Chasquea los dedos y se convierte en ella misma. Lucifer la mira.

—Bien, eso me parece... entendible.

—¿Así que ya hemos superado la fase... "en realidad soy Leviatán"?

—Llevas un rato largo hablando conmigo. ¿Ahora te molesta verme?

—Si lo digo por ti.

—Es incómodo.

—Eso ya te lo he dicho.

—Pues ahí tienes, ya estoy aquí siendo yo misma —responde irritadita.

—¿Y qué quieres ahora?

—¿O sea me estás echando? —Miguel le mira unos segundos.

—No, te estoy preguntando.

—P-Pues pensaba que… podríamos hablar un poco más de lo que tiene que pasar ahora.

—Bien —se acaba su copa, toma la de Miguel y se va a la sala.

Miguel le sigue, crispadita porque… buff, es que no le entiende, no parece el querer… nada más. ¡Ugh!

Lucifer se echa en el sofá y cruza una pierna sobre la otra, mirándola por encima de su copa.

Ni creas que te ves bien así... malditasea.

Ya, claro.

Miguel estira la espalda y se sienta muy derechita del otro lado.

—Entonces... qué es lo que tiene que pasar ahora?

—Asumo que Belcebú te ha explicado esto de... la boda —ojos en blanco.

—Más o menos.

—Es algo comunitario...

—Ya.

—Ehm…. sabes, estoy pensando que quizás no deberías hacerlo conmigo.

—¿Aja?

—Quizás deberías buscar a un ángel que te… —hace los ojos en blanco, crispadita—, Interesara más.

—¿Por qué iba yo a hacer eso? No es a mí a quien le han pedido que se case con alguien.

Miguel parpadea.

—¿Belcebú no te ha pedido eso?

—¿Que me case? No. Ella lo que quiere es tirarse a Gabriel, el resto le da igual.

Miguel suspira.

—Pues... yo necesito casarme.

—Seguro puedes encontrar a alguien que lo haga cuando tú quieres.

Miguel frunce el ceño con eso.

—Traidor.

Lucifer le manda un beso y Miguel se sonroja, pero frunce aún más el ceño.

—¿Te parece divertido acordar algo conmigo y traicionarme una vez yo he hecho mi parte del trato?

—Eso te pasa por andar haciendo pactos con el diablo.

—Aún puedo decir que no hice lo que dices que hice, Lucifer.

—Ya, claro. ¿Quién se va a creer que un ángel mintió? Especialmente con algo así.

—Diré exactamente lo que pasó.

—Todo el mundo va a pensar que te da vergüenza aceptar la verdad.

Miguel le mira a los ojos.

—¿Por qué haces esto?

—¿Hacer qué?

—¿Qué es lo que quieres? ¿Arruinarme o algo así? ¿Humillarme? "Oh, mira cómo te destruyes tu sola, te tomo el pelo y además..."

Se encoge de hombros. Miguel traga saliva porque además, lo que más le… duele, aunque no quiera aceptarlo, es que para colmo él le ha dejado claro que prefiere decir que se acuestan y no acostarse a… cualquier otra cosa. Y ella todavía le había dicho que tenía una foto suya en su escritorio y que le echaba de menos. Estúpido.

—Pues puedo demostrarle a Belcebú que no has hecho lo que ha pedido —refunfuña recordando que él le ha dicho también que le echa de menos, pero pues… quizás si lo hace pero no le gusta.

—Ya, claro... seguro que Belcebú está muy interesada en lo que tengas que decir.

—Pues a los demás ángeles, tengo como comprobarlo. Quizás si esté interesada en lo que dice Gabriel.

Lucifer levanta una ceja.

—Pero si no te interesa oírlo…

—Ya me imagino que tus amiguitos ángeles van a confiar en ti y todo eso.

—Si a ti se te ha olvidado lo que significa que los ángeles confíen en ti no es mi problema… y hasta yo lo hice estúpidamente.

Ojos en blanco del demonio.

—Pero si no te parece importante…

—¿Que confiéis entre vosotros? Pues sí.

—Yo confíe en ti, para empezar. Pero no sé por qué no te interesa como puedo comprobar que no hemos hecho lo que supuestamente hicimos.

—Ya me imagino cómo... con fe o esas mierdas.

—No, cantando.

Lucifer levanta una ceja.

—Oh, sí, aunque pongas esa cara.

—Pues que...

—Lo creas o no... El mancillar la inocencia de los ángeles tiene ciertos daños colaterales.

—Pobres de vosotros —ojos en blanco.

—No estoy diciendo eso.

—No, claro.

—¿No te interesa entonces? Vale, Lucifer.

—La verdad, otra vez estás nada más en el papel de víctima cuando NO TE ESTÁ PASANDO NADA.

