Cuando la ninfa había logrado entrar al santuario no pudo evitar la admiración de todo lo que estaba allí. Las pinturas por supuesto habían llamado su atención, pero lo que fue más curioso es que el estilo que veía en las telas le rsultaba demasiado familiar, así que cuando miró de cerca tratando de buscar la firma del pintor, pues sabe que casi ningún artista se resiste a marcar sus trabajos, halló los caracteres del nombre Kuroda en las esquinas inferiores de los lienzos.

Korihana le pareció extraño aquel nombre, ya que había estudiado a los grandes artistas pero el nombre de Kuroda no apareció nunca, o por lo menos de lo que ella recordaba. Pero lo que era aún más intrigante es que la técnica de pintura que usaba era la famosa Tarashikomi, una técnica que en aquel tiempo solo era conocido en Kioto, muy lejos de donde estaban.

"¿Y cómo encontraremos al tal Kuroda?" preguntó Jaken mientras el grupo se internaba en el bosque al encuentro con el daiyokai.

"No debe ser muy difícil si es un hombre rico, seguro que cualquiera en el pueblo puede identificar quién es y dónde vive." Fubuki estaba animado pues la solución al problema de su ama estaba relativamente cerca.

"Pero el problema sigue persistiendo, ama Korihana. Su apariencia sigue siendo muy llamativa para la gente del pueblo. Ese Kuroda podría negarse a verla. Podría ser grosero con usted, no crea que no fue obvio cómo la miraban los aldeanos." dijo Shimo cruzándose de brazos.

"No podría importarme menos los comentarios de esas personas. Pero sé que será un problema a largo plazo, por eso tengo la solución." al instante la diosa sacó de su manga varias tiras de pergaminos.

"Ama, ¿es lo que creo que es?" preguntó Shimo un poco emocionado.

"Lo sabremos en cuento lleguemos al campamento" respondió ella con una sonrisa.

Una vez el grupo se acomó en el espacio donde permanecieron quietamente Ah Un y el poderoso yokai, la ninfa sacó tinta de su bolsa mágica. Rápidamente escribió el hechizo en el pergamino y mirándolo con un poco de duda pegó el papel sobre su pecho. Al instante, su piel pálida tomó un color más cálido al igual que el violeta de sus labios en un suave rosa. su cabello platinado también fue recubierto de un tono oscuro como el de las ramas de los ciruelos. Sus iris cristalinos adoptaron el color que solían tener antes de ser ninfa.

"Bastante humana, ¿no?" preguntó animada la ninfa dando una pequeña vuelta.

Los pequeños kamaitachis asintieron alegres, pues sin duda la apariencia de su señora ya no despertaría ninguna sospecha.

El gran inuyokai también la observó detenidamente, era la misma pero a la vez tan diferente cuando adoptaba esa apariencia. Lucía como una humana común pero no entendía porqué le daba la impresión de que era tan llamativa como en su apariencia nínfica. Porque no importaba si su cabello u ojos brillaban como la plata o eran oscuros como la noche, la mujer capturaba su atención de todas formas y esa idea lo perturbaba.

"Sí, ahora esos aldeanos no te reconocerán" Jaken asintió "pero no olvides cambiar tu ropa, si alguno de los de hoy te vio se extrañará que una foránea luzca igual que la yokai que pasó ayer."

"Mañana regresaré al pueblo, debo encontrar a ese misterioso dueño."

Sesshomaru no entendía porqué la mujer siempre buscaba la forma más compleja de hacer las cosas. Sería tan sencillo para él encontrar al sujeto y obligarlo a que la deje tener la estatua, su problema se resolvería pronto y podrían ir a la tumba de su Padre y dar por fin con el detestable dragón. Pero él le adeudaba así que por esta vez no le diría más, después de todo ella era responsable de sus asuntos.

Sin embargo, no contaba con que el tiempo de estadía en aquel pueblo se extendiera más allá de lo pensado, dado que la mujercilla infernal había entrado a trabajar en la casa del hombre que buscaba.

Sucedió que, cuando Korihana buscaba dió con la mansión Kuroda descubrió que el hombre, ya entrado en edad, no se encontraba bien de salud. Y solo tenía una condición para permitirle tocar la estatua.

"Enséñale la técnica de Tarashikomi a mi hija."

"¿Disculpe?" preguntó un tanto sorprendida la ninfa.

"Cuando te pregunté cómo supiste que yo era de la familia Tawaraya de Kioto dijiste que lo reconociste por la técnica de goteo que empleo en mis pinturas.

