Disclaimer
Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi de su obra Ranma 1/2. Sólo los utilizo para mi propio entretenimiento y el de los que leen. No obtengo ningún beneficio monetario por ello.
Se aceptan todos los comentarios y críticas que sean hechas con respeto. Comentarios ofensivos serán ignorados. Muchas gracias.
Un giro del destino
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
Gustavo Adolfo Bécquer - Rima LIII
Kasumi y Mousse estaban en la cocina bebiendo algo mientras el último ponía al corriente a su cuñada de lo que estaba pasando en casa de los Hibiki: Ryoga había desaparecido con Koki y a Shampoo parecía no importarle, no se veía preocupada ni afectada. Ésa era la razón por la que no habían llevado al niño a la casa ese día.
– Lo peor de todo, Kasumi, es que, si hay algo que nunca he podido lograr, es pensar cómo piensa el idiota de Ryoga cuando se le ocurre salir de viaje. Tengo miedo de que les pase algo malo – dijo Mousse tratando de aguantarse las ganas de llorar y es que este evento lo tenía completamente amargado. Sufría por todos, especialmente por el niño que no entendía nada de lo que estaba pasando y podía ser el más perjudicado de todos.
– No creo que algo malo les suceda. Ryoga es su padre, lo protegerá siempre, Mousse – Kasumi trató de darle ánimos a su cuñado pero nada parecía consolarlo.
– ¿Y si los encuentra por ahí una tormenta? Una carpa no es el mejor lugar para mantener a un bebé. Lo peor es que Shampoo sigue dentro de un trance, no reacciona, no ve lo terrible de la situación, no se ve triste o desesperada; nada. La desconozco…
Kasumi puso su mano en el hombro del muchacho como queriendo indicarle que todo estaría bien y que ella siempre estaría apoyándolos. Para aliviar el triste momento, dio un giro en la conversación:
– Esta noche vendrá el doctor Tofu a comer – dijo ella mientras volteaba hacia la ventana para evitar que Mousse viera como se sonrojaba al dar la noticia. Fue imposible ocultarlo. Y sí, la noticia alegró a Mousse. Kasumi se merecía toda la felicidad del mundo y era evidente que ésta se encontraba junto al doctor. El problema era que siempre que estaban cerca de la declaración de amor, el doctor comenzaba con alguna de sus payasadas y todo terminaba en nada. Mousse decidió que esta vez sería diferente, él ayudaría al doctor a confesar sus sentimientos, cuerdamente. Era lo justo para Kasumi.
– Esa es una buena noticia – contestó Mousse – ¿quiénes estarán presentes?
– Mi padre, mis hermanas, tío Genma, si se siente bien, tú y el doctor – fue la respuesta.
– Invitaré también a Susumu, si no te molesta – propuso Mousse. A Kasumi le pareció una buena idea: su primo era tan encantador que merecía estar ahí. Lo que ella no sabía era que Mousse no estaba proponiendo su nombre sólo por su simpatía sino que más bien por la cercanía que éste tenía o tuvo alguna vez con Ukyo. Podían encontrar en él una clave para descifrar el misterio de Ranma y llegar al final de todo este doloroso asunto. Aunque él terminara sufriendo, que era lo más probable. Todo por la felicidad de Akane, aunque no fuera junto a él.
– Bueno, me pondré a preparar lo mejor de mi repertorio. La ocasión lo amerita – y diciendo esto, Kasumi comenzó a cocinar, con mucho amor, como siempre lo hacía.
– No te afanes tanto: no importa lo que hagas, siempre serás lo mejor en esto – le dijo Mousse. Kasumi sonrió.
– Eres muy amable, Mousse. A todo esto ¿sabes dónde se metió Akane? No la he visto desde hace un buen rato yo.