—Sí me está… ¡Eres un idiota si no crees que me están pasando muchas cosas!

—Ok, vale... ¿Qué te está pasando, Miguel?

—Tú no estás cumpliendo con tu trato, ni siquiera estás... no... Es que te da lo mismo como siempre tú y tu estúpida cabeza dura ni siquiera te enteras de lo que quiero o necesito, ¡ni te interesa!

—Pobre... pobre víctima.

—Te lo dije, te dije... te dije que te echaba de menos, te dije que quería casarme contigo, por el amor de Dios, es que... —empieza a levantar la voz, irritadamente y súper frustrada—. ¡Lo que tengo yo es que entender que el que no quiere nada de todo esto eres tú!

—Ahora resulta que sí que quieres casarte conmigo, ya. A ver... explícame ¿Por qué? ¿Derecho exclusivo a cortarme la puta cabeza? ¿O solo sigues órdenes?

—Es que no quiero casarme contigo, imbécil, quiero... quiero que...

—Que yo sea el que quiera. Ya. Pues lo siento mucho, angelito.

Lucifer debe sentir un golpe de amor repentino que se le ha escapado a Miguel sin poder evitarlo. Y es que esta es la confirmación absoluta de que... Él sabe perfectamente bien que ella le quiere a él, él es especial, ya le ha dicho que quiere casarse y en resumen... esto es algo completamente unilateral. No que no lo supiera desde el día que se largó.

Se tensa con eso.

—N-No me vas a convencer así cuando acabas de decirme que solo lo harías por seguir órdenes —sigue el demonio, temblando un poquito.

Y es que... la tentación, asquerosa de hacer que... le quiera. De obligarle. De forzarle.

—¿Y por qué querrías que lo hiciera? ¿Porque te quiero? —otra oleadita de amor, aún más puro y directo. El demonio cierra los ojos, concentrándose.

—S-Sí.

—Por qué iba a quererte yo a ti si tú no me quieres a mí —da un paso a él y es que el amor...

—Por qué i-iba a... quererte yo a ti si t-tú no... No... —le saca un poco de vuelta.

—¿No qué? —es que da otros dos pasos cortos hacia él. Ni siquiera está intentando atacarle con amor...

Joder, Miguel si serás cínica, ¿y qué coño estás haciendo si no?

—No... se puede ni hablar contigo.

No... No está atacándole con amor como lo hizo con Belcebú, a eso se refiere.

—¡Llevas un buen rato hablando conmigo!

—No voy a acceder a casarme solo para que tú puedas seguir tus órdenes.

—Para solo seguir órdenes, no vendría detrás de alguien tan estúpido y testarudo como tú, ¡hay miles de demonios!

—¿Qué haces aquí, entonces? —le mira intensamente.

—Pues meterme en un montón de líos porque ¡por lo visto elegí a un demonio que no podría estar menos interesado!

Lucifer se humedece los labios. Es que... Miguel quisiera estrangularlo.

—Eres frustrante, Lucifer —le bufa.

—Y tú sí estás muy interesada, por lo visto.

—Bueno ¿y qué si sí lo estoy? ¿Vas a ir a decirle a todo mundo y a reírte de mí? Me da igual, ¿sabes? No vas a destruirme por esto.

—¿Por qué lo estás?

—¿Qué quieres? ¿Qué te lo diga con todas sus letras? —ella le fulmina.

—Lo que quiero es que me digas porque en seis mil años solo me has tratado como al peor insecto del infierno, sin siquiera preocuparte ni un poco de nada de lo que me pasó a mí y ahora de repente debería creerme que en realidad todo ha sido una farsa.

Miguel le mira a los ojos.

—¿Crees que no he querido hablar contigo nunca? ¿Que no he bajado y…? Siempre terminas siendo un imbécil, embarrándome en la cara las cosas. Asegurando lo bien que todo te ha ido.

—No iba a lamentarme para que pudieras recrearte en mi miseria, claro.

—¿Crees que yo no me he preguntado lo mismo que tú? Si todo lo anterior era una farsa y ni me querías todo lo que decías, ni te importaba todo lo que debía importarte. Te largaste con ella, quemaste los barcos, pusiste todo de cabeza. Nunca he querido a nadie tanto como a ti, Lucifer. Y tú no paras de recrearte en ello cada vez.

—Oh, no, no me vas a venir con estas ahora —se levanta.

—¿Venirte con cuáles?

—Con que tú lo pasaste muy mal también. Yo soy la víctima en esto, Miguel, no tú. Yo fui quien caí al puto infierno, no tú, ni te atrevas a compararte con lo que me pasó a mí.

Miguel le mira y la verdad… Es que se calma un poco con eso.

