—Vamos —empieza a caminar a la puerta, Lucifer se ríe con eso y se va detrás.
—Entonces... ¿quién eres? —pregunta con intención.
—¿¡Qué?! —Leviatán vacila, parpadeando con eso.
—Leviatán desde luego que no —insiste el verdadero demonio.
—¡Claro que sí!
—Demuéstralo.
—¡No tengo por qué demostrarte a ti nada!
—Sé que no eres Leviatán y menos aún un demonio. Solo aun no tengo claro quién. No puedo creer que esté tan desesperada que haya mandado a alguien a espiar al infierno.
—Wh-Wh-Wh... What? —Se gira a mirarle con las cejas levantadas.
—¿Qué?
Es que entre el tartamudeo, el sonrojo...
—N-No... de... no estoy... de... ¿¡dónde?! ¡Soy Leviatán!
—Conviértete en un cocodrilo.
—No me voy a convertir en cocodrilo, OBVIAMENTE. Vamos fuera.
—¿Quién eres, entonces? Alguien un poco prescindible, no habría mandado a nadie muy importante con los demonios… ¿Un principado?
—Nadie mandó a nadie con los demonios —lo cual no es... del todo mentira.
—Ya, has venido por voluntad propia.
—¡Soy un demonio!
—No, que va.
—¿¡Qué te hace pensar que no lo soy?!
—Que no quieres callarme la boca y demostrármelo.
Leviatán traga saliva.
—Te conozco. Si me convierto en cocodrilo vas a decir que no, que no es bastante y vas a querer ahora otra cosa.
—Veámoslo.
—No, es que no hay prueba lo suficientemente fuerte para convencerte, cocodrilo o no. ¡No creas que no les conozco!
—Si lo haces bien, con una habrá bastante.
—¡Eso dices, pero no es verdad! —sonrojo otra vez—. ¿Qué te hace pensar que no soy un demonio? O sea ni siquiera sabes lo del cocodrilo, estás… la acusas de estar desesperada y tú crees lo mismo.
—Llévame a través de la tierra.
Carraspeo.
—Además, almas en el cielo, la ayuda... —le mira de reojito.
—No voy a aceptar eso, bajo ningún concepto. Estás imaginándolo todo.
—Estoy impresionado con las mentiras, por eso.
Le MIRA y él le sonríe, una de esas sonrisitas que le hace sonrojarse.
—S-Soy un demonio, puedo mentir todo lo que quiera.
—Eso está bien.
—Claro que lo está, no sé qué te molesta. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que soy un ángel? Vale… soy un ángel. Soy Miguel —suelta en tono burlón.
—No lo dudo ni un pelo, salvo porque pareces más calmado que Miguel.
Leviatán le mira unos cuantos segundos sin poderse creer que ahora… no crea que es Miguel.
—Ni soy un ángel.
—Oh, no, de eso sí que no me vas a convencer. Igual que estoy seguro que te ha mandado ella.
—¿Para qué querría mandarte ella? ¡Podría venir!
—¿Y por qué no viene?
—P-Porque tú eres imposible. Y tiene dudas…
—¿Dudas?
—De ti en general.
—¿Qué dudas tiene de mí? —se da la vuelta en las escaleras mecánicas para mirarla desde arriba.
—Pues… De ti, de lo qué haces, lo que dices, lo que piensas… lo que propones.
—Tal vez sería bueno ir a algún lugar a que me hables de eso— propone Lucifer inclinando la cabeza.
—No me opongo.
—Mira, que no soy yo el que ha venido aquí a buscarme a MI — Levanta una ceja.
—Vamos a dónde quieras y te hablaré de eso.
—Tú eres quien iba a llevarme...
—Ahora te llevaré… —a la librería de Aziraphale.
—Vale —sonríe.
—Igualmente, ehm... hay cosas que son muy obvias y que nadie entiende.
—¿Cómo cuáles?
