Mónaco se está arreglando y Luxemburgo la espera en la sala de la casa de ella, con el teléfono en la mano y un pie apoyado sobre la otra rodilla.

—¿Luuuux?

—Estoy aquiiiií ¿ya estás? —responde sin prestar atención.

—Ya casiiiii

Él se hunde un poco más en el sillón, pensando que está ahí desde hace treinta años.

—Pero veeen, necesito que me subas el cierre del vestido.

Suspira y se levanta, sonriendo porque a lo mejor puede subírselo... hacia abajo.

Quizás... quizás. A ver si se deja. Ella se pone el pelito de lado en cuanto entra y le da la espalda.

—¿Has hecho la reserva?

—Non, la ha hecho Rachel, pero tengo el resguardo en el mail —se acerca a ella.

—¿Leíste la nota del restaurante que te mande? —pregunta ella mirándole de reojo.

—Mmm? —toma la cremallera y le da un beso en el hombro, ella le mira de reojo.

Él le sonríe un poquito desde ahí y tira de la cremallera hacia abajo. Mónaco levanta una ceja

—¿Qué hora es? —pregunta ella humedeciéndose los labios

—Podemos retrasarlo...

—¿Con lo que costó hacer la reservación?

—Vale, vale... —suspira y vuelve a subirla

—Vamos, solo creo que... ¿no puede ser cuando volvamos?

—La estoy subiendo, ¿no es así? —le sonríe.

—Vaaaale, vaaaale.

—¿"Vale, vale" es que la baje otra vez?

Ella se ríe un poco y se gira hacia él, que levanta las manos y le acaricia el pelo, acomodándoselo un poco.

—Anda, vamos... ¡que no quiero perder la reserva! —insiste ella, Luxemburgo aparta las manos, suspira un poco y le sonríe, haciendo un gesto para que pase delante.

—Te ves muy guapo —le da un beso en los labios.

—No tanto como tú.

—¡Gracias! —le sonríe y le da otro besito en los labios. Él sonríe de ladito—. Anda, vamos, mon amor

—Me estás dando señales mezcladas.

—Ah ¿sí? Y tú desde cuando no sabes leer las señales.

—Tal vez estén en griego —se ríe.

—Eso dices SIEMPRE que no entiendes algo... —le limpia un poco los labios que le ha manchado de rojo—. Es que sí que tengo ganas, pero luego ya te conozco que dices que son cinco minutos y no son cinco minutos —y al parecer te QUEJAS de eso...

—Bueno, discúlpame por regodearme en las cosas que disfruto

—No, si no es queja... ¡es que la reservaaaa!

—Vale, vale... seré fuerte —se acomoda el pelo—. Pero no seas demasiado sexy.

—Yo siempre soy lo suficientemente sexy, ni un poco más —guiño, se gira hacia la puerta y camina moviendo el culo.

—No lo voy a soportar —se ríe apretando los ojos y se va tras ella. Mónaco se ríe un poco.

—Siempre lo soportas... de hecho nadie tiene más fuerza de voluntad que tú para eso, tienes el campeonato.

—¿Yo? —levanta las cejas, ella le mira por encima del hombro y sonríe.

—De hecho, a veces creo que te gusta este ciclo raro de... no te veo, vengo, te traigo unas ganas terribles, luego vuelvo a no verte...

—¿Debe ser algo un poco sadomasoquista?

—No lo bastante... no lo bastante. Ya sería útil que me dejaras darte con el latiguito.

—Como si no me dominaras lo bastante sin necesidad de eso.

—La verdad, ¡te quejas demasiado! —Mónaco se ríe—. Cualquiera diría que sufres con eso amargamente...

—¿Yo me quejo demasiado?

—¡No empieces a decir que soy yo la que se queja!

Luxemburgo aprieta los ojos con eso.

—¡Solo me quejo de las cosas que debo quejarme!

—Era una broma.

—No, no era una broma... — Mónaco hace los ojos en blanco —. Haces como que es una broma, pero lo dices por algo.

—Venga, no peleemos, ni siquiera hemos llegado al coche.

—Pues eso mismo digo yo... —ella suspira, algo irritada.

—De acuerdo, discúlpame.

—Vaaale. Vale

—Cuéntame, ¿has hecho algo interesante últimamente?

—Uff... Bueno, ¿te acuerdas lo que te conté sobre los bonos? Al final tuve que echarlo atrás porque el banco mundial empezó a ponerme pegas... Ah, y ya no viste por estar distraído con otras cosas, pero terminaron de poner la nueva iluminación en el pergolado del jardín, se ve muy chic, invité a las chicas en la semana y les encantó —se arregla un poco el pelo mirándose en el vidrio del coche antes de sonreírle un poco al chofer que les abre la puerta de la limosina y entrar tras él—. Me han dicho de ir a un desfile de modas el jueves de la semana entrante, al que ya me imagino no vas a poder ir... ¿pido boleto para ti o no? Es en la tarde... ya, ya, ni me digas, que seguro la respuesta es que no. ¿Te conté de la nueva película de Daniele? Aún la filman, me han pagado una PASTA para las escenas de acción en la plaza y La Rascasse...

—Mmmm... —él sonríe un poco distraídamente con todo eso.