—Lo... lo siento.

—Y que yo... que yo esté conforme con cómo ha terminado, con la... libertad e independencia, el no tener que rendir cuentas o hacer nada no implica que no pasáramos un miedo de la hostia o que entráramos en depresión los primeros tiempos. ¿Y sabes qué no ayudó? Tú. TÚ, de todos, viniendo a gritarme y a culparme de todo, viniendo a matarme una y mil veces. Porque ¿sabes? Todo lo que hice. Todo. Lo hablé contigo. Lo hubieras podido hacer tú. Tú estabas de acuerdo. ¿Por qué yo soy más culpable que tú? Y ahora vienes aquí a pedirme... No, a exigirme, que haga como que nada ha pasado. Como que no fui yo quien te perdió a ti, como que no fuiste TÚ, la misericordiosa, quien me abandonó a MI para casarme contigo... por AMOR. Porque a ti te lo han ordenado "tschk, que inconveniente."

Miguel le mira, aguantándose la bronca y apretando los ojos. Pensando que ella misma tenía terror de caer, terror porque sabía que Había hablado con Lucifer, y lo habían discutido y estaba de acuerdo. Y la única diferencia entre ella y Belcebú era que Belcebú si había dado el último paso.

Y tal era el terror, que para que nadie nunca pudiera decir lo contrario ella fue la más cruel y la más convencida. Especialmente con ÉL. Estaba enfadada, asustada y tenía toda la justificación del mundo, SÍ… era mucho más fácil escudarse detrás del enfado.

Lucifer la mira.

—Yo también tenía miedo de que me pasara lo que a ti… —admite—. E-Ella debía saber también que yo… sabía, Lucifer. Y si te había hecho eso a ti que eres… tú. Su consentido…. ¿¡Qué iba a hacerme a mí?!

—Pero eso no justifica la violencia.

—Tenía que convencerla de que realmente estaba de tu lado y… —suspira—. Era más fácil.

—Ya, claro.

—Ni siquiera considere la opción de… acercarme a ustedes de otra forma, Lucifer. ¿Cómo iba yo a saber que se podía esto que hizo Raguel? O Belcebú con Gabriel. ¡Tú caíste del cielo, como tantos!

—Porque antes nos llevábamos bien.

Miguel aprieta los ojos.

—Ya lo sé, Lucifer, pero… ¡Luego pasó el tiempo! Tampoco tú hiciste nada… y no digo que debieras, pero nada de todo esto ha ayudado.

—¿Y?

—Y ahora estamos aquí.

—Ya. ¿Y qué vamos a hacer?

—Pues… por lo visto, no casarnos.

—O sea, volvemos al principio.

—Lo que querría, Lucifer, sería llevarnos bien otra vez. O al menos... eh... ¿no TAN mal? No sé si es muy tarde ya para esto…

—Pues... yo tampoco —suspira.

—Ojalá… no.

La mira.

—Esto… esto debe ser una señal, Lucifer. De algún tipo. Una señal de… volver.

—Volver...

—A hablarnos, a… llamarte a ti y no a tus esbirros, a…

—Nunca te he impedido eso.

—A… A que me perdones.

La mira de reojo y Miguel se muerde el labio porque esto es lo más suave que ha estado con él en cientos de años.

Miles.

Decenas de cientos.

M.I.L.E.S.

Ya… ya.

Y de repente, Lucifer se ríe.

Miguel parpadea sin esperarse eso. Hay que decir que es una risa un poquito histérica. La ángel frunce un poco el ceño.

—¿Qué? ¿De qué te ríes?

—Solo... pensaba en eso que has dicho.

—¿Y te da risa?

—Pues de que van a decir todos si de repente es a mí a quien empiezas a llamar.

—Pues... venga, que si no quieres...

Ojos en blanco.

—Puedo llamarte… no sé, Néstor o hustar —sonríe de lado.

—Creía que Luciel era mi apodo oficial.

Miguel se sonroja porque sí que le tiene guardado así.

—¿S-Sabes eso?

—Yo lo sé todo.

—¿Qué vas a saber tú?

—Mírame a los ojos y dime que es mentira.

—E-Es... —es que se sonroja de mirarle a los ojos y ahí está el estúpido amor otra vez...

La verdad, su sonrisita se vuelve un poco menos cínica y se sonroja él también porque no es inmune.

—T-Todo no sabes.

—¿Qué no sé?

—P-Pues…

La sigue mirando con tal intensidad, que ahora siente como si estuviera sentada en júpiter.

—N-No sabes que… que yo… —es que maaaaás amor. Va a empezar a sacarle de vuelta.

Miguel se levanta de su sillón y se acerca, sentándose a… cierta distancia pero en el mismo sillón que él sin dejar de mirarle a los ojos.

