Cuando Aamón llega fuera de la librería, intenta llamar a Raguel. La verdad no hay motivo por el cual no le conteste salvo porque Gabriel le ha puesto lo de los números privados. No sé si lo quitó.
Ah, que la puta madre, podría Remiel habérselo arreglado. Es posible que se lo haya pedido, la verdad.
—¿¡Aamón?! —contesta, casi como si hubiera estado horas bajo el agua y esta fuera la primera bocanada de aire.
—Ah... ehm... Ho-Hola...
Raguel sonríe, porque... solo escuchar su voz. Cierra los ojos.
—Me alegra oírte —susurra y se le corta un poquito la voz.
—¿S-Sí? O sea... ¿sí me oyes? ¿Eres tú?
—Sí... sí que soy yo. Te echaba de menos, no he dejado de pensar en ti —confiesa y se tiene que limpiar un ojo, porque estamos sensibles. Ampliamente sensibles.
—Yo... —es que lo vas a hacer llorar otra vez.
—¿Estás bien?
Asiente sin decir nada, se sorbe un poco los mocos.
—Quiero verte.
—T-Te... quiero.
Cielos, es que... solloza en silencio.
—Yo también te quiero, muchísimo.
—N-No llores...
—T-Tú tampoco... —pide sorbiéndose un poco los mocos—. Lo siento, Aamón. Siento haberlo hecho todo mal.
Es que sí que llora.
—Siento decírtelo hasta ahora...
Solloza más porque ahora ya no quiere decirle que tiene otro novio ni nada de eso, quiere ir y abrazarle.
—N-No llores... por favor. T-Todo va a estar bien... —susurra, quebrado, como si él no estuviera llorando como Magdalena.
No se entiende lo que le dice pero es algo como "no estoy llorando"
—S-Si vamos a vernos mañana, ¿verdad?
Asiente otra vez sollozando.
Raguel quisiera bajar, abrazarle y... no soltarle en días. Eso es lo que quisiera... pero aprieta los ojos, porque Aamón tiene a alguien más a quien abrazar y... él tiene que ser fuerte.
Aamón quisiera abrazarle por días y contarle la verdad y a la mierda todo
—T-Tengo muchas ganas de verte...
—Pues...
—Ya, ya... mañana —se sorbe los mocos.
Traga saliva porque... no, no se refería a mañana.
¡Pos llévatelo hoy!
—V-Vale...
—Perdona... solo es que... después de verte una vez, creo que ha sido más difícil... c-cuando te has ido yo... —se limpia los ojos al oírle y traga saliva—. Vale.
Aamón aprieta los ojos...
—Contaré las horas —sonríe un poco, pensando que el mismo es un poco tonto de estar tan ansioso.
Le cuelga y... es que...
Raguel traga saliva, sin esperar que se cortara la llamada o bueno, que cortara la llamada. Y es que es la segunda vez, la vez pasada se ha ido y... y... Está tentado a llamarle otra vez, pero... es que le ha colgado.
Aamón se va a las escaleras, hacia el cielo y cuando llega frente a Daniel, le posee antes de que pueda siquiera darse cuenta que es un demonio.
Boom!
Sale a recoger su cuerpo, escondiéndolo debajo del mostrador que hace de recepción del cielo y se dirige hacia... no sabe dónde pero con una idea bastante clara.
Oh, con una idea bastante clara? Vale, todos a la expectativa. Alguien le detiene en el pasillo y le pregunta si ya volvió Samariel.
Pues encontrar a Raguel. Daniel parpadea.
—Eh... sí, sí, debe estar en... su lugar.
—Vale, ¡gracias!
Asiente y sigue por donde iba.
Todos con los que se cruza le sonríen y le saludan.
Él hace algunos gestos medio raros. Mitad sonrisa, mitad gruñido, sin casi mirarles y sin tener ni idea de donde va.
Sinceramente, deberías preguntar.
Ya, bueno. Pero eso no es para demonios. Corre por el cielo de un lado a otro, agradecido de que todas las paredes sean de cristal.
Su oficina tiene su nombre en la puerta, como la de todos.
Está mirando a ver quién hay ahí dentro, pero maldita sea lo grande que es esto.
