Ella le guía hasta su despacho, bendiciendo a alguien y quedándose a la mitad. Aprieta los ojos.
Sariel sí que les bendice, ella si completo, haciendo unos gestos con la cabeza conforme pasa junto a ellos.
Lo que hace a Belcebú gruñir un poco. Abre la puerta para que pase delante.
Sariel pasa, sintiéndose rara de estar aquí. Belcebú cierra la puerta y glasea los cristales de un chasquido.
—¿Estás bien?
—Estoy… preocupada.
—¿Por?
—Porque hay que hacer muchas cosas que no tengo NI IDEA de cómo hacer.
—¿Cómo qué?
—Todo de lo que hablan todos todo el tiempo. Sex.
—No es... algo que tenga que preocuparte. No deberías hacerlo hasta la boda.
—Es que como voy a CASARME con alguien así, sin haber hecho eso, además.
—Lo que tienes es que conseguir que te quiera.
—Gabriel es que… lo que no sé es si quiero que me quiera.
—Te va a gustar que te quiera. Es bonito y ellos no pueden controlarlo.
—Ni siquiera la reconozco bien…
—Cálmate, ¿vale? Si no... no te sientas presionada
—¿¡Y qué hago si no?! Es que… —le mira con carita de agobio.
—Mira, no hagas como Azrael, ¿vale? Es un bestia, tienes que hacer... como así —le toma las manos y le pasa un poco de lo que ella cree que es amor a través de ellas.
Uuuugh. Gabriel, eres un bestia.
—Y probablemente, de hecho, lo más seguro es que te devuelva algo así —le hace, aunque un poco menos ahora.
—Ugh… no, no… no. Qué haces —da un paso atrás, soltando el aire.
—Te muestro la intensidad para que sepas cómo es.
—¿P-Pero qué es?
—El amor de los demonios. Ya verás... hum... ¿de veras quieres ver a Belcebú?
Asiente.
—N-No sé si me gusta el amor de los demonios.
—También hacen... una cosa que no deberías dejar que te hagan. No sé cómo es con las mujeres porque yo a ella nunca le veo nada, pero es lo que te arde y hace que mi... miembro se ponga... —se sonroja con eso, pero es que no sabe cómo explicarlo.
—P-Pero… ¿Qué es?
—Es lo que hace que sea pecaminoso.
—O sea ¿si arde es pecado?
Asiente.
—Mientras sea amor lo que sientes todo va bien, si sientes otra cosa a esto, es que se está torciendo.
—Siento otra cosa.
—¿Qué sientes?
—No sé… ¿C-Calor?
—Mmmm... debe ser la calefacción, bueno. A ver... Desvistámonos los dos y veamos a la vez, creo que será menos violento.
—¿¡L-Los... dos?!
—Yo también quiero ver si tiene algo raro, no creo que tú hayas visto a ti misma ahí dentro.
—Excuse me? ¡No tengo nada raro!
—No tú... Belcebú. Necesito verte a ti para comparar.
—P-Pero Gabriel —se sonroja y Belcebú la mira—. E-Es que e-este si es mi cuerpo.
—Bueno, ya lo sé.
Sariel traga saliva.
—Y este es el de Belcebú... pero soy yo —vuelve a pasarle un poco de "amor"
Gabriel, como te tires a Sariel in darte cuenta estando en el cuerpo de Belcebú...
Sariel da un pasito atrás porque esto no está funcionando para bien. Vuelve a sentir ese bochorno…
—Venga, cálmate.
Es que como le metas los dedos ahí y hagas esto…
Belcebú chasquea los dedos y las desviste a ambas.
Sariel pega un gritito porque esto nunca había pasado antes en general. Se cubre con las manos explorando este nuevo asunto llamado vergüenza.
—Mira, te ves bien.
—A-Así me hizo Dios… —Sariel la mira de arriba a abajo.
—Mira cómo es Belcebú, todo... toda la piel la tiene irritada y llena de manchas y cicatrices y granos, no importa cuantas veces la cure, siempre le vuelven a salir.
—Ugh…. Ya veo.
Belcebú mira a Sariel.
—¿Qué pasa? Estás toda tensa e incómoda.
—T-Tengo esos calores…. Y no-o sé, a-así… ¿Estás seguro que eres Gabriel? —porque esto con a Gabriel no sería para nada incómodo…
—Claro que soy yo —vuelve a pasarle "amor" preocupada.