—Te he comprado los cuchillos de cerámica japonesa que pediste para hacer la carne, llegaron ayer, no he abierto el paquete...

—Oh, no debiste molestarte.

—Has dicho que querías hacer Kobe... y que los NECESITABAS.

—Dije que eran imprescindibles para destruir Kobe.

—¿Eso es un chiste? —Mónaco parpadea.

—Non. Es real.

—¿Que es Kobe?

Luxemburgo la mira de reojo.

—¿No hablábamos de la carne... Kobe? ¿No se llama Kobe? ¿La japonesa... ?

—¿Me lo preguntas porque no lo sabes o porque no sabes si yo lo sé?

—Me lo pregunto porque te compré la carne y los cuchillos y ahora parece que te estoy hablando en otro idioma.

—Non, non, está bien —suspira—. Merci.

—No me suspires y explícame —ella frunce el ceño

—Bueno, veamos cómo va todo —sonríe, porque era una broma, como siempre, que ha acabado siendo literal y seguro ni siquiera acaba cocinando nada y ella protesta sobre la carne y los cuchillos de putos miles de euros pudriéndose en la nevera y la acaba tirando por no ser capaz de pedirle a su cocinero que se la prepare porque él... hizo un chiste sobre prepararla una vez y acabó todo en un malentendido tremendo.

—Puedes hacerla mañana —le acaricia un poco la pierna y se le recarga un poco encima.

Levanta el brazo para que se le eche encima y sonríe, aunque no cree que eso pase y ya sabe que mañana va a haber una bronca de la hostia porque "parece que has venido aquí solo por el sexo."

—A lo mejor mañana ya no la quieres.

—Hmmm... parece que intentas convencerme de ello desde ya. Si no querías hacerla...

—No es por eso, lo decía porque claro que vas a odiar lo que sea que yo le haga a la carne después de este lugar al que vamos hoy.

—Más vale que esté tan bueno como prometen... —Mónaco suspira y le mira, recargada en él. Sonríe.

—No leí la reseña, ¿qué decía?

—Pero te la mandeeee —le acaricia un poco la cara y le quita el pelo del ojo —. Cocina fusión molecular. Nunca has probado nada igual.

—Siempre dicen eso. Tal vez si quiera destruir la Kobe al volver.

—Merlina y su marido, del club, ya fueron.

—Pues claro, ¿no es el restaurante de su hijo? —la verdad, no está seguro, sabe que es del hijo de alguien, pero...

—Nooooo, es de los Roussange

—Ah, ya, ya... es el... hombre aquel de... —hace un gesto, me parece que sigue confundiéndole

—No tienes ni idea —Mónaco se ríe un poco y le da un besito en la mejilla.

—¿No lo es? ¿Quién es entonces?

—¿Recuerdas cuando fuimos en el Monarch ese finde con la pareja de los petroleros?

—Ah... oui —recuerda más al hombre de los petroleros porque era insoportable diciéndole como tenía que invertir en bolsa como si no llevara haciéndolo desde que inventó la bolsa.

—Es su hijo.

—Encantado que debe estar el padre de que el chaval siga el negocio familiar —sonríe sarcásticamente.

—Ni siquiera un poco. Es la madre la que... bueno, ya sabes cómo va esto. No le digas nada que seguro nos visita en la mesa.

—Oh, además... qué honor.

—¿No quieres?

—Claro, ¿dónde está el problema?

—En que te conozco... ¡no puedo decirle que no vaya! Ugh, es que te quejas de vicio... —ella protesta, acaricia sole otra vez la cara.

Él suspira. Pensando que se va a quedar con hambre como siempre que hacen una de estas experiencias gastronómicas. Y luego va a tener que cantarle las alabanzas al chico este que seguro es medio petulante como el padre. Que seguro acaba sentándoseles en la mesa a contarles cosas que nadie le ha preguntado y en realidad nadie le importan mientras se contiene de acabarse el vino para no marearse demasiado por tomárselo con el estómago vacío.

—Ay, otra vez los suspiros. ¿Falta mucho para llegar? Dile al chofer que de una vuelta.

—¿Una vuelta? —la mira de reojo.

Se le acerca un poco y le besa.

Oh, la lá... Vale, le devuelve el beso

A ver si así se pone un poquito de buenas… pero si la que está de malas es ella.

Mónaco le planta un buen beso, largo e intenso y la verdad ahora piensa que quizás si debieron terminar esto en casa abres de venir. La verdad, él se separa cuando nota que esto va a hacer demasiado incómodo salir del coche con dignidad.

Ella le mira a los ojos y sonríe, quitándole el pelito de la cara otra vez y él carraspea un poco.

—¿Ves? Tortura...

—Indiscutiblemente.

—¿Has hecho tú algo más interesante que esto últimamente? —besito.

—Nunca.

—Venga, ¿dónde estamos? —pregunta riéndose un poco, separándoselo del todo y mirando por la ventanilla. Luxemburgo se acomoda un poco el pelo y los pantalones, sobre todo.

—A punto de llegar, por lo visto. Ahí está el puente... —Mónaco saca un espejito de su bolso para limpiarse los labios y aplicarse de nuevo lápiz labial.

—No está tan lejos entonces.