—¿Por qué llevas tantísimos años sin hablarle?
—Es difícil hablar de nada sin cabeza.
—Ya… bueno, merecidamente.
Ojos en blanco.
—Lo pones como si tú no fueras cuadrado y necio...
—Pues ahí lo tienes —se da la vuelta.
—No… no. No. Ugh. Lucifer, wait —le toma del brazo… y ahí va el poquito de afecto maldito que se le escapa aunque no quiera.
Es que se tensa con eso. Le aprieta un segundo más el brazo y luego... lo suelta.
Le mira de reojo.
—N-No puedes esperar que... No... Esté al menos un poco enfadada.
—No puedes esperar que seis mil años se consideren "un poco".
—P-Pues... e-es que... ya, pero la situación no es... ¡Ni siquiera han hablado!
—Insisto, es difícil hablar de nada sin cabeza. ¿A qué vienen estos reclamos de repente igual?
—Más que reclamos solo… explicaciones.
—Explicaciones, claro.
—Sinceramente más parece que tú no quieres hablar.
—¿Yo? Ni siquiera ha intentado hablarme.
—Tú menos. ¿Quién se largó?
—No vamos a empezar con eso otra vez—se da la vuelta para no caerse al llegar arriba del todo de las escaleras.
Leviatán suspira y le mira bajándose detrás de él.
—Pareces tú tener muy seguro que ella te….Echa de menos, ¡cosa que sabemos todos no es del todo verdad! Pero tú en particular no pareces…
—¿No...?
—¿Algún día has echado de menos… algo?
—¿Eso quiere saber?
Leviatán se humedece los labios.
—Sí.
—Primero mejor consigue que acepte las cosas que no acepta.
—¿Qué cosas?
—Que es ella quien me echa de menos.
Leviatán se sonroja y se mira los pies.
—Pues quizás lo aceptara si supiera que tú… también.
Carraspea.
—No, que va, no lo haría.
Leviatán hace los ojos en blanco porque ya lo está aceptando ¿qué más quiere?
—¡Eso dices tú! Igualmente entiendo que no extrañas… ¿nada? ¿Ni a… eh… e-Ella?
—Si quiere saberlo que venga a preguntarme.
Leviatán hace los ojos en blanco y tira de él hacia donde cree que es la librería de Aziraphale.
La sigue.
—Es que esto de mandar emisores es ya lo último que faltaba. ¿Ahora tiene miedo o qué?
—Ningún emisor.
—Tú eres el emisor.
—Eso crees…
—Pues es lo que hay.
Leviatán suspira.
—¿No sería útil hablar al menos con un emisario?
—No. Es lo más cobarde que ha hecho nunca.
—Acusarla de cobarde por algo que no has podido comprobar me parece demasiado, incluso para ti.
—¿A qué te refieres?
—Estás asumiendo cosas, es lo único que voy a decirte, pero… esta no es una mala oportunidad.
Le mira fijamente.
—Y-Yo podría decirte algunas cosas que ella n-no va a decirte nunca.
—¿Como cuáles?
Leviatán le mira.
—A-Aun tiene una foto tuya en un cajón de su oficina —admite sonrojándose y pensando que quizás va a arrepentirse de esto.
Levanta un poco las cejas y Leviatán se sonroja más.
—¿Cómo sabes eso?
—La he visto... —le mira de reojo y luego se sonroja—. Y-Y ella se ha enfadado.
—Mmm...
Leviatán le mira a los ojos y Lucifer los entrecierra mirándole.
—What?
—Vamos a... un lugar seguro.
—V-Vamos... a... vamos —Leviatán asiente, sintiéndose un poco más seguro ahora mismo que está disfrazada.
Le mira, para que le guíe.
—Hay una... tienda de algo por aquí que es... u-un lugar seguro.
—Una tienda... de algo.
