La verdad, la puta cita doble, dice Belcebú, que mandó a Gabriel así como a... el polo sur, "congélate, cabrón."

¿Y ahora lo va a invitar a una cita?

Debería invitar a Azrael. Eso es lo que merecería.

Debería invitarlos a los tres si quiere que se enteren y aparezcan.

Ugh. Va a abrir un grupo de whatsapp.

Really?

¿Qué quieren? ¿Una invitación con dorados? Como si fuera a la boda de Gabriel que ha decidido no hablarle ya. Para variar de un día a otro y sin previo aviso.

Que los invitarías uno a uno, personalmente.

¡Por Satanás!

Pos a Leviatán solo te falta decirle día y hora.

Va a tomarse un par de días antes de llamar a Gabriel, con las putas ganas que tiene de ver a Leviatán. Ohm Les odia a todos pero vale... Ugh, le marca a Gabriel.

Uy... ¿un par de días dices? Entonces quizás...

¡Esta enfadada!

Entonces quizás Gabriel contacte a Asmodeo primero.

Belcebú pone los ojos en BLANCO vale, ya, tírate a todo el infierno.

Pues...

Vale... vale. Ugh. ¡Al día siguiente!

No, no... ella no lo sabe, así que... Mmmm...

Ugh. Vale pues que le hable al carbón de Asmodeo, pobres todos cuando esto acabe.

Si no queréis, no.

Belcebú desde luego que no quiere, pero Belcebú va a quejarse de todo esto. O sea Belcebú lo que quiere es que no haya trama peeeeero los demás diferimos. Así que venga, llama a Asmodeo.

Riiiing... Riiiiiing...

Asmodeo, que está en la Biblioteca buscando información de cómo quitarse la mierda del cuello... y de los demás Arcángeles a los que seducir, le sonríe a todo el mundo que le mira.

Vamos, y es que le miran porque suena su teléfono, pero igual les sonríe y les manda un beso, contestando

No sé si Belfegor sigue con él durmiendo en una silla o le ha dado esquinazo.

Se lo ha dado. La ha dejado durmiendo en algún sitio quizás después de acostarse con ella.

#DecisionesUnilaterales #ComoAsmodeoVolvióAPillarHerpes

#YcomoGabrielvaapillarloahora

—Allò.

Bienaventurados lo que contestan al teléfono porque ellos se... ¿enteraran de cosas?

Pues siendo el señor mensajero el que llama, sin duda.

—¿Hola? ¿Asmodeo?

—¿Quién habla?

—Soy Gabriel.

—¿Gabriel cuál?

—El Arcángel.

—Oh... Ehh... hola.

—Me preguntaba si tenías algún plan para... hoy. Ahora.

—¿Plan? Pues... no. ¿Para?

—Pues para vernos

—¿Vernos quiénes?

—Tú y yo.

—Hmmmm... ¿para?

—La virgen... —protesta Gabriel—. De acuerdo, mensaje entendido.

—No, no... Solo... Es raro. Estoy en la biblioteca pública de Nueva York. Ven aquí y me lo explicas en vivo.

—No hay nada que explicar, solo... —Se humedece los labios.

—¿Aja?

—Vale, ahora voy.

—Te veo en la entrada de la quinta — Asmodeo se está imaginando siete mil panoramas distintos por los que Gabriel podría querer hablar con él. Creo que ninguno es acertado

Gabriel se acomoda la corbata en el cuello mientras anda por la avenida. Deja de verte guapo en NY que además te queda muy bien.

De hecho, justo eso estaba pensando, por algún motivo se siente más cómodo en esta ciudad... tal vez debería venir a correr a Central Park en vez de a Hyde Park. A lo mejor empieza a hacerlo. Bueno. El caso ahora...

Asmodeo entra al baño y se arregla un poco también, vamos, porque para presumidos...

Es que vas a llegar antes que Asmodeo. Tal vez entre a ver si hay algún banco donde esperarle.

Están las escaleras.

No va a sentarse en el suelo. Aunque si le da una buena almoina a un pobre que hay ahí.

No tarda mucho Asmodeo, un par de minutos.