—No, no... Si nos gusta podemos venir aquí con frecuencia —responde ella distraídamente sabiendo que a Luxemburgo no va a gustarle porque van a servir poco y no van a volver... pero bueno, el deseo de que ocurra...

—Eh... sí, claro.

—Ya lo odias y aún no llegamos... ¿por qué no pides doble de todo?

—Nah, no lo odio. No te preocupes, comeré algo más al volver.

—Es que es feo que tengas que comer algo más... —le mira un poco apenada —. ¿Quieres ir a otro sitio? Ni siquiera sabemos si es tan poco lo que sirven.

—Estaba hablando de ti —suspira de nuevo.

—Eso seguro que vas a hacerlo, pero... ay... —es que le mira, cerrando su espejo.

Oui? ¿qué pasa? —le sonríe

—Nada, no pasa nada —le sonríe de vuelta y le da la mano, entrelazando los dedos —. Venga, vamos a pasarlo bien. Le acaricia un poco los dedos y luego lleva su mano a darle un beso en los dedos.

—¿Tú cómo has estado? —sonríe más con ese beso, relajándose un poco.

—Bien. Bien en realidad. Esta semana resolví un problema tremendo que arrastrábamos hace meses, me saqué un peso de encima.

—Deberíamos celebrar, entonces.

—Oui! ¡Es una buena idea!

—¿Quieres Ir a bailar después de la cena?

—Ah, sí, si te apetece sí. ¿A dónde te apetece ir?

—¿La Rascasse? Aunque siempre vamos ahí...

—¿Quieres que probemos algún lugar nuevo?

—Hace tiempo que no vamos a Jimmy'z

Arruga la nariz porque la música ahí...

—¿Amber Lounge?

—¿No fue donde intentaron robarte el bolso?

Ella suspira.

—Podríamos pedirle a seguridad que nos ponga a alguien... pero es que siempre que hacemos eso todo se vuelve más aburrido —protesta ella un poco.

—Ya... o podríamos dejarlo en el coche.

—Pero si lo dejamos en el coche tú cargas mis cosas.

—¿Qué necesitas llevar?

—Pues el teléfono, el espejo, los polvos, el labial.

—El teléfono te lo llevo, pero venga, no pasa nada si no llevas el maquillaje.

—¿Como no va a pasar? Voy a estar toda brillante como un foco.

—Pues como yo.

—Bueno pero que tú estés brillante como un foco a que lo esté yo... no es lo mismo.

—Tu eres más bonita, así que dirán que brillas con luz propia.

Les abren la puerta del coche para que salgan cuando se detiene.

—De verdad eso es muy amable de tu parte de decir, pero necesitas bajar mis polvos y el labial.

Se humedece los labios saliendo del coche sin responder y mira el teléfono donde tiene notificaciones de mails, así que va a abrir uno sin siquiera pensar. Mónaco sonríe estando fuera... y es que el sitio se ve bonito y chic y lo mejor es que es NUEVO.

—Me encanta cu... —se detiene de hablar y hace los ojos en blanco —. Luxembourg!

—Mmm? —no la mira, escribiendo con el teléfono.

Mon dieu...

Quoi? Te escucho —sigue sin mirarla.

—Estas trabajando.

Quoi? Non! —levanta la cabeza del teléfono.

—Hace dos semanas que prácticamente no hablamos, ¿y no me puedes dar UNA noche sin el teléfono?

—Solo estoy respondiendo una consulta rápida, ¡te estoy haciendo caso!

—Ya, ya... respondiendo una consulta rápida y lo que quieras... —protesta ella caminando hacia la puerta del restaurante.

Él acaba de escribir un poco más antes de seguirla. La verdad ella camina más rápido, de mal humor. Así que tiene que apretar el paso, menos mal que parece tener piernas largas

Es que no le va a esperar, entra por la puerta que le han abierto y en la recepción pregunta pro la reserva, con el ceño fruncido y cuando le dicen que acompañe al camarero es que él se une también, la verdad, leyendo otro mail de reojito

Mónaco bufa, notándolo. Y es que este también es solo para pedirle que reenvíe unos documentos que ya mandó, es un momento, solo tiene que buscarlo en la bandeja de salida y darle a reenviar mientras el camarero les acomoda en la mesa junto a la ventana de mejor vista

—¿Vas a guardar el teléfono o qué? —pregunta ella de mal modo.

Oui, oui, de verdad es solo un instante... e igualmente te escucho.

—¿Lo haces?

—Oui...

—Es que además tienes el morro de seguir. Ni siquiera has visto la vista...

—Tú eres mejor que la vista —asegura sonriendo porque lo ha encontrado. Reenviar... ahora la dirección...

—¿Yo? ¡Si a mí tampoco me estás viendo! —la verdad, tú tampoco has visto siquiera algo más que su teléfono y a él con ganas de matarle.

La escribe y... listo. Enviado. La mira.

—¿Ves? Ya está.

—Ni siquiera se para que hacemos esto si claramente preferirías estar trabajando en vez de esto —Ojos en blanco.

—¡Solo han sido treinta segundos!

—No han sido treinta segundos y no me cabe en la cabeza por qué no puedes estar conmigo una noche completa sin ese maldito teléfono. Esto funcionaba mucho mejor cuando no existían los teléfonos.

