—¡Emma! —vocifera Kagami, dando vueltas por el parque— ¡¿Emma en dónde estás?!

02:30AM.

—¡¿Señorita Fathom?! —aúlla Zoé— ¡Hace frío! ¡Le traje su chaqueta! —Demonios. Está comenzando a nevar de nuevo y apenas logro ver algo —se aproxima hacia su compañera— ¿Alguna señal?

—No, nada. Ni si quiera salió con su móvil. Estoy…tratando de mantener la calma —murmura Tsurugi, sutilmente entrando en colapso— Pero creo que no estoy soportando. Zoé…si algo malo le llega a pasar a mi hija, te juro que personalmente yo voy a matar al imbécil de Félix con las llaves de mi auto.

—¿Por qué a Félix? —examina, preocupada— ¿Qué fue lo que realmente pasó en la cocina?

—¡Emma! ¡Sal ya, cariño! —continúa buscando, a su lado— ¿Qué crees? La difunta de Marinette es Fei Wu.

—¿Estás de broma? —abre los ojos, pasmada con la noticia— ¿Me estás diciendo que Félix mató a la esposa de su…novia?

—Encontré un retrato de ella en el salón —asiente, frotándose las manos en medio del frio— ¡Emma, por favor! ¡Vuelve a casa! —la mira a los ojos— Zoé, esto es mucho mas horrible de lo que pensé. No me imagino que va a sentir ese pobre niño cuando se entere.

—Y no me imagino lo que debe de estar sintiendo Félix ahora que lo sabe…

—¿Desde cuando te preocupa ese cabrón?

—No seas así con él. Sabes que fue un accidente —exhala Lee, malograda— ¿No eras tu misma la que dijo que lo apoyaría?

—Si mi hija no aparece en los próximos 10 minutos, vete olvidando de eso —sentencia la congresista, frunciendo el ceño— Lo único que conseguirá de mi es una patada en la raja.

—Calma, no puede haber ido muy lejos —advierte la rubia, acariciando su espalda— Emma lleva un tiempo frecuentando este lugar y se ve tranquilo. ¿Ya revisaste los juegos de allá?

—No. Se ve oscuro y ella odia la oscuridad.

—Yo no estaría tan segura de eso ahora…—Zoé le muestra unas pequeñas huellitas en la nieve, que van justo en esa dirección— Si Emma escuchó lo que escuchó, de seguro se fue a buscar un lugar silencioso y oscuro. A veces los niños reaccionan así frente a estímulos traumáticos.

—¿Y tu como sabes todo eso? —consulta, sorprendida.

—Bueno, Emma es la hija de Félix —ríe, desplazándose con la linterna hacia el sector antes señalado— Tú me contaste que el solía encerrarse en el closet cuando tenía problemas. Que no te extrañe que haya heredado algunas conductas de su padre.

—Es un infantil —masculle agraviada, la japonesa.

—O tal vez medio autista. Pero bueno, por algo va a terapia —la rubia rueda los ojos, inclinando la cabeza dentro de un resbalín con forma de elefante— Shh…ahí está.

Gracias diosa Inari. Está con vida —Kagami estira su manito— ¿Emma…? Cariño…ven conmigo a casa ¿Sí? Hace mucho frio aquí.

—Ya no quiero estar con ustedes. Por favor, déjenme —farfulle la menos, abrazando sus piernitas— El frio es mejor.

—Mi niña…—Tsurugi intenta apelar a su cordura— Escucha. Debes entender que-…

—Ya me cansé de entenderlos. Los adultos son todos malos —refuta Fathom, fulminándola con la mirada— Ya déjenme sola.

—Emma, por favor no me hagas usar la fuerza que mi autoridad de madre me da y sal de ahí ¿Quieres? —le amenaza.

—Espera, no seas tan dura…—interviene la reportera, bosquejando una mueca jocosa— Emma, pequeña. Entendemos que quieras estar sola, por lo que escuchaste en la cocina. Se que quizás te llevaste una sorpresa con eso. Pero ¿Sabes? No conoces la historia por completo. Solo era un pedacito de ello.

—No soy estúpida, señorita Lee. No quiera engañarme por favor —rezonga la ojiverde, cabizbaja— Se muy bien lo que escuché. Papá mató a la señorita Fei. ¿De acuerdo? Y ahora…tiene una familia con Marinette y Hugo ¿En qué mundo de locura se puede permitir algo así?