El pobre flipa un poco, porque el chaval no ve a Franklin muy a menudo.

Van a adorarte en NY.

Por supuesto.

Asmodeo sale, con su bonito traje gris oscuro y sus lentes de sol

Y ahí está el abrigo gris claro de Gabriel. No tiene que verle, basta con olerle. Asmodeo sonríe de lado.

Sí, claro el olor picantillo de las bendiciones.

LA PESTE... picante.

No creas que el azufre es mucho mejor, muchacho. El mismo Asmodeo está de acuerdo... no ha dicho que no.

—¡Gabriel!

Se gira y Asmodeo le sonríe, porque... vamos, mover el abanico no se le da mal.

—No esperaba recibir tu llamada.

—Ah... sí, ha sido todo un poco repentino. Dios le bendiga —despide al pobre con el que hablaba.

—¿Repartiendo bendiciones en tu tiempo libre?

—Siempre que voy a ver un demonio —se encoge de hombros sonriendo un poco—. Equilibrio de fuerzas.

—Tendría que empezar a repartir yo maldiciones... aunque no es mi estilo —le extiende la mano para saludarle.

—Algo debes haber hecho igual, no me vas a engañar —se la toma de vuelta y le aprieta un poco.

Asmodeo mira de reojo hacia la biblioteca, porque sí... repentinamente la fantasía de tener sexo en la biblioteca se acaba de activar para todo mundo. Gabriel pone los ojos en blanco porque también lo ha notado.

—No les va a gustar tanto como les estás prometiendo.

—Ah, ¿no? —el demonio se encoge de hombros.

Gabriel cierra los ojos tomando la mano de Asmodeo todavía y manda una oleada de templanza y paz, en la que todo el mundo, incluido él, se siente mejor consigo mismo y complacido, como si estuvieran donde deben estar. Eso no quita el deseo, igual porque Gabriel no es la contraparte del deseo.

—Ugh...

Gracias al cielo, si no toda una generación de neoyorkinos se quedaría sin hijos

Así que de hecho... la sensación de paz mezclada con el deseo tal vez lo que haga es que una generación de neoyorkinos ahora hagan EL AMOR en la biblioteca. Joder con vosotros dos, en serio, iros a casa.

Más peligrosos juntos que separados...

—Bueno, ¿a qué se debe tu visita? —pregunta bajando las escalerillas hasta la calle, ajustándose los lentes de sol

—No es por nada en concreto —le sigue.

—Hmm... ¿Solo querías verme?

—Sí —le sonríe

—Eso es... peculiar.

—¿No te pasa a menudo?

—No con Arcángeles.

—Que mal... ¿No? A lo mejor deberías cambiar eso.

—¿A qué te refieres? —Asmodeo levanta una ceja.

—Somos más divertidos de lo que puedes pensar, los Arcángeles.

Asmodeo se ríe un poco con eso.

—¿Ves? Ya te estás riendo.

—Veo que estás haciendo promoción...

—Nunca está de más un poquito.

—Eso no es un poquito... especialmente considerando a lo que me dedico. Ven —le toma del brazo y toca la que parece una puerta aparentemente cualquiera de un edificio.

—¿A dónde?

No tarda casi nada en abrirse la puerta, por un hombre vestido de traje y con guantes blancos. Se quita de la puerta haciendo un gesto con la cabeza para que pasen.

—Gusto en verle, señor.

Asmodeo prácticamente le ignora a excepción de untarle la mano con un par de billetes.

—Asumo que querrás hablar en algún sitio... y este es un buen sitio.

—Dios le bendiga —saluda Gabriel al hombre con un gesto de la mano y luego se vuelve a Asmodeo—. Por supuesto, gracias.

Asmodeo no dice nada de las bendiciones, acercándose a los elevadores en donde otro hombre le hace un gesto con la cabeza y les hace pasar a uno, que se cierra en automático y empieza a moverse.

Y... en el elevador, tomado del brazo de Gabriel es que Asmodeo le pasa un poco de lujuria, muuuuy bajito, casi de forma imperceptible.

—Bueno... me decías.