—Cuando no existían los teléfonos me llegaban telegramas y entonces tenía que ir personalmente y aun te enfadabas más.

—Alguien más puede hacer eso que acabas de hacer, ¡y nadie más puede hacer esto que estoy esperando que hagas! —Mónaco bufa.

—¡Pero si ya lo estoy haciendo! Igualmente, alguien tiene que decirles qué hacer.

—No, no lo estás haciendo. Estás distrayéndote y pensando en todo menos en esto.

—Pero si te estoy contestando y haciendo caso, ya he guardado el teléfono.

—Ya, bueno... lo has guardado hasta ahora que te llegue otro mail.

—Venga, dejemos esto y vamos a ver qué hay en la carta.

—Dicen que el menú del chef es lo que hay que probar —Mónaco cruza la pierna y abre la carta por la paz. Luxemburgo pone un poco los ojos en blanco porque no ha sido para tanto.

—Vale, pues venga.

—Tu elige el vino —ella cierra la carta, cruzándose de brazos.

—¿Quieres champagne? —la mira.

Oui. ¿De qué era el correo?

—Era Charlotte con duda sobre los permisos especiales en el caso de los aranceles en la importación temporal que le estábamos presentando a Allemagne.

—¿Y de verdad no puede esperar eso hasta el lunes?

—Bueno, es que yo detesto que no me respondan al instante porque luego tengo que dejar las cosas a medias y siento que se me olvidan y hago más errores.

—Así que si tiene otra duda vas a ir a contestarla —Mónaco hace los ojos en blanco.

—En serio, Momo, estamos dedicándole más tiempo a esto discutiendo que lo que llevaba responder y ya —estira la mano hacia ella, que le toma la mano y sonríe un poco, suspirando.

—Me gusta el ambiente... y la vista —le hace cariñitos en el dorso de la mano—. ¿No había aquí hace años otro restaurante al que vivimos un par de veces?

—Era un restaurante, sí, pero no era de esta categoría —mira por la ventana las vistas que se ve el mar, claro. Ella le dibuja un poco el contorno de la mano con los dedos, distraídamente.

—Gracias por traerme... me enojo de todo, ya lo sé.

—Non, non, ya sé que debería guardar el teléfono. Les he dicho que no estaría disponible, además, pero siempre me hacen lo mismo... por "si tengo nada más un momentito", "solo es una preguntita", "si no puedes pues ya me responderás".

—Ya lo sé, y saben bien que siempre tienes ese momentito... y tú qué no te puedes controlar —hace los ojos en blanco —. Deberíamos dejar los teléfonos en el coche.

—¿Y si hay una urgencia? Tampoco hay que ponerse drástico.

—¿Qué urgencia puede haber en un sábado en la noche? —ella aprieta los ojos —. A veces creo que mientras estamos en la cama estás pensando en si habrá o no una urgencia.

Mais non! —se ríe—. Entonces estoy pensando en lo que haré en la semana o en presupuestos.

Mónaco parpadea con eso y le mira, frunciendo un poco el ceño.

—Eres tan horrible a veces —se medio ofende, aunque ya le conoce que es broma pero, ¡Pero!

Él suspira porque ya debería dejar de intentar hacer esas bromas.

—Venga, es para no acabar tan absurdamente rápido, porque eres demasiado atractiva.

—Mira, por fin has dicho algo que sí que te creo —Mónaco se ríe un poco y el mesero viene a preguntarles que quieren.

Mónaco espera a que Luxemburgo pida por ambos, mirando hacia el mar. Que es exactamente lo que hace.

A medio que habla, debe sentir el pie de ella entre sus piernas. Da un salto con eso pero hace lo posible por seguir a lo suyo, mirándola de reojo y sonrojándose un poco mientras pregunta aun qué hay en ese menú especial del chef.

Mónaco sigue mirando al mar, como si no estuviera haciendo eso, prácticamente sin mirarle. Él mete una mano bajo la mesa, acariciándole un poco el pie y revolviéndose.

Ella presiona un poquito más, en el lugar preciso. Sí, puede que tenga muchas desventajas... pero sabe exactamente qué botones picar. Hasta le sale un poco agudita la voz con eso

Mónaco sonríe de lado. Luxemburgo carraspea un poco y acaba de pedir porque además con lo que hace que no se ven, no es como que no traiga ganas. Es que ese es justamente el problema que tiene ella.

—Estoy a dos de pedirte que me alcances en el baño de chicas... —ella le sonríe de lado. Él carraspea y se acomoda la corbata.

—Como sigas por ahí serás tú quien tendrá que alcanzarme a mí, mon amour.

Mónaco se ríe, moviéndose un poquito el pelo y... moviendo el pie. Da un saltito e intenta apretar un poco las piernas, aun sonrojadito.

—No vamos a llegar a la casa, eso te lo aseguro.

—A lo mejor no deberíamos ir a bailar.

—¿E ir a comer el postre a casa? —pregunta ella... quitando la pie de la zona en cuestión

—Tal vez hasta me alegre que el menú sea escaso.

—Por una vez... quizás hasta nos vayamos sin quejas.

—Eso sería algo remarcable, tal vez debas repetir el procedimiento en futuras ocasiones.

