El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como funciona el mundo!

La Peor Semana del Invierno

"Milord, lo escoltaré a su primera clase."

"Gracias Joseph, pero he terminado todos los exámenes. Iré a la biblioteca."

Un asentimiento y ambos comenzamos a caminar fuera del círculo de teletransporte.

A pesar de haber deambulando dos veces por los pasillos del templo la noche anterior y la madrugada de éste, ver a Lady Rozemyne tan animada durante el delicioso desayuno y compartir el viaje de vuelta al castillo con ella y Hugo en Lumi me habían ayudado a mantener la calma. Con algo de suerte, mi señora dejaría de preocuparse tanto por mí y podría relajarse en el salón de juegos y en el Templo.

Me dirigí a la biblioteca y busqué los materiales de lectura que me interesaban, principalmente sobre los círculos mágicos y herramientas mágicas. También quería investigar los temas relacionados con los médicos y la magia de curación. Mi señora era bastante joven y alguien parecía querer deshacerse de ella, necesitaba asegurarme de poder mantener su vida segura.

Las luces qué indicaban el inicio del almuerzo brillaron sobre el material que tenía, así que me dirigí a los autómatas para devolver los libros.

Regresé junto con Joseph al dormitorio de Eisenreich, encontrándome con Justus en el camino. Gracias a los dioses no se burló de mí, ni realizo ningún comentario sarcástico sobre mi señora y su supuesta inclinación a consentirme.

El olor del consomé fue lo primero que sentí al entrar en el comedor.

Lady Georgine me abordó de inmediato, curiosa e incluso ansiosa por saber si de alguna manera había logrado qué Lady Rozemyne compartiera sus recetas con el resto de los alumnos.

No le respondí de inmediato. Me dirigí hasta mi lugar, aclarándome la garganta antes de elevar mi voz sobre todos.

"El día de ayer le comuniqué a mi Lady qué ustedes estaban interesado en probar sus recetas y darle su sincera opinión para que los cocineros sigan mejorando" escuché algunos vítores discretos de mis compañeros ante el anuncio, me tragué la sonrisa que luchaba por emerger antes de seguir hablando "pero solo permitió que se les de uno de los platillos para evitarles mucho sufrimiento."

Todos se quedaron callados al instante, paseando sus miradas entre los platos y yo una y otra vez antes de volver a observarme mientras me sentaba para comenzar a comer el consomé.

"¿Esto te divierte?" me preguntó mi hermano en un susurro mientras observaba su propio plato.

Tomé una segunda y una tercera cucharada de consomé antes de sonreírle y responder en un susurro tan bajo como en el que me habló.

"Mucho. Pero esas fueron sus palabras. No las mías" le informé terminando con lo último de mi plato antes de que me sirvieran una ensalada experimental y el resto de la comida.

Podía sentir las miradas resentidas sobre mí en tanto mis compañeros observaban sus propios platos sin atreverse a probar la comida.

"Si no les ha gustado, puedo informarle a mi Lady para que no les imponga esta carga."

"¡No te atrevas!" rugió Lord Sylvester a mi lado.

"¡No!"

"¡No lo hagas!"

Sonreí ante la enorme cantidad de voces protestando, conteniendo una carcajada como pude. Justus solo negó despacio sin dejar de verme, divertido solo por notar cuánto lo estaba disfrutando.

"Sabe mejor caliente. Si no lo comen pronto, lo desperdiciaran" informé antes de seguir comiendo.

El sonido de cientos de cucharas golpeando el fondo de los platos, primero con miedo y luego con avidez, inundó el comedor del ducado. Después de ello pude percibir una gran cantidad de conversaciones en murmullos llenos de asombro y entusiasmo, además darme cuenta de las enormes sonrisas satisfechas en los rostros de mis pares. Algunos se mostraban incluso sonrojados y con miradas curiosas. Justus soltó una risilla divertida casi al mismo tiempo que Gudrun al otro lado de la mesa.

"Querido hermano" dijo Gudrun primero "por favor informa a tu señora que su comida ha ocasionado que Bluanfah baile para muchos compañeros."

'¿Bluanfah? ¿Qué tiene que ver la diosa de los brotes en esto? ¿Será que Hugo dejó escapar brotes de algún tipo en algunos platos? No, no puede ser eso. ¡La expresión no tiene ningún sentido!'

"Es verdad, no te explicamos ese" murmuró mi hermano mayor "Gudrun se refiere a que… muchos compañeros… se han enamorado del platillo."

