—Uriel, basta ya. Ya sé que no te gusta que te curemos a ti, pero esto no es hacértelo a ti —saca el teléfono mirando quien llama para zanjar la discusión.
Belcebú.
Ugh. No. Cuelga y se guarda el teléfono. Ni siquiera quiere oírla decir que... van a seguir siendo amigos o algo en esa línea. De hecho...
—No, pero Gabriel... Lo que digo es que ¿por qué tengo que hacerlo yo?
—Porque yo... —le toma de los hombros—. Me voy a buscar a Azrael a ver si podemos sacar a Miguel del infierno de una vez —la gira y la empuja un poco hacia la celda—. Te veré luego —la suelta y se va corriendo a por Azrael
Vuelve a sonar su puto teléfono y Gabriel vuelve a mirar quien es mientras anda a por Azrael.
Pues quien va a ser, darling. Ella. Es que va a llamarte mil veces.
Vaaaale, va a apagar el teléfono
¡Que desagradable ser!
Eso ya se lo dijisteis antes a Asmodeo
¡Pues! Belcebú... es que va a ir a buscarle, pero vale... ¿qué hace Gabriel?
Pues ir a buscar a Azrael que está trabajando normalmente así que búscale donde haya muertos.
En un hospital chino. Pues ahí baja. Ni siquiera hay tanta gente rezando al Dios correcto... banda de herejes.
Y ahí está, mirando el reloj porque siente que lleva aquí una eternidad o dos.
—Azrael...
—Oh... ¿qué haces aquí? —Azrael le sonríe un poco.
—Necesito que... Es Miguel. Está en el infierno encerrada.
—Ohh... ¿Cómo se metió ahí? —Azrael levanta las cejas.
—Bajó conmigo a por Lucifer... el caso es que alguien tiene que... —vacila apretando los ojos.
—¿Ajá?
—Pedirle al Príncipe del Infierno que la libere.
—¿¡A quién?!
—Pues ¿quién está al mando, Azrael? —le ladra un poco porque le JODE no poder ser él personalmente quien lo haga.
—Ah, ¡a Belcebú! Pues... pídele tú. A mí no me... Ugh.
LA MIRADA.
—Gabriel...
—Ya... nos dirás qué ha pasado—se da la vuelta para irse.
—No, no... Espera. Dile tú.
—No voy a hablar con ella para además aguantarme su condescendencia, Azrael.
—A mí no me va a escuchar.
—Te va a escuchar más que a mí. Desde luego —es que a medida que dice esas cosas se enfada más.
—Mira, de verdad yo no... Ugh. Me cae bien, Gabriel pero...
—Usa tu influencia para los intereses de rus compañeros, Azrael, no seas egoísta —sentencia.
—Pero es que yo no tengo la misma influencia que tenías tú. ¡Yo ni la quiero! —Azrael, no estás haciendo las cosas más fáciles.
—Pues más vale que empieces—susurra y luego se da la vuelta para irse.
—Gabriel... ¿qué vas a hacer tú?
No responde a eso, solo vuelve al cielo con un rayo porque no quiere ni verle ahora, menos darle explicaciones. Bastante le parece haber tenido que ir él, de todos a pedirle personalmente que haga esto.
Azrael aprieta los ojos y llama a Belcebú, que lo PRIMERO que hace es preguntarle por Gabriel.
Pero... es que lamento decirles que Belcebú no va a sacar a Miguel de ahí. Lo que si va a hacer es coaccionar a Azrael a ir a una cita doble.
Miguel... nunca vas a salir de ahí.
Eso veo... #Miguelisnothappy
Y... Belcebú va al cielo.
Uy...
Pues es que Gabriel solo le hace la ley del hielo en malos momentos.
