

—Cielos, ¿desde cuándo tienes una vida social abultada, tú?

—Un día te llevaré a un casino. Vas a desmayarte.

—Con esa descripción no sé si quiero ir a un casino.

—Es necesario para entenderlo. Y la gente se cabrea de lo lindo cuando pierden.

—¡No me digas! Que sorpresa —suelta sarcástico, sonrojándose un poco.

—No lo aprendí por las buenas —se ríe.

—¡Cállate que aún me siento culpable!

Aamón se ríe un poco más.

—Que además no fue la única vez que... me hiciste enfadar. ¿Recuerdas esa vez que lance el tablero a la pared?

—Lo rompiste y lo arreglaste con un milagro. ¡Y fingías que no había pasado nada!

—¡Pues no había pasado nada! —se sonroja un poco más, pero se ríe.

—Te cabreó más que se rompiera que perder.

—Me enojaba TODO a tu alrededor —sonríe—. Era... Ugh, era desesperante no poder controlarlo.

Se les acerca un camarero a ver qué van a tomar y Aamón saca su pipa para fumar porque tirar el humo también cabrea a todo el mundo. Y también no poder compartir el tabaco porque ya nadie fuma en pipa.

Raguel espera pacientemente a que ordene lo que beberán.

—¿Qué te apetece tomar entonces?

—Lo que tú elijas para mí.

—¿Pero te apetece algo dulce o amargo?

—Mmmm... creo que ya tuve hoy todo lo amargo que requería —bromea.

Aamón le mira con cara de circunstancias y luego aprieta los ojos, pidiéndole una copa de vino y una cerveza para él.

—Igualmente... No subo aquí mucho, pero hay cosas que te van a gustar —vuelve a cambiar de tema. Raguel suspira.

—¿En la Tierra? ¿O aquí en concreto en este asentamiento humano?

—En la tierra en general.

—¿Qué cosas? —pregunta sonriendo un poco.

—Hay... algunos juegos de mesa más fáciles que son para niños y que no necesitas saber tanto de estrategia.

—Si juego con un tramposo como tú, incluso en ellos voy a perder —le fulmina.

—Claro, claro —se ríe.

—Pero si ese es el único potencial gusto que va darme la tierra... va a tener la tierra que esforzarse más conmigo.

—Nah, hay cosas bonitas. En serio.

—¿Además de demonios que suben ocasionalmente?

Aamón se sonroja con eso.

—Á-Ángeles que... bajan por primera vez en miles de año, por lo visto —no le mira.

Raguel sonríe, porque lo ha hecho expresamente, cierra los ojos y se ríe, sonrojándose un poco también. Era tan fácil aún sentir esa sensación extraña en el estómago y el corazón acelerarse. Su cuerpo humano funcionaba aún a la perfección, por lo visto.

—Asumo igualmente que no te refieres a eso.

De todos modos puede que sientas un poco de amor venir de él, que le hace extender una mano hacia él, sonriendo, por la costumbre de hacérselo sentir de vuelta.

—Bueno... no, no del todo —no le mira.

—¿Entonces?

—Hay... atracciones, los humanos hacen lo que sea por el placer.

—Atracciones... ahora no sé si te están tentando ellos a ti o tú a ellos.

—De hecho, la mayoría son para combatirme.

—A todos ustedes. ¿Y tú, de las formas de combatirte, cuál crees que es la que me guste a mí?

—Probablemente las actividades que requieren dedicación y paciencia. Son también mis favoritas. Hago que salgan mal en el último momento y la gente pierde el norte.

—Una actividad que requiere paciencia es tu favorita... mira que uno cree a veces hacer escuchado todo... —Raguel sonríe de lado.

—Me gusta estropearlas.

—Sí, sí, eso lo entiendo. Pero requiere paciencia de tu parte —sonríe más.

—Bueno, sí, claro.

—Dame ejemplos —le pide e dejar de mirarle atentamente y sin dejar de sonreír.

—¿De actividades que requieren paciencia?

—De actividades que te gusta ver y estropear, y que requieren paciencia.

—En realidad son las mismas que siempre, la gente pinta, hace cosas con hilos... tiene hijos...