"¡Oh! ¡Ya veo!"

'Tiene sentido. Debe ser similar a la expresión de ser flechado que hace referencia a Cupido, el Dios griego del enamoramiento y sus flechas clavadas en el corazón de las personas para enamorarlos.'

"Si esto es apenas la fase de experimentación, nuestra hermana debe estar demasiado bendecida por Cuococalura" comentó Lady Constance con el rostro sonrojado, una mirada anhelante estudiando el fondo vacío de su cuenco y un pañuelo bordado cubriendo su boca.

"¡No por nada Lady Rozemyne ha sido llamada la Santa Princesa de Eisenreich!" clamó una voz no muy lejos de donde estábamos sentados.

Miré en derredor, encontrando a un compañero pelirrojo de segundo año con sus ojos granate brillando como Shuu cuando hablaba de su anime favorito de todos los tiempos… Dragon Ball.

"Sus milagros son ampliamente conocidos dentro del Ducado. Algunos han sido tan vistosos e increíbles que han sido capaces de cruzar las fronteras entre Ducados y alcanzar los oídos de compañeros estudiantes de todo Yurgenschmidt" siguió proclamando el pelirrojo con pinta de fanático "¡Es como si los mismos dioses hicieran circular sus benditos ordonannz guiados por la mismísima Steiferise para ensalzar a nuestra Santa desde antes de su bautizo!"

'¡Otaku!' fue todo lo que pude pensar al verlo, temblando al darme cuenta de que no podría alejarme de él tan rápido o pronto como quisiera.

"Harmut, te hemos dicho muchas veces que guardes tu fanatismo para ti mismo" lo regañó Lady Constance.

"Sabemos que nuestra querida hermana es asombrosa, pero dudo que ella desee llegar a la Academia con todo el mundo hablando de ella y juzgándola de manera prejuiciosa desde antes de que pueda poner un pie aquí" amonestó ahora Lady Georgine.

"Si en algo estimas, aunque sea un poco, a Lady Rozemyne" amenazó mi propia hermana con un tono que no dejaba lugar a discusiones "cerrarás la boca para que ningún ordonannz alcance a Chaosipher, invitándola a retorcer la información para su propia conveniencia. ¿Lo entiendes?"

"¡Pero es una verdadera Santa! ¡Bendita por los mismísimos dioses en TODOS los sentidos! Solo recordarla cantando y bendiciéndonos a todos junto a su primer asistente hace que la piel se me enchine y…"

"Y se te ha pedido, desde que recuerdo, que guardes tus palabras para ti" intervino Justus con cansancio "aunque por mí, puedes seguir haciendo lo que quieras. Haré hasta lo imposible por estar cuando la señora de mi hermano entre, y reiré tan fuerte cuando ella te prohíba acercarte y te repudie, que la mismísima pareja suprema y el panteón entero me escucharán en las alturas."

De pronto el chico llamado Harmut se volvió una criatura bicolor. Con la piel, el cabello y los ojos rojos y su uniforme de erudito negro por todos lados.

Yo solo sonreí y le asentí a mis hermanos y los hermanos de Lady Rozemyne. Ella no querría este tipo de atención cuando al fin entrara a estudiar aquí. Por no hablar del peligro al que ya de por sí estaba expuesta.

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La maestra Primevere, una de las maestras con quien estuve en la fiesta de té musical el día de la fruta, era la encargada principal de esta clase.

Ella había alabado mis modales y había dicho que, debido a la guerra, debían realizar esas fiestas de té una vez cada semana para evitar reunir alumnos de facciones opuestas, pero que lo normal era celebrar una única fiesta al inicio de la temporada social y que no era la norma invitar a quien no había aprobado aun la clase de etiqueta de la corte. Eso me había dado a entender que me habían invitado esa semana simplemente para medirme y usarme de chivo expiatorio o de meta.

Considerando que además me utilizaban para mantener a los estudiantes controlados, solo podía significar qué, para mí, este examen sería o estúpidamente fácil, o ridículamente difícil.

'¡Se supone que esta clase es difícil!'

Justus me explicó que, debido a que algunos archinobles son adoptados por la casa archiducal antes de tercero en algunos ducados como Drewanchel se espera que mantengamos un alto nivel de etiqueta.

La profesora comenzó a dar las indicaciones sobre la fiesta de té simulada. En el ejercicio ella actuaría como un candidato a archiduque el cual nos había invitado a una fiesta de té. Mientras hablaba, no pude evitar notar como sus ojos no me abandonaron en ningún momento.

