Notas de las Autoras:

Querido lector, si por alguna razón no habías entrado a leer está historia, te comentamos que está semana tenemos maratón del 2x1 cada día. Bienvenido al capítulo uno del jueves. ¡Que lo disfrutes!

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El Ascenso de un Científico Loco

¡Descubriré como funciona el mundo!

Secretos compartidos

El partido de Ditter entre el equipo elite formado por los nobles del templo, como Rauffen se había empeñado en llamarnos, y el equipo de Sylvester, estaba durando más de lo que normalmente duraba, pero no podía concentrarme. No podía sacar a Rozemyne de mi cabeza. No sabía cómo tratarla ahora.

Cuando Damuel y el resto de mis compañeros se reagruparon conmigo luego de volver a fallar en tomar el tesoro de Sylvester, me preguntaron si estaba tratando de hacer que mi primo bajara la guardia, tuve que confesar el verdadero motivo por el cual estaba tan mal. Todos me miraron con sonrisas comprensivas

"¿Porque no lo piensas de esta forma, hermano? Entre más tiempo tarde el partido en finalizar, tardaras más tiempo en tener ocasión de poner en orden tus pensamientos y sentimientos. Concéntrate por una campanada y serás libre", me dijo Brunhilde, quien parecía divertida con la situación.

"Muy bien, tienes razón", coincidí. Golpeé mis mejillas dos veces para centrarme antes de tomar las herramientas mágicas de vigilancia que parecían un ordonannz, "acabemos con esto rápido".

Envié a los pseudo ordonannz y pronto encontramos el tesoro de Sylvester y entendí su formación.

Estas herramientas estaban diseñadas para funcionar como drones. Los había conectado a unos anteojos que me permitan ver lo que ellos veían, aunque usaban tanto mana, que solo yo podía usarlos. Tendría que pensar cómo reducir el uso de maná para poder venderlo o presentarlo.

"Muy bien, terminemos con esto. No era mi intención, pero Sylvester realmente bajo la guardia. Angélica, Margareth, encárguense de llamar la atención de los patrulleros"

"¡Señor!", grito Angélica aceptando mi orden, pero Margareth solo asintió ligeramente, ella aun me detestaba.

"Damuel, Diederick, Brigitte, esperen a que la ofensiva las persiga y vayan por el grupo defensivo."

"¡Señor!"

"Tusnelda, Brunhilde, muévanse con las pociones de recuperación, dejen que las roben. Los demás, protejan el tesoro, hay un grupo cerca".

Todos se movieron según había indicado, aun usábamos las hojas de Quellweide como nuestro principal medio de comunicación, los pequeños aviones comenzaron a llegarme, Angélica y Margareth habían capturado a los que lo siguieron, el equipo de Damuel había llevado a su grupo hasta una de nuestras trampas y ahora estaban inconscientes, el grupo que intento tomar nuestro tesoro estaba atrapado en otra de nuestras trampas. En tanto Tuuri y Brunhilde se habían desecho de los señuelos. Como hija de un soldado, Tuuri tenia muy buenos reflejos, mi ángel se estaba planteando hacer también el curso de caballero.

El partido termino con la primera campanada. Sylvester declaro que no volvería a bajar la guardia y nos felicitó por ganar.

Terminamos de recoger las trampas y herramientas mágicas y, después de dar los reportes del juego, me dirigí al templo. Fran me recibió y me ayudo a bañarme. Antes de ponerme el pijama, le pedí que me despertara a la tercera campanada para comer y le informe que estaría en el templo una semana completa.

La cabeza me daba vueltas, no podía dejar de pensar en Rozemyne, no sabía en qué momento había comenzado a gustarme y justo ahora, no sabía cómo verla a la cara. La había besado. Le había pedido que siguiera durmiendo conmigo. Ella había sonreído y aceptado mis deseos egoístas.

No pude dormir nada.

Fran me levanto a la tercera campanada como le pedí, almorcé y comencé a revisar mi trabajó pendiente o al menos lo intenté, pronto fue momento de cenar y volver a la cama, estaba demasiado cansado.

"Buenas noches, Ferdinand". Su voz inundo mi habitación que estaba completamente a oscuras, "¿Cómo me veo?" pregunto cuando encendí una luz

Rozemyne estaba de pie en medio de mi habitación usando solo el camisón, sus brazos y piernas estaban al descubierto, su cabello caía suelto a su espalda. Ahora mismo tenía sentimientos encontrados sobre el diseño y el color, había escogido una tela azul cielo para su conjunto de pijama, porque ese era su color favorito, pero también me había dado cuenta recientemente de que era el tono exacto de mi cabello. El camisón solo le llegaba a medio muslo, era más corto que nada que ella hubiera usado antes.

"Hermosa", la palabra salió como un susurro y ella sonrío complacida antes de acercarse a mí, dejando un pequeño beso en mis labios.

"Lo lamento. Te dije que podías tener todos mis besos, pero no había podido venir contigo", murmuro sentándose a mi lado en la cama, "¿Estas bien?".

"Si… yo… solo…"

"Ferdinand, ¿esto tiene que ver con que ahora compites con mi hermano?", me pregunto y yo me sentí aliviado y molesto por el hecho de que no supiera que estaba así por ella. "Si no querías competir, debiste decir que no, no iban a enojarse contigo, yo iba a competir con mi hermano por Aub si ninguno de mis primos aceptaba".

"No…", se movió un poco lejos de mi y me hizo acostarme sobre su regazo, sentí mis orejas calentarse, y la escuché soltar una risilla, "quedarías atrapada en el asiento de Aub si tu hermano renunciaba a la competencia", su mano comenzó a acariciar mi cabeza, peinando mi cabello

"Es lo mismo contigo, tu no quieres el puesto de Aub". Me recordó.

"Está bien, ya pensare en algo", la sentí asentir sin dejar de peinarme, "Rozemyne", la llame, "¿estas realmente bien con esto?", le pregunte levantándome y tomando sus muñecas, "robe tu primer beso y te pedí que vinieras a dormir conmigo, aunque intentaste poner una distancia adecuada ahora que estas creciendo. Aceptaste mis deseos egoístas y estas aquí. Aunque puede ser peligroso para ti…", sus labios volvieron a unirse con los míos, interrumpiéndome.

