Mitsuha se giró hacia la gran pantalla del proyector, tocando el botón de avanzar del control que sostenía en la mano. Un gran gráfico de torta con múltiples colores llenó el espacio. Con cuidado activó el puntero laser, destacando las secciones más grandes del gráfico.

—Como pueden ver, hasta ahora las carteras de inversión son en su mayoría grandes corporaciones, bancos, y divisiones gubernamentales, pero también hay una parte minoritaria que incluye hospitales, ONGs, entidades educativas, culturales, y otras similares…

Volvió a accionar el control. Un complejo gráfico con múltiples curvas reemplazó la imagen anterior.

—Pero nuestro análisis demuestra que la rentabilidad de los portafolios de las grandes cuentas solo ha crecido un 2.5% anual promedio en los últimos 10 años, tendiendo de forma asintótica a estancarse, mientras que las pequeñas cuentas que mencioné antes han crecido al 6% anual y con señales de aumentar su participación…

Mitsuha se detuvo, cerró los ojos por un segundo, mientras hacía una fuerte pero disimulada inspiración, dándose fuerza. Entonces se giró a la audiencia.

Una treintena de ojos la observaba con atención, hombres de edad madura en trajes grises, y varias mujeres en trajes elegantes, sentados lado a lado de una larga mesa del auditorio corporativo. Al fondo, sentada en el puesto a un lado de la cabecera de la mesa, Noriko la observaba con una expresión de curiosidad, con una sonrisa que parecía darle aliento para continuar.

—Entonces… —continuó Mitsuha—, entonces quiero proponer al directorio que la compañía tome una postura activa en llegar a esas pequeñas cuentas, e invertir en sus iniciativas.

Con una pausa, cambió la diapositiva a una tabla con múltiples valores y datos.

—Si bien al principio el volumen puede no aparecer atractivo, podemos ver en esta proyección que, si aumentamos la inversión en esos portafolios minoritarios, en 5 años esos portafolios podrían alcanzar y superar al menos a dos de las cuentas más pequeñas de los grandes portafolios, transformándose en una gran oportunidad de nuevos negocios y mayores ganancias para la compañía.

Mitsuha se quedó en silencio, con las manos tomadas frente a su regazo. Se inclinó a los presentes dando una notoria reverencia.

—Con eso termino mi presentación. Estaré atenta a sus preguntas.

Una ola de murmullos y conversaciones se desató en la larga mesa del directorio. Después de unos segundos una mano se levantó al final de la mesa, y la conocida pero potente voz de Noriko Morita hizo acallar los comentarios.

—Te agradecemos la clara presentación, Miyamizu-san, pero tengo una duda respecto de la diapositiva 15 ¿Cómo calculaste el incremento del ROI en las cuentas…?

Diez minutos después, todos los miembros de la reunión se iban retirando animados. Mitsuha se mantenía de pie cerca de la puerta de salida de la sala, agradeciendo la asistencia y despidiendo de forma educada y formal a cada uno de los directores.

Noriko se acercó y se quedó a un lado de Mitsuha en silencio, haciendo una venia de despedida a los últimos asistentes que se retiraban, hasta que se quedaron a solas en la sala de reuniones.

—Eso estuvo muy bien, Mitsuha. Fue una presentación muy convincente la que diste hoy.

Mitsuha sonrió de forma radiante, aliviada y agradecida del comentario de su jefa.

—Gracias, Noriko-san. Al principio estaba nerviosa, pero a medida que fui avanzando me sentí mucho más confiada.

—Pero no es solo eso, hay algo diferente en ti; ahora brillas. Y eso me gusta mucho.

—¿Cómo…?

Mitsuha quedó en blanco por un par de segundos, sin saber qué más decir. Noriko se dio cuenta de la turbación de la chica, y redobló la apuesta.

—Mira, eres una gran profesional, eso fue siempre así. Y tienes una personalidad muy atractiva. Pero… siempre estuviste como reprimida, apagada; pero esta semana te he visto sonreír, y te he visto animada como nunca antes ¿Tiene algo que ver ese chico Tachibana?

Mitsuha abrió los ojos, y quiso decir algo, pero se envaró. La sonrisa pícara con que Noriko la miró de vuelta, como diciendo "sabes bien a lo que me refiero", terminó por tornar la cara de Mitsuha en un tomate. Se tapó la cara, avergonzada.

—Por favor no digas eso… yo… yo…

Noriko rio con suavidad, y puso una mano en el hombro a la chica, para confortarla.

—Tranquila, eso era un halago, no te sientas mal. Me gusta verte así, feliz. Y si ese chico es el responsable, entonces él está cumpliendo su promesa. Dile de mi parte que siga así.

—Eh… gracias… se lo diré, creo…

Noriko le dio un par de palmadas en el hombro a la chica, sonriendo, se encaminó a la salida de la sala y se fue.

Mitsuha se quedó sola en la sala por casi un minuto más, intentando recuperar el temple. No pensaba que su estado emocional fuera tan fácil de leer, pero comprendió que Noriko tenía razón. Sí, esta semana ella se sentía radiante, como caminando sobre nubes. Y Taki era el responsable. Respiró profundo, y miró el reloj que estaba en la sala. Faltaban aún demasiadas horas para el fin de la jornada de trabajo, y el deseo de volver a ver a Taki la hizo dar un profundo suspiro en forma inconsciente. Un segundo después comenzó a reírse de sí misma, ante esa reacción tan inusual en ella.

—Ah, Taki, tú estás cambiando mi mundo…


§

Taki miró la hora en su celular. Ya era cerca de la una.

De pie frente al pequeño edificio de departamentos y vistiendo su traje gris, Taki repasó lo que sabía de esta empresa a la que se presentaba hoy: era una firma nueva, pequeña, a la que Katsuhiko Teshigawara, Tesshi, el viejo amigo de Mitsuha, lo había recomendado.

