Raguel sonríe en el apres le, en el que lleva un buen rato, dándole besitos a Aamón en el cuello y disfrutando de esto aún más de lo que parece. Aamón suspira con la barbilla levantada y los ojos cerrados, abrazándole contra sí, en paz.

—Esto es…. Perfecto.

—¿Te parece?

—Absolutamente… —otro besito.

—Como si estuvieras en... el cielo —badum tsss, Aamón.

—Que va, de hecho, estaba pensando… Ahora mismo… en lo terriblemente poco que me importa está situación del cielo.

—Hablaba en... sentido figurado. Como... el paraíso. No necesariamente... o sea...

—Justamente, esto… es el paraíso.

—Ugh, ¡no puedes contestar que sí!

—Creo que lo es.

—¡No! Eso... me destruye su uso como burla. Si solamente estás de acuerdo, ¡no sirve!

—¿Era una burla? —le sonríe.

—Pues sí.

—Tan indignado.

—¡Pues sí!

—Indignado por ser tan Perfecto como el paraíso —Otro besito.

—¡No! Es que no quiero ser paradisíaco.

—¿Por qué no? Es algo bueno.

—Pues por eso.

—Y tú eres un demonio malo malote.

—¡Lo soy!

—Venga, estira un poco y alcánzame mi morral —Raguel se ríe y le abraza.

Aamón se mueve un poco, acomodándose, pero no se lo alcanza.

—¿Tienes ahora sordera selectiva? —Raguel parpadea y le mira, sonriendo un poco.

—No, es que no quiero.

—¿No quieres ver el libro?

—"Raguel: Lujuria. Se ha corrido tres veces."

—Ugh! No me… Ugh!

—Cuatro, pero la primera no cuenta porque le da vergüenza que hayan sido más de tres.

—No fue ninguna —Raguel se le esconde en el cuello.

—Así que cínicamente las escondemos y hacemos como que no han pasado.

—Solo no tenemos que regodearnos.

—Me gusta regodearme en esto.

—Esa parte ya la noto…

—Cuatro veces, la notaste.

—¡No la note cuatro veces!

—¿Quieres notar otra? —ahí va la mano.

—Noooo, no he dicho esoooo —Raguel se ríe. Aamón se ríe también pasándole pequeños impulsitos en lo que sea que puede tocar—. Aamoooooon —protesta y medio gime a la vez.

—¿Y qué pasa si escribes mientras hago esto? —sigue, suavecito.

—N-No te haré caso —cierra los ojos.

—¿Por qué entras en ese trance o por... fuerza de voluntad?

—P-Puff…. —le toma de la muñeca, porque joder, ¡llevamos cuatro veces! —. Por… qué no me resulta tan… tan..

—Demuéstralo.

—S-Si sabes el problema de esto, ¿verdad?

—¿Aja?

—Y-yo escribo luego mis pro-propios pecados.

—Puedes escribir sobre esto MIENTRAS SUCEDE.

—¿E-Eso quieres?

—Tiene su gracia "y otro" "y otro" "y oootro"

—Ugh…. ¡No la tiene! ¿Y tú?

—Yo no tengo que escribir nada —se ríe.

—Tú has… terminado…

—¿No lo sabes?

—Sí lo sé, pero no cuatro veces —aprieta los ojos porque CUESTA hacer esto mientras él le pasa cosa.

—Bueno, eso es porque tú eres mucho más fácil.

—Esto es porque tú tienes ese poder en las manos.

—Todo para complacer a mi Dios.

—No digas esoooooo —siempre se lo reclama, pero le hace sonreír.

Aamón le pone carita de beso. Raguel vacila un poco y le pone la palma en la boca.

—Tonto.

Aamón abre los ojos le lametea la mano y se ríe.

—¡Ugh! ¡No seas cochino! —Raguel se ríe un poco también y… se le esconde en el cuello.

—¡No pienso no serlo! —saca toooda la lengua para lamerle y luego va a intentar lamerle más sitios, la cara y el cuello.

—Uuuugh —Raguel se rie, dejándose hacer y protestando igual.

Aamón continua, yendo a abrazarle y... a robarle el beso que quería y no le ha dado. Raguel se deja, desde luego, riendo y dándole el beso que no sabía que quería.

El demonio se separa después de unos segundos y le mira.

—¿Qué?

Niega y le abraza y se esconde un poco porque vuelve a estar aquí y le han vuelto a dar ganas de llorar.

—¿Estás bien? —susurra el ángel, acunándole un poco.

Asiente, suavecito. Raguel le aprieta contra sí y siente un poquito más de amor aun del que ya estaba sintiendo, sacándoselo de vuelta.

Chiiicoooos el liiiiibroooooo.

Sí, por Dios, muévanse hacia allaaaaaa.

Bueno, después de un poquito, Aamón se siente mejor y va él a por el libro. Raguel se sienta y chasquea los dedos limpiándoles y arreglando todo un poco mientras tanto.

Aamón chasquea los dedos y lo desnuda otra vez.

—Ehhh! —Raguel le sonríe igual, cerrando los ojos.

—¿Quién te ha dicho que esto ha terminado?

—Venga, dame el libro y yo debería empezar a rezar por mi alma por lo visto —se ríe.

Aamón le mira de reojito y sonríe de lado. Acomodándose en el sofá y abriendo el libro para leerlo.

—¿Qué vas a leer? —Raguel le abraza haciendo que de recargue en él

—Tus pecados —le mira de reojo.