"Confió en ti, Ferdinand. Sé que nunca me harías daño, y te lo dije. Está bien si eres tú", sus brazos me rodearon y volvió a besarme, pronto terminamos acostados en la cama, la abracé a mí dejando besos por todo su rostro, haciéndola reír.

"¿Estas bien, aunque debamos mantener esto en secreto?", sus ojos me miraron esperando que continuara. Suspire y acaricie su rostro antes de volver a hablar, "acabo de entrar en la competencia por el asiento del archiduque, si esto sale a la luz…"

"Te perjudicaría, lo entiendo".

"¿Qué? ¡No! ¿Porque piensas que hacerte mi novia me perjudicaría?" pregunte provocando que parpadeara confundida, "Tú eres la primera para competir con Sylvester, si esto sale a la luz, quedaremos atrapados como la futura pareja archiducal. Rozemyne nunca he tenido una novia, pero es similar a tener un cortejo, la única diferencia entre este y mi antiguo mundo es que un noviazgo no necesariamente era para buscar un matrimonio. A veces dos personas que se gustaban comenzaban a salir, tenían citas, pasaban tiempo juntas, solo porque se gustaban. Quiero que seas mi novia, pero no quiero que quedemos atrapados en un futuro que ninguno quiere"

"Estoy bien manteniéndolo en secreto Ferdi. Estoy bien mientras me dejes quedarme contigo".

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"¿Qué opinas tú, Tetsuo?"

"Sigo pensando que deberíamos desinstalar el chip de la derecha antes de soldar…" un montón de risas me habían interrumpido, obligándome a despegar la vista de la tableta electrónica con la que habíamos estado trabajando y la tableta de celular que tenía a un lado.

"¿En serio no sabes de lo que hablamos?" me preguntó un chico de la clase, parte del equipo en qué estaba obligado a trabajar.

"Lo siento, apenas comenzaron a decir estupideces deje de escucharlos." Respondí con falsa amabilidad… Cómo casi siempre que intentaban integrarme a algo que no me interesaba.

"¡Tranquilos, muchachos!" dijo Shuu de inmediato entre una risa y otra "ya lo pongo yo al tanto" ofreció antes de murmurar que a veces me parecía demasiado a su amiga… De nuevo comparándome con ella.

"Si es una idiotez, me voy. Tengo otros proyectos además de este." Amenacé al único amigo que me había seguido frecuentando a pesar de mi mala actitud.

"Idiotez o no, es posible que necesites esta información un día… Si no es así, tu vida sería la historia más triste del mundo."

Bufé, por supuesto. Shuu era demasiado dramático en ocasiones.

"Estamos debatiendo sobre las mejores actividades NO SEXUALES para hacer con tu novia."

Una mirada de decepción debió salir de mí porque Shuu me la devolvió de inmediato, sujetándome del hombro "solo escucha y dinos cuál te parece mejor. Es todo."

Un suspiro y comenzaron a hablar.

Ir al cine para ver una película. Pasear por un parque tomados de las manos. Compartir una malteada. Alimentarse mutuamente. Tirarse uno junto al otro bajo un árbol para buscarle forma a las nubles en medio de una conversación. Salir a comprar ropa y verla modelando. Ver televisión con uno acurrucado sobre las piernas del otro. Hacer cosplay juntos. Por supuesto la última era de Shuu. No recuerdo que respondí, pero sí que lo había descartado como la mayor pérdida de tiempo de mi vida.

Ahora, con Rozemyne durmiendo a mi lado en un pequeño camisón luego de volvernos novios en secreto la conversación de esa vez no dejaba de darme vueltas.

Ojalá Shuu estuviera aquí. Me gustaría agradecerle por obligarme a escucharlos a todos. Me gustaría pedirle consejo también… Pero Shuu debe estar teniendo una buena vida en Japón, reproduciéndose con singular alegría y buscándole otro bicho raro a su mejor amiga de la infancia para que no muera sola… Porque ella no ha muerto aún, ¿verdad?

"Ferdi" me llamó la voz somnolienta de la jovencita entre mis brazos "¿estás despierto?"

"Si. Estaba por despertarte." Mentí. Seguro me regañaría si se diera cuenta de que no pude dormir nada.

"Gracias" bostezó Rozemyne sentándose a mi lado y tallándose un ojo. Uno de sus tirantes se deslizó por su hombro y sentí mis orejas calentarse justo antes de enderezárselo. La piel de sus hombros era tan tersa que no tardé en pasarme un dedo por mi propio hombro. Su risa me devolvió a la realidad.

"¿Hice algo gracioso?"

"Algo así." Murmuró ella antes de acercarse a mí y depositar un beso en mi mejilla "buenos días, por cierto."

Sonreí sin poder evitarlo, tomándola del mentón para besarla en los labios antes de sonreírle.

"Buenos días a ti también."

Sus mejillas se colorearon de un modo adorable. Tuve que tocar una, pellizcándola apenas un poco antes de levantar el dosel para asomarme.

"¿Y tú yukata?"

"¿Yukata?"

Salí de mi cama para buscar por toda la habitación, sin encontrar lo que estaba buscando.

"La bata a juego que venía con tu pijama." Expliqué con calma antes de mirarla sentada en el borde de mi cama con las mejillas todavía sonrosadas y una sonrisa extraña.

"No creí necesitarla, pero la usaré la próxima vez."

"¿Por qué no habrías de necesitarla? Los pasillos deben estar muy frescos a esta hora, no me gustaría que te resfríes." Le dije antes de abrir mi baúl y sacar una de las yukatas en colores neutros que me habían hecho a mí. No tardé mucho en colocársela. Le quedaba un poco larga, pero la mantendría protegida del clima.

"¿Feliz?" me preguntó con las mejillas un poco infladas y la mirada en el piso.

"No. Preferiría que usarás la tuya."

Ella soltó un suspiro antes de empujarme de vuelta a la cama y cerrar el dosel.

"Te la traeré en la noche." Prometió. Cuando volví a correr la cortina no había rastro ni de ella ni de mi yukata. Solté la tela y me acosté considerando las opciones. No estaría mal grabar algunas cosas y proyectarlas para ella. Eso debería contar como una salida al cine, ¿verdad?

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Algunas campanadas más tarde, estaba terminando de ofrendar mana a los Instrumentos Divinos cuando Sylvester apareció guiado por Fran con una túnica azul y una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.

