Miguel se acerca a Belcebú y se sonroja más cuando... o sea es que nota que Lucifer la está siguiendo, desde luego... ugh.
De hecho, Lucifer sigue en pasillo mirando el cartel con un unicornio que dice "No sabía que ponerme y me puse feliz" en letras moradas. Comic Sans, eso sí. La verdad, si estuviera menos shockeado con la idea sí que se daría cuenta de que al menos en este el uso de la tipografía y el interlineado y proporciones generales guarda bastante harmonía.
Ughh... Gabriel!
Belcebú está hablando con Dagón, que de hecho tiene cara de que le está diciendo que a partir de ahora va haber cupcakes de arándanos y fresa gratis para todos.
—... Y palomitas de maíz dulces —añade cuando ve a Leviatán, levantándose.
Belcebú te ODIA. ¡Palomitas de maíz dulce!
Es que sigue teniendo hambre y además de algo dulce.
Nadie se los va a comer, que lo sepas.
Ella.
Le vas a devolver su cuerpo con 20kg de más o más.
Ugh. Pero bueno, ahí se acerca a Leviatán, casi casi abriendo los brazos porque ¡es que aquí nadie le quiere! Y todo es frío y le pica y todos se gritan y nadie le escucha del todo y todos parecen súper aterrorizados.
—Hola, Belcebú, ¿cómo estás? —Leviatán no le abraza, pero si le lanza amor.
Toma aire, deteniéndose y cerrando los ojos como si pudiera aspirarlo por la nariz.
—¿Cómo vas? —pregunta Leviatán.
—Pues... no muy bien.
—¿Por?
—No me está saliendo muy bien las cosas y esto es incómodo. ¿Cómo vas tú?
—Yo… voy… Ehm, bueno, ahí voy.
Mira a Dagón y toma a Leviatán del brazo para llevárselo.
Dagón que debe estar pensando que a Belcebú AHORA SÍ se le fue la pinza del todo.
Se lo lleva al despacho y ahí va Lucifer tras ellos en cuanto lo nota.
Leviatán le mira y luego busca a ver si Lucifer sí le ha seguido o no. Empuja un poco a Belcebú.
—Sis!
Leviatán se sonroja al ver que les habla, separándose más de Belcebú pero esta no hace caso.
—Ehm… Lu-Lucifer viene aquí atrás.
—¿Qué?
—Nos está siguiendo.
—Démonos prisa.
Leviatán apresura el paso y también los otros dos, Lucifer frunciendo el ceño.
—¿Te ha descubierto alguien? —pregunta Leviatán.
—No, pero no paran de decirme que si me pasa algo.
—Es que es difícil hacer esto. ¿Qué creen que te pasa?
—No lo sé...
—Bueno, cálmate que ya llegué yo y no te diré eso —le sonríe.
Belcebú respira profundamente.
—No le digas esto a Belcebú, pero esto es más difícil de lo que parece, llevo un rato discutiendo con todo el mundo. Son todos imposibles y nadie hace nada de lo que digo o me lo cuestionan todo veinte mil veces.
—Yo siempre te digo que si no es con violencia no funcionan… ¿Qué les has puesto a hacer?
—Cosas muy fáciles, Miguel... ¡Muy fáciles!
—¡Lo sabía! —grita Lucifer desde fuera.
—Ugh! Hay que… Ugh. Hay que dejarle pasar…
—¿Qué? ¡No! ¡Miguel!
—Pues no sé qué está gritando pero creo que dijo "lo sabía" y como se le ocurre gritar lo qué pasa…
—Pero es que va a saber que...
—Un minutoooo.
Ojos en blanco de Lucifer y Belcebú mira a Leviatán, nerviosa.
—Tienes que convencerle a ÉL de que eres Belcebú —susurra Leviatán —. Sabe que yo no soy yo.
—Sabe que... ¿qué?
—Yo no huelo a demonio como tú. Venga… —se sonroja—. Necesitas… ser como es Belcebú o nos van a descubrir todo.
—Pues lo estoy siendo, solo quería... arreglar esto un poco —le mira de reojo y traga saliva.
Leviatán le mira y le toma las manos.
—Yo lo sé, y seguro vas a conseguir arreglarlo —asegura pasándole amor porque parece asustada y desconsolada.