Le deja un recado "Martes. 8pm. London. Te espero. Xoxo B"
Porque igual ha ido a comprarse ropa desesperadamente porque eso le desestresa. (Incluido un estúpido sombrero de cowboy). Tarde o temprano volverá a ver su teléfono y lo verá... puede que vaya a aparecer vestido con un traje blanco de cowboy con flecos y lentejuelas en plan predicador televisivo estadounidense de mierda.
Par... padeo.
No, no se encuentra bien. Gracias por preguntar.
Ya... Belcebú opina que SI LE CONTESTARA EL TELÉFONO...
¡No le va a contestar para oír como es que pueden seguir siendo amigos!
Bufido. Le escribe a Leviatán lo mismo sin los besos y abrazos.
Vaya. ¿Ni un besito pequeñito de buenas noches?
No. Le caes mal, ¡mira el lío que organizaste! ¿Va a tener que arrastrarle a ir o va a acabar ella en una cita con dos ángeles?
Nah, nah... va a ir. Aunque si le arrastra es más fácil que lo haga a pesar de que sabemos que le encantaría ESA cita con dos ángeles.
No le encantaría.
(La verdad, a mí en su lugar no me importaría que no viniera, aunque los tres... joder, Belcebú, nadie dirá que tienes mal gusto. Podría haberte tocado algo de rollo con Ian McKellen, pero no. Vaya puto tres.)
(De hecho. Por mucho. La dispar ahí eres tú, querida... pero mira que no parecen estar muy preocupados.)
xoOXOox
O va a tener que ir Asmodeo a por Uriel, que... está libre.
Noooo no. Va ella... arrastrando los pies.
La verdad él está revisando por ahí a ver qué encuentra, viendo si hay más prisioneros en las otras celdas y... en general, paseando en los alrededores, espiando un poco.
—¡Tú! ¡Demonio!
Le hace pegar un saltito
—Oh... ¡Hola!
—No puedes ir rondando por ahí, vuelve a tu cel... ¡habitación!
—Celda. Dilo bien, es una celda. Una celda que no tiene nada, ¡es aburrido! Y por cierto... —se le acerca—. Ya han venido aquí y han intentado matarme... y tú ni enterada.
—Si no tiene nada es porque no has querido. Te he preguntado varias veces que qué querías.
—Estaba distraído pensando en los otros distintivos dorados —camina hasta ella y solo se detiene hasta invadir un poco su espacio personal.
—No empieces con eso de nuevo —se sonroja con eso y da un paso atrás, girando la cara.
—¿Por? ¿Te da vergüenza?
—No me da nada, ¡desde luego no estoy pensando en nada vergonzoso! ¡Soy un ángel!
—Nadie ha dicho eso... ¿qué cosas vergonzosas podrías pensar? Lo qué pasa es que... yo no dejo de pensar que si tienes esos dorados puestos más allá de donde ven los ojos debe ser por algo...
—Solo es porque me gusta, ¡basta de sacar conclusiones!
—¿Y cuándo te las ves?
Ella chasquea los dedos y las desaparece.
—¿Feliz?
Asmodeo levanta las cejas.
—¡No! —chasquea los dedos él y se las pone. O le pone algo parecido. En... muchos más lugares seguramente.
—¡Basta! —las quita de nuevo. Asmodeo suspira.
—Estás muy tensa.
—Y tú muy atrevido, vuelve a tu cuarto.
—¿Vas a venir a hablar conmigo? —Asmodeo hace los ojos en blanco.
—Voy a... voy a ir, sí.
—¿Podrías traerme algo que leer? Y... no estaría mal una copita de vino —le sonríe.
Ojos en blanco y chasquea los dedos. Vas a tener una biblia y una botellita de vino de misa.
—No vayas a darme una biblia. O voy a cambiarle las palabras y la historia y a contar todas las historias de María Magdalena.
—Haz lo que quieras con tu Biblia.
—Uhhh... no pensé que consistiera en eso... ¿¡lo que quiera?! ¿Por qué estás de repente tan enfadada?