En principio lo había sorprendido que Tesshi se hubiera tomado la molestia de conseguir su número. Y luego que Tesshi lo hubiera llamado el martes pasado, apenas unos días después de que se habían conocido en el mundo… actual. Cuando Tesshi le explicó que conocía a unos amigos que buscaban a un arquitecto, y le preguntó si él estaba interesado, porque lo podía recomendar para que lo entrevistaran, la sorpresa se tornó en esperanza, pero casi de inmediato las palabras de Tesshi lo dejaron en ascuas:

—Son amigos de una empresa nueva y pequeña, así que no te hagas muchas ilusiones respecto de grandeza. No aún.

—¿Eh? ¿A qué te refieres con grandeza? ¡Lo que ahora más necesito es trabajo, no una estatua! —había respondido indignado Taki.

—Lo sé. Pero creo que te puede gustar trabajar con ellos. Ya sabrás por qué.

Sin saber cómo, al día siguiente de esa conversación con Tesshi, a Taki lo llamaron desde esa empresa, y lo citaron de inmediato para una entrevista para ese día jueves.

Y ahora que estaba frente a un edificio pequeño, de unas cuatro plantas, en un área residencial acomodada pero modesta, y algo alejada de los centros de negocios y barrios dónde solían concentrarse las empresas del rubro, Taki se estaba preguntando en qué lo había metido Tesshi.

Por un minuto más Taki inspeccionó el edificio y el área, y luego volvió a releer en su teléfono el correo electrónico que recibió desde el dominio .jp con las instrucciones. Luego exploró la aplicación de mapas y reconfirmó que, en efecto, el edificio que estaba al frente suyo era la dirección correcta. Recién entonces se percató del detalle de que el lugar de la cita descrito en el correo era el departamento 307. No en la oficina 307, sino que en el departamento 307; ¿Entonces ese edificio no era de oficinas? Su extrañeza solo se incrementó.

Se acercó a la entrada, buscando alguna placa o indicación de que empresas u oficinas podía alojar ese lugar. No encontró nada que lo hiciera parecer un edificio de ninguna corporación o compañía. De hecho, bien podría haber sido su propio edificio de departamentos.

Volvió a chequear la hora, y ya eran las 12:57. La curiosidad al final lo venció, así que decidió entrar de una vez.

Con solo dar unos pasos dentro del edificio, Taki se dio cuenta que era tan modesto que ni siquiera tenía ascensor, así que después de un suspiro de resignación se encaminó a las escaleras para llegar al tercer piso.

Casi a la una en punto logró dar con el departamento 307. De nuevo, parecía un departamento residencial normal. Examinó con cuidado la puerta y alrededor del timbre, por si es que había alguna tarjeta, placa o algo que indicara que se trataba de la "Constructora Uozumi". Nada; o se había equivocado de lugar y ya no llegaría a la hora a su entrevista, o este sí era el sitio correcto, por extraño que pareciera.

Sin ya nada más que perder, Taki tocó el timbre. Se escuchó una voz femenina gritar "¡Ya abro!", y algunos segundos después una mujer joven de unos 30 años, vestida de manera hogareña y sin ningún aire "corporativo", abría la puerta y se lo quedó mirando con extrañeza sin decir nada.

Taki supuso que era el fin de la historia. Casi solo para confirmar y no ser descortés, se inclinó en un saludo a la mujer.

—Mi nombre es Tachibana Taki. Me citaron de la "Constructora Uozumi", y… ¿es aquí?

La cara de la mujer se encendió con una sonrisa, y se inclinó para saludarlo.

—¡Bienvenido! Yo soy Gondō Akari. Un placer conocerlo. Nosotros hablamos ayer por teléfono. ¡Adelante, Tachibana-san!

Taki pasó de un segundo de alivio a la sorpresa.

—O sea… Gondō-san, disculpe, pero… ¿de verdad es aquí?

—Sí, sí, disculpe mi descortesía. Mi esposo y Ouzumi-san lo están esperando. Adelante, pase por favor.

Taki se aferró a su bolso donde llevaba su carpeta con sus trabajos de presentación, lo acomodó en su hombro, y entró al departamento.

Mientras se sacaba los zapatos, Akari había dejado un par de pantuflas de interior para él, se alejó y lo esperó al final del pasillo de entrada, indicándole que la siguiera hacia la sala.

En cuanto la alcanzó, quedó ante la entrada de una sala de estar donde dos hombres lo esperaban de pie. Uno de ellos tenía cerca de 30 años, y por su edad Taki supuso que debía ser el esposo de Akari Gondō. Y el otro tenía cerca de unos 40 años, era más alto y corpulento, y al mirarlo a la cara Taki sintió un crack en su memoria, y quedó pasmado por la sorpresa.

—Tachibana-san, bienvenido —dijo el hombre más bajo—. Soy Gondō Ozamu, y este —apuntando al hombre más alto—, es mi socio Ouzumi Kiyoshi, y es el dueño de la constructora.

Taki quedó en shock por un par de segundos sin saber qué decir. La confusión de recuerdos en su cabeza lo dejaron sin habla.

—Tachibana-san, ¿se siente bien? —preguntó preocupado Ozamu.

—Yo… sí, estoy bien, creo —respondió Taki algo aturdido aún por la sorpresa—. Es un placer conocerlos, señores.

Los dos hombres se miraron algo extrañados.

—Es un placer también… eh… ¿Akari?, ¿podrías por favor traernos algunos vasos y agua? Creo que el calor puede haber afectado al señor Tachibana.

—Sí, cariño, de inmediato —respondió la mujer que había estado detrás de Taki todo el tiempo, y se alejó por el mismo pasillo hacia la cocina.

—Venga, pase adelante y mejor tome asiento y conversemos, Tachibana-san —dijo al final Kiyoshi Ouzumi, apuntando a los sillones de la sala de estar del departamento.

En el sofá principal se sentó Ozamu, y en un sillón individual Kiyoshi. A Taki le dejaron el segundo sillón individual, todos en torno a una pequeña mesa de centro, la cual a los pocos segundos se llenó de vasos y una jarra con agua que trajo Akari en una bandeja. Sirvió los tres vasos y los repartió a los hombres. En cuanto terminó, se acercó a la salida de la sala y, con un "avísenme si necesitan algo más", se retiró.