"Lord Ferdinand, antes de comenzar el examen para sus compañeros, usted y yo tendremos una fiesta de té simulada donde yo actuare como su Aub. Entiendo que puede ser un incordio, pero como antiguo sacerdote y asistente principal de una candidata a archiduque del …estatus de su señora, es importante asegurarnos de que sus modales sean adecuados."

Dejé escapar un suspiro discreto, ignorando los cuchicheos de asombro, mofa o antipatía de mis compañeros. En este punto tuve que admitir para mí mismo que me estaba acostumbrando a que me usaran cómo material educativo.

La profesora Primevere se sentó en su lugar y los demás maestros se movieron. Fungirían como asistentes, pero estaban ahí para evaluarnos. Para evaluarme.

"Seguro que fallará," alguien murmuró mientras me dirigía al frente.

"Con lo grosero que es, seguro que piensa que puede hacer lo que quiera solo porque fue sacado del templo"

Ignoré los murmullos arrodillándome de forma lenta, tratando de mantener la elegancia que había estado entrenando desde que me convertí en un noble.

"¿Puedo orar por una bendición…"

"De nuevo, Lord Ferdinand. No es suficiente" me interrumpió la profesora, provocando risitas a mis espaldas.

Profundicé mi sonrisa y volví a intentar "¿Puedo orar por una bendición en agradecimiento por esta reunión fortuita…"

"De nuevo."

La profesora Primevere ni siquiera me dejaba terminar la pregunta, lo cual era exasperante, por decir lo menos. Las risas de mis compañeros tampoco ayudaban, pero había hecho exámenes orales y presentaciones con un grado de estrés mayor que éste. Los maestros solían evaluar como reaccionábamos a los problemas e imprevistos.

Además, el alcalde solía usarme como entretenimiento, mientras me 'educaba'. Esto es más fácil de manejar que su actitud arrogante y sus constantes burlas.

Me enderecé antes de volver a arrodillarme, recordando la figura elegante de mi señora, cuyos movimientos eran similares a los de una bailarina de ballet. Suavicé mi noble sonrisa solo un poco, dejando que la alegría de esa reunión se manifestara en todas mis facciones, antes de volver a hablar. Mi voz seguía siendo la de un niño, no tan clara e infantil como la de Lady Rozemyne, pero lo suficientemente andrógina como para imitar su tono sin que sonara extraño.

"¿Puedo orar por una bendición en agradecimiento por esta reunión fortuita, ordenada por el duro juicio de Ewigeliebe?"

"Puedes."

"Oh Ewigeliebe, Dios de la Vida, da tu bendición a Lady Primevere." Dejé que el maná saliera de mi anillo, solo un poco antes de enderezarme. "Agradezco que me haya invitado a esta fiesta de té, espero que la bendición de Dregarnuhr sea grata y extensa" finalicé.

Tomé mi asiento y comencé el examen disfrazado de fiesta de té. Tuve que suprimir las carcajadas que amenazaban con emerger ante la cantidad de errores e imprevistos que tuve que afrontar. Eran demasiado obvios y descarados en extremo.

A simple vista parecía que eran parte de mi prueba, como una forma de medir mis reacciones, pero yo sabía que esto era una forma en la que la profesora se estaba asegurando de que todos vieran los problemas que estaban surgiendo. De pronto me había convertido en el niño que aparecía en los problemas de los libros de matemáticas de primaria.

'Si vuelvo a renacer en Japón no volveré a burlarme del pobre personaje al que todo le pasa en los libros de texto.'

"Parece que Dregarnuhr, la diosa del tiempo, ha tejido los hilos de hoy con una velocidad y gracia excepcionales." Esa era la señal de que mi examen había finalizado. "Lord Ferdinand, estaba preocupada cuando escuché que sus lecciones de etiqueta iniciaron este año, pero lo ha hecho de maravilla. Parece que Kunstzeal no es la única diosa que le brinda su bendición. Usted aprobó."

"Le agradezco, profesora, que use la gracia de Dregarnuhr de esta forma conmigo. No deseo acaparar la bendición de la diosa solo para mí."

Primevere sonrío entendiendo fuerte y claro mi mensaje. Estaba seguro de que se lo comunicaría a los demás profesores, aunque mientras la guerra continuara, era muy probable que siguieran usándome.