Ahora que lo mencionaba, no, no había visto a Akane desde que volvieron a casa después de pasar por el Café del Gato, para saber si Ryoga y Koki estaban ahí. Era extraño. ¿Dónde habría ido?
v. v. v. v. v
Nodoka no se sorprendió demasiado cuando vio quien tocaba la puerta. De cierto modo, fue un alivio.
– ¿Cómo estás Nabiki? ¿En qué puedo ayudarte? – le dijo amablemente con una dulce sonrisa.
– Vengo a ver a Ranma: sé que está aquí. A decir verdad, siempre lo he sabido mas no pensé que pasaría tanto tiempo antes de volver a verlo – Nabiki entró a la casa y fue inmediatamente donde Ranma estaba –: ¿Qué tal ex cuñado? Tiempo sin verte ¿no?
Ranma estaba pasmado. ¿Por qué Nabiki estaba en su casa como si fuera la suya, como si nada hubiese pasado? ¿Se había olvidado de todo?
– ¿Cómo sabes que estaba aquí? ¿Quién te lo dijo? – preguntó Ranma a Nabiki.
– Mousse – respondió tranquilamente. No era tan así, ella lo había sospechado desde mucho antes pero le faltaba la prueba final y la tenía al frente. Mousse sólo había confirmado sus sospechas. Lo aclaraba para que no se le diera todo el crédito a él.
– ¿Mousse?
De todas las personas que Ranma pensó que podían encontrarlo y dar a conocer su paradero, Mousse era el último que creyó que lo delataría. Por diversas razones.
– ¿Ya ves? Al parecer se ha encariñado con tu padre y se preocupa por su salud. Como todos – afirmó Nabiki –, como todos menos tú – le reprochó. Ranma protestó ante las palabras de Nabiki.
– ¡¿Cómo te atreves a decir que no me preocupa mi padre?! – le gritó enfadado. Nabiki ni se inmutó con los alaridos de Ranma; los conocía y hasta los extrañaba. Era como volver al pasado.
– Si te preocupara, irías a verlo ¿o no? El tío Genma sólo pide verte a ti, es su último deseo porque, según dice él, está cerca de su fin – Nabiki puso cara de martirio. Ranma la conocía bien y no caería en su trampa. Ella aclaró que no lo era. Nabiki creía en lo que Genma decía, veía su sufrimiento y no tenía por qué dudarlo.
– ¿Realmente está tan mal? – Ranma comenzó a dudar de su desconfianza hacia Genma.
– Muy mal, Ranma – contestó Nabiki con tristeza. O al menos eso demostraba…
Y así continuaron, Nabiki dando informes del estado de Genma, Ranma poniéndolo en duda. Nabiki torturándolo por ser un mal hijo, Ranma defendiéndose afirmando que tenía muy buenos motivos para hacer lo que estaba haciendo. Nodoka llegó con té para Nabiki y apoyó su causa: Genma se sentía muy mal, sólo esperaba a Ranma quien sentía que la cabeza se le hacía un lío y le explotaría en cualquier momento. No sabía qué pensar, qué decir, qué hacer. Estaban tan afanados en su diálogo que no notaron la presencia de alguien más.
– ¿Nabiki? ¿Qué haces acá?
Todos voltearon espantados; si la visita de Nabiki era sorprendente para Ranma la de Akane era simplemente increíble. Al verla, su corazón comenzó a latir tan rápido que pensó que le vendría un infarto, no sabía si podría disimularlo. Sí, era cierto, la había visto cuando se encontró con ella en la calle pero no había tenido la oportunidad de mirarla a los ojos. Se veía hermosa, con su cabello largo, tal como cuando la conoció.
– Oh hermana, no sabía qué vendrías siguiéndome…
– No te seguí y entré porque la puerta estaba abierta. Bien, necesito hablar con Ranma y por eso vine – fue la sencilla respuesta. Akane se veía muy compuesta lo que, a su vez, hizo sentir a Ranma muy nervioso. Al contrario de antes, se veía muy segura, tranquila.
