Aziraphale protesta un poco y... Raguel hace drama, lo está pasando un poquito mal la verdad
Oh, vaya... pobrecito.
No te nos pongas sarcástico, Aamón. ¡Estás en un lío! Espera además que Aziraphale le cuente a Crowley que quien fue a verle es a quien estuvo buscando todo el día.
Crowley va a decir que por qué no le llamó.
¡Pues lo hizo! Y cómo iba a saber que era él
Peeeero primero.
La parte buena es que Aziraphale va a estar especialmente atento y cariñoso porque... le ha dado miedito que se consiga otro novio en un mal momento. ¿Ajá?
Gabriel...
Al bloody fin! Ya es hasta el día siguiente. Belcebú no ha dejado de dar vueltas.
No, hombre, es que queríamos acabar la otra parte.
Igualmente ha tardado hoooooooooras. ¿Qué hace? ¿La llama?
Sí.
Belcebú contesta antes de que suene casi el primer ring.
—Hey.
—Hola.
—Al final no hace falta que subas, le hemos encontrado.
—W-What?
—A Aamón.
—Oh... ya, ehh... Crowley me ha dicho que se le acababa de escapar. Pero...
—Sí, no me extraña. Raguel se lo ha llevado a no sé dónde.
—Ohh... ¿y tú estás solo, entonces?
—Sí, creo que voy a volver al cielo.
—Noooo... pero has... ¡pero no! ¡Gabriel! ¡Has dicho que nos veríamos!
—Ah, bueno, pues ven si quieres.
—¿A dónde? ¿En dónde estás?
—En... Belén. En el centro.
—What the hell, estás en... ¿¡dónde?!
—Belén.
—Bloody hell... Vale, vale, no pregunto. Si se corta estoy subiendo. Estás... no sé, ¿tocando la trompeta o algo? ¿Te busco en un bar? ¿En... la calle?
—¡No! —se sonroja un poco porque eso le gustaba—. Estoy en un bar, sí —suspira, entrando a pagar lo que Aamón se estaba tomando.
—¿En cuál bar? —pregunta Belcebú metiéndose desde ya a la tierra, súper ansiosa de verle aún.
—No tengo ni idea, estoy en una plaza.
—Vale, vale, ahora te encuentro... —Ahí van las moscas a buscaaaaarle—. Aunque no deberíamos ir a un bar...
—¿Por qué no?
Se corta un poco la comunicación mientras le explica los motivos exactos por los que no quiere ir a un bar, que tienen que ver con que se va a enfadar si hacen eso en un bar como siempre se enfada.
Ojos en blanco.
Una mosca se le para encima de la frente. ¡Bingo!
—Por una vez podríamos ir a un lugar tipo un hotel.
—¿Qué importa un bar o un hotel?
—Un hotel tiene comodidades... —una cama, por ejemplo, donde podemos por una vez acostarnos y acurrucarnos mientras me abrazas y me das besitos y entra el sol como me llevo imaginando por días. Se sonroja saliendo a la tierra.
—Las mismas que un bar —Levanta una ceja. Belcebú suspira.
—¿Algún día has ido a un hotel? —pregunta chasqueando los dedos para quitarse la tierra de encima.
—¿Para qué?
—Eso es que nunca has ido a uno... vamos y te mostraré las comodidades. ¿Dónde estás? —pregunta mirándose en el reflejo del cristal de la entrada del bar.
—Estoy apartando a las moscas.
—Que son las que te han encontrado... —se acerca al espejo y es que tiene los ojos aún todos hinchados y rojos. Aprieta los ojos—. Estas... ¿Arriba? ¿Hay dos pisos? Ya estoy aquí...
—No —se levanta porque estaba en la terraza
—Sal.
—Estoy fuera, en la terraza.
Ojos en blanco
—Voy —chasquea los dedos dos veces más para arreglarse un poquito y... Ehm... no lo confesara nunca pero también para ponerse un olorcito así medio a jabón y ahí va hacia la terraza.
Vuelve a dar una vuelta sobre sí mismo a ver si la ve. Ahí está, si... ahí está. Teléfono al oído. Haciendo desde ya estragos en los comensales sin siquiera quererlo demasiado... unos se acaban la copa que han pedido de un trago, otros se comen dos puños de papas fritas que ya no querían. Ella ni les mira, nerviosa.
Gabriel cuelga y le sonríe, por lo menos todo el mundo parece de mejor humor desde hace un rato.
Es ridícula la inundación de... afecto. Es una pena que ya no traiga la túnica con ribetes doraditos, con lo mono que se veía.
Belcebú le mira con el teléfono aún al oído, tragando saliva. Se calma enormemente cuando nota que sonríe porque la última vez... la cara de asco y la forma de mirarla eran completamente distintas. Se acerca y le parece que el bar es enorme, como si tuviera que recorrer cien metros con obstáculos cuando son solo unos pasos... con sillas y gente, sí, pero ahí le salta al cuello y le abraza de la cintura con las piernas en cuanto le tiene a distancia prudente.
Él la sostiene del culo, aunque de la inercia se tambalea un poco. Extrañamente esta vez ella no va a besarle directo, solo le abraza hundiéndole la nariz en el cuello
—Sí estás aquí...
—Pues... Tú eras la que quería que nos viéramos.
—Tú eras el que no quería verme nunca más.
—No recuerdo haberte dicho eso últimamente
—¿Por qué no te acuerdas? Bajaste al infierno y me dijiste que teníamos que hablar. Te apresaron.
—Es que... ¿apresarme a mí? ¿Quiénes?
—Yo qué sé. Tuve que sacarte otra vez —le besa el cuello y... es que huele rico.
Él suspira, dejándola hacer.
—Estabas raro, enfadado. Subimos a la tierra. ¿No te acuerdas?
—No.
—¿Pero cómo no te vas a acordar? Luego me dijiste que no nos viéramos nunca más y que no te buscara —se separa para mirarle
—Insisto, no tiene sentido que te haya dicho eso.
—Alguien me lo dijo.
—Pues sería otro. Uno de tus demonios intentando matarte.
