Leviatán hace los ojos en blanco.
—Es bastante horrible ser demonio.
—Sí que lo es.
—Estuve hablando con Uri…
La mira.
—Deberíamos… quizás si deberíamos hacer una urgía.
—What?
—Una Urgía —insiste.
—¿Por qué quieres hacer eso?
—Es un buen mecanismo de espionaje.
—¿Espionaje?
—Sí, Gabriel. Ver dónde están sus puntos débiles.
—¿En una... de esas?
—¿¡Pues por qué no?!
—Hay que hacer... cosas en esas... mezclarse con el resto.
—Podríamos tú y yo ser el resto.
—¿Cómo?
—Fingir, que entre los dos….
Parpadea varias veces.
—La idea es ver a los demás.
—Eso que hacen en las orgías... sigue siendo pecado.
—Bueno tú y yo no vamos a pecar.
—Además, ni siquiera sé por qué le gusta a Belcebú, se siente fatal siendo una chica.
—¿Se siente… fatal? ¿Cómo sabes?
—Sariel estaba... comprobando si tiene dientes.
—¿Y no se ha sentido bien? Ugh.
—No. No creo que con algo más grande se sienta mejor.
—¿Y a Belcebú le gusta?
—Creo que le gusta que... le duela o algo.
—Dolerle…
—Bueno, no doler. No es doloroso así insoportable, es como... que raspa.
—No me estás invitando a intentar nada, ¿sabes?
—Solo te digo como lo siento.
—Entiendo, entiendo. Igualmente yo no voy a hacer eso nunca.
—Voy a ponerte en alguna misión con Lucifer en cuanto lleguemos abajo.
—Ughh… Gabriel, no empieces…
—Tienes la oportunidad de hablar con él desde otro punto de vista sin que sepas que eres tú y vas a hacerlo, así que no empieces. ¿Alguna idea sobre algo que quieras que os mande a hacer?
—Él es imposible de cualquier forma. No lo sé. Pero de verdad preferiría no…
—No está a discusión, Miguel, te aviso desde ya porque no quiero que protestes cuando estemos ahí.
—Si es necesario voy a darle amor y como Leviatán eso va a ser un desastre.
—Solo... no lo hagas tan fuerte a la primera.
—Pero… Si le doy amor como Leviatán podría…
—What?
—Enamorarse de Leviatán. Cosa que a mí no me importa, claro, pero Azrael…—Claro, claro…
—Bueno, eso se le pasara rápido cuando regrese el Leviatán real. E imagina el ridículo.
—Ya, ya… ya.
—¿Entonces?
Leviatán se aclara la garganta porque vale pero… Ugh. ¿Y si no se le pasa?
Belcebú le mira y él se sonroja un poco.
—Igualmente no es mala idea espiarle, no te sorprendas si pierdo la paciencia con él.
—No lo haré.
—Aún pienso que si lo que tengo que hacer es CASARME con uno debe haber algún otro.
—Puedes buscar a otro si quieres.
—Lo haré. Quizás… O sea es que yo podría quedarme con Mammón o con Belfegor y Sari o Remi quedarse con Lucifer.
—Prueba a ver acercándote a ellos.
Leviatán asiente frunciendo un poco el ceño porque…. UGH, es que no quiere a Mammón ni a Belfegor. ¡Tampoco a Lucifer!
—Quizás yo no tengo que hacerlo.
—No empieces con eso.
—No he recibido ni una sola señal que implique que tengo que hacerlo. Quizás yo tengo que conservarme con la cabeza fría, al final soy al comandante del ejército y protectora del cielo.
—Me has recibido a mi trayendo un mensaje de Dios, Miguel, ¿qué otra señal esperas recibir?
Miguel suspira con eso.
—Pero no era específico QUIENES tenían que hacer esto.
—Todos. No somos diferentes unos de otros a sus ojos, Miguel.
Leviatán suspira porque además sabe que tiene razón.
—S-Sin duda hay algunos que lo tenemos más difícil que otros.
—Vamos a ver cómo va.
—Es que no puedes comparar para NADA lo tuyo con Belcebú, o lo de Raguel con Aamón.