– Creí que Mousse sólo te había dado la información a ti – le dijo Ranma a Nabiki. Akane corrigió aquéllo de inmediato.
– Te equivocas, Mousse nos avisó a todos. Era cosa de tiempo para que alguno de nosotros viniera por ti – Akane hizo una pausa y continuó –: Ranma, me alegra verte bien después de tanto tiempo pero, si estoy aquí es por una cosa puntual: el tío Genma está enfermo y quiere verte. ¿Tanto te cuesta cumplir sus deseos?
Claro que le costaba. Volver a su antigua casa no era fácil, especialmente teniendo en cuenta todo lo que pasó entre ellos y entre todos. Verla de nuevo y junto a Mousse además, era algo que se le hacía muy difícil de cumplir.
– ¿Irás hijo? – preguntó Nodoka, angustiada. Temía que Ranma siguiera con su negativa.
– A ti ¿no te molesta, Akane? – preguntó avergonzado. Si ella se sentía ofendida, no iba a ninguna parte. Que lo perdonara su padre pero no, no iba.
– Por supuesto que no. Creo que no hay asuntos pendientes entre nosotros…
Akane, Akane. ¿Se había olvidado de él, de todo lo que vivieron? Al parecer sí. No mostraba señales de nerviosismo o ansiedad. Menos de tristeza. Por fuera, por dentro sentía que caería desmayada en cualquier momento. Toda la escena reabría, en parte, heridas que creía cerradas.
– Está bien – Ranma se rindió ante la presión –: díganme cuándo es el momento en el que mi presencia causara menos problemas.
Akane sonrió. Ranma no había cambiado tanto; seguía creyendo que el mundo giraba en torno a él.
– Puedes ir a la hora que quieras, no nos causas problema alguno – respondió Akane. Ranma se sintió un idiota.
– Esta noche habrá una cena en casa, Ranma. Tú y la tía Nodoka están cordialmente invitados – interrupió Nabiki. Akane la miró sorprendida ¿Realmente había una cena en la casa? Nabiki lo aseguró, Kasumi ya debía estar preparándola.
– Aceptamos tu invitación Nabiki. Muchas gracias – Nodoka aprovechó el momento para comprometer a su hijo. Ranma suspiró; estaba atado de manos. Tendría que volver a casa de los Tendo.
– Y ahora que sales de tu ostracismo, podrías ir a darle una visita a Ukyo ¿Sabías que tiene una hija tuya? – Nabiki no se guardó nada. El rostro de Ranma se descompuso. ¿De dónde había salido ese cuento?
– Todo el mundo lo comenta, desde hace años – respondió Akane –: Nabiki, vamos, ya cumplimos con muestra misión. Los esperamos en la noche – y tomando a Nabiki de la mano, la arrastró hacia la puerta de salida. Ranma y Nodoka estaban en shock ¿Podía ser posible lo que Nabiki decía diciendo?
– Hijo ¿es cierto? ¿Lo de que la hija de Ukyo es tu hija? – Nodoka estaba preocupada. Sabía que Ranma no quería a Ukyo pero un hijo es algo diferente. Ella podía estar aún dolida e impedir que Ranma viera a su hija, si es que lo era.
– No lo sé, mamá, no lo sé. Ni siquiera sabía que ella tenía una hija.
Desconcertado, Ranma fue a su habitación. Según recordaba entre él Ukyo no había pasado algo que pudiera embarazarla. La única opción era que hubiesen llegado más lejos en una de las tantas noches en las que se emborrachaba para, irónicamente, no intimar con ella. Si era realmente su hija y ponía en duda su paternidad, Ukyo no se lo perdonaría nunca y la posibilidad de tener algún contacto con la niña se esfumaba. No sabía qué pensar ni hacer. No creía que fuera su hija pero tampoco podía negarlo completamente. Tendría que investigar.