Sinceramente ni siquiera se está haciendo la tonta. Aziraphale vende... algo, ¿no? O... algo hace. Lucifer mira alrededor.
—Es una... esquina o algo así. Ugh. ¿Tienes tú un sitio mejor?
Está buscando algo que le sirva, la verdad.
—Por qué no... Ven —tira de él, metiéndose a una puerta e lo que parece un conjunto de apartamentos.
Lucifer mira el lugar, parpadeando.
—Aquí… algún sitio de estos estará vacío.
—¿Qué es este lugar? ¿Es una entrada a unos apartamentos?
—Eso parece.
Vale, la sigue a ver qué hace ahí.
No tiene idea, chasquea los dedos y abre la primera puerta que encuentra con cara de bastante asco… y resulta ser el armario de las escobas.
—Que... acogedor.
—Bueno, es que la organización aquí es casi como la del infierno. ¿Esa es una de esas cajas que suben no? —señala al ascensor.
—Sí —mira el ascensor.
—Podemos ir arriba con él y ver un buen sitio —o sea ¿si te das cuenta de que te lo estás llevando a un… cuarto y de lo mal que se ve esto?
Lucifer hace un gesto para que pase delante.
—Gracias.
—Quítate ese horrible disfraz igualmente, me da escalofríos —le mira de reojo. Leviatán traga saliva.
—¿Que m-me lo quite?
—Sé que no eres Leviatán, es ridículo que te veas como él.
—¿Y cómo quieres que me vea?
—Pues como tú.
—No. Vamos a seguir hablando Leviatán y Lucifer.
—¿Por?
—Vas a tensarte.
Levanta una ceja, un poco incrédulo.
—No es que estés muy tranquilo alrededor de nosotros.
—Lo soportaré.
Leviatán se aclara la garganta y... se hace parecido a Leviatán en físico, pero vestido de ángel.
—Pfff...
—Cállate y ayúdame a buscar un... sitio vacío.
—Es que esto es casi peor.
—Soy un ángel... eso querías, ¿no?
—No, solo te has disfrazado como Leviatán vestido de ángel.
—No voy a... no voy a presentarme aquí como soy, ya te he dicho que no va a gustarte.
Chasquea los dedos y abre una puerta. Leviatán entra delante de él, levantando la nariz. Si encuentra a alguien va a desaparecerlo.
Lucifer va detrás, mirando la decoración del piso a base de muebles de Ikea.
—Bueno... ya estamos en un lugar mejor y yo ya te he dicho algo importante —Leviatán arruga la nariz, mirando una de las sillas y chasqueando los dedos para hacerla una silla más cómoda antes de sentarse en ella. Por lo visto esto de no usar milagros para tonterías es solo una sugerencia para Aziraphale.
No, cuando acaba de chasquear los dedos es que se le mete Lucifer dentro.
What the... hell! ¡Esta es una VIOLACIÓN! (ahem...)
Vale... mira, tú decías que era TAN gritona en la cama como lo es cuando está enfadada... Pues ahí tienes el gemido súper intenso, sí.
Al cuerpo de Lucifer, desde luego, se le doblan las rodillas pero es que al ver quién es se vuelve dentro casi casi antes de que caiga al suelo.
L-Le permiten... unos... segundos... a Miguel... por favor... ?
—Oh... my...
De hecho Lucifer la mira desde el suelo, sentado con la boca abierta.
—¿¡Pero qué... es lo que hiciste?!
—M-Miguel...
—¡N-No! Ugh... —echa un poco la cabeza atrás y sonríe un poco igual porque hace tiempo que no sentía esto... en el campo de batalla alguna vez le había ocurrido, esta sensación intensa de calor y de... repentina explosión—. ¿Qué hiciste?
—Oh... demonios.
—Hace años que no sentía algo así… ¿qué hiciste?
—What?
—Algo hiciste que sólo había sentido… a-algunas veces en el campo de batalla o...
