Las puertas del cielo, por supuesto, están cerradas. Aziraphale toca la puerta… de San Pedro porque han ido a las otras y no ha habido respuesta, así que no les ha quedado más remedio que ir por donde entran los humanos. No van a cerrar esa también.
—¿Nombre? —pide San Pedro sin mirar
—Aziraphale.
—Oh, mamá tenía un sentido de humor curioso —comenta como si nada porque tampoco es el primero que viene aquí con un nombre raro—. ¿Circunstancias de la defunción?
—Soy un principado.
—Un... ¿qué? —levanta la vista por primera vez y se tensa al reconocer... y luego al ver a Miguel.
Aziraphale le sonríe.
—Y-Yo... tengo que... tengo... U-Un... un momento! —deja su libro y se va corriendo para dentro.
—Uff…
Va a tardar un ratito en volver a salir. Crowley mira a Miguel con su armadura pensando que... joder con la diplomacia. No sea que la ataque alguien. Un ángel o algo, por lo visto.
—¿No crees que esto es un poco... exagerado? —le hace comentar a Aziraphale.
—¿Qué? ¿Que no nos dejen pasar? Sí.
—Tu... armadura.
—¿Qué con ella?
—Parece un poco... ¿Extra?
—Es la idea —Miguel levanta las cejas.
—Uhm... Y... ¿Cómo vas con... Lucifer?
—¿Qué crees qué pasa con Lucifer? —pregunta toda agresiva.
—Pues tienes que... ¿seducirlo? ¿Cómo es que estáis llamando a todo esto?
—E-Es un llamado de Dios —Miguel se sonroja un poco—. Y va… bien —se toca los labios con la mano.
—Se sentía como mucha tensión sexual entre vosotros en la librería. ¿Ya te lo has tirado? —a lo mejor hay mejores maneras de hacer conversación, Crowley
—Excuse me?!
—Es lo que tienes que hacer ¿no? Digo, es lo que hacen todos. Venga, solo quiero saber el chisme.
—Ya… y-ya ha ocurrido lo que tiene que ocurrir, si es lo que preguntas —se sonroja más.
—Uuuuh ¿Y cómo fue?
Miguel no le mira, porque… el trato. Se humedece los labios.
—Debería preguntarte a ti lo mismo, Principado. ¿Cómo fue la parte sexual con el demonio?
—Pregúntale a tu amigo Gabriel que hasta lo vio —replica Crowley haciéndole fruncir el ceño
Porque joder, solo quería hacer un poco de conversación.
—Gabriel a ratos es un poco… un jefe enérgico, pero tiene buen corazón —Miguel aprieta los ojos.
"Buen corazón mis huevos"
En ese momento se vuelven a abrir las puertas y sale Dalquiel. Ceño fruncido.
"Ugh, ya lo de…"
—Ah, Dalquiel… —saluda Miguel, intentado sonreir un poco.
—¿Qué hacéis aquí? Me parece que he dejado muy claro que... —de repente, se queda sin aire y se le doblan un poco las rodillas.
Parpadeo.
—Dalquiel? —pregunta Miguel, frunciendo el ceño.
—... No podéis entrar al cielo —acaba la frase, un instante después.
—Ehm…?
—¿Qué es lo que queréis?
—Entrar —resume Miguel
—Bien, sigue queriendo.
"Qué ha pasado?" pregunta Aziraphale porque ese movimiento de Dalquiel ha sido raro.
"N-No lo sé"
—Dalquiel, esta es una orden clara.
—Miguel... mientras tus ordenes no estén alineadas con los intereses del cielo, ya no tienen valor aquí.
—Nadie ha dicho que mis órdenes no estén alineadas con los intereses del cielo. Insisto al decir que la última vez que hubo una revuelta, todos terminaron alienados.
—Esta no es una revuelta, esto es resistencia. Además, la otra vez fue contra Dios, esto es solo contra los Arcángeles. No te vas a poner a ese nivel.
—Eventualemente, Dalquiel, esto va a volver a como era. Y conoceremos su furia.
