Miguel se acerca un poco a Uriel que sigue con una ceja levantada.

—No funcionó.

—No me digas...

Ojos en blanco.

—Me refiero a que ella ya había hablado con el antes de que yo llegara ¿No habías dicho que si se lo había creído?

—No solo no funcionó, si no que te arrastró a ti también. ¿A qué círculo del infierno dices que tendremos que ir a verte ahora en que te mudas para tu nueva vida de casada?

Miguel se sonroja un montón.

—No seas tonta, ¡eso no va a pasar!

—Él parece muy convencido que ya estás manos a la obra.

—Me ha pedido que le apoyara, ¡no pensé que fuera con eso!

—Y obviamente a ti te ha faltado tiempo, señora de...

—Uriel, ¡no digas tonterías!

Se ríe un poco.

—Él está... él... ¡esto solo es una táctica! ¡Ya lo oíste!

—Una... táctica.

—Para atacar al infierno de alguna manera. Quizás yo lo que pueda hacer es engañarle y... matarle. Necesito yo hacer un plan. Podrías ayudarme y hacerlo tú también en vez de nada más quejarte.

—Pareces muy predispuesta a... engañarle así.

—Si es la voluntad de Dios que estemos juntos, yo voy a estar "juntos" en mis términos. Quizás solo haya que reinterpretar lo que piensa Gabriel que ella dijo.

—Yo aún creo que está malinterpretando las señales y no pienso acercarme a ningún demonio. Azrael tiene razón.

—¿Y si tiene razón y nos vienen detrás?

—¿Eso querrías? ¿Que viniera él y se te arrodillara?

—¡Lo MATO como haga eso! —se sonroja.

—Pues vas a tener que darle amor, según Gabriel.

—Por Dios, seguro se conforma con... nada

—¿Nada? Por necesitado o...

—Porque es... el más despreciable de todos.

—¿Y eso qué?

—Quizás con solo un poco de... menos asco que de costumbre sienta que ya tiene suficiente.

—Así que eres capaz de ir y tenerle menos asco.

—Ugh... no, pero podría intentar eso a lo mucho, si es designio divino. No sé. Es que además el es tan idiota y cada vez que le veo e tan... repugnante todo —se cruza de brazos —. Pero Gabriel está muy convencido.

—No puedo creer que no le hayas convencido

—Uriel, ¡él ya lo sabía cuando llegué! La que no convenció a Belcebú fue otra.

—¡Claro que la convencí! Si la dejé llorando.

—Y luego él fue y habló con ella y ¡ella le dijo! Porque cuando yo fui él ya sabía que habías ido.

—Ugh.

—¡No sé cómo es qué pasó eso! ¿Te dio alguna pista que indicara que... sabía?

—¡Claro que no! Pero si él fue y habló con ella después que yo fuera y antes de que tú, ya sabes cómo se enteró.

Miguel hace los ojos en blanco.

—Tenían incluso una palabra secreta.

—¿Qué? ¡Ella no dijo nada!

—Quizás la palabra secreta la idearon después de darse cuenta. Además... la fe de Gabriel... Aun diciéndole que no quería salir más con él, parecía aferrado.

—¿Habláis de mí? —pregunta el nombrado acercándoseles con su sonrisita.

—Es imposible hablar de otra cosa últimamente.

Gabriel sonríe de un modo un poco atemorizante.

—¿Qué? —pregunta Miguel.

—¿Y no hay algo que queráis decirme sobre los acontecimientos de esta tarde?

Uriel gira cara sonrojándose un poco.

—Ya te he explicado lo que intentábamos —susurra Miguel sintiéndose un poco culpable.

—Aun así, mentirme a mí... romperle el corazón a Belcebú. No estoy muy contento.

Miguel hace los ojos en blanco.

—Engañarme para darte mi "apoyo incondicional"...

—No te he engañado.

—Sí me has engañado.

—¿Dónde está el engaño?