—Miguel...
—Es que ni siquiera me cae bien. ¿Y sabes cuantas veces le he descorporizado?
—Aun así...
—Y él no me…. No va a… esto no va a salir bien. ¡Y ni siquiera es que yo quiera que salga bien!
—Miguel, solo cálmate, ¿vale? —la mira poniendo una mano en la puerta del infierno.
—Es que es muy fácil decir eso cuando… la otra está idiotizada contigo y tú no le has echado del cielo y… ¡Las circunstancias son completamente diferentes! —está TODO menos calmada.
Belcebú suspira y abre las puertas, entrando.
—Ugh, no me suspires así, ¡te conozco!
Un demonio casi se estrella con ellos dos de frente en cuanto pisan el pasillo, haciendo que Belcebú vuelva a explotar en moscas, joder.
Leviatán, que no se lo esperaba, empieza a pegar de gritos casi inmediatamente.
—¿¡Pero qué manera de correr por aquí es esa?!
La parte buena es que cada vez parece más fácil volver a recomponerse. Aun lleva el vestido lavanda casi blanco.
El demonio piensa que… que puta suerte de mierda venirse a estrellar aquí de frente con ellos putos dos, ¡si ha salido así JUSTO pensando que casi nadie usa estas putas puertas! Parpadea en cuanto mira a Belcebú vestida… así. W.T.F.
—¿Qué haces aquí tú?
—Ehhh…. Mylord. E-Estaba esperándola para abrirle la puerta.
—¿Y cómo sabías que iba a venir aquí?
—P-Pues no lo sabía, mylord. Pero… aquí estamos —sonrisa falsa—. Voy a ver qué haya cerrado bien la puerta.
—¡Lo que vas a hacer es aprender a caminar a una buena velocidad! No se corre en los pasillos —le riñe Leviatán.
—Espera, espera... Eso es muy amable. ¿Qué te dedicas a hacer todo el día?
El demonio parpadea otra vez.
—Ehm…. Malas acciones, desde luego mylord. Múltiples malas acciones. Y encaminar almas, desde luego.
—Ya. Ehm... No. Quiero que a partir de ahora te quedes aquí. En la entrada. Limpia todo esto y pavimenta el suelo.
—¿¡Qué?!
Es que la vuelve a mirar de arriba a abajo porque… ¿ha dicho limpia? Y esta así toda vestida como…
—Así, mira —chasquea los dedos y hace aparecer unas baldosas blancas, sobre las que se sube—. Todo. Pavimentado. Quiero que esté todo el suelo limpio y con baldosas y te quedes aquí a recibir a la gente que entra y sale. Quiero que apuntes quienes son y a dónde van los que se van. E indiques a donde ir a los que vengan.
Blancas, Gabriel. ¿¡BLANCAS?! Es que el demonio parpadea treinta y seis veces.
—¿Cómo te llamas?
Otro parpadeo más con esa pregunta. Si no sabe ni cómo se llama puede escaquearse, seguro.
—Ehm… Ful… gur. Fulgur, mylord.
Belcebú tiende una mano y le sonríe.
Vale, no. O sea… NO. No, no. No… no. NO. Da un paso atrás, palideciendo.
—Lo siento, Mylord. Sí. Sí… haré lo que usted mande, Mylord —asiente temiendo que le coma una mano si se la toma—. T-Tengo las manos… de-demasiado… limpias. Para… darle una mano, Mylord. No sería digno de…. Tal…
—No te preocupes por eso —insiste.
—Quizás sí debas preocuparte un poco, no te veo empezar a trabajar… ¡anda! —decide Leviatán que está notando que Gabriel está siendo DEMASIADO amable para ser Belcebú.
—Tranquila, M...Leviatán.
¡Una tarde va a durar Belcebú en el poder si sigues siendo así de amable! (Protesta Belcebú!)
—No, no… desde luego. Sí…. Ahora empiezo —el demonio vacila sin saber si lo que quiere es que empiece a chasquear los dedos para pavimentar o si pretenden que traiga las baldosas a mano o a saber que mierda sea la idea.