No estás ayudando manos a los pechos porque le están pasando cosas que no reconoce.
—Ga-Gabriel para con esooo.
—V-Vale... perdona.
Sariel traga saliva.
—A-A ver súbete aquí a que te mire.
Se humedece los labios y ahí va de un salto Sariel traga saliva.
—Te dejas que… abrir las piernas.
Dobla las rodillas levantando los talones y apoyándolos también sobre el escritorio y recordándose a sí mismo sentando en su silla con Belcebú sobre el escritorio. Se sonroja.
Ya quisiera Belcebú que tuvieras tú alguna curiosidad y la dejarás subirse al escritorio y mirarás algo ahí debajo.
La verdad, se imagina hacerlo. Tal vez con la lengua. Ugh. Debe ser este cuerpo que le hace pensar cosas raras. No va a hacer esto con ella, si es PECADO.
Sí deberías hacerlo con la lengua. Sí. Sariel chasquea los dedos poniéndose una bata delgada y se sienta en la silla de Gabriel.
Joder... no te vistas que vuelves esto raro.
¡Es súper incómodo sentarse desnuda en la silla de piel que usa Gabriel!
Igualmente, Belcebú sigue, por algún motivo que seguro es demoníaco, imaginándose a Belcebú ahí donde está y él yendo a pasarle la lengua y haciéndola temblar y soltar amor como siempre hace.
Tiene que llevarse una mano ahí sin siquiera saber por qué, sintiendo que está todo húmedo como siempre.
Es increíble que esto esté pasando sin la verdadera Belcebú presente.
Pues está... semi presente. Gabriel está seguro que esto es su influencia.
¡Ojalá le influenciara así! Siempre está chilloneando.
—B-Bueno, ¿qué tengo que hacer? No pareces tener dientes ahí…
—Pues... N-No lo sé, a lo mejor están más adentro —responde Belcebú sintiendo que debería apartar la mano de ahí, pero es que... la voz vacilante que suena un poco como Belcebú... y eso ahí abajo parece que quiere... o sea, como su propio quiere cuando ella le hace esas cosas demoníacas. ¡Y puede aguantarse!
Claro que quiere que TÚ LE HAGAS COSITAS. ¡Pero ella debería estar ahí cuando se las hagas!
—A-A ver mete tú uno de los dedos y yo miro…
—¿Y-Yo? M-Mira...
Sariel pone atención mirándola de cerca.
—Está es... la zona más sensible. ¿Contigo también? —le señala donde.
Sariel traga saliva y asiente un poquito.
—No suelo… tocarme mucho la zona.
—No es muy buena idea hacerlo, pero quizás te ayudaría a tener más control...
—¿Tú sí lo haces?
Niega porque... uhm, lo está haciendo ahora.
—Pero a ella sí la tocas.
—A-Ahora.
—¿Y? ¿Qué se siente?
—Es difícil describirlo... —como todo para ti.
—Mira, súbete aquí tú también, lo haré yo y lo verás.
Sariel vacila un momento.
—Gabriel ¿esto no es pecado?
—No, porque no estamos intentando...
—Vale…. Vale —ahí se sube.
—O sea, solo es para aprender y protegernos.
—Sí, sí… Sí…. Solo es que… No quiero pecar innecesariamente.
—Creo que es una... Como una mentira piadosa.
—Está bien. Igualmente puedo absolverte de este pecado yo y me absuelves tú a mí.
—Claro.
Ahí se acomoda Sariel a su lado. Belcebú se mueve para que se acomode y dejarle espacio como si no tuvieras una mesa enorme y completamente vacía minimalista.
Sariel se acomoda, mirando el techo y pensando que esto... bueno, esto debe poder ser educativo. Están intentando conocer el cuerpo de los demonios... tal como dijo Gabriel que debían hacer
—A-A ver... dame tu mano.
Sariel traga saliva otra vez, nerviosa y le acerca una temblorosa mano.
—Voy a ponerla... —se la toma.
—¿Ajá?
Lo hace y Sariel pega un saltito.
—E-Eso se siente como mi cuerpo.
—¿Puedo yo...?
Le mira de reojo porque si algún día alguien le hubiera dicho que iba a tener a Belcebú tocándola... ahí...
Gabriel asegura que Belcebú no te pediría permiso.
Cálmate, dramas.
Es cierto.
Pues no, pero...
Sí lo es.
Bueno anda ponte a toquetear a tu amiga.
