Gabriel pica a la puerta del despacho de Miguel y la saluda desde fuera. Miguel le mira y sonríe sinceramente haciéndole un gesto de que pase

—Hola.

—¡Hey! ¿Cómo vas?

—Bueno... ¿y tú? —Gabriel suspira un poco.

—¿Yo? Bien... ¿Por qué no iba a estar bien?

—¿Cómo vas con Lucifer?

—Ugh, no empieces con eso —ojos en blanco.

—¿Ya le has escrito?

—N-No... —se sonroja.

—¿Y qué esperas?

—P-Pues es que no es tan fácil, Gabriel... menos con... ESE. Tú porque pudiste elegir libremente.

—¿Quieres elegir a otro?

—¿Y a quién le voy a dejar a este... zángano? No podría hacerle eso a ninguno de ustedes —le mira de reojo con una mirada bastante cargada de sentido.

—Yo podría encargarme, ahora que Belcebú ha dicho que prefiere a Azrael —suspira.

—¿Que Belcebú hizo qué? —Miguel parpadea.

—Dijo que prefería a Azrael.

—¿Te dijo a ti que prefería a Azrael? —frunce el ceño.

—Le dijo a Azrael en una carta.

—¿No sería una broma? Los demonios son raros

—No parecía una broma, estaba firmada con su nombre.

—Belcebú ya te tuvo... no puede ahora preferir a otro —Miguel frunce más el ceño.

—Ella decía... de Azrael desde antes —suspira.

—¿Qué decía de Azrael?

—Pues que le gustaba.

—Pues que se le quite el mal gusto. ¡Belcebú es tuya! —Frunce maaaaaaaás el ceño aún.

—Aun creo que debería intentar con otro...

—Yo creo que... voy a bajar al infierno— se levanta, chasqueando los dedos y poniéndose su armadura.

—¿A qué? —levanta las cejas y se pone de pie

—Ya lo sabrás...

—Voy contigo —decide tragando saliva.

—Puede que no te guste lo que voy a hacer.

—¿Por qué no? Déjame pasar por algo a mi despacho.

—Por qué —Miguel vacila... y piensa que esto quizás es más fácil con Gabriel—. Vale, vamos.

Asiente y cuando están en su despacho saca la capa que Belcebú le devolvió del armario, suspirando un poco y poniéndosela sobre los hombros... sintiendo como si fuera ella quien le abrazara.

Cálmateeeeee, que aún te quiereeeee.

Miguel, con su absoluto brillo dorado, se termina de ajustar la espada y el escudo lista para bajar. Gabriel mira a Miguel y asiente porque de hecho, se siente seguro cuando ella va así. Ella le sonríe.

—Todo va a estar bien.

Gabriel suspira y asiente.

—¿Te bajo yo?

—Sí —le toma de la mano.

—Tres, dos, una...

Se le acerca más y ahí van, boom. Directos abajo. Salen junto a las escaleras.

—Bajemos... creo que voy a ir a hablar con Asmodeo.

—¿Asmodeo?

—¿Qué opinas? —responde asintiendo.

—Hmmm... pues no me parece mala idea, pero... Bueno, pues... yo iba a...

—¿Ajá?

—Sí iba a buscar a Lucifer.

—Vamos.

—P-Pero antes... Iba a ir a dar un paseo.

—¿Aquí?

—Quiero hablar con alguien —carita culpable.

—¿Con quién?

—Ugh, no empieces, ¿vale?

Parpadea, sin entender.

—No estoy de acuerdo en eso de Asmodeo

—Oh... bueno, puedo mirar las fichas y elegir a alguien más

—No, ni Asmodeo ni nadie.

—Miguel... de verdad, esto no es algo que yo haya decretado.

—No, no... ¡Es Belcebú! Ya le diste a ella tú... tu... tu... inocencia. Ahora TIENEN que casarse.

Gabriel se sonroja

—Así que voy a ir a hablar con ella.

—Pero ella quiere... ella prefiere... ¡No! Esto es... tiene cierta lógica, ella y Azrael... tienen más en común.

—Gabriel, es que es igual.

—¿Por? —se arregla la capa para que le abrace más.

—Porque es ella, Dios te la mando a ti. No a Azrael. La voy a hacer entrar en razón

—Miguel... —aprieta los ojos.

—¿¡Qué?!

—E-Ella... —traga saliva, porque no quiere obligarla... y la verdad, ahora piensa que quizás lo hizo cuando la... hizo sentir todo ese afecto y le dijo que era adictivo y tal vez... tal vez esto no era genuino. No era lo que ella de verdad quería. En ese momento él estaba solamente atacando a un demonio. El enemigo. Con su mejor arma... y le había dado de lleno, eso seguro, pero todo había evolucionado de manera inesperada e impredecible y ahora... se arrepentía de haberla forzado, seguro de que era un sentimiento autoimpuesto y no genuino de ella.

—Ella tiene una responsabilidad.

—Pero... yo... —se mira los pies.

—¿Tú qué? —Miguel frunce el ceño.

—Yo la obligué primero.

—¿Qué? —parpadea.

—Yo... yo la obligué. En ese momento era distinto todo esto.

—Tú la... obligaste —Miguel le mira, entrecerrando los ojos.

Asiente.

—¿Qué demonios me estás diciendo, Gabriel? ¿Que ella no quería?

Asiente más, sin mirarla y se acomoda la capa. A Miguel se le abre la boca un poco. Gabriel se sonroja moviendo una piedrecita con los pies.

—B-Bueno pues... igualmente. Tú le diste tú... inocencia. Y ese regalo no lo puede devolver.

Aprieta los ojos.

—¿La obligaste a acostarse contigo?

Niega.

—¿Entonces a qué la obligaste? —se le acerca.