—Gracias, Fulgur. Siempre he querido que hubiera una recepción aquí. ¿Hay algo que necesites para llevar a cabo esta tarea?
—Su… su…. Infernal y muy desagradable orden me es suficiente, Mylord.
—Bien. Volveré en unas horas a ver cómo lo has dejado —se vuelve a Leviatán—. Vamos.
El demonio la mira, mira a Leviatán… arruga la nariz. Y es que qué MIERDA es esto, ¡si él se quería largar!
Va a dar dos chasquidos, a… poner un caminito de baldosas medio grises desde la entrada hasta las que puso Belcebú… y… Ugh, ¡es que no quiere quedarse aquí!
Belcebú va a hacer un caminito de baldosas en lo que andan hacia dentro.
—Estas siendo amable, Gabriel… a estos no se les puede hablar así.
—Creo que van a hacerme más caso así.
Leviatán levanta una ceja.
—En el cielo funciona, pero estas son criaturas…. Distintas.
—Ugh, es que mira este sitio —protesta porque además se le acaba de quedar un talón enganchado en algo del suelo.
—Es un horror digno de sus habitantes —Leviatan arruga la nariz.
—Necesito otro calzado —se va a poner unas botas grandes de motorista, así con tachuelas y la suela súper gorda. Y... no se lo digáis a nadie, medias de rejilla.
Gracias. Esto es mucho más adecuado.
—No pegan nada con este vestido... —protesta mirándose.
—Ciertamente necesitarías algo más… demoniaco.
Se humedece los labios.
Tentacionesssss.
—Es que no quiero... vestir de negro...
TRAES EL CUERPO DE BELCEBÚ ¿¡DE QUE COLOR QUIERES VESTIR?!
Lavanda.
¡No puedes vestir lavanda siendo Belcebú! Ugh
—¿Qué tal sí...? —se pone un traje chaqueta en vez de su vestido, de color lavanda pastel, pero es que tampoco pega con las botas, aunque sean de charol blanco.
—No. No… no. No.
Se sonroja, porque además se le ven las medias de rejilla y vuelve a cambiar, ahora con unos pantalones tipo leggins y una camiseta de hombros descubiertos.
—Mmmm… no he visto nunca a Belcebú vestida así. Además todo es muy claro.
Es que... parece Olivia Newton John al final de Grease cuando se lo vuelve negro.
—Ugh… no, tampoco…
—Es que el negro...
—Pues ponte violeta oscuro, hombre… —Miguel chasquea los dedos poniéndole un traje de los habituales de Belcebú, pero violeta muy oscuro.
—Ugh... es que este traje...
¡Belcebú se viste bien!
—Ya, ya… Pero tienes que parecer ella.
—¡Es que es el traje de príncipe del infierno! Hasta ese sombrerito ridículo...
—Pues… ¡justamente! Solo es violeta.
—Es que es muy de demonio.
—Eso no está a discusión.
—Aún tengo hambre —se lamenta Belcebú apretando los ojos.
—Buff, ¡Eso debimos resolverlo antes! ¿Qué come Belcebú en general?
—No lo sé.
—¿Qué come cuando está contigo?
—N-Nada... alcohol a veces.
—¿Alcohol? Hmmm… bueno, ¿eso quita el hambre?
—No creo.
—¿Y ella no tiene hambre?
—Pues yo qué sé.
—Tú eres el que se va a casar con ella.
—Ya, bueno, pero eso no lo sé.
—Bueno, quizás esto te sirva para aprender… a comer.
—No quiero aprender a comer.
—O aprender sobre ella…
—Bueno, eso sí. Anda, vamos.
—¡Vamos!
Belcebú le sonríe un poco y ahí empieza a andar dirigiéndose a la sala del trono e igual quitando mierda y poniendo baldosas por dónde anda.
Gabriel, de veras...
¡Pues es que!
No puedes ir por ahí todo tiquis miquis.
Sí que puede.
¡No debe!
Ese es otro asunto.
Ahí está la sala del trono, esperándole… Leviatán mira alrededor con tal cara de asco que hasta se parece al de verdad.
