Capitulo Una vez

Sin dejar de mirar a Hermione, Harry sacó el móvil del bolsillo para llamar a su hermano. Draco no había dicho que no tuviese intención de ir a la boda y le parecía muy extraño que no hubiera aparecido. Cuando saltó el buzón de voz, le dejó un mensaje.

Preocupado, Harry guardó el móvil en el bolsillo y se acercó a Hermione, que miraba con cierta melancolía a Fleur y Billy mientras se alejaban de la mano.

Odiaba pensaría que encontraría a otro hombre y que volvería a perderla como la había perdido mientras estaba con Draco…

Pero él no estaba dispuesto a renunciar a nada. Quería a Hermione como su mejor amiga, la persona con la que compartía sus sueños, sus esperanzas y sus miedos. Quería las noches de pasión con la mujer más seductora del mundo y, sobre todo, quería la familia que crearía el nacimiento de su hijo.

Todo sin perder la independencia a la que estaba acostumbrado. Imposible.

No era tan tonto como para pensar que Hermione aceptaría ese ofrecimiento, de modo que dependía de él decidir a qué estaba dispuesto a renunciar.

Cuando llegó la hora del baile, Harry tenía una propuesta en mente. Pero aquella era una noche para el romance, al día siguiente le hablaría de sus planes.

– Hacía diez años que no bailábamos juntos – dijo Hermione –. Se me había olvidado lo bien que lo haces.

– Hay cosas que hago aún mejor – bromeó Harry –. ¿Cuándo podemos irnos de aquí?

– Pero si apenas son las nueve – Hermione intentaba parecer indignada, pero sus ojos le decían que estaba tan impaciente como él.

– Es la fiesta de los novios. Ellos tienes que quedarse, nosotros no.

– No creo que a Ron y Lavander les guste que nos fuéramos tan temprano.

Harry miró hacia los novios.

– No creo que se den cuenta de nada ahora mismo.

Pero, al final, se quedaron hasta la despedida de los novios.

– ¿Tu hermana te dijo que Draco no vendría a la boda?

Hermione frunció el ceño.

– No, no sabía nada. ¿Lo has llamado?

– Varias veces, pero salta el buzón de voz. Y me parece muy raro que Draco no me dijese nada.

– Voy a llamar a Ginny. Tal vez ella sepa algo – Hermione sacó el móvil del bolso –. Hola, Ginny. Draco no ha venido a la boda de Ron y Lavander. ¿Te ha dicho a ti que no pensaba venir?

- No.

– ¿Cuándo hablaste con él por última vez?

–Anoche.

– ¿Y sabes si le ocurre algo?

– Anoche me propuso matrimonio – respondió Ginny, que no parecía en absoluto feliz–. Y le dije que no podía casarme con él.

Harry pegó su cabeza a la de Hermione para escuchar la conversación.

– Imagino que no tengo que preguntarte cómo se lo tomó. – Draco había heredado el comportamiento autodestructivo de su padre. – No lo entiendo pensé que estabas enamorada de él.

– Y lo estoy –respondió su hermana –. Pero no puedo hacerlo.

– Yo no os culpo a ninguno de los dos, cariño.

Mientras las hermanas hablaban, Harry volvió a llamar a Draco y, de nuevo, saltó el buzón de voz.

– ¿Te importa si voy un momento a casa de Draco? –le preguntó mientras iban hacia el aparcamiento –. Me sentiré más tranquilo si hablo con él.

– No, claro que no me importa.

– Ve a mi casa. Me reuniré contigo en unos minutos.

Cuando llegó a casa de Draco descubrió por qué no había acudido a la boda ni le había devuelto las llamadas. Su hermano estaba tumbado en el suelo del salón, con un frasco vacío de pastillas sobre la mesa.

En un segundo, Harry volvió a tener quince años otra vez, cuando encontró a su padre desmayado en el garaje, con el coche en marcha. Dejando escapar de un gemido, se puso de rodillas para comprobar si su hermano seguía vivo.