—¡No iba a matarme que dejarás de hablarme! —Belcebú se sonroja.
—Pues tal vez debilitarte.
—¡Tampoco! —gira la cara—. No era un demonio. Era un ángel, eras tú. Olías a ángel.
—Los demonios pueden lavarse.
—No era del infierno, no podía quitarse las cadenas... era un ángel. Puedo bloody reconocer a un ángel... eras tú como... poseído por alguien horrible —le mira los labios. Gabriel levanta una ceja.
—Tú... T-Tú reaccionas diferente. No querías que te tocara.
—Un ángel no haría eso —Hace un gesto con los hombros porque aun tiene las manos en su culo.
—¿No haría qué?
—Lo que insinúas.
—Vamos a un hotel. Quiero...—Le da un beso suave en los labios.
Va a llevarla sosteniéndola del culo.
—Quizás un ángel quería que yo me alejara de ti —le besa otra vez un poco el cuello, cerrando los ojos.
—¿Por?
—Yo qué sé, seguro porque les parezco la mejor novia que puedas tener. Ah... has dicho también que no era tu prometida. Eras HORRIBLE.
—¡Que no era yo!
—Pues quien fuera. Menos mal... no que me afectara tanto ni nada... ejem.
Gabriel sonríe un poquito de lado.
—De hecho sólo me pareció... desagradable —debes sentir el... afecto. Otro besito en el cuello—. ¿Estás yendo a un hotel?
—No sé dónde hay uno.
—Busca... siempre hay un hotel en todos lados. Eres el Arcángel Gabriel, resuelve, venga —mordidita en el cuello.
—Déjame sacar el teléfono —la suelta.
—Ugh... —Se le baja de la cintura pero no deja de abrazarle, aunque claro, con lo pequeñita que es y lo alto que es el otro, se le escurre hasta medio pecho.
Él la rodea un poco de los hombros, sacando el teléfono y buscando y ella le hunde la nariz entre dos botones de la camisa.
—Ojalá fuera un hotel bonito... o vas a estarte quejando.
—¿Yo?
—A mí me da igual. Yo solo quiero... —esconde la cara en su pecho otra vez pensando en los mimitos.
—¿Qué?
—Ehm... un hotel.
—Mira, estos son los que aparecen —se lo muestra.
La verdad, Belcebú no sabe muchas cosas de la tierra, pero hay algo que sí que sabe bien.
—Este —señala el más caro.
—¿Traes dinero?
—Ehh... Sí.
—Vale —pone el GPS para que les guíe, tan tranquilo entonces... y tan inocente.
Belcebú sonríe, porque mira que mono es. Está tentada a saltarle encima pero val que siempre se queja de que pesa. Ojos en blanco.
Pues tienes piernas, querida.
Tan amargado.
—Oye... de verdad alguien vino como tú a decirme eso al infierno, no es una mentira.
—Sigo pensando que fue un demonio.
Belcebú se sonroja... porque lo que dijo y lo que hizo. Aunque si hubiera sido un demonio ya lo sabría todo el mundo y ahora que bajó, nadie parecía especialmente interesado en burlarse.
—No, no... un demonio no se hubiera largado así. Un demonio se hubiera quedado ahí hasta... destrozar todo lo destrozable…
—¿Y no fue lo que pasó?
Belcebú se sonroja.
—Ningún demonio diría todas esas... cosas que has dicho. Era un ángel. Uno que hablaba del... camino recto y de bendiciones que ibas a poner en el cielo. Y dijiste que todo era mentira... y hablaste de Navidad —tiene un escalofrío—. Sonabas como tú.
—Ningún ángel bajaría al infierno por la buenas, Belcebú.
—Solo tú.
—Y yo no fui.
—De verdad, ¿qué demonio podría querer hacerse pasar por ti y no matarme?
—Uno que quisiera prepararse para hacerte algo peor.
—¿No se supone que fuera a volverte a ver después de esa conversación? ¿Crees que el que me dejaras me haría más débil? Pff...
—Mira, esto es fácil de resolver.
Ella le mira de reojo.
—Solo se necesita una pregunta y una respuesta secretas.
—Ohh... sí, sí. Esa me parece una idea buena —Belcebú sonríe, poniéndose frente a él y caminando en reversa—. ¿Cuál va a ser la tuya?
—No lo sé.
—No puede ser nada ñoño que digan los ángeles, porque además con su bloody buena suerte...
—¿Cómo qué?
—Pues no puede ser tu palabra o frase secreta algo así como... Gloria a dios en los putos cielos... bueno, esa en concreto estaría mejor
—Puede ser eso.
—¿Vas a decir tu eso?
—Podrías decirlo tú.
—No voy a decirte que no diré una blasfemia sin problema... ¿crees que tus ángeles serían incapaces de decirla?
—Ningún ángel va a hacer algo así.
—Pero un demonio lo podría decir muy fácil, Gabriel. Especialmente un demonio intentando hacerse pasar por mí. Tiene que ser... algo... mejor.
—Entonces tú tienes que decir una bendición
—No, porque si era un ángel eso es muy fácil que lo diga... tiene que ser algo que ni un ángel ni un demonio diría.
—¿Cómo qué?
—No lo sé, puede ser algo... como aguacate.
—Aguacate. Vale. Será la palabra de seguridad
Belcebú sonríe un poco.
—Aun así... deberías investigar.
—Ya te he dicho que no ha sido un ángel.
—Eso dices, pero yo aún creo que un demonio es imposible que fuera.
—Pues es mucho más posible.
—No, no lo es. De verdad, ¿por qué te diría que no?
—Porque no te fías de los ángeles.
—En contraste con lo mucho que me fío de los demonios...
—Pues es que no te fías de nadie.
—Me... fio más o menos de ti.
—Qué bonito —la atrae hacia sí y le da un beso en la frente.
—Shut up! —se le recarga igualmente y se sonroja... y sonríe como boba.
—Nah.
—Me... asusté. Un poco.
—¿Sí?
—Sí. Como ustedes son horribles a veces...
Gabriel sonríe y la aprieta más contra sí.