—Bueno… —dijo algo incómodo Kiyoshi—, primero que nada, queremos agradecer que haya venido, Tachibana-san. Sabemos que esta reunión fue agendada en forma algo apresurada, y por su cara creo que tal vez ésta no es la reunión que esperaba tener…

—No, no, no es eso —quiso excusarse Taki—. O sea, sí, debo ser honesto, éste… su departamento es muy acogedor, pero había imaginado que sería una entrevista en una… empresa más… tradicional… —Taki se detuvo, sintiendo que se estaba sonrojando, y casi prefirió callarse, sin saber si estaba mejorando o empeorando las cosas.

Los dos hombres se miraron entre ellos un par de segundos, y estallaron en carcajadas, para espanto de Taki que ya no sabía qué esperar.

—Ouzumi, te dije que no era una buena idea traerlo aquí, a mi casa.

—Ha, ha, sí, te debo una cerveza, Gondō…; eh, discúlpenos Tachibana-san, pero sé que esto es inusual, como le decía antes. Como se habrá percatado, soy el dueño de la "Constructora Ouzumi". Somos una empresa constructora más bien pequeña para la escala de Tokio, pero queremos comenzar a crecer y tomar proyectos de más envergadura. Y para crecer necesitamos presentar propuestas más grandes y ambiciosas también. Yo había conversado de esta idea tiempo atrás con nuestro amigo común, Teshigawara-san, y justo él me llamó el martes, preguntando si teníamos trabajo para un arquitecto amigo suyo, que sería Usted. Parece que es el destino ¿verdad?

La cabeza de Taki comenzó a dejar de dar vueltas y todo comenzó a encajar.

—Sí, pues, es cierto, he estado buscando trabajo desde hace un tiempo y, pues, Tesshi… Teshigawara-san lo supo y me comentó que tal vez me podía ayudar, pero nunca me dijo cómo.

—Es cierto, Teshigawara-san es un gran tipo —dijo Ozamu—. Demasiado serio a veces, pero confiamos en él.

—Entonces, ustedes… ¿lo conocen desde hace mucho tiempo? —preguntó Taki, lanzando la baza.

—Claro, lo conocemos desde niño —dijo Kiyoshi, con una sonrisa, echándose hacia atrás para tomar un sorbo de su vaso—. Aunque está claro que ya hace rato que dejó de ser un mocoso, y ahora está a punto de casarse con su chica, Natori-san. ¡Cómo pasan los años! ¿Verdad?

—¡Entonces ustedes trabajaban para el padre de Tesshi en Itomori! ¿Verdad? —dijo animado Taki, recordando a los muchachos que los habían ayudado años atrás, a Tesshi, Saya y a Mitsuha, o sea, a él en el cuerpo de Mitsuha, trayendo troncos y herramientas a aquella parada de buses de Itomori donde habían construido su café de troncos. Ahora las caras de ellos brillaban en su memoria, y sabía que no había estado loco al sentir, un par de minutos atrás, que él los había visto antes.

—Oh, sí, ¡claro que sí! —dijo Kiyoshi con una sonrisa—. Esos fueron tiempos diferentes, pero bueno, las vueltas del destino nos hicieron irnos de ahí. El padre de Teshigawara recompuso su empresa y sigue trabajando en el área de Gifu, pero yo y muchos de los que trabajábamos para él nos fuimos a otros lugares. Bueno, Usted ya lo sabe, ya no… ya no quedaba nada que nos atara a ese lugar. Y con los años me reencontré con Gondō-san, quien también vino a Tokio, y también me he ido reencontrando con varios de los antiguos trabajadores de Teshigawara. Casi todos seguíamos trabajando en lo que sabíamos, en construcción, y con los ahorros de años y la experiencia ganada formamos la "Constructora Ouzumi".

Kiyoshi tomó otro largo trago de su vaso, y se estiró para dejarlo sobre la mesa, y entonces continuó.

—…pero a diferencia de Itomori, esto es Tokio, así que necesitamos pensar en grande. Y no solo pensar en Tokio. Ahora tenemos a todo Japón como una posibilidad, y creemos que podemos hacer cosas mucho más grandes ¿verdad, Gondō?

—Claro, esa es la idea. Apuntar a trabajos que vayan mucho más allá. Mucho más grande que lo que hacíamos en Gifu, aunque… —Ozamu miró algo pensativo a Taki—, me llama la atención que Teshigawara-san te haya contado tanto de nosotros. Por lo general ese chico es bastante reservado de su pasado. Pero yo no recuerdo haberte visto o escuchado de ti antes. Tú no eres de Itomori ¿verdad, Tachibana-san?

Recién ahí Taki se dio cuenta de que tal vez había pasado de la raya con su comentario.

—Este, es cierto, Teshi- Teshigawara-san no es lo más locuaz. Yo nací, y he vivido toda mi vida en Tokio. Solo es que, el incidente de Itomori… marcó un antes y un después para mí. Y siempre he estado muy interesado en la historia de ese lugar. Creo que es la razón por la que incluso decidí ser arquitecto paisajista. Así que, disculpen si toqué ese tema, pero para mí es un honor conocer a personas que vienen de ese lugar —terminó Taki, haciendo una reverencia.

Los dos hombres se miraron algo incómodos pero divertidos por la situación.

—Bueno, es raro ser alagado por algo que uno no controla como que te caiga una piedra desde el espacio en la cabeza —dijo Kiyoshi, sonriendo y encogiéndose de hombros—. Y me alegro que tengas en tan alta estima a personas como nosotros, aunque si no es por el alcalde Miyamizu, supongo que solo seríamos una estadística borrosa en algún libro de desastres espectaculares.

Taki lo miró y sintió como palidecía ante lo que, sin que ellos lo supieran, era ahora un claro recuerdo en su memoria. Pero sus entrevistadores al parecer no lo notaron.