En casa, Kasumi y Mousse terminaban de preparar la cena cuando llegó Susumu, que también se ofreció a ayudar. Eso podía ser un punto de partida.
– Parece que te gusta cocinar ¿O no? – le preguntó Mousse, urdiendo lo que seguiría después. Sin embargo, Susumu era extremadamente tímido que sólo respondía con un movimiento de cabeza a cualquier cosa que se le preguntara.
– Oh, vamos. Estuviste un tiempo ayudando a Ukyo en su restaurante ¿verdad? – dijo Kasumi. «Bendita Kasumi» pensó Mousse. Había dado el paso que él no se atrevió a hacer en un principio. Susumu sólo sonrió nostálgicamente y respondió:
– No era tan así. La ayudaba a servir, los días posteriores a que quedó sola. Pero luego reapareció Konatsu, quien estuvo un tiempo fuera, ya saben, luego de la boda de Ukyo, y él se encargó de todo – la mirada de Susumu se tiñó de tristeza.
– ¿Crees que entre ellos dos puede haber algo más que una relación jefa-empleado? – Mousse comenzó a ver en esto la posibilidad de que Riko no fuera realmente hija de Ranma. Kasumi le dio un codazo: había llegado demasiado lejos en un tema que, evidentemente, era doloroso para su primo. Lo tomó de la mano y se lo llevó para que la ayudara a poner la mesa mientras dejaba a Mousse destrozado: había hecho a Kasumi enojar. Eso no se lo podía perdonar. Su reflexión acabo al ver que entraban Nabiki y Akane.
– Mousse, querido: tenemos dos invitados a comer. No creo que Kasumi se moleste – dijo Nabiki sin siquiera decir hola. Mousse no creía que le molestara.
– ¿Quiénes son? – preguntó.
– Tía Nodoka y Ranma – respondió Akane bruscamente. Mousse se iba a enterar de todos modos, mejor era que lo supiera ya.
– ¿Fuiste…fueron a verlos, a invitarlos? – los ojos de Mousse se veían tristes.
– Fui a verlo para decirle que viniera a visitar al tío Genma y Nabiki los invitó. Si no les molesta, voy a cambiarme – Akane comenzó a subir al segundo piso – ¿Has sabido algo de Ryoga y Koki? – preguntó a Mousse antes de desaparecer.
– Nada, es como si se los hubiese tragado la tierra. Estaba pensando en traer a Shampoo, no lo debe estar pasando nada bien – dijo Mousse. A Akane le pareció una buena idea, a Nabiki no tanto.
– Deberían preguntarle a Kasumi primero…
– Ve Mousse, Kasumi nunca se negaría – y Akane terminó de subir. Nabiki quiso saciar su curiosidad:
– ¿No te pasa nada con que venga Ranma, cuñado?
Mousse la miró. ¿Qué pretendía Nabiki?
– No, ¿qué debería pasarme?
– Oh, no sé – fue la misteriosa respuesta.
– Voy a buscar a Shampoo – fue todo lo que dijo Mousse al salir.
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Ranma y Nodoka llegaron a las nueve. Kasumi y Soun estaban asombrados de verlos porque nadie mencionó que estarían ahí. La sorpresa pasó pronto y todo fue como antes, con Soun llorando por ver a su ex yerno.
– Ranma, hijo, qué alegría que estés aquí. Tu padre te necesita tanto – decía mientras lo abrazaba hasta dejarlo sin aire.
– Papá, lo vas a asfixiar – intervino Kasumi.
– No te preocupes, estoy bien Kasumi y muy contento de verte a ti y al tío Soun – respondió Ranma.
– Espero que no seamos una molestia. Nabiki nos invitó hoy en la tarde – explicó Nodoka. La respuesta fue unánime: ellos siempre serían bienvenidos en la casa Tendo. Ranma suspiró tranquilo, al parecer los resquemores eran parte del pasado. Notó la presencia de alguien nuevo, al menos, que no era parte del grupo cuando él vivía ahí. Aunque le costó reconocerlo al final recordó al niño tonto de ojos celestes que había pasado con su padre un día por el negocio de Ukyo.