"En realidad, se volvería complicado cuando llegue a tercero, ya que estamos usando con usted los criterios de evaluación de un candidato a archiduque"

"¿Vaya?" los murmullos de mis compañeros de elevaron aún más ante la revelación que incluso a mí me sorprendió

Cuando volví a mi lugar, uno a uno los estudiantes fueron llamados a pasar, haciéndolos repetir sus saludos dos o tres veces antes de permitirles pasar a sus lugares sin permitirles saludar. Sentía sus miradas sobre mí, tratando de entender que era lo que yo había hecho, pero ya que muchos estaban más interesados en burlarse de mí, no lograron descubrirlo.

Gracias a los dioses, la mayor parte de los estudiantes de Eisenreich aprobaron el examen, algunos con calificaciones bajas por lo cual se les permitió decidir si repetir la clase después o mantener la calificación.

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"¿Planea ir de nuevo a la biblioteca, milord?"

"No tengo nada más que hacer, Joseph. Buscar material para transcribir que pueda serle de interés o utilidad a mi señora es una prioridad por ahora."

"Entiendo."

Joseph dio un par de pasos atrás luego de terminar de arreglarme para que pudiera ir a tomar mis alimentos.

Desayuné con tranquilidad observando como la mayoría de mis compañeros salían a sus respectivas clases. Ya me habían dicho que eran pocos los que lograban pasar los exámenes a la primera y la dificultad aumentaba con cada grado, curso y especialización.

Cuando llegué a la biblioteca y comencé a buscar un cubículo tranquilo donde trabajar, escuché con claridad la voz de Lady Constance quejándose y… ¿maldiciendo? Al menos, parecían maldiciones entre dientes, unas muy extrañas e infantiles, pero eso parecían. Mi curiosidad pudo más que yo y terminé dentro del cubículo de ella, mirando a las dos asistentes y al erudito que la acompañaban porque, era seguro, ya habían pasado las clases escritas que les tocaban el día de hoy.

Alderon, el único erudito del reducido séquito me hizo señas de que la ignorara y lo dejara pasar. Estaba a punto de hacer eso cuando Lady Constance comenzó a patalear, con la silla en una posición precaria haciendo equilibrio sobre las patas traseras y la pluma de la hermana de mi señora cayendo sobre mi cabeza, todo al tiempo que ella soltaba un sonoro gemido de angustia y frustración.

"¿Quién fue el despiadado y pestilente grun con dolor de estómago al que se le ocurrió este, este terrible embrollo de idioma luego de vomitarlo? ¡Ahhhhhh!"

'¿Idioma? ¿hay otros idiomas en este país? ¡qué interesante! ¡me gustaría aprender otro idioma aquí también!'

De pronto los recuerdos de mis clases de inglés, francés, chino y griego llegaron a mi como un agradable y cálido torrente. Una de las cosas que más me motivaron a estudiar en mi tiempo como Tetsuo fueron los idiomas. Era una especie de hobby. ¡Era magia pura como un texto sin pies ni cabeza, luego de un par de meses, comenzaba a cobrar sentido! Tantos misterios. Tantos secretos escondidos en su propio código, ocultos a simple vista para el valiente que pudiera aprender a desentrañar cada pequeña parte de su significado… comprender otros idiomas, ya fuera leídos o hablados siempre me pareció una delicia. El último idioma al que pensaba dedicar mi tiempo apenas terminara la investigación en que trabajaba, antes de mi muerte, fue el alemán. Que el idioma en este mundo se parezca tanto ha sido un bálsamo para mí. Ahora solo puedo mirar, lleno de expectación y preguntarme qué tipo de idioma se esconde entre las páginas del libro que tantos dolores de cabeza le está ocasionando a Lady Constance.

Quizás fuera la añoranza, tal vez fuera mi curiosidad o el hecho de que todos estaban más ocupados llamando la atención a Lady Constance por su poco agraciado desempeño y la accidental pluma voladora que ahora tenía yo en mi mano… pero cuando me di cuenta, estaba mirando el libro por un lado del escritorio, sintiendo la decepción llenar mi pecho. Más que un idioma antiguo, esto era el idioma original de Yurgenschmidt. El idioma en que estaba escrita la biblia.

Mi suspiro de decepción debió ser muy ruidoso porque los otros cuatro ocupantes del cubículo se detuvieron en ese momento, como congelados en un segundo eterno mientras que yo tomaba el libro para hojearlo antes de tomar las notas de Lady Constance y revisarlas con la decepción pintada en mi rostro.