—En fin, pero no hablemos de eventos tristes del pasado —continuó Kiyoshi— y concentrémonos en temas de trabajo. El hecho es que necesitamos un arquitecto. Y uno paisajista es una ventaja inesperada. Hay un proyecto que queremos llevar a cabo, del que supimos hace poco, y que implica el soporte, mejora y mantenimiento de infraestructura crítica en múltiples parques controlados por el estado, a través de todo Japón. Y el proyecto significa dar servicios por los próximos 10 años. La empresa que gane este proyecto tendrá trabajo asegurado. Pero, para ganar el concurso, la empresa ganadora debe demostrar que tiene las capacidades, los recursos e ideas necesarias, y para eso el gobierno ideó un plan de reparaciones y modernización de varios parques de Nagoya, como una prueba. Ese es solo el puntapié inicial. Y ahí es donde necesitamos a un buen arquitecto.

—Pero todo esto es por ahora solo una posibilidad —continuó Ozamu Gondō tomando la palabra—. Tenemos que presentar un buen proyecto, y de ganar la propuesta de Nagoya, llevarla a cabo a la perfección. Y si lo hacemos bien, las puertas del cielo se nos abrirán. Pero, aún no hay proyecto, aún no hay trabajo asegurado, y por ello la paga inicial para nuestro arquitecto sería la básica, pero con un bono asegurado por contrato si es que ganamos la propuesta de Nagoya. Y luego trabajo también asegurado por contrato durante 10 años en caso de éxito en la propuesta nacional. Así que ¿Te interesa saber más del tema, Tachibana-san?

Taki se echó hacia atrás en el sillón. Nagoya. Era una ciudad con numerosos parques. Y era el punto de entrada a Gifu. Pero estaba a más de 250 kilómetros de Tokio. Como arquitecto paisajista sabía que Japón era por lejos más que solo Tokio, así que siempre supo que un desafío así podría ser su camino laboral en el futuro, peor también, el inicio de su despedida de la capital.

—Sí, creo que me interesa. Y mucho —dijo Taki con seguridad.

—Excelente respuesta —respondió Kiyoshi—. Pero entonces necesitamos saber qué has hecho y de qué eres capaz. Y si bien yo tengo más años de experiencia que Gondō-san, él es quien te va a entrevistar para ver los detalles técnicos, Tachibana-san. Las cosas teóricas se las dejo a los expertos, como Gondō-san, que después del cometa se tituló en ingeniería civil. Y a propósito de eso, ¿revisaste el correo con el material de presentación que nos envió Tachibana-san? —dijo Kiyoshi mirando a su compañero.

—Sí, en efecto —respondió el aludido—. Y tengo muchas preguntas para él.

Taki tragó saliva. A pesar que estaban en la sala de estar de un departamento cualquiera, y que estaba lejos de parecer una oficina o una empresa formal, Taki se dio cuenta de que ellos iban de verdad en serio. Así que tomó su bolso y sacó una carpeta cargada de dibujos, trabajos y bocetos, y los dejó sobre la mesa.

—Pues, díganme entonces que quieren saber sobre mí o sobre mi trabajo —dijo Taki sonriendo a ambos—. Creo que el destino me trajo a ustedes, después de todo.


§

Mitsuha esperaba impaciente que el pequeño hervidor eléctrico terminara de calentar el agua. Sola en la mini cafetería del cuarto piso del Departamento de Finanzas, sentía que necesitaba urgente tomar alguna bebida caliente para relajarse.

Pero su intranquilidad no era solo por la demora del aparato. Mientras caminaba de un lado a otro, revisó de nuevo en su teléfono la aplicación de mensajería: su último mensaje a Taki diciéndole "Ánimo" aún permanecía sin leer, tal como lo había estado durante las últimas tres horas.

¿Cómo estaría Taki? ¿Habría tenido éxito en su entrevista? Quería hablar con él, pero ella tampoco quería interrumpirlo, por lo que el conflicto interno la intranquilizaba aún más.

Sin saber qué más hacer, se paró en la mitad de la pequeña cafetería y cerró los ojos con el teléfono entre las manos en posición plegaria mientras rogaba en su mente: «Taki, tienes que tener éxito. Sé que tú puedes hacerlo».

—¿Mitsuha? ¿Te encuentras bien? —dijo una voz femenina cerca de ella, que la hizo saltar de la sorpresa.

—Oh… ¡Kana!, perdón, me asustaste. Sí, estoy bien —respondió Mitsuha algo turbada por haber sido sorprendida en esa posición.

La recién llegada, una ejecutiva de unos 30 años, de pelo oscuro y vestida con un elegante traje celeste de dos piezas, miró a Mitsuha extrañada.

—Ah, es que te veías preocupada, pensé que te había pasado algo malo.

—No es nada. Solo que estoy esperando un mensaje importante, y se ha demorado…

—Ah, ya veo… —dijo la compañera de Mitsuha mientras miraba inquisitiva el hervidor, calculando cuánta agua contenía—. Yo vengo por una taza de té ¿Quieres uno también?

—Sí, de hecho, a eso venía, muchas gracias —dijo Mitsuha.

La ejecutiva tomó dos tazas del anaquel y mientras preparaba los brebajes, miraba de reojo a Mitsuha, que se había apoyado en la barra con la vista perdida en el suelo.

—Supe que tu presentación de hoy resultó muy bien —dijo Kana, para romper el silencio.

—Sí, salió excelente, recibí muchas preguntas, y hubo mucho interés en la propuesta —respondió Mitsuha sonriendo, con un semblante más animado.

—Vaya, ¿tenemos una reunión de mujeres acá? —interrumpió una segunda mujer, una rubia veinteañera vestida como secretaria, que entró sonriendo a la cafetería.

—Oh, buenas tardes, Jessica-san —saludo Kana a la recién llegada—. No, solo estaba preparando un té de media tarde. ¿Conoces a Miyamizu-san?

—Creo que nos hemos cruzado un par de veces. Soy Jessica Powell, trabajo en el piso de gerencia, encantada de conocerte —dijo la rubia.

—Soy Miyamizu Mitsuha, encantada de conocerla —dijo Mitsuha, dando una pequeña reverencia.

—¿Trabajas en el mismo equipo que Kana-san?