—A... quererme —susurra

—Pues claro que la obligaste, ¡es imposible que lo hagan solos! ¡Y ella es tonta y se dejó hacer, así que ahora no puede cambiar de opinión! —le frota un poco los brazos.

—Pero y si ella quería a Azrael y yo... —parpadea y le mira.

—Es que me da lo mismo, ella te obtuvo a ti porque Dios lo permitió —se encoge de hombros—. Es su voluntad y... sabes cuál es mi misión. Así que voy a ir a hacer que la cumpla.

—¿Cuál es tu misión? —se humedece los labios.

—¿Ahora ya hasta se te olvidó eso? ¡Hacer cumplir sus designios! —ojos en blanco.

—No sabemos si su designio es justamente con ella o podría ser con... otro.

—¡Ella te robó la inocencia! La única... opción —Miguel frunce el ceño, pensando—. Quizás tenga que matarla.

—No vas a matarla, no seas ridícula —frunce el ceño.

—¡Mientras ella exista no puedes ir con alguien más!

—Está bien, no iré con alguien más.

—A menos que... esta sea una especie de prueba. Quizás justamente sea... —Miguel se humedece los labios—. ¿Asmodeo has dicho?

Asiente.

—Vamos a buscarle.

—¿A quién?

—A Asmodeo... esto no puede ser casualidad, Gabriel. Si tienes dudas de Belcebú quizás lo que requieras es ir con Asmodeo y luego ver si reacción... entonces todo se aclarará.

—Pero vamos con Lucifer primero —asiente.

—No —vacila un poco.

—Luego no querrás ir.

—Nunca he querido... y no voy a hacerlo a menos que sea indispensable.

—Es un designio.

—Quizás no lo es. Si tú estás teniendo dudas de Belcebú, quizás no hemos interpretado bien las cosas —levanta la nariz y se sonroja un poco.

—Yo no tengo dudas sobre lo que hay que hacer, solo con quien.

(Si oyeras las PROTESTAS de Belcebú ante frases como esa...)

—Yo tengo dudas de lo qué hay que hacer y de con quién.

—Yo no. Vamos.

—Ugh, Gabrieeeel —lloriquea yendo tras él, que sonríe un poco porque ya se imaginaba que ella necesitaría esta clase de ayuda—. ¡Pero es que no quiero ir con él!—siiiigue lloriqueando detrás.

—Lo haré yo, entonces —se dirige hacia las oficinas.

—¿Tú?

—En vez de Asmodeo.

—P-Pues adelante.

Gabriel se pasa la mano por el pelo, sonriendo y a medida que van por pasillos donde hay más demonios... es que la ARMADURA de Miguel.

Ya, ya... BRILLA.

Medio infierno sabe ya que está ahí abajo, porque además Gabriel pasa completamente desapercibido con esa capa oscura.

Es sarcástico, ¿verdad?

No. A Gabriel no se le ve, de hecho muchos andan diciendo que ha bajado ella sola.

Belcebú casi estaría teniendo un orgasmo con Gabriel en su capa pero vale, que bueno que no le noten.

Él suele ir de blanco nuclear, así que otra figura de negro en el infierno es como que... nadie se fija en él. Especialmente al lado de... pues esa cosa.

Miguel sigue caminando, con la nariz levantada, muy dignamente

Alguien les tira algo de fuego, porque todos son idiotas y la verdad es que parece que ella vaya a invadirles.

Miguel levanta su escudo y Gabriel intenta taparla con la capa.

La verdad mucho más útil la capa que el escudo. Miguel incluso levanta las cejas al notarlo.

—¿De qué es esa capa?

—Es... especial para el infierno.

—¿De dónde la has sacado? ¿Te la dio ella?

¿Quién es el demonio de la envidia? Porque debería sonreír en este momento.

Leviatán. Como principal artífice de esto, os manda un beso.

De hecho... se va para allá al notarlo porque... bueno. Hace días que le tenemos ganitas a Gabriel, especialmente desde lo del agua bendita.

Ya veo que todos le tienen putas ganitas a Gabriel.

—Vaya, vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? ¿Dos gatitos perdidos?

Lo leo casi con la voz de las hienas del Rey León.

Un poco, sí.

Miguel se mueve un poquito para ponerse entre Gabriel y Leviatán.

—No hay nadie perdido.

—Permíteme... —levanta un dedo para hacerla callar y saca de dentro de su americana unas gafas de sol, poniéndoselas—. ¡AH! Eres Miguel, no estaba seguro de si eras tú o le hablaba a una lámpara.

Ojos en blanco de Miguel.

—Estamos buscando a Lucifer, ¿sabes dónde está? —pregunta Gabriel sonriendo un poco con eso.

—Oh, Gabriel... el... interventor —se humedece los labios, haciendo una pausa—. Por supuesto. Está en los calabozos.

—¿Interventor? —pregunta Miguel descolocada.

—Viene aquí, interviene... —se encoge de hombros

—Mira, eso... solo fue una maniobra política, no hay porque guardar rencores —se defiende Gabriel.

—No, claro. ¿Cómo te van las cosas con Belcebú?

—¿A qué se debe el interrogatorio? —protesta Miguel.

—Conversación... —Leviatán sonríe solo con la boca.

—Bien. Me va perfectamente bien —protesta Gabriel frunciendo el ceño—. ¿Puedes llevarnos con Lucifer?

—Sí, sí, claro. Detrás de vosotros —hace un gesto para que pasen delante.

Miguel vacila, sin confiar en él.

—Mejor nos guías.

Leviatán levanta las manos y pasa delante entonces, encogiéndose de hombros.

—Me sorprende que no hayáis ido a buscar a Belcebú para que os lleve.

—Ella está ocupada —protesta Gabriel.