"Si milady me permite" dije sin quitar los ojos del texto y el intento de traducción "aquí donde dice y allende los atrios rezumados de alegre y chipén cuchipanda, se ha degradado a mera entelequia causada por vuestras infames paparruchas significa que antes los patios y jardines se llenaban de sonidos de fiesta y entusiasmo alegre que ahora son solo un recuerdo por las noticias falsas mal intencionadas de otros, y luego aquí, confundió el significado de melinfluo, esto hace referencia a algo dulce y…"

"¿Y puede leerlo con fluidez?" preguntó de nuevo Lady Constance, sus ojos mirándome como si fuera un caballero en brillante armadura y ella hubiera estado a punto de ser asesinada por alguna criatura tenebrosa.

'Madre siempre me dijo que la curiosidad mató al gato, pero nunca la escuché, ¿por qué? ¿por qué tenía que acercarme a ver que la hacía patalear?'

"Por lo general, si puedo. Con la guía de Lady Rozemyne y el contexto de la lectura, son cada vez menos las palabras que no comprendo bien."

En ese instante, las dos asistentes de Lady Constance, una dos años mayor que yo y la otra cuatro, se abrazaron a mis brazos, apretándome de un modo que me hizo sonrojar de oreja a oreja por un segundo o dos debido a que… podía sentir… las diferencias de desarrollo en ambas.

'¡Por todos los dioses! ¿Por qué me siento tan impuro de repente? ¡Esto no debería pasarme, solo tengo diez años!'

Alderon carraspeó y yo sacudí mi cabeza, como si con eso pudiera aclararme e ignorar que tenía un par de pechos pequeños enclaustrando mi brazo izquierdo y un par algo más grandes en el derecho… y a Lady Constance mirándome como si fuera su salvador.

"Tú ya terminaste con todas tus clases escritas, ¿o no, Ferdinand?"

"Si, Lady Constance" respondí haciendo un esfuerzo porque mi respuesta no saliera en un suspiro cargado de frustración o en un tono que no fuera nada menos que amable. Incluso me recordé que debía controlar mi expresión.

"¿Te importaría ayudarme a mejorar mi manejo del idioma antiguo entonces?" pidió la hermana de mi señora con ojos llenos de expectación.

Estaba a punto de negarme, buscando una forma educada, usando los pocos eufemismos que conocía para negarme. Mi tiempo libre era para mi señora, no para su hermana… pero no pude, las dos asistentes de Constance debieron notar lo que estaba pensando porque ambas se abrazaron con más fuerza antes de acercar sus labios a mis oídos para susurrar gemidos y lloriqueos falsos.

"¡Por favor, Lord Ferdinand!"

"¡Por favor, magnánimo Lord Ferdinand!"

"¡No desampare a Lady Constance!"

"¡No deje sola a una joven en apuros!"

'¡¿Por qué estas dos tienen que ser tan descaradas a una edad tan corta?! ¡¿Y qué demonios tiene este cuerpo?! ¡Soy solo un prepuberto, por el amor de todos los dioses! Si fuera Tetsuo ya me las habría sacudido de encima, me habría burlado de su falta de dignidad con una frase sarcástica y las habría dejado aquí votadas antes de volver a mi laboratorio.'

"Supongo… que si en verdad necesita ayuda…"

"¡Gracias, Ferdinand!" gritó Lady Constance antes de ponerse en pie y abrazarme, asegurándose de casi asfixiarme en el proceso.

Cuando las tres mujeres despiadadas y carentes de sentido del decoro me soltaron, Alderon me miraba con una sonrisa burlona imposible de ignorar. Ese canalla estaba disfrutando ver cómo me torturaban, peor aún, de pronto estoy casi seguro de que no es la primera vez que las tres usan esa técnica perversa y ruin para conseguir lo que sea que quiera Lady Constance…

'No sé quién va a tomar a esta mujer o a sus asistentes como esposas, pero siento bastante lástima por la pobre alma en desgracia que caiga en sus garras.'

"Ahem" carraspee para limpiar los rastros de calor en mis orejas y reacomodar mi cabello, evitando pensar en lo que estas tres súcubos disfrazadas de nobles acababan de hacerme "Bien, empecemos entonces. Quiero que lea despacio una frase a la vez e intente traducirla, yo la iré corrigiendo. Le explicaré con detalle las palabras que vea que no comprenda y entonces podrá escribir la traducción."

"¡Por supuesto, Ferdi!"

Mis orejas se sonrojaron de nuevo y mis puños se volvieron blancos por la fuerza con la que los estaba apretando.