– ¡Draco, despierta! – gritó, con un nudo en la garganta. Su hermano no podía morir, tenía que despertarlo –. ¡Draco!

Draco levantó un brazo.

– ¿Qué demonios…?

Tomando el frasco de pastillas, Harry lo puso frente a la cara de su hermano.

– ¿Cuántos has tomado?

– Dos.

– ¿Solo dos? ¿Estás seguro?

Draco intentó apartarse.

– ¿Qué te pasa?

– No has ido a la boda de Ron y Lavander y te he llamado por teléfono varias veces…

– No fui a la boda porque no me apetecía.

- ¿Sí a? –preguntó Harry, señalando el frasco de pastillas. – Fui a dar un paseo en bicicleta esta mañana y me he tomado las pastillas porque me dolía la espalda. Por eso estaba en el suelo, me ha dado un tirón.

– Te he dejado tres mensajes en el buzón de voz – insistió Harry, temblando –. ¿Por qué no me has devuelto las llamadas?

– Había apagado el teléfono porque no quería hablar con nadie. ¿Qué haces aquí?

– Sé que Ginny ha rechazado tu proposición y temía que hubieras hecho alguna estupidez.

– Teme hacerle daño a Hermione si se casa conmigo y no quiso escucharme cuando le dije que Hermione no se disgustaría tanto como ella pensaba. – ¿Draco estaba intentando convencerse a sí mismo de que no era el malo de la película?

– Solo han pasado seis meses desde que rompiste con ella.

– En realidad, nos hice un favor a los dos – Draco suspir mientras intentaba levantarse.

– ¿Qué quieres decir? –Harry se también levantó, su preocupación convertida en ira.

– Hermione no estaba realmente enamorada de mí.

– Olvidas con quién estás hablando. Yo conozco a Hermione y sé que era feliz contigo.

– Sí, bueno, no tan feliz como debería.

– ¿Y de quién es la culpa?

– Te aseguro que yo lo puse todo en esa relación.

Draco se sentó en el sofá, con la cabeza entre las manos.

– Mi relación con Hermione fue un error, ahora me doy cuenta. Estoy enamorado de Ginny y no sé cómo voy a vivir sin ella.

Harry hizo una música cuando le sonó el móvil. Era Hermione.

– ¿Todo bien? –le preguntó.

Harry no podía contarle nada con Draco escuchando la conversación.

– Se ha hecho daño en la espalda montando en bicicleta y estaba medio dormido por unas pastillas.

– Ponle una bolsa de hielo, tiene que haber alguna en la nevera. Y tómate tu tiempo, estoy agotada. Despiértame cuando llegues.

– Llegaré en quince minutos.

Cuando cortó la comunicación, Harry se encontró sonriendo al imaginar a Hermione dormida en su cama.

– Hermione me ha dicho que te pongas una bolsa de hielo. ¿Quieres que te la ponga aquí o prefieres irte a la cama?

– ¿A ti qué más te da?

La grosera réplica de su hermano no lo molestó. El rechazo de Ginny debía haber sido una terrible desilusión para él.

– Parece que Hermione te está esperando.

– Sí, es verdad.

– Entonces, vete.

Harry se dirigió a la puerta.

– Vendré por la mañana para ver cómo te encuentras.

– No te molestes. Prefiero estar solo.

Durante los quince minutos que tardó en llegar a casa fue pensando en su hermano, desesperado por perder a la mujer a la que amaba.

Cuando entró en la cocina se quedó inmóvil un momento, a oscuras, en silencio. Miró alrededor y molestando al ver la silla en la que Hermione y él habían hecho el amor por primera vez.

Tenía muchos y grandes recuerdos de Hermione y ninguno de ellos hubiera sido posible abierto si él no le hubiera la puerta de su corazón para experimentar una pasión sin barreras.