—Sí, las dos somos de finanzas. Powell-san, me sorprende que hable tan bien japonés —dijo Mitsuha.

—Puedes llamarme Jessica. Y mi familia vino a Japón cuando yo era adolescente —dijo la rubia—, así que no es tan sorprendente.

La rubia se giró hacia Kana, con los brazos en jarra, y la regaño con una sonrisa traviesa.

—¡Hey! Kana-shin, te estaba buscando ¿vamos a salir esta noche o no? ¡Nunca-me-diste-tu-respuesta!

—Oh, cierto, claro, claro, lo había olvidado —respondió Kana algo azorada—. ¿Averiguaste cuál era ese bar del otro día, el que mencionó tu amigo?

—Sí, le pregunté, está a unos 25 minutos de aquí. Y dijo que tal vez él vaya con otros amigos suyos —respondió Jessica, haciéndoles un guiño a Kana.

Kana quedó mirando un par de segundo a Mitsuha, pensativa.

—Mitsuha ¿quieres acompañarnos por algunos tragos hoy? Tal vez puedas conocer a algún muchacho guapo.

—¡Sí! Es buena idea, es siempre mejor ir en un grupo grande de mujeres, la pesca mejora con la cantidad, ha, ha ¡Vamos, Miyamizu-san! —dijo Jessica.

—Oh… pues… gracias, pero hoy ya quedé de salir con alguien —se excusó Mitsuha.

Kana miró primero a Mitsuha extrañada, y luego a Jessica como pidiendo ayuda ante esa respuesta que pensó era inesperada en Mitsuha. Pero la rubia le devolvió la mirada sin entender cuál era el problema.

—Espera, ¿tú tienes una cita con un chico? —dijo Kana, incrédula.

—Bueno, sí, así es —respondió con timidez Mitsuha.

—¿En serio? Vaya, eso es una sorpresa ¡Bien hecho, Mitsuha! ¿Es alguien de la oficina? —preguntó Kana, entusiasmada, pero bajando la voz, como si fuera un secreto.

—Eh, no, no, es un antiguo amigo con el que me reencontré hace poco.

—Ah, ¿un antiguo novio del instituto? —dijo Jessica, entusiasmada también, mirando a Mitsuha con una sonrisa pícara.

—Bueno, no exactamente, pero es como si lo fuera —respondió Mitsuha. Sintió que era una buena forma de explicarlo, ya que, en última instancia tanto Taki como ella habían ido a sus respectivos institutos, aunque en el cuerpo del otro.

—Bueno, pero no vayas a traerlo a la oficina, porque podrías ponerte en apuros con la seguridad del edificio, ha, ha —dijo Jessica, divertida esperando ver las caras de sus dos compañeras por el chisme que ella traía.

Pero Mitsuha palideció.

—¿Co-cómo dices? —dijo Mitsuha, azorada mientras sentía encogerse ante lo que le pareció una acusación velada.

—¿No lo escucharon? —preguntó Jessica, divertida—. En gerencia a principios de semana hubo toda una batahola por algo que pasó el fin de semana. Parece que alguna colega trajo a su novio yakuza loco al edificio, y el tipo la tenía secuestrada o algo así.

—¿En serio? —preguntó Kana, extrañada—. ¿Y cómo supiste eso?

—Tú sabes que como secretaria uno a veces escucha cosas. Y hubo un desfile de gente el lunes en el despacho, incluyendo a tu jefa, Morita-san, y al jefe de seguridad. Uno de los guardias que andaba por ahí me comentó que estaban redoblando la vigilancia por eso que había pasado. De seguro quieren atrapar a ese delincuente.

—No, no, ¡eso no es cierto! —protesto Mitsuha sin pensarlo, sintiendo que insultaban a Taki.

Jessica y Kana se giraron sorprendidas ante la inesperada reacción de Mitsuha quien, al darse cuenta de lo que había dicho, solo atinó a ponerse roja como un tomate y encogerse aún más sobre sí misma, mirando el piso.

—Espera, ¿tú sabes qué pasó? —le preguntó Kana incrédula.

Mitsuha no quiso decir nada más, apenas si pudo mirar a las mujeres de vuelta, y la mirada inquisidora de ellas la cohibió.

De pronto una idea se le cruzó a la rubia, quien quedó boquiabierta ante la repentina revelación.

—Oye, no me digas… ¿no será que ese amigo tuyo de la infancia…. es el yakuza del fin de semana?

Mitsuha sintió que su cara pasaba de estar roja a estar pálida en un segundo. No había esperado que el incidente del fin de semana siguiera trayendo coletazos, y nunca se le había pasado por la cabeza que hubiera chismes circulando por toda la empresa, acerca de Taki y de ella. Por un instante fugaz sintió el deseo de negarlo, o de mentir para salir del paso. Pero de inmediato sintió que eso sería traicionar a Taki. Él no era un delincuente. Ni tampoco lo era ella. Al final, la adrenalina la forzó a la única respuesta posible, y fue defender a su chico.

—De hecho… yo… —Mitsuha se envaró, pero tomó una bocanada profunda de aire, y después de un profundo suspiro, hizo su mayor esfuerzo, y miró a las mujeres directo a los ojos—. Yo era la chica del fin de semana. Y vine a la oficina con mi amigo el sábado por la mañana, pero parar aclarar un malentendido. Él es inocente, y ¡no es un delincuente!

Las dos mujeres se miraron entre ellas boquiabiertas ante la sorpresiva revelación.

—Pero, entonces ¿de verdad él te secuestró? El guardia me dijo que era un extorsionador o algo al que habían detenido —preguntó Jessica sin dar crédito de estar ante la heroína, o la víctima, del chisme que traía.

—¡No! —protestó Mitsuha con vehemencia—. Eso es justamente lo que les estoy diciendo. Salí con él el viernes por la tarde, y me quedé incomunicada, y mi jefa pensó que algo malo me había pasado, pero yo estaba bien, no era nada, y por eso vine el sábado, para aclararlo todo. Y es verdad que el equipo de seguridad de la empresa hizo un tremendo embrollo, aunque después nos explicaron por qué y entiendo que ese es su trabajo… pero ¡todo se aclaró! ¡Absolutamente todo! Y nadie fue detenido ni nada.