—Ya, claro... el sexo siempre es atractivo

—Y a nosotros se nos da muy bien —le guiña el ojo. Ella se sonroja un poco y.. ahí viene El Capitán de meseros, con como tres personas más y la botella de champagne que ha pedido que seguro es la más cara de la carta. Mónaco les ignora.

—Más o menos... —responde girando un poco la cara.

Luxemburgo levanta una ceja. Ella sonríe de lado porque la verdad, le estaba picando un poco.

—Has.. perdido un poco de... ehm.. elasticidad, con los años.

Se humedece los labios dejando de sonreír tanto y Mónaco se ríe.

—¡Tu carita!

—Pues... eres cruel.

—Si acaso te has vuelto menos elástico, te has vuelto sin duda más mañoso —Levanta el pie otra vez para tocarle.

—Por lo menos... —vuelve a sonreír.

—Y más guapo.

—Como el vino —se encoge de hombros.

—Por supuesto —le acaricia la pierna con el pie, sonriendo un poco —. Me gustas.

—Y tú a mi —le toma el pie con la mano y se lo acaricia otra vez.

—Brindemos entonces... por la cosa es que hiciste en la semana.

—Puedo explicártelo con más detalle si quieres, aunque seguro vas a decirme que solo te hablo de trabajo.

—Prefiero que mejor... —viene el mesero a traerles... un plato ENORME con... una pelotita minúscula en el centro.

Eeeeel suspiro de Luxemburgo.

—Ohh... ¡esto se ve precioso! —asegura ella tan feliz, mientras el mesero les da a cada uno un popote de bambú algo grueso y les dice que tienen que absorber la pelotilla con esta cosa.

Mónaco hasta le quita el pie de ahí, sentándose un poco mejor, tan feliz y encantada con esto.

Luxemburgo sonríe y pregunta si tiene que hacerlo de un solo golpe o lentamente o cómo exactamente, la verdad, vacilando un poco al camarero. Ella hace un poco los ojos en blanco, pero le deja vacilarlo.

El hombre le explica además todo de manera muy seria y sin sonreír, tratando de no... perder la cara de póker.

Él mira a Mónaco con complicidad. Ella le sonríe un poquito igual, volviendo a subir el pie. A ver si así le distrae.

Él sonríe cuando se hace un poco cómplice de él, haciendo al final lo que les han dicho y la pelotita está buena. Muy buena. Muy muy buena. Pero... pues es una cosa minúscula. Rápidamente vienen a preguntarle si les gustó y a llevarse los platos.

Luxemburgo le asegura que sí y ahí tienen el siguiente plato que es un tubo de ensayo con un líquido humeante que sale de dentro. Les explican que este plato no se come, solamente se huele.

Se muerde el labio para no hacer ningún comentario sobre eso, pero piensa que es como Famine en Good Omens.

—Ohh... ¿se huele? —pregunta ella mientras el hombre saca un gotero y le pone una gotita de otra cosa a sus tubos, hace un gesto con la cabeza y los deja para que disfruten la experiencia.

Ahí va Luxemburgo de nuevo, porque... bueno, no es como que no tenga cierta gracia. Ella sonríe un poco también y cierra los ojos

—Es... sabroso, huele muy bien, ¿no crees? —pregunta ella estirando la mano hacia el sobre la mesa para que se la tome.

—Umami.

—Umami...

—¿No te parece?

—Sí, sí... solo me hizo gracia que lo dijeras así —sonríe.

—¿Por? ¿No se dice así? —inclina la cabeza.

—No, no... me parece que sí. Solo que tu sueles bromear con esas cosas...

Él se encoge de hombros y Mónaco se ríe.

—Me gustó más la pelotita...

—A mí también, por lo menos era comida.

—Ehh, ¡esta es una experiencia gastronómica!

—Lo sé, lo sé —se ríe. Ella toma su copa y el mesero viene ooootra vez trayendo una mini gelatina en otro plato enorme otra vez y le prenden fuego.

—Este lo deben comer aún en llamas —el mesero sonríe y se lleva los otros platos.

—Uh, aun en llamas... que ardiente.

—En realidad se me ocurren otras cosas ardientes que hacer... que no es comer gelatinas.

—En eso estoy de acuerdo.

—¿Como vamos a comernos esto así? A ver... abre la boca.

—Ya... mejor me sacrifico yo.

—Exactamente... en esto los caballeros van primero. Si te quemo, no grites.

—Haré lo que pueda —se ríe, pero abre la boca para que se lo dé y ahí le mete el trocito a la boca de golpe. No se quema, desde luego, no es como que no esté preparado para eso

—¿Que? Esta... ¿te ha... pasado algo?

Hace algunas caras raras igual, jugando. Ella se ríe y él le sonríe.

—Bueno, el gato de la corte no murió

—Limpio y seguro, madame.

Toma la gelatina para dársela él a ella ahora, claro. Ella abre la boca un poco... pues... Y ahí se la pone, con la otra mano para sujeta por si cae una gota. Mónaco cierra los ojos y saborea… bastante porno el asunto.

—Mmmm... ¡es bueno!