El deseo podía manejarlo. Eran los otros sentimientos que Hermione le despertaba lo que no podía controlar. Estar con Hermione durante esas últimas semanas lo había hecho más feliz que nunca y no podía imaginar su vida sin ella.

Estaba listo para entregarle su corazón, pero todo había cambiado esa noche, al revivir la pesadilla que vivió con su padre. Y su promesa de no enamorarse nunca, la decisión que había dejado de tener sentido durante esas semanas, se volvió racional una vez más. No podía perder a Hermione. Si intentaban ser una pareja y no funcionaba, el daño que le harían a su amistad sería irreparable. ¿Podría arriesgarse a eso?

Harry subió la escalera, seguro de haber tomado la mejor decisión para los dos. La encontré en la habitación de los trofeos… la antigua habitación de los trofeos.

Hermione estaba sentada en la mecedora, con un panda de peluche en los brazos, mirando la cuna.

– ¿Dónde están tus cosas? –le preguntó, casi sin voz.

– En el garaje.

Sus trofeos, sus fotografías de las carreras… en su lugar había una cuna, un cambiador y una mecedora. Era la habitación perfecta para un bebé.

Hermione se levantó de la mecedora.

– ¿Has elegido tú solo la cuna y todo lo demás?

Harry nunca había ido a comprar un regalo de cumpleaños sin su ayuda y Hermione no podía entender que hubiera hecho todo aquello solo y en tan poco tiempo.

– ¿Te gusta?

– Es perfecto. No podría ser más bonita. – No habría creído posible enamorarse aún más de él, pero así era. Aquella habitación pintada y decorada para su hijo… Harry era un hombre asombroso y sería un padre aún mejor.

– Me alegro de que te guste. Ha quedado mejor de lo que esperaba.

– Te quiero – había encontrado valor para pronunciar esas palabras.

Pero Harry se puso tenso.

– Quiero que seamos algo más que amigos. Quiero que seamos una familia –siguió Hermione. – Su amor por él aumentaba cada día y sabía que tendría que desnudarle su alma en algún momento. – Sé que no es eso lo que tú quieres escuchar, pero no puedo seguir fingiendo.

Cuando Harry presionó los labios, Hermione se separó. Sin el calor de su cuerpo sintió frío de inmediato, un frío que llegaba de dentro.

– Draco sabía lo que sentías. Esta noche me ha dicho que no estabas enamorada de él.

– Te juro que nunca le di razón para sospechar lo que sentía por ti. Ni siquiera he podido admitirlo yo misma hasta que tuviste el accidente en el circuito. Siempre has estado tan decidido a no enamorarte… – Hermione tragó saliva, con los ojos empañados –. Sabía que solo podíamos ser amigos, así que me lo guardé todo y estuve a punto de casarme con tu hermano porque estaba absolutamente convencida de que no había futuro para nosotros dos. Harry se quedó en silencio durante un largo rato.

– Cuando llegué a casa de Draco lo encontré en el suelo, con un frasco vacío de pastillas a su lado. Pensé que estaba tan disgustado por el rechazo de Ginny que había intentado suicidarse. Solo había tomado un par de pastillas – Harry apretó los labios –. Pero nunca lo había visto así. Está desolado porque Ginny no quiere casarse con él.

– Pero Draco y Ginny no somos nosotros.

– ¿Qué significa eso?

– Que su relación haya fracasado no significa que la nuestra vaya a fracasar también.

– Tal vez, pero no quiero arriesgarme – dijo él –. ¿Has pensado lo que podría pasar si lo intentásemos y no saliera bien? Podrías acabar odiándome y yo no quiero perder a mi mejor amiga.

Hermione lo había pensado mucho.

– Yo tampoco quiero perderte, pero me cuesta trabajo verte solo como mi mejor amigo. Lo que siento por ti es mucho más profundo que eso.

Sí, ese era el problema. Podía amar a Harry, pero él estaba convencido de que amar a alguien significaba arriesgarse a sufrir y ella no podía obligarlo a pensar de otra manera. Pero sí podía hacer que se enfrentara con lo que más temía.