—¡Dos mil años se subió el otro arcángel al cielo!
—Raguel... es increíble su historia.
—Te advierto que si te me subes cinco años al cielo, no digas dos mil, voy a ir a buscarte.
—¿Cinco años es mi máximo permitido?
—¡No! ¡Es muchísimo!
—¿Entonces?
—Tres meses.
—Antes has dicho cinco años.
—No puedes subirte cinco años, Gabriel. ¿¡Por qué querrías?! Ugh... no debí decir una fecha
Se ríe, porque mira que mona es y como protesta.
—¡No te ríazzzz! —la hace sonreír igual, mirándole—. Ya sé que no soy TAN buena novia pero...
—¿Pero?
—¡Pero no soy mala novia!
—Novia... —repite, ella se sonroja y le mira de reojo. Él la mira también.
—Prometida...
—Novia suena mejor.
—De hecho sí, ¡Tú fuiste el que se quejó! —Hace los ojos en blanco.
—No fue una queja, solo lo comentaba.
—Un comentario quejumbroso como los que sueles hacer —Le mira de reojo y sonríe.
Ojos en blanco. Belcebú se ríe porque mira que mono es.
—Espera, espera... ven —se detiene de caminar, poniéndose de puntas y mirándole la mejilla, como si tuviera algo ahí.
Se para.
—Tienes como... algo aquí, espera —se pone más de puntas aún.
Va a pasarse la mano para quitárselo. Belcebú le mira y parpadea porque la verdad le iba a dar un beso pero ahora es un poco... anti climático. Se sonroja, por consiguiente.
Lo sabemos. Todos. Menos él. Que es tonto del culo.
—E-Ehm.., n-No, aún lo tienes...
Se frota un poco y va a aparecer un espejo para mirarse porque es mil veces más presumido y femenino que tú.
—Ugh... Deja, yo te lo arreglo. Parece a-algo en la piel, como una... infección.
—¿Qué? —el pánico, paso atrás.
—Gabrieeeeel.
Se frota un poco mirándose al espejo, haciendo caras. Belcebú hace los ojos en blanco
—No tienes nada, estaba... Ugh! Estaba tomándote el pelo.
—¡Eso ya lo veo! —cierra el espejo y lo desvanece. Ceño fruncido.
—Oh. Venga ya, ¡no vas a enfadarte ahora por esto!
—Es que siempre estás igual.
—¿¡I-Igual?!
—Intentando molestarme con tus tonterías y luego te quejas cuando dudo de ti.
Cierra la boca, regañada. Se sonroja.
—Oh, venga ya... no son tonterías y no intentaba molestarte. Aunque veo que lo he conseguido. Tú eres el que nunca entiende naaaaada.
La mirada.
—Era OBVIO lo que quería hacer. ¡Solo me faltaba deletrearlo! En el cielo. Con un avión.
—Luego ni te quejes si no confío en ti —protesta porque sigue pensando que te refieres a tomarle el pelo. Belcebú bufa un poquito.
—¡Quería sorprenderte con un beso, Gabriel! Sí, un beso. B E S O. ¡No me parece que sea como para que no confíes en mí!
Levanta una ceja, incrédulo.
—Bloody hell... —Belcebú se sonroja—. ¡No es como que sea EL ENGAÑO!
—No importa el tamaño, es el hecho.
—¿De engañarte para darte un beso?
—Engañarme, en general.
—No puedo creer que... Ugh... vale, vale. ¡De verdad que intento ser lo menos demoníaca posible contigo!
Se ríe, ella hace una mueca sin esperarse la risa.
—¡No te riazzzzz! —le empuja un poco.
Se ríe más y se para frente al hotel. Ella le toma del brazo y tira de él.
—¿Sabes? Te tengo demasiado mimado.
—¿Disculpa?
—No, no te disculpo —le arrastra hacia los elevadores, chasqueando los dedos y haciéndose de la llave del penthouse, milagrosamente.
Mira que bien. Él se deja, la verdad, no tiene ni idea de cómo funciona un hotel, así que no le parece raro.
Maravilloso. Aprende. Así funciona para nosotros. La verdad, Belcebú tampoco está del todo segura. A la vuelta del recodo chasquea los dedos otra vez y les aparece afuera de lahabitacionmasbonitadelhotel.
—Estás haciendo milagros.
—¿Vas a reñirme por eso? —se gira a mirarle... como si fuera a comérselo.
—Sí, eso significa que no estas actuando como lo hacen los humanos.
—Estoy actuando como hace Belcebú cuando quiere sexo —se humedece los labios, chasqueando otra vez los dedos.
—No va a haber sexo —frunce el ceño y chasquea los dedos él ahora.
Belcebú se humedece los labios otra vez.
—Anda, entra ahí. Espera. Espera! No te has puesto la cosa esa... ¿verdad? —le mira la entrepierna.
Pues claro que lo ha hecho. Es exactamente lo que ha hecho.
—Gabriel!
—Belcebú.
—What the fuck! ¡Esto no es justo!
—Sigue siendo pecado.
Es que además, si algo hace tu negativa es excitarla y frustrarla más. Le salta encina para darle un beso.
La detiene casi en el aire, de repente.
—Ugh. What?!
—Es verdad, esto no es justo.
—¿Qué no es Justo? —Lloriquea frustrada porque ahora ni beso.
Gabriel chasquea los dedos de nuevo y le pone el cinturón de castidad a ella esta vez, de hierro.
—La última vez ya lo tuve que llevar yo.
—What the fuck Es... esto! What?!
—Un cinturón de castidad.
—¡No me... jodas! No voy a llevar YO un... Bloody...
—La otra vez ya lo llevé yo. Esto es lo justo.
—¡Lo justo es que tengamos sexo!
—Sigue siendo pecado hasta la boda.
—Noooo... ¡Gabriel! ¡Solo hoy!
Niega sonriendo.
—No es justooooo —lloriquea apretando los ojos—. Peleamos, ¡merezco mi puto sexo de reconciliación!
—Yo no peleé, tu peleaste con no sé qué demonio —se sienta por ahí sin hacer mucho caso.