Desde que llegué aquí hace años como un pescador decidí hacer una vida nueva como Toguro Kuroda dejando atrás a la familia Tawaraya en la cual no fui bien recibido por ser un hijo no legítimo de la casa. Solo mi difunta esposa tenía conocimiento de ese hecho. Así que, muchacha, intuyo que estudiaste el arte con ellos." Contestó solemne el hombre de la yukata azul marino.

-Podría decirse que sí, pero no de la forma que piensa. Un estudioso de la pintura no puede pasar por alto el conocimiento de la técnica más famosa de Tawaraya Sotetsu.-

"Realmente soy independiente, no estoy asociada a ninguna escuela en particular. Pero he estado en Kioto y sin duda he visto la técnica y sé que los Tawaraya son muy cuidadosos con quienes eligen como aprendices."

"Mezquinos, es la palabra adecuada. No es que yo haya aprendido por su generosidad de letrarme. Fue muy problemático escabullirme para mirar una clase." la humorística risa del hombre trataba de restarle importancia a lo que la dama invernal pudo notar era tristeza y resentimiento hacia la familia de artistas .

"Ya veo". Para la ninfa aún era extraño estar frente aquel hombre que era tan genio en el arte de la tinta como sus demás familiares, pero que la historia se encargaría de desaparecerlo como polvo en el aire.

"Entonces, señorita Korihana, quisiera pedirte que a cambio de cumplir tu solicitud me hagas este pequeño favor. ¿Qué me dices? Sumire es una niña un tanto enérgica, pero dulce y talentosa, conoce las nociones primordiales del dibujo y la pintura así que no creo tengas problema en enseñarle."

"Señor Kuroda, en primer lugar creo que es precipitado que pida a alguien de quien no ha visto sus trabajos que instruya a su hija. Aunque conozco la técnica y puedo ejecutarla, como le dije soy independiente, yo no tengo el estilo de su casa artística. Mi pintura podría no ser de su agrado. En segundo lugar, creo que su hija se sentiría mas honrada si usted, que es talentoso en su arte le instruye personalmente. Y finalmente como le dije en un comienzo es sumamente importante que tenga el permiso de tocar la estatua lo más pronto posible."

"Entiendo" la mirada del hombre se ensombreció al instante. "Por favor dame 10 días, solo eso te pido. Instrúyela por 10 días y después de eso juro por mi honor que tendrás la estatua, aún si ella no logra dominar la técnica."

La mirada suplicante del hombre conmovió a la ninfa y ella accedió.

-¿Por qué acepté?-

Al día siguiente después de que conoció a la hija del pintor se arrepintió irremediablemente de haber aceptado la proposición. Sumire tenía 14 años y era realmente muy quisquillosa. Estaba furiosa de que su padre le hubiera puesto una maestra de pintura.

"No entiendo por qué estás aquí, yo no necesito a una extraña enseñándome a dibujar o pintar, eso lo puedo hacer yo muy bien. Mi padre es un excelente artista, y es el único que puede enseñarme. Una aparecida como tú, ¿qué podría saber?"

Cuando Kuroda le había dicho a Sumire que aprendería su técnica de pintura ella estaba realmente muy emocionada, sobre todo porque últimamente había visto muy poco a su padre debido a sus viajes. Entonces al pensar que él le enseñaría creyó que pasarían mucho más tiempo juntos y que podría hablar más con su querido padre. Pero no contó con que se le impondría una maestra para pintar por lo que estaba totalmente molesta.

"Ya deja de perderte tu tiempo y el mío. Regresa por donde viniste, no te quiero en mi casa."

La pequeña rabiosa arrugó los papeles y tiró la tinta antes de correr a su habitación.

Un suspiro frustrado.

"Deberían darle sus nalgadas a esa mocosa malcriada."

"Alguien podría verte, Jaken"

el diablillo había aparecido desde detrás del árbol donde se había puesto una mesa con materiales para la señorita de la casa y su nueva instructora.

"No soy tonto, mujer. Procuré que nadie me viera y tampoco hay gente aquí." expresó girando su cara con indignación. "Se ve que son humanos muy bien acomodados, pero sin duda no tienen modales. Esa pequeña es una grocera." dijo mientras mordisqueaba un dulce de arroz que estaba servido en la mesa.

"Parece que ella tenía una idea diferente de quien le enseñaría. Creo que esperaba que fuera su padre." dijo pensativa la ninfa.

"No sé porque quieres quedarte en esta casa." dijo negándo con la cabeza. "Si le pides a mi amo que fuerce al pintor ese a que te de la estatua seguramente..."

"Ha, es gracioso que insinues que Sesshomaru hará lo que le pida." comentó sin humor."Además no quiero molestarlo más. Esta espera no debe hacerle mucha gracia."