—Oh, ocupada, claro... —sonríe—. ¿Sabéis a quién me encontré el otro día? A Azrael. Hacía tiempo que no le veía, se le ve bastante bien.

Gabriel toma aire con profundidad y lo suelta lentamente. Leviatán sonríe aún más al sentir sus celos solo con la mención.

—Vaya... ¿y qué te dijo?

—Nada especialmente... me parece que estaba un poco decepcionado que fuera yo quien estaba ahí.

Gabriel aprieta los ojos pensando que sabe perfectamente bien a quien esperaba.

—¡No empieces a generar intrigas y envidias! —protesta Miguel.

—¿Yo? Para nada, solo digo lo que veo. No es como que esos sentimientos se generen de la nada. Ojalá fuera así —mira a Gabriel de reojo, que sigue sufriendo.

—Me parece que, a tu alrededor, sí que se generan de la nada —Miguel se acerca a Leviatán un poco más agresiva.

—Créeme que no, eso haría mi trabajo mucho más fácil —le sonríe.

—No creas que no conozco a los de tu calaña.

—¿Lo haces?

—Sí, todos ustedes son iguales.

—Alguien pensaría que unos somos más iguales que otros...

—No sé exactamente que pretendes, Leviatán... pero ten cuidado.

—Llevarte con tu novio como me habéis pedido.

—¡Lucifer NO ES MI NOVIO!

Gabriel la mira de reojo porque eso no ayuda.

—Oh, menos mal... —responde Leviatán.

—¿Menos mal por qué? —pregunta Gabriel.

—Bueno, ya sabrás que Belcebú nos ha asignado la tarea de... bueno, hacer con vosotros lo que ella te hizo a ti. Y cuando lo hablamos, Lucifer dijo que él iba a intentar con la otra chica... como se llama...

—¿Qué? ¿Uriel?

—Sí, ella. Dijo que iría a por ella, que le gustaban los retos o no sé qué otra mierda para darse cova y todos nos compadecimos un poco de Miguel, claro.

Miguel frunce el ceño.

—¿Compadecerse de mí? ¡De quien YO me compadezco evidentemente es de Uriel! —chilla después de unos largos segundos de no saber que decir.

Gabriel parpadea un poco y la mira de reojo. Y Leviatán piensa que todo esto no podría ser más fácil y más divertido. Debieron hacerlo HACE AÑOS.

—C-Cualquiera que... que vaya a estar... cualquiera que vaya a estar con él... ¡Uriel no va a estar con él!

—¿No? —pregunta el demonio.

Belcebú asegura que ya dejará de serlo.

¡Pero mira esto! ¡Los idiotas ángeles caen COMO MOSCAS! Y ni siquiera ha tenido que hacer demasiado y ya están los dos... a uno se lo come el estómago y la otra está gritando como histérica.

—¡No! Uriel no quiere estar con ninguno de ustedes. ¡Nadie quiere estar con uno de ustedes más que Gabriel! —siiiigue chillando.

—¡Miguel! —protesta Gabriel—. ¿Y con quién vas a estar tú? —le pregunta a Leviatán.

—¿Es una insinuación, Gabrielito?

—¡No! Solo es una pregunta... porque has dicho que tuvisteis una reunión.

—Contigo no va a estar, ¡no seas absolutamente ridículo no iluso, Leviatán!

—Vale, vale —levanta las manos—. Bueno, queréis aun entrar en la celda de Lucifer, intuyo.

—Entrar en la... celda.

—Para hablar con él.

Gabriel mira a Miguel no muy seguro porque si Lucifer va a ir a por Uriel igual esto ahora es un poco...

—¿No puede salir?

—No.

—¿Y yo tengo que entrar? —Miguel mira a Gabriel de reojo.

—Bueno, los dos, ¿no?

—Entraré yo —Miguel vacila.

—¿Seguro que no quieres que te acompañe? —la mira Gabriel.

—Prefiero que te quedes aquí por si... no puedo salir.

Leviatán abre la puerta de la celda. Miguel traga saliva. Gabriel la toma del brazo y tira de ella hacia dentro... y Leviatán cierra la puerta detrás de los dos.

Como un asunto lírico, a la misma vez que se abre la puerta del despacho de Belcebú y alguien le hace saber que Gabriel está en el infierno, como tiene ordenado que hagan.

Por supuesto, la celda está vacía. Salvo por, ja-ja, ellos dos ahora.

Mierda. Siempre les hacen lo mismo al par de inocentes.

Sieeeempre.

Miguel da un salto al oír la celda y Gabriel aprieta los ojos cuando Leviathan se ríe ahí afuera y Belcebú... ojos en blanco... siempreeee tiene que ir a sacarle de ahí!

Como si él no hubiera tenido que salvarla en el cielo, pero claro, si prefiere dejarle ahí e ir a tirarse a Azrael.

No, desde luego que no... ¡Ugh! Ni siquiera está pensando en Azrael.

Ya, claro.

¡Que no!

¿Entonces porque le jode tanto de repente?

¡Porque podría llamarle y no le hubieran llevado al calabozo!

¡No la va a llamar si quiere tirarse a otro!

¡No quiere tirarse a nadie más que a él! ¡Y ojalá, bloody hell, pudiera! ¿Alguien le va a decir a Belcebú... que están encerrados?

No. Solo que están en el infierno, que los han visto.

Igualmente... Belcebú sonríe porque le gusta que venga, de hecho organiza su oficina un poco y espera a que se persone en su oficina.

Pasan los minutos...

Y... ahora es un poco raro que no lleguen, sí. La realidad es que... después de un rato, va a buscarles. Y la siguiente realidad es que no le cuesta mucho suponer que... Está en las celdas. Siempre está en las celdas.