El demonio traga saliva.

—Que te espío a veces, cuando vas a caminar en la tierra… —susurra.

Levanta una ceja.

—¿Ves? Eso no lo sabes —le sonríe un poco inclinando la cabeza, otro poquito de amor. Ugh.

Lucifer aprieta los ojos. Miguel estira una mano hacia el para tocarle la cara… pero se arrepiente.

—Estás... sé lo que es esto.

—¿Qué es esto?

—Sé lo que haces. Todos están desesperados con esto pero no funciona conmigo.

—¿Qué crees que te estoy haciendo?

—Emanar amor.

—¿Y no te gusta? —Miguel se sonroja.

—Claro que no. Y ni te creas que yo estoy tan desesperado como el resto.

—¿Por qué? ¿Belcebú te da amor cada vez que quieres? —frunce el ceño—. Ugh.

—Me lo da Dios.

—¡No te lo puede dar Dios!

—¿Por qué no?

—Dios sigue enfadada contigo.

—Eso no lo sabes.

—No sigues hablando con ella… ¡te echó del cielo!

—Pero la siento.

—¿Qué sientes? —Miguel levanta las cejas.

—Pues a ella. El amor. Como te siento a ti cuando lo diriges.

—De Dios —abre la boca impresionada.

—Sí, ya sé que los demás demonios no lo hacen —la mira.

Ni los ángeles, piensa ella para sí. Se reacomoda tomando aire con profundidad.

—A-Aun así no estaba… dirigiéndote amor.

—Sí estabas.

—N-No a propósito para atacarte.

—¿Por qué ibas a atacarme con amor?

—¡De eso me estás acusando tú!

—He dicho que siento cuando lo haces, no que me estés atacando.

—Has dicho que sabes lo que hago, pero que no funciona contigo... —explica ella pensando que ese saber lo que hace es precisamente... Quizás suponer que han usado esto como arma.

—Exacto.

—No te creo.

—Pues deberías.

—Vamos a probar.

—Espera, ¿probar el qué?

—Que no te afecta —le mira a los ojos.

—No he dicho que no me afecte, he dicho que no me afecta tanto porque no estoy del todo privado de ello como los demás.

—Quiero saber qué tanto.

—Mira, sé que no me crees. Nadie lo hace. No creas que es la primera vez que cometo el error de comentarle esto a alguien y que me salga el tiro por la culata.

—No... No. No. Si en realidad... no es que no te crea. Sí... sí lo veo más claro...

En concreto, me parece que... ¿Cómo lo sientes?

—Pues... supongo que cómo tú.

—O sea…. Es que…. Bueno, todos sabemos lo mucho que nos quiere, desde luego.

—Pues eso.

—No, bueno, tú dices que SIENTES.

—Sí.

–¿Qué sientes exactamente?

—Pues... lo mismo que cuando lo haces tú, pero... un poco diferente.

—¿Cómo cuando eras… a-ángel?

Asiente y Miguel le mira con intensidad.

—¿Cuando eras ángel sentías amor así de ella o de todos?

—De todos.

—Pero de ella…

—¿Qué?

—¿De ella lo sentías?

—Sí.

—¿C-Cómo?

—Pues como el tuyo, Miguel, ¿Cómo lo sientes tú?

—Pues... No de manera muy clara.

—Ya bueno, nunca lo es —se encoge de hombros.

—Pero por alguna razón tú sabes.

—Bueno porque... pues es que siempre es parecido, entonces aunque no sea claro, siempre es como... "Ugh, joder contigo, vale, vale"

—Pero si lo sientes... y si sabes que es de... ella.

—Espera... ¿Tú... no?

—P-Pues... no a-así.

—Tal vez para mi es más fácil porque... o seas es que si estoy en el infierno ¿quién más iba a ser?

—Pues… Belcebú.

Él levanta una ceja.

—¿Qué?

—Belcebú.

—¿Ella qué?

—Ella te quiere.

—Sí, bueno... no me... desprecia.

—Está enamorada de ti… bueno ahora quizás un poco menos.

—Pfffff...

—¡Es por eso que fue tras de ti!

What? No.

Miguel hace los ojos en blanco con esa respuesta, sin creerle.

—Y están las… urgías.

Ojos en blanco también de él.

—Siempre es interesante escuchar como los ángeles lo sacáis todo de contexto —asegura.

—¿Sacar qué?

—Todo. Qué pasa con las orgías.

—Pues es… no sé. Quizás Belcebú es incapaz de querer, aunque Gabriel no opina lo mismo.

—Belcebú no puede dirigir el amor, igual que yo no puedo. No funciona igual.