Si le da permiso...
—C-Con cuidado y solo fines educativos.
Asiente y ahí va.
—¿V-Ves? E-Es igual.
—Sí, sí parece igual —la palpa un poco moviendo los dedos.
Sariel… es que… Ugh. Aprieta un poco las piernas porque nadie nunca le había tocado… ahí. Ni ella.
—No pasa nada —vuelve a pasarle amor por ahí.
Gabriel! El gemido de Sariel, repentino.
Belcebú aparta la mano de repente porque Belcebú suele sonar igual. Sariel aprieta las piernas y los ojos, echando la cabeza atrás porque no sabe qué acaba de pasar.
—¿E-Estás bien?
—¿Q-Qué hi-hiciste?
—¡Nada!
—Sí que hiciste… a-algo. Como un choque eléctrico.
—No...
—¡Sí! N-No fue desagradable, más bien…
—Lo siento.
—A-A ver, vuélvelo a hacer… ¿Cómo has hecho eso?
—¿Otra vez?
—¡Pues quiero saber que ha pasado! —nada tonta Sariel.
Vacila un poco pero ahí va y se lleva otro.
Miiismo sonido agudo, mientras arquea la espalda.
Belcebú parpadea un poco porque de veras que es que Belcebú suena igual.
Pues... es que a Belcebú le pasa lo mismo cuando le pasa eso. Sariel está bastante sin aire.
—E-Es... es... ¡es algo raro!
—Creo que... no puedo hacer esto.
Ah, además... vas a decirle que no puedes.
Pues... no te creas que es frustrante solo para Belcebú.
Sariel aprieta los ojos aun sin saber qué ostras ha pasado.
—¿Q-Qué?
—Creo que... creo que ya te he enseñado suficiente.
—¿Qué me has enseñado? ¡Solo me has hecho cosas!
—Y las ha visto.
—¡No sé qué cosas has hecho! N-Ni siquiera estás... explicándome lo que haces.
—¡Pues es que es auto-explicativo! —protesta toda nerviosa también.
—¡No lo es!
—¡No sé qué quieres que te diga!
Sariel le mira un poco desconsolada.
—¡M-Me has engañado con trucos para hacerme eso sin explicación!
—¡No te engañado!
Sariel se incorpora en el escritorio, abrazándose las piernas.
—Sariel, no te he engañado, te estoy... es que... es que no sé qué decirte, ¡solo estaba mirando que realmente fueras como Belcebú! ¡Es lo que habíamos dicho!
—¿Y-Y qué hiciste?
—Pues ponerte los dedos encima, literalmente nada más.
Sariel frunce un poco el ceño porque no ha sentido eso nada más y traga saliva.
—Quizás yo tengo a-algo… m-mal, entonces.
—¿Por? —la mira de reojo.
—Porque algo p-pasó. Voy a ir a sanación.
—T-Tal vez deberías —asiente.
Sariel asiente, vistiéndose. Belcebú se viste también y suspira.
—No quería asustarte.
Le mira porque esa expresión es otra vez de Gabriel y no de un demonio engañabobos.
—N-Ni siquiera he visto si tiene dientes o no… e-es que pasó eso y… —vacila.
Toma aire profundamente y se calma un poco.
—No creo que los tenga.
—Perdona… he entrado un poco en pánico y… quizás no he tenido la fe suficiente.
—¿Fe?
—Para completar la tarea sin temor —baja la cabeza.
—Venga, no seas dura contigo misma.
Sariel suspira aun sintiéndose bastante perdida.
—Te admiro, Gabriel.
—¿Por?
—El tamaño de tu fe para hacer todas estas cosas sin casi dudar… estás incluso en el cuerpo de un demonio —Sariel suspira otra vez —. Yo ni siquiera sé hacer la parte que me toca a mi, sin siquiera acercarme a mi demonio.
Belcebú aprieta los ojos con eso.
—No creas que esto es fácil, ni siquiera puedo rezar.
—A-Aun me da más miedo eso. Rezaré yo por ti, Gabriel.
—Gracias, dios te... fuck!
Sariel le mira unos segundos volviendo a desconfiar un poco.
—Igualmente creo que… deberías venir conmigo.
—No puedo ir a sanación, me descorporizaran. Además, Belcebú está ahí, tengo miedo que venga a intentar recuperar su cuerpo porque la he dejado encadenada.
—Ugh. Bueno, vamos con los otros. No te… no te quedes aquí tu sola.
