Ahora que Uriel se levanta para volver a su despacho pasa Aamón llevando a Miguel y a sus cadenas a sanación.
—¡Tú! ¿¡Qué está pasando en el infierno que estáis todos aquí?! —protesta ella al ver a Aamón.
—Soy Raguel.
La verdad, Uriel casi ni le deja hablar, intentándole quitar las cadenas a Miguel, que no se dejan y poniéndolas otras similares a Aamón.
Aamón chasquea los dedos y se quita las cadenas de Uriel... Hola. Quiero espantarte.
Pues ella se frikea de la hostia, sí.
—Ayúdame con Miguel, creo que viene malherida... por favor.
Uriel da un paso atrás e intenta quitarle las cadenas a ella de nuevo, notando que no puede. Vuelve a atacar a Aamón.
—Uriel, ¡para! —protesta esquivando el ataque con facilidad y un chasquido—. ¡Es un disfraz! Ayúdame a llevarla a sanación, las cadenas están malditas.
—Como... ¡No te creo! —toma a Miguel para protegerla, que flota encadenada e inconsciente, poniéndola detrás suyo encarando a Aamón.
—Aunque no me creas, eso no cambia la realidad... —le explica—. ¿Por qué si no, no podrías atacarme con cadenas benditas? Puedes llevarla tú a sanación si quieres.
—Yo la llevaré a sanación, pero ¡tú tienes que salir de aquí! —y el problema es que no puede... echar a Aamón y dejar a Miguel ahí, pero tampoco puede llevarse a Miguel ¡y esperar que Aamón se vaya solo!
—Me iré, me iré —levanta las manos.
—No te creo —frunce el ceño y espera que verás... chasquea los dedos y abre la celda de Asmodeo—. ¡ASMODEO!
Par... padeo. De todos.
Pues estaba ahí cuando han llegado. Asmodeo sw toma unos segundos antes de sacar la cabeza.
—¿Uriel?
—Por favor, ayúdame —lo que pensaste que nunca iba a decirte—. Echa a Aamón del cielo, tengo que llevar a Miguel a sanación.
—Ohh... Aamón. Que... interesante verte aquí. Con gusto lo echo.
Ella sonríe un poco con otra oleadita de afecto yendo a llevarse a Miguel. No sé si Asmodeo debe sentirla, pero Aamón seguro.
Aamón levanta las cejas, incrédulo, mirando a Asmodeo y luego a Uriel
—¿Ahora le pides favores a... Asmodeo? ¿Tú?
—¡Pues no puedes estar aquí!
—¿Y Asmodeo sí? Ahora hasta... afecto.
—Él es... un invitado de Gabriel. ¡No tengo que darte explicaciones, demonio!
—Yo podría se un invitado de Raguel.
—¡Ni siquiera sé dónde está Raguel!
—No discutamos más y lleva a Miguel a sanación, anda.
Ella mira a Asmodeo.
—Y tú ven que hay que ir a la puerta, Aamón —Asmodeo le hace un gesto.
—Sí, sí... sí sé dónde está.
Uriel recoge a Miguel, llevándosela. Miguel pregunta si no quiere hacer otra escala. No sé, trabajar un poco antes de llevarla a sanación.
¡Que no!
Menos mal. Parece ser el modus operandi.
Tanto sarcasmo...
¡Lleva días así sin ser prioridad!
No es verdad, Gabriel lleva días diciendo a todos que tienen que ir por ella.
¡El movimiento se demuestra andando! Bueno, venga, van a despertarla en la enfermería con Uriel a su lado, toda tensa. Hay unos cuantos ángeles de purificación ahí también porque Leviatán se ha regalado con las cadenas.
Miguel BUFA sin saber bien dónde está.
—¡Miguel! ¿Estás bien?
—¿U-Uriel?
—Estás bien, estás en casa... te ha traído aquí un demonio, pero lo he echado.
—¿¡Un demonio?! ¿Cuál?
—Aamón.
—Son todos unos... imbeciles —En el fondo, esperaba que fuera Lucifer.
—S-Sí... —baja la cabeza.
Miguel es que... se piensa un poco más y se acuerda del asunto con... Lucifer. Agradece aún traer cadenas encima que hagan que no se note del todo el sonrojo
—¿Qué ha pasado en el infierno?
—Han engañado a Gabriel y nos han metido en una celda.