"¿Al fin harás el juramento de lealtad o estás tratando de disfrazarte?"

Un codazo y una carcajada fueron mi respuesta.

"¡Por favor! Demasiadas tareas tengo siendo solo un candidato al asiento de Aub como para echarme más trabajo encima."

"No te haría daño ayudarnos con las cuentas y dar mana a los dioses." Le respondí en el mismo tono "Si no has venido a eso, entonces quisiera saber qué haces aquí."

"¿No puedo visitar a mi hermanita y mi primo que además se ha convertido en mi rival?" preguntó dándome un golpe ligero en el hombro.

Le devolví el puñetazo juguetón con casi nada de fuerza sin dejar de caminar "lo normal es hacer una cita, Sylvester, no aparecerte disfrazado."

Deambulando un poco más, Sylvester no paraba de saludar a los chicos que conocía cuando llegamos a mi habitación donde Fran ya tenía listo el té con algunos dulces. Estaba por hacer la demostración de veneno cuando el bruto aquel se metió un par de galletas a la boca, masticando y tragando todo antes de mirarme congelado en mi lugar.

"¿Qué? Tú no vas a envenenarme por muy rival que seas, ¿o si? Tus trucos sucios son para el campo de ditter."

"Mis trucos sucios son para aquello que lo amerite, Sylvester… pero tienes razón, no te envenenaría… al menos no aquí, ¿sabes lo difícil que es sacar las manchas de sangre del piso y las paredes?"

El silencio me hizo observar a Sylvester, quién me veía atento con un error de procesamiento considerable antes de comenzar a reír como si fuera un Dunkelfergiano.

"¡Debes estar de un humor increíble si estás haciendo bromas!"

"No sé de qué me hablas." Mentí, dando un sorbo a mi té y mordiendo una galleta.

"Cómo sea, sobre el ditter…" y nos enzarzamos en una pequeña discusión. Al parecer, Sylvester deseaba expandir el área de juego de esta semana y ocupar el bosque de los nobles en su totalidad, lamentablemente para él, no había podido convencer a mi padre adoptivo o a su propio padre de permitirnos usarlo y esperaba que yo pudiera convencerlos. Para su desgracia, yo opinaba igual que los adultos. Un ditter en el bosque noble era arriesgado. No para nosotros, sino para los habitantes del distrito noble. Un artefacto mágico que se saliera de control. Un niño prebautizado escapando de su cuarto e internándose en el bosque o bien un asistente saliendo tarde del trabajo para volver a su propia casa podría traer consecuencias desagradables para cualquiera.

"Al caos con tu buen humor, Ferdinand. Hablas como un anciano de treinta."

'Eso dolió demasiado, ¡Idiota! Recuerdo a la perfección lo que es tener casi treinta y no me sentía como un anciano.'

"Solo hago mi trabajo como sacerdote… trato de pensar en todas las posibles implicaciones de mis actos… Quizás convenza a tus padres de enviarte al templo, después de todo. Podría serte de ayuda."

Por alguna razón, Sylvester palideció en ese momento, disculpándose por la hora y alegando tener que estudiar lenguaje antiguo antes de pedirle a Fran que guardara el resto de las galletas en una tela para poder llevarlas al castillo. Yo solo sonreí sin poder evitarlo.

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Esa noche Rozemyne llegó a mi habitación con mi yukata doblada entre sus manos y su propia yukata puesta encima. Guardé la prenda en su lugar y cuando volteé, ella ya se había deshecho de la suya. El conjunto de dos piezas que portaba hoy la hacía ver como una de esas muñecas de aparador, con los shorts tipo blumers adornados con moños a ambos lados de sus piernas y sobre su ombligo en tanto la playera de tirantes se mantenía holgada sobre ella.

"Es más fresco dormir así, ¿no te parece?" le pregunté sin más. Ella sonrió antes de dar una vuelta para mí "Tenían razón" murmuré sin darme cuenta "llevarte de compras sería fabuloso."

"¿Compras? ¿De qué hablas?"

Ambos subimos a la cama. Ella me obligó a besarla antes de acurrucarse entre mis brazos y yo comencé a explicarle sobre las citas en mi mundo… lo que había escuchado al menos, mientras ella escuchaba con atención.

"Suena lindo todo eso. Pero comprendo. Las tiendas de ropa aquí no te permiten probarte la ropa que no has mandado a hacer… y no te dejarían ver como me queda, no sería correcto."

'No en el barrio noble', pensé divertido, aunque llevarla a la ciudad no era una opción ahora, tal vez después, 'Podríamos tener citas en la ciudad de los plebeyos, los dos solos y…', "Aquí no sería correcto…", respondí cuando me percaté de que había estado callado por mucho tiempo, "allá, podrías hasta probarte un bikini y no habría problema de que te viera con eso puesto en la tienda."

"¿Qué es un bikini?"

Sentí mis orejas colorearse de manera furiosa. Mi mente debía estar demasiado influenciada por las hormonas en esta vida porque un desfile de Rozemynes en todo tipo de trajes de baño comenzó a desfilar en mi cabeza, sonrojándome todavía más sin que pudiera evitarlo.

"¿Ferdi?" me llamó ella con voz preocupada, trayéndome de regreso al presente, a este mundo donde dudo mucho que exista algo así como trajes de baño, ni hablar de los de dos piezas tan reveladores y llenos de detalles que aquí se tildarían de descarados e impúdicos.

"Lo siento… me preguntaba que debería grabar con la herramienta que diseñé para proyectar aquí. No sería lo mismo que una película… y no tendríamos…"

"Si es contigo, disfrutaré lo que me muestres" susurró ella, besándome un par de veces antes de sonreírme "Lo prometo."

Llené su cara de besos sin poder contenerme, evitando a toda costa darle uno de esos besos apasionados de la vez anterior. Tenía miedo de no poder detenerme o contentarme solo con esto y tenía que hacerlo. Aun éramos menores de edad y nada me aseguraba que sería yo quien se casara con ella… o que ella deseara casarse conmigo, yo solo era su plan b después de todo.

"Que Schlaftraum te bendiga con dulces sueños y un descanso reparador" le dije antes de besarla en la frente.

