—Una carta de amor, parece ser el momento perfecto —asegura Leviatán, burlón.
—Voy a MAT… —Miguel se detiene y se gira a Leviatán, que le hace un saludito con la mano—. ¿Te corto la cabeza a ti también?
—Pues cada uno con sus fetiches, no estamos para hacer kinkshaming a nadie.
—Nadie… no te… Ugh —ojos en blanco.
—No hace falta que ponga nada específico —suspira Gabriel.
—¿Y qué harás cuando estés ahí? Un exorcismo seguro le harán cuando sospechen que es Lucifer —considera Uriel.
—Podéis subir con un demonio que ocupe el cuerpo de Dalquiel cuando se salga de ahí —propone Belcebú.
—No vamos a sacar a uno para meter a otro, eso no sirve de nada, solo cambia el problema —protesta Remiel.
Belcebú refunfuña para sí porque no le molestaba del todo ser dueña del cielo por un rato.
—A lo mejor podrías meternos a todos contigo, Gabriel —propone Uriel.
—¿Y qué es lo que va a impedir que os vuelvan a echar a la fuerza? —pregunta Aamón.
—Pues que una vez dentro podemos tomar el cielo a la fuerza —explica Miguel.
—No sirve de nada tomar el cielo a la fuerza si nuestros ángeles no confían en nosotros —comenta Remiel.
—Ugh. Al menos podríamos… dejar fuera de combate a Lucifer, que es el mayor peligro y que lo del cielo siga su inefable curso si tiene que seguirlo, sin LUCIFER usando a los ángeles.
—A lo mejor podrías dejarlo fuera de combate con tu carta de amor —se burla Aamón. Belcebú se ríe con eso.
—Ja-Ja. Quizás si me la escribes tú.
—A lo mejor no es tan mala idea, Miguel, podríamos ayudarte a escribirla entre todos —propone Gabriel.
—¿Y qué Lucifer se ría de mi para siempre? No, gracias.
—¡Oh! ¡Buena idea! —Uriel asiente a esa idea de Gabriel.
—A ver, ¿dónde tienes papel de carta, Raguel? —sigue Gabriel.
—¿Ahora sí preguntas? ¿Por qué no abrir todos los cajones tú mismo? —sigue protestando Aamón, sarcásticamente.
—En el despacho… ahora lo traigo —responde Raguel levantándose.
—Gracias —Gabriel le sonríe ignorando a Aamón.
Uriel mira alrededor, nerviosa, pensando en... que le estuvieran haciendo esto a ella y fueran a escribirle una carta de amor a Asmodeo y la verdad se sonroja.
—¿Qué me escribirías tú a mí en una carta de amor? —le pregunta Leviatán a Azrael.
—A ti no te interesaría una carta de amor —asegura Azrael para Leviatán.
—Claro que sí, ¿por qué crees que no? —esta sonríe.
—A ti te gustaría, pero de otro —sigue Azrael.
—Bueno, eso también estaría bien, una cosa no quita la otra —Leviatán se encoge de hombros. Azrael… rezuuuuuma celos OOOOTRA VEEEEEZ.
Leviatán los aspira como si estuviera oliendo flores en el campo y Azrael se cruza de brazos otra vez.
—No van a escribirle una carta de AMOR a NADIE en mi nombre —protesta Miguel bastante en serio.
—Calma, Miguel, esto es para ayudarte —asegura Gabriel—. Ya verás que todo irá bien.
—No, no. Es que… no le quiero ni un poquito si ha tomado el cielo y está haciendo ESTO —replica Miguel.
—Pues eso no está bien, Miguel, tienes que quererle, ese fue el mensaje de Dios —replica Gabriel.
—¿Por qué no le escribes tú la carta en tu nombre? —sigue Miguel
—Pues porque es Lucifer —Gabriel mira a Belcebú de reojito por un segundo.
—Es que tú sabes… no. No, no, no. No es un buen plan este, me NIEGO
—¿No decías hace no tanto que a lo mejor no había caído y que debíamos perdonarle? y... ¡hasta le besaste! —le acusa Gabriel.
—¿Qué te pasa? —chilla Miguel SONROJÁNDOSE.
Sariel levanta las cejas con eso.
Belcebú, que les está mirando, se ríe un poquito, malévolamente porque… Gabriel es divertido cuando no te molesta a ti.
—¿Qué quieres decir con que no cayó? —pregunta Remiel.