Parpadea un poco y luego frunce el ceño, Miguel suspira profundamente.
—¿O? ¿Qué has sentido?
—N-No lo sé. Calor…
—¿Y?
—Y-Y n-no sé qué has hecho.
—¿Qué más has... sentido?
—A-Algo extraño y... fuerte, solo un momento.
Traga saliva.
—¿Y cuándo dices que lo sentiste antes?
—Pues… en batalla. E-Ehm…. Olvídalo. No que yo… bueno, soy parte del ejercito de los ángeles, claro y…
—¿En batalla y cuándo más?
—No, en batalla. Y ahora. ¿¡Qué hiciste?!
—A... demon trick —recuerda que lo dijo alguien en algún punto y es que... está Miguel. Ahí, con él. A solas. Describiéndole un orgasmo. Probablemente emane un poco de amor.
—Ugh…. No hagas demon tricks conmigo… aunque de todas las cosas ésta podría haber sido mucho peor —carraspea.
—En batalla... ¿cuándo? —se cruza de piernas sentado en el suelo.
—P-Pues… alguna vez que estábamos cortando cabezas.
—Vaya. Interesante... fetiche.
—Es el calor de la batalla —le echa una mirada.
—Seguro. Ehm...
—No sabía que ustedes podían hacer eso.
—¿El qué?
—Hacer eso que yo ya había sentido.
—A lo mejor algún otro demonio te hizo un trick.
Le mira… y parpadea.
—No creo.
—¿Por qué no?
—¿Acostumbran hacer estos trucos mientras les… matan?
—¿Quién sabe lo que puede pasar...? Quiero decir, cualquier cosa es un arma cuando estas a punto de ser descorporizado —sí, creo que alguna vez te lo ha hecho a propósito.
—Oh… ¡Oh! ¿Esto es un arma? No duele.
—Pero puede paralizarte si es lo bastante intenso, mira, ven.
Leviatán le mira levantando una ceja.
—¿Pretendes que vaya ahí a que me paralices? Te advierto que... como te pases...
Ojos en blanco de Lucifer y Miguel igualmente... se le acerca.
—¿Qué es?
—Arrodíllate —pide y le tiende una mano.
La miradita desconfiada, aunque... algo de esto tiene... vamos, es que debe ser la primera vez que están juntos así, solos desde que todo pasó. Y hay algo de familiar y de... fácil en esto, que le da ganas de hacerlo y a la vez un poco de miedo.
—Tengo... mojado aquí. Este cuerpo... —protesta un poco, distrayéndose con ello al notarlo.
Así que... chasquea los dedos... y la verdad es que va a volver de ahí abajo al viejo modo conocido femenino.
Él la mira y es que... si, hasta levantado estaba, cielos. O más bien, demonios.
—No sé qué has hecho, pero no recuerdo que eso pasara en el campo de batalla.
—¿No acabas de decir que sí?
—¿Que estuviera mojado así como si me hubiera caído agua encima? No.
—Hasta levantado lo tenías... —traga saliva porque... ¿y si no es Miguel? No recuerda que NUNCA se haya presentado de forma masculina. ¿Y si se ha equivocado? Pero es que... es que estaba súper claro cuando se ha metido ahí, aunque solo haya sido un segundo.
Leviatán se agacha al suelo como lo ha pedido, un poquito tembloroso. No debía estar disfrutando esto tanto si Lucifer no sabía siquiera quién era. Es decir, seguro estaba así de relajado (y guapo) solo porque pensaba que era un ángel cualquiera.
Lucifer hace un gesto con las manos para que le dé las suyas. Leviatán traga saliva y se las da, mirándole a los ojos.
—¿P-Por qué nunca haces esto con Mi-Miguel? —susurra.
—Shhh... —cierra los ojos y se sonroja un poco, concentrándose en pasarle un poquito de excitación sexual a través de las manos, pero se le sale amor también.