Belcebú es que... Ugh. Es que sigue queriendo su beso, y sus mimitos, ¡y contacto físico!
—¿Qué es lo que si podemos hacer? Además de que... me quites esto, es incómodo y de hierro!
—Pues ya hemos hablado de eso.
—Bueno, quiero TODO lo que si podemos.
—Pensaba que te daba igual si yo no respondía y me iba y me enfadaba.
—E-ESO no tiene que ver —Belcebú cambia el peso de pie.
Gabriel sonríe de ladito y Belcebú se sonroja más.
—Pues si que me da un poco... Ehm... bueno, no me molesta tanto.
—Ya... veo
Belcebú le mira y se humedece los labios. El ángel sonríe, se echa un poco atrás y se cruza de brazos.
—Bueno, ¿si no quieres cogerme qué demonios es lo que quieres? ¿Acostarnos en la cama abrazaditos a hacernos bloody m-mimitos? —se sonroja y trata de cubrirlo y haciendo los ojos en blanco—. Ugh, vaaaale.
Gabriel levanta las cejas porque no se esperaba eso. Ella de da la media vuelta hacia la cama, aún más sonrojada.
—A-Anda, luego que no digas que... N-No hago todo lo que pides, mejor pides.
—No he sido yo quien ha dicho de venir aquí.
—Yo dije de venir aquí para... tener sexo. OBVIAMENTE. Aunque no debí para que lo propongo si nunca quieres —chasquea los dedos y en un movimiento arriesgado se quita toda la ropa menos... claro, el estúpido cinturón de castidad—. ¿Vas a venir?
—No querría yo molestarte...
Se gira a mirarle por encima del hombro y traga saliva.
Él sonríe.
Quizás no debía haberse quitado la ropa... Vacila un poco en pánico porque el cabrón no se mueve. Ojos en blanco otra vez. Se viste y se sienta en la cama.
—Ahora repítelo, pero poco a poco.
—Wh-What?
Gabriel se ríe.
—¿Quieres un striptease?
—¿Por qué no?
Belcebú levanta una ceja sorprendida de que Gabriel sepa qué es un striptease, ya no digamos más.
—¿Y tú vas a hacerme uno a mí?
—No, no creo.
—Vamos, que tú no vas a hacer nada...
—Dejarte hacerlo.
—Qué tal que mejor... cierras los ojos.
—¿Por?
—O déjalos abiertos, pero aguántate lo que voy a hacer.
—¿Que me aguante?
—Sí, hombre, ¡va a gustarte!
—¿En qué sentido?
—En todos los sentidos, ¡es una cosa que está permitida!
—Vale, vale. Pero sigo sin confiar mucho en ti.
Belcebú hace los ojos en blanco y se levanta de la cama.
—¿Tú qué querrías que te hiciera?
—¿Qué eres capaz de hacer?
—Pues... muchas cosas.
—Veamos.
—¿Qué quieres?
—Ver que sabes hacer.
—Ah pero... pensé que ibas a decirme que... Ugh.
—¿Que qué?
—Pues lo que querías que hiciera —se acerca
—Haz lo que quieras —le sonríe.
—Lo que quiera —levanta una ceja porque eso suena casi retador.
—Siempre que no sea pecado —añade por si acaso.
—Tus definiciones de pecado es meterme tu cosa en donde me has puesto un estúpido cinturón de castidad.
—Hay más pecado que ese y por eso lo he puesto.
Se le acerca del todo y abre las piernas, sentándosele encima. Él le pone las manos en la cintura casi automáticamente.
Chasquea los dedos y en un instante está vestido como si fuera un demonio. Y sí, la verdad, no tiene mal gusto. Pantalones ajustados de cuero, camiseta roja, pegadita, y... sí, una chaqueta de cuero con algunos estoperoles. Botas. Y vamos a ir un poco más lejos, le ha pintado las uñas de negro, y le ha delineado un poco los ojos.
—¿Q-Qué? —se sonroja.
—Esto no es pecado —Belcebú sonríe.
—No, pero... es completamente inapropiado.
—Quizás... pero guapo te ves —se acerca a besarle.
Ojos en blanco, aunque sí que le devuelve el beso.
AL FIN.
Belcebú hace un sonidito de satisfacción casi de manera instantánea, acariciándole la mejilla y la nuca con suavidad.
Le acaricia la cintura y la espalda, tal vez curándola otra vez.
"Tal vez"
No estamos seguros, o sea, si lo hace, no es consciente.
La demonio cierra los ojos y debes de poder sentir el amorcito salir de ella... mientras profundiza el beso. Sinceramente, es hasta este momento que nota que hoy definitivamente no quisiera que la "cogieras", quisiera que le hicieras el amor. ¡Que nunca nadie la escuche pensar eso!
Bueno, lo que va a pasar es más parecido a eso.
La verdad, hay muchas formas de hacer el amor... ¡que no la escuchen pensar eso tampoco! Sonríe en el beso, porque con todo y cinturón de castidad, esto la hace sentir mucho mejor. Hacía solo unas horas parecía imposible que volviera a pasar.
El draaaaama.
Sólo un poquito, ¡está sonriendo!
Vale, vale. No creo que te sirva mucho de todos modos esa ropa, va a desaparecérsela pronto.
Ya lo volverá a vestir luego, ha servido para descolocarlo y poderle dar un beso.
Eso sí. La va a llevar a la cama, eso sí.
Belcebú... es que va a hacer una fiesta. Puede que el día de hoy este hotel venda cien veces más comida de lo que ha vendido en los últimos cien años ¡porque sí la va a llevar a la cama! ¿Y no le va a quitar el cinturón de castidad de casualidad?
Nop.
Malditasea
Zo zorry.
Bueno, vale, van a... retozar desnudos en la cama hasta que seguramente el se corra y ella se moje las ganas en el café.
Puede mojar el cinturón.
Eso créeme que lo va a empapar, maldita sea.
¿Podrías quitárselo al menos para que ella pueda manualmente... arreglarse el problema?
Nop.