– Hola ¿te acuerdas de mí? – preguntó Ranma.
Susumu asintió con la cabeza. Lo recordaba y su figura lo inquietaba. Sospechaba que la aparición de Ranma alteraría la vida de Ukyo y de su hija. Ranma notó la incomodidad del muchacho pero no dedujo la causa.
– Tio Soun: quisiera ver a mi papá – dijo Ranma al fin. Soun, entre lágrimas, lo llevó a su antigua habitación, advirtiéndole que su padre estaba mal, muy mal.
– No lo reconocerás – le dijo.
Ranma se preparó para reencontrarse con su padre en un estado calamitoso. Apenas podía distinguirlo en la oscuridad. Ahí, frente a él, Genma se hallaba recostado, sufriente.
– Papá, soy yo: Ranma…
Genma movió la cabeza para mirarlo.
– Hijo…
Ranna se acercó, realmente conmovido. Se sentía culpable, había hecho todo mal: traicionó la palabra que Genma le había dado a Soun y, después, se había ido sin avisarle y no apareciendo por casi cinco años. Genma tenía razones para despreciarlo y con justicia.
– Papá, yo…yo no… – Ranma tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener las lágrimas y seguir hablando.
– No te preocupes, hijo: tú has tenido tus razones para actuar así – dijo Genma con el mayor de los dramatismos posibles haciendo que Ranma se sintiera peor.
– Es mi culpa, todo es mi culpa – sollozó Ranma. Genma lo miró.
– Pues sí, no lo voy a negar hijo. Me has hecho sufrir – continuó Genma. Si pretendía que su hijo se sintiera mejor, no lo estaba logrando, claramente.
– Papá, lo siento tanto – Ranma no sabía qué decir, sentía que toda palabra que dijera era insuficiente.
– Tranquilo, Ranma, todo está bien…
– ¡¿Cómo que todo está bien?! ¡Te estás muriendo! – le reprochó Ranma. Genma movió la cabeza, feliz. Ranma era el mismo de siempre.
– Sólo prométeme una cosa…
– Dime – respondió Ranma.
– Nunca desaparecerás como lo hiciste, nunca más. Sólo así podré morir tranquilo – fue la condición de Genma.
– Nunca, nunca más papá. Te lo prometo – dijo Ranma con lágrimas en los ojos. Entonces, Genma se puso de pie de un salto ante la mirada completamente incrédula de su hijo.
– Me alegro, Ranma. Ya no soportaba más comiendo esas sopas de enfermo. Desde aquí se siente ese aroma: la comida de Kasumi. ¡Qué delicia! – y saliendo de la cama se dirigió al comedor sin siquiera cambiarse ropa. Ranma aún no creía lo que estaba viendo.
– ¡Era una trampa tuya! ¡Me las vas a pagar! – gritó Ranma mientras salía detrás de su padre, dispuesto a matarlo si se daba la oportunidad. Lo había engañado. Y él, inocente, creyendo que por su culpa Genma estaba muriendo. ¡Qué ingenuo! ¡Como si no conociera a Genma Saotome!
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Cuando Mousse llegó al Café del Gato se encontró con la sorpresa de que estaba abierto y atendiendo clientes. En una ráfaga de alegría, pensó que Ryoga había vuelto y, con él, el pequeño Koki. Todo había vuelto a la normalidad.
Se equivocaba. El Café estaba abierto, sí, pero de Ryoga y Koki no se tenían noticias. Era Shampoo la que estaba atendiendo, feliz, como si su marido e hijo no estuvieran perdidos. Es más, como si no tuviera una familia del todo.