—¿Por?
—Pues por si acaso.
—¿Por si acaso qué? Este es mi despacho.
—Ya… de Gabriel.
—Sí.
–Aún no sé si… No tienes remanentes de Belcebú ahí dentro.
—¡No! Soy yo, ¿porque lo dices?
—Porque aún haces cosas raras.
—¿Cómo qué?
—No rezar.
—Es que no quiera, no es que no puedo.
—Justamente hay algo demoníaco en eso.
—Pues es que estoy en el cuerpo de Belcebú, no es que esté disfrazado como Miguel.
—Ya, pero es raro y demoníaco. Mira lo que me hiciste a mí.
—Reaccionaste como Belcebú.
—¿¡Y-Yo?!
Asiente.
—Por eso paré.
—Ugh… Es que hiciste algo con la mano que nunca había sentido.
—Debe ser por dónde te toqué.
—No sé si quiero que alguien vuelva a tocarme ahí.
La mira y se muerde el labio.
—A lo mejor debería hacértelo otra vez.
—¿Qué? No.
—Belcebú odia cuando me detengo donde me he detenido. Tal vez por eso...Ahora te sientes mal.
Sariel le mira y traga saliva porque no estaba sintiéndose mal en realidad mientras lo hacía, pero… si es como suena Belcebú es algo malo.
—E-Es que sí es como suena Belcebú es algo malo.
—S-Sí, pero...
—¿Tú alguna vez suenas así?
Traga saliva porque... no está del todo seguro.
—¿¡O soy yo la que ahora hace cosas demoníacas!?
—Es... muy agradable en realidad.
Sariel parpadea.
—L-Lo estaba siendo, en realidad —admite y Belcebú la mira.
—N-No era desagradable. De hecho, p-por eso te dije que lo hicieras de nuevo. ¿E-Eso está mal?
—La verdad, ya no lo sé —Sariel suspira y le toma de una mano, debes poder sentir amor, Gabriel.
La verdad, eso le ALIVIA COMO NO SABES.
—E-Esto... —echa la cabeza atrás y abre la boca.
—¿Qué?
—No te imaginas lo que es no estar sintiéndolo todo el rato.
—¿No lo sientes?
—Sí, cuando tú lo haces.
—Pero si yo te quiero todo el tiempo, Gabriel –le sonríe un poco queriéndole más.
—Hasta que no me lo diriges no lo siento.
—Oh... ¿Eso les pasa a ellos entonces?
Asiente.
—Bueno pero ellos no lo necesitan.
—Yo sí lo hago.
Sariel le sonríe un poco y le dirige más amor.
—Debiste decirme esto antes...
—Os lo dije en la sala, pero nadie me hizo caso.
—Ohhh... lo siento —le aprieta la mano—. Estaban pasando muchas cosas en la sala.
—Lo sé —asiente.
—Tienes que pedirle a Miguel que lo haga cuando bajen.
—Ya se lo he dicho.
—¿Van a estar bien ahí abajo?
—Espera que lo haga... estoy asustado de hacer esto.
—No me extraña.
—Si tú sientes que parezco un demonio, imagina como me siento yo.
—Debes sentirte del todo perdido.
Asiente y Sariel suspira.
—Estamos aquí todos para ayudarte.
—Gracias.
—Si las cosas se salen de control, avísennos. Enviaremos a alguien o bajaremos para ayudarte.
Asiente.
—Hace rato entré un poco en pánico.
E-Estoy más tranquila ahora. ¿Quieres que… te ayude a revisar a Belcebú?
—No lo sé, no quiero incomodarte.
—Puedo hacerlo, quiero ayudarte —le mira a los ojos.
—Ugh. Vale.
—Sube a la mesa otra vez, por favor.
Ahí va.
—Quítate... la falda y la ropa interior.
Traga saliva, pero... la verdad, ahora va a hacerlo manualmente.
Sariel le mira sin protestar.
Belcebú la mira suspirando y luego se vuelve a subir a la mesa.
Ella espera a que se suba con paciencia y un poco más de control, poniéndole una mano en la pierna y dirigiéndole amor.
Eso le calma, dándole un escalofrío.
—Vamos a ver, ¿Qué parte se te hace rara? ¿Le has puesto t-tu… miembro ahí dentro?
Asiente. Sariel traga saliva.
—¿Y no te dio… miedo?
—No me di cuenta.
—¿Cómo? —Sariel parpadea.