Raguel aprieta los ojos.

—No arruines nada que tenga que ver con hijos.

—¿Por qué no?

—Es cruel y hasta a mí me enoja.

—Vaya por dónde.

—Es un argumento válido —le sonríe, mirando la copa que han puesto frente a él.

—En realidad no, teniendo en cuenta que no te ha importado lo bastante durante dos mil años.

—Ya... bueno —responde bajito y se le congela un poco la sonrisa. El demonio se toma un poco de su cerveza—. ¿Alguna vez subiste a buscarme, Aamón? —pregunta en un tono sumamente suave.

—¿Qué?

—Es una pregunta —Se humedece los labios y mira su copa.

—Sí.

—¿Cuándo? ¿Fue... inmediatamente o... esperaste un tiempo? ¿Hablaste con alguien?

—Cuando me enteré. Hablé con Miguel, desde luego.

—Entiendo... ya habías hablado lo bastante con ella para entonces como para que estuviera yo en un lío —Raguel frunce el ceño y gira la cara.

Ojos en blanco de Aamón.

—Lo único que digo es que... es verdad, yo hice algo terrible y usé el deber ser sobre el amor... pero t-tú... tú también te callaste dos mil años, Aamón.

—Subí y me dijeron que no querías saber nada, nunca contestaste mis mensajes y nunca volviste mientras te esperé. Al final me cansé de esperar, el mensaje estaba bastante claro.

—¡¿Cuáles mensajes?! Miguel solo... —aprieta los labios y los ojos—. Ella me dijo que habías dicho que el mensaje era claro y que te venía bien. Y yo no quise creerle. Y esperé algo más... lo que fuera. Espere que volvieras. Espere que insistieras... algo.

Ojos en blanco y Raguel se humedece los labios.

—Si mandaste más mensajes, no llegaron.

—Sabiendo que lo único que querías era que te persiguiera, me alegro.

—¡No sólo quería que me persiguieras! —aprieta los ojos—. Estaba enfadado, estaba asustado, tenía al cielo mirándome... y desde mi perspectiva a ti todo eso te dio igual.

—Sí, claro. Y ni siquiera cuando se calmaron las aguas bajaste a ver. Te encerraste en tu torre donde sabías que no podía acceder. Nunca esperé que bajaras al infierno, pero yo vendí la casa a los musulmanes.

—Pasaron demasiados años, seguramente tú ya habías vendido la casa para entonces. Y probablemente ya estabas con quien sea que estés... y no querías ni si siquiera verme.

—¿Y ahora no han pasado demasiados años, Raguel? ¿Qué crees que queda ahora más que algunos recuerdos de mierda?

—Esperaba... que no fuera demasiado tarde —Raguel se muerde el labio, sin mirarle.

—¿Pensaste que lo fue después de uno? ¿Diez? ¿Pero no después de dos mil?

—Me... tomó dos mil años llegar hasta aquí. Sí. Y probablemente sean muchos esos dos mil años. Quizás sean demasiados para ti.

—Lo que digo es que no me vale como excusa.

—Pensé que estaba haciendo lo que se esperaba de mí. Por más difícil y doloroso, lo pensé. Pensé también que no te...

—Entonces no digas que pensaste que era tarde

—Sí, sí pensé que era tarde contigo... pero pude haberlo hecho de manera distinta. Todo.

Whatever.

—No puedo volver el tiempo atrás.

—Eso no tienes que decírmelo.

—Yo te dije que mis explicaciones no te iban a ser suficientes... —al fin, le da un trago a su copa.

—Está bien que tengas razón en algo para variar.

Raguel le mira a los ojos. Aamón no le mira, jugando con su cerveza.

—Puedes... decidir que realmente no quieres...

—¿Qué?

—Ni siquiera ser... amigos.

—¿Por qué no iba a querer ser amigo tuyo?

—No lo sé, Aamón. Veo que... sí quieres —se revuelve un poco.

—Si el que no quieres eres tú, nada te obliga a estar aquí —se le humedecen los ojos de nuevo y gira la cara.

—Dos mil años me tomó estar aquí, si... pero ahora que estoy aquí, quisiera... no, no solo quisiera ser tu amigo.