– Te quiero – repitió –. Y necesito que tú también me quieras. Y sé que es así, lo noto en tus caricias, en tus besos – Hermione hizo una pausa –. Y porque nos queremos, lo admitas o no, nuestra amistad se ha alterado para siempre. Ya no somos solo amigos, somos mucho más.

Mientras hablaba, Harry la miraba a los ojos.

– ¿Qué estás diciendo?

– Que lo que estás intentando preservar no teniendo una relación conmigo ya no existe.

Harry apretó los labios.

– ¿Es un ultimátum? – ¿Lo era? Cuando empezó a hablar, no había querido que lo fuese.

– Nuestra antigua amistad ha terminado. Te quiero y quiero que seamos una familia.

– ¿Y si yo no quiero que las cosas también?

Hermione no intentó ni siquiera esconder su tristeza.

– Entonces, perderemos los dos.


Una hora después de su conversación con Harry, Hermione se deja caer sobre el asiento de la ventana de su habitación, mirando el jardín oscuro.

Cuando empezaba a amanecer, bajó a la cocina y se encontró con su hermana.

– Te has levantado muy temprano. ¿No podías dormir?

– Eres tonta – Hermione sabía que no era justo pagar su frustración con ella, pero Ginny estaba tirando el amor por la ventana.

– Buenos días para ti también.

– Lo siento – Hermione sacudió la cabeza –. Pero no sabes la suerte que tienes de que Draco quiera casarse contigo, y me enfurece que lo hayas rechazado.

– ¿Estás seguro de que eso es lo que te enfurece?

Ella pestañeó, sorprendida.

–Pues claro.

– Cuando salías con Draco no eras feliz.

– ¿Y cree que ahora no soy feliz porque Draco está enamorado de ti?

– ¿Es así?

– Ni siquiera un poco.

– ¿Entonces por qué estás tan enfadada?

Hermione sacudió la cabeza.

– Estoy embarazada.

Lo último que Hermione esperaba era que Ginny corriese a abrazarla, y se quedó sin hablar.

– ¿No vas a regañarme?

– No, al contrario. Siento no haberte apoyado desde el principio. No era justo por mi parte y, en realidad, me siento feliz por ti – Ginny parecía sincera –. ¿Por qué no me habías dicho que ya habías ido a la clínica?

– Porque no él ido.

– ¿Entonces cómo…? – su hermana abrió mucho los ojos –. ¿Harry?

– Sí –respondió Hermione.

– ¿Eso significa que sois una pareja?

– No. Aunque a mí me gustaría, sé que solo estamos juntos de forma temporal. Ahora que me quedó embarazada, todo se terminó.

– Pero tú estás enamorada de él –no era una pregunta, era una afirmación–. ¿Harry lo sabe?

– Se lo dije anoche.

Ginny le apretó la mano.

– ¿Y cómo reaccionó?

– Exactamente como yo esperaba – Hermione intentó sonreí r–. Él tiene sus razones para no enamorarse.

– ¿Qué estás diciendo? Harry te quiere.

– Lo sé, pero no quiere atarse a nadie.

– Ay, Hermione…

– No es que yo no supiera lo que sentía –se apresuró a decir ella –. Por eso es tan importante que acepte la proposición de Draco. Una de las dos merece ser feliz, ¿no?

Quince minutos después, llegaban a la casa de Draco. Hermione tomó la bolsa de viaje, que ella misma había hecho por Ginny, y se dirigió a la puerta.

– Vamos. ¿A qué esperas?

– ¿Estás seguro? – le preguntó su hermana.

– Del todo. Sería muy mala persona si me opusiera a tu felicidad.

Draco abrió la puerta y miró de una a otra, sorprendido.

– ¿Hermione? ¿Qué haces aquí?

– Parece que mi hermana ha rechazado tu proposición de matrimonio.