"Que Schlaftraum te bendiga con sueños agradables también, Ferdi" murmuró ella antes de besarme y morderme un poco, de una forma tan incitante que mi boca se abrió y el beso terminó por profundizarse. La atraje tanto que nada cabría entre nosotros, deteniendo mis manos donde estaban cuando me di cuenta de que una intentaba bajar más de lo que debiera.

Apenas pude, la solté, respirando entre sus cabellos para llenar mis pulmones de su aroma y dormir. El acto fue suficiente para calmarnos a ambos porque pronto la escuché caer en un sueño profundo, siguiéndola casi de inmediato.

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Al menos dos noches después llegó una solicitud del castillo. Rozemyne tendría que quedarse una semana para atender algunos asuntos con su padre y los profesores que estaban presentes… era posible que tuviera que viajar a la Soberanía en ese tiempo.

Margareth y el resto de las chicas estaban ayudándola a empacar en lo que yo la acompañaba para dejar instrucciones por todas partes. Al final llegamos a mi habitación donde Fran se encargó de servirnos té y algunas galletas, luego Rozemyne lo despidió, encargándole que fuera a hablar con Hugo y Elah para verificar cuál de los dos viajaría con ella así como revisar que quien la acompañara tuviera suficientes ingredientes. Delia también fue despedida luego de eso, con la excusa de llevar un par de pedidos urgentes a la compañía Gilberta.

"No quiero ir" confesó cuando estuvimos solos "No me gusta que quieran llevarme a la Soberanía. No entiendo por qué tienen que llamarme si las clases ni siquiera están cerca."

"Eres la princesa Santa" bromee sin poder evitarlo "tal vez quieran que los aconsejes de algún modo."

La escuché suspirar con pesadez antes de pararse y caminar hasta mi lugar, subiendo sobre mi regazo y abrazándose a mi cuello.

"Ya que vamos a estar separados toda la semana, ¿puedo pensar que me gustaría hacer para nuestras citas y cuándo?"

Sonreí de inmediato.

"Por supuesto. Podemos discutir al respecto cuando llegues o solo avisarle al otro de no hacer planes en alguna fecha en específico."

Rozemyne se hizo para atrás para mirarme con esa sonrisa sincera que me calmaba. Mis manos comenzaron a moverse poco a poco, acariciando su espalda y dejando escapar un poco de mana para ella. Sus propias manos comenzaron a hacer lo mismo en mi cuello y mis hombros.

"Ferdi, ¿me besas como esa primera noche? Una semana es mucho tiempo, quiero sentir tus labios cuando cierre los ojos aun si no te tengo cerca."

"Te estás volviendo una desvergonzada, Rozemyne. ¿Qué clase de petición es esa para que la haga una dama, mmm?"

La escuché reír divertida por la broma en lo que mi mano acunaba su mejilla, frotándola con el pulgar sin dejar de observar el adorable sonrojo cubriendo sus pómulos o la mirada de ensoñación que me estaba dedicando.

"No soy una dama, Ferdi. Soy tu novia secreta, ¿recuerdas?"

Sonreí sin más, atrayéndola y besándola, deslizando la mano en su espalda hasta su muslo para apretar y asegurarme que no se movería de ahí en tanto la otra pasaba de su mejilla a su nuca.

El beso pronto se volvió húmedo y apasionado. Jadeos silenciosos salían de nuestras bocas cuando uno mordía al otro con delicadeza antes de volver a empezar. Una de sus manos bajó de pronto por mi pecho dejando escapar su mana, subiendo de nuevo para tomarme de los hombros. Sin romper el beso, la sentí reacomodarse, pasando una de sus piernas al otro lado de mi cuerpo y un montón de alarmas comenzaron a sonar en mi cabeza.

Rompí el beso, abrazándola con fuerza y escondiendo mi cara en el hueco de su hombro para respirar, calmándome. Esta no era una posición en la que debieran encontrarnos. No tenía nada de inocente. La aferré con más fuerza por un segundo o dos antes de alejarla para depositar un beso casto y corto en sus labios y ayudarla a bajar.

"¿Ferdinand?"

"Fran y Delia no van a tardar mucho en volver." Le expliqué pasando mi pulgar por sus labios despacio, tratando de borrar las huellas de lo que habíamos hecho, tratando de disminuir la inflamación y devolver sus labios a su color natural con una bendición de sanación. Ella pareció comprender porque hizo lo mismo conmigo y luego volvió a su lugar, mirando su té antes de tomarlo, cerrando los ojos y sonriendo.

"Tienes razón. Ellos están por volver y yo… de verdad puedo sentir que me besas cuando cierro los ojos."

Sonreí abochornado por eso, llevándome uno de los diminutos sándwiches de fruta a la boca antes de tomar un sorbo de té. Tal y como había vaticinado, Delia entró un par de segundos después dando su informe. Fran llegó poco después de eso y nuestra pequeña fiesta de té se terminó. Era hora de que se marchara, así que salí a despedirla.

Habría querido escoltarla o llevarla en mi highbeast para abrazarla un poco más pero eso era imposible, en ausencia de la Sumo Obispa, el Sumo Sacerdote debía asumir la responsabilidad del templo… como maldije eso más tarde.

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"¿Cómo que Laurenz está enfermo?"

"Lo lamento, Sumo Sacerdote" se disculpó el sacerdote gris que se encargaba de atender al peliverde "por favor revíselo, tiene una fiebre muy fuerte y no ha parado de quejarse. No sé que hacer."

Lo seguí de inmediato a la recámara de Laurenz. Matthias y Damuel estaban ahí también con rostros pálidos y preocupados.

Apenas entré, Laurenz dejó escapar un gemido de dolor. Una inspección rápida y mandé llamar a Harmut y a Justus antes de ordenar a los otros dos a que salieran. Su ceño y su respiración parecieron relajarse un poco cuando hubo menos gente en la recámara, entonces pudo decirme lo que sentía… al parecer, su detección del mana acababa de despertar.

"Harmut, Justus, necesito ayuda con Laurenz. Creo que despertó su detección de mana, pero…"

Los dos eruditos comenzaron a revisarlo de inmediato mientras yo observaba todo desde la puerta. Cuando salimos de nuevo, el pequeño asistente gris de Laurenz nos miraba con preocupación.

"Prepárale un baño con agua templada y asegúrate de que se encierre a descansar en su habitación oculta" instruyó Harmut de inmediato.