Es que…. A Miguel, no a Leviatán, se le DESBORDA un poco el amor casi de inmediato. No demasiado, pero sí. Amor. Amor puro de Miguel.
Lucifer le suelta de las manos del golpe.
Leviatán sigue lanzando un poquito de amor, pero frunce el ceño y se sonroja.
—¿E-Era así? —Lucifer aparta la cara con el corazón acelerado.
—T-Te… te has quitado.
—Uhm... bueno, yo sí. No sé... suponía que tenías que hacerlo de vuelta.
—¿D-De vuelta?
—¿Es lo que sentías o no? —protesta nervioso.
Miguel le mira con cara de circunstancias, porque no había sentido amor en lo absoluto en la guerra.
—M-Más o menos.
—Pues a eso me refiero con que... o sea... ¿de quién habías sentido esto?
—Yo pensé que lo sentía sola, ¡no de un demonio!
—¡Pues algo tiene que provocarlo!
—¡No tú!
—¿Yo?
—¡No! ¡No tú! —se sonroja. Más obvia no puedes ser.
—¿Entonces?
—¡Si ha pasado solo!
—Suele necesitar que algo... te guste. Mucho.
—Pues me gusta pelear —responde un poco inocente.
—Sí, probablemente sea eso. La... adrenalina —se humedece los labios.
—Pero ahora mismo lo has hecho tú —Miguel se sienta del todo en el piso y le mira—. Y dices que yo lo he hecho de vuelta.
—No, ¡yo no he dicho que tú lo hayas hecho de vuelta!
—Eso me dijiste cuando estábamos… t-tocándonos.
—No, lo que tú hiciste fue... diferente.
—Ohh… oh. Eso… —ella se sonroja—. ¿Y-y te gusta?
—E-Es amor.
—B-Bueno, s-soy un a-ángel. No es que me gustes a mí, ni nada. Conmigo no te hagas las ilusiones que no va a pasar nada ni te quiero a ti de ninguna forma especial yo, ¿vale? N-No quiero que vengas persiguiéndome a mí, deberías… tú… es Miguel quien te tiene que interesar.
Lucifer levanta una ceja con eso.
—¿Por qué debería interesarme ella si yo no le intereso en lo absoluto?
Leviatán le mira de reojo un segundo y se sonroja un poco. Abre la boca para contestar y luego la cierra, pensándoselo un poco más.
—¿C-Cómo sabes que no lo haces?
—A ella solo le gusta pelear y gritar, ¿crees siquiera que podría estar hablando con ella de manera civilizada si acaso estuviera aquí? Pfff
—¡Eso es porque tú le irritas! E igualmente no han estado solos desde…. Hace muchos años, ¡no sabes si podrías hacerlo!
—Exacto. ¿Sabes lo más divertido de todo esto? Antes de... —hace un gesto con la mano indicando la caída—. Nos llevábamos súper bien. Mejor de lo que se lleva con Gabriel incluso.
—¿Divertido? Tú un día te largaste con ELLA, pusiste todo de cabeza y te olvidaste…
—Hablas de Belcebú.
—No, habló de Miguel. ¡Claro que hablo de Belcebú!
—¿Ese es el problema? ¿Celos?
Leviatán aprieta los ojos porque… sí… pero no.
—Te fuiste muy convencido y NUNCA MÁS se supo nada.
—¿Cómo iba a no saberse? ¡Estaba justo ahí!
—Tú lo has dicho, que te llevabas mejor con ella incluso de lo que se lleva con Gabriel… y decides ponerlo todo de cabeza, pelearte con Dios, hay que ECHARTE, ¿y luego…?
—Sabes bien que tenía razón en muchas de las cosas que exigía.
—Igualmente sabes tú que no podías exigirlas y que iba a tener que pelear personalmente y… todo eso estuvo muy mal. Pero… ¿y después?
—Estaba muy mal pero tenía que hacerse. Y lo hice.