Draco miró a Ginny, que bajó la mirada.

– Eso parece.

– Te rechazó porque temía hacerme daño, pero yo no quiero ser la excusa para que no se case contigo – Hermione miró a su ex prometido –. ¿Prometes amarla para siempre?

– Por supuesto – respondió Draco, indignado.

Hermione alargó una mano hacia su hermana.

– No te atrevas a volver a casa sin un anillo de compromiso en el dedo.

– ¿Y tú? – le espetó Ginny –. ¿Vas a hablar con Harry?

Hermione negó con la cabeza.

– Hola, papá – Harry abrió la puerta de su casa el domingo por la mañana y miró a su padre con gesto de sorpresa –. ¿Qué te trae por aquí?

– Me apetecía comer contigo.

Fueron al restaurante favorito de Tony Sterlin. Cuando anunció que iba a casarse con Claire, Harry no podía creer que su padre hubiera vuelto a enamorarse, pero quince años llorando a su esposa era tiempo suficiente y se alegraba de que Claire lo hiciese feliz.

– Bueno, papá, cuéntame qué te traes entre manos.

– Habló con Draco por teléfono y parece que se ha comprometido con Ginny.

– ¿Cuándo?

–Esta mañana. Hermione la llevó a su casa y le dijo que no volviera a la suya a menos que estuviera comprometida – James entusiasmando –. Siempre me gustó esa chica.

– Me alegro por Draco. Estaba muy disgustado por el rechazo de Ginny.

– Lo encontré tirado en el suelo con un frasco vacío de pastillas a su lado. Te puedes imaginar el susto que me llevé…

– Pensaste que había intentado suicidarse, como yo – lo interrumpió su padre –. Fue el momento más oscuro de mi vida y siento mucho que tuvieras que pasarlo conmigo. No puedo creer que cayese tan bajo – su padre sacudió la cabeza –. Pero no me daba cuenta de que necesitaba ayuda. Lo único que veía era un agujero negro delante de mí y cada día me hundía más en él. Yo debería haber llevado a tu madre y a tu hermana al recital esa noche, pero tenía trabajo en la oficina… y nunca me lo perdoné a mí mismo. Si hubiera hecho lo que debería, tal vez tu madre y tu hermana seguirían vivas. Además, tanto trabajo al final no sirvió de nada. El proyecto por el que estábamos pujando se lo quedó otra compañía y la mía estuvo a punto de hundirse. En ese momento no podía vivir con mi fracaso como marido, como padre, como empresario…

De modo que aquella era la carga que había llevado sobre sus hombros durante todos esos años. Había intentado quitarse la vida porque se veía a sí mismo como un fracasado.

Y entonces, de repente, la doctrina de Harry sobre los peligros de enamorarse perdió todos los cimientos.

– Pensé que estabas tan desesperadamente enamorado de mamá que no podías vivir sin ella.

– Su muerte me dejó desolado, pero no fue por eso por lo que empecé a beber o por lo que estuve a punto de quitarme la vida. Fue el sentimiento de culpa –su padre lo miró, entristecido–. ¿Es por eso por lo que Hermione y tú nunca habéis sido una pareja? ¿Temías perderla algún día?

– No somos una pareja porque siempre hemos sido amigos.

– Pero tú la quieres.

–Pues claro que la quiero. Es mi…

Su padre lo interrumpió:

– Mejor amiga, ya lo sé. Pero Draco me ha contado que está embarazada.

– El niño es mío, sí –asintió Harry. Como lo era Hermione. Suya.

Después de conocer la verdad sobre el intento de suicidio de su padre, Harry pudo admitir que quería las mismas cosas que ella: matrimonio, hijos, un amor para toda la vida.

Harry se levantó de golpe.

– Tengo que irme, papá.

– ¿Dónde?

– Tengo que ir a ver a Hermione. Es hora de decirle lo que siento.