Entrecierra los ojos y arruga un poco la nariz notando eso. Suspira.

—En general no dejaría que ningún demonio me llevara a "un buen sitio" sin explicación.

—Sin embargo parece ser que la ocasión lo amerita.

—Bueno, un poco. Estoy intentando ser más abierto con vosotros.

—Bien, eso te abre ciertas puertas —se abre el elevador y ahí están en uno de estos lofts enormes con vista a Manhattan, decorado con sillones negros y una chimenea. A Crowley seguramente podría gustarle.

—¿Esta, por ejemplo? —¿puede todo el mundo dejar de hacer chistes idiotas?

—Exactamente —le suelta, riéndose un poco del chiste idiota, entrando.

—¿Y qué voy a encontrar aquí dentro? —pregunta siguiéndole, sonriendo.

—Asientos, alcohol... comida. ¿Comes? Supongo que es imposible no hacerlo al lado de Belcebú...

—No, no como regularmente. Y tampoco bebo mucho.

—Bueno, yo beber sí lo hago. Siéntate.

—Supongo que puedo acompañarte —suspira yendo a ello.

—Te sirvo algo yo.

—Lo mismo que tú, pero sin veneno.

Asmodeo le mira y se ríe.

—No sabía yo que uno pudiera envenenar a un Arcángel con veneno. Pensé que la única opción era envenenarles el alma con pecado —sirve dos bebidas iguales, con parsimonia —. ¿Sabe Lord Belcebú que estás aquí?

—Estuve en Halloween y vi lo que ocurrió, no voy a tomar riesgos.

—Ah, ese asunto. Sí, la mayoría de los demonios son sumamente idiotas de creer que pueden matar a Lord Belcebú con veneno... después de intentarlo una y otra vez sin éxito.

—Cuando además ella apenas si bebe o come.

—Y ni aunque se lo beba o coma, lo más que le pasa es que tose un poco y le salen más ronchas. ¡NUNCA se ha ni descorporizado así!

—La has observado muy atentamente —frunce un poco el ceño porque no podrías ser más transparente, querido mío—. Desde luego...

—¿Desde luego por?

—No por lo que crees, créeme, se habla de esto en los pasillos. Todos quieren matarla... —se encoge de hombros—. No por ser ella, sino por ser quien es, aunque si la maten resulte aún peor el siguiente.

—¿Has estado alguna vez en su lugar? No recuerdo...

—Sí. Dos veces—sonrisita cáustica, le extiende la bebida. Un Negroni.

—¿Dos? —levanta las cejas y la toma

—Lo creas o no... dos. Igualmente no me parece la mejor actividad que hacer en la vida... y creo que a ella le gusta.

—¿Cuándo? —prueba un poco la bebida, sentado con un pie sobre la rodilla contraria y arruga un poco la nariz porque está muy dulce para su gusto.

—Hace mucho tiempo, casi al principio. Una vez fue después de Aamón. Otra después de Lucifer.

—Mmm... ¿Y qué tal la experiencia?

Se humedece los labios porque en el infierno decir que esto no le gusta es como medio dramático, pero no estás en el infierno, querido.

—Pues... es un lío. Nadie está nunca de acuerdo con nada, todo el rato se queja todo mundo de todo, le beneficie o no.

—Ah, sí, ya conozco esas quejas... creo que si ordenarais un poco más a los demonios y los protocolos en general...

—Es que tú crees que eso es posible y te parece como... obvio, ¿no? Eso mismo pasa cuando peleas. Estás harto, peleas, asciendes al poder, descubres que no puedes hacer nada de nada y que no solo no puedes... sino TODOS quieren matarte. Es demasiado trabajo.

—Yo insisto en que sois demasiado blandos y dais demasiada importancia a las quejas de los demás.

—Yo creo que ningún ángel se queja tanto.

—¡Claro que se quejan!

—No, no así. ¿Cuándo has tenido una fila de diez días afuera de tu despacho? Lord Belcebú las tiene y yo creo que le gusta. A mí me parece perfecto...

—Nunca he hecho las cosas tan mal o tan lentas. Nada funciona ahí abajo, ni siquiera hay un sistema de limpieza adecuado.