—Si, Emma. Tienes razón —Zoé se mete de lleno en la pequeña cuevita, sentándose a su lado— Sin embargo, necesito que sepas que Félix no es un asesino.

—¿Cómo no? —sentencia la menor— Mató a una persona. Eso te convierte en un asesino.

—Fue un accidente —interrumpe Kagami, uniéndose a la platica con actitud mas serena— Félix no quiso matar a propósito a la muchacha. Chocaron en el auto. El intentó prestarle ayuda, pero fue demasiado tarde y…falleció en el lugar.

—¿Ustedes lo sabían entonces? —les increpa la ojiverde, fastidiada— ¿Lo supieron todo este tiempo y no hicieron nada?

—Emma, las cosas no son tan sencillas. Y es eso lo que queremos que entiendas —relata la periodista de mirada azuleja— Se que consideras que el mundo de los adultos es complejo y casi imposible de entender. Pero no puedes simplemente cometer un error y permitir que te condenen sin conocer los verdaderos hechos. Hay que saber obrar para encontrar la verdad. Pero obrar bien, no con intenciones destructivas. ¿Me explico?

—¿O que es lo que quieres? —le pregunta Kagami a su hija, con expresión endurecida— ¿Quieres que meta preso a tu papá?

—N-no…no he dicho eso…

—Porque si es lo que quieres, con gusto lo hago —se encoge de hombros.

—¡Kagami! —Zoé la detiene, abruptamente— No sigas con eso, por favor.

—¿Qué dije? —se mofa.

—Por favor, quisiera que me contaran toda la historia. Del cómo pasó…

—Sin duda lo haremos. Pero no aquí en medio del frio —Lee la toma de la manito y la invita a salir con ella— Toma, te traje tu chaqueta. Hora de regresar. De seguro Marinette y Hugo están muy preocupados por ti.

[…]

—Todo este tiempo…—musita Marinette, sentada en la gélida baldosa; a una distancia prudente de su compañero— ¿Y no se te pasó por la cabeza que podría ser ella?

3:00AM.

En la cocina. El cuchillo yace en su estante. Pero a pesar del dialogo que comparten ambos, ninguno de los dos se atreve a mirarse a los ojos. Sus expresiones son frías y apáticas, dotadas de un sentimiento de recelo inexplicable. Hay dolor en el ambiente. Sobre todo, en una compungida Marinette que, a pesar de saber toda la verdad, intenta dimensionar las consecuencias de su relato; mas no lo consigue.

—¿Cómo iba a saberlo? Nunca me dijeron el nombre de la muchacha y además…yo…—desvía la mirada, limpiándose la nariz con el dorso de su mano— Yo nunca indagué más en tu relato. No quería ahondar en una situación tan traumática para ti.

—¿Quién mas sabe de esto, Félix? —Dupain-Cheng voltea el rostro hacia el mueble, quitándole la mirada— ¿Tu familia?

—Nadie. Solo Kagami y Zoé.

—¿Y la policía?

—No. Pero deben de estar sospechando.

—Y Emma —agrega, con voz hosca la fémina— Porque Emma lo escuchó. Por eso salió corriendo.

—Si.

—Ya.

—Marinette, Hugo no-…

—No metas a mi hijo en esto —interrumpe con actitud amarga, la fémina.

—¿Ahora solo es tu hijo? —examina, derrotado.

—Pues si quieres ser realmente su padre —la profesora se levanta del suelo, dándole una advertencia— Tendrás que contarle tu. Aunque, no sé en que te convierta eso de mí, finalmente.

—¡Marinette! —Fathom se alza, atajándola del brazo— Por favor, no te vayas aún. Escúchame. Ya te lo he contado todo. Todo, desde principio a fin. El como pasaron las cosas, el cómo intenté repararlo, pero no pude. Se que jamás vas a entenderme, porque te…arrebaté a tu esposa. A la madre de tu hijo…—suplica, entre lágrimas— Pero te ruego me creas, de que estoy arrepentido. Fue un accidente y si tengo que asumir la responsabilidad de mis actos, lo haré. Si debo entregarme a la policía para que dejen de acosarlos a todos, yo-…

—Si. Creo que es lo mejor, doctor Fathom —la ojiazul lo fulmina con la mirada— Anda y entrégate. Y olvídate de nosotros ¿Quieres?

—Marinette…

El timbre suena.

—¡Emma! —grita Hugo, corriendo hacia la puerta— ¡Mami! ¡Emma ya volvió!