—¿Me milagreas el papel aquí antes de que me vaya yo y los mates? —Raguel mira a Aamón de reojito.
—O sea, que sí le besaste... que interesante —molesta Aamón a Miguel antes de chasquear los dedos y que aparezca el papel en manos de Raguel.
—Lucifer no es como los demás demonios… Ugh. No le… Ugh —protesta Miguel mientras Raguel pone el papel en la mesa.
—Tú no le consideras como los demás demonios porque a ti TE GUSTA —explica Gabriel poniendo los ojos en blanco, yendo a la mesa con Raguel.
—¡NO ME GUSTA!
—Esto va a ser mucho más largo de lo que parecía... —comenta Leviatán, suspirando.
—¿Y entonces porque le besaste? —pregunta Aamón—. ¿Te caíste accidentalmente en su boca?
—Dios lo Pidió.
Ooooojos en BLANCO.
—Pero como vas a decir que no cayó, ¡es el primero que cayó! —protesta Sariel.
—Bueno, empecemos —protesta Gabriel, exasperado de todo esto. Se vuelve a Raguel—. Escribe, por favor "Querido..." oye, ¿tú le llamas de algún modo cariñoso?
—Definitivamente no.
—Nadie más que tú llama a los demonios de modo cariñoso —protesta Uriel a Gabriel, aunque está intentando pasar desapercibida en este evento.
"A mi podrías llamarme cariño…"
—Mmmm... Bueno, pon "Querido, Lucifer" entonces —Gabriel suspira ignorando a Uriel porque... ejem.
"Tú cállate, demonio asqueroso"
"Anda… ¿demonio asqueroso?"
—No. Lucifer y eso ya es mucho. Quítale el querido.
—No, no quites el querido. Es importante —asegura Gabriel.
—Porque no pones "Bien amado" —propone Aamón.
—No lo es —chasquea Miguel los dedos—. Ugh! MENOS. Deja solo "Lucifer."
—A lo mejor deberías ponerle un nombre ridículo que le aplique "Bien amado capullito de alelí" —se burla Leviatán, con un gesto teatral.
Azrael… es que vale, VALE. Se ríe un poquito. No es el único, pero no creo que lo admitan.
—Esa es buena idea, puedes llamarle así a partir de ahora—comenta Gabriel, sin ver lo ridículo o sin que le importe que lo sea, nadie nunca lo sabrá.
—¿Es obligatorio lo del nombre cariñoso?—pregunta Remiel.
—¡No! —asegura Uriel, rápidamente.
—Podría serlo, a Belcebú le gusta... ¿Tú no tienes ningún nombre de cariño para él? —pregunta Gabriel a Raguel señalando a Aamón.
—No voy a llamarle de ninguna otra forma más allá de imbécil —protesta Miguel.
—No —suelta Aamón—. Soy yo quien le tiene el apodo a él.
—Y es privado —Raguel aprieta los ojos.
—¿Tú? —cosas que Leviatán no se esperaba.
—Es privado —sonríe Aamón, señalando a Raguel.
—Sí, sí es privado —insiste Raguel tensito.
—¿Hay algo en tu relación que no mande el ángel? —pregunta Leviatán levantando una ceja.
Raguel sonríe de lado, y le acaricia la pierna a Aamón, que se incomoda con esa pregunta, la verdad.
—La verdad, yo creo que nos serviría saberlo para ilustrar esta situación —presiona Gabriel, porque ahora le ha dado vergüencita lo que ha dicho Uriel antes de ser el único.
—Solo... no quiere que os lo diga porque es sacrílego —explica Aamón.
—Ugh, ¿podemos cambiar el tema? —protesta Raguel, nervioso.
—¿¡Sacrílego?! —pregunta escandalizada Sariel.
—Pues soy un demonio, ¿qué esperabas? —Aamón se encoge de hombros para ella.
—¿Y tú le dejas? —riñe Sariel a Raguel
—¿Qué te hace pensar que yo tengo algún control…?
—Solo hace falta que no le deje hacer eso tampoco —protesta Leviatán.
—Estáis todos malinterpretando esto mucho más de lo que deberíais hacía extremos opuestos —comenta Aamón.
—No, viejo, es que tú no te estás viendo.
Ojos en blanco de Aamón.
—Que me lo digas TÚ, la que hace como dos días estabas hincada en mitad de una junta de Arcángeles pidiéndole matrimonio a este idiota, con un oso del tamaño de África... le quita bastante peso a tu argumento, niño —replica.