—Lo es. Este está hasta cocinado—y eeeees que le viiiibra el teléfonoooo

—Pues... todos. ¿No? O sea, muy cocinados

Quoi? —mira el teléfono de reojo.

—Los platos, ¿no? —vienen a cambiarles el plato por otro, otra vez varías personas.

—Ah, oui, oui..

Este es el momento... aprovecha para ver tu teléfono.

Pero está ella ahí ¡y ya le ha gritado antes!

Ya... ya. Sí.

Pero es que cuando vibra tres veces más... la tentación es demasiada ¿Y si ha pasado algo horrible?

Mónaco además está un poco impresionada con no-sé-qué que están haciendo ahí en la mesa con unos polvos. Quizás el mundo se está acabando y tú no te enteres por estar cenando tonterías con Mónaco.

Vale, vale, le da al botón a ver qué está pasando y cuando lee las notificaciones es que tiene que contestar ni siquiera se lo piensa.

—¿Ya viste?... es oro —susurra Mónaco impresionadita porque están poniéndole láminas de oro a algo.

—El oro es venenoso —creo que leyó eso alguna vez. ¿O lo vio en la tele? El caso es que no deja de recordárselo a todo el mundo cada vez que alguien quiere poner oro en algo que comer. Lo cual no significa que no se lo coma. Sigue tecleando.

—Todo es venenoso dependiendo de la proporción con la que... —Mónaco parpadea al notarlo. Frunce el ceño, pero él ni se entera.

Ella frunce más el ceño y de golpe se levanta. Y la verdad, le mira de pie un par de segundos, a ver si se entera.

No lo hace. O sea, la mira un instante, pero cree que va al baño.

—Eres imposible —le lanza la servilleta a la cara.

Quoi? —ahora si levanta la mirada.

—Una noche, Luxemburgo. Son cinco horas. Cinco horas de entre dos semanas. No me parece que te esté pidiendo mucho.

—Pero si yo... ¡si te estoy haciendo caso!

Es que todos los miran, además, lo que DECIDIDAMENTE no ayuda al humor de Mónaco.

Él protesta un poco pero un tiene el morro de acabar el mail así a lo rápido y darle a send de mala manera antes de guardar el móvil.

Joder. Se te va a ir mientras miras el teléfono.

Entonces lo guarda y se va tras ella.

Aunque creo que... cuando nota que la sigue, se mete hacia los baños a ver si... la sigue aún. Deseando que la siga del todo.

—¡Mónaco! —la llama y suspira al ver que se mete al baño. Pone los ojos en blanco y vuelve a sacar el teléfono, tecleando al ir hacia la mesa.

¡No! ¡Ugh! Mónaco... se paraliza al ver que no ha venido tras ella hasta el baño, apretando los ojos porque en su fantasía peleaban, echaban a la chica que cuida el baño con unos cuantos billetes y terminaban teniendo hatesex en el baño. Mierda, ¿qué puto día del mes era que estaba tan absurdamente caliente? Aprieta los ojos frente al espejo.

Salvo que este niño no... funciona del todo así. Va a aprovechar hasta para llamar por teléfono ya que está en el baño.

Después de un rato, ella vuelve, ceño absolutamente fruncido, y se sienta frente a él. Si las miradas mataran...

Luxemburgo sigue al teléfono, dando un par de instrucciones, hasta levanta un dedo para ella para pedirle un momento.

—Debí irme a casa —es que el ceño más fruncido imposible. Sinceramente tiene todas las ganas de lanzar el teléfono al mar.

Ninguna novedad en cuanto eso. La verdad, él intenta decirle a quien sea que ella ha vuelto, pero siguen preguntándole solo una cosita, que él tiene que responder.

Mónaco suspira, frustrada, tamborileando los dedos en la mesa. Él tarda un poco más pero finalmente consigue terminar la llamada y ella espera a ver qué le dice.

—Ya está, solo ha sido un minuto.

—No, no solo ha sido un minuto —el micro platillo con oro, además, se está enfriando rápidamente frente a ellos.

—Venga, solo tengo que enviarle los documentos que necesita y ya está, no vuelvo a hacerle caso, prometido.

—Ni siquiera me has seguido hasta el baño. Has vuelto aquí y te has puesto a hablar por teléfono... ¿que tienes que hacer qué? —es que el volumen ya es casi de grito.

—No iba a meterme al baño de mujeres a perseguirte, se llama respeto.

—Lo que querías era que me largara al baño para hablar. Porque lo que REALMENTE quieres es trabajar, y yo nada más te estoy quitando el tiempo y representando un entretenimiento para que no se diga que solo trabajas. Pero no quieres estar aquí, ni hablar conmigo, ni ver lo que cocinan... no. ¡Lo que quieres es a ese estúpido teléfono y tus pendientes y tu trabajo!

—E-Eso no es verdad —aprieta los ojos.

—Si no fuera verdad no estaríamos discutiendo

—Sí me gusta salir contigo

—¡Nadie ha puesto en tela de duda eso!

—¡Tú dices que lo considero una pérdida de tiempo! No estoy aquí para que se diga que hago más cosas además de trabajar. ¡Las hago!

—¡Y trabajas mientras las haces!

—¡Solo ha sido una llamada!