Es que ella le abraza de golpe y Leviatán la abraza también.
—Eh, Gabriel… ¿qué pasa? –le susurra acunándole un poco. Por lo visto si Miguel puede ser suavecita con alguien es con Gabriel.
—Esto es horrible, no quiero ser un demonio.
—Creo que en el fondo nadie quiere ser un demonio… —admite pensando en Lucifer y lo que le ha dicho de como lo ha pasado cuando cayó.
—Pero ellos lo merecen.
Leviatán suspira con eso y Belcebú la mira.
—Pues… no sé. Hablé con Lucifer.
—¿Y cómo fue eso? —sonríe yendo a sentarse por ahí.
—Pues… bien. Espera que no quiero que nos oiga —se va a sentar junto a él para cuchichear mirando a la puerta—. Explicamos el malentendido.
—¿No ibas a mirar que no dijera nada? —pregunta cuando ve que sienta y Leviatán se sonroja, porque sí…
Belcebú le mira y ahí se va a la puerta y abre a ver si Lucifer sigue ahí o no, sonrojándose. Ejem.
No está.
—Oh… ya no está. Ehm, bueno, mejor… —cierra la puerta otra vez.
Belcebú le mira pensando que si Lucifer no irá a decirles a todos.
—Hablamos... de cosas. De cosas serias. De cosas que nunca habíamos hablado —sigue Leviatán.
—What?
—Y ya estamos bien otra vez, como antes. Tiene las alas blancas.
Belcebú parpadea unas cuantas veces.
—Creo que... bueno, que ya está, en realidad no parece muy difícil esto.
—Pero... ¿de qué hablas?
—Pues de la voluntad de nuestra señora.
—Oh, qué... Mjm?
—Pues... no quiere casarse aún, pero en realidad creo que en algún punto... deberían... Pues debería querer. Igualmente parece que no es tan complejo, ya hice todo lo que se esperaba de mí hasta ahora, entiendo.
—¿Qué hiciste?
—Las cosas que hacen las parejas —se encoge de hombros.
—¡Te dije que no te acostaras con él! — Belcebú levanta una ceja.
—¡No me acosté con él!
—¿Qué hiciste entonces? Lo de... —entrecierra los ojos.
—Pues las cosas que hacen las parejas. Hablar, estar cerca, ehm... darle un beso —mueve la mano sin mirarle a los ojos.
Belcebú levanta las cejas porque pensaba que diría que le hizo lo mismo que les hizo a Belcebú y Leviatán en el cielo.
—No parece algo tan difícil.
—¿El qué?
—Este asunto de ser pareja.
—Ah... ¿no?
—No. Ya te lo he dicho que hemos hablado y está ahora como que todo muy claro.
—¿Claro en qué sentido?
—Pues como estamos y lo que ha pasado… no sé. No digo que seamos pareja pero quizás... pueda convencerle de casarse.
—Pensaba que ya lo estaba —parpadea otra vez.
—No quiere—aclara Leviatán.
—O sea... Hace media hora gritabas que ibas a entrar por la fuerza y arrasar con todo el infierno.
—Pues… aún podría ser necesario, no digo que no —se sonroja un poco, con la boca pequeña.
—Mmmm... —le mira entrecerrando los ojos.
—¿No es esto lo que querías que hiciera? Que me acercara a él e hiciera… lo que ustedes —protesta.
—Sí, pero... ¿por qué has vuelto?
—Pues porque hemos terminado de hablar.
—Mmmm... Vale, y ¿cuál es tu plan con él ahora?
—Pues no sé, seguir siendo amigos y así, pareja. Hasta casarnos.
—Vas a... tener una cita, entonces.
—Una… cita. Hum… ¿Crees que debería?
—¿Cómo vas a seguir siendo pareja si no?
—Pues hablando por teléfono.
Parpadeo parpadeo parpadeo parpadeo.
—Estamos bien, creo. ¿Debería invitarle yo a una cita? —sigue Leviatán.
—¿Quieres ir a una cita? ¿Cómo vas a convencerle de casarse? ¿Por teléfono?
—Pues… hoy fuimos a un apartamento. Tiene alas blancas, Gabriel. BLANCAS.