Raguel tiene una oficina en el último piso, desde la que se ve casi todo el corporativo celestial. Hola. Soy la policía del cielo.
¿Y cómo va a saber eso él?
Vas a... tardarte un rato en encontrarle. Aun así, la puerta de su oficina está siempre abierta aunque no es muy común que alguien vaya a verle.
De hecho puede que hasta pase por delante y ni la vea porque no esté ahí o algo así.
Además nadie le hace ni puto caso, solo le saludan.
Tampoco él les hace a ellos.
Raguel... se ha puesto a llorar otra vez, codos en el escritorio, manos a la cara.
Va a tardar un rato en llegar, la verdad.
Para cuando llegue, probablemente Raguel esté... mirando su catálogo de demonios.
De hecho, creo que se va a desesperar y se va a poner a gritar y a dar golpes contra una ventana gritando "Raguel" así como en la escena de la iglesia en el graduado.
Vale, eso... va a funcionar bastante bien. Raguel, de hecho, no lo escucha porque está lejos, pero no tardan mucho en... llamar a Raguel para decirle que Daniel... que algo raro pasa, que vaya por favor a... Sanación
¿A sanación?
Pues yo creo que han pensado que ha enloquecido.
¿Se lo han llevado a sanación? A lo mejor podían hablarle.
Creo que la persona que ha venido por Raguel es quien le dice que se lo han llevado a Sanación...
Me refiero a preguntarle a Daniel si está bien.
Elemiah se le acerca a Daniel.
—¿¡Daniel?! ¿Qué pasa?
Parpadea un paco dejando de gritar y de golpear el cristal.
—Ehm...
Dos o tres que han salido de sus despachos cuchichean entre si, uno se va a buscar a Raguel... (y a decirle que Daniel se ha vuelto loco, como tantos últimamente, es una epidemia).
—¿Estabas... gritando el nombre de Raguel?
—L-Le estoy... buscando.
—Ohh... un poco desesperadamente. ¿Ya probaste en su despacho?
—Sí... claro, pero no estaba.
—Ohh... dejale un recado en la tablet a que te haga facetime cuando vuelva.
—Eeeeh... es que... me he quedado sin... energía. Eso. No tengo energía en el facetime.
Elemiah parpadea (a este paso sí se lo van a llevar a sanación.)
—Pues... haz un milagro de energía continua... como todos.
—Eh... sí, sí, claro. Pero esto es... uhm... un poco... urgente.
—¿Y no eres tú el que siempre vocea los casos urgentes?
—¿Que hago... qué?
—Llamar a la gente por el sistema de sonido cuando es urgente —Elemiah responde, parpadeando otra vez —. ¿No es así como le llamas? ¿Vocear?
—Ah, sí, sí, pero es que... me lo he dejado en... los otros pantalones.
—¿Quieres hacerlo desde el mío?
—Uy... ehm... no quisiera yo abusar.
—Pues no sé entonces qué es lo que quieres que haga... pero no puedes estar gritando y golpeando las paredes como si estuvieras loco —protesta un poco—. Ve a su ofiicna a esperarle si no quieres llamarle por mi intercomunicador.
—V-Vale. ¿Qué tal si me acompañas?
El Serafín le mira un poco... incrédulo.
—¿Yo? ¿Para?
—Ehm... no lo sé, tal vez... tengo un mensaje para ti también. Lo ha traído Gabriel y me lo ha dejado para que te lo dé.
Elemiah levanta las cejas.
—Oh... ¿un mensaje de Gabriel?
—No sé si es de Gabriel, sé que me lo ha dado Gabriel... pero y sabes que él es... bueno, trae mensajes de... sitios.
—Sí... bueno, estaba... llamando. Pero vale, vamos.
Daniel asiente y sonríe un poco.
—Podrías habermelo dicho desde el principio en vez de gritar.
—Sí, bueno, me he estresado un poco.
—¿Por?
—No sé, todo esto es un poco...
—¿Todo que? —pregunta deteniéndose frente al elevador.
—Estresante.
—Sí, sí... ¿todo qué es estresante?
—Pues... esto.
—¿Tu trabajo?
—Sí, eso.
—No sabía que te estresara.
—¿Pues cómo no?