—Me sorprende que digas eso siendo tú el... novio de Lord Belcebú —se ríe.

Gabriel le mira unos laaargos instantes sin contestar y se humedece los labios.

—Solo creo que... sin afán de defenderla a ella o a cualquiera que sea el que organiza el infierno... parece mucho más simple de lo que realmente es.

—No estoy seguro que sea yo nada de nadie.

—Ohh... hmmm —Asmodeo levanta las cejas con esa declaración.

—Pero no es algo malo.

—¿Ah, no?

—¿Te lo parece?

—Pues... Lord Belcebú no va a estar contenta con esa declaración.

—Ella es quien lo ha decidido.

Asmodeo levanta las cejas más aún

—Ohh... —nota mental, no bajar al infierno—. Pero no nos ha... hmm...

—¿Dicho nada? No, ya me imagino —cambia el pie y la rodilla pensando que no lo hará público hasta que Azrael no responda.

—Y tú estás...

—Bien, bien. Gracias por preguntar.

—Bueno, eso es bueno, supongo. Solo... no acabo de entender en dónde entro yo en esta ecuación.

—¿No lo entiendes?

—La verdad... me estoy preguntando seriamente si lo que yo entiendo es realmente lo que estás haciendo. Are you hitting on me?

—Puede ser eso o puede no serlo. ¿Estás interesado en que así sea?

Asmodeo se echa atrás, mirándole de arriba a abajo. Sinceramente... Gabriel no es feo. Se viste bien. Seguramente tiene un cuerpo atlético... no le cae bien del todo, pero tentar a un Arcángel a la seducción, no es del todo mala idea, menos aun siendo el Arcángel Gabriel.

Gabriel se congela, sonrojándose un poco.

—Sí lo estoy —decide, a pesar del riesgo que implica con Belcebú.

—Bien —traga saliva.

Asmodeo le sonríe con esa sonrisa de cazador. Gabriel se pasa una mano por el pelo, mirándole

Asmodeo se levanta un poco parsimoniosamente, acercándose al sillón en el que está sentado él y... sentándosele junto.

—¿Cuáles son tus expectativas de esto, Gabriel... ?

Deja su bebida en la mesita de junto y se vuelve a él. Asmodeo le observa hacer, con curiosidad y un poco divertido la verdad

—No quiero sexo. No va a haberlo.

Esto le causa cierta hilaridad. El parpadeo leeeeento.

—Ya sé que suena absurdo, especialmente para ti.

—Absurdo viene siendo uno de los adjetivos, sí...

—Pero es así, es uno de los términos. El más importante, diría yo. Si no te parece bien, lo entiendo.

—¿Tan mal te han tratado en la cama?

—No, pero es pecado.

—Bueno, supongo que depende de cómo lo mires. ¿Qué esperas conseguir de mí si no es lujuria, Gabriel?

—No lo sé, tampoco esperaba nada de todo eso con Belcebú y aquí estamos.

—¿O qué esperas darme a mí a cambio del sexo?

—No va a haber sexo.

—Ya, bueno, tendrás que compensarme la falta de sexo con algo, ¿no crees? —ojos en blanco.

—Puedo darte afecto. ¿Recuerdas cómo es? Es adictivo. Y puedo aliviarte.

—Hmm... —entrecierra los ojos—. Desde luego que sé cómo es el afecto, es común recibirlo tras el sexo...

—Eso es bonito.

—Ehh... no necesariamente me parece del todo... No sé. No. No quiero afecto —decide porque el afecto siempre lo complica todo y... bien que sabe que es adictivo, suele huirle—. Gabriel, hmm... vale, si no quieres sexo ni lujuria de mí, ¿qué es lo que si quieres?

—Dios... me mandó una señal —suspira.

Asmodeo se rasca la frente antes de darle otro trago a su bebida, mordiéndose el labio.

—De que debía hacer esto con demonio. Pensé que era ella, pero por lo visto se refería a un demonio... en general.

—¿Hacer qué?

—Casarme.

Vale, Asmodeo va a medio ahogarse con el negroni.

—¿Ca-Casarte?