—Has insinuado que no me arrepentiría.

—Y no lo harás, pero no aun.

—¿Lo dices ahora que puedes prever el futuro, señor de Belcebú?

—Sí —le sonríe.

Mira a Uriel de reojo porque la reacción es diametralmente distinta a la suya. Uriel carraspea con ese sí tan directo sin vacilar a pesar de cómo le ha llamado.

—Creo que nos debéis una disculpa. Especialmente a ella.

—Una disculpa... —¡Miguel opina que también le debe a ella una disculpa por decir lo que dijo así frente a todos!

—¡Yo no pienso disculparme ante ningún demonio! —chilla Uriel.

—Gabriel... pensé que en algún punto habías aprendido ya a elegir tus batallas.

—Que a ti esta no te parezca importante no significa que no lo sea.

—Un Arcángel jamás se va a disculpar con un demonio. ¿¡Cuándo se disculpó ella con ligo por robarme mi cuerpo y ultrajarlo en navidad?!

—De hecho, justo disculparnos es lo que nos diferencia de los demonios.

—¡No vamos a disculparnos con Belcebú por hacerte a ti un bien!

—No ha sido un bien.

—Lo hubiera sido. Estas demasiado enamorado.

—Es que... ¿qué pensabais? ¿Que no íbamos a volver a hablarnos nunca más? ¿Qué podíais venir y decirnos "se acabó" sin que fuéramos a hacer nada?

—Pues... ¿para qué ibas a volver a hablarle si te decía que se acabó?

—¿Y para qué te iba a volverte a hablar ella con el corazón roto?

—Para asegurarse.

—Bueno, pues... nada. Ganó esta vez.

—Y por eso bajareis a pedirle disculpas, prometeréis no repetirlo y la ayudareis en algo que os pida...

—¿Qué? ¡Ni hablar!

—Claro, claro... y le lavaremos los pies y nos humillaremos frente a ella... ¿no quieres que de una vez nos mate?

—No.

—Gabriel, ¿tienes alguna idea de lo mal que se vería si fuéramos al infierno a DISCULPARNOS por esto?

—Por eso será algo discreto. Iré con vosotras y me asegurare que no os pida nada... horrible.

—¿¡Esto es algo que crees que vas a obtener de verdad?!

—Por supuesto que lo voy a obtener.

—Yo no pienso hacerle ningún favor a Belcebú y menos voy a hacer lo que dices con... otro demonio.

—Y yo menos con Lucifer. Y no sé cómo crees que vas a obtenerlo... ¿vas a amenazarnos con hacer qué si no lo hacemos?

—Nada. No os voy a hacer nada. El arrepentimiento no sirve si no lo sentís vosotras mismas.

Miguel aprieta los ojos

—P-Pero... Gabriel —protesta Uriel

—Desde luego, tampoco el perdón —añade él

—A ti te pido todas las disculpas que quieras... ¿pero a ella?

—También me duele lo que le habéis hecho a ella.

—¿Qué hay de lo que ella nos ha hecho a todos? Ugh, ¡no nos hagas sentir más culpables!

—Ya te he dicho que eso es lo que nos diferencia de los demonios.

—¡Lo que nos diferencia es que nosotros no solemos hacer las cosas mal!

Gabriel se ríe con eso y Uriel sigue de morros.

—Lo más que puedo ofrecerte...

Uriel mira a Miguel de reojo.

—Lo que pasa es que ella realmente se muere por ayudar al plan que has propuesto —se burla Uriel.

—¡No me muero por ayudar al plan que ha propuesto!

—Sí, eso ya lo sé —le sonríe Gabriel a Uriel—. Y tú querrás pronto también. ¿Ya has elegido a uno bueno? No quiero que Azrael te deje con las sobras.

Uriel parpadea y se sonroja.

—Ugh, ¡parece que te pagan para promocionar esto! —protesta Miguel—. Te regalo a Lucifer, Uriel.