—Ehm… bueno, igualmente, yo no soy un Arcángel ni vengo con ella. Me la encontré en la puerta… —explica Aziraphale.
—Tú eres el que empezó todo esto de los demonios, no sé qué te hace pensar que tú, de todos, vas a entrar.
—¿Y-Yo?
—A veces, Miguel... las cosas cambian para siempre. Tu deberías saberlo mejor que nadie.
Miguel frunce el ceño con eso de nuevo, dando un pasito para Dalquiel.
—¿A qué te refieres con eso?
Dalquiel le sostiene la mirada con fiereza... parpadea una vez y sus ojos se vuelven por un instante los de Lucifer... antes de volver a ser los de siempre. Sonríe de manera altanera y... se da la vuelta para entrar al cielo dejando los otros dos a fuera.
Miguel le mira por un segundo y luego vacila y…
—Ehh! ¡Espera! ¡Vuelve! —chasquea los dedos para intentar traerle de vuelta, pero se cierran las puertas tras de si
—Lucy! —grita toda enfadada (¿En serio vas a gritarle Lucy?)
Crowley hace a Aziraphale parpadear con eso.
—Miguel? ¿Qué ha pasado? —pregunta Aziraphale extrañado.
—¡Es Lucifer! ¡Es Lucifer!
—What?
—¡Le he visto, los ojos!
"Ehm..." Crowley vacila un poco porque ¿no será que está obsesionada con esto?
"Suena un poco…"
—¡Es él! Está ahí dentro, ¡seguro fue cuando dejo de hablar! ¡Debe haberle poseído! —sigue, HISTÉRICA
"Como tenga razón, estáis jodidos… O lo estan. Ellos. Más bien"
"Solo nos falta que Lucifer tome otra vez el cielo…. "
"Para cómo te han tratado a ti... será mejor que se apañen solos"
"Quizás debiera decirles que, bueno, me vuelvo a la tierra…"
"Y que... se quede aquí gritando como una loca? Vámonos."
"A ver si no nos sigue… "
"Deberíamos escondernos. Cerrar la librería y..."
"Van a encontrarnos. Es imposible esconderse de Gabriel…"
"Va a estar ocupado con el infierno y todo esto."
"Cerrar la librería y… ¿qué ibas a sugerir?"
"Alpha Centaury. Es un clásico."
"Ugh, pero ahí no hay comida deliciosa!"
Ojos en blanco.
"Yo esperaba algo más cómo… irnos a la casita te en la costa."
"Me parece bien."
Miguel sigue gritando y Aziraphale tratando de interrumpirla con su cara de susto hasta que… decide mejor bajarse a la librería otra vez a por el cuerpo de Crowley.
Miguel, desde luego, intenta un rato abrir la puerta y decirles a todos que es Lucifer
Pero esto es predicar en el desierto.
xoXOXox
Raguel aterriza suavemente a la mitad de la sala de su casa, con una pequeña brisa de aire moviéndole el pelo a Aamón, que aterriza a su lado con un poco menos de suavidad solo porque no quiere.
—Al fin…
—Solos —termina la frase y sonríe. Raguel le acaricia la mejilla.
—Si. Son yodos un poquito intensos —asegura mientras Miguel intenta volar las rejas de la puerta del cielo con dinamita provocando cielomotos en bastantes partes del mundo.
—Igualmente tendríamos que cambiar de casa, no me gusta que todos sepan dónde está así de fácil.
—Pero esta era perfectaaaaa —Raguel lloriquea, sacando el libro.
—Habrá más que serán más perfectas aun porque además de ser como esta, nadie sabrá donde están.
—Porque además entran sin ningún respeto.
—Si me dejaras maldecir bien este sitio... —se quita los zapatos.
—No lo volvería a encontrar yo… O viviría aterrorizado.
—Claro que no...
—Creo que esta vez si voy a dejarte agregar otras maldiciones —Raguel se quita la chaqueta y los zapatos, también.
—Y... ¿Qué opinas de todo esto?
—En otro momento, antes de conocerte, yo hubiera pensado lo mismo que están pensando los ángeles.
Aamón levanta las cejas.