Belcebú mira a los presentes y se acerca a alguien.
—Oye... tú.
—Ugh.
—¿Dónde está... Dónde está Dagón?
El demonio se encoge de hombros.
—Tráela. Y trae también a Hastur y a Lucifer.
El demonio asiente no muy convencido.
—Gracias, Dios te... fuck!
El demonio la mira porque…. Dios te… ?!
Joda, por lo visto. Es la fuerza de la costumbre.
—Wh-What?
—Ve a por ellos.
Después de un RAAAAAATO va a volver solo Dagón.
La parte buena es que ahora ya casi toda la sala del trono está limpia y embaldosada, porque ha puesto a algunos otros demonios por ahí a hacerlo. Y ahora el suelo es así como... ajedrezado.
Pues porque no se acuerda a quien más le dijo y porque no parece habérselo dicho de manera tan aterrorizante y porque sepa el diablo donde están los otros.
—Dagón! Menos mal que estás aquí —Belcebú le sonríe.
Dagón Es otra que… ya no está para estos trotes.
Leviatán está ayudando a poner el piso y que quede armónico, cambiando algunos que no están puestos sincronizadamente negro-blanco para que quede bien.
—Ven. Necesito tener una reunión muy importante contigo. Pero primero, necesito saber dónde está Lucifer.
—Lucifer, mylord? No lo sé —sonríe un poco de vuelta una sonrisa horrenda al ver que sonríe.
—Necesito que le traigas. Luego hablaremos.
—Sí, Mylord, desde luego mylord. ¿Algo más que necesite, mylord?
—Luego te lo diré. Gracias, Dagón.
Dagon la mira unos segundos.
—Va a ser divertido —insiste Belcebú.
—Divertido, mylord? Ohh…. Lo lamento.
—Me refiero a que nos beneficiará —le guiña un ojo.
El paaaaaaarpadeo con un ligero sonrojito porque… Dagon, bueno… Ehm…
—G-Gracias, Mylord.
Asiente y ahí se va ella a buscar a Lucifer.
Van a volver cuando casi todo este embaldosado.
Es que además Leviatán está ayudando y de manera bastante eficiente.
Lucifer levanta una ceja mirando el suelo y salta de baldosa en baldosa por las negras.
Voy a decir que un par de demonios se han resbalado y caído ya.
¡Maldita, sea Lucifer! Leviatán sonríe un poquito al verle saltar y chasquea los dedos cambiando un poco el patrón.
Se detiene con un pie levantado antes de dar el siguiente salto al ver que se cambian de color.
Leviatán levanta la nariz.
—Lucifer —Belcebú frunce un poco el ceño al verle, acercándosele.
—Sis, ¿qué haces? ¿Vas a empezar a jugar ajedrez?
Leviatán se les acerca… a una distancia prudente.
—No. ¿Qué estabas haciendo?
—Pues... ya sabes, cosillas por aquí y por allá —se encoge de hombros.
Leviatán se acerca un poco más, poniéndose de pie junto a Belcebú.
—¿Y cómo vas con el asunto de Miguel?
Lucifer mira a Leviatán de reojo cuando se mueve.
—Bien, bien... quiero decir... esta todo hablado y programado, ¿no? Falta que tú y Gabs digáis...
Belcebú arruga la nariz con que le llame "Gabs". Leviatán se tensa en cuanto se pone a hablar de Miguel, frunciendo el ceño casi de golpe. Hablado y programado… Ugh.
—Pero... ¿Y a ti te parece bien esto?
—Tú eres la que manda, Sis...
Leviatán levanta un poco las cejas notando que… o sea vaya, que ¿Belcebú sí parece estarle convenciendo de… ESTO?
—¿Con Miguel? —pregunta repentinamente.
—Pues... A mí me da lo mismo —se encoge de hombros.
—¿No que tú precisamente tenías tantos problemas de autoridad? —interviene Belcebú.
—Bueno... pero si somos nosotros es diferente. ¿No es eso? Y a ella... a la ángel parece hacerle gracia venir aquí y frustrarse hasta decir basta —hace una risita.