—Vaya… ese amigo tuyo sí que debe valer la pena, si estás dispuesta a desafiar hasta a la policía, ja, ja —rió Jessica, relajándose—. Oye, Kana-shin, ¿Y nadie de tu equipo sabía de esto?

—No lo sé, yo no había escuchado nada de esa historia…

—¡Por favor deténganse! —dijo Mitsuha, ofuscada—. No tenía idea que lo del sábado estuviera siendo el comidillo de la oficina, pero de verdad que no pasó nada, y no hay ningún problema ni conmigo ni con mi amigo. Jessica-san, por favor no le cuentes esto que les dije a nadie, ni tampoco sigas propagando esa historia. ¿Me entiendes? En última instancia es algo de mi vida personal, y por eso quiero que se quede así.

—Tranquila, Mitsuha y tienes razón, está mal propagar el chisme si eso te va a afectar —intervino Kana, intentando tranquilizar los ánimos. Y luego miró enojada a su rubia amiga—. ¡Y además ni siquiera es como lo entendiste tú, Jessica-san! ¿Estás de acuerdo de cortar ese rumor?

—Bueno, está bien… yo solo pensé que era algo inusual y divertido, y no sabía que fuera una de ustedes. Te pido disculpas, Miyamizu-san, y prometo no volver a comentarle a nadie de esto.

Mitsuha dio un largo suspiro producto de la repentina tensión. Miró a las mujeres, y decidió que era mejor cerrar el tema.

—Está bien, acepto tus disculpas, Jessica-san. Entiendo que no supieras bien qué era lo que había pasado, y sé que no estabas queriendo hacerme sentir mal a propósito.

—Bueno, ¡entonces todo está aclarado! —dijo Kana, aliviada—. Espero que te vaya bien con tu amigo esta noche, y yo me encargaré de castigar a Jessica-san y a remojar su lengua en alcohol, ha, ha.

—¡Oye! —protestó Jessica ante la pitanza de su amiga—. Mira, por hoy yo te invitaré la primera ronda, para salir del castigo. Y a ver si luego encontramos algunos chicos que valgan la pena para pagar por nuestras malas acciones.

Mitsuha y Kana se rieron de la extraña ocurrencia de la rubia, cuando de pronto el teléfono de Mitsuha, que estaba encima del mesón, se activó con una llamada entrante.

Mitsuha casi tropezó al intentar tomarlo para ver la identidad de la llamada. Era Taki. Su primer impulso fue contestar la llamada de inmediato, pero miró a las dos mujeres que la observaban con atención, y se sintió incómoda como para ventilar aún más su relación con Taki; y más en frente de la rubia de la lengua afilada.

—Chicas, lo siento, debo tomar esta llamada. Un gusto conocerte, Jessica-san. Y nos vemos más rato, Kana.

Y Mitsuha se encaminó fuera de la cafetería a paso rápido, pero tan ansiosa, que a los pocos metros respondió la llamada.

—¿Taki-kun? ¿Estás bien…

Las dos mujeres quedaron en la cocina algunos segundos en silencio, sorprendidas por lo abrupto de la salida de Mitsuha. Se miraron entre ellas, y estallaron de la risa.

—Vaya, esa chica es un caso especial, ha, ha —rio Jéssica.

—Ni que lo digas, nunca se había echado un novio, y mira en las que está ahora. La conozco desde hace tiempo, y aún no me lo creo.

—¿Habrá sido su amigo el que la llamaba?

—Es posible, hace un rato dijo que estaba esperando una llamada importante. Y por cómo nos miró y salió, puede que haya sido él.

—¿Escuchaste como lo llamó? Creo que lo saludo como "Taki".

—Eh, sí, creo que eso escuché. Oye, pero ya le prometiste parar el chisme. Si sigues con ese juego, ¡de verdad me voy a enojar contigo!

—Sí, sí, ¡está bien, mami! ¡No me sigas retando! —dijo Jessica imitando una voz infantil—. Pero, me pregunto qué clase de hombre será ese Taki. Si Miyamizu-san fue capaz de crear esa batahola el sábado y es capaz de defender así a ese tipo, como lo hizo recién, debe de ser muy apuesto…

—¡Quién sabe! Aunque a Miyamizu-san siempre la he visto retraída con el tema de los hombres —dijo reflexionando Kana—. De hecho, antes la había invitado a salir y siempre rechazaba mis invitaciones. Y ahora pensaba invitarla con nosotras para ayudarle, aunque ¡nos tomó la delantera, ha, ha!

—Eso solo me aumenta la curiosidad. Ese tipo sí que debe de ser todo un partido, entonces.

Kana suspiró y movió la cabeza de lado a lado en un acto de rendición ante las locas ideas de su amiga. Entonces se dio cuenta que la taza de té que había servido a Mitsuha había quedado abandonada sobre el mesón.

—En todo caso, ese amigo debe valer mucho la pena porque Mitsuha ni siquiera se acordó de llevarse su té...


§

Taki llegó unos diez minutos antes de las 6 a las afueras del edificio donde trabajaba Mitsuha. Después de la entrevista había alcanzado a volver a casa a cambiarse de ropa, y salir con algo de tiempo, así que decidió quedarse esperándola con calma.

Se sentó en la misma banca en la que había encontrado a Mitsuha el día viernes cuando se reencontraron. Esa banca se había tornado el punto de reunión de facto para él, pues estaba a una distancia suficiente del edificio y en la vía pública como para no tener que lidiar con los guardias de la compañía; la idea de acercarse más que eso al edificio lo ponía nervioso, y la vez anterior que la había esperado ahí no pudo de dejar de sentir algo de intranquilidad, y de hecho cierto había notado cierto grado de atención y miradas desde el lobby de edificio, donde creyó percibir que era observado con atención por el recepcionista y los guardias de turno esa tarde.