—Tú puedes… yo puedo sentir amor cuando tú lo sientes.

—¿Qué?—ahí vas a sentir un poco, por el pánico.

—Como ahora… —le responde con amor de vuelta, sonriendo un poco.

Se sonroja sacando un poco más, de nuevo por que es como "no pienses en el elefante rosa" Miguel estira una mano hacia él.

—Hace años que no lo sentía…

—Me pones nervioso —Traga saliva y ahí va un poco más. Aprieta los ojos.

—Soy yo —le pone la mano en la pierna con suavidad.

—Pues por eso.

Miguel sonríe con esa respuesta.

—Tú también me pones nerviosa a mí.

—Ya bueno —la mira. Ella pone los ojos en blanco y él se ríe.

—No es como que seas ni tan guapo, ni tan atractivo, ni te quiera tanto —quita la mano y hace gestos con ella mientras habla.

—No te creo.

—¿Te recuerdo las cortadas de cabeza? —mano a la pierna otra vez.

—Eso eras tú manejando FATAL tus sentimientos.

—Oh, ¡ahora resulta que lo tienes hasta claro! —se sonroja un montón porque tal cual.

—Pues eres súper obvia, siempre lo he dicho.

—¡No soy obvia! ¿Qué es lo que te supones.

—Que te gusto más de lo que puedes manejar.

Igual aprieta los ojos y quita la mano. Muy nerviosa.

—"Cálmate, soy yo" —se burla un poco.

—Eres tú, pero peligroso.

—¿Peligroso?

Traga saliva y es que sí, es él, pero no es ya un ángel suavecito e inocente como ella, sino un demonio peligroso y… Ugh. Sensual.

—¿Puedo ver tus alas?

Pues ahí saca sus alas blancas por las que tantas veces le han cuestionado porque todos somos un poco densitos en el infierno. Miguel se echa atrás, creo que... hasta de culo se va a caer del sillón, sin podérselo creer.

La mira.

—S-Son... e-e-eres... eres... ¡ERES TÚ! ¡ERES UN ANGEL!

Ojos en blanco y las mete de nuevo.

—No soy un ángel.

Ella le mira absolutamente confundida.

—O sí lo soy. Un ángel caído.

—Pero tus alas son... preciosas.

—Siempre lo fueron, las cuido mucho.

—Pero... pero... ¿Cómo es posible que sean como... antes? —Se incorpora del suelo aún impresionada.

—No son como antes, son más bonitas ahora.

—¿¡T-Tienes unas alas más bonitas ahora?! Sácalas otra vez.

Ojos en blanco y ahí van de nuevo.

Ella se levanta del todo, acercándose a él y extendiendo una mano para tocarlas.

Lucifer la mira y las aparta un poco, ella le mira a él.

—¿P-Puedo tocarlas?

Sonríe de lado, se las acerca y cuando estira la mano de nuevo se las vuelve a separar.

—¡Ehh! —protesta un poco.

Se ríe.

Miguel le sonríe, porque maldito infeliz, toda la vida le ha caído bien.

Él me pone el ala en la cabeza y la empuja un poquito con ella.

—¡Lucifer! —le riñe un poco y él se ríe más.

—¡No te rías!

Igualmente ella se ríe también porque… esto es mucho más relajante que cualquier cosa que hacen en general.

Él la empuja un poco más con el ala y ella hace fuerza para que no lo haga.

El demonio se mueve para hacerlo un poco más y de repente suelta para que se caiga contra él.

Y obviamente ahí va de frente contra él, que la atrapa. Ahí está el… momento de excesiva cercanía.

Traga saliva. Miguel también, mirándole.

Él se humedece los labios y es que aquí cerca, Miguel se siente… bien.

—U-Uhm... Bueno... —la suelta un poco.

—Y-Ya… ya —ella no se separa mucho la verdad. Debes poder sentir el amor.

—Sí —responde, nadie sabe a qué, girando la cara.

—L-Lucifer… —ella le llama y él la mira, carraspeando—. N-No vas a…

—What?

—A-A…

Es que… ahora mismo no quiere arrancarte la cabeza. Quiere darle un beso. Quiere que le de un beso.

Pues él también, pero...

Le acaricia un poquito el pecho con la mano que levantó.

Aprieta los ojos y la aparta más.

Miguel traga saliva y da un pasito hacia atrás.

Lucifer guarda las alas y se va a dar una vuelta por el cuarto.

Miguel le mira hacer, de reojito.

—N-No voy a…. N-No sé qué haces.

What?

—P-Pues… ¡P-Pues ustedes lo que hacen! —protesta ella.

—¿Qué hacemos?

—¡Lo que siempre hacen! ¿¡Por qué tú no?!

—¿Hacemos de qué?