El demonio aprieta los ojos.

—Pero no, no es requisito... —agrega—. Yo te quiero, seamos... amigos, seamos lo que seamos.

—Que vas a quererme después de dos mil años, no seas ridículo.

—Debes haberlo sentido —le mira.

Ojos en blanco.

—Te toque, te abrace, te bese...

—¿Y qué? Eso no significa nada, igual que lo que hayas sentido venir de mi —se sonroja.

Raguel se humedece los labios, tragando saliva con esa última parte.

—Quizás no fuera tu intención sentirlo...

Aamón se sonroja más porque... joder, sabía que lo había sentido.

—Y quizás no hayas sentido el mío en dos mil años, pero sé que puedes reconocer mi amor cuando lo sientes.

—También sé que es un truco de ángel, podéis hacer eso sin que sea real —sigue sin mirarle.

Raguel hace los ojos en blanco.

—Claro, nos dedicamos a eso. A enamorarnos, y luego a irnos sin ninguna consecuencia y luego a volver solo para hacerle suponer al otro que le queremos cuando no es verdad.

—A hacer que os quieran lo antes posible.

—Sé lo que estás haciendo.

—¿Decirte la verdad? —le mira

—Estás intentando que esto duela menos con tus propios trucos de demonio.

—¿Duela... menos?

—O quizás que duela mucho más pero menos tiempo. Estás alejándome y protegiéndote de mí.

—Ni siquiera sé porque iba a hacer eso —miente.

—Porque yo duelo, Aamón. Incluso dos mil años después, duelo. Y todo esto es lo que siempre deseamos... y a la vez, algo que nos aterra. Y es mejor... sólo terminar de destruir, que creerlo y luego... decepcionarte otra vez. Si lo llegara a hacer otra vez, simplemente sería insoportable.

Tiembla un poco, incluso. Mirándole, porque tiene razón.

—Así que... es mejor convencerte de que esto no es real, parece real pero no lo es.

—Es que no lo es. Las cosas se han enfriado demasiado.

—No parecía eso hace un rato... —baja la mirada.

—Y yo... tengo... —traga saliva. Raguel aprieta los ojos.

—Ya, ya me has dicho que estás con alguien más. Y aun así...

—¿Qué? —no le mira.

—No puedes cambiar lo que yo... siento. Puedes negarlo si quieres pero la realidad es que aún siendo amigos, Aamón, yo sigo queriéndote. Aunque tú me quieras distinto y estés aún enfadado y... no quieras eso ya más.

—¿Y qué vas a hacer?

—Aguantar... tú mandas, ya te lo he dicho.

—Hasta que decidas que ya no lo hago...

—No voy a imponerte mi voluntad ¿Que querrías que hiciera? —suspira.

—Lo que temo es que decidas que yo mande no es lo que te conviene.

—Yo lo que temo es que lo que mandes sea... Que me vaya, que me aleje y...

—No tengo problema en ser tu amigo.

Raguel toma aire profundamente, porque eso sonaba muy claro y definitivo. Aamón le mira y se sonroja otra vez.

—Entonces trataré de ser un mejor amigo de lo que fui pareja —le sonríe un poquito, tristemente.

Aamón traga saliva y asiente.

—¿Vas a... presentarme al otro?

—Ehm... no.

Raguel frunce el ceño.

—De todos modos no vas a empezar a bajar ahora todo el tiempo, ¿no es así?

—Pues... si bajo es a verte a ti. Si no quieres que venga con frecuencia, no lo haré.

—Bueno, sí, justo eso es lo que quiero que acordemos. O prefieres... consigo un teléfono y...

—Podemos vernos una vez al año, o una vez al mes... o una vez a la semana.

—Eso ya lo sé.

—¿Cada cuánto te apetece?

—Pues no lo sé.

—¿Es mucho una vez a la semana? —le mira.

—No.

—El principado Aziraphale tiene un espacio en el que podríamos vernos. Quizás puedas enseñarme uno de esos juegos de niños que decías hace rato —sonríe.

—¿Quién demonios es el principado Aziraphale?

—El ángel que es la pareja de... Crawly me parece que es. El de la manzana.