"Ferdinand, ¿dónde está Rozemyne? Como tutora de Laurenz debe reportar esto a la Soberanía y hacer una cita para que reciba su educación de caballero dentro de unos días. Es posible que para pasado mañana ya esté bien y sus sentidos se hayan asentado."

Estaba seguro de que mis orejas estaban más rojas de lo normal porque ambos se me quedaron viendo con miradas desagradables y sonrisas retorcidas.

"Rozemyne volverá dentro de una semana. Enséñame como hacerlo y yo me encargaré."

"¿Estás seguro?" inquirió Justus.

"Lo estoy. Harmut, por favor supervisa que Laurenz esté bien atendido la siguiente campanada."

"Por supuesto, Lord Ferdinand."

Le hice una señal a Justus y él comenzó a seguirme al despacho. Una vez ahí comenzó a darme indicaciones de qué escribir y a quien dirigirlo. Luego me indicó como redactar en una tablilla la solicitud para hacer uso de una hermana de práctica y una habitación en el templo de la Soberanía además de…

"¿Un oro grande? ¿En serio?"

"¿Pensabas que era gratis?" se burló Justus "Laurenz tiene estatus de archinoble, lo normal es que le cobren como uno a su tutor.

Mi mano voló a mi rostro, cubriendo mis ojos de solo imaginar que hubiera sido Rozemyne quien, además de escribir todo esto, tuviera que pagar un oro grande para que yo…

"Dime que el pago de mi… educación de caballero no salió del templo."

"¡Por supuesto que no! El tuyo fue de dos oros grandes y lo pagó Lord Bonifatius. Yo redacté el informe y Lord Bonifatius la cita para el templo. ¡Tus tutores no están en el templo, Ferdinand!"

Me relajé y seguí adelante ya más calmado.

'Pero si no fue Rozemyne quien hizo todo esto… ¿cómo supo que yo…?' ni siquiera me atreví a terminar ese pensamiento. Era demasiado bochornoso.

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La semana fue de lo más larga. Supervisé el templo, las industrias de Rozemyne, las mías, asistí a los ditters y realicé algunas grabaciones tentativas de Eisenreich bajo mis pies, algunas bestias fey en su hábitat natural que podrían gustarle a Rozemyne, a los niños del orfanato jugando al karuta e incluso un poco del ditter del día del fuego, siendo Brunhilde quien se encargaba de manejar el artefacto. También comencé a experimentar con las semillas de una de las frutas que me habían enviado de Dunkelferger hacía tiempo. La pulpa no tenía un sabor demasiado marcado, pero la semilla emanaba un aroma que me hizo tener esperanzas en que había encontrado una verdadera mina de oro.

Estaba regresando de la zona de entrenamiento número uno con el resto de mis compañeros del Templo cuando vimos que Laurenz nos recibía a todos con una enorme sonrisa de oreja a oreja. Las chicas lo saludaron y le preguntaron si ya se sentía mejor. Los chicos se dedicaron a hacerle comentarios y bromas por su desaparición de los ditters de esa semana y yo me relajé. Rozemyne volvería al día siguiente, así que estaba de buen humor. Quizás habría sido más conveniente mostrar el tedio que me había invadido el resto de la semana, puesto que apenas dar un par de pasos dentro de los pasillos del Templo, Laurenz se acercó a mí.

"Ferdinand, sé que debes estar cansado y estar esperando un baño, pero… necesito hablar contigo de manera urgente, por favor."

"Laurenz…"

"En serio es urgente."

"Bien" suspiré "espero que no tarde demasiado este… asunto urgente."

Laurenz sonrió a mi lado y yo informé a Fran al respecto. Cuando llegamos a mi habitación nos esperaba la cena y un poco de té. Cenamos según el protocolo y cuando ya solo nos quedaba el té, Laurenz sacó una herramienta de evita de escuchas de rango específico y su rostro sereno cambió por completo al rostro que ponía cada vez que una de nuestras venganzas estaba en planes.

'¿De qué carajos quiere hablar este pervertido?' pensé, arrepintiéndome en ese momento de aceptar tenerlo en mi habitación para hablar.

"La verdad es que… anoche y esta mañana, fueron la cosa más maravillosa y fascinante que me ha pasado en toda esta vida" confesó el infeliz con una sonrisa boba y una mirada enamorada que me provocaron un poco de repulsión "la hermana Maryanne fue taaaaan dedicada. Me permitió experimentar un poco y… pensé que tal vez podríamos intercambiar algunas notas usted y yo."

"Intercambiar… ¿notas?" pregunté incrédulo y perdido "¿Notas de qué?"

"Bueno, la hermana Maryanne, justo después de mostrarme la forma adecuada de dejar mi nieve en su cáliz fue bastante sincera al decirme que ella no lo había disfrutado tanto y pues… una cosa llevó a la otra, ya sabe, curiosidad de erudito, supongo. Le pedí que me mostrara como hacerla sentir igual de bien en medio del invierno y fue… increíble. Estoy más que dispuesto a llegar al fondo del asunto. Me volveré el seguidor principal de Brennwarme y Beischmacht para asegurar que mis futuras diosas se quemen en los fuegos del placer tantas veces como sea posible… pero imagino que no soy el único interesado en complacer a alguna dama, ¿o me equivoco?"

"No pienso intercambiar notas sobre ese asunto contigo, Laurenz. Es desvergonzado e inapropiado."

"¿Pero por qué? Tu sabes que es fácil para nosotros quemarnos en las flamas de Beischmacht… ¿o no notaste que tu hermana de prácticas no se quemó? Con lo observador que eres, y teniendo un sujeto de experimentación…"

"¡No voy a discutir eso contigo Laurenz!" grité desesperado, sintiendo que mis orejas se derretirían y caerían al suelo de tan calientes que ya estaban.

"¿Por qué no? Prometo que no le diré nada a la Suma Obispa."

"¿Qué tiene que ver Rozemyne en esto, Laurenz?"

El muchacho guardó silencio en ese momento, mirándome con una cara burlona y negando despacio.

"Bien, muy bien. Fingiré que no estás interesado en atar tus estrellas con ella o penetrarla como si no hubiera un mañana, principalmente cuando seamos todos adultos para dejar que pequeñas versiones de ustedes correteen libres por los terrenos del Templo"

Me llevé la mano a la cara. Casi podía sentir mis orejas derritiéndose ahora por las palabras de este idiota.