Leviatán se sonroja con eso. Gracias, Aamón, efectiva manera de CALLARLO. Azrael suelta una risita con eso.
—Cabrón —susurra Leviatán para él. Azrael le sonríe más con eso.
—El que se lleva, se aguanta —le da un poquito de amor.
—Ya, ya, como si no hubiera sido tu culpa igual —pone los ojos en blanco.
—Bueno, continuemos, a ver si esta vez podemos pasar del saludo —protesta un poco Gabriel.
—Miguel, ¿tú crees gustarle más a Lucifer que… lo que le gusta el poder? —pregunta Belcebú.
—Uuuuhhh —susurra Aamón con eso, lo bastante fuerte como para que le oigan.
—Wh-Whaaaat? — Miguel se sonroja, poniéndose nerviosa porque no cree para nada gustarle más que… casi nada. Ugh.
—Lucifer quiere que te humilles, ¿no? Pues vamos a poner algo de eso —Gabriel mira a Belcebú para que le confirme.
Belcebú asiente a ello, sonriéndole un poco porque la idea de ver a Miguel humillándose ante QUIEN SEA suele ser bastante satisfactoria.
Aamón +1
Leviatán +1 también.
—¿Qué quieres que haga… ¿¡QUÉ?! No. No. NO. N. O.
—Miguel, esto es por el bien mayor. Es lo que quiere Nuestra Señora. Hay que hacer algunos sacrificios —sigue Gabriel.
Miguel bufa con eso, porque JODER.
—¿En dónde dice que esto es lo que quiere Nuestra Señora? ¡También ella quiere que yo conserve mi integridad moral!
—Te recuerdo, Miguel, que yo recibí este mensaje y os lo traje a todos —puntualiza Gabriel.
—¿Y que pretendéis conseguir con esta carta? ¿Qué Lucifer se acueste con Miguel o… qué? —pregunta Leviatán.
—Acostarse fuera del matrimonio es pecado —les recuerda Gabriel y Belcebú bufa.
—¿Así que la finalidad es pedirle matrimonio? —pregunta Leviatán.
—¿Pero eso no lo habías acordado ya? —es Uriel esta vez la que cuestiona
Miguel… que claramente NO es el ángel de la paciencia, frunce el ceño más y se cruza de brazos.
—No lo sé, pregúntale a Gabriel, pregúntale a Leviatán, o a Aamón, Uriel. ¡Que parece que todo mundo tiene más claro qué hacer con mi vida de lo que lo tengo yo!
—Sí, sí acordó eso —asiente Gabriel que no pilla una.
—Tal vez deberíais preguntarle a Asmodeo —propone Aamón.
Uriel se sonroja con eso y Miguel BUFA, fulminando a Gabriel.
—Yo lo decía porque, en efecto, si Miguel le PIDE a Lucifer que se acueste con ella de buena manera, pero fuera del cielo y en su propio cuerpo, si le gusta más que el poder PUEDE que fuera a hacer eso y pudiera Miguel aprovechar para quitarle el poder… pero no creo que quiera —explica Belcebú.
—¿Qué escribirías tú si fueras Miguel, entonces? —pregunta Gabriel y luego se arrepiente un poco porque no le termina de gustar la idea de Belcebú escribiéndole a Lucifer una carta de amor.
Leviatán termina relamiéndose con los celos.
—Mmm pues que… —Belcebú se humedece los labios, sin estar muy segura—. A ver, algo así como "no he dejado de pensar en ti y en tus labios ardientes, quiero entregarme a ti completamente."
Gabriel se sonroja y luego carraspea incómodo.
—¿Te parece que sus labios son ardientes? —pregunta Leviatán a Belcebú intentando que Gabriel se ponga más celoso.
—¿Los de Lucifer? Hum… —se lo piensa.
—Ugh, con todos ustedes —protesta Miguel, sonrojándose.
—Lo importante aquí sería lo que piense Miguel, no Belcebú, ¿no? —pregunta Remiel.
—UGH! ¡Se trata de que sea creíble para Lucifer! —protesta Miguel.
Belcebú se encoge de hombros.
—Da igual lo que pongan, Lucifer se va a creer cualquier cosa —opina Aamón.
—¿De verdad? Podríamos poner cualquier cosa de esas que dijeron Belcebú o Leviatán mientras estaban… borrachos —puntualiza Azrael.
—Probablemente —asiente Aamón.
Leviatán y Belcebú ponen los ojos en blanco casi a la vez.