—¿Sí? Bueno... no sé, ser el recepcionista... no me parece lo más horrible que hay —se encoge de hombros—. ¿Qué te estresa?
—Pues... no lo sé, la exigencia del puesto, tiene que estar todo siempre perfecto. Ya no puede tener uno ni un pequeño brote psicótico sin que le estén cuestionando.
El serafín levanta las manos en rendición.
—Vale, vale... igualmente quizás debieras ir a sanación si te sientes estresado.
—Ehm... Sí, luego, vale. Whatever.
Elemiah le mira de reojo antes de bajarse del elevador en el último piso del edificio.
—De verdad te lo digo, ellos son buenos para quitar todos esos malestares, tienes que ser feliz en tu trabajo.
—¿Sabes qué necesito? Bueno yo y todos. Bloody sexo de mierda, eso sí que quita el malestar y no las mierda de drogas que debéis tomaros aquí arriba —sale también.
Elemiah levanta las cejas... hasta... la... punta del... edifico.
—¿Q-Qué has dicho?
—Que... ave maría purísima.
—Sin pecado concebida —responde en automático, parpadeando un poco y persignándose, pensando que debe haber oído mal y sonrojándose un poco.
Daniel hace un pequeño gesto de desagrado con un gruñidito de dolor porque los rezos.
—¿Sabes? Una vez tuve un loro. Bueno, una lora. Un loro hembra. ¿Cómo se dice a un loro hembra? El caso es que era todo blanco y lo llamé María para poder hablar de él en estos casos.
Otra vez el parpadeo triple.
—¿Un... loro? —la pequeña e inocente mente... del serafín.
—Son unos animalitos súper estúpidos que repiten lo que les enseñes como si supieran lo que dicen. Deberíais tener aquí unos cuantos. Harían mejor trabajo que algunos y ni cuenta os ibais a dar.
—¿Qué estás diciendo? —pregunta del todo descolocado.
—Que... la paz sea contigo. ¿Dónde es que tengo que ir?
—Estamos yendo, ¿no? a la oficina de Raguel —señala.
—Ah, sí, sí. Pero no todo el camino. Esperaba una indicación y un buena suerte o algo en la línea de las frases esas tan bonitas que decís en algún punto —la verdad, lo que pasa es que se ha hartado de los rezos.
—¿No me has dicho que tenías un mensaje para mí?
—Ah... eso... sí —chasquea los dedos y aparece un sobre negro todo hecho polvo y manchado de cosas.
La cara de asco.
—¿Entonces? —lo aleja de su alcance.
—¿E-Esto? Cielos... es verdad lo que dicen —arruga la nariz y lo toma.
Lo aleja de nuevo para que no lo haga.
—Primero el camino.
—¿A dónde? ¿A la oficina de Raguel? Por qué no sabes el camino? —frunce el ceño
—Lo que digo es que me acompañes —aprieta los ojos porque por eso no le ha pedido explicaciones desde el principio, esto es tan estúpido.
—¡Pues eso hacía! —protesta yendo hacia allá—. Estás actuando muy extraño, Daniel
—Tranquilo, tranquilo, solo estoy bromeando —le sigue.
—Pues unas bromas bastante raras las de hoy.
—¿No te gustan los loros? —se encoge de hombros.
—Son unos pájaros, ¿verdad? Lo siento, no son de mi departamento
—Ya, ya... todo lo que salga de palomas blancas... bueno, menos mal que no es a ti a quien tiene que gustarte la ornitología.
—¿A quién sí tiene que gustarle... ?
—Pues a los amantes de lo búhos. Los búhos y las búhas. ¿Búhas? Joder, Adán, buen trabajo con tu estúpido falocentrismo de mierda.
Ooootro parpadeo.
Aamón carraspea.
—¿Qué estás diciendo?
—Nada. Estoy divagando porque estoy nervioso.
—¿Nervioso? ¿Por?
—Porque no sé qué decir.
—Estas ocupando un lenguaje muy..
—Son los nervios —mira alrededor a ver si ya llegan antes de hacer otro comentario.
Sí, ya están frente a la puerta.
—¿Por qué ibas a estar nervioso?
—El estrés.
—Ve a sanación.