'Yo no quiero eso… ¿no? O sea, me gusta Rozemyne, pero eso no significa que vaya a casarme con ella y a reproducirme… o que carezco de autocontrol alguno, ¿cierto?'

"Laurenz, no voy a casarme con ella, no creo que el Aub lo permita. Tampoco creo que vaya a tener hijos con ella y te agradecería que midas tus palabras. Eso fue demasiado vulgar."

"Si, si, como digas. ¿Entonces? ¿Qué te enseñó exactamente tu hermana de prácticas?"

"Nada práctico" solté sin siquiera pararme a pensar en las consecuencias "Mi espada y mi nieve no la tocaron en ningún momento, así que no tengo idea de que notas puedo intercambiar contigo porque NO HAY NOTAS, Laurenz."

Cuando me retiré la mano de la cara, frustrado y fastidiado, mi cerebro captó al fin que eso último no lo había pensado. Lo había dicho. Acababa de confesar que no había aprovechado mi educación de caballero en modo alguno y Laurenz ahora me veía con la boca y los ojos tan abiertos como si estuviera escuchando algo impensable.

"¿En serio tú y ella no…?" preguntó Laurenz mientras me mostraba sus manos, haciendo un gesto demasiado obvio de una penetración con esa misma cara de estúpido.

"No, Laurenz. No hubo nada de eso. Te agradecería que no lo andes ventilando por ahí y me dejes de molestar con tus insensateces."

"Bien, bien. Entiendo… ahm… ¿puedo hablar con los grises que han dado ofrendas a alguna dama entonces? La experiencia es parte de las herramientas de Mestionora después de todo."

"Supongo que puedes. Si ellos desean hablar o no, no es problema mío."

Suspiré con cansancio. Quería un baño, un par de aspirinas, mi cama y a Laurenz fuera de mi habitación cuanto antes… y no precisamente en ese orden… por supuesto que no era posible, así que me conformé con llevarme la taza de té a los labios para tratar de refrescarme un poco.

"También quiero una asistente gris que esté dispuesta a hacerme ofrendas" solicitó cuando el té estaba entrando en mi boca, ocasionando que escupiera todo de vuelta a la taza.

"¿Laurenz?"

"¿Qué? No quiero obligar a nadie y necesito practicar… ni siquiera quiero una doncella joven, quiero una con experiencia que esté dispuesta a practicar conmigo y enseñarme. No sé con quién uniré mis estrellas, pero quiero que esté más que feliz de tomarme como esposo."

"Laurenz, tienes un título de archinoble, estas tomando dos especialidades y recibes una pensión que no he visto que gastes de verdad… ¿cómo porqué se arrepentiría alguna chica de casarse contigo?"

"Porque soy un noble del Templo… no me mires así, no soy tonto. Sé como nos miran, lo que dicen de nosotros a nuestras espaldas. Si ya tengo una mala reputación solo por criarme aquí, quiero que valga la pena. Quiero que valga cada maldito rumor y cualquier diosa con la que una mis estrellas pueda reírse de sus amistades cuando se quejen de estar insatisfechas con sus maridos."

"Laurenz, estás demente… Hablaré con las grises que están en el orfanato y veré que se descuente el servicio de tu pensión."

"Muchas gracias, Sumo Sacerdote. Será dinero bien invertido, ya lo verás."

Laurenz salió de mi habitación y me dejó con un enorme dolor de cabeza. Ni siquiera el mana de Rozemyne en el shumil teñido que me había obsequiado fue suficiente para quitarme el dolor sino hasta bien entrada la mañana, justo después de que hablara con todos los grises para explicarles el infame pedido de Laurenz. Para mi sorpresa, al menos siete doncellas se ofrecieron para ser sus asistentes y cinco sacerdotes agendaron una reunión con él para explicarle lo que ellos habían descubierto al hacer ofrendas. Eso me recordó lo que se decía del Templo y la realidad del mismo antes de Rozemyne. El Templo había funcionado como burdel por siglos, la mayor diferencia es que ahora las ofrendas del nuestro tenían costos exorbitantes y nadie era obligado a entregar las ofrendas como antes. Este mundo estaba loco, en definitiva.

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Rozemyne volvió esa tarde y las cosas parecieron estabilizarse un poco.

Tuvimos nuestra función de cine nocturna donde le proyecté lo que había grabado mientras nos abrazábamos. Me sorprendió bastante que las últimas tomas fueran de mí montando en mi highbeast y gritando indicaciones antes de ganar ese ditter. Rozemyne parecía bastante feliz con eso. Su sonrisa y su sonrojo me hicieron pensar en las chicas de la universidad que hablaban de sus idols o del actor de moda con rostros soñadores, haciéndome sentir un poco incómodo.

"Te ves… increíblemente atractivo como comandante, Ferdinand" murmuró ella después de que apagué el proyector "esperaré con ansias verte jugar al ditter con los de Dunkelferger este año."

Cubrí mi rostro sintiendo que todo él se incendiaba, no solo mis orejas traidoras y la escuché reír antes de que me moviera las manos lo suficiente para darme pequeños besos dulces en los labios.

"Usted va a descansar en este momento, señorita. Nada de ditter." La amonesté antes de besarla en la frente y acomodarla para dormir, escuchándola soltar algunas risillas.

"Entonces… ¿esto fue como ir al [cine]?"

"Similar… pero sin la comida… y más incómodo. Nunca me habría visto a mi mismo en una [película] en Japón."

"Entonces me siento muy afortunada. Vi a mi apuesto novio en una [película] luciendo tan gallardo, que casi quiero prohibirles a las chicas que sigan apoyándote con los ditters."

Tuve que reírme. Era una broma bastante tonta pero divertida.

"Rozemyne, se terminó la cita. Es hora de dormir. Estás desvariando."

Ella solo suspiró con cansancio y terminó de acomodarse.

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La siguiente vez salimos de mi habitación un poco antes de que el día cambiara de fecha, subiendo en mi highbeast a uno de los techos del templo para mirar las estrellas y la luna tomados de las manos. Estuvimos señalando algunas y buscando formas para armar constelaciones. Cuando la sentí cansada volvimos a bajar. No hubo muchos besos esa noche, pero tampoco hicieron falta. Yo era feliz solo con lo que habíamos hecho y parecía que ella también.