Mónaco suspira, mirando al mar

—No puedo creer que pienses que necesito fingir que tengo más intereses que el trabajo frente a alguien como si a alguien le importara —sigue él.

—Supongo que a ti mismo te importa, Luxembourg. Decirte a ti mismo que no solo trabajas debe ser importante —sigue mirando al mar—. Lo que me jode es que una vez que estamos aquí... no estás aquí del todo. Me he enfadado, me he levantado, ¡me he ido! Y lo que hiciste no fue ni seguirme ni esperarme preocupado... fue ocuparte inmediatamente.

—Te seguí y vi que te habías ido al baño, así que volví aquí.

—Feliz porque como no estaba... podías hacer lo que realmente quieres.

—Lo que realmente quiero es estar contigo.

—Quieres que te mire trabajar. Una noche, Luxembourg. UNA de catorce.

—No quiero que me mires trabajar —suspira.

—Hoy te he mirado hacerlo tres veces. Es que no podemos ni siquiera disfrutar una cena. Ya no digamos cinco horas... dos.

—Mira, sé que no te gusta y de veras intento evitarlo todo lo que puedo… Pero venga, solo ha sido una llamada, estábamos pasándolo bien.

—¡Antes de la llamada ya estabas mandando correos! Es que claro que lo pasamos bien en la mini ventana de tiempo qué hay entre que trabajas y sigues trabajando. Y SIEMPRE es lo mismo.

—Mira, lo pondré... lo pondré en modo avión, ¿vale?

Mónaco le entrecierra los ojos. Luxemburgo se muerde el labio porque eso le da mucha ansiedad, así que le va a escribir a Charlotte que le avise al personal si hay un problema porque Mónaco se está enfadando

—Haz lo que consideres... —toma su copa y le da unos tragos.

—De verdad que sé que esto no te gusta y que odias que te cancele tan a menudo…

—Odio que me canceles y que no nos veamos, pero más odio de todo que cuando si nos vemos hagas esto.

—Es que si tengo que buscar un día en el que no haga absolutamente nada de esto... no nos veríamos nunca. Yo odio que cuando por fin nos vemos solo me riñas y reclames.

Ella suspira otra vez y él se come el bocado de lo que sea que les han traído ahora.

—Tu también le escribes a veces a France o a Seychelles y no te digo nada.

—Pero qué morro... —empuja su plato para alejarlo de ella.

—¿Morro?

—De reclamarle a mi ahora que yo también escribo.

—Pues lo haces.

—Es que no me puedo creer lo que escucho. ¿Me estás reclamando por escribir de vez en cuando, cuando hemos peleado por esto hoy dos veces en una hora?

—Solo digo que quizás estás exagerando un poco.

—Pudiste al menos seguirme al baño —ella hace los ojos en blanco.

—No iba a entrar al baño de mujeres.

Mónaco suspira y el capitán de meseros vuelve por sus platos a preguntarle a ella si no le ha gustado el suyo, a lo que ella declara que se le ha quitado el hambre, como si algo de esto pudiera saciar a alguien.

Luxemburgo pone los ojos en blanco, tentado de verdad a tomar el teléfono otra vez y Mónaco bufa, de mal humor.

—Alguna vez podrías demostrar que te importa hasta las últimas consecuencias.

—Sigo aquí sentado, ¿no es así?

—¿Ahora tengo que agradecer que no te vayas?

—No te he pedido que me des las gracias.

—Es que vete si quieres.

—No necesito tu permiso.

Ella suspira, mirando hacia el mar otra vez en lo que traen el postre. Él... toma el teléfono de nuevo, pero no la mira, está esperando a que le hable.

Ella espera unos largos segundos, mirándole de reojo y él la mira por encima del teléfono.

Ella se humedece los labios y se gira a buscar a algún mesero tras sostenerla la mirada unos segundos sin decir nada.

—Cuenta —pide ella con ese tono de, la quiero aquí, AHORA. Luxemburgo suspira—. Estas trabajando, ¿no? Deja de suspirar y sigue.

—Venga, ya no quiero discutir.

—Yo tampoco.

Él le muestra el teléfono y lo guarda en el bolsillo.

—Muy bien... ¿pagas o pago?

—No me ofendas —replica porque desde luego que no la va a dejar pagar.

Da otro trago a su copa que alguien ha llenado en algún punto esperando a que pague.

Vuelve a sacar el teléfono, porque ahí tiene la tarjeta bancaria

—Vámonos —otro traguito a la copa y la deja en la mesa.

Asiente, levantándose y ella se limpia los labios con cuidado, levantándose también. Le tiende el brazo y le sonríe un poco. Mónaco mira el brazo y suspira, frunciendo un poco el ceño, pero tomándoselo con suavidad y tratando de sonreír. Sobre todo, a los meseros.

Merci, merci, todo exquisito... —les asegura un poco falsamente, mientras caminan a la puerta.

Él suspira otra vez porque ella sigue de malas. Ella se gira a él, mientras esperan a que el chofer de la vuelta en la rotondita para recogerles.

Luxemburgo de acomoda un poco el pelo con la otra mano. Ella se le echa encima para darle un beso, él levanta las cejas y la sostiene de la cintura. Ella... sigue besándole, así bastante empeñosamente

Se tiene que parar el coche a esperarles seguro. Bueno pues que se pare. Después de un poco, ella se separa y él se va un poco detrás. Esta parece ser más o menos la única forma de conseguir eso… mira cómo no está viendo el teléfono ahora.