Mitsuha le había recordado que ellos tenían la venia de la empresa para poder interactuar sin suspicacias, todo de boca de Noriko Morita, la directora del departamento para el cuál trabajaba, y que por ello él podía entrar a buscarla si así quería, como podría cualquier miembro de la familia de un empleado. Pero Taki rechazó el ofrecimiento y le prometió que no quería tentar la suerte de nuevo a no ser que no fuera una emergencia.

Así que, tranquilo por estar bien en la hora, y seguro de estar lejos de la seguridad indeseada, sacó su teléfono móvil. Faltaban apenas 4 minutos para las 6, y ya algunos empleados iban abandonando el edificio. Hombres y mujeres vestidos de trajes elegantes iban saliendo solos, otros en pequeños grupos de dos o tres personas conversando de forma animada.

Taki pensó en escribir un mensaje a Mitsuha avisando que ya estaba afuera, pero luego se arrepintió, pues no quería presionarla. Guardó el móvil y, al mirar por casualidad hacia el edificio, de pronto su vista captó que detrás de las vidrieras del hall de entrada había una mujer joven, rubia, vestida con un traje celeste, y por sus facciones sin duda una extrajera en sus veintes. La mujer estaba mirando directo en su dirección.

La atenta mirada de la mujer lo incomodó, pero pensó que tal vez estaba malinterpretando la situación. Intentando disimular que se había dado cuenta, se giró mirando hacia atrás de él, tal vez esperando encontrar alguna razón que no fuera el mismo que explicara porque esa rubia miraba en su dirección. Pero no vio nada peculiar, por lo que algo nervioso se giró de vuelta hacia el edificio, alcanzando a ver como la rubia estaba volviendo sobre sus pasos y desaparecía en el hall de ascensores.

Algo aliviado por lo que pensó era solo un malentendido o que se estaba sugestionando producto de su propio nerviosismo, siguió sentado esperando a su chica. Volvió a sacar el móvil y comenzó a revisar algo en la web, cuando un mensaje de Mitsuha le llegó.

«Estoy terminando aquí

Saldré un par de minutos

¿dónde estás?»

Taki respondió con presteza:

«Estoy afuera

Toma tu tiempo

Te espero»

Sonriendo para sí mismo, siguió concentrado en su teléfono cuando de pronto el sonido de tacones femeninos cerca de él captó su atención. Levantó la vista y sorprendido vio como la mujer rubia que había visto antes iba caminando hacia él y ya estaba a unos pocos metros suyo. Esta vez iba seguida de cerca de otra mujer un poco mayor, una japonesa de pelo negro que se veía un poco mayor a la rubia, de tal vez unos 30 años, que también lo observaba mientras caminaba, aunque ella no pudo ocultar su turbación cuando se dio cuenta que Taki las había visto.

Taki se tensó y casi por reflejo se puso de pie, sin saber que más hacer, hasta que la rubia se detuvo a frente de él, mirándolo directo a los ojos y con una atractiva sonrisa.

—Hola, disculpa ¿tú estás esperando a alguien de este edificio? —dijo la rubia en un claro japonés que sorprendió a Taki, indicando con su mano a sus espaldas.

—Oh, sí, estoy esperando a alguien —respondió Taki, haciendo su mejor esfuerzo por ocultar su nerviosismo.

La chica rubia asintió alegre y miró a su compañera que estaba al lado suyo.

—¿Viste?, te dije que podía ser él…

—Sí, pero… —respondió su compañera, mostrando algo de incomodidad.

Taki quedo envarado con mil preguntas llenando su cabeza respecto de qué estaba ocurriendo, pero la chica rubia ignoró la protesta de su compañera y lo encaró de nuevo, siempre sonriendo.

—Y, de casualidad ¿eres tú Taki-san?

Taki quedó helado ¿Quiénes eran esas mujeres? ¿Por qué conocían su nombre? ¿Eran alguien de la seguridad del edificio? Su mente no paraba de girar, pero atinó a seguirles el juego un poco para descubrir qué estaba pasando.

—Sí, en efecto, lo soy. ¿A ustedes… alguien las envió a buscarme? —preguntó Taki, pensando de pronto que tal vez Mitsuha había comisionado a esas mujeres para encontrarlo por alguna razón.

—¡Oh, no! Nadie nos envió, tranquilo —dijo la rubia, con una sonrisa pícara al ver lo nervioso que estaba el chico—. Pero estoy siendo muy mal educada, y no nos hemos presentado. Mi nombre es Jessica Powell. Encantado de conocerte, Taki-san.

—Y yo soy Noriyuki Kana —dijo la segunda mujer—. Trabajo con Mitsuha-san, ella es mi compañera.

Taki sintió que parte de la tensión que estaba acumulando lo dejó cuando escuchó el nombre de la chica que estaba esperando, pero también aumentó su extrañeza.

—Disculpen. Soy Tachibana Taki —dijo el chico, haciendo una reverencia—. Es un placer conocerlas, pero ¿ella está bien? ¿Le pasó algo a Mitsuha?

—No, nada, ella está bien… —dijo Kana, mirando a su amiga rubia, como pidiéndole ayuda respecto de qué más decir.

—Sí, Miyamizu-san ya debe estar por salir, supongo. Pero ella nos estuvo hablando de su amigo especial, y sentíamos curiosidad por conocerte. Kana-san pensaba que tal vez era una broma de su compañera, pero yo sabía que ella no estaba mintiendo —dijo Jessica, guiñándole un ojo a Taki.

Taki miró a ambas mujeres intentando descifrar qué querían decir. ¿Cuál era la broma de la que hablaba la mujer rubia? ¿Mitsuha le había revelado algo a ellas?

—Oh, ya veo… pero, ¿qué les dijo ella de mí? —quiso sondear Taki, hablando en un tono reservado.

—Ah, no nos preguntes eso, Taki-san, no queremos ser chismosas —dijo Jessica, con una carcajada. Entonces se acercó un poco más a Taki, como para decirle un secreto—. Pero nos contó que ustedes eran viejos amigos, así que pensé que tú deberías ser alguien bastante interesante si pudiste captar la atención de Miyamizu-san. Y por lo que veo tu amiga te tenía bien escondido, ha, ha.