El otoño me sorprendió por completo cuando la pequeña puberta con la que salía en secreto llegó con un par de cajas llenas de ropa y me obligó a sentarme en uno de mis sillones mientras ella se cambiaba de pijama detrás del biombo antes de salir para dejarme verla. Me sorprendió un poco que saliera también con un par de vestidos, fue entonces cuando me mostró que había solicitado que se instalaran zippers en esos dos para probar. La verdadera sorpresa fue la segunda caja. Me la entregó y luego me obligó a levantarme.

"Es tu turno, Ferdi. Me encantaría ver cómo te queda esto."

La besé un par de veces antes de irme a cambiar. Me sentía un poco abochornado cuando salí de detrás del biombo con un pantalón negro y una camisa en azul medianoche con detalles en dorado, aunque su sonrisa valía la pena. Me probé los otros dos conjuntos que había dentro de la caja, todos con zippers para que pudiera ponérmelos y quitármelos sin problemas. Después volví a ponerme mi pijama y nos acostamos a dormir. A la mañana siguiente, ni ella ni la caja con su ropa nueva estaban en mi habitación.

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Pronto llegó el momento de asistir a la fiesta de la cosecha. Para mi sorpresa, Rozemyne había organizado las rutas de tal manera que Brunhilde, ella y yo estaríamos viajando en rutas cercanas por los pueblos del sur. Margareth parecía más que molesta cuando se anunciaron las rutas… o el hecho de que ella estaría viajando en su propia ruta hacia el Este, haciéndome preguntar si se habían peleado.

Estábamos preparándonos para alcanzar nuestras carretas en nuestras respectivas rutas por la mañana el día del inicio de la fiesta de la cosecha cuando llegó un ordonnanz que se paró en el brazo de Margareth, quién seguía ayudando a Rozemyne con sus preparativos de último momento.

"Margareth, aquí Bonifatius, ¡informa a la princesa que necesitamos ayuda del Templo para la subyugación de un trombe! Necesito que ella y sus sacerdotes vengan enseguida." Repitió tres veces con premura el ave de piedra, paralizándonos a todos.

Rozemyne nos miró, negando con un rostro serio.

"Si esto me hubiera llegado diez minutos tarde, todos ustedes ya estarían en sus rutas. Lo lamento, pero solo me llevaré a Margareth y Ferdinand, los demás ya tienen demasiado que hacer."

"¡Milady…!" intentó intervenir Harmut, seguido de cerca por Matthias, Damuel y Briggite, pero Rozemyne no los dejó terminar.

"¡No! Tienen que usar su mana para llegar a sus destinos en tiempo y realizar las ceremonias. Margareth y Ferdinand me ayudarán a preparar pociones y a entregarlas solamente."

Ninguno de mis compañeros del templo parecía muy dispuesto a acatar la orden, pero lo hicieron.

Margareth tomó la piedra entonces para formar un ordonnanz y mi novia respondió de inmediato. Yo corrí por una caja con insumos para casos de emergencias como este y luego nos fuimos siguiendo el mensaje hasta la zona del bosque en donde ya se encontraba toda la orden de caballeros.

Lo demás fue casi rutinario.

Margareth y yo comenzamos a formular las pociones y a envasarlas de inmediato en tanto Rozemyne daba sus bendiciones para proteger a los caballeros. Estaba por darles también la bendición del Dios Oscuro cuando llegaron tres caballeros más. La vi torcer la boca apenas un segundo y a mi padre adoptivo fruncir el ceño con el casco todavía bajo su brazo. Seguro les llamaría la atención a los recién llegados en cuanto terminará todo.

La última bendición fue dada. La orden de caballeros se lanzó entonces al ataque. Rozemyne no tardó en unirse a nosotros para ayudarnos a formular hasta que no tuvimos más materiales y comenzamos a acercarnos para repartir los viales entre los caballeros que parecieran heridos y se habían hecho a un lado para no estorbar.

Fue cosa de un segundo o dos.

Mi padre ladraba indicaciones, aquel era un trombe más grande de lo normal, cuando escuchamos un grito agónico y el tremendo árbol Fey comenzó a moverse más rápido.

"¡Replieguense!" gritó mi padre, entonces lo vimos. Uno de los jóvenes que habían llegado tarde yacía inmóvil ensartado en una de las ramas del árbol por la cintura. Su sangre cubriendo una parte antes de que las otras ramas del árbol lo rodearán para tratar de engullirlo… no quedaría ni siquiera su piedra Fey.

"¡Déjame ayudarlos!" le pedí entonces a Rozemyne.

"¡No! Todavía tenemos que usar nuestro mana para…"

"Tengo una poción super efectiva para restaurar mi mana y mi energía… sabe terrible, pero evitará que gastar mi mana sea un problema."

"¡Entonces intervendré yo!" dijo mi novia determinada y Margareth la tomó del brazo, negando con la cabeza.

"Milady es quien se encarga de sanar la tierra. No podemos permitir que gaste más mana que eso. El área a sanar es más grande de lo normal."

Asentí. Estaba de acuerdo con la kunoichi.

Rozemyne soltó un suspiro velado detrás de esa odiosa sonrisa noble mostrando su descontento antes de darme su aceptación. Cambie mi armadura ligera por una más completa y volé donde mi padre para informarle y escuchar sus indicaciones.

Convertí mi schtappe en una enorme guadaña para luego invocar la bendición del Dios Oscuro, entonces volvimos a atacar.

Ya fuera por la sangre del caballero que acababa de arrancar de entre sus ramas o a todo el mana que había devorado esa cosa, me vi obligado a cambiar la guadaña por un arco ante una indicación de mi padre adoptivo y subir.

Una suerte que descubriéramos que, al usar la oración completa, podíamos modificar la forma.

Dos arqueros más dispararon junto conmigo y el árbol se debilitó lo suficiente para que pudiéramos acabarlo con rapidez.

Cuando todo terminó, me tragué aquella terrible poción que mataba mis papilas gustativas por un par de Campanadas.