Hermione estaba tan desolada que decidió hacer unos cuantos largos en la piscina para intentar olvidarse de Harry. Tal vez el ejercicio la ayudaría, pensó. Cuando salió de la piscina, agotada, sonó al ver que Crookshanks levantaba la cabecita para rozar su nariz.

– ¿Qué haría yo sin ti? –murmuró.

– Yo llevo haciéndome esa pregunta desde anoche.

Hermione giró la cabeza, sorprendida.

- ¡Harry!

Sin decir nada, él la tomó en brazos para llevarla a la habitación. Aquello no era lo que había esperado después de confesarle sus sentimientos. Pensaba que iba a distanciarse como había hecho con tantas otras mujeres en el pasado…

Pero cuando llegaron al dormitorio, Harry no la tomó entre sus brazos ni intentó besarla ni siquiera.

– Mi padre fue a buscarme esta mañana y hemos tenido una larga charla sobre lo que pasó después de la muerte de mi madre y mi hermana – Harry dejó escapar un largo suspiro–. Yo no había entendido bien por qué intentaba quitarse la vida. Pensé que era porque no podía vivir sin mi madre, pero parece que no conocía toda la historia. Hoy descubrió que estaba tan deprimido porque puso el trabajo por encima de su familia. Él tenía que haberlas llevado en el coche esa noche… y eso se lo comía por dentro. Se sintió como un fracasado – Harry suspir de nuevo –. Durante todos estos años pensó que el amor solo provocaba dolor, pero estaba equivocado. Cuando mi padre se enamoró de Claire, pensé que era un tono optimista y que iba a arriesgarse otra vez… luego Ron se enamoró de Lavander. Hasta que la conoció, Ron tenía un bloque de hielo por corazón.

– Pero Lavander es estupenda.

Él asentado con la cabeza.

– Y es perfecto para Ron, pero cuando se enamoró me convenció aún más de que el amor volvía loca a la gente y que yo era el único cuerdo.

– Y ahora tu hermano se ha enamorado de Ginny.

– Ron y sus hermanos, Draco, mi padre… todos son felices.

– Tú también eres feliz.

– Soy feliz cuando estoy contigo, Hermione – Harry apoyó su frente en la de ella –. He sido un imbécil. Durante todo este tiempo he estado mintiéndome a mí mismo. Pensé que aunque hiciéramos el amor todo podría seguir siendo lo mismo entre nosotros, que no cambiaría nada…

– Pero yo tuve que enamorarme de ti.

– ¿Cuando me elegiste para quedarte embarazada sabías que un hijo nos uniría para siempre?

– Se me ocurrió, pero no es por eso por lo que decidió pedírtelo a ti – respondió ella –. Y me gustaría señalar que tú aceptas ayudarme.

– Desde que me dijiste que querías que fuera el padre de tu hijo solo podía pensar en ti – Harry le tomó la mano –. Después del baile de graduación intenté controlar lo que sentía por ti y llevo quince años intentando controlarlo.

– ¿Y qué es lo que quieres?

– A ti. Más que nada en el mundo. Cásate conmigo, Hermione. Quiero pasar el resto de mi vida demostrandote cuanto te quiero –Harry sacó un anillo de diamantes del bolsillo del pantalón.

Con el corazón acelerado, Hermione miró la joya mientras se la ponía en el dedo.

– Sí, sí, claro que sí.

Harry se tomó su tiempo demostrándole cuánto la quería… hasta que ninguno de los dos podía respirar.

– Y por si acaso te preocupa la reacción de la gente, he hablado con tus padres, mi hermano y tu hermana. Y el consenso es que ya era hora de que pasáramos de amigos a…

– A para siempre – lo interrumpió ella, riendo de felicidad –. Soy una mujer muy afortunada. Voy a casarme con mi mejor amigo y el hombre del que estoy locamente enamorada.

Harry tomó su cara entre las manos.

– ¿Qué podría ser mejor que eso?

Hermione se echó los brazos al cuello.

– Absolutamente nada.