—No recuerdo que Belcebú dijera nada específico que pudiera ponerse en una carta más que pedir amor como una yonqui —valora Gabriel.
—Ugh, ¡Gabriel! —protesta Belcebú.
—A lo mejor Leviatán sí dijo algo específico —le pregunta a Azrael.
—¡Sí que dijo muchas cosas! —asiente Azrael y luego de acuerda de ellas y se sonroja.
—¿Cómo cuáles? —pregunta Gabriel.
—Es igual, como que quería casarse. Ya lo ha dicho Aamón.
—Yo recuerdo algunas de las cosas que me dijiste tú... sin estar borracho —comenta Leviatán para Azrael.
—¡Yo no te he dicho ninguna cosa rara!
—Yo te recuerdo diciendo...
—¡Nada!
Leviatán sonríe vencedora.
—Bueno, entonces... ¿Lo de los labios sí o no? —pregunta Remiel.
—Yo creo que deberíamos votar. Quién cree que deberíamos ponerlo —Uriel levanta la mano. Gabriel también la levanta.
—Ugh. ¡Lucifer va a saber que no lo he puesto yo!
—Claro que no. Se lo va a creer completamente, si es lo que quiere oír —asegura Leviatán.
—Más aun siendo ahora el dueño del cielo —agrega Belcebú, sonriendo de lado.
—Lucifer no es ni será jamás el dueño del cielo —asegura Miguel, tan pasional.
—El cielo no es de Lucifer —dice Gabriel a la vez.
—Bueno el cielo es de Dios… —Raguel asegura también.
—¡No es suyo! —Uriel protesta.
—Bueno, sea como sea está en control de él y ustedes aquí afuera —Belcebú la hermana menor.
—Y no recuerdo que a ti te haya dejado dentro con él —replica Gabriel, frunciendo el ceño.
—Ugh, venga… solo digo que va a tener el ego aún más elevado que de costumbre con esto.
—Igual deberíamos seguir con la carta... —propone Remiel, conciliador
—Llevamos poco, en realidad —determina Raguel.
—¿Podrías leérnosla?
"Bien amado Capullito de Alelí" empieza Raguel.
—¿No puede ser una frase más ridícula que esa? No. Me niego —protesta Miguel.
—Pues di algo tú —se queja Uriel.
—Yo le pondría "Morningstar", si acaso —sigue Miguel.
—No es como que esto sea un mensaje de whatsapp para que le puedas decir "eh, Morningstar, imbécil" —la riñe Gabriel.
—Es parecido.
—Siempre puedes poner "Morningstar, luz de mi vida, estrellita de mi corazón" —ayuda Leviatán.
—Siempre puedo cortarte a ti también la cabeza! —protesta Miguel, otra vez. La verdad es que Aamón y Gabriel se ríen un poco con eso.
—De dónde sacas… esas… ¿¡cómo es que piensas esas cosas?! —pregunta Azrael.
—¿Cómo no las piensas tú? —Leviatán le sonríe.
—Ugh, ¿por qué las pensaría yo?
—Pues porque es divertido. Ya me queda claro que todo se te fue en músculo, pero... es un pequeño precio a pagar.
—¡¿A qué te refieres con que todo se fue en músculo?! —protesta Azrael.
—A que esas preguntas pagan las vistas.
—Enfóquense, por favor —pide Raguel.
—"Estimado Lucifer" es mi última oferta —sentencia Miguel.
—Vale, eso parece bien, con eso habíamos empezado —Gabriel asiente a eso.
—Ojalá algún día pasemos del saludo —comenta Aamón.
—A está velocidad estaremos aquí aún para navidad —coincide Belcebú.
—No he dejado de pensar en ti y en tus labios ardientes. Quiero entregarme a ti completamente –lee Raguel.
—¿No hay algo que... puedas decirle que solo sepáis vosotros dos? ¿Cómo alguna broma interna o algo así? —propone Remiel.
—Hum… —Miguel vacila.
—¿Cómo qué? ¿Algo sobre cabezas cortadas? —pregunta Uriel.
—Ja-ja.
—O sobre ser una histérica y joderle la vida a la gente... —añade Aamón.
—¿A ti en qué momento te he siquiera molestado? —pregunta ella.
—Pensaba que el plan era no hacer kinkshaming a nadie —comenta Leviatán.
Oooojos en blanco de Aamón.
—¡A mí no han dejado de hacerme shaming todo el rato! —sigue, Miguel, la mártir.