Leviatán frunce el ceño y da un pasito hacia él.
—¿Venir a qué?
Lucifer le mira.
—¿Y tú qué haces aquí?
—Belcebú me ha llamado, como a ti.
Lucifer mira a Belcebú.
—Eh... sí. Uhm. Lo que... lo que quiero que hagáis es que como tú ya lo tienes todo muy bien atado con Miguel, quiero que ayudes a Leviatán con Azrael, porque no me fío de él. Así que... id a espiarle.
Leviatán suspira.
—Ugh…
—¿Espiar a... Azrael?
—Pues... a ver si está siguiendo órdenes o no —explica Belcebú.
—¿No se supone que las tiene que seguir contigo? —pregunta Lucifer a Leviatán.
—Ehh... sí —responde él.
—Pues dinos tú si lo hace o no.
Leviatán mira a Belcebú de reojo, que le mira también.
—Bueno… sí.
—¿Sí qué?
—Sí lo está haciendo pero necesitamos saber más detalles.
—¿Y quieres que yo vaya contigo?
—Belcebú quiere.
Lucifer la mira.
—Es que... no me fío de que vaya solo —explica ella.
—Ah, ¿y de mí si te fías? —le sonríe y Belcebú le echa una MIRADA.
—Yo puedo controlarte a ti —interrumpe Leviatán frunciendo un poco el ceño.
Lucifer parpadea con esas respuestas.
—No, tú me quieres a mí porque soy mejor que tú.
—¡No eres mejor que yo!
—Claro que sí.
—Bueno, discutid eso en otro lado...—protesta Belcebú y Leviatán la fulmina un poco.
—Anda, venga... vamos.
Lucifer pone los ojos en blanco y ahí va detrás. La leve sonrisita de Leviatán cuando ve que Lucifer le sigue.
—¿Qué le pasa? —pregunta Lucifer.
—Ya... ya sabes cómo es. Ehm... O-oye estaba pensando que... no sé cómo hacer eso de Azrael, ¿t-tú qué estás haciendo con... Miguel?
—¿Qué ya sé cómo es? Desde luego no así. ¿Y porque hay baldosas en el suelo?
—Has de admitir que... es más cómodo.
Lucifer arruga la nariz porque a él le gusta el infierno como está. Se lo GANARON. Y no necesitan ninguna de esas MIERDAS que hay en el cielo. Esto es perfecto como está. Lo que siempre quisieron. Gracias.
—Bastante malo fue cuando Asmodeo puso ese suelo como de cemento. Lo mejor era la tierra.
—Convéncela a ella... —le mira de reojo—. ¿Qué crees que le esté pasando?
—A algo la habrá convencido ese idiota, seguro.
—¿Idiota?
—Gabrielito —Lucifer se encoge de hombros.
—Ohh… ¡oh! Claro… el idiota, sí. ¿Y tú qué? ¿A ti de qué te convence e-ella?
—¿Convencerme de Belcebú? Ugh, Leviatán, no vamos a discutir de esto otra vez, mira como acabaste en Halloween.
—No, no hablo de Belcebú, hablo de Miguel —se sonroja igual en automático.
—W-What?
—S-Si ella te convence a ti de... de esto.
—¿Convencerme? —Lucifer parpadea un poco sin entender.
—Pues como a Belcebú la convence Gabriel.
—Claro que no, Belcebú está súper atontada y va a acabar muerta si sigue así.
Leviatán piensa que... Lucifer no ha visto nada.
—¿Tienes miedo, entonces?
—¿Miedo? ¿De un ángel? Pffff
—Bueno, no es de cualquier ángel... es Miguel.
—Bueno, ya... ¿Y? A caso ella te da más miedo a ti que el resto —le mira.
—Pero yo no soy... t-tú.
—Oh... es por ese asunto —ojos en blanco.
—¿Qué asunto?
—Mira, yo sé que a todos os hace mucha gracia pero si vieras que no... Es tan especial como todos creéis.
Leviatán le mira de reojo.
—¿N-No?
—Claro que no. ¿A caso es tan especial Azrael?