O sea tú te vas a quedar bien satisfecho y ella... no. Ugh, Gabriel, ¡hay que tener una conversación sobre la empatía!
Pues la última vez fue al revés.
¡No! ¿Cómo que fue al revés? ¿¡Cuándo?! ¿La vez del árbol?
No, cuando él llevaba el cinturón.
¡ES UN CINTURÓN INFERNAL!
No es infernal, es celestial.
ES peor que infernal.
—¡Quítamelo! —casi suplica en algún punto, porque no se alcanza, ni se toca, ni... ugh, está puto bien hecho el maldito.
—No voy a quitártelo...
—Pero Gabriel... e-es... es que... no te hago nada, ¡solo quiero tocarme yo!
—Si quieres puedo aliviarte.
Le mira... y aprieta los ojos, porque ese alivio es como la cosa menos satisfactoria del universo.
Él le hace una caricia pasándole los dedos por el pelo.
—Ugh, deja de ser adorable... —susurra sonriendo igual, sin querer realmente que deje de serlo.
—Nah —sonríe.
—Sí, alíviame... —le pide parpadeando lentamente y pasándole una mano por el pecho—. ¿Podemos quedarnos aquí un rato?
—¿Quieres que te alivie del todo?
—¿Del... todo? —pregunta.
—Todo... TODO lo que te duela o te perturbe.
Ella sonríe y se humedece los labios, porque las veces que ha hecho eso es... dulce y la cosa más amorosa posible. SE sonroja un poco y traga saliva. Asiente.
Sonríe y le pone las manos en la cabeza, hundiéndole los dedos en el pelo.
Belcebú entrecierra los ojos, más bien, se le cierran a la mitad así en un idilio total.
—Mmm... me gusta cuando me alivias...
Y empieza a masajearle y quitarle la ansiedad, los nervios, miedos y estrés.
Y no va a quedar nada de Belcebú si le quitas todo eso.
Veremos qué es lo que queda.
Belcebú se relaja completamente y casi de inmediato, sonriendo un poquito
—Eres lo mejor que me ha pasado... —UGHHHH
Gabriel sonríe y sigue con ello, hasta el pelo se le desenreda y se le limpia y suaviza.
Nadie va a reconocerla después de esto, ni Gabriel.
La verdad se le recreeeeeeeeea en la mente antes de seguir con el resto del cuerpo.
Cielos, los resentimientos... Se los va a quitar.
Sí y preocupaciones.
—Deberíamos casarnos pronto.
—Eso lo dices solo porque eso será cuando deje de ser pecado.
—Eso lo digo porque quiero estar contigo todo el tiempo.
—¿Todo el tiempo?
—Bueno no es que pretenda estar contigo todo el tiempo —aclara, riéndose un poco—. Pero eres mi ser favorito y me gusta mucho todo lo que hacemos —ugh ugh ugh.
—Eso ya lo veo.
—A ti también te gusta... quizás no tanto, pero te gusta —asegura con sinceridad, mirándole tan sonriente.
—Sí que me gusta.
—Esto es lo que quería hacer hoy.
—Te quejas tanto de todo.
—¿Te lo parece? —Le mira porque ella tiene la impresión de que él se queja de todo.
—Sí.
—Creo que más que quejarme, me preocupan tus reacciones.
—¿Por qué?
—Quiero gustarte y cuando trato de hacerlo no reaccionas como yo esperaría que debería reaccionar alguien a quien le gusta y... eso suele asustarme y no sé cómo reaccionar. No debería asustarme tanto.
—Dame un ejemplo.
—Mmmm... me quejo porque no quieres acostarte conmigo, pero yo quiero que te quieras acostar conmigo, e intento... seducirte pero no reaccionas como espero, y no sé por qué es. Tú también te quejas mucho.
—¿Cómo esperas que reaccione?
—Pues querría que te acostaras conmigo —se ríe un poco—. Quizás fue un mal ejemplo. ¿De qué otra cosa me he quejado últimamente? Dime y te lo explicaré.
—Sobre todo de no tener sexo.
—Es que me gusta. Aunque esto me gusta tanto como eso.
—Eso sí que no me lo habías dicho nunca.
—Lo que me gusta es sentir que me quieres... y el sexo también, pero eso... bueno, cuando son las dos cosas, mejor. Y siempre es todo muy... en el borde. Algo horrible para ti y que no quieres repetir nunca. Y te quejas, siempre te quejas si lo tenemos.
—¡Porque es pecado!
—¿Y qué va a pasar cuando no lo sea?
—Que podrás desquitarte de la abstinencia.
—¿Y no solo no podes negarte todo el tiempo sino querrás hacerlo? —La cara de demonio que pone.
—Pero... sigue siendo impuro, así que ya veremos cuáles son los términos adecuados de prudencia y necesidad.
—¡¿Impuro de dónde?!
—El acto.
—Es... lo más puro que se puede hacer cuando se hace como nosotros.
—Eso no es verdad.
¿Ha seguido aliviándola? Sí, aunque puede que ya no en la cabeza.
—Tenemos una idea de todo esto diametralmente opuesta. Si yo creo que eres lo... umm... eres algo bueno que me ha pasado tú crees que yo soy lo peor que te ha pasado.
—No creo que seas lo peor que me ha pasado, pero sí que creo que es de las peores cosas que podría yo hacer.
—Es... feo hacerte sentir mal y culpable todo el tiempo
—Tal vez —suspira—. Aunque es bonito que te preocupe.
Belcebú se sonroja un poco porque las inseguridades y el miedo no se alivian permanentemente y encuentran el camino de vuelta con bastante rapidez.
—Cuando nos casemos eso va a cambiar, ¿no?
—Un poco sí.
Le mira de reojo.
—Venga ya, ¿cómo que solo "un poco"? —protesta mirándole de reojo.
—Pues por otro lado no pareces convencida.
—¿Convencida de...? —le pone la mano en el pecho y le acaricia un poco.
—De mis ideas en relación a esto
—Mmm... es que, no te parece raro que para lo que para tí es un pecado terrible, para mi sea una... —traga saliva—, bendición.
—Bueno, tú eres un demonio y yo un ángel. Probablemente haya otras cosas que sean justo al revés.