Leviatán bufa un poco.
—Algunas ideas incluso fueron tuyas y estabas de acuerdo cuando te las expliqué. Dijiste que tenía que hacerlo yo porque de mi iba a tomarlo menos mal y luego me traicionaste cuando te preguntaron si estabas de acuerdo con ellas.
—También decidiste tomarte unas libertades enormes con CÓMO planteabas las cosas. Cuando hablamos claro que estaba de acuerdo y por supuesto que parecía buena idea que tú las dijeras… pero cuando incendiaste TODO, cuando combinaste ideas absurdas y formas absurdas que ELLA te metió en la cabeza...
—Mira quien es la experta ahora en encontrar los huecos legales.
—Yo no estaba dispuesta a llevar esto a esas consecuencias ¡y te lo dije!
—Eso ya me quedó claro—ojos en blanco del demonio.
—Pero aun así… —le mira y traga saliva—. A-Aún así.
—What?
—Después de eso, te convertiste en… algo completamente distinto y no, no hablo de ser un demonio.
—¿En qué, entonces?
—Ni siquiera te cuestionaste que tan…
—¿Qué tan qué?
—Qué pasó después. Tan ocupado siempre en… ti, tu nueva vida, lo maravilloso que era el estúpido infierno, tus cosas con Belcebú y lo horribles que fuimos nosotros. Es que no te has detenido a pensar en nada más que en eso.
—¿Que no he pensado... en lo mal que lo pasaste tú que no te caíste al infierno? Aún voy a tener que disculparme por molestarte.
—Pareces feliz de haberlo dejado TODO atrás.
—Pues la verdad, sí —frunce el ceño.
—Pues tan feliz como estoy yo de que te hayas ido.
—Pues nada, ya está todo dicho.
Leviatán traga saliva.
—Ya no te echo de menos todos los días, no.
Lucifer la mira de reojo.
—Ni siquiera eres tan especial para ella, no sabes el ridículo que está haciendo con Gabriel —agrega empezando a ponerse de mal humor.
—Yo también te echo de menos — Lucifer establece y se tumba en el suelo mirando el techo.
Leviatánle mira de reojo, abriendo de nuevo la boca para protestar y cerrándola otra vez unos instantes más tarde.
—Has dicho que estabas feliz de dejarlo todo atrás… —susurra.
—Una cosa no quita la otra.
—No puedes estar feliz de ya no verle y a la vez desear… —se detiene a si misma—. Tú mismo me has dicho…
—Estoy feliz de ya no aguantar todas esas mierdas y ser el único amo de mi destino y libertad.
—Lo pones como si TODO hubiera estado mal y sabes tan bien como yo que no es así —le mira de reojo otra vez.
—Sí que lo estaba.
—No lo estaba, no todo. Y sigue sin estarlo. Pero vale que prefieras estar ahí abajo, aun así...
—Si no lo está para ti, rebélate.
—¡No es eso lo que estamos discutiendo, Lucifer!
—¿Entonces?
—¡Esto no va del cielo y el infierno!
—¿De qué va entonces?
—¿Es en serio que me estás haciendo esa pregunta? ¿De qué va a ir… ?
—De todo.
—Sí, ¡pero no solo de esto!
—Cálmate y deja de gritarme.
—Ugh. E-Estoy… calmada — Leviatán aprieta los ojos.
—Gracias —se incorpora.
Leviatán le pone una mano en el pecho porque no quiere que se vaya. Bien, ahora salte de ahí.
La mira, porque no se iba a ir.
Leviatán le quita la mano, un poco vacilante y él la mira.
—E-Estoy calmada —repite más calmada aún, mirándole… y seguramente sentirás un poquito de amor….
Parpadea con eso.
El ángel se pasa un dedo por el ceño, entre los ojos en un gesto bastante común en Miguel, sin saber ahora que decir.