—¿Blancas? — Frunce un poco el ceño con eso.
—Blancas brillantes y más… Ehm… Bueno, impresionantes que nunca.
—Crees que sea... pero no puede ser un ángel. No él, de todos. ¿Cuántas veces le hemos matado?
—Más de las que recuerdo… —susurra y suspira —. Pero las alas son blancas. Y habla con… Ella.
—¿Habla con ella?
—Ella le habla.
—Pero... ¿cómo? ¿Por qué?
—Pues… no lo sé. Gabriel… ¿y si todo lo hemos entendido mal?
—Pero... ¿Cómo? ¿Qué hace aquí si no es un demonio?
—No sé… no sé si es un ángel tampoco.
—Es que... Es Lucifer, Miguel, ES un demonio.
—Es Lucifer… quizás no es del todo un ángel ni del todo un demonio. Es… él. Siempre ha sido el favorito de Nuestra Señora.
—Pero... ¿eso no le haría un humano?
—No es un humano, es… es… Lucifer.
La mira.
—Pues es él… es… ÉL. No sé. Yo no considero que me hable ella directamente. Tiene las alas mucho más bonitas que las mías, Gabriel, quizás… no sé. Quizás no debí cortarle la cabeza todas esas veces.
—¿Cómo vas a decir que no debiste?
—Pues… quizás no debí. ¿Qué tal que todo lo he entendido mal?
—¿Y qué debimos entender?
—No sé... No entiendo aún. Quizás fui demasiado dura con él…
—Bueno... o sea, entiendo que pienses eso, pero... —Belcebú se revuelve, nerviosa.
—Tiene las alas BLANCAS.
—Pero es que es Lucifer. Es como... su foto aparece junto a la definición de demonio de los libros ilustrados.
—Ya, ya lo sé… ¿y si nos hemos equivocado desde siempre? Y si deberíamos… recibirle en el cielo y perdonarle.
—¿P-Perdonarle?
—Gabriel, es Lucifer. Es él. Le he visto bien de cerca, le he… abrazado —se sonroja —. He visto sus alas limpias y puras.
—Pero es que eso no depende ni de ti ni de mí.
—Depende de ELLA, pero quizás esto es lo que quiere ahora. Que el vuelva.
—Entonces ella lo hará.
—Quizás es lo que está haciendo.
—No creo que los perdone a todos.
—Quizás no a todos, pero si a Lucifer.
—¡No va a perdonar a Lucifer y no al resto!
—El resto no tienen alas blancas.
—¡El color de las alas no demuestra nada!
—¡Algo debe demostrar!
—Pues que el color de las alas no importa.
—Pero cómo no va a importar, ¿crees que no importaría si de repente tuvieras las alas negras?
—Pues no, no importaría por lo visto. Miguel...
—¿¡Cómo no va a importar, Gabriel!?
—¿Cómo va a importar?
—¿Pues cómo no va a importar?
—Porque es un demonio. En mayúsculas. Todo esto es porque has sentido su amo, ¿no es eso?
—¡No es por eso! —se sonroja un montón de golpe.
—Sé que es EXACTAMENTE por eso. Olvidas que los demás hemos pasado por esto mismo.
—¡No sé de qué me hablas!
—Pues cuando sientes que ellos te dan amor de vuelta, que se les escapa sin poder evitarlo y al principio es pequeñito y como tímido y no saben cómo... Ni siquiera pueden evitarlo y además es todo sincero y... no puedo creer que haya dejado yo a Belcebú en manos de unos serafines cualesquiera —se levanta.
¡Nadie puede creer que hayas dejado a Belcebú así! (Bueno, no nadie… Belcebú no puede creer…) Se va a ir por ella como nadie le detenga.
—What? ¡No! ¡Espera! —sí que le detiene del brazo y la demonio le mira—. Le están dando amor, y esto es para ayudarla.
—Sí, pero yo... yo debería...
—No ahora. Vamos al rato si quieres…. La situación es delicada. Tienes que convencer a Lucifer —insiste mirándole a los ojos.
—¿De qué?
—De que no eres Gabriel, o un ángel. Sospecha que no he bajado sola.
Belcebú aprieta los ojos.
—Venga, Gabriel. ¡Esto es por ella!