—Lo pensaba así al principio… que era una locura involucrarse con ustedes.
Le mira de reojito y decide ir a preparar algo de tomarse.
—Y aun así, es la mejor decisión que he tomado. Pese a que me viste la cara —sonríe igual, yendo atrás de él… con el libro.
—¿Yo te vi la cara?
—Completamente. Me llevaste a la cama con engaños y aprovechándote de mí —le sonríe—. ¿No te lo parece?
—Lo que no puedo creer es que sigas con eso... —levanta las cejas con eso.
—Me estaba acordando de ello hace rato —Raguel se ríe un poco.
—¿Cuándo?
—Cada que escucho a los niños con sus demonios pienso en cómo empezó esto… aunque hay de demonios a demonios.
—A mí me parece que nosotros lo tuvimos mucho más difícil.
—No sé si hubiera ido bien ahora.
—¿Por qué no?
—¿Tú hubieras seguido órdenes de seducirme?
—A lo mejor no a ti —sonríe de ladito.
—¿A quién hubieras querido seducir? —Raguel le echa unos OJOS…
—No lo sé... Quizás... a la chiquita rubia. O a la negra.
Es que… en un segundo le metes la ira. Se relame, sintiéndola.
—Anda pues, aún es tiempo de que vayas —frunce el ceño y le señala la puerta con el dedo.
—Pues la negra ya está con Asmodeo, pero la otra...
—Venga, ¿qué estás esperando? —da un paso todo enfadado hacia él, levantando la nariz.
Sonríe de ladito y menea la coctelera con lo que sea que estaba preparando, sosteniéndole la mirada en silencio.
—¿Algún consejo?
Es que Raguel… yo no sé cómo a estas alturas aún no se da cuenta de la influencia.
—¿Que te mueras en el proceso… si no te mato yo antes? —otros dos pasos hacia él, es que le hierve la sangre de celos y de… ira. Encendida en solo un segundo.
—¿Para seducirla? Parece poco efectivo —no deja de sacudir, ni de sonreír, ni de tentarle.
—¡No vas a seducirla! —aprieta los puños, tan enfadado.
—¿Ah, no?
—¡¿Qué le quieres seducir a ella?! —así te descorporizó una vez.
—Pues para ser su pareja, claro.
—¡Tú ya tienes una pareja!
Aamón se ríe con eso.
—¿¡De que te ríes!? —protesta todo frustrado.
—¿A quién habrías elegido tu si hubieras podido?
—¡A ti! ¿Cómo que a quién?
—Si yo no hubiera sido opción.
Raguel vacila, frunciendo el ceño aún, poniéndose una mano en la barbilla para pensar.
—¿Si… tu no hubieras sido opción?
—Exacto. Imagina que yo hubiera estado con la chiquita rubia.
—¡Deja de llamarle la Chiquita rubia! No se… que hubiera hecho. No estar con nadie.
—Gabriel te hubiera obligado a elegir —sirve las copas triangulares con cuidado, es algo que va de naranja a rojo con hielo picado...
Que infernal. Fueguito infernal hecho copa.
Es un demonio haciendo un coctel. Va a ir a la ventana a por unas hojitas de menta. Raguel sonrie un poquitín al verle hacer esto y se le escapa la ira.
—Hubiera elegido… quizás a Crowley.
—A... ¿Crowley? Crowley es un demonio menor —le tiende su copa igual frunciendo un poco el ceño.
—Bueno, pero si no estás tú… quizás podría gustarme. Además, es la serpiente de Eva, no me parece que sea tan menor. Podríamos darle un ascenso solo para… que estuviera a mi altura —sonríe.
—Un ascenso, claro... la verdad, esperaba que eligieras a uno de los siete.
—¿Cómo a quién? ¿A Lucifer? Dios me libre.
—Pues no lo sé, sí. Uno de nosotros.
—Mmm… Belcebú, definitivamente no. Ni Lucifer.
—Parecen definitivamente los más locos de atar —Aamón se toma un traguito de la copa y algo no le gusta, así que se va a buscar no sé qué en un armario.
—Leviatán es inteligente y tiene cierto atractivo.