—¡No me importa quedarme con las sobras porque igualmente no quiero a ninguno!

—No, yo no quiero al que arbitrariamente me has asignado... —agrega Miguel para completar. Ejem.

—Nadie te ha asignado nada arbitrariamente, Miguel.

—Pues has dicho Lucifer directo —sigue, sacando su teléfono solo para tener algo que hacer—. Te advierto que...

—¿Qué?

—Yo soy un soldado, Gabriel... yo no resuelvo las cosas como tú con suavidad.

—¿Y eso qué significa?

—Quizás yo encuentre una forma más rápida de impedir que un demonio, o más aún Lucifer, tenga la idea remota de acercarse a mí. Así que... vale, sí, voy a seguirte el juego. Pero que sepan, que no va a ser exactamente para lo mismo que tú —sentencia sonrojándose.

—No quiero a nadie teniendo sexo desordenado por los rincones hasta pasada la boda —les advierte.

La CARA de Uriel. ¿Y pasada la boda se puede tener sexo desenfrenado? Vale. Anotado. Asegura Belcebú.

—WHAT?!

Hace un gesto de señalarlas, primero a Miguel y luego a Uriel para aún más el escándalo de esta.

—Luego llamaré a Belcebú y os diré cuando iremos.

—¡Gabriel! ¿Qué clase de...? ¡No!

—Sabré si lo habéis hecho.

—Desde luego que NO vamos a hacer eso NUNCA —más pronto cae un hablador que un cojo...

—Decídselo a los demás. Especialmente a Raguel. Vendré a buscaros para bajar al infierno.

—¡Ugh! ¡Gabriel!

—No le vamos a decir... ¿Cómo le vamos a decir eso a RAGUEL?

—¡Raguel ni siquiera debe saber que es eso! Aunque me quieran convencer de que... eso —Miguel hace cara de asco.

—Raguel lo hace desde hace más de dos mil años.

—¡No ESO! ¡Obviamente no sexo! —Miguel se sonroja.

—Claro que sí. Por cierto... quiero que te enteres con quien está liado Aamón. Pregunta a tus contactos.

—Ya me has dicho eso antes. Pero... ¿cómo sabes que es sobre sexo?

—Que no se te olvide. He dicho que sé cuando alguien...

—¡Solo porque tú lo has hecho tres veces no te hace un experto!

—No... —se sonroja POR FIN—. No he dicho que sea un experto, he dicho que lo sabré.

Wait! What? TRES VECES?

Al fin, fanfarrias Parecía imposible que se sonrojara.

—Y no creas que solo ha sido seducido por Belcebú. Una vez fue en Navidad y lo hizo todo ÉL. Así que no veo cómo puedes darnos discursos sobre tener sexo en todos lados —sigue Miguel la acusica.

—¿TÚ?

—Chicas... —protesta un poco, poniendo los ojos en blanco

—Sí, ha sido todo un pervertido. No sabes la cantidad de enfermedades sexuales y no sexuales que le han encontrado y que le contagió esa mujerzuela.

Ojos en blanco

—¡Ugh! ¡Yo tengo que ir a sanación! —cae en la cuenta Uriel

—Así que debe haber puesto todas las cosas que tiene en todos los lugares donde no debe... ¿tú por qué?

—Pues porque bajé a hablarle.

—¿Y te has acostado con ella?

—¡Claro que no! Pero igual...

—¿Te ha besado para contagiarte?

—¡No!

—Menos mal. El señor de Belcebú podría haberse puesto celoso.

—Miguel... —suspira Gabriel.

—¿¡Qué?! ¡Cómo es que a mi si me molestas y a él no!

—¿Qué es lo que te molesta?

—Que le digas señora de Lucifer—responde Uriel

—¡No soy la señora de Lucifer!

—¡Oh! —Gabriel se ríe un poco—. Aun.