—Hagamos que baje alguien más. Alguien disfrazado.
—Pues… sí. Vale. Sí, eso sería útil —Leviatán saca su teléfono —. ¿A quién le hablo?
—No lo sé.
—Pues… a…. ¿Remiel?
—En realidad no importa mucho, así que sí.
Y ahí va a llamarle, pensando que Remiel no va a atreverse a molestarla demasiado y como es el número de Miguel, Remiel no tarda tanto en responder.
—¿Miguel? ¿Va todo bien?
—Hola. Más o menos. Necesitas bajar… disfrazado.
—¿Q-Qué? ¿Yo?
—Es que me han reconocido a mí y no a Gabriel, y saben que vengo con alguien…
—P-Pero... ¿quién te ha reconocido?
—Ehm… uno de ellos —Miguel se sonroja.
—¿Cómo?
—P-Pues…. Ehm… Hablando conmigo.
—¿Por qué estás hablando con ellos?
—Pues porque tenemos una misión.
—¿Cuál?
—La que nos dijo Gabriel con los demonios.
—Teníais que fingir que erais ellos para que no supieran lo que les habíais hecho.
—Lo sé, si eso estaba yo haciendo —claaaaaaro claaaaaaro.
—Yo no puedo bajar, no hay más demonios.
—Eso no es un problema, ahora te consigo a uno.
—¿Cómo?
—Espera…. —mira a Gabriel —. ¿Puedes llamar a algún demonio?
—¿Eh?
—A cualquiera que veas aquí afuera. A ti te harán más caso que a mí.
Ahí va, entonces y Miguel le espera acercándosele por atrás para espiar a ver si Lucifer no está por ahí.
Ojos en blanco, Miguel, con la obsesión. No lo está, pero al que Belcebú llama si es uno de sus chicos.
Ejem…. Sonrojito. No que ella lo sepa.
Seguro sí lo sabe.
Ejem… no, no lo sabe. Ejem. EJEM.
Bueno, igual ahí lo tienes.
—Ohh… Margas —Leviatán le saluda, arrugando la nariz. Es uno de los tantos a los que les llama cuando quiere… decirle algo a Lucifer. Se sonroja igual.
—Ehm... My Lord. ¿Sucede algo?
Leviatán cierra la puerta detrás de Margas, sonríe y… chasquea los dedos. Belcebú les mira a los dos.
Margas obtiene unas cadenas de ESAS, una mordaza, guanteletes… todo el equipo.
Tanto Belcebú como Margas levantan las cejas (porque además creíamos que iba a desaparecerle)
El segundo chasquido lo hace.
—Bien… ya puede bajar Remiel —sonríe llevándose el teléfono al oído.
—Pero ¿qué has... hecho con él?
—Lo he quitado del camino —hace un gesto con la mano tan… característico de ella.
—Remi?
—What?
—¿Recuerdas a Margas?
—Eeeeh...
—Eso imagine. Lo he mandado a la celda 10110 en el cielo. Ve a verle y ven disfrazado de él… ya.
—V-Vale... vale —y ahí va, un poco acojonado y Leviatán mira a Belcebú.
—Esto debe funciona… hueles a demonio.
—Ya... veremos. Bueno, entonces explícame exactamente qué ha pasado.
—¿C-Con Lucifer?
Asiente y Leviatán se sonroja un poco otra vez, chasqueando los dedos un par de veces para limpiar unas cuantas baldosas en el suelo y hacer una silla limpia, blanca con plateado.
Luego se sienta. Belcebú le mira.
—Hemos discutido un poco que hacer aún sin salir del infierno… y ni ha pasado nada de tiempo antes de que supiera que era un ángel.
Aprieta los ojos.
—Pensaba que era alguno de los Ángeles del ejército y que lo había enviado yo a espiarme.
—Oh... ¿Alguna vez has hecho eso?
—N-No —Leviatán se sonroja más y no le mira.
Belcebú levanta una ceja, pero la cree... porque es Miguel.
—No a espiarle… sino al infierno.
—What?
—Me refiero a no espiarle a él directamente, Gabriel. En serio no estoy obsesionada. La cosa es que… aún no sabía que era yo, estaba seguro de que no lo era de hecho, obvio.