– ¡Mousse! ¡Qué bueno que estés aquí! Dame una mano – dijo Shampoo, a modo de saludo. Mousse quedó helado, no podía creer lo que veían sus ojos. Pidiendo perdón a los clientes presentes, tomó a Shampoo de un brazo y la metió a la cocina.
– ¿Qué significa esto, Shampoo?
– Estoy trabajando, Mousse. Y tú deberías estar en lo mismo que para eso te pago – respondió ella, serenamente.
Insólito. ¿Es que Shampoo no estaba consciente de que Ryoga y Koki estaban perdidos? Sí, lo estaba, pero no le daba importancia. Ryoga siempre se perdía, eso no era nada nuevo.
– Pero nunca se había ido con tu hijo. ¿No te das cuenta de lo que eso significa? En este mismo momento puede estar pasando frío o hambre – Mousse no dudaba de la capacidad de Ryoga para cuidar al bebé sin embargo, todo era posible.
– Oh, estará bien. No te preocupes – contestó Shampoo indiferentemente y se dispuso a continuar con su trabajo. Mousse la tomó de los hombros y la sacudió.
– Shampoo, por favor, reacciona – le suplicó. Ante la insistencia, Shampoo comenzó a llorar desconsolada. No era eso lo que pretendía, Mousse se sintió mal.
– Tú no sabes cómo me siento, no sabes ¡no sabes! – era todo lo que decía. Mousse se disculpó, la llevó a su habitación, terminó de atender a los clientes, cerró el Café y volvió junto a ella.
– Esto no puede seguir así, Shampoo. Tenemos que hacer algo, buscar ayuda – le dijo mientras la ayudaba a recostarse. La situación de los Hibiki no podía estar peor y él no podía ayudar en nada, por más que quisiera. Se sentía tan impotente.
Y en la Casa de los Tendo todos se preguntaban dónde estaba Mousse. Lo último que sabían de él era que había ido por Shampoo. Cuando Akane apareció, lo primero que hizo fue preguntar por su marido provocando en Ranma una sensación extraña. ¿Celos? No, no era posible.
– Tú deberías saberlo mejor que nosotros, hermana – dijo Nabiki con sorna. Akane no le prestó atención, saludó a Nodoka y Ranma y se sorprendió al ver a Genma, totalmente recuperado, comiendo como era su costumbre.
– Me alegro de ver que estés bien, tío – fue todo lo que dijo Akane.
– Eso es lo que hace el amor de un hijo – explicó Genma sin dejar de comer.
Kasumi entonces anunció que sólo faltaban Mousse y el doctor Tofu para comenzar a cenar. Y Shampoo, si Mousse lograba traerla. Ranma aprovechó la oportunidad y se acercó a Akane.
– ¿Qué le pasa a Shampoo? – preguntó sin poder dejar de repetir en su mente que Akane se veía hermosa, vestida de azul.
– Es una larga historia. Mousse podría explicarlo mejor – respondió Akane mientras se ponía de pie para recibir a Mousse que entraba en ese preciso momento. Éste, al ver a Ranma tuvo un presentimiento extraño que no podía identificar. ¿Era miedo? No podía saberlo a ciencia cierta.
– ¿Cómo estás Ranma, tía Nodoka? – saludó Mousse muy amablemente –: Tío Genma, me alegra verte recuperado; el amor de un hijo obra milagros.
Ranma se detuvo a mirar la forma de relacionarse de Mousse y Akane. Ella salió a recibirlo, él la abrazó y la besó en la frente. Comentaron algo en voz baja. Era todo tan raro, esa había sido su casa alguna vez, Akane había sido su novia. Ahora se sentía un perfecto desconocido, sentía que sobraba.
– Mousse, Akane me dijo algo sobre Shampoo ¿Cómo está ella? Ella y Ryoga – interrogó Ranma. Mousse suspiró.
