Suspiros y vitalidad
No había pensado en realizar la transmutación humana hasta ese momento.
Apenas había soltado un suspiro de superioridad frente al doctor con el diente de oro, argumentando que nunca cometería el tabú de la alquimia humana. Roy Mustang estaba confiado, pero un simple suspiro bastó para que el candidato a soberano de Amestris tuviera la audacia de pasar una espada por el cuello de su teniente primera.
—¿Teniente?, ¡teniente, teniente! —exclamó, sin poder contener un jadeo desesperado.
La sangre brotaba de la herida en su cuello, su vida se desvanecía. Ella estaba perdiendo vitalidad y su superior estaba siendo sometido por los subordinados de ese médico demente.
—Ahora, ¿por qué no abres la puerta de una vez, Mustang? —cuestionó el doctor con la misma arrogancia que el alquimista había mostrado momentos antes.
—¡Desgraciado! —gritó Mustang. La ira se escapaba de su boca como veneno, y apretó la mandíbula al ver cómo arrastraban a Hawkeye. Parecía inconsciente—. Teniente, ¿puede oírme?, ¡responda! —imploró.
—Realice una transmutación humana y conviértase en el quinto, por favor —dijo el doctor del diente de oro. Mustang contuvo sus emociones, sus labios temblaban ante la desesperación de percibir a Hawkeye perder la vida a cada segundo que pasaba—. Apresúrese o esa mujer podría morir en cualquier momento —hizo una leve sonrisa—. Claro, ya veo, le gustaría transmutarla después de que muera. Eso también podría servir.
Un suspiro.
La mirada de Mustang se ensanchó y se posó con angustia sobre la francotiradora.
—No moriré… —voz débil a cada instante. Mano sobre la terrible herida, la vitalidad de Hawkeye fluyendo en un torrente carmesí sobre el suelo—. Tengo órdenes de no morir…
El doctor del diente de oro la observó desde arriba, con arrogancia.
—Si se pudiera tener un cuerpo inmortal en ese estado, no sería nada provechoso —su mirada altanera se posó en el alquimista sometido—. Mustang, ¿qué hará entonces? Su querida mujer está a punto de morir. Si no hace nada, se desgarrará y morirá.
El coronel no expresó nada, solo miraba a Hawkeye y su vitalidad saliendo a cada segundo. Estaba sometido e inutilizado para salvarla. Contuvo la respiración, nada más que suspirando de angustia, mientras ella suspiraba ante la falta de energía.
—Por otra parte, soy médico y practico la alquimia. Y lo que es mejor, tengo una piedra filosofal —añadió el doctor. El pequeño frasco con tal mítico elemento se lució entre sus dedos—. Lo que quiere decir que yo podría salvar la vida de esta mujer con toda seguridad y todo se solucionaría.
Roy jadeó. El sudor goteaba por los laterales de su rostro y un atisbo de posibilidad se mostró en sus pensamientos.
—Sin embargo, si ella muere antes de que usted termine de tomar una decisión, no habrá nada que pueda hacer al respecto —le recordó, amenazante. Su mirada pasó nuevamente hacia la teniente—. Vaya, parece que está demasiado callada. Tal vez ya esté muerta —soltó con demencia.
El coronel resopló desesperado mientras miraba a su subordinada.
Un suspiro.
—Coronel… —murmuró Hawkeye con dolor. La mirada de Mustang se volvió inquieta, ella aún mantenía su vitalidad—. No tiene que hacer… —un quejido ligero, enfermizo—, una transmutación humana.
El doctor lo observó, con los ojos apuntando hacia los costados, el rostro salpicado de una gran falta de cordura.
—Lo hará, ¿verdad, Mustang?
Los suspiros del alquimista se mostraron desesperados. La sangre fluía y la piedra filosofal brillaba en la mano del doctor. Riza Hawkeye lo miraba. Su vida, su vitalidad se estaba desprendiendo mientras él solo la contemplaba.
«¿Qué debía hacer?».
Hawkeye suspiro, notó algo.
«¿Qué hará?».
No quiso ser evidente, solamente fue un atisbo sobre ellos.
«¿Otra posibilidad?».
—Entonces…
Roy bajó la mirada, suspirando. No sabía qué saldría de esto, pero debía confiar en su subordinada.
«Está bien. Te seguiré confiando mi vitalidad. Por favor, no mueras».
Nota de la autora: Me acuerdo de que cuando mire esto por primera vez en el anime no podía creer que era posible que Hawkeye fuera a morir. Gracias a Dios, no fue así.
Ciao.