—Pues es que suena como que si lo haces a menudo.
—Toda precaución es poca.
Cuando hablamos de Lucifer. Bueno, la cosa es que subimos a la superficie e íbamos a ir a buscar a Azrael, pero al final decidí que necesitábamos hablar… y uno de esos sitios donde viven los humanos era una buena opción.
—Así que sí lo haces... bueno, ¿aja?
Miguel frunce un poco el ceño y carraspea.
—Y hablamos… de mí y de él y de… cuando cayó. Que fuimos muy duros con ellos, que nunca preguntamos si estaban bien.
Belcebú parpadea con eso porque ahora mismo ella está siendo un demonio y lo único que le da esperanza es saber que esto es temporal.
—No sé, Gabriel… quizás debí hablar con él antes. Pero era imposible, ÉL era imposible.
—Yo tampoco le pregunté, parecía obvio que no lo estaban porque estaban siendo castigados y merecían serlo.
—Pero es que… fue un castigo enorme, Gabriel.
—El agravio también lo fue.
Leviatán suspira recordando las palabras de Lucifer "tú también estabas de acuerdo". Traga saliva y se mira las manos.
—Miguel, de todos modos no eres tú quien tiene que perdonarle.
—Tiene alas blancas y ELLA habla con él.
—¿Y por qué no le ha perdonado aun?
—Si habla con él, le ha perdonado un poco.
Pero no puede ser que ELLA hable con él y YO no porque se supone qué hay que estar enfadados.
—No he dicho que no le hables, pero perdonarle solo porque te ha gustado que te quiera...
—¡No me ha gustado que me quiera! —aprieta los ojos. La verdad, Miguel, estás rebozando amor. Menos mal que Gabriel no lo siente ahora—. Ni siquiera me quiere tanto.
—¿Porque no le has hecho como a Leviatán y Belcebú?
—El… es bastante inmune a ello —Leviatán se revuelve un poco.
—Mmmm...
—Es Lucifer, el siente el amor de Nuestra Señora.
—Creo que deberíamos capturarle y hacer pruebas con él.
Leviatán le mira.
—¿Capturar a Lucifer?
—¿Pues para ver cómo funciona esto?
—¿C-Crees que… sea necesario?
—Si queremos saberlo, sí.
—Quizás podría investigarlo yo.
—¿Cómo?
—P-Pues haciendo lo mismo.
—Mmm...
—Pero solo yo, digo… puedo llevarle yo a algún lado y tratar de hacer experimentos.
—¿Cómo cuáles? ¿Qué vas a hacer?
—Llevarle a algún sitio… —lo que quieres es no hacerle daño a Lucifer, sino llevarle a una cita.
—¿A qué sitio?
—No lo sé… a algún sitio en la tierra.
—Pero...
—What? Solo digo que secuestrarle… es un poco violento —¿tú te oyes?
—Pues no es que hayas tenido miramientos por otras cosas violentas.
—Ya, ya… pero es estratégico.
—Mmm... Estratégico. ¿Cuál es la estrategia?
—Llevarle secuestrado hará que deje de confiar en… nosotros.
—Pero hará más fácil hacer pruebas, o sea, es que... ¿qué vas a hacerle?
—No lo sé, ¿qué pruebas quieres hacerle tú?
—Pues es que... ¿cómo podemos saber que no miente cuando dice que Dios le habla?
—¿Por qué iba a mentir?
—Lo demonios mienten.
—Ya, pero para que mentir en esto.
—Para que tú... te confíes.
—¿Me confié? Gabriel, soy yo…. Yo no me confío nunca —sí, sí se confía.
—Miguel, ¡estabas hablando de perdonarle no hace ni treinta segundos!
—¿Tú no perdonaste a Belcebú?
—No.
Leviatán parpadea.
—¿N-No?
—Y no creo que el resto lo hayan hecho tampoco.
—¿N-No? Pero si van a casarse.
—¿Y?
—Pues… no puedes casarte sin estar en paz con Belcebú.
—No es que no esté en paz, pero ella tiene que ser un demonio. No puede simplemente volver a ser un ángel.
—Bueno yo no decido eso, pero yo sí puedo perdonarle.
—Mmmm... Bueno.
—No pareces muy convencido.