—Pues lo hizo y... ya, ni siquiera pude pensar.
—Ohhh… ella puso tú… a-ahí.
Asiente y se sonroja.
—¿Y siempre se puede poner ahí? O-O sea… entiendo que tiene que estar pues… duro.
Aprieta los ojos y asiente de nuevo.
—¿Y lo estaba?
Asiente otra vez.
—Gabriel… ¿Crees que parte del plan sea… que tengas hijos con ella?
—Los ángeles no se reproducen así —niega.
—Pero entonces no es necesario hacer ESO.
—Lo es porque a ellos les gusta y llega un punto que no puedes evitarlo. Por eso la boda.
¡A ELLOS LES GUSTA! Tú cinismo, Gabriel.
—¿Y a ti no te gusta?
Niega. La mentira más gorda….
—Es pecado.
—Desde luego. Pero… cuando estén casados.
—E-Entonces no...
—¿No...?
—Pues no será pecado.
—¿Y cuándo no sea pecado...?
—¿Qué?
—¿Va a gustarte?
—Pues... no lo sé, supongo.
—E-Es que tener que estar toda la eternidad haciendo algo… horrible.
—E-Ehm... no... del todo.
—¿A qué te refieres?
—No es horrible.
—Menos mal.
—Creo que te lo parece porque no lo he terminado.
—Ohh… ¿terminado? ¿De hacer qué?
—Pues para que te guste.
Sariel se lo piensa un poco.
—No sé si quiero que lo hagas…
—Vale.
—No sé si quiero que lo haga nadie… ¿te toco?
—Deberías dejarme, te dará menos miedo si lo hago yo.
Sariel traga saliva porque en realidad lo que le pasa es que le da miedo.
—¿C-Crees?
Asiente.
—V-Vale… a-ahora que termine yo, vemos.
Asiente de nuevo.
—¿Te… te toco aquí y donde es donde hay que meter esa… cosa?
—Sí, dentro.
Se agacha u poco para mirarle y Belcebú la mira hacer.
—Pues no veo mucho donde… —acerca un dedo—. A ver si aquí. ¿¡Cómo haces para saber dónde?!
—Yo no lo hago.
—¿Cómo hace ella para saber dónde? —si que le mete un dedo—. Oh… Es aquí.
Belcebú mete un salto.
—¡Perdona! Perdona… ¡Es que es aquí!
—No es muy difícil.
—Eso veo… y Es… ¿cuál es la gracia?
—¿Hay algo ahí o no?
—Espera —lo mete más.
Belcebú aprieta los ojos y se aguanta.
—No… En realidad, es muy suavecito y húmedo y caliente, pero no hay nada aquí.
Cuando lo saca, Belcebú cierra las piernas porque eso ha sido incómodo.
—¿Te… te he hecho daño?
—Es... raro.
—¿Más raro que con Belcebú?
—Sí.
—Bueno... Yo no soy... E-el demonio del que estás enamorado.
Traga saliva.
—¿Cómo es enamorarse de un demonio?
—No estoy... —se viste.
—¿Enamorado?
Asiente.
—No… ¿No lo estás?
Traga saliva y niega de nuevo y tiene una discusión interna consigo mismo sobre las mentiras y como eso no es mentira porque en realidad él no sabe lo que es estar enamorado, así que no es justo decir que lo esté. De hecho, lo más parecido a estar enamorado es desde luego lo que siente por Dios y eso no se parece en NADA a lo que siente por Belcebú, así que definitivamente de mentira nada.
—Ohhh… —Sariel le mira un poco confundida.
—Pero... bueno, eso no importa, es lo que nuestra señora quiere.
—P-Pensé que quería que nos enamoráramos de un demonio.
—Bueno, tal vez un poco.
—Pero no completamente… Como dice Raguel.
—E-Exacto. Ni como Azrael.
—Bueno, no quererles es fácil.
—En realidad... cada vez menos.
Sariel se humedece los labios.
—¿D-De verdad? Son... son demonios, Gabriel... son traicioneros.
—Sí, pero... ya lo verás.
—O sea hay alguna… ¿hay algo que haga que esto sea distinto?
Asiente.
—Pero no estoy seguro de qué, creo que es porque ellos dan ganas.
—¿Ganas de qué? ¿De qué les queramos?
—Sí. Y de hacer esto.
—Pero no es el amor lo que te mueve...
—Sí, un poco, sí.