—Lo cual me hace pensar que ni tus ideas están mal, ni las mías están mal, solo... se neutralizan. Para eso existimos nosotros, desde el principio.
—Pero eso demuestra donde están las incompatibilidades.
—No, demuestra que justamente nos... complementamos. Como lo hacemos siempre. Yo soy tu parte oscura y tu mi parte brillante y esto... cuando estamos aquí así, es... como la tierra. El punto intermedio.
—Bueno, sí.
Belcebú se muerde el labio
—Parece que el poco convencido de esto sigues siendo tú.
—Es que mi problema no es quererte.
—Tu problema es todo lo demás...
—Sí.
—Pensé que una boda resolvía muchos de esos problemas.
—Lo hará. Algunos. Pero eres un demonio y no quiero darte falsas expectativas sobre a lo que esto se refiere.
—No sé si entiendo a qué te refieres.
—No vamos a estar fornicado desordenadamente por todos lados todo el tiempo solo porque... tengas una especie de permiso.
"Fornicando" Belcebú sonríe de lado con esa palabra.
—No quiero "fornicar" desordenadamente todo el tiempo. De hecho tú tienes... esta idea rara de lo que yo quiero. ¡Y no digo que no me guste!
—Solo te advierto que no va a pasar.
—Tampoco va a pasar que tú vayas por ahí diciéndole a todo mundo que soy tu abnegada esposa.
—No puedes detener lo que yo diga, no tiene nada que ver contigo.
—¡Si dices que soy tú abnegada esposa sí que tiene que ver conmigo! —Belcebú levanta las cejas.
—Bueno, estoy hablando de ti, claro, pero no implica que realmente lo seas. Aunque yo no diría una mentira.
—Lo que quiero decir es que... las cosas que dices siempre se saben en el infierno. Y... bueno, igualmente la boda va a ser complicada. Vale, vale... nada de fornicaciones desordenadas.
—¿Entonces saben que me quieres?
Belcebú se sonroja.
—Nadie puede creer que te quiera... todos saben que hay algo, solo que... algunos creen que mis intenciones son otras.
—Entonces pasará lo mismo con la abnegación.
Belcebú se sonroja un poco.
—Es también importante que sepas que... esto va a implicar ciertos problemas para ti
—¿La abnegación?
—Sí y no... En general. Cuando el infierno se dé cuenta de lo que pretendemos hacer.
—¿Por?
—Bueno, hay varios puntos en ello... cuando el infierno se entere va a pensar, evidentemente, que eres una debilidad mía.
—¿No es lo que piensan ya?
—Una cosa es suponerlo y otra cosa es confirmarlo. Una boda es... algo ridículo.
—Es imprescindible.
—Me refiero que una boda es algo ridículo a ojos de cualquiera en el infierno, Gabriel. Así que van a... presionar aún más y a intentar llegar a mí por medio tuyo. De hecho, creo que... no deberías bajar al infierno más.
—Mmmm...
—Es que vas a estar en peligro. Voy a estar en más peligro yo, pero tú vas a estar en peligro.
—Pues habrá que buscar una manera de no estarlo, igual que habrá que buscar una manera de hacer la boda.
—¿Una forma como cuál? Esto... estas dos cosas van a ser complejas. Yo no quiero perder el infierno y queremos casarnos.
—No lo sé.
—Yo necesito un pretexto... algo que haga que nos convenga que yo me case contigo.
—¿Política?
—Reunir al cielo y al infierno.
—La voluntad de Dios.
—¿Tú crees, Gabriel, que a alguien en el infierno le interesa un pepino la voluntad de Dios?
—¡Pues debería!
—No le interesamos a Dios. Le servimos, le somos útiles, pero le importa una mierda lo que nos pase.
—Claro que le importa.
—¿Cómo lo sabes? ¿No nos echó para siempre sin posibilidad de volver?
—Ella no permitiría que me viera envuelto con vosotros si no le importarais. Formáis parte del plan.
—Utilitariamente.
—No tanto.
—El que le importa eres tú... no dudo que tú requieras esto para tanto. Pero eso no quiere decir que yo le importe. Le sirvo, porque requiere que estemos, requiere que hagamos el bloody trabajo sucio que ella ya no quiere hacer.
—Claro que no, si no, no me habría...
—Una cosa es que yo te importe a ti y otra es que... espera, ¿no te habría que?
—Ehm... no sería su voluntad.
—¿Es su voluntad? Pff...
—¡Sí que lo es!
—Lo dices porque según tú todo lo que pasa es su voluntad.
—No.
—¿Entonces?
—Porque lo sé. Me mandó una señal.
—¿De qué? —Belcebú parpadea.
—Pues de que esto era su voluntad.
—¿Me estás diciendo que estás conmigo porque... es la voluntad de Dios?
—Sí.
Ella le mira intensamente y él gira un poco la cabeza.
—¿Te mandó esta... "señal" antes de la... primera vez que estuvimos juntos?
—¿A qué te refieres?
—¿Estás aquí porque... te lo ordenaron? —se incorpora.
—¿Qué? No... lo que me dio es... guía. Y su beneplácito.
—Tienes permiso de Dios para estar conmigo —le mira fijamente unos segundos más.
—Exacto.
—Así que Dios... te ha dado permiso. Y... ¿guía dices? ¿Hacia mí? —Sonríe de lado.
Asiente. Belcebú sonríe un poco más.
—¡Ja!
—¿Qué?
—Es la voluntad de Dios. Y te lo ha dicho. Que estés CONMIGO —argumento perfecto para usar de aquí a la eternidad con él.
—Sí.
Se le acerca y le da un beso en los labios. Él se lo devuelve. Y es que esto... hace que sea mucho menos fácil que se vaya. Mucho, mucho. Le abraza, de hecho, contenta.
—¿Cuándo te dio permiso de venir CONMIGO?
—Después de la fiesta de Navidad.
—Y es conmigo... conmigo, sabe que soy yo, Belcebú.
—Sí, sí...
—Jaaaaa! ¡Que te quejas entonces de las diferencias! —Sonríe un poco más.