-Ay, niña. Creo que si se lo pidiera lo haría sin demora. Luego de saber que te quedarás en esta casa por tanto tiempo mi amo Sesshomaru no dijo nada pero podía sentir que el ambiente se volvía pesado y asfixiante.- El pequeño diablillo recordó cómo se le erizó la piel después de la mirada que le dio su amo al oír las noticias de la mujer.

Dijo que hiciera como quisiera con gran indiferencia, pero al pequeño yokai le pareció que la idea no le agradaba. En algo tenía razón la diosa, la espera no le agradaba a su amo, aunque no estaba seguro de si la razón era la que ella creía.

"Como digas. Pero será difícil que esa pequeña maleducada aprenda alguna cosa si hace sus berrinches."

"Iré con ella." la ninfa se puso de pie tomando una hoja que no habia sido arrugada, tinta y pincel. "Regresa al campamento, dime si ocurre cualquier cosa." Dicho esto se fue.

Al estar frente a la puerta de la habitación de la pequeña, Ria dio un pequeño suspiro antes de entrar.

"¿Qué haces aquí? Esta es una falta de respeto. Ordenaré que te saquen de mi casa inmediatamente. No sé cómo padre pudo pensar que una inculta como tú podría enseñarme alguna cosa." Gritó Sumire a punto de tomar la manga del haori turquesa de la castaña para echarla. Pero fue detenida por el ágil movimiento de mano de la ninfa que detuvo la muñeca de la más joven.

"¿Cómo te atreves a tocarme? Soy la dama de esta casa, eres una atrevida sin educación."

"Hablas de educación y modales pero tú no tienes ninguno. Antes de intentar presumir de tu posición de señorita de la casa debes saber que tu forma de actuar representa el honor de tu familia, especialmente de tu padre. No importa si soy tu maestra, sirvienta o invitada, sino sabes tratar a quienes te rodean entonces no eres una dama." Las palabras de Korihana fueron firmes y directas. Ella no era insensible con los niños pero tampoco solaparía su malacrianza.

Fue tan seria al hablar que la jovenzuela quedó petrificada pues nunca nadie le había dicho algo así. No le gritó, pegó o insultó. Pero ella se echó llorar como si hubiera sido el regaño más doloroso que hubiese recibido en su vida. Le dolía porque en el fondo sabía que las palabras de esa extraña eran ciertas, y ella quería mucho a su padre, no quería que se hablara de su familia.

" Si has comprendido entonces toma el papel y los pinceles, muéstrame lo que sabes hacer."

Al instante. la niña tomó los instrumentos, todavía con rabia, pero obedeciendo el pedido de la escondida diosa.

En opinión de la ninfa, la joven de la casa tenía gran potencial en el uso de la tinta, por supuesto había errores de goteo al tomar grandes cantidades de tinta y manchas de error al cambiar de intensión sobre lo que pintaba, pero confiaba en corregirlo. Tal vez podría cumplir su cometido en el tiempo estimado.

Korihana mandó a traer más papel y tinta y un arreglo floral que tuviera la casa. Después la hizo pintarlo 10 veces.

"¡Diez veces es demasiado!" cuando la joven dama pintó las flores por sexta vez su paciencia ya se había esfumado completamente. "¡Estoy harta, es el mismo jarrón! Al menos dame algo diferente para pintar." se quejó Sumire.

"Termina con lo asignado" respondió apáticamente la ninfa mientras miraba el jardín de la casa.

"¡No quiero! ¿Cuál es el punto de hacerlo? Ni siquiera estás mirando."

"Tu pintura es igual en todas las hojas."

"¿Y eso qué? Me pediste que lo pintase diez veces, obviamente tiene que lucir igual."

"¿También la rigidez de tus pinceladas?"

La mujer invernal tomó asiento frente a la más joven y acercó los pergaminos que había pintado con anterioridad.

"Estos trazos son torpes porque tratas de repetirlo de la misma forma que en el dibujo anterior y este a su vez al anterior al otro. No estás usando las flores de modelo, las ves pero no las observas. Estás centrada en que la pincelada luzca bien. "

La muchacha rebelde calmó su ímpetu mientras escuchaba las correcciones. Ella observaba los trazos que señalaba su desagradable maestra y se mordía los labios por no poder refutar. Una vez más aquella extraña tenía razón. Es algo que ella había interiorizado de forma inconciente, en su afán de demostrar que era tan talentosa como su padre había adoptado la costumbre de imitar sus trabajos. Ella no se sentía muy segura cuando debía empezar algo por sí misma. De hecho el ejercicio que le había indicado la mujer no le parecía descabellado por sus repeticiones, ella misma repetía casi la misma cantidad de veces pinturas que hacía por su cuenta, pero no veía diferencia alguna por más que trataba de corregir los errores. Le parecía frustrante porque ya sabía que se sentiría insatisfecha con el resultado.