Eso seguro, aunque como suene... que es justo lo que pasa, él se separa de ella completamente a ver quién llama, y es que como no te va a detestar a veces.

¡Podría ser una urgencia!

Ella es que... hace los ojos en blanco, se gira al coche y se va para allá

Debe ser Charlotte. Él la mira de reojo y cuelga apretando los ojos, yendo tras Mónaco

El chofer le abre la puerta y ella se sube, sin girarse a mirar a Luxemburgo, que, desde luego va a subirse también, aunque ahora está pensando en qué debe querer Charlotte.

Ojos en blancooooo. Mónaco se gira a mirarle.

Él se sienta sin mirarla. Ella suspira y le acerca la mano a la suya, tocándosela un poquito, así que mira la mano y luego la mira a ella, le sonríe. Ella traga saliva, recargando la cabeza en el asiento. Después de unos instantes, él mueve la mano girándola para tomarle la de ella.

—Vamos a casa... —ella suspira, recargándosele un poco encima

—¿Me perdonas? —pregunta asintiendo a lo de ir a casa. Ella asiente, relajándose un poco.

—Tienes prohibido meter el teléfono a mi cuarto... como siempre.

Aprieta los ojos porque no puede pedirle... llamar a Charlotte cinco minutos.

Charlotte necesita un novio o un perro o un yo-Yo.

Él es... PRACTICAMENTE todas esas cosas.

¡No! ¡Uno que no sea él!

—Si quieres cenar algo... debes haberte quedado con hambre. ¿Estaba buena la cosa de oro?

—No, no tanto.

—Solo me lo dices para que no te reclame no haberla probado —ella sonríe.

—Atrapado —sonríe.

—Vamos a tener que volver otro día...

—¿Es... una cita? —sonrisita

—Sí. ¿La próxima semana?

—Vale —asiente, aunque no está seguro que... ugh. ¡Y que habrá pasado para que le llame al privado!

—Hice un show en el restaurante —Mónaco sonríe un poco y se gira para darle un besito en la mejilla—. Lo siento.

—Así me gustas —suspira un poco y le sonríe igual. Mónaco sonríe, aunque no le responde que él le guste así a ella, ¡porque no lo hace! ESO no le gusta.

—Aún quieres... Ir a casa a eso, ¿verdad? ¿O vas a irte a trabajar?

—Non, voy a ir a casa contigo. Aunque si querría devolver la llamada, solo por si acaso.

Eeeel necio ¡Se lo está pidiendo!

—Hazlo de una vez, si quieres —ella suspira.

—¿Seguro? Es solo por quedarme tranquilo.

—Y les aclaras que vas a estar fuera de línea toda la noche.

Oui —asiente.

Merci —ella se le separa sacando su teléfono.

Él la mira y ahí va a llamar a Charlotte que seguro no quiere nada muy especial pero igualmente se lo resuelve y le explica que DE VERDAD va a estar ocupado ahora.

Ya, ya, si, como siempre. Eso mismo le dijo a medio día y hace un rato.

No, pero... ahora sí. Mónaco saca su espejito, se polvea la nariz, se peina un poco y se vuelve a poner labial y para cuando llegan a casa es que Luxemburgo cuelga con un gran suspiro.

—¿Qué ha pasado?

—Hum... nada interesante, ya está resuelto, pero sí era urgente —miente.

—¿Lo era? Bueno... ¿Ya puedes lanzar el teléfono al váter?

—Preferiría que no.

—¿YA puedes apagarlo? —hace una mueca—. Quiero ver que lo hagas.

—Toma, hazlo tú.

—La ceremonia de apagado —Mónaco tan feliz con ello, sonríe de lado.

Sonríe con eso, ella lo apaaaaaaga y él suspira, nervioso.

—Ven acá, deja de pensar en eso. Saben dónde estás, ¿no?

Oui, oui...

—Pues que llamen a mi casa.

Oui...

—Sabes... —le empieza a desabotonar el chaleco. Él le mira las manos y luego la mira a ella—. Dos semanas es un MONTÓN.

—Soy... consciente —traga saliva.

—¿Qué tan consciente? —le termina de abrir el chaleco—. Vas a acabar en un minuto.

—Es... posible. Me traes toda la noche por donde tú quieres.

—Ojalá fuera así —le abre el cinturón—. ¿Vas a poder dos veces?

—Eso espero...

—Me gustas.

—Y tú a mi —se acerca a besarla. Ella le responde, más tranquila ahora, abrazándole del cuello y como suene el teléfono de su casa... lo mata.

¡Pues no será su culpa! Le abre el vestido por la espalda, bajándole la cremallera.

—¿Quieres aquí, o en el cuarto? —le deja hacer, desde luego, separándose un poco del beso para quitárselo del todo.

—A... Arriba.

—Vamos —salta para dejar el vestido ahí y trae... un liguero con las medias y ropa interior negra. Le sonríe.

—Oh lalá —sonríe siguiéndola como corderito y ella va ahí moviendo las caderas con toda la clase y estilo que... no tiene Gales.