La verdad, Leviatán se está esforzando por hacer que... nadie más que él pueda abrir esa puerta.

Ala, ahora resulta... que va a secuestrarles dentro del mismo infierno.

Sí... está intentándolo, no sé si lo logre.

Belcebú tarda un poco pero... llega y Leviatán sigue ahí por imbécil, sinceramente.

Belcebú levanta una ceja al verle en el pasillo. Leviatán carraspea un poco, hace un gesto de saludo y una sonrisa, para irse.

—¿Qué haces aquí? —Belcebú frunce un poco el ceño.

—Nada... nada. Paseaba.

—¿Por las celdas del infierno? ¿Te meto en una?

—Las echo de menos ahora... síndrome de Estocolmo, supongo. Ya se me pasara.

—¿Has hecho lo que te he ordenado?

—Sep.

—No solo hablo de llevar el papel. ¿Has seducido a alguien?

—Es... todo bastante relativo.

—No tiene nada de relativo.

Leviatán se encoge de hombros.

—¿Has invitado a Azrael?

—¿A Azrael?

—A algún lugar.

—Algo así.

—Haremos una cita doble —Belcebú entrecierra los ojos.

—Mira que divertido.

—Qué bueno que te lo parezca.

—Bueno, yo me tengo que ir...

—Azrael, tú, Gabriel y yo... quiero ver que estés haciendo bien tu trabajo —ojos en blanco—. ¿Has visto a Gabriel?

—Nop...

—Hmmm... Estoy segura de que le apresaron.

—Ni idea.

—Como tengas que ver... —se asoma a las celdas que tiene más cerca.

Ya se está yendo, la verdad. Espero que recuerdes muy bien donde estaba cada celda porque la puerta de la de ellos ahora es un muro.

Buff... Es el puto infierno. Quizás solo levante una ceja. Saca el teléfono y le marca a Gabriel que mira a Miguel de reojo porque no sabe si quiere responder.

Miguel que está en la letanía de... "¡te dije que te quedarás afuera!"

—¿Quién es?

—B-Bú... Belcebú.

—¡Contesta y que nos saque!

—Y si... ¿Y si no quiere hacerlo? ¿Y si prefiere que estemos aquí?

—Pues entonces buscamos otra opción... ¡peor no podemos estar! Ugh!

—¿Qué otra opción? ¿Llamamos a... Lucifer?

—No va a venir a sacarme de aquí —saca su teléfono igual.

—¿El... demonio de Raguel?

—¿Por qué iba a ayudarnos? Qué tal si le llamas al principado tuyo... —igualmente busca el teléfono de Lucifer y se sonroja un poco.

—Raguel podría convencerle... creo

—Pues... a ver, llama.

Asiente colgando a Belcebú (Ojos en blanco) y espera pacientemente a Raguel.

Raguel entra en PA NI CO cuando suena el teléfono y piensa en no contestarle la verdad, pero después de un poco vacila y cambia de opinión para no ser sospechoso.

—¿Ho-Hola?

—¡Raguel! !Menos mal!

—Ehm... Gabriel estoy ocupado.

—Espera, espera... esto es urgente, ¿estás con tu demonio?

—Ehhh... Esto también es muy urgente.

—¿Qué te pasa?

—Ehhh... ¿Qué te pasa a ti?

—No, cuéntame, tal vez podamos esperar... no parece que pase nada aquí.

—¿No has dicho que era urgente? ¿Dónde estás?

—Sí, pero ahora estoy preocupado por ti.

—N-No te preocupes, lo arreglaremos. Solo... Ehm... tengo que irme. ¿Qué tienes tú?

—Necesitamos que tu demonio nos ayude, Leviatán nos ha secuestrado a Miguel y a mí.

—¿¡QUÉ?!

—Estamos encerrados en una celda en el infierno.

—¿Tú y quién? —Raguel mira a Aamón.

—Ya te lo he dicho, Miguel.

—¿Y Belcebú?

—Es... complicado.

—¿Otra revuelta? ¿Qué haces en el infierno otra vez?

—No, no es una revuelta. Venimos a por Lucifer.

—¿¡Y acabaron en una celda?!

—Sí... —suspira y asiente.

—¿Están bien? Asumo que no les han hecho daño... aún.

—No... No, solo nos han encerrado aquí

—¿Quién? ¿Ya sabe Belcebú que estás ahí?

—Leviatán.

—Leviatán —repite Raguel volviendo a mirar a Aamón que le mira sin saber qué pasa.

—Tu novia es EL príncipe del infierno, Gabriel.

—No es un buen momento para esto, Raguel.

—¿No es un buen momento? Solo considero que si alguien puede sacarte es ella.

—Si esa fuera una opción, ya la habría considerado.

—¿Han peleado?

—Más o menos.

—Ugh... no creo que Aamón vaya a...

—Si se lo pides tú, Raguel...

—No creo que vaya a ayudar al cielo aunque se lo pida yo.

—No tenemos muchas más opciones.

Raguel se pellizca el puente de la nariz.

—Hablaré con él.

—Gracias.

—O encontraré la forma de sacarte...

Gabriel asiente y mira a Miguel.

—¿Qué dice?

—Que se lo pedirá.

—¿Y... cuando vienen o qué?

—No lo sé.

—Ugh! Gabrieeeeel —lloriquea intentando hacer milagros variados para salir de ahí y sacando la espada para ver si no si puede salir a la fuerza—. Quizás debería llamar al ejército.

—Quizás deberías llamar a Lucifer.

—Conozco a sus esbirros, conozco a... conozco a medio infierno. ¡No veo por qué Lucifer, de todos, pudiera ayudar más que alguien más! —Miguel aprieta los ojos.

—Bien, llama a alguien más.