"Si no corrijo el error en el siguiente trazo entonces siempre lucirá mal." se justificó la niña algo cohibida.

"Sumire, aún el mejor imitador del mundo no puede repetir la misma pincelada de forma exacta en una copia. Incluso si un trabajo se ve igual, si miras con detenimiento verás ligeras diferencias. No quiero que copies, quiero que pintes. Deja que el pincel se deslice como quieras."

Luego de oír las palabras de su maestra, Sumire asintió con más confianza y repitió su pintura.

Con el primer día finalizado Korihana comparó a contra luz el primer intento de la pequeña con el último.

"Ahora fluye bien" susurró en medio de la noche mientras las velas de la habitación iluminaban la pequeña sonrisa que dio la ninfa viendo el avance de la problemática damita.

Era la quinta noche que Jaken se inflitraba en la mansión del rico pintor, él hubiese preferido estar descansando cómodamente frente al calor de la hoguera del campamento donde seguramente los kamaitachis dormían sin preocupaciones, pero él tenía un trabajo encargado por su amo. Vigilar a la mujer invernal.

Al igual que las otras noches todo parecía tranquilo y en orden, solo debía ser cuidadoso de que los guardianes de la casa no lo descubriesen en un descuido, pero según él, aquellos tontos humanos nunca se percatarían de su presencia. Ellos estaban muy ocupados cotillando sobre sus propios asuntos que lo ingnorarían aún si estuviera delante de ellos.

Después de un rato de merodear por la casa, el pequeño diablillo vió como la ninfa salía de su habitación asignada dirigiéndose al pequeño puente del arroyo que había en la casa. Jaken notó que la mujer se quedó un rato mirando hacia el agua como si hubiese algo interesante dentro de esta, pero el brillo esfumado en su mirada le dio a entender que su mente estaba muy lejos de ese estanque, tal vez incluso lejos de ese tiempo.

Ella parecía pensativa, él podría suponer que la muchacha estaba contando los días para terminar su tarea en aquella casa, o en lo que haría cuando recuperase su poder o cuando encontrásen a Ryu. Pero lo cierto es que ya había visto esa mirada en ella otras veces durante su viaje y sabía que lo que se encontraban en sus profundos ojos oscuros era melancolía. Siempre se preguntaba si aquello se debía al anhelo de su hogar en su tiempo. Su amo parecía tener razón al pensar que los celestiales tenían debilidades similares a los humanos.

"¿No crees que la maestra de pintura de la señorita Sumire es una belleza?"

"Las prefiero más altas. Pero no está nada mal para calentar mi cama. Jajaja"

Dos de los guardias pasaron con sus linternas cerca del patio otra vez y se quedaron escondidos mirando de lejos a la pintora que seguía recargada contra la baranda del puente mirando hacia la nada.

"Con lo ligera de ropas que está puedo ver que desgarbada no es. Aunque su frente podría ser más lleno." siguió hablando uno mientras hacía alusión a lo que decía tocando su pecho.

"Eres un cerdo, Hito."

"Por favor, una mujer como ella solo podría imaginarla de esa manera. Puedes notar que es autoritaria y demandante con solo ver como la mocosa malcriada hagacha la cabeza ante ella. Tenerla un momento está bien pero quererla para tu casa es demasiado. Para eso es mejor que sean más dóciles."

Jaken estaba horrorizado de lo que oía decir a aquel vulgar humano, incluso podría decirse que molesto. Esos dos tontos tenían suerte de que los sirvientes de la mujer no estuvieran por los alrededores porque sin duda los harían sentir la ira de sus hoces.

- Incluso creo que mi amo no dejaría pasar una ofensa como esa.-

Cuando el pequeño yokai pensaba en sacar su bastón de fuego para hacerles una jugarreta a aquellos despreciables sujetos decidió lanzarse a un lado de los arbustos cuando sintió que una energía demoníaca poderosa avanzaba hasta ellos. En solo unos instantes la cabeza del sirviente conocido como Hito fue deborada por un ser monstruoso de casi 3 metros.

Los gritos de horror levantaron a todos en la mansión Kuroda. Poco tiempo tuvieron los sirvientes para horrorizarse de la sangrienta escena del cuerpo semideborado de su anterior compañero pues el terror los invadió cuando vieron al monstruo que se aproximaba al otro hombre que estaba a pocos metros del cuerpo.