—Oh —levanta las cejas.

—Tiene un sitio privado, vende libros, creo. Me ha dicho que podríamos vernos ahí de vez en cuando.

—¿Y dónde está?

—En Londres.

—Oh... vale. Si quieres... vale.

—¿No quieres hablar con tu pareja de esto antes? —pregunta... ojalá intentaras sonar un poco menos dramático cada vez que hablas de esto.

—¿Q-Qué? No... no.

—Soy tú... pareja anterior, Aamón.

—¿Me permites gestionar esto como a mí me parezca? No le voy a decir que... has vuelto.

—¿N-No? Él... sabe de mí, entonces —Raguel se sonroja.

—No, por eso mismo.

—Igualmente, hemos dicho amigos, así que no tiene nada que temer.

—Ya lo sé, pero querrá conocerte o que le cuente o...

Raguel se muerde el labio y baja la mirada hacia su copa, dándole otro trago.

—¿Te hace reír?

—¡No voy a hablarte de eso! —el demonio vuelve a apretar los ojos.

—¿Llevas mucho tiempo a su lado?

—¡Raguel!

—Lo siento... Pero es que... Ugh —aprieta los labios.

—¿Qué? Solo... olvídalo, ¿vale?

—No es un detalle olvidable.

—¡No veo porque no! —protesta

—Porque tengo quinientas preguntas sobre ello.

—V-Vale. Vale. Hablemos de ello —responde apretando los ojos, cediendo. Raguel le mira un poco asustado.

—V-Vale. Es... ¿quién es? ¿Es... u-un ángel?

—No, es... un demonio.

—¿Llevan mucho tiempo juntos? —A Raguel se le humedecen los ojos y traga saliva.

—Menos que contigo, pero sí.

Raguel cierra los ojos y tiembla un poco. Aamón traga saliva, nervioso

—No sabía que los demonios hacían eso entre ustedes.

—No es habitual, pero... bueno, a veces pasa. Por supuesto, no lo sabe nadie más que nosotros y ahora... tú.

Raguel se revuelve, de nuevo peleando consigo mismo para no irse de aquí y Aamón no le mira.

—No creo que deba preguntarte si te hace feliz... supongo que no estarías con él si no te lo hiciera —Raguel sigue con los ojos cerrados.

—No creo que sea buena idea insistir en el tema.

—No, de hecho no puedo hablar contigo de este tema sin... —se limpia los ojos con la mano—. Lo siento.

—Por eso no quería hablarlo contigo.

—Lo sé... lo sé. M-Me acostumbraré en algún punto.

—Bueno...

—¿Qué día te viene bien? —pregunta recomponiéndose.

—El que quieras, me amoldo.

—Martes. Pero si creo que necesitas un teléfono al cual pueda llamarte. ¿El de tu oficina lo compartes con... él?

—Uhm... No. Bueno, sí. Bueno... mejor no llames a ese. Espera —se gira y le roba uno a alguien

—No puedo con este asunto... —Raguel aprieta los ojos.

—¿Eh? Venga ya, ni se ha enterado —protesta porque cree que se refiere al robo del teléfono.

—Celos, Aamón. Los tengo yo.

—¿Qué?

—Sé que no es justo, pero quiero... matarle, quiero besarte, quiero llevarte a la cama —aprieta los ojos—. Voy a... estar mejor el martes.

—Vale —traga saliva.

—Quizás... quizás debería irme ya.

—Pero... ¿y el teléfono?

—¿De dónde has sacado...? —Le mira, notando que tiene uno en las manos.

—Eso no importa, ¿cómo funciona?

—Funciona... mira, trae aca —se acerca un poco a el por encima de la mesa—. Lo enciendes... y buscas el dibujo verde que tiene una raya inclinada.

Aamón se acerca también, mirando lo qué hace.

—Aquí hay que poner el número... —chasquea los dedos y se pone su numero en la pantalla.

—Vale...

—Y tocas aquí —le mira de reojo—. Y luego suena el mío.

Mira el suyo.

—Y hablas con el verde y cuando acabas pones el rojo.

Pone la mano sobre la suya para apartársela un poco porque no ve lo que dice. Raguel se paraliza, sin quitarla, mirándole de reojo otra vez.