Miguel se sonroja porque quiere llamarle a él, ¡pero no quiere! Gabriel la mira.

—Sí. Voy a llamar a... —se humedece los labios—. Es que... No sé quién nos pueda sacar de aquí, la verdad.

—Pues él —la mira.

—O sea Lucifer no va a estar muy por la labor...

—Eso no lo sabrás hasta que no le llames.

—Ni yo voy a estar nunca por la labor... es más quizás no tenga ni su teléfono.

—Yo sí que lo tengo.

—Desde luego que lo tienes... —susurra entre dientes mirando el nombre en pantalla... que NO es el de lucifer, tomando aire profundamente y... marcando.

Él... no le contesta.

Ojos en blanco. Oooojos en blanco.

—Muy útil... por una vez que le llamo.

Se está haciendo el interesante. Miguel cuelga, y le marca otra vez.

Después de marque un par de veces le responde. Buff... al fin, mira qué pesado.

—¿¡Se puede saber qué estás haciendo?!

—A ti te lo voy a contar.

—OBVIAMENTE si te estoy llamando es algo tremendamente importante.

—Obviamente, si no te contesto, es que lo que yo hago es aún más importante.

—Obviamente, lo que ocurre es que no sabes lo que pasa.

—Te pase lo que te pase no será más importante que lo que yo hago.

—Desde luego que sí, Lucifer. Están en peligro las buenas relaciones cielo e infierno.

—Eso háblalo con tu jefe.

—Yo solo tengo una jefa.

—Pues ella.

—¡Estoy hablándolo contigo!

—Pero a mí no me importa lo que me digas.

—¿No te importa además? Pues... no sé para qué te he hablado... De hecho más bien ¡esta es la razón de por qué no te llamo nunca!

—Y aun así, aquí estamos.

—¡Podría colgarte!

—Muchas amenazas.

—No es una amenaza, es una advertencia. Lucifer... baja al calabozo del infierno.

—¿Para qué?

—Hay algo importante que tienes que hacer ahí.

—¿El qué?

—Una cosa URGENTE. Confía en mí —vamos, que después de todo esto ahora quieres... ¿decirle que confíe en ti?

—¿Y... qué gano yo?

—Una... cita —Miguel mira a Gabriel de reojo y se sonroja un montón.

Lucifer hace una pausa y Gabriel se gira a mirarla.

—¿Con quién?

—...Migo —ahora hazte la que toda la vida ha estado el pidiéndote una y tú no se la has dado, ya...—. Ahora bien, apresúrate, ¿quieres?

—Espera, he dicho qué gano yo, no que otra cosa más me vas a pedir que haga contra mi voluntad.

—Está es una oportunidad, una única oportunidad. Puedes usarla o desperdiciarla —Miguel se sonroja más y se aclara la garganta.

—Aun no me dices que voy a ganar yo —igualmente se levanta de donde esté.

—Te lo acabo de decir, Lucifer —pone voz de cansada, aunque no podría estar más nerviosa.

—Bajo al calabozo... —se humedece los labios—. Tengo una cita contigo... ¿y qué me llevo yo a cambio?

—Me parece que es más que suficiente y deberías estar agradecido.

—Solo me estás pidiendo favores, no veo el beneficio.

—¡No te estoy pidiendo ningún favor!

—Que tenga una cita contigo es un GRAN FAVOR. Bastante más gordo aun que bajar al calabozo.

—No es un gran favor, no es que yo quiera, ¡ese es tu estúpido premio!

—Claro que no.

—Bien, entendido... entonces no vengas si no quieres, buscaré a otro demonio.

—Ya, claro, como que otro va a ir por ti.

—¿Cómo sabes que es venir por mí?!

—Pues ¿por qué me lo ibas a pedir con urgencia si no?

—No te lo estoy PIDIENDO.

—Claro que sí, eso y la cita.

—No es una solicitud. Lucifer, ¿vas a estar así de insoportable?

—Si no lo es entonces mejor no vengo.

—No, no... wait!

—Mjm?

—¿Qué quieres?

Vacila unos segundos y no hay respuesta.

—¿Luficer?

Una risita suave.

—Lucifer...

—¿Sí?

—¿Vas a venir o no?

—¿Vas a hacerlo o no?

—Sí, ya te dije que sí.

—No, lo acabas de decir —sonríe.

—No, te dije que sí que si iría a una estúpida cita contigo.

—No seas idiota, no te estoy pidiendo una cita, ni siquiera quiero una.

—¡No me llames así! ¿Qué es lo que estás pidiendo entonces? —protesta.

Vuelve a no responder.

—¿Lucifer?

—¿Sí?

—¿Que qué estás pidiendo, demonio?

—Sexo, ángel.

El paaaaarpadeo.

—Cierra la boca, querida, hay muchos bichos aquí abajo —añade al cabo de unos segundos.

Vale, la cierra, pero creo que hasta se le cae la espada.

Gabriel, que había convertido una piedra en un espejo y estaba probando como le quedaba ropa, deja de hacerlo y la mira

—Creo que se te ha caído algo —comenta Lucifer al oír el sonido metálico.

What the... pero... pero que TONTERÍAS estás... yo n-No... no... NO voy a...

—Oh... qué pena, supongo que encontrarás otra forma de salir de ahí.

—Me estás... ¡me estás chantajeando!

—Estoy negociando.

—¡N-No... Puedes p-pedirme eso! —es que ni siquiera ha recogido la espada.

—¿Quieres que lo diga otra vez?

—¡No! ¡No puedes!

—¿Quieres que te lo susurre al oído cuando esté ahí?

—¡No vas a susurrarme nada!

—Vale.

—¡Nada de que vale!

—No sé qué quieres que te diga, Miguel.