—Pero Gabriel ha salido.
—Belcebú...
—Oh... ¿No estaban enfadados?
—Nunca están lo bastante enfadados. ¿Dónde está mi armadura?
—No lo sé, has venido desnuda.
—Ugh. Son idiotas. Todos. Leviatán y-y por supuesto... —Miguel se humedece los labios.
—¿Leviatán te hizo esto?
Miguel se humedece otra vez los labios. El pacto. El pacto que hizo con Lucifer. Traga saliva.
—¿Qué?
—No, no fue Leviatán... —hace los ojos en blanco y mueve la mano haciendo un gesto de poca importancia—. Fue Lucifer. Nos acostamos.
Uriel levanta las cejas hasta el techo y la mira.
—No pongas esa cara, no he tenido opción —se sonroja, desde luego, pero sigue con esta actitud de "tuve que sacarme un chicle del zapato, sí, no hubo otra opción."
—¿Cómo vas a no tener opción?—chilla porque... pues con lo que le ha costado a ella.
—Pues no, no he tenido opción. Él lo ha pedido, así que lo he hecho. Y vamos a... cumplir con los requisitos de Dios ahora en Semana Santa. Estoy preocupada por mi armadura —insiste, tratando de cambiar el tema, ojos cerrados, sonrojada y muy concentrada.
—¡Pero aunque lo haya pedido es un pecado! No tenías que hacerlo solo porque te lo... p-pidiera...
—Lo he hecho porque ha sido necesario... un trámite que he tenido que hacer. Y lo he hecho por Ella así que no diría yo que esto es totalmente un pecado.
—¿Q-Qué?
—Pues es parte de lo que ME VI OBLIGADA A HACER, para empezar para salvar la vida.
—Pero... ¡igualmente!
—Uriel, lo hice. Y aquí estoy. Tome la decisión de hacerlo, ocurrió y ya está.
—No es una... ¡decisión que puedas tomar así! ¿No se supone que para eso era la boda igualmente?
—Pues en este caso tuve que hacerlo al revés... deja de hacer como si esto fuera un escándalo.
—¡Es un escándalo! ¡Y lo es más que no te lo parezca! ¡Con Lucifer!
—Uriel, ¡para! —protesta, sonrojándose un poco más—. Esto es como la guerra, uno hace lo que tiene que hacer.
—¡No!
—¿Vas a venir a decirme a mi cómo funciona la guerra?
—Vengo a decirte cómo funciona el sexo —frunce el ceño—. Y a no ser que te haya violado, siempre tienes otra opción.
—¿Y tú cómo sabes cómo funciona? —Miguel se humedece los labios.
—¡Todo el mundo lo sabe! —se sonroja.
—Pues... lo hecho, hecho está, ¿¡qué quieres que te diga!?
—¡Que te arrepientes y vas a ir a rezar para que te perdonen!
—Eso lo haría si esto hubiera sido como lo hizo Gabriel.
—¡Lo hiciste queriendo!
—Lo hice... sabiendo lo que hacía, era algo necesario. Ahora deja de... vapulearme
—Es que no veo donde esté la necesidad. Raguel acostándose con Aamón hace dos mil años, Gabriel con Belcebú por los rincones y ¡ahora tú!
—Lo mío es distinto, fue por necesidad y desde luego no me ha gustado.
—¿Necesidad de qué?
—Pues de dejar de ser prisionera del infierno, para empezar.
—¡Pero si te ha subido Aamón!
—E-Eso... ugh. Bueno, No todo ha salido como debía, maldita sea. Uriel... ¿podrías intentar ser un poco más comprensiva y no juzgarme solamente?
—¡Pues es que no entiendo tu justificación!
—Mi conciencia está perfectamente tranquila, lo que hice lo hice con la conciencia tranquila... eso debería de parecerte suficiente.
—¡Eso es lo que me preocupa!
—No hay nada de qué preocuparse... más allá de mi armadura. No puedo creer que... ¿Dices que Aamón me ha traído? ¿Por?
—¡Sí que hay de qué preocuparse! ¡Y más con esa actitud!
—No, ¡no hay de qué preocuparse! Uriel, de verdad...
—Miguel.
Miguel suspira y Uriel le mira a los ojos muy afectada por esto.
—Voy a decirte un secreto... y no se lo vas a decir a nadie, ¿vale? Hice un... acuerdo con Lucifer.