"Por favor, use mi nombre de manera adecuada, Lady Constance. Podría mal acostumbrarse a acortar mi nombre y otros podrían malinterpretarlo. Odiaría que un ordonannz perdido arruinara su reputación." '¡¿Quién carajos le ha dado permiso para tratarme con tanta familiaridad?! ¡¿qué hará después?! ¡¿lanzarme una vara para que yo vaya a buscarla?! ¡¡¡No soy una mascota!!!'

"Tienes razón, Ferdinand. Gracias." Respondió Lady Constance con calma y una sonrisa sincera, luego de eso, comenzamos a trabajar.

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La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos. Ayudé a Lady Constance por dos campanadas ese día para que pudiera terminar su tarea en tiempo y luego, de alguna manera, terminé comprometiéndome a apoyarla dos campanadas los siguientes tres días de la fruta y una campanada los siguientes dos días del brote y del fuego… ella logró aprobar con honores su clase de idioma antiguo tres semanas después durante el día del viento.

En cuanto a las clases prácticas que aún me faltaban, las terminé en mi segunda semana en la Academia Real. El día del fuego tuve una clase muestra de lo que trataba el curso de asistentes. El día de la hoja la clase muestra fue sobre el curso de eruditos en general y el día del viento, asistí a la clase muestra del curso de caballero que, por alguna extraña razón, terminó en una reunión de fanáticos de ditter… al menos ahora sabía a qué se referían con eso.

Debido a mi compromiso con Lady Constance, no pude volver al templo sino hasta el día de la tierra. Por alguna razón, Lady Constance insistía en que estudiáramos de la quinta a la séptima campanada, terminando con el tiempo suficiente para cenar, asearnos e irnos a acostar… cuando el círculo de transportación ya estaba cerrado para los estudiantes.

Por otro lado, ese día de la Tierra se sintió… extraño, fuera de lugar. Todo empezó cuando Harmut y la profesora Hirschur me acompañaron junto con Joseph hasta el círculo. Ambos llevaban cajas y cartas, tal vez por eso no di importancia al principio a lo bizarro de la situación.

"Es bueno ver que está haciendo amigos, Lord Ferdinand. Por favor, asegúrese de que Aub Eisenreich reciba todo esto. Lo que lleva Harmut son misivas para las familias de los estudiantes, hay algunos reportes urgentes ahí mismo que ya llevan su respectiva copia para el Aub."

"Por supuesto, profesora… y ahm… ¿amigos?"

La profesora me sonrió desde detrás de su monóculo justo antes de entregarle su carga a uno de los guardias para que pudieran acomodar todo en el circulo.

"¡Por supuesto! Alerah, Alderon y Teresia parecen muy unidos con usted. Ahora lo veo charlando a menudo con ellos y no solo con sus propios hermanos. No sabe el alivio que significa para mi ver que se está desenvolviendo de manera adecuada."

'¡Profesora, esos no son mis amigos! ¡Esos tres desgraciados solo están evitando que me zafe de un compromiso que no quería en primer lugar!'

"A, casi lo olvido. Ferdinand." Joseph entró en el círculo, yo voltee a mirar a mi profesora con un pie en el círculo y el otro aún fuera "Te encargo mucho a Harmut mientras están en el templo."

Mis ojos se abrieron con asombro. Miré dentro del círculo, encontrándome con el rostro sonriente del pelirrojo dentro del círculo y a Joseph levantándome para sentarme sobre las cajas.

'¡Esperen, esperen ¿QUÉ?!' "¡¿Qué?!" pero nadie me respondió. Las luces negras y doradas nos envolvieron de inmediato y cuando quise averiguar qué sucedía, ya estábamos en Eisenreich.

Mis padres, los padres de Harmut y Aub Eisenreich estaban esperando cuando llegamos. Para mi decepción, no había rastro alguno de Lady Rozemyne. Mi angustia debió ser muy obvia porque mi madre, Rihyarda solo sonrió de manera amable antes de acercarse a mí para saludar.

"Te ves bien, Ferdinand. Lady Rozemyne está en el templo, dijo que estaba ocupada, pero que esperaba verte para la hora de la comida."

"Comprendo, madre. Muchas gracias. Tú también te ves bien hoy, Ventuchte está siendo gentil contigo."

Madre profundizó su sonrisa y yo le devolví una similar, respirando hondo para mantener la calma cuando la voz de Harmut salió tan escandalosa como aquel día en el comedor.