—Siempre estoy enfadada con los demonios. Sí, puedes hacer lo que quieras. Es tuya... además si te prohibiera hacer algo con ella seguro sería lo primero que harías —se cruza de brazos en el linde de la puerta.
—¿No crees que los demonios ya tenemos bastante con Dios tan enfadada con nosotros como para mandarnos al sitio asqueroso que es el infierno, como para además... que tú estés enfadada conmigo?
—Yo comparto con Dios sus sentimientos.
—Vaaaaale, vale.
Uriel le mira y traga saliva, vacilando. Él le sostiene la mirada, sin estar seguro del por qué tanta vacilación
—Gabriel dice que... necesitas ser sanado para poder pasear un poco, que eres un invitado.
—Es lo que yo decía —Asmodeo sonríe.
—Voy a ir a buscar a Remiel y a Sariel a ver si uno de los dos está disponible para ello, si no, tendrás que esperar.
—¿Exactamente por qué es que quieres transferirle la responsabilidad de esto a otro... ?
—¡Porque no me gusta hacerlo!
—Nunca lo has hecho, tú misma lo dijiste.
—No a un demonio, pero sí a otros ángeles y no me gusta.
—¿Y a ellos si les va a gustar? Venga, chica...
—Nunca se han quejado
—Es que ¿sabes qué va a pasar? Que no van a poder, no van a querer... y el trabajo no se va a hacer. Casi parecen el infierno...
—El problema sigue siendo tuyo, pues eres tú el que no podrá salir.
—Gabriel te lo pidió.
—No me lo pidió A MI. Dijo que había que hacerse.
—¿Estás segura? A ver, voy a llamarle —saca su teléfono.
Le mira hacer porque no es mentira y Asmodeo le llama... Pero igual el teléfono de Gabriel está apagado porque Belcebú es intensa de la hostia.
Asmodeo hace los ojos en blanco.
—Bueno, pregúntale a Sariariel y a Regiriel o como se llamen, entonces —decide pasando junto a ella sin tocarla para meterse al cuarto.
Ella vacila un instante y aprieta los ojos riñéndose a sí misma.
—Pero aclaro que... este no era el trato. Una cosa es el asilo político, otra diferente es mantenerme encerrado en un cuarto de dos por dos, pero vale. Demostrado una vez más que no se puede confiar en nadie en este universo.
—No seas dramático, demonio, solo será hasta que vengan los demás.
—Eso dices. Cuando lleguen los demás dirán que ellos no hacen eso tampoco y habrá que esperar a que llegue noséquién. Y así van a traerme un día y luego otro y otro más, y así es como le quitan a uno la buena voluntad. Te he ofrecido hasta a ayudarte... voy a ayudar a Gabriel. De verdad... que por eso uno no hace tratos con ustedes.
—¡Para estar acostumbrado a las torturas infinitas no tienes ni un poco de paciencia!
—Esto es el cielo... ¿no se jactan tanto de ser distintos? —acomoda una nube y se echa encima, sin mirarla—. Está bien, Uriel... tienes razón, soy un demonio y no tienes nada que hablar ni por qué cumplir lo que han prometido ni nada. Y no digas que no tengo paciencia... porque me parece que tu no tienes ni idea de lo que es estar encerrada ni cinco minutos.
—No te he prometido nada y te he dicho que pidas y tendrás aquí todas las comodidades... y no te olvides que te hemos dado asilo desinteresado solo porque Gabriel es demasiado blando con vosotros, así que si no es suficiente... puedes volver a la cloaca de la que has salido
—Bien, quiero la comodidad de no estar encerrado.
Facepalm.
—Eres... insufrible. Y si esto te duele vas a ser el único responsable —cierra la puerta y se humedece los labios.
—Insufrible... —la mira de reojo y sonríe un poquito—. ¿Puede doler?
—Sí.
—Bueno... vamos a intentarlo. ¿Qué hago?