Leviatán se sonroja perfectamente coordinado con lo que está pensando. Porque Lucifer, maldito idiota (rata de dos patasss), sí era especial. Aprieta los ojos.
—Claro que no, ni tu eres tan especial para Miguel.
—Ah, eso no es verdad —sonríe de ladito.
—Excuse me? —el chillidito.
—Ella es como Dios, literalmente ese es su nombre y sigo siendo su favorito.
Leviatán aprieta los ojos.
—¡NO ERES NINGÚN FAVORITO!
Lucifer parpadea con eso y di que no sientes el amor porque no podrías creerlo.
Pues... ¿lo emana?
Sí, y bastante dirigido... esto es un desastre.
Es que entonces parpadea VEINTE VECES MÁS.
—¿¡Por qué serías el favorito con todo lo que has hecho?! —chillonea aún.
—¿Lo que he hecho de qué?
Le mira con absoluta fiereza.
—What? —parpadea de nuevo porque también siente la IRA de Dios.
—Pues... el cielo, ¡todo lo del cielo! ¿¡Cómo vas a ser su favorito?! ¡Eso quisieras!
—Precisamente por todo lo del cielo.
—¿¡Por eso crees que eres su favorito?!
—Entre otras muchas cosas.
—¿¡Muchas?! ¿¡Cómo que muchas!?
—Muchas, Leviatán, lo aprenderás pronto. Bueno... yo me voy por aquí. Que te vaya bien.
—What? No… A dónde, ¿cómo que te vas?
—Pues... me largo.
—¿A dónde? ¡Si tenemos que ir juntos!
Inclina la cabeza.
—¡Pues nos ha mandado Belcebú!
—Ya... ¿Y?
—¡Me estás contando además de Miguel!
—Bueno, pues ahí lo tienes.
—No, pero… nada de que ahí lo tengo —protesta—. ¡Si estamos hablando!
—Y ahora ya no. No voy a seguir hablándoos a todos de esto, le dais más importancia de la que tiene.
—Bueno ¿si no es Miguel...?
—What?
—Si Miguel no te interesa tanto... ¿T-Te interesa alguien más?
—¿Qué? ¡No! Todos ellos son idiotas. Además ya la convencí para tirármela y que nos casáramos o lo que sea que dijo Belcebú.
—¿Tirarla? ¿A dónde?
—Acostarme con ella.
EL SONROJO.
—N-No te has acostado con ella.
—Claro que sí, pregúntale a ella si no me crees.
Leviatán aprieta los ojos.
—Y se corrió un montón de veces, debiste ver como gritaba. Es igual de gritona en la cama que en... bueno que fuera de ella.
Leviatán abre la boca, azorado, sonrojándose quince veces más.
—¡ESO NO ES VERDAD! ¡NO SE HAN ACOSTADO NI GRITÓ NADA DE NADA! —la verdad, tienes razón... sospecho que si va a ser igual de gritona en la cama que fuera de ella...
Lucifer levanta las cejas con los gritos.
—Ugh!
—Mmmm...
—E-Estas invernándotelo para desprestigiarnos.
—¿Desprestigiar a quién?
—A-A… —carraspeo—. Los demás demonios que no hemos… Que… Qué…
—¿Por qué eso iba a desprestigiaros?
—"Yo ya lo hice y tú no…" —le imita, sonrojándose igual solo por decirlo.
—¿Y a qué esperas?
—Para decir que ya lo hice, puedo decirlo también.
—Pues dilo —se encoge de hombros.
—¿Y-Y te basta con decirlo? No quieres… hacerlo como todos los demás.
—¿Por qué crees que no lo he hecho?
—Pues porque… —vacila, odiándole un poco porque la ha atrapado, ahí, en una esquina y ahora no hay manera de salir de aquí. Ella acordó esto con él. Que él diría esto. Y además él SABE que es el estúpido favorito. Y que ella quiere… y para él no es importante. Y… UGH.
Le mira.
—No parece que ella sea fácil de convencer.
—Eso es porque tú no eres yo —sonríe.
—A ti ella te odia, ¡la he oído decirlo!
—Miente, simplemente no puede conciliar la idea de la realidad.