—P-Pues… e-es que no te…

—¿No me qué?

—Yo no… t-te… no tienes… —Migueeeel, acaba las frases. Se sonroja—. ¿T-Tú no das besos?

Lucifer parpadea.

—No. Ya te he dicho que soy un demonio.

Miguel se sonroja hasta la punta de los pies con ese "No"

—Y-Ya. Ya. Claro. Ehm… bueno…

—Aunque mis alas puedan hacerte pensar que no.

—Igualmente eso que, ¡Belcebú sí besa a Gabriel!

—Es un acto de amor.

—Pues… ¿Yo?

—¿Tú?

La ángel aprieta los ojos porque parece que el cerebro no le funciona bien.

—¡Yo tampoco doy besos!

Él mira un instante y ella se sonroja.

—A-A menos que quisieras uno —añade y él sonríe de ladito.

—No los das, pero si los pides. Eso tiene gracia.

—¡No estaba pidiéndolos!

—¿Suplicando?

—Ugh, ¡Lucifer! No debí hablar de esto.

Se ríe.

—Ugh, eres absolutamente imposible. Me voy —no ayudan las risas.

—¿A dónde?

—A-Al… infierno.

—¿A qué?

—Tengo que bajar otra vez.

—¿Por?

—Porque tengo que hacerlo.

—Pensaba que tu misión era venir por mi.

—Es… Sí, es eso. Pero… Pues… es igual. No te molesto más.

La mira otra vez.

—¿Quién más está ahí abajo?

—N-Nadie.

—Sé cómo trabajáis. No habrías bajado sola ni muerta.

—Claro que sí…

—Ni hablar, tenéis terror.

—N-No es terror, ¡obviamente! —ojos en blanco.

—¿Y qué es? —levanta una ceja.

—Precaución. Hay que ser precavido en la vida, ustedes son traidores. Y dos ángeles piensan mejor que uno, pero…

—Entonces... ¿a quién has dejado ahí abajo solo?

—No he dejado a nadie —le mira otra vez, y se vuelve a sonrojar.

—No te creo.

—P-Pues…

—Además, ¿qué vas a hacer? ¿Bajar así?

—No, voy a volver a ser Leviatán —se encoge de hombros y le mira de reojo aún escaldadita con el beso.

—A ver —pide él, no muy seguro.

Miguel suspira y chasquea los dedos y ahí está otra vez, como Leviatán, vestida de oscuro. Menos demoníaco que la vez pasada, la verdad. Creo que trae ropa parecida a la de Lucifer, que la mira de arriba a abajo.

—Mmmm bueno, supongo que… hablaremos luego.

—No vas a convencer a nadie así —asegura él, ella parpadea.

—¿Por?

—Pues mírate, se nota que vas disfrazada.

—No se nota…. —se mira a su misma y carraspea porque la voz.

—Sí se nota.

—¿Y qué hago para que no se note? Ayúdame.

Lucifer sonríe un poco con esa palabra y hace un gesto para que se acerque, haciéndolo él también.

Ahí va, acercándose y mirándole frente a frente ahora que es más alto.

Sonríe más y levanta una mano, ella se sonroja casi en automático.

El demonio le acaricia la cara. Miguel cierra los ojos y otra vez de le desborda un poquito el amor, sin querer. O sea por accidente.

Lucifer se tensa y... la va a hacer que se vea como ella otra vez porque no le gusta recibir amor del idiota de Leviatán.

Miguel da otra vez un pasito hacia él.

O sea… ahora si tiene que ser.

Es que... sí, p-pero...

Ya, ya… Miguel levanta las manos y se la pone en el pecho con suavidad.

Baja la de la cara por su hombro y su brazo.

Ella hace una caída de ojos sin ni darse cuenta.

Él la toma de la cintura y la acerca hacia sí, apretándola.

No, bueno. Se le acelera el corazón. Este es el momento. ¡ESTE ES EL MOMENTO!

Seguro siente también el amor venir de él.

Es que eso ayuda un poquito, pero la pone más nerviosa aún. Hay unos golpes sordos que más adelante nota son los latidos de su corazón.

Puede que se quede ahí un poquito con eso, solo con la... cercanía.

Miguel sonríe un poquito, sinceramente, porque esto… esto es bonito y suave y le hace sentir mariposas en el estómago y un montón de nostalgia.

Lucifer cierra los ojos y apoya la mejilla en su sien.

Ella cierra los ojos también, sonriendo más. La más bestia, la capitana del ejército celestial, perfectamente suavizada con un abrazo su demonio consentido. Le envuelve en amor, entremezclándolo con el amor que siente venir de Lucifer.

Es que se le debe hasta sincronizar el corazón.