Se acerca un poco y con un chasquido lo acerca en la misma nube, haciéndole tumbarse del todo y levantándole hasta la altura de una camilla de masaje.
Y se repite a si misma que es ella quien lo hace, así que es menos problemático. Además es un demonio asqueroso, no le va a pasar nada con un demonio asqueroso.
Asmodeo sonríe de lado, dejándola hacer.
—¿Cómo funciona?
—Te quedas COMPLETAMENTE QUIETO si no quieres que te ate y me dejas hacer.
—Por Satanás, lo de atarme suena a lo más pornográfico que me han dicho en días.
—¡Y desde luego dejas de pensar en esa línea! —ya está poniéndose nerviosa otra vez.
—Está bien... tranquila. Concéntrate en lo tuyo.
Uriel le da la espalda, decidiendo ir a los pies. Asmodeo vuelve a sonreír de lado, mirándola de reojo.
—Estoy listo.
Solo es un pie, no pasa nada. Se asegura a si misma, moviendo los hombros y el cuello para estirar los músculos. Levanta las manos hacia el pie, concentrada.
¿Con todo y zapato?
Sí, con todo y zapato.
Vale... entonces son zapatos de piel de... Ehm... de piel porque las ranas...
Piensa que se parecen mucho a unos de Gabriel (todos se parecen a unos zapatos de Gabriel, Gabriel tiene todos los zapatos del mundo). Eso le ayuda. Toma aire profundamente y empieza.
Y... toma a Asmodeo un poco por sorpresa.
La verdad, si te quitara el zapato, probablemente lo sentirías aun mejor.
—O-Oh...
No se detiene.
—E-E-Esto... ¿p-podría quitarme el zapato?
—¿Qué? —Uriel se para, bajando las manos y se gira hacia él, apretando los ojos.
—Voy a moverme... —chasquea los dedos quitándose los zapatos.
—No puedes... ¿qué haces? ¡No puedes desnudarte!
—Quitarme los zapatos dista MUCHO de desnudarme. Créeme —asegura moviendo los dedos de los pies—. De hecho, mira. Te los presento... calcetines —trae unos calcetines con ranitas.
—¡Pero será lo que sigue!
—¡No dramatices!
—No, pero es lo que sigue.
—¡Que no!
Uriel toma aire y los suelta, por paciencia.
—Vamos... solo son los zapatos. Sigue. Se siente... bien.
Le da la espalda volviéndose a los pies y Asmodeo se humedece los labios porque... no es amor, ni lujuria... pero si algo raro, algo que le llama.
Es salud. Alivio del dolor. Bienestar físico, como comer una ensalada o dar un paseo.
Asmodeo cierra los ojos y se relaja.
Sigue, con el otro pie y las piernas hasta las rodillas, de hecho, debe ser como que te hagan un masaje.
—Eres buena en esto.
—¿Qué?
—Se siente bien... ¿tú qué sientes?
—¿Qué siento de qué? —apoya la mano en la rodilla tocándole sin querer y la sensación aumenta como al triple.
—Ohhh... e-eso que... vuelve a hacerlo
—¿Qué? —aparta la mano cuando lo nota, desde luego.
Asmodeo levanta una mano para detenerla y ella se tensa.
—No voy a hacerte daño.
—No es porque me hagas daño.
—¿Qué te preocupa entonces?
—No sé qué quieres. No me fío de ti.
—Que me toques.
—No voy a hacer eso —gira la cara, sonrojándose.
—¿Por?
—Porque no me gusta.
—¿Por? No te gusta tocar ni que te toquen... ¿por?
—Me pone nerviosa, me hace sentir rara. No insistas.
—Es decir, ¿nunca... tocas a NADIE? —abre los ojos sin podérselo creer.
—No.
—¡Pero eso es súper triste!
—¡No tiene nada de triste! Y no es como que NUNCA toque a nadie, pero no es... no me gusta.