—¿Qué? —parpadea.
—Realmente... no hice eso.
Parpadea unas cuantas veces más
—Pero acorde con él... decir que sí. ¡No le digas a nadie!
—¿Por?
—Así vamos a hacer lo de la... boda de Gabriel y una vez que pase eso, no volveremos a hablarnos.
—Y él se va a casar contigo por... —parpadea.
—Bueno... es decir, como normalmente.
—Ya, ¿pero porque se va a casar contigo?
—Pues se lo he pedido.
—¿Y te ha dicho así que sí por las buenas?
—A cambio de decir que nos habíamos acostado.
—Mmmmm... Me parece muy poco.
—¿De verdad? Mira el drama que me has hecho, a mí me parece más que suficiente.
—No lo digo por ti, a ver si él te va a pedir luego algo más.
—¿Cómo qué?
—¡Pues acostarse contigo!
—Ugh... —Se sonroooooooooooja.
—A mí... —traga saliva—. Asmodeo me ha invitado a una cita —susurra y Miguel levanta las cejas.
—¿En... serio? ¿A una cita... cita? ¿Y vas a ir?
—Se supone que está aquí por Gabriel, ¿¡porque me está pidiendo cosas a mí!? —Se tapa la cara con las manos.
—¿¡Por Gabriel?! Pero si Gabriel... ya tiene a alguien.
—Pero iba a dejarla o algo así, se habían peleado.
—Pues quizás a quien le gustas eres tú.
—¡No quiero gustarle a un demonio! ¡Gabriel me ha obligado a curarle! ENTERO. ¡Ya sabes que odio hacer eso!
—¿Y ha sido horrible?
—¡ABOMINABLE!
—Ugh, ¿por? ¿Te hizo algo?
—Pues es el... demonio de la lujuria o algo así, ¿tú qué crees?
—¿¡Qué te hizo?!
—Pues estaba todo el tiempo... —se sonroja y se sonroja pensando en el beso y su mano ahí dentro. Tiene que hacerse otra de esas.
¡Nooo! ¡Deja de hacerlo!
—¿Todo el tiempo qué?
—E-E... —es que casi no puede ni decirlo. Miguel la mira a los ojos—. ¡Ya sabes!
—No sé
—Pues... e... E... ¡E...!
—¿Excitarte?
—¡NO A MI!
—Oh... ¿A quién entonces? ¿A él?
—Él estaba... ¡sí!
—¿C-Cómo sabes?
—¡Pues porque lo vi! Tuve que... ni siquiera he terminado.
—L-Le viste... le viste. Él... ¿Estaba desnudo?
—¡No hacía falta que lo estuviera!
—¿Y... se intentó sobrepasar contigo?
—¡Pues claro!
—Dios mío... ¿y qué hiciste?
—¡Pues detenerle!
—¿Y qué te dijo? Venga... ¿y ahora vas a ir a una cita con él? Ten cuidado.
—No... no. No voy a ir.
—¿A dónde iba a llevarte?
—A la iglesia... se lo he dicho yo.
—¿¡Te iba a llevar a la iglesia?! Pero...
—Le dije que me gustaban... y me gustan.
—¿Y te dijo que te llevaría a una?
Asiente.
—Vas a... es que vas a tener que conseguirte a alguien tarde o temprano, Uri...
—¿Qué? ¡No! Yo dije que no iba a participar en esto. Y menos con este tipo que es tan... es...
—¿Aja?
—Toquetón.
—Ohh... ugh... bueno, es que eso... si te toca le encadenas y ya.
—Pues no es tan fácil...
—¿Por?
—Porque... ¡porque no para! Es todo el tiempo.
—¿Te toca? ¿Dónde?
—Las manos y las muñecas y... ya sabes que no me gusta NADA que me toquen.
—¿Y ya le dijiste que no lo haga? —no mientas, te ha tocado más que las manos y las muñecas.
—¡Claro que se lo he dicho!
—¿Y te ha seguido tocando igual? Uff... No, bueno...
—Sí, creo que no voy a ir.
—¡No, claro que no vas a ir con un tipo que solo te hace cosas feas!
—Aunque no sé porque ha aceptado tan fácil, a lo mejor es que hay algún truco o algo mal con algún templo y sería la manera de descubrirlo... que es mi trabajo.
