Hola, otra vez acá. Este one-shot fue una inspiración repentina que leí, y me encantó verla reflejada en un enemy to lovers de mis queridos Anna y Hao .
Disfrutenlo.
Exilio
One-shot/Au
La única razón para no perder la cordura fue ver a su querido y fiel vasallo a su lado. Era el único sirviente que no había sucumbido en batalla. Ese hombre de piel morena, y peinado extravagante, estaba de pie junto a ella, con el traje hecho jirones y el rostro magullado, posiblemente perdería permanentemente la visión de un ojo, pero conservaba la sonrisa que siempre la hacia sentirse segura.
—Princesa, la esperan—le dijo con calma. Se acercó a ella y tomó su mano con delicadeza—Haría lo que fuera para sacarla de esta pesadilla.
Deseó responder, pero la puerta de sus aposentos fue bruscamente aporrada, seguramente por algún sirviente ajeno a ella, ninguno de su servidumbre seria tan maleducado como para hacer tanto escándalo.
—¡Señora, la espera mi señor, le ordena apurarse! —grito el hombre. Su voz se trababa de vez en cuando, seguramente porque tenia una que otra copa encima.
—Cállese, bárbaro—contestó su acompañante—No estamos en una taberna, ni la princesa es una cualquiera para que le hable así.
Ella puso una mano en el antebrazo del hombre, intentando calmarlo.
—No queremos que tu otro ojo quede inutilizado, Ryuk—resignada, caminó hasta la mesita de noche, donde recogió su diadema, la única que esos salvajes no habían hurtado, y se la colocó delicadamente en la cabeza. Sus cabellos rubios estaban alborotados por el ir y venir de la contienda.
Sus padres habían fallecido hace no más de cinco horas, el ataque ocurrió la noche anterior. Al final, sus tropas cayeron y con ellos la esperanza de su pueblo. Los emboscaron, se escabulleron como ratas, y los atacaron a traición, lo peor de todo es que se jactaban de su estrategia. No eran más que unos malditos salvajes, que acabaron con gente inocente, y también con la única familia que conocía. Lo peor fue su líder, un desheredado príncipe, que, buscando un trono que no podía obtener en su propia tierra, había osado posar sus ojos en la suya.
Abrió la puerta de la estancia, permitiendo que el bullicio, antes ahogado por esta, retumbara en sus oídos.
Los griteríos de los hombres de Hao, y sus tintineos de brindis la hicieron enojar más de lo que ya estaba.
Bajó por las gradas, las cuales estaban empapadas por vino y una que otra comida a medio tragar. Era un completo asco.
Escuchó los pasos apresurados de Ryuk, intentando no dejarla sola en ningún momento, lo cual agradeció internamente. Arribó a la sala principal. Antes ese lugar era acogedor, elegante, y pulcro como le encantaba a su madre, no obstante, ahora estaba repleta de hombres sudorosos con armaduras gastadas, mujeres sirviendo vino, e incontables botellas de licor esparcidas en el piso, muchas de ellas rotas, victimas de la euforia.
—Oh, aquí esta nuestra princesa, Anna.
El joven sonrió amable. Alto, con una complexión atlética, el cabello castaño largo amarrado a una coleta alta. Era agradable a la vista, no se dudaba que nació en cuna noble, pero era cuestionable por sus antecedentes de hurto. En algún momento, si las circunstancias no fueran las actuales, habría aceptado conocerlo, sin embargo, la realidad era distinta, y ese hombre era un asesino.
—Sé lo que quieres de mí, y no tendrás nada más de lo que ya tienes—bramó.
El chico no borró su sonrisa. Chasqueo los dedos y en menos de lo que ella pudo notar, los guardias tomaron a su sirviente por los brazos. La chica se horrorizó cuando uno de los guardias de Hao, rompió el brazo de Ryuk, como si de una rama se tratara, el hombre aulló de dolor, lo que provocó que ella se asustara.
—No quise matar a sus padres, eso fue accidental—Hao pasó por su lado—pero dejar con vida a su sirviente no fue casualidad. Conozco su aprecio por él, y que es lo único que le queda de este palacio.