—¿Y... luego? —le mira, sin soltarle.

—L-Luego... yo puedo... llamarte.

—¿Y qué...? —parpadea un poco sin acabar la frase, mirándole. Raguel se humedece los labios. No le hagas esto.

El demonio le acaricia un poco la mano con el pulgar sin notarlo. Vale, vale... veo que no han entendido a lo que me refería con "no le hagas esto" Entrecierra los ojos, disfrutando enormemente la caricia. Ahí tienes tu amor. Todo el que quieras, a libre demanda.

Aamón cierra los ojos al sentir el amor, que se le mete bajo la piel como si fuera intravenoso.

Lo siento, de verdad, si esto no les hace la vida fácil pero...

Aamón le besa.

Raguel quisiera no besarle de vuelta, de verdad. Quisiera ser un gran Arcángel y no COMÉRSELO. Pero falla miserablemente en todo eso.

Él se lo come de vuelta, de hecho... se lo come primero porque ha sido él quien le ha besado.

El show en el restaurante. Seguro les van a echar porque estos países... Pero no puede... Raguel ni siquiera lo piensa de verdad. Con el corazón en un puño es que le besa como si no hubiera mañana.

Sí, el ESCÁNDALO. Así que hay gritos, empujones y amenazas.

Bendita sea Dios, solo necesitan un chasquido, pero al menos a Raguel de le medio sale el corazón con todo esto. ¿Ahora quién es el adúltero?

Entonces para a todo el mundo con el chasquido. Detiene la revuelta, sí. Y se separa de Aamón que le mira y parpadea un poco

Raguel traga saliva... y le besa otra vez. Aamón lo devuelve otra vez, seguro puedes sentir el amor de nuevo.

Raguel le aprieta contra sí. Sí, otra vez, y de nuevo con esa angustia, como si no hubiera mañana. Pero con la culpa de... esto no es tuyo, no deberías... y con la asquerosa zozobra de algo que no va a durar.

La verdad, adivina quien ya está a punto.

¿Raguel?

Tal vez... también.

Lo está. Aamón no lleva dos mil años de castidad... y Raguel tampoco. Pero sí que lleva dos mil años sin contacto de alguien.

¿Raguel tampoco?

Bueno... creo que tuvo que... darse placer a si mismo en algún punto.

¿Y lo apuntó en el libro?

Sí. Tarde. En el punto en que apunto todo, a ver si... así caía y ni así

Vaya... Aamón le detiene antes de que esto sea imparable. Ahora intenta no echarte a llorar, Raguel. Te reto. Aamón le mira, aun cerca.

—A-Aamón... —susurra, pensando en irse... o en descorporizarse. O en morirse... le recarga la frente en la suya

—Tengo que... tengo que irme.

Raguel asiente tratando de verdad de aguantarse las lágrimas.

El demonio se pasa una mano por el pelo y se separa un poco. Nadie parece mirarles, ni hacerles el más mínimo caso.

—¿Nos... vemos en tres días, entonces?

Raguel asiente, sin ser capaz de mirarle y ahora mismo sin saber si va a tener la fuerza de verle en tres días para jugar.

—Promételo.

—T-Te lo prometo —responde con voz quebrada.

El demonio asiente y se separa del todo.

—Te llamaré para decirte dónde —agrega con voz plana, limpiándose los ojos.

—V-Vale —asiente.

—Vete.

Aamón toma aire, mirándole un instante más, sin querer hacerlo.

—Vete o no voy a dejarte ir y no sería justo.

—Yo...

Se pone la mano en los ojos, escuchándole en lo que el demonio se mete en la tierra.

Raguel no lo nota... y espera un poco más antes de girarse a mirar y notar que ya no está. Solloza amargamente, cubriéndose la cara con las manos. Esto... va a tomar un tiempo. Raguel no va a subir al cielo, eso te lo digo pero no vemos que tan más complejo puede ser.

La verdad por ahora no sabe. Morirse en algún lado, lejos del cielo y Gabriel y su estúpida boda perfecta con la venia de Dios. Y lejos de Aamón y su estúpido novio, al que podría matar en este momento.