—¿¡Estás viniendo o no?! —chilla his te ri ca.

—Estoy en los calabozos.

—Sácame y hablamos.

—No sé dónde estás.

—Pues dónde voy a estar, en una celda —mira a Gabriel solo un instante—. Haz ruido.

—Mejor hazlo tú.

—Ugh... LUCIFEEEEEEEEER!

Gabriel la mira otra vez con eso. Ella NO le mira, absoluta y absurdamente nerviosa.

—No es suficiente, grita más.

—¿Y si gritas tú también? Vamos, que no vayas a ayudarme en nada, ¿eh?

—Me pone oírte gritar mi nombre.

—¿¡Pero qué te estás imaginando, vil bestia?! —no creo que seguirle diciendo adjetivos mejore la situación, darling.

—Esos gritos, esos, continúa.

—¡No sé de qué estúpidos gritos estés hablando, peor te advierto que no voy a permitir que estés diciéndome este tipo de cosas! Ni insinuando que voy a acostarme contigo, nunca, me escuchas, NUNCA voy a tener sexo contiguo, ¡JAMÁS!

Gabriel levanta las cejas con todo eso y se oyen unos golpes al otro lado de la puerta.

—¡Al fin! Eso ha tomado un rato, ¿eh? —Miguel igualmente se sonroja más.

—Ha costado que gritaras lo bastante.

—Tú eres un idiota. A ver... abre y sácanos, por amor de Dios.

—No parece que haya una puerta

—Había una puerta hace unos minutos que nos encerró Leviatán.

Belcebú, atraída por los gritos angelicales tan poco comunes aquí, aparece tras un recodo, frunciendo el ceño.

—Lucifer... ¿qué ha sido eso?

—He capturado un ángel.

—A Gabriel... —ojos en blanco.

—No, es Miguel, la tengo al teléfono.

—No tenías que capturarla... tenías que... seducirla. ¿Está Gabriel con ella? —Belcebú levanta una ceja.

—Le he dicho que no la dejaré salir si no se acuesta conmigo.

—Ohh... bueno, vale, puede que no haya sido una mala idea del todo —sonríe de lado, haciendo los ojos en blanco.

—No te pongas celosa, ahora —carraspea un poco.

—¿Celosa? ?Yo? ¿Cómo de qué?

—Pues de que le diga esas cosas a ella y no a ti.

—¿¡A mí?! Pfff! —se ríe un poco y se sonroja levemente porque yo creo que en las orgías... sobre todo las primeras, ellos dos...

—Sabes que siempre tendrás un lugar especial para mí —sonríe.

—Tú para mí no, más allá de ser un latoso... en qué celda está, quiero preguntarle por Gabriel que me han dicho que está aquí.

—Sigue intentando romperme el corazón con eso, sé que solo tratas de llamarme la atención —igual sonríe de lado—. Tras esta pared. He tapiado la puerta.

—Pues quítala.

—No puedo, aun no accede y si lo hago podría escaparse.

—¿Está o no Gabriel ahí? Pregúntale.

—¿Miguel? —pregunta al teléfono

—¿Qué haces que no me contestas?, ¡Llevo cinco minutos gritando!

—Belcebú quiere saber si su novio es el último bastión de luz e inteligencia que queda en el cielo o también ha acabado estúpidamente ahí dentro contigo.

—Seguro ha acabado estúpidamente ahí dentro... SIEMPRE acaba ahí dentro —refunfuña un poco, aunque se sonroja con ese asunto del "novio", sin corregirle...

—Sí, Gabriel está aquí dentro conmigo y no fue estupidez, fue Leviatán.

—Malas noticias, no hay esperanza para la resistencia —le explica a Belcebú.

Belcebú suspira profundamente, porque siempre tiene que dar miles de explicaciones para sacarle...

—Ugh. Bueno, entra tú ahí y mándame a Gabriel, ¿quieres?

—Que si no accede alguien a lo que te he pedido no salís ninguno de los dos, habláoslo a ver quién se sacrifica por el bien común —le explica a Miguel.

—No vas a acostarte tú con Gabriel —Belcebú se gira a Lucifer.

—Gabriel no va a decir que quiere acostarse conmigo... en voz alta.

—Gabriel no quiere acostarse contigo, imbécil.

—No, claro... —se encoge de hombros.

—Que no... pero la otra sí que quiere. ¡Insísteles!

—No seas impaciente, déjales negociar.

Ojos en blanco, IMPACIENTE. Miguel traga saliva dentro de la celda y mira a Gabriel de reojo que la mira esperando que le cuente lo que pasa porque lleva como veinte minutos solo gritando como una loca.

—Ha-Hay un problema.

—¿Cuál?

—Lucifer ha dicho que nos saca...

—¡Bien! —sonríe.

—A cambio de sexo.

—¿Qué? ¡No!

—Ha dicho que sexo con uno de los dos...seguro es parte de su plan para... —aprieta los ojos—. Quizás deberíamos esperar a que Raguel haga lo suyo.

—No vamos a tener sexo con nadie, eso es pecado. Sí, esperaremos a Raguel.

—Quizás tú podrías negociar que nos saque teniendo sexo con Belcebú.

—¿Qué? ¡No! ¡Sigue siendo pecado!

—Bueno, pero tú lo has hecho un montón de veces.

—¡Eso no es cierto! ¡Y no lo hace menos pecado!

—Pues considerando las circunstancias me parece que no sería tan pecado... ¡estamos en el infierno encerrados! Es más bien un sacrificio.

—Igualmente no quita el pecado. Nos sentaremos aquí a rezar y nuestra señora proveerá.

Miguel se humedece los labios pensando que... más vale que la Señora provea algo que no sea acostarse con Lucifer... nerviosita. Aprieta las piernas.