– Nada bien. Shampoo está muy cambiada, no asume que tiene un hijo y que su vida ya no es como antes. Siento que ella no quiere al bebé y eso me atormenta demasiado, no sé qué hacer para ayudarla – contestó tristemente. Ranma comenzó a imaginar cosas ¿No sería que Mousse aún quería a Shampoo? Y eso ¿qué le importaba a él? Mucho, Mousse estaría engañando a Akane con su mente y él no podía permitirlo.
– ¿Qué dice Ryoga sobre esto? – continuó Ranma. Mousse estaba listo y dispuesto a hablar sobre Shampoo porque, en el fondo, la tragedia de ella le permitía no enfocarse en la suya propia. Sentía que perdía a Akane. No tenía pruebas para afirmar tal cosa, sólo el dolor en su alma.
– No dice mucho y, para agregar más problemas a todo el asunto, Ryoga desapareció con Koki, no sabemos donde se metió – intervino Akane. Ranma no veía problema en todo aquéllo; que Ryoga se perdiera ya no era novedad.
– Ahora se perdió con un bebé de menos de un año – recalcó Akane.
Sí, eso era una tragedia. Ranma se ofreció a ayudarlos, si es que lo llegaban a necesitar. Se lo agradecieron, toda ayuda era bievenida.
Ya sólo faltaba el doctor Tofu. Se estaba tardando demasiado. Akane sentía algo de nerviosismo en Kasumi por eso, decidió ayudarla llevando algunas cosas a la mesa. Quizás no debió ser tan bondadosa porque mientras llevaba a cabo su tarea, se enteró de algo de lo que, quizás, nunca debió haberse enterado.
– Muchas gracias, Nabiki-chan por tu ayuda. Nuestro plan salió a la perfección. Ya ves, Ranma apareció de nuevo por la casa y me prometió no irse nunca más – dijo Genma feliz.
– No fue nada, fue un placer ayudarte tío Genma – fue todo lo que dijo la Tendo mediana. Akane estaba paralizada por el estupor. Nabiki ¿qué había hecho?
No se iba a detener para especulaciones, esperó que Genma se dirigiera nuevamente al comedor y se enfrentó a Nabiki.
– Nabiki ¡Te escuché! – le recriminó. Nabiki se hizo la sorprendida.
– No sé de lo que hablas, hermana.
– ¡Nabiki no me mientas! Te escuché hablando con el tío Genma. Toda su enfermedad no fue más que una invención tuya y de él para traer a Ranma de vuelta. De él lo puedo entender pero ¿qué hay contigo? ¿Qué es lo que pretendes? – Akane presionó a su hermana para que se sincerara.
– Sólo quería que la familia de tío Genma se reuniera de nuevo – dijo inocentemente. Akane no se tragaba el cuento.
– Nabiki, no me mientas…
– No lo hago, créeme – Nabiki se aferraba a su posición.
– ¿Me vas a decir que no tenías un motivo ulterior para traer a Ranma a la casa? – Akane insistió. Sabía que Nabiki mentía o, al menos, no decía toda la verdad.
– Oh Akane ¡perdóname!
– ¿Perdonarte? ¿Por qué? ¿De qué? – Akane comenzó a angustiarse. Tenía miedo de lo que Nabiki podría llegar a decirle.
– Sí, yo quería que Ranma viniera y te pudieras reunir con él – dijo Nabiki cubriéndose la cara con las manos mientras sollozaba. Akane estaba aterrorizada, no sabía con qué podía salir Nabiki esta vez. Quizás era mejor no seguir averiguando.
– Nabiki ¿por qué? – dijo Akane con un hilo de voz. Nabiki no respondía, seguía sollozando:– ¡Nabiki! ¡Te pregunté por qué! – Akane estaba perdiendo la paciencia con su hermana.
– Porque estoy enamorada de Mousse.
Traté de actualizar lo más pronto que pudo. Sé que muchos quieren leer esta historia pero lo hago lo más rápido que puedo. Perdón