—Y luego tener sexo, si quieres cuando ya no es pecado.

Si a Gabriel le hubiera salido otra cabeza, puede que le viera con menos sorpresa...

—¿Se puede un Arcángel casar con un príncipe del infierno? Es... ¿¡me estás proponiendo matrimonio?!

—Aparentemente no solo puede. Debe.

—Ya... ya... ehh... Una vez más, ¿qué me gano yo con esto? El premio es... ¿acostarme contigo después e la boda?

—Pues es el plan divino.

—Verás, Dios... nos expulsó de su plan divino hace algunos ayeres.

—No. Por lo visto solo os puso en un área diferente, lo que no significa que no tenga planes para vosotros también. Probablemente unos menos elaborados, pero planes igual.

—No seas condescendiente con ese asunto de menos elaborados —ojos en blanco.

—No es condescendencia pero...

—Sigues sin decirme qué gano yo con esto...

—Bueno, en un intercambio normal... amor.

—El problema con el amor... es que es pegajoso y adictivo.

—Pegajoso...

—Sí... Es como si... fuera algo necesario. Y no hay nada más innecesario que el amor. Suele ser lo que lo arruina todo.

—Mmm... Es un mecanismo de defensa interesante ese, pero creo que no estás en lo correcto. Creo que solo te engañas para evitarlo y porque además debe ser el amor de los humanos a los que tientas el que sientes.

—¿Me dirás que el amor no es amor, lo sienta quien lo sienta?

—El amor es amor, pero la capacidad de los humanos es muy limitada. No saben hacer a los demás sentirlo más que como acto reflejo del propio. Es igual que la lujuria, creo.

—Me parece que se hace uno bastante a la idea. ¿O a ti te gusta la lujuria?

Gabriel aprieta los ojos porque... sí que le gusta aunque no debería y Asmodeo se ríe.

—Podría hacerte sentir más lujuria de la que has sentido jamás.

—Lo que digo es que un ángel puede hacer que lo sientas genuinamente, tú. No solo que sientas que el ángel te quiere como hacen los humanos.

—Un ángel no va a darme nada distinto de lo que le da a sus compañeros, o a Dios.

—Es lo más puro que existe. La lujuria sin saciarla es como el hambre. El amor es la comida. Es el sexo. Es lo que te sacia, probablemente necesidades que ni sabías que tenías.

—Ya, todo para hacer ¿qué? ¿Mañana decidir qué hay otro demonio al que dárselo y dejar de dármelo a mí como harás con Belcebú? He visto lo que ocurre cuando te quitan el amor.

—Eso... No he sido yo quien lo ha decidido.

—Aun así, ¿vas a seguir queriéndola?

—Sí.

Asmodeo levanta las cejas y Gabriel suspira.

—Entiendo que eso puede llevar a envidias pero... no es así como funciona. Las envidias vienen de una mala compresión del amor.

—Oh, vaya... entonces uno puede ir por ahí con cualquiera.

—¿A qué te refieres?

—A que si digo que sí a esto, puedo acostarme a la par con quien quiera.

—Esto no va de acostarte o no con nadie...

—¿Vas a darme asilo en el cielo si lo necesito?

—¿Porque ibas a... va a haber otra revuelta? —frunce el ceño.

—Seguramente van a tirar a tu... ex novia.

—¿Por?

—Porque nadie va a entender que es ella la que te mando al carajo, lo obvio es pensar que la has mandado tú.

—¿Qué importa quién hizo qué?—responde un poco más agresivo porque esa forma de decir las cosas no ayuda.

—Pues con cómo iba por ahí diciendo que estaba contigo, esto lo van a ver como el momento perfecto de dar el golpe.

(Belcebú sigue FLIPANDO... ¿¡cuando le mando al carajo?!)

—¿Y? Ella fue quien decidió esto, no está en un momento débil. Si vuelven a intentar dar el golpe va a volver a reducirles.

—Yo no digo que sea inteligente, solo quiero asilo político.

—Está bien. Veré como resolver eso. ¿Lo necesitas ya o es solo en caso de la revuelta?

—Pues... quiero carta blanca.