Ahí va Gabriel a arrodillarse. Miguel se persigna, bajando la cabeza.

Es que tarda como medio minuto en que Dios provee a Belcebú golpeando la puerta o la pared o whatever dando golpes.

—Gabrieeeeel

Lucifer facepalm. Gabriel la oye y aprieta los ojos.

—¿Ves? ahí la tienes... —susurra Miguel.

—No voy a acostarme con ella si es pecado y además quiere irse con otro Miguel —ni siquiera separa las manos o abre los ojos.

—¿Y si les decimos que sí vas a acostarte con ella y cuando entre yo le salto encima y la ataco?

—No vas a atacarla, ni siquiera tiene la culpa de esto.

—¡Es que nada te parece! —Miguel hace los ojos en blanco.

—Solo tienes que tener paciencia.

—Es que no es que no tenga paciencia, pero... ¡cada minuto encerrados aquí cuenta!

—La ayuda está en camino, ten fe.

—No es que no tenga fe, tengo muchísima fe... pero en general, la ayuda soy yo y no está mi ejército en camino —mira su teléfono.

—Está Raguel.

Voy a decir que Raguel va a intentar convencer a Aamón y si no puede... va a llamarle a Belcebú.

So cute.

¡No sean sarcásticos! Es una buena solución. A Gabriel no va a gustarle, pero es una buena solución.

—Ya... ya... RAGUEL... pero ¡No me digas que no te preocupa al menos un poco!

—Miguel, ya te he dicho que no.

—Vale, vale, me siento aquí a orar y no hacer nada —chasquea los dedos y se produce un banquito de madera, en el que se sienta.

Gabriel asiente.

—¡No puedo creer que me haya pedido sexo!

—No pienses más en ello, no va a pasar.

—Claro que no va a pasar, ¡si estoy convencida de ello!

—Bien.

—No tengo ni idea de cómo lograste TÚ que te convencieran.

—No lo hizo.

—¿Entonces qué hizo?

—Forzarme.

(Belcebú INDIGNACIÓN...)

—Forzarte... ¿No has dicho que le habías dado tu amor y que tú la habías forzado a ella?

—Sí —se sonroja—. Pero no al sexo.

—¿Y si... se hiciera lo mismo con Lucifer?

—Mmm?

—Eso de forzarle a... eso. O... tú, ehm, quizás podrías hacerlo tú.

—Hazlo —se encoge de hombros—. Pero no sirve...

—¿Para qué nos deje salir?

—Para nada... —responde dramáticamente.

Miguel levanta una ceja.

(Y Belcebú hace los ojos en blanco otra vez, ¿¡Cómo coño no va a servir para nada?! ¿No ves como la traes?)

—¿No sirve para nada? ¿Te arrepientes?

Asiente y suspira acercándose a la pared y... va a hacerlo él. Porque le duele.

¿¡Va a hacer qué él?!

Una oleada de amor, así en una pulsación, contra la pared.

Es que Belcebú la reconoce al instante, al igual que Miguel (Deja de seducir a todo mundo!)

Lucifer parpadea un poco y Gabriel suspira, pensando que es estúpido esto que hace.

—¿Qué haces? —Miguel se acerca—. ¿Vas tú a... seducirle?

—No, perdona.

—Le estas... enamorando.

—No...

—¿Entonces?

—GABRIEEEEEL

—Lo siento, no debí hacer eso —parpadea con el grito y aprieta los ojos.

De hecho, suena su teléfono otra vez pero Gabriel le cuelga. Belcebú mira a Lucifer de reojo.

—¿Qué ha sido eso?

—Nada. Tienes que sacar a Gabriel de ahí.

—Ya les he dicho qué hacer, son ellos quienes tienen que decir.

—Es que hacerles decidir eso fue estúpido —Belcebú bufa, mirándole de reojo.

—¿Por?

—Porque lo que quieres que decidan es ella... ¿qué vas a hacer si dice que sí?

—Pues... tirármela.

—A Miguel, tan tranquilamente... ya, claaaaaro.

Lucifer sonríe.

—Se te van a caer los calzones en cuanto te diga que sí... muerto del TERROR.

—Claro que no, ¿por qué iba a pasar eso?

—Ya, claro, como si no te hubiera bastado con que una vez ella con todo y ejército nos haya echado hasta acá... eso es lo que quieres, ¿verdad? Un poco de marcha... o de venganza. Admítelo...

—Que va...

Belcebú le da un codacito. Ojos en blanco, pero se sonroja un poco.

—Y espérate a que de verdad te acuestes con ella...

—¿Qué? No es como que no me haya acostado con todo el infierno.

—Cuando te acuestes con ella me dices si es igual —Belcebú se sonroja casi imperceptiblemente.

—Igualmente ella solo se permite a si misma soñar con ello.

—No creo que ni se lo permita...

—Claro que sí.

—Son muy inocentes...

—Eso ya lo sé, no es como que no me haya acostado nunca con un ángel.

—Ya lo harás... y entenderás lo que digo.

—Sí, sí...

—Si es que ella quiere acostarse contigo, verdad... que sospecho que no.

—Claro que quiere, pero no lo va a decir.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque todos quieren —responde el demonio de la soberbia. Belcebú se ríe.

—Cálmate, Asmodeo.

—No es eso, venga ya.

Ella se sigue riendo, mirándole de reojito.

—Aunque si no puedes soportarlo...

—¿Me ves que no pueda soportarlo? —Ojos en blanco con esto, sonriendo.

—Parece, con tantas quejas.

—De lo que me quejo es de que creas que todo mundo muere por ti... ¡y ni siquiera es queja!

—Pues así es aunque mueras de envidia.