—Es que me parece que esto está muy tomado con pinzas —Está COMPLETAMENTE tomado con pinzas, Gabriel. No te equivocas.
—¡No lo está! Es simple.
—Pues sigo sin entenderlo.
—Quizás porque tú no eras el mejor amigo de Belcebú antes de caer.
LA MADRE DE LOS OJOS EN BLANCO con eso.
—¡Pues es verdad!
—No lo es.
—Excuse me?
—No lo es porque no tiene nada que ver.
—Tiene todo que ver, conozco a Lucifer, sé cómo es… por eso es simple.
Frunce más el ceño.
—Pues vale. Vete con él.
Miguel parpadea.
—¡No, no me quiero ir con el!
—No parece.
—Gabriel, no te enfades... —estira una mano hacia Belcebú y le da amor.
—Pues es queee…
—S-Solo me tomó por sorpresa.
—Ya.
—Quizás si deberíamos secuestrarle.
—No, no... Vete con tu amigo.
Leviatán le mira unos segundos más y luego se le echa encima, abrazándole
Belcebú levanta las cejas y le abraza de vuelta y ahora sí que le pasa amor y no excitación.
—Tú eres mi amigo.
—Pero le quieres más a él.
—No le quiero más a él, es un idiota.
—Lo harás, le querías más a él antes de que cayeran.
—Y después me hizo lo inimaginable.
—Pero quieres perdonarlo.
—P-Pues…
—¡Lo has dicho!
Leviatán aprieta los ojos.
—E-Es que…
—What?
—Es… Es que imagina que fuera yo, Gabriel.
—¿Por qué ibas a ser tú?
—P-Pues... bueno, imagina que tuviera alguna idea polémica y fuera yo a la que echaran del cielo. Y después de seis mil años hablaras otra vez conmigo... ¿No querrías perdonarme si escuchas además que... aún tengo las alas blancas y hablo con Nuestra Señora?
—Tú no harías eso.
Leviatán traga saliva.
—¿Pero qué pasaría si lo hiciera?
—Pues lo mismo que a él.
—¿Me dejarías de hablar para siempre?
—No lo sé, Miguel, tal vez.
Leviatán aprieta los ojos.
—Bueno, igualmente no va a pasar.
—Bueno, ya.
—O eso espero… Gabriel es que si confía un poquito en mí no quiero que ahora deje de hacerlo.
—Ya, claro, pero ahora quieres hacerlo todo sola con él.
—No, no quiero hacerlo sola con el… —aprieta los ojos.
—Si hasta has dicho que querías hacer las pruebas tú sola.
—No sé qué quiero hacer, ni siquiera lo he pensado bien.
—¡Tú eres la que lo ha dicho!
—Ya lo sé, pero no lo he pensado bien… ¡si acaba de pasar todo!
—Y ha sido lo bastante intenso para esto.
—S-Si, si ha sido bastante i... —se detiene al ver que le suena el teléfono, es Uriel—. Oh... hello.
Se sonrojaaaaa.
—Estamos aquí abajo.
—¿Q-Qué? ¿Quiénes? ¿No iba a venir Remiel?
—Estamos aquí los dos.
—Ohh…. ¿De quien viniste disfrazada?
—¿Pues tú qué crees? venid aquí.
—¿¡De ASMODEO?!
Le cuelga de golpe, todos tan tsunderes. Leviatán mira a Belcebú.
—¿Qué pasa?
—Que están aquí los dos, bajó ella con Remiel... creo que vestida de Asmodeo.
—¿Quién? ¿Sariel?
—Uriel.
—Ah... por?
—¡Y yo que sé!
—Pues vamos a buscarles.
Leviatán asiente, levantándose y ahí va Belcebú con él, que deben notarse ellos dos a miles de kilómetros a la redonda y Lucifer que está en plan FACEPALM.
—Uy… uy. Uy! —Leviatán tira de Belcebú, que frunce el ceño.
—Ehm… ¿qué hacen aquí… conspirando? —pregunta Leviatán sin atreverse a mirar a Lucifer empujando a Belcebú delante de él.
—Esto —Lucifer les señala a todos—. Es cualquier cosa, menos una conspiración.
Y Uriel protesta algo que parece llevar un rato protestando sobre que se calle y que no tiene ni idea. Algo así medio indefinido.