—Pero no estás enamorado.
—No.
—Supongo que es cuestión de tiempo.
—Tú solo relájate y deja que nuestra señora te guíe.
—E-Está bien.
—Vamos con los demás —se baja de la mesa.
Sariel asiente aún nerviosita y teniendo… las piernas un poco raras.
Belcebú va delante pero Raguel intercepta a Belcebú a la salida.
—¿Gabriel? —pregunta Raguel y Belcebú le mira.
—¿Qué hacían?
—Le explicaba a Sariel.
—Mmmm... pero me ha llegado hace rato… lujuria de ambos.
Parpadea.
—¿¡Qué?! —pregunta Sariel descolocada.
—Debes haberlo malinterpretado.
—¡No puedo interpretar eso, Gabriel
—Ya...
—¡Pero nosotros no hemos pecado en lo absoluto! —protesta Sariel.
—Exacto.
—Las quejas no son conmigo….
—Aun así, ¿cómo vamos a tener lujuria nosotros?
—Esa es precisamente mi pregunta —protesta un poco descolocado—. ¿Tú y… Sariel?
—Está claro que hay un error.
—¿Estás cuestionando a nuestra señora?
—Te estoy cuestionando a ti.
Raguel hace los ojos en blanco.
—¿Tienes tú algún control sobre los mensajes que das?
—No vamos a discutir de esto otra vez.
—¡Es que no me puedo creer que otra vez estés dudando!
—Y yo no puedo creer que estés viniendo a ponerme más presión cuando tengo a Belcebú en mi cuerpo encadenada en sanación y estoy a punto de bajar al infierno en un cuerpo de demonio y sin poder pedir guía, consejo y consuelo a nuestra señora a intentar que no haya otra revuelta y decidan venir a matarnos a todos por que Azrael es un bestia y no puede seguir una instrucción clara.
—No estoy poniéndote más presión, estoy… ¡Preguntándote que ha pasado! Ugh. Deberían irse ya.
—Estás poniendo más presión viniendo a acusarnos de cosas que no sé de dónde sacas.
—Está bien —Raguel suspira.
—Voy a por Miguel.
—Cuídense —pide Raguel casi en automático.
Belcebú ni siquiera se gira a mirarle, tan enfadada.
Miguel... está aún siendo aleccionada.
La verdad, un poco.
Bueno... más pecados para todos, incluyendo a Raguel no es por nada.
¿A Raguel?
Pues sí, ira contra Gabriel, por ejemplo.
Ah, que se ha enfadado también.
Sí, ya se les pasará. Un pecadillo más a la lista.
Leviatán está intentando "molestar" un poco a Azrael cundo entra Belcebú con Sariel y la verdad es que no lo está haciendo tan mal que Azrael está sonrojadito.
Belcebú levanta una ceja y se les acerca. Azrael se sonroja más y carraspea cuando la ve.
—Hello? ¿Todo listo?
—Hum… e-estamos en eso —Leviatán le sonríe a Belcebú—. ¿Tú tienes dientes o no?
—Aparentemente no. Pero ahora sé que Belcebú está loca.
—¿Loca?
Asiente.
—Y necesito ropa de verdad —porque soy Gabriel y esta ropa la he invocado y en el cuerpo de Belcebú se me va la pinza aún más—. Y comida. Aún tengo hambre.
—¿Te ACABAS de dar cuenta de que Belcebú está loca? —pregunta Azrael incrédulo.
—No. Acabo de volver a confirmarlo. ¿Y a ti qué te pasa que traes esa cara?
—¿¡Cuál cara!? ¿Cómo lo has confirmado?
—La tuya. Estás como... Sonrojado.
—¡No! No estoy… no estoy nada. ¿Cómo lo confirmaste?
—Te estoy viendo. ¿Qué le has dicho? —le pregunta a Miguel.
—¡No ignores mis preguntas, Gabriel! —protesta Azrael antes de que Leviatán pueda contestar, levantándose.
Belcebú sigue mirando a Leviatán que sonríe de ladito.
—Le he preguntado si sus músculos se le comieron el cerebro hasta desaparecerlo…
Belcebú sonríe con eso y mira a Azrael.
—Y se ha quedado ahí balbuceando como un tonto por lo visto...
Leviatán se ríe y Azrael se sonroja catorce veces más, apretando los ojos
—¡Miguel! —protesta detestándola a ella un poco también que SIEMPRE se alía con Gabriel.