—¿Carta blanca para entrar y salir? No creo que eso sea posible.

—Necesito además otra cosa... son varias peticiones. Necesito... protección contra Belcebú.

—Ella no va a hacerte nada. ¿Por qué iba a hacerte algo?

—Porque pretendes casarte conmigo.

—Bueno, porque ella quiere a otro.

—¿A quién quiere? Una cosa es querer a otro y otra distinta es ya no quererte a ti...

—Eso... no te lo voy a decir. No quiero que le hagáis lo que me hicisteis a mí.

—¿Qué te hicimos a ti?

—Si quieres asilo hablaré con Uriel y veremos cómo podemos arreglarlo, pero la información del cielo sigue siendo del cielo —explica—. Pues intentar secuestrarme y acosarme varias veces. También intentar matarme y reducirme y asediarme.

—Y besuquearte y acostarse contigo y... cosas positivas. Tampoco me creo que todo haya sido un horror —hace los ojos en blanco—. Quiero asilo, sí y protección personalizada tuya de Belcebú. Que le quites esta cosa que traigo en el cuello. Y... un beso.

—Nadie más que Belcebú ha intentado nada en la línea de las cosas positivas, Asmodeo —ojos en blanco—. Uriel se encarga de las bendiciones de protección en los templos y tierras sagradas. No sé si vayas a tener asilo en el cielo, pero tal vez pueda hacer algo por ti en terreno sacro. No deberías preocuparte de lo que Belcebú vaya a hacerte, porque ella ha decidido esto.

—No confío en ella... y no quiero su furia descargada sobre mi, así que me parece fantástico que me ponga toda la protección necesaria... ahora quítame esto —se abre la camisa y ahí está.

—De todos modos, el asilo es asilo, así que debería funcionar también contra ella —suspira y se acerca a ver lo que lleva puesto. Asmodeo sonríe un poco.

—Es de hierro —explica—. Forjada por un demonio con un milagro. Debes poder quitarla.

—Esto no te lo ha puesto... ¿es de un demonio? —lo toca y... le pincha en los dedos, haciendo que los aparte rápidamente—. ¡Esto está maldito!

—Ya, bueno... quítalo.

—¡No puedo quitar una maldición tan fácilmente!

—Es decir, la mitad de las cosas que yo necesito no las puedes resolver —Ojos en blanco.

—Hay que purificarlo, esto es como las celdas de ángeles que tenéis en el infierno, si pudiera sacarlo, podría escapar de ellas no serían muy efectivas.

—Bien, un par de últimas preguntas. ¿Qué obligaciones adquiero si me... caso?

—Pues... está todo en los términos. Amar y respetar, honrar y cuidar... en cualquier circunstancia y todos los días.

—¿¡Y tú vas a hacer eso mismo conmigo?!

—Exacto —le sonríe.

Asmodeo se humedece los labios pensando que... a ver, no tiene del todo que cumplir a la perfección su parte, pero Gabriel es un aliado poderoso.

—¿Qué hay de las tentaciones...? Y el beso... y quitarme esto del cuello.

—¿Tentaciones?

—Voy a tentarte —le sonríe.

—¿Por? —parpadea.

—Porque es divertido... puedes resistirte.

—Me... defenderé —traga saliva.

—Por ahora nada de juegos raros —le pone una mano en la pierna.

—Eres tú el que me está amenazando.

—No es una amenaza, es... una realidad. Como creo que es posible que no me libre de sentir ese... amor.

—¿Entonces estás dispuesto a hacer esto? —Suspira, sonriendo de lado.

—Probablemente, sí.

Sonríe más y ahí va un poco de afecto gratuito como agradecimiento que hace que Asmodeo trague saliva, tensándose. Le devuelve... lujuria de golpe.

Gabriel parpadea porque no se lo esperaba. Asmodeo le analiza, tensito.

—Por la virgen, no pensé que tendría que usar el bloody cinturón de castidad con cada uno de vosotros.

Estás malinterpretando esto.

—¿Qué?

—Nada. Vamos al cielo a que te quiten eso... y a hablar con Uriel.