La rubia se alejó de Taki y miró a Kana.

—¿Y qué tal si lo invitamos a salir? —le dijo a su amiga.

—Pues, si él quiere, yo no me opongo —dijo Kana encogiéndose de hombros.

La rubia se giró hacia Taki y animada.

—¿Qué dices, Taki-san? Kana y yo pensábamos ir a tomar algunas copas ahora ¿Nos quieres acompañar? Por supuesto, lleva a Miyamizu-san contigo. Pero así todas podremos conocerte ¿Verdad?

Taki quedó por un segundo bloqueado por la sorpresa del extraño giro que estaba tomando la conversación.

—Pues… no creo que sea buena idea —intentó responder en forma educada Taki para salir de esta situación.

—¡Oh, vamos! —dijo Jessica, poniendo una cara de reproche—. ¡Sé que todos nos lo podemos pasar muy bien! Y también podrías invitar a algunos amigos tuyos para que se nos unan ¿te parece?

Taki abrió la boca para responder, pero se cortó en seco cuando, al mirar hacia el edificio, vio a Mitsuha parada de una pieza en la puerta de salida del edificio. La chica lo miraba a él y a las otras mujeres con una cara de pocos amigos que lo hizo sentir como el hielo bajó por su espalda.

Mitsuha tomó con fuerza las correas del bolso que colgaba de su hombro, lo acomodó, y se puso a caminar a paso firme hacia ellos.

Kana percibió la mirada de Taki y se giró a ver.

—Oh, viene Mitsuha-san —atinó a decir a Jessica con voz de preocupación.

Las dos mujeres dieron un par de pasos hacia el lado, abriendo el grupo, dejando a Taki al medio, hasta que Mitsuha llegó y se plantó frente a Taki.

—Taki-kun ¿está todo bien? —dijo Mitsuha, mirando a Taki directo a los ojos.

—¡Mitsuha! Sí, todo está bien —respondió Taki, aliviado por la llegada de la chica, pero desconcertado por la actitud con la que había llegado—. Tus amigas se presentaron y se acercaron a hablarme.

—Hola de nuevo Miyamizu-san —dijo Jessica—. Vimos a este chico apuesto y supusimos que podía ser el amigo del que nos habías hablado ¿verdad, Kana?

—Pues, sí, Jessica lo vio y, quisimos saber si era él —dijo Kana.

—Y le estábamos diciendo que íbamos a salir de copas, y que él y tú podían unírsenos también ¿En serio no te animas, Miyamizu-san?

Mitsuha miró a las dos mujeres por un segundo, como sopesándolas, y luego miró a Taki. Entonces dio pasos decididos hacia él, y se detuvo apenas a unos centímetros del chico, tomándolo de las solapas de la chaqueta y lo jaló hacia ella, dándole un beso directo en la boca.

Taki quedó tan sorprendido que no pudo hacer nada excepto dejarse llevar por el beso inesperado y apasionado de Mitsuha.

Después de algunos segundos, Mitsuha abrió los ojos y se separó un poco de Taki, girándose para encarar a sus compañeras de oficina.

—Lo lamento, pero Taki-kun no está disponible. Mi novio y yo tenemos otros planes para esta noche, así es mejor que ustedes vayan a ese bar solas.

Jessica y Kana habían quedado boquiabiertas por la sorpresa, observando a la pareja.

—Ven, Taki, mejor nos vamos ahora ¿Verdad? —dijo Mitsuha, mirándolo con intensidad mientras lo tomaba de la mano.

—Pues… es cierto —dijo Taki reaccionando—. Tenemos planes que hacer. Fue un placer conocerlas, Powell-san, Noriyuki-san.

—Hasta mañana —dijo en forma un poco seca, Mitsuha, mirando a las dos mujeres, y poniéndose a caminar.

Taki hizo una pequeña venia con la cabeza, a las mujeres, y también se puso a caminar con Mitsuha, quien comenzó a apretar el paso, alejándose de sus compañeras de trabajo.

Jessica y Kana se quedaron inmóviles por varios segundos, viendo como Taki y Mitsuha se iban alejando, hasta que desaparecieron de la vista al doblar la esquina. Entonces Jessica no pudo contener la risa.

—Pero… ¿qué… fue… eso? Ja, ja, ja. Kana, dijiste que tu amiga Miyamizu era tímida con los hombres, pero ¡Eso fue intenso!

—Yo… yo te juro que nunca la había visto así, tan… decidida y desafiante ¡me dio miedo!

—Oh, sí, ¿viste cómo nos miró? Creo que ese tipo es muy guapo, pero tu amiga no nos va a perdonar si nos acercamos de nuevo, ja, ja.

Otra mujer un poco mayor que estaba saliendo del edificio se acercó a Jessica y Kana, y las interpeló.

—¡Oigan, chicas! ¿Esa que estaba con ustedes recién era Miyamizu-san?

Jessica y Kana se giraron a la recién llegada.

—Pues, claro que era ella ¿viste lo que pasó? —preguntó Jessica.

—¡Me pareció que le estaba dando un beso a un tipo en la vía pública! ¿Acaso vi mal?

—No, eso es exactamente lo qué paso —respondió Kana.

—Vaya, vaya… ¿Y quién era él? —preguntó la recién llegada—. No lo reconocí ¿Es alguien de la compañía?

Jessica y Kana se miraron entre ellas un segundo, como pensando en la forma de responder.

—Pues, ese era el novio de Mitsuha-san. Tachibana Taki-san, dijo que se llamaba —respondió al final Kana.

—¿Ella ahora tiene novio? ¡Enhorabuena! —dijo la mujer, girándose en la dirección donde había visto partir a la pareja, como intentando ver si aún estaban a la vista.

—Sí, vaya que es afortunada esa chica —dijo Jessica, dando un suspiro—. La próxima vez que la vea voy a preguntarle si su novio tiene algún amigo tan apuesto como él, a ver si nos lo presenta, ha, ha.


PRÓXIMO CAPÍTULO: "Planes de vida"

Por publicarse el 1 de octubre de 2023.