"Aub Eisenreich, la profesora Hirschur solicita que se envíen todas estas de manera urgente a algunos padres de familia, las copias para usted están aquí también, sin embargo y antes de que proceda a examinarlas, ¿tendría tiempo para escucharme? Veo que mis padres ya están aquí."

A diferencia de Edgar y Rihyarda que se veían tranquilos y contentos de verme, tanto la mujer pelirroja de ojos violeta como el hombre castaño de ojos rojos parecían molestos y hasta fastidiados. En un principio pensé que Hartmut era molesto incluso para sus padres, pero cuando el Aub los miró y soltó un suspiro apenas disimulado, anunciando que los atendería de inmediato, sentí que algo no estaba bien.

Lo peor de todo es que no me dejaron salir del castillo. En su lugar, se me envió a una sala de té con mis padres y Joseph para que pudiera esperar… algo… no estaba muy seguro del qué.

"Gudrun nos envió un aviso de que estas auxiliando a Lady Constance con sus estudios" comentó padre, llamando mi atención "es inusual que un alumno de primer año apoye a otro de cuarto, sin embargo, me llena de orgullo que le seas de utilidad a la familia del archiduque, Ferdinand."

"Así es, padre. Lady Constance tiene problemas para comprender el… idioma antiguo, así que la estoy ayudando con ello."

"¡Oh! ¿Y cómo es que nuestro pequeño Ferdinand conoce ese idioma?" preguntó madre con una sonrisa orgullosa y un tono de voz suave y cálido, haciéndome sonreír.

"Lady Rozemyne me estuvo enseñando para que yo fuera capaz de ayudarla con el trabajo de oficina del templo y para prepararme como Sumo Sacerdote, madre. No esperaba utilizar ese conocimiento para apoyar a la familia del archiduque."

Nuestra improvisada fiesta del té siguió por un rato más, interrumpida cuando el Aub entró junto con Hartmut, quien tenía una sonrisa tan amplia en su rostro, que empezó a dolerme solo de verlo.

"Ventuchte ha tejido con una gracia y rapidez más que excepcional, Ferdinand." Me dijo mi madre, poniéndose de pie.

"Esperaremos ansiosos porque la diosa del tiempo entrecruce nuestros hilos de nuevo antes de que Verdrena anuncie la llegada de Flutrane." Prosiguió mi padre.

Sonreí con una leve reverencia, aguantando las ganas de abrazarlos a ambos y conformándome con verlos cruzarse de brazos frente al Aub para luego salir.

"Ferdinand, ya que el Señor del Invierno fue derrotado el día de ayer, no es necesario que lleves a Hartmut hasta el templo en tu bestia alta. Llévalo contigo. Tiene asuntos que tratar con mi hija. Un ordonannz ya ha sido enviado para informarla."

"¡Cómo Aub ordene!" me apresuré a responder y arrodillarme. La orden no me gustaba, pero no era nadie para discutirla.

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"¡Con que esa es tu famosa bestia alta! ¡Es impresionante que no tenga alas! ¡Incluso se mueve como un caballo real mientras vuela!" gritaba Harmut al lado mío.

Quería inyectar un poco más de maná para alejarme, pero no podía hacerlo. Los dos caballeros que nos escoltaban lo tomarían a mal y seguro que me reportaban con mis padres… o con el Aub. Lo mejor era evitar problemas.

No tardamos mucho en llegar a las puertas del Templo. Fran y Conrad esperaban por nosotros afuera, haciendo que me relajara de inmediato. La sensación de estar en casa cada vez que volvía era demasiado fuerte mientras aterrizaba, rodeando apenas a los dos grises antes de deshacer mi montura y bajar.

"Lord Ferdinand, es un gusto verlo de nuevo" saludó Fran "¿imagino que ese chico es Lord Hartmut?"

"Si, es él."

"¿Conque este es el Templo? ¿Y es aquí donde Lady Rozemyne pasa la mayor parte de su tiempo? ¡Oh, bendito, bendito el suelo y la estructura que dan cobijo a la Santa Princesa…"

"¿Está bien?" me preguntó Conrad con disimulo, señalando a Harmut con la mirada.

"En realidad no puedo asegurarlo." Respondí en un susurro un tanto burlón, sonriendo al notar a mis dos asistentes cubriendo sus bocas con la mano y arrugas en sus ojos a raíz de la risa que estaban conteniendo. Ambos se recompusieron de inmediato y Conrad se acercó a Hartmut.