—No sé qué idea te estás haciendo, Lucifer… —alega Leviatán, aún sin verle, sonrojándose más.
—Que sois todos ridículos. Y que Belcebú, donde quiera que esté, no está siendo lo bastante dura con todos vosotros.
—¿¡Cómo va a no ser dura!? —protesta Remiel.
—¡Belcebú está aquí!
La mirada de Lucifer y Belcebú frunce el ceño para encararle.
—Yo soy Belcebú, ¿qué haces retándome de este modo?
Leviatán la mira de reojo y repentinamente le parece que sí que parece Belcebú un poco.
Hasta da un pasito atrás.
—Claro, claro. Seguro. Y yo soy un ángel ahora.
Y es que Belcebú le tiene ganas con la conversación que acaban de tener con Miguel. Chasquea los dedos y lo encadena. Leviatán aprieta los ojos y se muerde el labio así que Lucifer encadena a Belcebú de vuelta.
Qué bonito.
—Ehh, Ehh! —protesta Leviatán.
Belcebú frunce el ceño y se revuelve. Lucifer sonríe porque si será idiota. Y ahí va Uriel y Remiel a encadenar a Lucifer a la vez porque... pues... era Gabriel ¿no?
Ugh, además las cadenas de ellos dos….
Leviatán abre la boca para decir algo… y luego la cierra. Carraspea.
—¿¡Podrían dejar todos de encadenarse los unos a otros?!
—¡Ha empezado él! —gritan los dos a la vez, Belcebú quitándose las cadenas y sorprendiéndose a si misma de ser capaz.
—Pues me da igual quien empezara, no van a estar lanzando cadenas por todos lados —chasquea los dedos y le quita a Lucifer las que puede, sin mirarle.
Que son todos menos las de Belcebú.
—¡Miguel! —la riñe Uriel.
—¡No me llames así!
—¡Pues que haces soltándole!
—¡Le estoy quitando cadenas que es OBVIO que no le puso un demonio!
Lucifer parpadea con eso y cuando consigue quitarse las de Belcebú levanta las cejas
Leviatán se cruza de brazos.
—Mira, no sé cómo ni porque estáis haciendo esto, pero estáis haciendo el ridículo y esto es peligroso, así que más vale que os larguéis todos.
—¡Nadie te ha pedido opinión a ti!
—No es peligroso si no nos delatas —interrumpe Leviatán.
—Cómo iba a no delataros, van a pensar que soy estúpido como venga alguien más. Por no hablar de... como aparezcan por aquí... —los mira a los cuatro.
—Voy a tener que sacarte de aquí, entonces —Leviatán levanta una mano y pone los dedos en posición de chasqueo. Y es Belcebú quien le hace desaparecer.
—Bien. Solucionado.
—¡Nooo! ¡¿A dónde le has mandado?!
—Fuera de aquí. Para que no moleste. Estoy harto de él.
—¿Pero qué está pasando? —pregunta Uriel.
Leviatán vacila porque quería hablar con él un poco más. Se cruza de brazos porque así es la mitad de divertido.
—No está pasando nada —responde sonrojado.
—Lucifer ha descubierto a Miguel, así que será mejor que cambiemos, uno de vosotros debería quedarse aquí y que ella vuelva al cielo.
—Pero... —vacila Remiel.
—Bien, me quedaré yo —asegura Uriel, que por cierto, va disfrazada de Aamón, no de Asmodeo.
Ohh. Eso debía haber causado cierra confusión un poco antes.
Nah, lo ha hecho bastante mal.
—¿Además vas a echarme a mí también? —Miguel mira a Belcebú frunciendo el ceño.
—Ya le has oído, es peligroso esto y alguien podría descubrirte. Ve y mira si Leviatán ya está consciente y si lo está, me mandas a Azrael aquí con su cuerpo.
—A Azrael con su cuerpo —repite Miguel y frunce el ceño —. Pues nada, vale. ¿Y a dónde le has mandado?
—Será lo mejor, los disfraces no están funcionando.
Leviatán suspira y sigue mirando a Belcebú.
—En una celda, ¿vale?
—No quiero irme.
—Miguel, no sirve de nada que te quedes si alguien te mete a ti en una celda.