—Sí, sí, después de esto —mira de nuevo y cuando ve que si es Raguel el que está ahí se olvida completamente del otro ángel.
Raguel señala al ángel con el que estaba hablando sé si habían o no llevado a Daniel a Sanación para mostrarle que está en la puerta completamente tranquilo y que no hay de qué preocuparse.
—¡Raguel! —es que a Daniel se le ilumina la cara entrando al despacho.
—Ohhh... hola —se gira a él. Sonríe un poco, pero la sonrisa es un poco fingida—. Daniel.
Le detiene de golpe con eso y traga saliva. Mira al otro ángel de reojo a ver si sigue ahí. Raguel mira al serafin también.
—Elemiah. Que gusto. ¿Qué les trae por aquí?
—Daniel ha dicho que tiene un mensaje.
—Ah... eh... sí. Sí. ¿Me permites?
—¿Hacer qué?
—Pues hablar con Raguel... a solas.
—¿Y el mensaje?
Ojos en blanco y le da el sobre que ha invocado antes.
—¿Mensaje de quien o qué? —Pregunta Raguel con voz cansada. El serafín vacila un poco mirándo el sobre.
—Ah... —se le dulcifica el tono completamente con el Arcángel—. No lo sé, me lo ha dado Gabriel para que se lo diera cuando te viera. E-Es... privado. Me han dicho.
—Iré a... leerlo entonces —puntualiza el
Serafín aún con cara de asco. Daniel pone los ojos en blanco porque eso se lo decía a Raguel
—Oh... hmm... bueno. ¿Qué necesitas? —pregunta Raguel sin hacer mucho caso al Serafín.
—Tengo... un mensaje para ti también, de hecho —explica Daniel nervioso, esperando a que el serafín se vaya. Cosa que ocurre solo unos segundos más tarde
Daniel sonríe triunfante con eso. Raguel se pellizca los ojos con aparente cansancio.
—Ehm... —Daniel se vuelve a él.
—¿Qué quiere Gabriel ahora?
—¿Te... está agobiando últimamente?
Raguel suspira, porque la realidad es que no, no es Gabriel el que le agobia. O sea sí, un poco, pero es más... la situación
—No, no en realidad. Perdona.
—¿Entonces?
—He tenido unos días... —suspira y sonríe un poco—. Fantásticos. No puedo llamarles de otra forma. Pero también un poco... desalentadores.
—¿P-Por qué?
El Arcángel le mira y sonríe un poco.
—Bueno... volví a ver a alguien extremadamente importante para mi —sonríe más.
Daniel se sonroja, Raguel inclina la cabeza un poco y parpadea.
—Oh... ¿Y... Y te hizo ilusión?
—Es lo mejor que me ha pasado en muchísimo tiempo —se ríe un poco y cierra los ojos.
—¿S-Sí? Porque dicen que estabas un poco triste.
—Estoy... estoy un poco triste. Pero no por verle —se humedece los labios y se muerde un poco el labio de abajo.
—¿Entonces?
Raguel vacila porque por un lado quiere hablar de esto con alguien, sí. Pero hablar de esto en el cielo y con el muchacho de la recepción...
Daniel toma una silla y se sienta como si estuviera en su casa.
—Pues... está persona... con justa razón, no soy su prioridad.
—Bueno... aun —carraspea.
—Es lógico que no lo sea... y él... le he hecho daño —se muerde el labio.
—Pero... seguro ya se le ha pasado, o sea, volver es... es como curarlo, ¿no?
—No lo sé... eso pensaba yo. Que si volvía... con convicción —Raguel se encoge de hombros.
—¿Y no?
—No sé. No sé si he hecho más daño aún... o si voy a echar a perder algo que... él ya tenía en pie.
—Pero eso seguro no lo quiere, es solo que no es tan fácil pararlo.
Raguel suspira, llevándose una mano a la cara.
—No deberías estar preocupado por eso, deberías preocuparte...
Le mira.
—Por nada. O sea, no vas a volver a quedarte aquí y no bajar otra vez, ¿no? Aunque si llego a saber que era así de fácil esto te aseguro que no habría pasado... uhm... bueno.
—¿Tú? —Raguel parpadea.