—Vamos a hacer un origami con tu papel de víctima —suelta Aamón a eso.
—¿Un… oriquien? —pregunta Miguel sin entender.
Raguel sí que se ríe, una de las ventajas de haber venido lo bastante a la tierra.
—¿No que sois vosotros los que tenéis internet? —Aamón mira a Raguel porque... todo el conocimiento de la humanidad en un libro que nadie lee.
—Ustedes podrían tener también si se dejarán de tonterías —contesta Miguel a la que solo le falta sacarle la lengua.
—¿Por qué no ponemos algo sobre las alas blancas? ¿Cuánta gente sabe eso? —pregunta Gabriel.
—"Amo tus alas blancas como la nieve" —Belcebú propone con voz ridícula.
—Te ha salido mejor la otra —comenta Leviatán. La especialista autoproclamada crítica literaria.
—Es que tendrían que… hablar de las cosas que SÍ le gusta a él tener. Ugh, son todos muy malos aquí. Háblenle del ingenio, de que sea el mejor de todos, el consentido de Dios, el más hábil de todos… ¿Sí conocen a Lucifer?
—No tanto como tú, por lo visto —comenta Gabriel frunciendo el ceño.
—Habéis pensado... que... quizás... —empieza Leviatán relamiéndose la envidia de Gabriel—. Si pensara Lucifer que está pasando algo que le interesa más aquí abajo de lo que pasa arriba...
—Pues yo estoy diciendo cosas muy obvias —Belcebú le responde a Gabriel y luego mira a Leviatán—. Esa no es mala idea… ¿Cómo qué?
—Quizás podamos usar esa idea luego, si esta no funciona —comenta Leviatán pensando que lo de la carta tenía gracia y no quiere perdérselo solo por proponer otra cosa.
—Vale… Gabriel, ¿lo anotas como parte de la lluvia de ideas buenas? —pide Raguel.
Ahí va Gabriel tan obediente a apuntarlo en la ventana "Hacerle creer que pasa otra cosa"
Belcebú parpadea unas cuantas veces con eso.
—Hum… bueno, entonces hay que hablarle sobre que él sea en mejor… no es ni el mejor de todos ni el consentido de Dios ni el más hábil! —protesta otra vez Miguel.
—¿No dijiste que Dios le hablaba? —pregunta Gabriel.
—Eso dice él —asiente Miguel.
—No, Gabriel, si tú hablas con Dios es ser religioso, si Dios te habla, es esquizofrenia —le replica Aamón.
—¡Pues él dice! —protesta Miguel.
—Que le va a hablar Dios si no nos habla ni a nosotros —protesta Uriel.
—Bueno, volviendo al mensaje... tal vez deberías escribirlo tú, Belcebú, que pareces ser la experta en las cartas de amor a Lucifer —sigue Gabriel.
—¡¿De qué hablas?! Yo no tengo idea, ¡es ella la que debería saber!
—Pareces tenerlas todas tú.
—¡Pues porque ustedes no tienen ni una!
—Sí tenemos. A lo mejor solo deberíamos rezar todos a la vez —replica Gabriel.
Belcebú hace una enorme cara de DAAAAFUUUUUQQQQQQQQ.
—Esa es una muy buena forma de perder del todo el cielo —asiente Belcebú.
—Bueeeeeno, si ese es el plan, a mí ya me habéis visto lo bastante —asegura Leviatán.
—No eres el único —sentencia Belcebú.
"Ugh, yo tampoco quiero eso, gracias" asegura Asmodeo dentro de Uriel.
—Pues para lo que estáis ayudando los tres... —protesta Uriel cruzándose de brazos.
—No puedo creer que llevemos como UNA HORA en esto y solo haya escrita UNA FRASE —protesta Aamón.
—¡Y cuatro mil ideas nuestras y ustedes solo piensen que rezar es la solución! —le secunda Belcebú.
—¡Rezar es siempre la solución a todo! —exclama Gabriel.
—A lo mejor deberíamos tomarnos un descanso... —propone Remiel porque los nota a todos muy tensos.
—Yo creo que Miguel tiene que hacer algo que atraiga mucho a Lucifer… que es lo que más valora Lucifer en la vida que no sea a sí mismo? —Azrael intenta demostrar cómo es listo. Se va a llevar un pat pat en la cabeza de Leviatán
—Excelente idea, Remi —asegura Raguel poniéndose de pie.