"Lord Ferdinand, la Suma Obispa nos solicitó que le informáramos que lo espera para la hora de la comida. Antes de eso, debo presentarlo con los nuevos grises. Lord Hartmut, Lady Rozemyne lo recibirá de inmediato, el hermano Conrad lo guiará a la sala de té."

"Gracias, Fran" dije conforme entrábamos.

"¡Esto está lleno de dioses!" gritó Harmut apenas dar unos pasos al interior, haciéndome mirar las estelas con los dioses grabados en la pared. Incluso lo noté tratando de tocar una.

"¡E-espere! ¡Lord Hartmut!" intentó detenerlo Conrad "¡No debe tocar la pared, podría…!

"¿Ensuciarla? ¿En serio? ¿Un simple sacerdote gris me va a decir a mí que no debo tocar la pared porqué podría ensuciarla?"

Me detuve en ese momento, molesto por el tono arrogante que estaba usando ese pelirrojo desquiciado para hablarle a mi asistente. No dude ni un segundo en regresar sobre mis pasos y jalar a Conrad detrás de mí, escondiéndolo antes de mirar a Harmut a la cara, dejándole ver, adrede, cuan fastidiado y molesto me sentía con él.

"Los sacerdotes grises también son personas. Estos niños, en especial, son muy apreciados por Lady Rozemyne. Si no puedes contener tu lengua venenosa y tratarlos con respeto, entonces vete. No voy a permitir que esa actitud viciada le traiga pesar a mi señora, ¿entiendes?"

El rostro de Harmut se contorsionó a uno de miedo, pasando de inmediato a la vergüenza y luego al arrepentimiento.

"Pero, yo…"

"¡Nada de peros! ¡Huérfanos, nobles, plebeyos o niños con devorador, para Lady Rozemyne no hay diferencia alguna dentro de las paredes del templo! Este es el santuario de mi señora, ¡compórtate o yo mismo me encargaré de sacarte de aquí y no volverás a entrar jamás!"

Lo observé, leyendo con facilidad en sus rasgos que estaba pensando, considerando, enfrentando sus prejuicios a mis palabras y luego su sonrisa noble volvió. Sus rasgos se suavizaron en ese momento y Hartmut se asomó detrás de mí, agachándose incluso para quedar a la misma altura que Conrad.

"Le ofrezco mis más sinceras disculpas… hermano Conrad. Seguiré sus indicaciones y no tocaré nada."

"Gracias" respondió Conrad desde detrás de mí, limpiando sus ojos antes de tomar aire y pararse derecho entre Hartmut y yo, mirándome con una sonrisa agradecida antes de asentir para indicarme que todo estaba bien.

Le lancé una última mirada de advertencia a Hartmut. No sé si el pelirrojo no la vio o decidió ignorarme, su estúpida sonrisa amable y emocionada seguía pegada a su cara cuando Fran comenzó a carraspear, recordándome que tenía cosas que hacer.

"Le agradezco mucho, Sumo Sacerdote" dijo al fin mi jefe de asistentes cuando estuvimos frente a la puerta de mi recámara para que pudieran cambiarme a los hábitos azules "Conrad no habría podido hacer nada si usted no le hubiera puesto orden a nuestro visitante."

"No necesitas agradecerme, Fran. Sé cuanto significa para Lady Rozemyne protegerlos a todos ustedes, por supuesto que voy a saltar y a demostrar mi descontento si alguien intenta maltratarlos frente a mí."

Fran sonrió y proseguimos con las actividades ya programadas.

Aquel fue un día de lo más ajetreado. Había mucho trabajo acumulado en el escritorio de mi señora, así que aproveché que debía estar ocupada con Hartmut para revisar con rapidez algunas tablillas y documentos y seleccionar las que podía hacer yo para llevarlas a mi lugar y comenzar a trabajar en ellas. Si las dejaba al último y mi señora regresaba, seguramente las tomaría de vuelta para hacerlas en persona… sin embargo, Lady Rozemyne no vino al despacho en ningún momento.

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Notas de una de las Autoras:

Lo que más me divirtió cuando estábamos escribiendo este capítulo... fue la escena con Constance en la biblioteca. Me disculpo de antemano, porque molestar al pequeño Ferdinand es... irresistible.

Muchísimas gracias a todas las personas que siguen está historia, recuerden que nos gusta recibir todo tipo de comentarios.

Que tengan un excelente fin de semana y nos seguiremos leyendo el Martes.

SARABA