—No, ¡nada de aún! Nunca. ¡JAMÁS! —esa pasión que solo le sale con él—. Si estamos en esas tú eres la señora-de-otro-demonio!

—Pfff claro que no.

—Qué tal que caes redonda, como Gabriel.

—Eso NO va a pasar.

—Cómo no va a pasar la locura que proponen con Lucifer —Miguel levanta la nariz. Gabriel suspira empezando a estar un poco harto de las dos.

No nos extraña. Sariel se les acerca un poquito, vacilando.

—G-Gabriel...

Él se gira.

—¿Podrías hablar contigo un minuto?

—Desde luego... volveré a por vosotras cuando sepa esto —se despide de las otras dos.

Miguel hace los ojos en blanco y va a cuchichear con Uriel, que aún no puede creer que las vaya a hacer bajar al infierno a DISCULPARSE CON BELCEBÚ.

Por lo pronto, Gabriel le sonríe a Sariel. Ella le mira preocupada.

—Necesito ayuda.

—¿Para qué?

—Quiero tener fe y hacer lo que dices que nos ha pedido nuestra señora, pero... no sé cómo.

—Pues... verás, solo es necesario lo que os he comentado antes. Elige un demonio e intenta acércatele.

Ella le mira con cara de circunstancias.

—¿Qué?

—¿A-Acercármele cómo?

—De... el modo que... quieras.

—¡No sé hacerlo! ¿Quieres que baje al infierno y lo busque? ¿No teníamos prohibido bajar?

—Cítalo, un día y... queda con él en la tierra. Es terreno neutral.

—¿Y cómo citó a un demonio en la tierra? ¿Cómo elijo a uno? Tú los conoces, podrías ayudarme.

—No, no les conozco mucho.

—¿Y una vez que cite al demonio en cuestión qué tengo que hacer? —suspira agobiada.

—Miguel sabe teléfonos, tal vez pueda ayudarte a contactar sin tener que bajar.

—¿Y cómo hago que me quiera?

—Tienes que darle afecto. Es adictivo... y luego siempre vuelven por más.

—¿Cómo sé que no me hará daño?

—¿Quieres... que te acompañe cuando vayas?

—¿¡Harías eso?! Sí.

Él le sonríe y asiente.

—Ay, muchísimas gracias, Gabriel.

—¿Con quién quieres ir, entonces?

—No lo sé. Pensé que quizás alguien que se presente como mujer sería más dulce...—se muerde el labio.

—No creas, Belcebú es bastante terrible, pero... Belfegor tendrá que ser.

—¿No es dulce? Puedo elegir a otro —se muerde el labio, temerosa.

—No lo sé.

—Bueno, igualmente tengo que elegir a alguno.

—Probablemente sea... no sea muy peligrosa.

—Bien... leí, creo... —saca su tablet, la muy ñoña—. Mira...

Gabriel se acerca a ver.

—Estaba leyendo algunas cosas... de hecho, anda parece muy agradable.

—¿Qué cosas?

—Pues... no sé si voy a poder con alguien cuyo pecado principal sea la PEREZA, Gabriel.

—¿Por qué no?

Sariel se revuelve, porque ella... a ella le gusta ser diligente y rápida con todo.

—Detesto a la pereza.

—Eso no tiene nada que ver. No hagas caso.

—¿Por? ¿Belcebú te hace comer... en abundancia?

—No, justamente.

—¿Entonces Belcebú come contigo en abundancia?

—No, casi nunca comemos nada en lo absoluto.

—¿No te molesta entonces, su... pecado capital? —parece más tranquila después de oír esto.

—No. Para nada. No me afecta en lo absoluto.

—¡Menos mal! Pensé que sería muy complejo —Sonríe un poco, aliviada.

—Nah —le sonríe sinceramente

—Gracias a Dios, siempre provee. Gracias también a ti por siempre explicarnos lo que ella quiere.

—De nada —beso en la sien. Ella le abraza. Oda a Gabriel.