—Suéltalo—intentó que su voz no se rompiera. Ryuk estaba retorciéndose de dolor, pero el soldado no dejaba de presionar el brazo.
—Sabe las palabras mágicas—acomodó su capa y se dispuso a tomar otra copa de vino.
Ese hombre era despiadado, no por nada tenia un numero inmenso de enemigos, todos le temían. Darle el trono de su reino era algo que ella no podía hacer. Era concederle más poder del que ya poseía, su enorme ejercito era temido por los aristócratas más feroces.
—No cederé ante un vil ladrón. Un hombre sin tierra, ni honor, que vino a mi país a robar y matar. —dio un paso adelante y apretó los puños hasta que sus uñas casi se incrustaron en su piel—no eres más que un exiliado sin la gracia de Dios para reinar.
Los hombres de Hao, antes alegres y aún canturreando, se quedaron en silencio cuando escucharon a la princesa. Al parecer la muchacha era suicida, o tenia muchas ansias de perder una extremidad, porque pocas personas sobrevivieron a una discusión con Hao, por decir ninguna.
El joven dejó su copa de vino, a medio beber, en la mesa del comedor, y se acercó a la chica. Esos bonitos ojos ámbar brillaban de furia, y su boquita rosada estaba fruncida.
¿Cómo un rostro tan bonito podía fruncirse así?
Anna era la segunda hija del rey, antes de ella estaba su hermana Claudia, pero apostaba todo su oro a que no era tan bella como la aparición hecha mujer que tenia frente a él. Sus cabellos de oro, su blanca piel que contrastaba bellamente con su vestido turquesa, y esos ojos preciosos que lo miraban con odio.
Cuando había llegado a invadir ese país, no fue difícil aliarse con la clase desfavorecida, puesto que su rey era un avaricioso que los ahogaba en impuestos cada vez más elevados. Tampoco fue complicado escabullirse en el palacio y planear el ataque. Lo difícil fue que no le gustara esa mujer, porque si, antes de conocerla "oficialmente", la conoció entre las sombras.
La veía cepillar su pelo por las noches, y leer libros por las tardes. Nunca vio a Claudia, pero estaba claro que a la única que quería dejar viva para cumplir su propósito era a Anna.
Dio pasos firmes hasta llegar a ella. Anna no retrocedió, no vio miedo en ella, ni siquiera una pizca de temor. La rebasaba por dos cabezas y la mujer no titubeaba ni flaqueaba. Se agachó a su altura y susurró. —No necesitas hacerte la fuerte, querida Anna.
Ella lo escupió. Los soldados sacaron sus espadas, pero Hao los detuvo con un ademán. Se limpió la saliva con un pañuelo extendido por uno de sus hombres, y volvió a mirarla.
—Tiene coraje, no hay duda, sin…
Las palabras de ex heredero quedaron en el aire cuando el golpe certero de una bofetada impacto con su mejilla. Esta vez más de un soldado intentó acercarse para acabar con la mujer, sin embargo, la risa de su líder los dejó atónitos.
Hao acarició su mejilla mientras reía. Estaba verdaderamente encantado con esa chica. Nadie lo había golpeado con tanta vehemencia desde su madre, quien, por desgracia, falleció hace varios años.
Anna por su parte, estaba desconcertada. Ese golpe fue una advertencia, que al parecer solo le hizo gracia y ahora se estaba burlando de ella. Estaba a punto de darle otra, pero cuando levantó su mano, su muñeca fue aprisionada por la mano del Asakura. La acorraló a una pared cercana y se aproximó a su rostro con una mirada endurecida.
—Cederás, lo sé —dijo— solo te queda ese sirviente, y posiblemente tu hermana Claudia, a quien localizaré y aprisionare, sino me das lo que exijo.
—Muérete
—Si muero, usted también— la soltó bruscamente—no lo olvide, desde este momento, su destino y el mío, están unidos —el tono de su voz bajó lo suficiente para que solo ella pudiera oirlo—Y si decido morir, usted me acompañara—sentenció.
No parecía una amenaza, sino una promesa. Y por el modo en que la miraba, podía jurar que la cumpliría sin dudar.