—Ugh. Siempre son mis pecados —protesta haciéndole reír.

—Es lo único que me interesa de esto.

—Es injusto que los tuyos no estén.

—Pues escríbelos.

—No sé cuáles son.

—Adivínalos, como haces con todos.

—Yo no adivino nada.

—Entonces será que yo no tengo ninguno.

—De hecho, quizás lo que habría que escribir de ti son tus buenas obras.

—¿"Drenarle el mal humor y la frustración al ángel de la paciencia"?

—Eso lo hago yo contigo también y es más impresionante considerando quién eres tú…

—Eso es porque a ti no te conocen y asumen lo que no es.

—¿Que es qué?

—Pues que soy peor que tú.

—¿No lo eres?

—¿Alguna vez te he descorporizado yo a ti por enfadarme?

—Y me sigues reclamando esoooo.

—Es la prueba indiscutible.

—¡Es que fue tu culpa!

—¡Eso no es lo que importa!

—Lo es, ¡fue provocado!

—Así que sí importan las circunstancias atenuantes.

—Pues en mi caso, sí.

—Los privilegios.

—Pues hay algunos, sí.

—Y siempre los beneficiados son los mismos.

—¡Cualquiera diría!

—Sigue lloriqueando como si fueras la víctima.

—No debí descorporizarte… pero debo decir que….

—¿Aja?

—Fue un poco liberador.

—¿Por?

—Porque en la vida pensé que pudiera yo hacer algo así. Y eso… fue incluso relajante.

—¿Saber que eras capaz? —le sonríe.

—Saber que si podía… liberarse y enfadarme.

—Es una emoción primordial.

—Lo es, pero yo…. No me permitía sentirla.

—Reprimido —le molesta, sonriendo de ladito.

—Y luego llegaste tú y lo cambiaste TODO.

—Debo admitir que tú... también cambiaste... bastantes cosas.

—¿Como cuáles?

—Pues... cosas. Cositas. Nada importante.

—Mmmm como cualeeeees, cuéntame.

—Bueno, algunas percepciones tal vez no del todo certeras.

—No me estás diciendo nada, solo largas.

—No te estoy diciendo nada... concreto.

—Pues dime algo concreto.

—Algo concreto.

—Ugh —se ríe igual.

—Desde la caída no había yo vuelto a confiar ciegamente en nadie.

Raguel le mira y sonríe un poquito.

—Y... tiene... alguna gracia.

—¿Confiar en Mi?

—A-Alguna.

—A mí me gusta confiar en ti.

—Que tú lo hagas de vuelta también tiene alguna gracia.

—Cuando cayeron, pensé que sería imposible confiar en un demonio —Raguel le sonríe.

—Nosotros pensamos lo mismo.

—¿Que es imposible confiar en un demonio?

—Sí.

—Pues es que lo es y aun así…

—Y también, que es imposible confiar en un ángel.

—Siendo un demonio.

—La verdad, hay algunos ángeles en los que no sé si tu deberías confiar tampoco.

—Venga ya.

—Tal como te están tratando últimamente. ¿Vas a decirme que no?

—No sé qué les pasa últimamente —Raguel suspira.

—Nosotros, les pasamos—sonríe, un poco orgulloso de ello.

—Ya sé… y eso es. Algo que deben aprender

Aamón sonríe de ladito, mirándole

—Venga, ya no me líes y vamos a buscar a los demonios y sus pecados —le quita el libro de la mano y le da un beso en los labios

—Ñañaña —protesta, pero igual le deja

—Te voy a ir leyendo los pecados de cada quien…

—Esto va a llevar hooooras —ojos en blanco.

—Pues más horas va a llevar si no le ayudas. Venga, debe ser rápido para ti.

—¿No son los de este idiota los que importan?

—Pues sí, te los leo y rápidamente deberías poderme de ir que demonio le toca. A ver… mmmm…. Soberbia, soberbia, mentira, soberbia, ira, envidia, avaricia…. Soberbia.

—Anda que leyendo todo esto a uno se le caen los mitos...

—Venga ya. Todo es MUY veloz.

—¿No está en el ejército de Miguel? ¿Dónde están los muertos?

—Ahh… sí, sí que están aquí. Solo hay que irse un poco más atrás…

—Encantador.

—Bueno, es un soldado.

—No sabía que matar demonios contaba como pecado.

—No mataras es bastante claro.

—Ya, pero demonios... ¿A caso Miguel tiene una licencia especial?

—Pues… ser la capitana del Ejercito Celestial. ¿Eso no te parece suficiente licencia especial? Es justamente su trabajo.

—Me parece cínico.

—No me hagas pensar en esto que no es el mejor día —Raguel aprieta los ojos.

—A lo mejor debería volver a lo de... —mueve la mano para buscarle. Raguel pega un salto y Aamón se ríe con ello.

—Aamoooón! —protesta —. Venga ayúdame con el demonio y después hacemos eso.

Más risas.

—Qué demonio crees que sea el de Dalquiel, vengaaaa—se ríe igual.

—Uno terrible —va a buscarle más otra vez.

—¡No tan terrible como el mío!

—¡Eso seguro! —vuelve a reírse y Raguel le da un besito en los labios.

—Vengaaaa, ¿QUIEN de los demonios te parece el demonio Perfecto para esto? O al menos una lista. Tendría que ser un demonio medianamente importante.

—Probablemente yo, entonces.

—Tú. No.

Máaaas risas y más besos. Raguel se ríe también, dejándole.