Vale, ahora sí entiende como es que esto no tiene tanta gracia.
—Y Mammón tiene un poco de mal carácter que… —se le acerca igual, tomando la copa que le corresponde.
—Ja! Ya, claro.
—¿No? Bueno, a ver, más enojón que tú…
—Solo tú me ganas en eso —espolvorea no sé qué especia sobre las copas.
—¿Yo? Pero si yo nunca me enojo —pfffff.
—Hasta que nombramos ciertas cosas...
—¡Pues son cosas importantes!
Aamón sonríe y prueba su coctel. Ahora sí le gusta, así que se apoya sobre la barra, dejándole protestar.
—¡Y tú lo debes hacer a propósito!
—Un poco —admite, encogiéndose de hombros.
—¿Ya está el cóctel?
—Ya está —sonríe acercándoselo.
—¿Y está bueno?
—Pruébalo... si te atreves.
—¿Vas a emborracharme… como siempre?
—No, voy a aprovecharme de ti, como siempre. Emborracharte es solo parte del proceso.
Raguel se ríe un poco.
—Se supone que tenemos que revisar el libro —le da un traguito al cóctel y levanta las cejas… porque ¡mira que esta bueno!
—Seguro habrá tiempo para todo... luego —cejas, cejas.
—¿No crees que nos interrumpan? —pregunta acercándose más a él por encima de la barra, recargándose también.
—A lo mejor es un riesgo que estoy dispuesto a correr —susurra.
—¿L-Lo estás? Yo… creo que ya tuvimos suficiente… interrupción. Quizás podrías… hacer el maleficio.
—¿Y qué aportas tú a la causa? —levanta una ceja con cara de circunstancias
—¿Quieres que bendiga el exterior? —parpadea
—Ehm... sí, vale —o sea, parece una buena idea, pero no se refería a ello.
—¿O-O a qué causa? —se humedece los labios igual porque le conoce las malas artes
—No, no. Está bien.
Raguel estira igualmente una mano hacia él y le acaricia la mano. Aamón le mira.
—Esperaba que te refirieras a… otra aportación.
—¿Cómo qué?
—Ahora te vas a hacer el que no sabes de que hablo yo —Raguel le mira ahora el con cara de circunstancias.
—No tengo ni idea.
—¡Lo estás haciendo a propósito otra vez! —medio protesta, sonriendo un poquito y acercándose más a él.
El demonio hace una risita como respuesta.
—¿Sabes que nunca podría ser tan feliz con nadie como lo que soy contigo ahora?
Se le corta la risa y se sonroja con eso.
—Tonto… te has sonrojado.
—Ehm, no, que va.
Raguel se ríe un poquito y le acaricia la mejilla. Aamón se sonroja un poco más y aparta la cara siguiendo la caricia.
—Así que afirmas que... sí Gabriel te hubiera obligado a hacer esto ahora sin conocerme... hubieras venido por mí.
—Te tendría TERROR.
—¿Qué habrías hecho?
—Estamos considerando que… estarías solo, ¿verdad?
—Tal vez no...
—¿Podemos para fines de este relato considerar que estarías solo, por el amor de Dios?
—protesta con celitos.
—Olvidas que no estaba solo cuando volviste.
—Ugh, ese asunto.
—Pero pongamos que sí, vale.
—Thank you, me ahorras la mitad de la bilis y un crimen.
—Ni de coña hubieras venido por mi —se ríe.
—¿Por qué no?
—Porque hubieras pensado que yo no era para ti, algún otro te hubiera parecido más fácil sin duda. Más... accesible.
—El problema es que… Tus pecados son los más…
—¿Qué? —le mira esperando que acabe la frase.
—NADIE puede enfadarse tanto.
—Oh, si vieras que sí...
—Ahora lo sé, pero lo que pensé siempre era que… había algo raro con el libro. ¿Vine o no vine por ti la primera vez?
—No viniste por mí, viniste al infierno y tuviste la mala suerte de encontrarte conmigo. Y daría ahora mismo mi brazo derecho porque en algún punto pensaste que tuviste mala suerte de que no fuera otro el que estaba a cargo del infierno en ese momento.