El sirviente gritaba por ayuda, el resto de trabajadores trató de atacar al mostruo con todo lo que tenían pero la bestia era más poderosa.

"Mi señor estamos perdidos." gritó uno pues nadie en la casa estaba capacitado para pelear con un yokai. A penas 5 hombres trataban de atacarlo con sus espadas pero el monstruo era más rápido y fuerte.

"Tu carne se ve tierna pequeña. Será una delicia comerte."

En un momento de descuido la bestia de colmillos afilados se aproximó a Sumire con la saliba ya escurriéndose de sus fauces. Sin embargo fue detenida por una espada que hizo un corte en su mano.

"¡Maldita! ¿Cómo te atreves?"

Korihana había llegado a tiempo para interponerse entre la niña que cayó de bruces en su intento de escape y el monstruo que iba a clavar sus garras en ella.

La ninfa no era una experta en el manejo de la espada pero no podía dejar que lastimaran a la pequeña. El corazón de la ninfa latía desbocado. Esta situación era riesgosa en verdad, no tenía poder para exorcizar a la bestia y lo poco que sabía de combate con espada era lo que había aprendido evadiendo los ataques de la espada de Sesshomaru. Pero claramente no era lo mismo manipular una espada con poder demoníaco que una común y corriente, sobretodo cuando no tenías experiencia real.

Los ojos oscuros de la bestia comenzaron a emitir un brillo rojizo cuando miró directamente a la ninfa. Las garras en sus manos crecieron exageradamente despidiendo una viscocidas amarillenta.

-Veneno-

"Korihana aléjate" el grito de Jaken alertó a la ninfa quien inmediatamente usó su cuerpo para cubrir a Sumire viendo que el disparo de fuego del bastón de dos cabezas estaba dirigido al monstruo.

La bestia evadió la columna de fuego y lleno de furia hizo que la viscosidad venenosa de sus manos se convirtiera en gas que pronto se extendió por el patio asfixiando a todos los presentes. Uno a uno los cuerpos caían desmayados por el veneno.

"Todos morirán por tu intromisión y yo comeré como no lo he hecho en mucho tiempo."

La voz retorcida del mostruo se escuchaba cada vez más cerca de Ria quien aún trataba de mantenerse consciente abrazando a Sumire.

Sin embargo un sonoro silencio invadió el lugar, ya no se escuchó las amenazas de la bestia ni su risa estridente. Sólo unos ligeros pasos que se aproximaban a ella. Una melena blanca destacó en medio de la bruma venenosa.

La ninfa reconoció la figura que se aproximaba a ella aún cuando sus párpados seguían tratando de cerrarse.

Con cuidado el cuerpo de la mujer fue alzado hasta ponerla pie.

"¿No te has metido en suficientes problemas ya?" la voz severa del daiyokai zumbó en sus oídos.

"Yo no los busco" replicó ella con voz adormilada mientras trataba de seguir de pie.

Notándolo el inuyokai, la tomó en brazos y siguió su camino.

"No puedo irme aún."

Los ojos dorados miraron con dureza las orbes oscuras de la mujer invernal. Su ceño se frunció.

"¡Muchacha tonta! Eres tan débil como un humano y quieres quedarte aquí inhalando este veneno?" gritó Jaken quien hablaba con su nariz tapada tratando de soportar el edor del veneno de la bestia que ahora yacía muerta.

"No puedo dejarlos así" dijo mientras apartaba su rostro para toser.

Cuando Korihana estaba moviéndose de su agarre lista para soltarse el daiyokai la sujetó con más fuerza impidiendo su movimiento. De nuevo la mirada de ambos denotaba inflexibilidad. Ninguno cedería.

"Volverás mañana" sentenció antes de darla vuelta y seguir su camino todavía cargándola. Y antes de que ella abriera la boca para replicar el yokai volvió a ordenar.

"Jaken, este incidente debe ser olvidado."

"Sí, amo Sesshomaru."

Cuando su señor desapareció con la mujer se pudo escuchar el quejido del diablillo.

"¿Cómo diablos terminé cuidando a estos humanos?"

Korihana se sentía mareada, la cuestión es que no estaba segura si se debía al veneno inhalado o a la cercanía del pecho del yokai. Cuando la ninfa levantó su mirada hacia el hombre que seguía sosteniéndola pudo admirar la fuerte línea de su quijada. Las marcas en su mejilla se apreciaban de una forma que nunca se había detenido a pensar, de repente se descubrió queriendo tocarlas. El pensamiento de eso puso un suave rubor en sus mejillas.