—No me arrepiento de lo que hice, pero si esperaba que algunas cosas salieran diferentes —sigue él.
Ella le mira a los ojos porque oírle admitir eso es bastante más que cualquier otra cosa que suena admitir.
—¿Cuáles cosas?—pregunta suavecito.
—De las... consecuencias.
—Yo… no pensé tampoco que estas fueran a ser las consecuencias…
—Pues siempre has parecido muy conforme.
—¿Realmente crees que fue tan fácil pelear con ustedes y echarles?
—Uno pensaría que sí, con lo mucho que lo hacéis.
—Ahora es fácil. Se ha hecho fácil con el tiempo.
—Ya, claro.
—Y ustedes ayudan a que lo sea —le mira a los ojos y sonríe un poco, de ladito.
El demonio frunce el ceño.
—E-Es más fácil enfadarse y justificarlo que… la otra opción.
—¿Ser racional?
—Al contrario, lo que hacemos es racional… más bien es ser… emocionales.
—Lo que hacéis no es racional.
—Bueno, Lucifer, en seis mil años es posible que en ocasiones hayamos bajado alguna vez de manera un poco agresiva… no sin justificación. ¿A eso te refieres?
—A mí me parece que no está tan justificado.
—¿No? Mmm...
—No.
—Lucifer, ¡no puedes esperar que no estemos enfadados por todo esto!
—Tras seis mil años quizás ya se os podría haber pasado un poco.
—Tras seis mil años es la primera vez que escucho que digas que me echas de menos…
—No es que tú seas mucho más abierta habitualmente.
Ella le mira unos cuantos segundos más.
—Tú no pareces necesitarlo, vas por ahí siempre diciendo lo muy importante que supuestamente eres, ¿no? —se sonroja y gira la cara.
—De supuestamente nada.
Miguel aprieta los ojos.
—Como si yo fuera idiota y no pudiera superar esto y dejarte de considerar importante, cuando tú… le dejas claro a todo mundo también lo maravilloso que es haberte alejado.
—Tal vez estás tomándote esto demasiado personalmente.
—¡Pues es que si hablas de mi cuando dices que eres tan especial! Y de Dios.
—Pues sí.
—Quizás sí me estoy tomando lo que viene de ti personalmente y no debería —le mira de reojo.
—Es que hay cosas que lo son y otras que no.
—Entiendo que todo esto no fue en contra mía… tampoco yo actué siempre a propia cuenta, había órdenes. Y sea como sea estamos aquí, seis mil años más tarde…
—Órdenes... de seguir y seguir...
—Tampoco te vi a ti parar en ningún momento, no me eches a mí toda la culpa.
—¿Parar de qué? ¿De defenderme?
—O sea, ¿crees que todo esto entre tú y yo solamente es porque yo no paré de atacarte y tú sólo te defendías?
—Mayormente.
—Bueno pues yo también me sentí herida y traicionada y no te vi nunca siquiera intentar llamarme.
—A lo mejor si hubieras sido solo un poco menos HISTERICA.
Leviatán le mira con el ceño fruncido.
—Vamos, que según tú haces todo casi perfecto y yo soy un absoluto desastre.
—Lo eres —se levanta sonriendo.
Leviatán frunce el ceño con eso, mirándole.
—Aún puedo arrancarte la cabeza en este cuerpo horrendo de demonio.
—Pero... ¿te conviene? —se va a la cocina, mirando el apartamento.
—Suele ser bastante agradable —se levanta también, yendo tras él.
—Ya, el asunto del calor. Y los orgasmos.
—¿Los qué?
—Orgasmos —repite sin mirarla, abriendo un armario a ver que hay dentro.
—¿Cuáles orgasmos?, no seas… majadero.
—Eso que acabas de tener. Y que otras veces has tenido en batalla.
—No es uno… de esos.
—¿No? ¿Y cómo es eso?
—Pues… no sé, ¡Pero no es nada sexual!