—Es que eras muy difícil, mi vida… Claro que pensé más de alguna vez "maldita sea con este, es imposible de quebrar"
—¿Lo ves? No habrías venido a mí al principio.
—Peeeeero… es que tampoco me tarde en notar que no eras imposible de quebrar.
—Ese... es otro asunto —se sonroja.
—Eres bastante suave cuando uno se porta bien.
—No es lo que discutimos ahora —no le mira.
—Tampoco creo que ningún otro demonio me hubiera aguantado mucho a mí.
—Ese es otro asunto.
Raguel le acaricia más la mejilla y el cuello a ver si le mira otra vez. Lo hace.
—Todo es otro asunto —le sonríe—. ¿Qué asunto es entonces el que nos interesa?
—Pues que sé que no me habrías elegido a mi para empezar, así que no puedes enfadarte si yo digo que hubiera hecho lo mismo.
—Aún no se… qué es lo que me ves.
Le mira... bastante intensamente y le sonríe sin contestar. Raguel se sonroja y es su turno de desviar la mirada
Toma su copa y decide darle la vuelta a la barra e irse a sentar al chaise long. No ha tocado aun el cuero con el culo que la chimenea prende el fuego como si fuera el corazón de Raguel durante el primer beso.
¡Aue clase de descripción es esa!
Una... apurada.
Raguel le mira de reojito y traga saliva porque se ve tan bien ahí y está tan repentinamente intenso el estúpido fuego. Vacila un segundo dándole un traguito más a su bebida y pensando que… deberían estar buscando en el libro…
—¿Quepo ahí contigo?
Se mueve un poco y da una palmaditas en el lugar. Ahí va el ángel como borreguito, con ese andar que tiene que siempre parece que vaya flotando.
Aamón estira la mano que no tiene la copa, hacia él, que se la toooooma, sonriendo. Tira de él un poquito fuerte para que se le caiga encima, abrazándole hacia sí.
—Ahhh! —agradece no haber traído la bebida… cosas de ángeles, sonriendo ampliamente igual, ejem… no le ha gustado esto ni nada.
El demonio se ríe un poco dejando que se acomode a su lado/ sobre él
—¿Crees que tarde o temprano hubiéramos llegado a esto? —Raguel se estira encima suyo, acomodándose y sonriendo.
—Sí —sonríe de vuelta.
—¿Cómo? —se le acurruca más, encima, abrazándole.
—Por error, seguramente. O descarte.
—¿En serio? ¿Por error? ¿O después de salir con TODOS los demás ángeles?
—No es mi culpa que tú también seas el menos accesible —se ríe.
—Tú tampoco te hubieras siquiera enterado de que existo.
—Enterado nos enteramos todos cuando fuiste ahí con tu horrible libro a leer sin titubear ni un instante todos los motivos por los que debíamos caer.
—Ese… asunto —se le esconde en el cuello.
—Aunque algunos podrían entenderlo como todas las razones por las que merecíamos ser liberados —Aamón le abraza más y frota un poco la cara contra su mejilla.
—Supongo que yo interpretaría lo mismo si fuera uno de ustedes.
—Así que... que existes sí que lo hubiera sabido.
—Nunca hubieras intentado nada conmigo.
—¿Me crees si te digo que... mientras leías todas esas cosas con tu voz suavecita y firme, te imaginé diciéndome cosas al oído?
—E-En serio? —se separa un poquito y le mira. Aamón le mira unos instantes.
—No. No, para nada, de hecho, me pase el tiempo queriendo discutir contigo cada cosa que leías, explicar el contexto, las circunstancias atenuantes y defenderme hasta que me di cuenta que a nadie le importaba mi defensa o lo que yo tuviera que decir.
—Yo quisiera escuchar tu defensa y todas tus circunstancias y contexto.
—Y la verdad, llegó un punto en que empecé a imaginar que debía poner en el libro sobre ti.
—Que soy un ángel bueno casi sin pecados.
—Pffff…
—La ira no apareció hasta que te conocí personalmente.