—Existen.
—¡Pero son aprobadas y aceptadas! Es la voluntad de Dios.
—Pero eso no las evapora.
—Las hace molestas pero sorteables —tira de el para darle otro beso.
—Es una forma bastante optimista de verlo.
—Esto... hace una enorme diferencia.
—¿Por?
—Porque es importante para ti.
—Pues antes también lo era.
—Sí, y antes era un problema enorme.
—Sigue siéndolo bastante.
—Esto en concreto no es un problema ya, en lo absoluto.
—Sí que lo es. Sigue habiendo normas.
—¿Cuáles normas? Las cumpliré.
—La boda.
—¡Pues la boda será!
Gabriel sonríe. Se ha puesto muy feliz con esto Belcebú
—¿Te gusta la idea?
—Sí.
—¿Cómo lo imaginas?
—No estoy seguro, porque no... Sé cómo sería posible.
—En la playa.
La mira y ella se sonroja un poco.
—No puede ser un ritual pagano.
—¡No he dicho un ritual pagano! Una boda en la playa, ¿no se puede?
—Es que no es tierra consagrada.
—Hmmm... Ugh. Bueno ¿y si hacemos esto en media iglesia?
—¿Media?
—Ponemos el altar de manera que este la mitad dentro y la mitad fuera.
—Eso va a parecer un chiste, prefiero cargarte toda la ceremonia.
—¿Vas a cargarme toda la ceremonia? —se sonroja un poquito.
—Prefiero eso que poner el altar fuera. Solo te sientas sobre mi regazo y ya, ni siquiera pesas tanto.
—Eso... bueno, sí, es una opción. ¿Tiene que ser todo como... convencional?
—¿A qué te refieres?
—A que si tienen que pasar todas las cosas que pasan en las bodas... va a ser... algo doloroso. Y OLVIDATE de nada que tenga que ver con agua bendita.
—Pero es que tiene que ser una ceremonia completa.
—¿En la que desintegre a la novia?
—¡No!
—Sin aguas benditas entonces... esa fuente de agua bendita que lanza el cura ese, que es justo para evitar nuestra presencia... no puede estar en la boda.
—¡No podemos quitar la pila bautismal!
—No vamos a bautizar a nadie.
—Mira, esto es la voluntad de Dios, así que ella proveerá la manera en la que nada te hiera. Solo tienes que tener fe.
Belcebú abre los ojos como platos.
—Ehh... no. Esto es la voluntad de Dios para ti... no para mí. Es decir, estás loco si crees que vas a echarme agua bendita encima, a ver si es verdad que Dios hará que nada me hiera. No.
—Si es la voluntad de Dios para mí, lo es también para ti, esto es entre los dos.
—El agua bendita me va a matar. No me puedes hacer tocar agua bendita —es que hasta se incorpora, separándose de él.
—Tal vez ese día no lo haga.
—Tal. Vez.
—Bu... tienes que tener fe.
No le llames Bu cuando haces eso. Belcebú aprieta los ojos pensando que va a tener que chasquear los dedos y forrarse de... plástico o algo así. Bloody hell.
—¿Y si te equivocas?
—No me equivocaré. Ella sabe todo lo que implica esto para ti. Seguro ya ha pensado la manera.
—Quizás la manera es que no haya una lluvia de agua bendita. Gabriel, no me pidas esto...
—No hay otra manera... tiene que hacerse bien.
—¿¡De verdad ese es un bloody requisito indispensable?!
—Podemos revisar un poco los ritos pero...
—Es que una cosa es sentarme ahí a escuchar todo y aguantarme las bendiciones... y otra muy diferente que me digas que me tengo que bañar con agua bendita, cosa que sabemos tú y yo de seguro que va a matarme.
—A lo mejor puede no ser un baño
—Gabriel... ¿en serio no basta con una bendición? Ya bastante duelen.
—No te dolerán ese día.
—Vale, vale... como sea. No puedes rociarme de agua bendita. Te he dicho que sí a todo lo demás.
Suspira y Belcebú aprieta los ojos.
—Bloody hell. Vale. Vale... bloody hell... vale. Rociada de bloody agua bendita. NO voy a sumergirme.
Gabriel sonríe y le besa.
Mierda, todo esto es culpa de que le llames Bu y seas así de mono. Aprieta los ojos más, pero le deja hacer, pensando que ya se pondrá en el momento una cobertura de algo. Jodido Gabriel, un día va a matarla.
¡Que va!
Podrías quitarle el cinturón de castidad, te ha dicho que si la bañes en puta agua bendita.
Nopi. Pero si la va a besar hasta que le moleste otra vez.
Te odia un poco, la verdad.
Que va.
Odia el estúpido cinturón de mierda, lo odia. Ni siquiera se está acostando contigo ahora como para decir, "me convenció acostándose conmigo".
Exacto.
Lo odia. Pone la mano de Gabriel sobre el cinturón de castidad y se separa del beso...
—Q-Quítamelo.
Niega.
—Voy a DERRETIRLO de lo caliente que estoy, ¡quítalo!
—Te harás daño si haces eso.
—Ya me está haciendo daño. ¿Cuándo me lo vas a quitar?
—Aun no.
—Lo que quieres es que te tenga ganas el día de la boda, ¿verdad? —lloriquea un poco.
—Eso lo vas a tener igual.
—Lo dices como si tú no tuvieras ganas.
—Sí, pero no se puede.
—Estúpido Arcángel con fuerza de voluntad. Alíviame esta mierda antes de que...
Suspira.
—Ugh. Ugh... ¡No suspires! —se le echa encima y le besa otra vez.
Le devuelve el beso.
Le va a besar hasta que sienta que está a punto de explotar y luego le va a seguir besando a ver si... explota sola.
Pues esperemos que lo haga.
Ojalá, aunque no... no. No va a ser tan fácil. Mierda. No va a ser tan fácil. Ugh. Además el fierro no se siente bien contra la piel de un bloody demonio.
¡Te estás frotando contra él!