"¿Por qué sigues mirándome?"

Al verse atrapada la mujer la mujer giró rápidamente su rostro a otra dirección.

"Me preguntaba si viniste porque tenseiga te avisó del peligro."

En un intento de sonar despreocupada y no revelar los deseos de su corazón terminó diciéndole los pensamientos de su mente. Afortunadamente no dijo todo cuanto pensaba.

La ninfa estaba perpleja respecto a sus pensamientos, era cierto que ella tenía interés por el llamado de la espada, pero lo que realmente quería saber era si él vino a ella porque estaba preocupado por su bienestar o solo por obligación a su arma. Su corazón se estaba acelerando, ¿desde cuando tenía interés en los motivos del yokai para ayudarla? Lo que la preocupó más fue que sus ansias no estaban en responder esta pregunta, sino en lo que él diría sobre ayudarla. Estaba deseando que no dijera que fue por su deber con colmillo sagrado.

"Sabes bien que hasta revivirte tú y mi espada seguirán conectadas." Contestó con simpleza.

Las secas palabras desaceleraron el ritmo que estaba tomando el corazón de la dama de la escarcha.

-Por supuesto... No sé porqué pensé que su respuesta sería diferente. Tal vez quise creer que habría un atisbo de simpatía.-

"Creo que ya puedo ir sola"

Al decir estas palabras el poderoso demonio se detuvo y bajó a la ninfa, pero antes de que esta diera un paso la detuvo sosteniendo suavemente su mentón.

"¿Tuviste miedo?"

El yokai no pudo ignorar que durante el poco tiempo que caminó con ella sus latidos aumentaban y disminuían el ritmo sin ningún patrón específico. Le inquietaba, pues no era el suave y constante compás al que sus oídos se habían acostumbrado. No le gustaba ese cambio de ritmo, pues casi siempre era señal de las dolencias que solían afectar a esta mujer. Y él no deseaba verla compungida. Así que solo pudo creer que esto se debió al ataque de aquel monstruo, aunque era extraño ya que ella no era alguien que pudiera dejarse dominar por temores patéticos, pero ahora ella era más endeble.

"¿a qué tendría miedo?"

El calor no estaba dispuesto a soltar las mejillas claras de la joven. Las yemas de los dedos del yokai se sentían tan vividamente en su barbilla aún cuando su toque era superficial.

"Eso deseo saber. Tienes un ligero temblor aquí" mencionó antes de sujetar los hombros de la mujer

Korihana no había sido consciente del hecho de que en efecto sus hombros habían comenzado a temblar en el momento en que la toco primero.

"No es nada." respondió secamente.

"Odias que te toquen pero sin duda no te importa poner la mano sobre los demás. Es incongruente y molesto." Impasible como siempre la ninfa se soltó del agarre del hombre al momento que hacía una ligero mohín.

"Hn, estás pasando mucho tiempo con esa niña, hasta actúas como tal." se burló con frialdad. "Si eres tan infantil entonces has algo al respecto." la retó.

Desde que la ninfa se había convertido en diosa y había adoptado sus funciones divinas siempre mantuvo un carácter impávido y serio ante el mundo que la rodeaba. No era fácil que perdiera la postura, o que el emocionalismo la dominara, incluso con sus más cercanos era diligente en su expresividad, la que sólo afloraba cuando estaba realmente en confianza. Pero este yokai ya había conseguido volverla inconstante.

Así que aún cuando en otras circunstancias habría ignorado esa provocación ahora mismo solo quiso hacer exactamente lo que le venía en gana.

Así fue como, con su ceño fruncido y un movimiento tan rápido que sorprendió al daiyokai las manos de la ninfa se encontraban trazando con sus pulgares las líneas rojizas que marcaban los pómulos de peliplateado.

Los ojos dorados del demonio inu se abrieron por el desconcierto, las pequeñas manos de la mujer sujetaban su rostro mientras la calidez que lo abrazó aquella vez cuando estaba en su forma yokai volvía a él. No era un secreto para los yokais, que las marcas demoníacas eran un área sensible en sus cuerpos, pues era la parte de ellos que estaba presente tanto en su forma humanoide como en su forma real.

Korihana tuvo curiosidad sobre la sensación de las marcas del lord del Oeste desde aquella vez que había acariciado una en su forma de perro. El pelaje se sentía cálido y ligero, pero ella quería saber si sería semejante cuando luciera como un hombre. Sus pulgares subieron y bajaron varias veces pareciendo no ser suficiente para sus dedos la sensanción tersa y suave de las marcas rojizas. Su mirada estaba hipnotizada en las líneas coloridas de sus pómulos hasta que de soslayo miró más hacia arriba de estos, entonces encontró otras marcas que quiso tocar, en sus párpados y su frente.