—Quien es el que está echándome a mi ahora… —igual se gira yendo hacia las escaleras.
—¡Por tu protección!
—Ya lo sé, pero igualmente... Bueno, te mando a Azrael.
—Gracias.
—Ñañaña… —Miguel camina un poco regañada hacia las escaleras y Remiel se va detrás. Miguel ni lo nota hasta unos minutos más tarde.
—¿Ha ido... va todo bien?
—¡Ohh! Ehm... ¿Que la gracia sea contigo?
—Uhm... gracias. Y con tu espíritu.
—Remi!
—¡Hola! —sonríe un poquito.
—ME alegra que estés aquí —le toma del brazo—, este lugar es asqueroso.
—¿Pero qué ha pasado?
Leviatán suspira.
—Hablé con Lucifer...
—¿Y qué pasó?
—Nada malo, en realidad. ¿Sabes que tiene las alas blancas?
—¿B-Blancas? —vacila Remiel sin creérselo del todo.
—Más blancas que las de algunos ángeles que conozco.
—¿Cómo quiénes?
—Pues como... prácticamente todos. Blancas, Remi, ¡como la nieve! Es raro... R-Remi, tu no... tu... ¿has hablado con algún demonio para hacer esto...?
Niega.
—Estoy... un poco asustada.
—Yo también.
—Es que…. ya verás cuando tengas al demonio enfrente.
—¿Q-Qué?
—Ya que está el demonio delante, mirándote fijamente, que sientes... u-un poco de amor viniendo de él... e-es...
—¿Amor? —levanta las cejas sin esperarse eso. Miguel asiente.
—A-Al menos Lucifer... aún es capaz. Poco, pero es capaz.
—¿Cómo?
—No sé... pero se... se siente. Sabe... —se humedece los labios —, a... a lo que sabía su amor antes —Miguel on drugs por lo visto con el amor en el aire.
—¿Lo... lamiste? —levanta una ceja sin acabar de entender ese símil del sabor.
—No... ¡No! ¡NO! —el sonrojo incrementa cada vez que grita un poco más—. Me refiero… a-a-a… ese… esa sensación de amor.
—¿En la boca? ¿Le besaste?
—L-Le… Bueno… sí, un poco. Pero no… no como Gabriel. Era algo… normal. ¡Como nosotros!
—Pero él no es un ángel, no es lo mismo.
—Pero es… él. No es que sea cualquier demonio.
—¡Exacto!
—Es… Es…. Es…. Es….
—El peor de todos ellos—sentencia Remiel citándola como tantas veces ella les ha dicho a ellos.
—¡No es el peor! —protesta Miguel porque ahora ese discurso le es un poco inconveniente.
—¡Es Lucifer!
—¡Pero él no es el peor! Él… tiene sus cosas.
—¿Cómo no va a serlo? ¡Es el traidor! ¿Cuál es el peor si no él? Tú siempre lo dices.
—Cada uno tiene lo suyo — Miguel aprieta los ojos.
—Pero...
—What?
—Pues que llevas TODA la vida diciendo que es el peor y en solo una tarde... debe haber sido un buen beso.
—No fue ningún… no fue un… no fue un beso—protesta de nuevo un poco histérica.
—¿Y qué fue entonces?
—Pues... ¿Es que tú has visto como Belcebú le mete la lengua a Gabriel a la boca?
—¿Eso te hizo? —hasta da un paso atrás.
—N-No — Miguel se sonroja y aprieta los ojos porque… ojalá.
—¿Entonces?
—Ven.
La mira, porque ya la ha seguido todo el camino aquí. Leviatán se le acerca para darle un besito como los que suelen darse.
—B-But...
—Wh-What?
—Con... Lucifer —insiste Remiel.
—Yes —se sonroja y gira la cara—. Porque es una orden de nuestra señora.
—Pero... ¿y no se te hace raro? Dada la relación que teníais hasta ahora.
—E-Es complicado, ¡¿vale?!
—¿Por?
—Porque creo que nuestra señora me está hablando a través de él.
—¿Nuestra... señora? Pero... ¿Cómo va a hablar a través de un demonio?
—Ella tiene sus formas.
—S-Supongo que sí —Remiel baja la cabeza.