Pues sí, ¡y no se siente como debería! ¡Esto es un suplicio! Termina separándose del beso y poniéndose boca arriba con las piernas abiertas, manos entre las piernas...
—UGH.
—¿Cuánto crees que puedes estar así? —le acaricia... algo.
El abdomen puedes acariciárselo, gracias. Tal vez un muslo.
—No vas a dejarme esto puesto hasta la boda —le mira con los ojos muy abiertos porque, claro que pretende irse a tocar en cuanto se lo quite
—Mmmm...
—Are you fucking kidding me?! ¿Cuándo vamos a casarnos? Esto es hierro, Gabriel. Somos... esto... nos hace daño. ¡Nos envenena a los demonios!
—Pero me gusta tu desesperación —sigue acariciándola, a lo mejor hasta le da un beso en la rodilla.
—¿¡T-Te gusta mi desesperación?!
—Sí.
—¡No estoy desesperada!
—Mejor entonces.
—Ugh, te odio —le hunde un poco la mano en el pelo.
—Supongo que puedo seguir haciéndote esto entonces —va a besarle el interior de los muslos
Belcebú traga saliva, porque esto es lo que quería. Esto es justo lo que quería tener con él. Sin puto cinturón.
La gracia de esto es el cinturón. Estúpido cinturón de mierda.
—Estúpido cinturón de mierda. U-Un día... c-cuando esto ya no s-sea pecado, vas a hacerlo sin cinturón. Que lo sepas.
—¿El qué?
—Poner tu bonita lengua... en donde está el bloody cinturón de castidad.
—¿Eso quieres?
—Sí.
—Mmmm... no sé si eso es pecado.
—¿P-Por qué sería pecado?
—No sé, es tu...
—Pero no es... no se puede uno reproducir así
—Lo que es pecado, justamente no es reproducirse.
—¿E-E-Entonces? Hazlo... n-no es... no es pecado
—Es la parte del placer.
—A ti no te va a causar placer.
—¿Por qué no?
—¿Porque cuando tienes placer en la lengua?
—Pero complacerte a ti me complace a mí.
Belcebú traga saliva.
—R-Really? Pero complacerte... no da placer.
—Tal vez no a ti.
—¿T-Te da placer? Pero...
—¿Qué?
—Ugh... ¡esto debería estar permitido!
—Hace unos meses... con trabajos nos dábamos un apretón de manos.
Y es que está cerca de la zona de peligro y desnudo y Belcebú está... palpitante. Se humedece los labios, mirándole u poco hipnotizada.
—Ha-Hace unos meses pensaba que esto era lo único que quería...
—¿Y ahora cada vez quieres más?
El asunto es con el afecto... Debes sentirlo. Gatea por encima de ella para llegar a su cara
—A-Antes no r-recordaba... —traga saliva, dejándole hacer, aunque la parte que cubre el cinturón de castidad protesta porque joder, ¡ha estado muy cerca! Belcebú le abraza —... l-lo demás.
—¿Qué demás?
—E-El amor.
—Adictivo.
—Sí... pero... —Gira un poco la cara.
Él le besa la mejilla y ella cierra los ojos y sonríe.
—No es cualquier amor, es el tuyo. Por eso es más... adictivo
—En realidad no.
—¿Me estás diciendo que cualquier otro que me quisiera me sentiría igual?
—No. Pero sería igual de adictivo.
—¿Tu sientes lo mismo de todos los ángeles?
Asiente.
—¿Y es adictivo para ti lo que sientes con ellos?
—Sí.
—¿¡Lo que sientes conmigo lo sientes con cualquier ángel?!
—No, te he dicho que no sentirías lo mismo pero sería igual de adictivo.
—Ahh. No sé si quiero sentir esto con alguien más ya tengo bastante con que sea como es contigo.
Gabriel se ríe.
—¡No sé cómo puedes con más de uno!
—Todos son diferentes.
—¿Y cuál te gusta más? ¿El mío? —Arruga la nariz.
Él se ríe sin contestar a eso. Belcebú arruga aún más la nariz.
—¡Si no fuera así... te irías con un ángel.
—Tus celos.
—No son celos, es... deducción —se sonroja.
—Seguro.
—¡Te sería más fácil ir con un ángel!
—Un ángel no me pediría sexo cada cinco minutos.
(Crowley discrepa)
—¿Y eso querrías?
—No —sonríe. Belcebú sonríe.
—JA! ¡Te gusta que lo haga!
—Relativamente.
—Oh, venga ya —le da una palmada en el culo.
—¡Ala!
—¿Te gusta? —pregunta dándole otra palmada así suavecita, antes de que se queje.
—No
Levanta las cejas y sonríe de lado. Gabriel se sonroja. Ella le da otra palmada.
—He visto lo que te haces a ti mismo cuando te portas mal...
—¡Basta!
Le besa.
Ugh, vale.
¿Por qué Ugh?
Porque... nooooo. No tiene que pegarleeee
No le está... golpeando. Le está... dando unas nalgaditas sexys que le gustan.
Ella es la que sabe de castigos y esto no vale.
Alaaaaaa, pues él parece muy informado igualmente. De los castigos, digo.
Pues claro.
¡Pero esto es sexy! Y a él parece gustarle.
¡No lo es! ¡No lo digas más!
Es como la chaqueta de cuero.
¡No! O sea... sí. Porque la chupa tampoco le gusta. Es lo mismo.
Claaaaaaro, claro.
Ugh.
A Belcebú tampoco le gusta él.
No así.
¿No? Que mentiras. Las mentiras no estaban prohibidas.
Es que no es lo mismo.
¿¡En qué aspecto no es lo mismo?!
Porque a Belcebú sí le gusta.
¡Y a él también! Es más, otra palmadita para ponerle el culo rosadito solo para fines demostrativos.
Duro es como se lo vas a poner.
Eso... no nos molesta.
Ya...ya.
El de hecho con suerte se desespera lo bastante y le quite el estúpido cinturón.
Nah.
Ella lo intenta. Por intentar... Nadie puede criticarla por intentar. Creo que va a estar dándole palmadas en el culo así esporádicas un buen rato.
Ugh...