—Claro que sí.
—¡No! ¿Cómo sabes?
—Pues porque no eres la única a la que le pasa eso.
—¡P-Pero podría ser otra cosa!
—No te preocupes, no es nada que no le haya pasado ya a tu amiguito.
—¿Cuál amiguito?
—Gabriel.
—Ohh…. Bueno, no pero él está corrompido ya por Belcebú.
—¿Y? Tú tienes que hacer lo mismo, ¿no?
—Ya sabes que… sí. Ya hemos hecho el acuerdo.
—Pues ahí lo tienes.
—Aun así pensé que…
—¿Qué? —Encuentra una botella de vino en la nevera y la saca.
—Con todo esto ¿te parece bien ese pacto?
—Bueno, la gente está creyéndose tu parte y ya te dije que nunca había accedido a un momento para la segunda, así que... por ahora estoy bien, gracias por preguntar.
Leviatán se sonroja tremendamente con eso... cerrando la boca. UGH, te odia.
Le sonríe y ella casi le gruñe, frunciendo el ceño.
—P-Pues nada, mejor.
—¿Quieres vino?
Le mira pensando… que no quiere vino, lo que quiere es… ugh. Vale, no, ¡no quiere vino!
Lucifer sirve unas copas igual.
—Hum… e-entonces… ¿estás celoso de Gabriel?
—¿Por? ¿Lo estás tú de Belcebú?
—No, pero Gabriel y yo no…
—¿Aja?
—Bueno, no hacemos cosas como ustedes.
—¿No? ¿Y qué hacéis?
—Pues… trabajar. Y hablar y apoyarnos y querernos. Sabes bien cómo funciona el cielo.
—Ya...
—Pero ustedes…
—¿Aja?
—Bueno ustedes si hacen todas esas... Guarradas.
—Y tú no necesitas hacerlas para obtener el mismo resultado.
—¿Cual resultado? ¿La boda?
—El orgasmo.
—¡Deja de decir esa palabra! ¡Yo no tengo ese resultado nunca!
—Tú misma me lo has dicho. No te hagas la mosquita muerta.
—¿¡Yo?! ¡No! ¿En qué momento hablé yo de eso?
—Me lo acabas de describir.
—¿Hablas de lo del calor?
—Sí.
—Eso obviamente no es ESO.
—¿Cómo es eso entonces?
—Pues no sé cómo sea… ESO, pero esto es algo que no tiene que ver con sexo.
—Sí que tiene que ver.
—¡Eso lo dices tú sin ningún fundamento solo para... no sé, sonrojarme!
—Porque yo soy el que sabe del tema.
—¿Y crees que yo podría tener uno de esos sin enterarme que lo es?
—Definitivamente.
—Pues de menos podría enterarme, faltaba más.
—Si no te enteras es porque no prestas atención.
—¿Atención, dices? Me parece que hay pocas veces que presto tanta atención, por desgracia, que como cuando tú dices tonterías.
—Ni siquiera me merezco el beneficio de la duda. Y eso que tú no sabes de lo que hablo.
Leviatán frunce el ceño, pensándoselo un segundo y sonrojándose un poquito más.
—Vale, pongamos que es... verdad. ¿¡Qué haces haciéndome eso!?
—Ha sido un daño colateral.
—P-Pues... —le mira unos segundos fijamente.
—Supongo que estarás orgullosa de haber logrado evitarlo, no como el resto de... vosotros.
—Desde luego.
—Bien por ti.
—Supongo que tú estarás muy feliz también por lo mismo. Puedes seguir haciéndolo con tus amigos demonios, ahorrándote la necesidad de hacerlo con algún ángel.
—No tengo ninguna necesidad que ahorrarme.
Leviatán le mira con eso unos segundos y gira la cara, sintiéndose absolutamente idiota.
Chasquea los dedos y se convierte en ella misma. Lucifer la mira.