Dios suspira, sonriendo y Lucifer la suelta.

FACEPALM.

Miguel traga saliva, sin esperar eso, y sin soltarle ella a él así tan rápido. Carraspea y levanta las manos.

—Vale. Leviatán. El idiota de Leviatán. A ver...

Miguel se sonroja un poquito. Lucifer le pasa las manos por la cara para darle la forma y los ojos.

Es que no ayudas, en lo absoluto. Miguel se le acerca sin notar que le está cambiando la forma, cuando le toca.

Él traga saliva y le baja las manos por el cuello, cambiándole también la ropa.

Es que… Leviatán cierra los ojos y se le acerca, sin poder más con esto, para darle un beso en los labios.

Uf... es que tampoco se va a apartar.

Va a ser un beso muy raro para ti, Lucifer.

Pues es que sabe bien que es ella.

Es un beso bastante casto, voy a decirlo, porque los ángeles…

Está medio paralizado, así que por esta vez te salvas.

Miguel… Es que se ha paralizado a ella misma, porque se ha dejado llevar.

Lucifer la mira.

—E-Ehm…

—Ugh, no hagas esto con esta cara de idiota —protesta él.

—¿C-Cuál cara de idiota?

—¡Pues la de Leviatán!

—A-Ah… ehh… estabas muy cerca y…

La verdad ya no sabe ni cómo se ve, si como ella o como él o como una Quimera. Igualmente levanta las manos y se toca los labios sin pensar porque… ¡Es que se han dado un beso!

Lucifer le da la espalda. Miguel querría dar un gritito agudo histérico.

—Ehm…

—¿Estás... lista?

—P-Pues… ¿pa-para qué?

—Pues para... ya sabes. Bajar.

—Ahhhh… Ehm. Ah. Of course —se sonroja, carraspeando otra vez y arreglándose la ropa—. ¿Y-Ya no parezco yo?

—Y yo qué sé —si sigue de espaldas, no se atreve a girarse.

—No puedo bajar como zombie apocalíptico.

—No puedes... no, ya. No me digas.

—Pues no, no puedo. Puedo bajarte con un rato si quieres.

—Ya. Y llamar la atención de todo el mundo, no me jodas.

—Entonces habrá que volver a pie.

—¿Cómo volvemos a ser amigos por treinta segundos y no paras de pedirme un millón de favores? —la mira.

—¡Bueno, volveré YO a pie y tú no si no quieres!

Se ríe de las quejas.

—¡No te rías! —se queja más—. ¿Vas a bajarnos tú?

—No, no lo creo.

—Pues entonces nos vemos… amigo.

Arruga la nariz con ese "amigo" que suena mal.

—What?

—Nada. Te veré abajo, "amiga".

Le fulmina, sinceramente y él le sostiene la mirada.

—¿Me vas a hacer ir sola a las escaleras?

—¿Te dan miedo?

—Pensé que… Ugh. Vale.

—¿Aja?

—Pues que podrías bloody venir.

—¿Por?

Ooooojos en blanco.

—¿Por qué no? ¿Ya no quieres hablar?

—Habla —le invita el con un gesto de la mano.

—Pero quiero bajar.

—No voy a hablar contigo en el infierno.

—¿Por?

—Porque eres Leviatán.

—Me hablaste al venir.

—Belcebú me obligó.

—¿Entonces prefieres hablar conmigo que con Leviatán?

—Pfff no.

Miguel frunce el ceño y le mira haciendo una mueca, él se ríe con esa cara.

—Pues… pues tú a mi menos —se cruza de brazos y levanta la nariz.

—¿Yo a ti menos qué?

—Me haces aún menos gracia que… Leviatán.

—SÉ... Que soy tu favorito.

—Ugh, ¡llevas seis mil años diciéndome eso!

—Por qué lo sé, si eres igual que ella.

—¡No es verdad! Ojalá fuera. Igual que ella.

Ojos en blanco.

—Es a lo que aspiramos los ángeles, por si se te ha olvidado.

—Ya, ya...

—Y para lo que tú la quieres…

—¿Para qué la quiero yo?

—Lo mucho que tú la quieres.

—No quieres entrar en esas competencias con ella, Miguel.

—Ya, ya lo sé.

Igualmente él le guiña un ojo que me le sonroja al instante.

Sonríe más porque mira que la prefiere así.

¿Sonrojada? Y... mona y mira que está de Leviatán. Igualmente levanta la nariz muy dignamente. En un gesto CERO de Leviatán y totalmente ella. Justamente.

¡Pero es ella! Y se nota.

—Bueno, entonces. ¿Me vas a abandonar aquí? —¿no lo quieres poner de manera un poco más dramática?

—Aquí... también.