—Eso sí que no me lo creo.
—Algún pecadillo de ira sí que tuve, pero… ¡no sabes la CANTIDAD de veces que aparecen prontos de ira ahora!
—"Alguno" pfff
—¿Por qué no me crees?
—Porque te conozco y ya me imagino... cuidado, no creas que no me enorgullece haber sido el detonante que liberó al Kraken...
—¡Qué Kraken! No sé qué estás imaginando.
—Pues tu furia desmedida.
—Eso no pasaría.
—No, no, literalmente así llamo yo a TU furia. Pero ya te lo he dicho muchas veces, tranquilo, la ira desmedida está permitida. Hasta tu Dios es famosa por su ira y peca de ello.
—¡Dios no peca!
—Claro que lo hace, de Ira especialmente.
—En el caso de Dios no es un pecado, ella se enfada la cantidad que es necesaria.
Ojos en blanco porque siempre es la misma discusión.
—Aun así, nunca me ha echado por enfadarme. Ni siquiera el día que te descorporicé.
—Sería bastante cínico echarte por algo que ella misma hace.
—¿A ti no te echó por eso mismo? —le mira.
—Tú leíste mis pecados.
—Lo es, aun los tengo por escrito. Y en efecto, el pecado que aparece en todas las hojas es la ira —besito en la mejilla.
—Tal vez se me ocurren algunos más interesantes ahora.
—Ohh… ¿cómo cuáles?
Se le va a subir encima como respuesta. Raguel se humedece los labios y levanta un poquito las cejas, mirándole y sonriendo un poquitín… sonrojándose otro poquitín.
—Ooohh…
—¿Qué vas a escribir sobre esto?
—Hasta donde yo me quede, el amor no es un pecado —susurra.
—A lo mejor no te hago el amor esta vez.
—A-Ah ¿no? —pregunta Raguel mirándole con sus inocentes ojos angelicales.
—¿Crees que no puedo?
—Pues puedes… no tocarme, sí que puedes —Raguel vacila, no está entendiendo esto del todo.
—NO estoy hablando para nada de no tocarte, pero si te pone.
—No me… ¿Cómo vas a tocarme sin hacerme en amor? —inclina la cabeza, parpadeando descolocado.
—Solo sexo. Lujuria. Deseo... Placer.
—¿Sin amor?
—Mjm —asiente.
—Eso… si sería pecado. Pero ¿cómo vas a hacerlo?
—Justamente porque sería pecado, de eso iba.
—Ohh… pero… ¿algún día lo has hecho?
—Contigo... alguna vez. Es raro. Aunque creo que no lo notaste —más bien no notaste tú que quisieras o no seguías deprendiendo amor.
—Conmigo nunca lo has hecho.
—Fueron muy pocas veces.
—No, nunca lo has hecho. Todas las veces me has amado al hacer eso.
—Q-Qué va.
—No, es que creo que si no lo hicieras te pararía.
—No me pararías cuando estás a punto.
—Pero no vas a dejar de quererme cuando estoy a punto.
—¿Por qué no?
—Porque solo vas a dejar de quererme si pasa algo feo y malo, no me has dejado de querer nunca aún.
—Deje de quererte tras un tiempo que desapareciste.
—Lo siento —Raguel le acaricia la mejilla
—Pero no es eso de lo que hablamos —aprieta los ojos porque no quiere meterse en el drama ooootra vez.
—Hablamos de que me hagas el amor sin amor.
—Hablamos de que te haga sexo pecaminoso.
—¿Quieres que aparezca un pecado sexual en el libro? —Raguel se sonroja.
—Sí.
—Aamoooon —se le esconde en el cuello, sonrojado.
Le abraza, se ríe y se le sale el amor.
Eso hace sentir mejor a Raguel, la verdad, que le quiere de vuelta y le aprieta contra sí. Va a ir a besarle y seguro que vueeelve a no salirle el hacerlo sin amor, aunque él este seguro que sí.
Raguel sonríe tan feliz y se olvida de la idea del no amor al sentirlo, queriéndole de vuelta, desde luego, aunque Aamon no lo sienta…. Así.