—Ya veo... esto es un poco divertido.
—Ugh, son imposibles los dos, yo me voy —decide Azrael.
—Anda, ahora se va a enfadar.
—Es que vienes tú y hasta Miguel se pone imposible.
Ojos en blanco.
—¿Ya se lo has enseñado todo?
—Se… se parece más. ¡Pero no del todo!
—¿Pues qué le falta?
—Pues no sé… e-ese… ese… ese…
—Me falta SER Leviatán.
—Ya, bueno...
—Yo creo que ya podemos ir.
—Bueno, no tienes que enamorar a Azrael ahí abajo, así que igual podemos sobrevivir sin ese... lo que sea. Vámonos.
—¿Cuántos días estimas que estaremos fuera?
—No lo sé, vamos a ir subiendo.
—Igualmente le he pedido a Azrael que cubra mis rezos de la semana.
—Sariel hará los míos.
—Cosas que nunca creí hacer… ir al infierno a AYUDARLES.
—Times are changing, my dear...
—Ughhh…. Para mal.
—Vamos—le tiende la mano.
Leviatán suspira y se la toma... Y ahí va a intentar bajar con un rayo y le va a salir el apocalipsis zombie hasta el piso de abajo.
Ughhhh.
Además, Apocalipsis zombie a través de los pisos lisitos y duros del cielo.
Deben oír todos el GRITO de Leviatán y el de Belcebú, no te creas. Que se detiene habiéndose convertido en el enjambre de moscas otra vez.
Al menos tú te conviertes en moscas… Leviatán se cae del techo hasta el suelo con un hermosísimo "pum!"
Las moscas tardan un rato en sabe dónde están.
Leviatán agradece no verse como Miguel que esto le hubiera dolido más en el orgullo, aún acostado en el suelo.
Mientras un par de ángeles gritan y creo que le van a poner grilletes de hierro en el cuello que, menos mal, podrá sacarse con facilidad. ¡Pero no todos los días te cae del techo un pseudo demonio!
Belcebú, por el contrario, no puede sacárselos.
Pero Belcebú está modo moscas, ¿no?
Bueno, sí, pero...
Creo que no han llegado a intentar controlarlas a ellas.
Entonces poco a poco las moscas vuelven a formarse.
Leviatán chasquea los dedos liberándose y los chasquea otra vez desapareciendo a los Angeles y apareciéndoles en el piso…
Belcebú se le acerca al verle en el suelo.
—¿Estás bien? ¡No sé qué ha pasado!
—Hemos atravesado el… suelo —tose un poco y escupe incluso un poco de polvo de cemento—. Me parece que… has sido tú, ¿qué intentabas hacer?
—¡Pues bajar a la tierra con un rayo!
—Claramente…. Ugh, no es algo que debas intentar —hace para levantarse con pesar porque le ha dolido el porrazo.
—Eso... ya lo veo. Será mejor que bajemos por las escaleras.
—Ugh…. Puedo bajarnos yo.
—No deberías, estoy pensando que los demonios no hacen eso, así que es mejor que no nos vean hacerlo.
—Ugh… vaaale, a las escaleras entonces.
—Es mejor que intentemos portarnos como ellos desde ya. ¿Qué te ha enseñado Azrael?
—Sinceramente no mucho… se ha pasado sonrojado la mitad del tiempo y riéndose tontamente.
Sonríe un poco con eso.
—Está todo el mundo idiotizado.
—Es bonito, ¿no te parece?
Leviatán le mira y frunce el ceño.
—¡No, me parece peligroso!
—Bueno, porque ellos son... Vas a tener que darme amor a mí.
Leviatán suspira.
—¿Y quién va a darme amor a mi…? —refunfuña entre dientes.
—¡Tú lo sientes sola!
—¿En el infierno? Seguro… Si soy el ángel más odiado ahí abajo.
—No te creas —suspira.
—Estoy bastante segura de eso… ¡y me ha costado!
—No les oíste a todos decir que iban a ir por mí en Halloween.
—Eso no es porque te odien.
—¿No?
—Me parece que eso es más que les… gustas.
—No lo sé, Miguel...
—Es que si recuerdas quien les echó y les puso en el pantano asqueroso en el que están, ¿verdad?
—Ya, bueno... no creo que ninguno vayamos a ser muy populares ahí.
Leviatán se ríe, bajando de la escalera.
—¿Como entra Belcebú al infierno?
—Hoy, andando.