—Te he pedido una cosa más. ¿Sabes a que me refiero?

Gabriel se humedece los labios, toma aire y se acerca. Asmodeo sonríe un poco. Y el ángel le besa... igual que besa a todo el mundo en Navidad. Pues... eso quería, ¿no? Eso ha dicho.

Seh. Asmodeo quiere saber que tanto se puede trabajar con Gabriel. Sí, si le gusta cómo besa, o le inspira cierta lujuria.

O sea... Es que no... No es un beso lujurioso ni muy profundo, de verdad, es un beso de Navidad. No un beso de Belcebú.

Asmodeo levanta una mano y le toca un poco la mejilla, tentándole un poco. Consigue que abra un poco más la boca y se mueva para ponérsele más encima.

Le da una suave lamidita en los labios y... deja que se separe a su ritmo

(Belcebú igualmente BUFA)

Gabriel se revuelve porque aunque esto se siente diferente... no se siente mal. Definitivamente podría acostumbrarse.

(No te acostumbres mucho, Asmodeo va a MORIR)

Asmodeo sonríe de ladito

Eso sí, aunque ninguno de los dos lo sabe... Gabriel no suelta la habitual oleada de afecto.

—Así besas al demonio al que le acabas de pedir matrimonio... —bromea un poco

—¿Q-Qué?

—Esperaba algo un poquito menos suave, considerando las circunstancias —se acerca un poquito, tocándole suavemente la mandíbula con un dedo.

—¿No te ha gustado? Nunca se había quejado nadie...

—No me ha disgustado, solo me ha parecido... suave.

—¿Cómo es menos suave?

—¿Te muestro?

Asiente. Asmodeo le pone una mano en el pecho y le acaricia un poco.

—Tienes músculos... ¿te ejercitas? —pregunta mirándole a los ojos.

—Sí, salgo a correr.

—Vaya... Secretos del Arcángel Gabriel... —le acaricia un poco más y se acerca a besarle de nuevo, no con mucha fuerza ni de manera especialmente invasora, pero si intenta darle un beso menos casto que el que le dio él, echándole un poco atrás en el sillón.

Uf...

¡Pues él lo ha pedido!

Gabriel se va a poner a llorar porque quiere a Belcebú y ella no le quiere y esto es muy bonito pero no es lo mismoooooo y dice que está bien pero no lo está.

Asmodeo se separa, descolocado con esto y Gabriel aparta la cara intentando que no lo note, limpiándose los ojos.

—¿Q-Qué pasa?

—Vamos... vamos al cielo —niega con la cabeza.

Asmodeo frunce el ceño con eso, porque esta NO es la respuesta esperada.

—Lo siento, supongo que necesito un poco más de tiempo.

—¿Quieres hablar de ello?

Traga saliva y niega

—Bueno, ¿vamos al cielo? —pregunta, separándose del todo, mirándole con cierta curiosidad aún.

—Lo siento, me ha gustado mucho tu beso —asiente.

Asmodeo se ríe un poco con esa declaración. Gabriel se levanta y le mira al ver que se ríe.

—Una cosa, Gabriel.

—¿Qué?

—Si Belcebú llega a venir mañana a arreglar las cosas contigo... el asilo político y la protección se respetan, ¿verdad?

—Sí, aunque no va a venir... y no veo en qué estás tan en peligro —le tiende la mano.

—Para ser tú exnovia, no pareces conocerla —le toma la mano.

De un golpe, con el rayo, aparecen en el hall blanco del cielo Asmodeo se le echa encima, joder... ¡qué puto susto le has pegado!

—Sí que la conozco —traga saliva y le abraza un poco sin pensar.

Todo el que pase ir ahí va a mirarles con cara de no entender. Y Miguel se queja porque ella siempre se pierde de estas cosas por culpa del infierno.

—¿Estás bien?

—S-Sí. Sí —hasta tiembla un poco sin soltarle.

—Ven, vamos —tira de él sin soltarle. Y ahí se deja llevar, mirándole de reojo sinceramente no sé si haya venido aquí otra vez desde... hace miles de años. Les envidia un poco, mira que limpio está todos, maldita sea.