—Y tampoco que te toquen...
—Exacto.
—¿Puedo intentarlo?
—No, déjame acabar esto.
—Vale... vale. Lo que tú digas, golden girl.
Uriel frunce el ceño y se vuelve a las rodillas
—¿Tienes cosquillas?
—¿Q-Qué? —quita las manos y se cubre con ellas.
—Que si tienes cosquillas... ¡es una pregunta nada más!
Aprieta los ojos porque no quiere mentirle, pero tampoco quiere decirle que las tiene y se vuelve a sus piernas, ignorándole.
—¿Alguien alguna vez te ha tocado para que sepas si las tienes? Porqie... uno no puede hacerlo solo.
—Cállate.
—Te ponen nerviosa...
—¡Cállate!
—Me callo, me callo.
Frunce el ceño y llega a la zona peligrosa, ojos cerrados
—Hmm...
Y el problema es que aquí hay como... DE TODO, acerca un poco más las manos, porque lo siente.
Desde luego. No le ha salido de ahí dentro una pantera, porque no existe tal enfermedad. Vas a estarte diez horas aquí, Darling.
Y es que... casi le roza, concentrándose más. De hecho, acaba por tocarle.
Uuuuh. Asmodeo... aguanta... pero le pasa lujuria sin siquiera pensarlo
Y de hecho aparta las manos con eso, porque además nota que le está tocando.
Lo siento, ni siquiera ha sido... a... propósito.
Pero ella está pegada contra la pared de la celda, habiendo parado del todo
—Ehm... ¿Estás bien? —ahora hazte el inocente.
—¡Esto se acabó!
—¿Por?
Abre la puerta y sale cerrándola de un portazo. Casi no puede ni andar, cayendo sentada al otro lado de la puerta.
—Ehhh! ¡Espera!
Está ahí en el suelo sin saber cómo... calmarse.
—Te veo los pies, ¿sabes? —protesta el al otro lado de la puerta mirando por la ventanita.
No creo que solo le veas los pies, debes estar sintiendo todo lo que no puede calmar.
—Y siento perfectamente bien, incluso a través de la puerta celestial esta... eso mismo que sientes tú entre las piernas.
—¡No estoy sintiendo nada! —Las aprieta más y aumenta un poco.
—Voy a explicarte lo que te ocurre...
—¡No me ocurre nada!
—No eres la única a la que le pasa... si te tranquiliza.
—¡No me pasa nada!
—Ese calor... esas pulsaciones... calientes... ese hormigueo en la base de la espalda.
—¡NO SÉ DE QUÉ ME HABLAS!
—Y lo que te falta es... la mejor parte... te gustaría
—No me... UGH!
—Sí que te gustaría... Al menos solo para saber qué es.
—No —se levanta para irse.
—¡Ehh! A mí también me ha gustado lo que hiciste —suelta pero ella se va sin responder.
Él bufa un poco, haciendo una mueca.
¡Pues pues!
Ugh! Se... frota un poco las piernas y los muslos porque todo esto ha sido... raro y ahora a ver cuándo viene... otra vez. Si es que viene. Y esta mierda de vino es... una mierda.
¿Gabriel le ha pasado su teléfono?
Sí.
Pues ahora va a comerle por ahí la cabeza.
"Te has ido a toquetear a ti misma, ¿verdad?"
WTF! (En realidad no, se ha ido a sanación.)
Asmodeo facepalm.
Lo cual es peor.
¡Mucho peor!
Pues sí, pero la van a calmar y a quitarle lo que le haya pegado.
¡Qué horror, no es así como uno se quita ese problema!
Es así como se lo quita un ángel. Por lo menos ella.
Estos pobres ángeles... ya aprenderá.
Raguel y Gabriel no porque son unos PUERCOS y arderán en el infierno por ello. Y Miguel quien sabe lo que hace. Puras guarradas todos.