Pero la indescriptible mirada que encontró en las orbes ámbar de Sesshomaru la hizo tragar en seco, y el nerviosismo que no había experimentado en siglos aumentó su ritmo cardiaco. Volviendo a sus sentidos, trató de apartar sus manos pero un segundo antes de que lo hiciera sus muñecas estaban atrapadas en las grandes manos del peliplateado quien ya las había separado de su rostro.

"No"

Casi podía sentir cómo la voz gélida enviaba una corriente a sus brazos. Ria sintió como la fuerza de su agarre aumentaba al punto de soltar un pequeño quejido. Inmediatamente el yokai apartó las manos de la mujer.

"Tus sirvientes te esperan" Luego desapareció.

La ninfa quedó sola con su mano derecha sobre su desbocado pecho.

Cuando Korihana regresó a la mansión nadie en toda la casa hizo mención alguna de lo ocurrido anoche. Cada uno trabajaba de forma usual, algunos sirvientes sonriéndole amablemente y otros indiferentes de su presencia tal como en su primer día. La ninfa tampoco indagaría en el cómo el diablillo había conseguido tal hazaña, ya habría tiempo para ello cuando terminara sus asuntos en la casa Kuroda. Por ahora la dama invernal prosiguió con la instrucción de Sumire en el arte de la pintura por goteo.

"¿Cómo sabré dónde dejar gotear?"

"¿Dónde quieres que haya una variación sutil o drástica de color?" la dama invernal tomó una hoja de una planta y se le acercó a la niña "Fíjate en los colores oscuros y claros, ves que se mezclan de forma tenue. Hay distintos tonos de verde..."

"Señorita Korihana, el señor Kuroda la espera en sus aposentos"

La explicación fue interrumpida por el guardián principal de la familia quien le avisó que era momento de su reunión con el señor.

La dama invernal asintió a las palabras del señor Tetsuo, mano derecha del señor Kuroda y lo siguió camino al salón privado de la mansión no sin antes darle indicaciones finales a su pupila para que siguiera con su trabajo.

"Buenas tardes, señor Kuroda" saludó la mujer con un ligero asentimiento mientras se sentaba recta frente a la mesa central.

"Buenas tardes, señorita Korihana." contestó el hombre una amable sonrisa. "Me dijeron que no pasaste la noche en la mansión. Me preguntaba si todo estaba bien contigo o si pasa algo en lo que pueda ayudarte." preguntó con preocupación.

"En absoluto, tenía un asunto que antender pero no es nada que deba preocuparle"

"¿Es así? Me alegra en verdad. Sé que estoy abusando de tu generosidad pero no creas que soy un anciano aprovechado que no le importa el bienestar de otros." rió un poco.

La joven notó la sincera preocupación e interés del pintor. Estaba agradecida con su gentil trato y a pesar de los pocos días que llevaba conociéndolo le había tomado aprecio a aquel hombre. No solo era un artista brillante, sino un alma gentil y noble.

-Un padre excepcional-

Después de todo, fue ese amor tan grande que Kuroda tenía por Sumire lo que la hizo aceptar enseñar a la niña. Alguna vez ella había visto un amor filial tan puro como aquel, así que, en memoria de ese recuerdo se prometió ayudarle.

"Estaba preocupado también porque hoy no ha aparecido uno de los guardias. Es curioso porque el hombre vive aquí y no ha sido visto desde ayer."

La imagen del hombre devorado ayer por el monstruo que invadió la casa vino a la mente de la mujer. Sin embargo, no se inmutó, solo sorbió un poco de su té antes de responder.

"Gracias por tu preocupación. Ahora sobre la pintura, ¿hay algún escenario en particular donde te gustaría que la hiciera?"

"¡Ah! Hay tantos lugares, desearía que fuera en todos y cada uno de ellos pero sé que no es posible." Él ánimo del hombre que había sido vigoroso ahora disminuía poniendo un deje de tristeza en sus ojos antes brillosos.

"Me gusta el puente sobre el arroyo. O el jardín que está a lado, también tiene muy buen luz y la paleta de colores contrastará bien."

La joven invernal trató de animar al viejo pintor dándole ideas del lugar adecuado para el retrato. Lamentaba no poder hacer más por el hombre.

"¡No lo entiendo, señor Tetsuo! Yo solo quiero ver a mi padre, tengo que mostrarle el progreso que he tenido. ¡Déjame pasar!" la aguda voz de la señorita de la casa traspasó las puertas corredizas de la habitación del jefe Kuroda.