—Ya debería estar habituada.

—Exacto.

—Pero no lo estoy —se le acerca otra vez, porque los ángeles suelen ser imposibles. Le toma del brazo—. Anda, bájame al infierno.

—Las palabras que creía que nunca me dirías —susurra y la abraza contra si.

Miguel es que le pone las manos en el pecho cada que le abraza.

—¿Querías que te las dijera?

—Sí —ahí van a ir hacia abajo.

—Ugh! —protesta apretándose contra por qué…. Es que el modo zombie lo odia!

Pues no ha querido bajar por las escaleras!

Le ha dicho, pero le ha mandado sola por las escaleras y la verdad, ejem. Quería que la abrazara otra vez.

Pues... no se puede tener todo.

Así que va a llegar al infierno con la nariz de Leviatán en su cuello.

Les va a ver alguien y la va a empujar como si le quemara.

No me extraña. Belcebú dice que haría lo mismo.

Leviatán sale casi volando con el empujón, sin esperárselo mientras el demonio que les ha visto levanta una ceja porque dafuq.

Lucifer le sonríe nerviosamente al demonio, haciéndole un gesto con los dedos a modo de saludo.

—¿Qué hay?

—¿Que hacían?

—Uhm... pues bajar. ¿Quién te crees que eres para pedir explicaciones? Belcebú?

—No. No… desde luego que no —se sonroja.

—¡Camina! —protesta Lucifer sonrojándose un poco en espejo.

—Está bien, está bien. Solo era raro —ahí sale corriendo

Le mira de reojo y luego se vuelve a Leviatán.

—Así que a empujones vamos a ir. Bien. Eso me da ciertos derechos —empieza a caminar hacia el salón ese feo de usos múltiples que tienen. Descripción cortesía de Miguel.

—No pienso disculparme contigo por la violencia.

—¿Y por otras cosas si? —sonríe de lado Miguel.

—Nah, no creo.

Leviatán le mira unos segundos…. Y es que el afectillo otra vez…

Lucifer aprieta los ojos porque lo van a notar.

—Bueno, gracias por traerme hasta aquí. Que Dios te bendiga.

Le da un escalofrío y Miguel se ríe. (Aunque igual a él no le duele tanto como al resto que recen...)

—Vete a la mierda —protesta él.

—Mejor ven conmigo… a la mierda.

—Ah, sí que ahora tenemos que estar pegaditos para todo.

—No en realidad. Nos vemos luego… amigo.

Lucifer aprieta los ojos pensándoselo mejor.

—¡Ni te creas que vas a ir por ahí simplemente siendo un ángel y que todos crean que yo soy idiota por no notarlo!

—No soy un ángel. Soy Leviatán… tú mismo te has encargado de disfrazarme.

—Ya, bueno.

—¿Eso quiere decir que vas a acompañarme? —le sonríe igual.

—Aunque sea para que no hagas el ridículo.

—Yo no hago el ridículo —la MIRADA.

—Aun.

—En general —empieza a caminar otra vez, a ver si le sigue. Y lo hace.

La muy tonta, sonríe porque esto le gusta más de lo que quiere admitir, sin pensar en los problemas que puede implicar.

—¿Sí es por aquí?

—Tú eres Leviatán, ya deberías saberlo si pretendes no hacer el ridículo.

—Ugh… súper útil —protesta intentando no pisar ninguna de las asquerosidades del suelo.

—Pues los demonios no se ayudan entre ellos.

—Yo no soy un demonio y tú lo sabes.

—Pero los demás no.

—Por eso debes ser listo y sutil.

—¿Yo?

—Para que no noten que me estás ayudando.

—Mejor sé lista tú y que no tenga yo que ayudarte.

—¿Para no hacer quedar mal a un demonio? Nah.

—Para que no te atrapen y te secuestren. Sigues en el infierno.

—No vas a dejar que me atrapen y me secuestren.

—¿Por qué no?

—Pues… Porque ahora somos… amigos de nuevo.

—¿Solo un beso y ya tengo que protegerte? Eso no funciona así.

—Esto no tiene que ver con el beso.

—Es por lo que somos amigos.

—¿Somos amigos por un beso?

—¿Por qué lo somos si no? —él la mira.

—Porque siempre lo fuimos y ahora hablamos y aclaramos ciertas cosas.

—Ya, me cortabas la cabeza muy amigablemente.

—Pues antes lo éramos y luego dejamos de serlo. Y ahora lo somos otra vez… nada más.

—Vale.

—¿Porque tú no quieres ser nada más? —insiste Miguel, empezando a pensar que quizás si está perdida.

—Ah, que tú sí que quisieras algo más.

Miguel se sonroja, sin responder consiguiendo al fin entrar al salón.