—No, no, o sea...
—No es buena idea nunca solo esconderse.
—Bueno, eso está claro, aunque a veces parece un poco justificable —igualmente se sonroja porque parece una acusación un poco directa.
—Lo... es. Lo era. A la larga, creo que... estará bien y estaré bien yo y...
—Sí... sí. Seguro.
—Disculpa, Daniel. No debería estarte agobiando con esto...
—No, no... Si no me agobias.
—¿Seguro? Qué te puede interesar a ti mis problemas de viejo Arcángel
—Ay, no te me pongas en ese plan de ancianito venerable a mí que te he dicho mil veces que tenemos la misma edad todos.
Raguel levanta las cejas y parpadea.
—Ohh... eh... ya, ya... solo...
Daniel se sonroja un poco porque tal vez ha sido muy evidente.
—Bueno, igualmente qué te van a importar mis problemas... —se sonroja un poco.
—Dicen que... no te crees que está con otro —cambia el tema.
—No es que no le crea... es que no dejo de hacerme ideas mentales y fantasías —Se sonroja más aún y gira la cara.
—¿Cómo cuáles?
Aprieta los ojos.
—Le imagino... con alguien más, todo el tiempo, siendo... bastante feliz. Quizás solo debería ya, finalmente, verlo.
—N-No es tan feliz —se humedece los labios.
—Eso dice todo el mundo.
—Tienes que creerles.
—Todos dicen que debe estar con él porque... no tenía otra opcíon. Pero... nadie le conoce como yo. Bueno, nadie de ellos.
—¿Y tú qué crees?
—Que no estaría con alguien si no le hiciera al menos tan feliz como le hacía yo.
Daniel traga saliva con eso.
—O preferiría estar solo... eso pensé, siempre, que... estaría solo. Es injusto, pero yo no... Concibo otra compañía.
—Deberías secuestrarle.
—¿¡S-Secuestrarle?!
Se sonroja porque... es lo primero que se le ha ocurrido, así de ir por él y llevárselo y... esconderse los dos en algún lado por días y días, leyendo y jugando y haciendo el amor.
—Lo que querría... es... solo... estar con él. Aunque fuera hablando, o... en silencio. Estar. Coexistir.
—E-Exacto.
—Pero creo que él... no.
—¿No? ¿Por qué crees eso?
—Se... fue. Siempre parece quererse ir —Raguel niega con la cabeza.
—¿Por qué decidiste volver a verle de repente?
—Ehm... Ya te enterarás de lo que está pasando aquí. Pero, parece ser... lo que nuestra señora quiere.
—Pfffff ¿Qué?
Raguel le mira, levantando una ceja.
—Gabriel se los explicará más tarde, pero él ha recibido una señal. Y esa señal ha sido una señal para mí.
—¿Y qué pasa si... vuestra señora cambia de idea otra vez?
No se le escapa el "vuestra"... pero debe haber oído mal. Se revuelve sin querer contestar a eso.
—¿Mmm? —insiste.
—No va a cambiar de idea.
—Parecías muy seguro de eso antes también y aquí estamos.
—No he estado interpretando correctamente sus deseos.
—¿Y cómo sabes que ahora sí lo haces?
—Porque creo que cometí un error, Daniel.
—¿Pero podrías estar cometiendo otro?
—Está vez, si lo cometo será por mí mismo. No por Ella.
—¿Y no será eso aun peor?
Raguel se humedece los labios porque esta charla está yendo un poco a... él siendo demasiado franco.
—Quizás deba pensarlo un poco mejor, Daniel... Ahora mismo solo siento cierto alivio de tomar cierto control de mis decisiones.
—Mmmm... bien —carraspea.
—Gracias por escucharme.
—Claro, cuando quieras.
Raguel suspira, contemplando la idea de... secuestrar a Aamón.
Daniel se va, pensando que... no, no puede decirle aunque su novio es un invento, ¿qué tal que si vuelve a cambiar de opinión? Tiene que protegerse.
Iugh.
Tenemos dudas de que contenía el sobre que le dio a... el serafín.
Una nota un poco sarcástica de "le gustas a alguien del otro lado, you know what I mean"
Que va a enloquecerle bastante.
Probably.