—Ohh, no había pensado en eso. Si ha profanado un templo... ¿quieres que mande a unos muchachos contigo?
—Temo que malpiense y decida no ir, entonces.
—Pero si te da miedo...
—Un poco —asiente.
—Entonces no te puedo dejar ir así como así...
—E-Estaré bien. Mejor estate pendiente del teléfono, no quiero que malpiense.
—¿Y cuándo será esa... visita a esa iglesia?
—No tengo ni idea.
—Por favor NO VAYAS a ir al infierno con él —Miguel suspira, mirándola de reojo.
—¡Claro que no!
—Bueno, por si acaso
—Hay... hay algo que creas que... —ojos en blanco.
—¿Que qué?
—¿Deba hacer? ¿O saber?
—N-No... Yo no hice lo del amor que me dijo Gabriel.
—¡Pero tú conoces a los demonios, Miguel!
—Ya... ya, pero...
—No creo que haya sido buena idea hacer tratos con Lucifer. Aunque no te hayas acostado con él.
—¿Crees que no me cumpla lo prometido? Eso es lo peor que puede pasar... si es así iré por él y le recordaré como es que lo mande al infierno la primera vez.
—Claro que creo que no va a cumplir, ¡es un demonio!
—Pero él me dijo...
—¿Y por qué ibas a confiar en él?
—Bueno, porque acordamos algo que nos conviene a ambos.
—No creo que tenga suficiente... ¿¡y qué les vas a decir a todos!?
—Pues lo que te dije a ti —responde sin... querer pensar en ese asunto de no tener o tener suficiente, sonrojándose un poco igual.
—¿Les vas a decir que... te acotaste con él?
—Sí.
—Y todos van a decir que... van a creer que...
—Sí.
—¿Y no te parece eso... horrible?
—Sí. Pero es un buen acuerdo. Eso digo, él se casa conmigo. No tengo que preocuparme por citas raras. Es práctico.
—Pero todos pensaran que... has pecado. Que has sucumbido a un demonio y que además te ha convencido para que creas que está bien.
—Pero no será cierto.
—Así que además de mancillar tu honor vas a MENTIR por él.
—No, no voy a mentir por él, voy a mentir por seguir lo que Nuestra Señora quiere.
—Nuestra señora no quiere que digas mentiras.
—Nuestra señora nos ha pedido casarnos con un demonio y yo estoy haciendo una estrategia para conseguirlo.
—Pero...
—No vas a decirme que mi estrategia es peor que la de Gabriel o la de Raguel.
—Aun así, es que mentir... y mancillarte y...
—Siempre se nos piden sacrificios.
Uriel suspira preocupada igualmente.
—Voy a estar bien, lo importante es que realmente no he hecho nada.
—Ojalá así sea.
—Claro que así va a ser... Lucifer no deja de ser un niñato engreído, y yo siempre he podido manejarlo perfectamente bien.
—Al menos así no tienes que volver a verle.
—E-Exactamente —traga saliva—. No para esto.
Uriel suspira otra vez.
—¿Qué pasa?
—Nada, creo que voy a ver que sí hayan echado a Aamón.
—Está bien, anda, ve a ver eso... y ya no te preocupes. Gracias por traerme aquí —Miguel le sonríe y le da un beso en la mejilla.
—Aun no entiendo porque iba Aamón a traerte.
—Eso dices tú, es bastante absurdo... Lo último que recuerdo es a... Leviatán y las cadenas. Y sacándome de la celda y Aamón y... Hablaban... y yo estaba caminando —aprieta los ojos.
—¿Caminando?
—Sí, y... me caí más de una vez. ¡Son unos imbéciles!
—¿Te caíste?
—Claro, ¡si estas cosas pesan! ¿Qué te ha dicho el imbécil de Aamón? Voy a pedirle explicaciones a Raguel.
—Nada, le he echado.
—¿Te acompaño a ver si sí se ha ido? —mira a los chicos de sanación a ver si han terminado ya los últimos detalles y chasquea los dedos para ponerse ropa normal.
—Vamos —asiente.
Miguel se estira un poco, les agradece a todos los chicos que han ayudado en su recuperación y se va a la puerta Uriel también se despide y no va na encontrar in a Aamón... y por lo visto tampoco a Asmodeo
Vaya, por lo menos Daniel asegura haberles visto salir. Asmodeo dice que... volverá, que ni crean que no.