"Por favor, señorita Sumire, venga en otro momento. Ahora su padre está muy ocupado con la señorita Korihana. No puede entrar." trató de explicarle con calma el procurador.

"¡No! ¿Cuántas veces seré echada del lado de mi padre? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi. ¡Han sido meses desde que pude pasar una mañana o tarde con él, y no se diga de un día entero!"

El reclamo de la niña estaba cargado de furia y amargura. Ella golpeaba el pecho Tetsuo tratando de sobrepasarlo y descargando la rabia que sentía por su impotencia. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué su padre se había vuelto tan distante con ella? Es cierto que últimamente se había vuelto algo altanera y caprichosa, pero nunca con él y si actuó un poco rebelde era porque deseaba llamar su atención, no importaba si solo era para regañarla, al menos podría verlo.

Pero aquí estaba ella intentando de nuevo ver el rostro de la única persona que ama y que le queda en el mundo, queriendo hacerle ver que ella podía ser tan buena como él. Sin embargo, nuevamente no tenía tiempo para ella.

De pronto la voz de la artista autorizó al guerrero que soltara a la joven.

"¡Papá, papá! Debes verlo, creo que lo he conseguido. No sé cómo pero solo..." La joven Sumire entró cual tornado lleno de emoción a la cámara de su querido padre, sin embargo fue detenida por el brazo extendido de su maestra cuya ancha manga impedía su vista del jefe de la casa.

"Sumire, no es momento de que estés aquí, vuelve a tu habitación."

"¿Y por qué sigues tú aquí? ¿Cómo es posible que padre no tenga un momento para verme pero sí para recibirte desde el medio día?" su voz estaba cargada de aversión.

"Hay un asunto que debo tratar con él." La ninfa de apariencia humana sujetó con delicadeza los delgados hombros de la niña poniéndose delante de su campo de visión y girándola hacia la puerta. "Me mostrarás lo que has conseguido mañana y si es aceptable te prometo que tu padre lo verá"

"Pero..."

"Te he hecho esta promesa, pero tu tarashikomi debe estar bien ejecutado."

Los ojos castaños de la adolescente brillaron con gran intensidad, había alegría en ellos. Cualquier signo de ira se había disipado. Sumire había llegado a confiar en la mujer delante de ella. Si ella decía que su amado padre la vería entonces así sería. El ánimo y determinación por hacer una ejecución perfecta la llenó y movió su cuerpo a salir voluntariamente de los aposentos de su padre.

La joven señorita había decido seguir con su práctica hasta la noche, cuando la mayoría de las linternas se habían apagado. Con el frescor de la noche y el fuego de su farola y la luna brillante sobre ella, la mozuela aprovechó los contraste de luz y sombras para hacer tantos degradados como fuera posible hasta estar satisfecha.

Sin embargo un ruido constante en los arbustos cercanos a su mesa, el cual trató de ignorar, la distrajo por completo.

"Eres muy ruidoso, hombrecillo verde."

De repente un Jaken muy sorprendido salió de su escondite con ojos exageradamente abiertos.

"Eres más feo de lo que pensé."

La jovencilla dejó a un lado sus pinceles y venció su cuerpo sobre la mesa trtando de mirar más de cerca a la extraña criatura que había visto, solo de soslayo la noche anterior.

"¿Có...cómo supiste que estaba allí? ¿y cómo sabías cómo luzco?"

"Traté de hacerme la que no te ví, pero no lo haces fácil, eres muy ruidoso. ¿Cómo te llamas?"

"Silencio mocosa, primero responde lo que te pregunto." gritó exasperado el diablillo.

"No tienes modales. ¿La maestra Korihana también te regaña cuando explotas así?" inquirió entusiasmada la muchacha.

"¿Regañado yo? ¿por esa mujer? Para empezar yo solo sirvo y obedezco a mi amo Sesshomaru. ¡Y deja de cambiar el tema! ¿De dónde me conoces?"

"¿Sesshomaru? ¡No me digas! ¡Ese es el nombre del yokai de cabello platinado!" la niña cada vez se oía más fascinada.

"Escucha mocosa insensata, habla ahora si no quieres que queme tu espantosa cara."

Jaken ya había caído en la desesperación. Por supuesto no iba a quemar el rostro de la niña, pero la pequeñuela lo estaba sacando de sus casillas. Así que pensó que eso la intimidaría lo suficiente. Por lo que pronto apuntó su bastón de doble cabeza amenazadoramente hacia ella.

"¡Cálmate! Te lo diré. Te recuerdo de ayer."


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