—¿Yo? Nah, qué va... si a mí me da igual que no se quiera acostar conmigo todo mundo.

(Yo solo quiero que Gabriel sea el que se acueste conmigo)

—Lo digo porque me echas de menos, lo sé

—Qué te voy a echar de menos, por Satanás. Créeme... lo que echo de menos es que saques a Gabriel de ahí para tirármelo.

—Ah, sí, su reciente obsesión con el angelito.

—¡No es obsesión!

—Ya, claro.

—No lo es... Es... Un pasatiempo.

—Sí, sí...

—Uno entretenido como cualquier otro. Vale, puede que no como cualquier otro ¡pero es un pasatiempo!

—Pero si te pones súper posesiva.

—Me dirás que tú no eres posesivo con Miguel.

—Claro que no.

—Aun...

—Ni lo seré

—Eso ya lo veremos... anda, ve a tirártela —levanta la mano para chasquear los dedos.

¿Y qué hace?

Si no la detiene... lo mete dentro de la celda e intenta sacar a Gabriel en el mismo chasquido, pero sospecho que eso no va a poder hacerlo.

¿Qué? ¡No!

¡Sí! ¿Por qué no?

¡Ugh! Pues ahí están los tres. Miguel pega UN SALTO sin esperarlo. Lucifer parpadea un poco y Gabriel protesta.

What the hell —se oye a Belcebú protestar afuera.

Pues ahora te has quedado sola.

Pues... ¡es que quien iba a adivinar! Solo le ha mandado dentro.

Sí...

—Se suponía que tenías que sacarnos, ¡no meterte tú! —protesta Miguel, sonrojándose.

—¡Me ha metido Belcebú!

—¡Pues sácanos!

—¿Ya habéis decidido?

Miguel mira a Gabriel de reojo.

—Nadie va a tener sexo, Lucifer —asegura Gabriel—. Si quieres acostarte con ella, cásate con ella —añade.

—Dios mío... —susurra Miguel. Lucifer parpadea con eso.

—No es... precisamente... Casarte lo que quieres, ¿verdad? —pregunta Gabriel.

—Va... ¿Belcebú a casarse contigo? —parpadea el demonio.

—¿De qué crees que va todo esto? Aunque...

NO. FUCKING. WAY! —chilla Lucifer. (Belcebú facepalm)

—Nunca me casaría con ÉL —Miguel aprieta los ojos y gira la cara.

—Dame el teléfono —exige Lucifer tendiéndole la mano.

—¿Qué? ¡No! —protesta Gabriel y Lucifer chasquea los dedos haciéndose con su teléfono y llama a Belcebú.

—Gabriel! Bloody hell, ¡no puedo sacarte!

Wait, wait, wait... ¿estoy en presencia de... your bloody future husband?

W-What?! N-No!

—Eso está diciendo. ¿Te arrodillaste?

—¡NO! —Belcebú se SONROJA

—Oh, Sis... claro que lo hiciste. ¿Cuándo te devuelven la aureola?

Shut up... No hice nada de todo eso. Si voy a casarme es para que caiga... y tú tendrás que hacer lo mismo.

—¿Le pido prestado el anillo que le diste tú?

—¡No le di ningún anillo!

—¿Y dónde fue? ¿Gabrielito, dónde te pidió matrimonio?

Belcebú le prende fuego a la pared a ver si con eso la puede abrir.

—En la... Catedral de Londres, el día de navidad —explica inocentemente.

—Gabrieeeeel! —chilla Belcebú bastante histérica. La verdad, ambos se giran a mirar la pared.

—El día de Navidaaaad, so romantic —Lucifer se burla.

Shut up! —grita Belcebú. Hasta Miguel se ríe un poco.

—¿Y te dio un anillo?

—No, me trajo un diamante robado...

—Ugh!

Lucifer levanta las cejas.

—Y yo la obligué a devolverlo —sigue Gabriel.

—Intentaba engañarle... —protesta Belcebú.

—Engañarle...

—¡Sí!

—¿Qué? —pregunta Gabriel.

Bloody hell, pásame a Gabriel que si le dices eso va a creérselo.

—De eso me estoy dando cuenta.

Belcebú aprieta los ojos.

—Ugh! Los odio a todos. Vale. Bloody hell... vale. Si se lo pedí yo, ¿tienes algún puto problema con eso?

—Dice que quiere hablar contigo...—le tiende el teléfono a Gabriel que le hace gestos de que no quiere ponerse. Belcebú se muerde el labio, esperando.

—Dile que no, que no se enfade, que no es verdad que le quería engañar. ¿Me está oyendo?

—No quiere ponerse...

Bloody hell.

—Pues eso dice.

—¡Dile que tome el bloody teléfono!

Lucifer insiste, mirando a Miguel de reojo y Gabriel se va a la puerta ignorándole.

—¿Está aquí afuera, verdad? —pregunta Gabriel.

—Creo que sí... Sis, acércate a la puerta —le pide a Belcebú por el teléfono.

—Cual bloody puerta, hay un muro —protesta un poco, acercándose igual y poniendo la mano en ella. Sinceramente el estúpido amor de esta mujer puede que atraviese hasta la pared.

El de Gabriel lo hace porque aunque le dan celos, no quiere que deje de quererle. Belcebú recarga la cabeza en la pared.

—¿Ahora qué pasa? ¿Por qué nunca podemos estar bien unos días sin que quieras dejar de hablarme? —protesta contra la pared, tragando saliva y cubriendo la bocina del teléfono.

Gabriel vuelve a enviar afecto sin oírla.

Es que lo siente y se le derrite el corazón, sintiéndolo de regreso, desde luego. Intenso, como cada vez.

Vamos a dejarles en el drama de hacer el amor a través de la pared, como si no tuvieran visitas vis a vis.