Rozemyne sanó la tierra entonces, Margareth terminó de entregar las pociones y yo ayudé a mi padre a limpiar en lo posible el cuerpo del joven caído y a amortajarlo. Cuando Rozemyne llegó con nosotros y vio el rostro del difunto la vi tragarse algo de angustia y dolor. Luego miró a mi padre adoptivo.

"¿Quieres que efectúe el ritual de Ewigeliebe, tío? Él fue un sacerdote una vez."

Bonifatius negó con pesar.

"Su madre y su padre querrán despedirse de él mientras todavía tiene un cuerpo. Dejaré que el Aub y la primera dama guarden el cuerpo después de presentarlo para que efectúes la ceremonia cuando regresen. Ustedes tienen mucho que hacer todavía, ¿o no?"

Los tres asentimos y noté a Rozemyne dándole una última mirada al cadáver cuyo rostro estaban cubriendo con una tela cuando terminamos de colocarlo en un columpio para que alguien pudiera transportarlo.

"Si los padres no desean esperar, puedes notificar a los sacerdotes que se quedaron en el templo." Comentó ella mirando al suelo. Su mirada era de preocupación y de angustia, incluso su tono parecía reticente. "Si a los padres no les molesta que el ritual sea efectuado por uno de los sacerdotes ancianos, alguno de ellos puede encargarse, pero, si están dispuestos a esperar, me encargaré de que tenga una buena ceremonia. ¿Qué hay de los otros dos caballeros que llegaron tarde junto con este?"

"Son recién egresados. Ellos van a transportar al chico y a acompañarme a entregar el cuerpo. Después de eso tendrán una larga estación siendo reeducados y reentrenados. Los tres apestan a alcohol."

Nosotros solo asentimos.

Rozemyne sacó un vial de su cinturón y lo tomó luego de eso. Los tres nos despedimos y nos fuimos cada quien a su ruta en ese momento. Fue entonces que comprendí porque se había llevado a Margareth también. Su ruta era la más cercana desde donde estábamos.

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Era la tercera noche de la fiesta de la cosecha cuando Rozemyne apareció en la ventana de la mansión donde me estaba hospedando ataviada con su uniforme de caballero, una sonrisa divertida y una cesta en el brazo.

"¿Qué hace usted aquí, señorita?" le pregunté apenas verla, tomando mi piedra de armadura y formándola de inmediato.

"Vine a invitarte a salir. Me hablaste de algo llamado picnic. Pensé que sería un buen lugar para tener uno."

Ella formó su highbeast y salimos de inmediato, descendiendo en un claro de un bosque aledaño, cerca de un río.

Estando sentados los dos sobre un delicado mantel a la luz de la luna conversamos de como nos estaba yendo en nuestras respectivas rutas. Ella no tardó mucho en hacerme comer algunas galletas de su mano y yo no pude detenerme de alimentarla también. Ninguno tenía puesta su armadura para ese momento y su pijama daba la impresión de ser un vestido corto y sencillo de verano.

"¿Caminarías conmigo en el río, Ferdi?" me preguntó cuando terminamos de comer. Yo me apresuré a guardar todo en la cesta antes de seguirla.

El río no era muy hondo junto al lugar en que habíamos parado a cenar. El agua, aunque fría, no era demasiado incómoda. En algún momento ella se inclinó y comenzó a lanzarme agua antes de correr lejos de mí. Le seguí el juego. Era agradable verla comportándose como una persona de su edad. Escucharla reír de esa manera tan libre y verla divirtiéndose de corazón. Nuestro pequeño intercambio de agua pasó en algún momento y terminamos abrazados, besándonos junto al río. Me alegré de tener un Schtappe porque después de eso fue fácil asearnos y secarnos con un washen.

"¿Irías por mí en tres noches más, Ferdinand?"

"¡Por supuesto!" respondí antes de besarle las manos, soltándola para que pudiera formar su bestia alta y yo la mía "Nos veremos en tres noches."

Cuando volvimos a vernos llevaba un prototipo de trufas de chocolate conmigo. El frío al fin nos había alcanzado, así que ambos portábamos nuestros yukatas, sentados uno junto al otro en el campo de cultivo de flores en que estábamos teniendo nuestra cita.

"Esto es lindo" murmuró ella sin dejar de mirar hacía el frente "no tengo que ser perfecta y no tengo que estar cuidándome la espalda."

"¿Y Margareth?" me animé a preguntar "aun no comprendo por qué la mandaste en otra ruta."

Su ceño se arrugó y sus labios se volvieron una fina línea recta antes de relajarse de nuevo y mirarme, atrayéndome para depositar una cadena de besos desde mis labios hasta mis orejas.

"Estoy algo grande para tener una niñera, ¿no crees?"

"Pensé que la ninja era tu asistente y tu amiga."

"Si, yo también lo pensé… pero está bien así, ella volverá a vigilarme y reprenderme cuando volvamos al Templo hasta el hartazgo."

No sabía cómo reaccionar, no esperaba esa respuesta. Ella debió notarlo porque no tardó mucho en sonreírme y tomar una de las trufas para llevarla mi boca, dejando su dedo un poco más de tiempo antes de llevarlo a su boca sin dejar de mirarme.

"No estoy segura si esos dulces saben bien o es tu mana. La combinación entre amargor y dulzura es un poco adictiva."

"Eres una tramposa, Rozemyne" me quejé sonriendo antes de imitarla. Esa noche compartimos algunos besos de chocolate antes de volver cada quien al lugar donde debía estar. No hubo más citas nocturnas hasta que volvimos al Templo una semana después.

Estaba esperándola en el patio del orfanato, pensando cómo podría hacer popotes y malteadas para compartir con ella cuando Margareth llegó. Su mirada era acusadora. Su hombro encontró el mío con violencia antes de ingresar al Templo, haciéndome saber que estaba furiosa contra mí. Le habría preguntado el motivo si no hubiera notado que Rozemyne estaba llegando también, justo al mismo tiempo que los carruajes con los asistentes grises y el equipaje que comenzaban a entrar al Templo.

"He vuelto" dijo ella, haciéndome sentir nostálgico de repente.

"Bienvenida de vuelta" le respondí antes de que sus asistentes grises se adelantaran para darle sus saludos y comenzaran a bajar sus cosas. Yo solo la escolté hasta su oficina sin dejar de sonreír, esperando que pudiéramos tener algunas salidas furtivas antes de que el invierno terminara de llegar.