—¿¡Cuál idea de la realidad?!
—Pues que la vuelvo loca.
—¿¡Por qué crees eso?!
—Por que es cierto.
—No lo es, ¿¡qué ha hecho ella para que lo creas?!
—Pues... demostrarlo.
—¡No te ha demostrado NADA! ¡Si ni siquiera hablas con ella!
Lucifer le mira entrecerrando los ojos.
—O-O eso… me contó… Azrael.
—¿No que tenías tantos problemas con Azrael? Quizás sí deberíamos ir a buscarle.
—No… no. No. Me estás explicando de Miguel.
—¿Por qué estás tan interesado en esto?
—Porque… bueno, a ver no es que esté tan interesado, solo si me están obligando a mí a hacerlo con Azrael, y sé que lo tuyo es… mentira, quiero… ayudarte.
—¿Por qué sigues pensando que es mentira?
Leviatán le mira con cara de circunstancias.
—Pues… ¡porque qué iba a verte a ti Miguel!
Ojos en blanco.
—Vale, tío. Buena suerte. O lo que sea.
—Ugh, no, no… espera. Ehm… e-Ella… ella q-quizás sí…
Lucifer le mira, cruzándose de brazos.
—¿Por qué te... irrita tanto hablar de ella?
—No me irrita, es ella la que se irrita.
Miguel bufa un poco en el cuerpo de Leviatán.
—La verdad, yo creo que lo que le irrita es irritarse.
El sonrojito...
—Pues… no creo que SOLO sea eso lo que le irrita. Vamos, que no es como que tú no hagas cosas irritantes.
—Bueno... Esto ha sido divertido, pero en serio...
—No, no, espera… Espera. Seguramente sí que le irrita irritarse, porque cree que no debería hacerlo. Vamos a… ayúdame con Azrael.
—¿A cambio de qué?
—¿Qué quieres?
—¿De ti? —inclina la cabeza y entrecierra los ojos.
—O de lo que sea.
—De lo... que sea.
—Bueno… con ciertos límites. ¿Qué quieres?
—¿Qué límites?
—Dime que quieres y te digo si entra o no en los límites.
—Me quedo el recuento de tus pecados. Y tus almas del último año.
—Pecados y mis almas en el infierno.
—¿Acaso tienes alguna en el cielo?
Leviatán se encoge de hombros.
—¿Tan mal lo has hecho?
—Venga, ¿aceptas o no?
—Quiero las del cielo también.
Ojos en blanco.
—Ni siquiera sabes si tengo almas en el cielo.
—Has insinuado que las tienes, así que las quiero también.
Niega con la cabeza.
—E-El alma de Azrael es mía, no te la voy a dar —se inventa sobre la marcha.
—No tienes el alma de Azrael ni de coña.
—Tendría bastante gracia tenerla. Venga, ¿quieres esto o no lo quieres? —se cruza de brazos, mirándole, aunque esto le ha relajado un poco.
—Tú dirás si me das o no me das.
Miguel le mira fijamente valorando el asunto con tecnicismos. Realmente no tiene almas en el cielo como tal… las que están en el cielo son del cielo y no es que sea… Azrael o Remiel con almas en proceso.
—Está bien…
—Dilo, solo para que quede claro. Todas las almas que tú hayas cosechado el último año. Para el cielo o el infierno, son para mí.
—Ugh, Lucifer…. Ya queda claro. Sí, sí… Almas en el cielo o en el infierno que yo haya llevado hasta ahí en el último año son tuyas.
Entrecierra los ojos.
—¡Es lo que me has pedido! —protesta Leviatán.
—Vale, vale —tiende la mano—. Llévame con Azrael entonces.
Se la toma, sonrojándose y apretándosela con fuerza.
—Ehm… creo que… —Ya… ¿y ahora cómo vas a ir a dónde sea que crees que NO está Azrael? ¿Con un rayo?
Lucifer levanta una ceja.
Sí, sí… en esto no pensaste.
—¿Y bien? —insiste el demonio.
—Vamos —empieza a caminar a la puerta, Lucifer se ríe con eso y se va detrás.