Aunque, ninguna de las tres, venia con la mejor pinta, sin duda. Un sentimiento incomodo se anida en el pecho del pequeño, dado que no comprende el contexto de sus malos augurios. ¿Qué ha pasado? Sospecha que Emma se portó mal al desobedecer e irse de casa y posiblemente la castigaron. Se ve tentado a abrazarla, pero esta, rechaza su oferta de consuelo; dando un paso hacia atrás.

—¿Qué está pasando, Emma? —inquiere el peliazul, afligido.

—¿Papá sigue en casa? —pregunta la pequeña Tsurugi, sin aspavientos.

—Si…está en la cocina con mamá y-…—se calla, tras ver salir a su progenitora de la habitación— ¡Ah! ¡Mamá! Mira, volvieron.

—Señorita Dupain-Cheng —Emma le regala una reverencia formal, con suma humildad— Agradezco un montón la cena de navidad que nos ha brindado. Es usted una mujer muy buena. Pero ya es tiempo de que volvamos a casa. He venido por mi padre. Y…disculpe todas las molestias que le ocasionamos esta noche.

Kagami y Zoé se miran entre sí, incomodas. Marinette solo se limita a estrujarse las mejillas, luchando a toda costa de no romper en llanto mas de lo que ya ha llorado. Pero su mirada inflamada ha delatado lo que la martiriza por dentro. Asiente en silencio, haciendo caso omiso al tormento que vive. Pues ahora mismo no sabe si su calvario es saber la verdad o…perderlos a ellos. Graham de Vanily asoma la humanidad por la puerta y coge su chaqueta y una bufanda roja. Misma, que Hugo le regaló. Sin poder dar un ultimo vistazo a la casa, envuelto en una tenebrosidad avergonzada que le impide despedirse de ellos, se esfuma en la nieve.

—Gracias por la cena, Marinette. Y…discúlpanos por el escandalo —Zoé abraza a la muchacha, depositando toda su confianza en ella— Si necesitas algo, lo que sea. Incluso hablar solamente, no dudes en llamarme.

—Lo siento mucho, Dupain-Cheng —se excusa Kagami, cabizbaja— Eres una mujer increíble. No lo olvides.

—Buenas noches. Que descansen —se despide la pequeña Fathom, caminando hacia el auto.

—¡Em-…! —Marinette acalla de golpe, dejándole ir con el dolor de su alma. No. Es mejor que se vayan. Ya no hay nada más que hablar— Buenas noches a todos…

Una vez a solas.

—Mamá ¿Me puedes explicar que está pasando? —examina el ojiazul, intrigado— ¿Acaso tu y Félix discutieron?

—Si, cariño. Félix y yo…tuvimos una pelea —la docente recoge el retrato del suelo, percatándose del vidrio quebrado en este— Esto no puede estar pasando…

—¿Muy fea? —redunda— ¿Cómo las que tenías con mamá Fei?

—Las peleas con mamá Fei eran…una tontería —revela la mayor, generando surcos con los dedos en cristal trizado— Esto es…distinto. Muy distinto —No puedo…

Marinette camina hasta el sofá y se larga a llorar, sin excusa alguna. Algo, que sin duda asusta su hijo y no duda en socorrerla.

—¿Qué pasó mamá? ¿Por qué lloras? —Hugo le abraza por el costado, sumamente abatido— ¿Acaso Félix te golpeó o algo así?

—No, cariño. Félix jamás me levantaría la mano. Sigo creyendo que es un buen hombre…pero…—traga saliva, entristecida— Dios…temo que haya cometido errores de los cuales no sé si pueda perdonarle.

—Ay, no me digas eso que me asusto —Dupain-Cheng la mira afligido con su relato— ¿Félix robó dinero?

—No. Pasa que mató a alguien…sin querer —revela la muchacha, sollozando.

—Ah…vaya. Me había asustado —suspira mas aliviado. Su madre lo observa como si estuviera extrañada con su respuesta— Bueno ¿Qué tiene de malo? Félix es doctor, mamá. En su profesión —agrega, jugueteando con unos autitos— Él me contó anécdotas en donde mucha gente se le murió y obvio no fue a propósito. Intentó ayudarles, pero a veces no se puede evitar.

—Yo…no lo había pensado así, mi amor —Marinette recuerda un flash de la conversación— "Quise ayudarle a salvar su vida. Pero cuando la examiné, ya no tenia signos vitales" — Y en parte tienes razón. Si, su trabajo es duro por eso. Pero esto es…distinto.

—¿Por qué? —consulta, inocente.

—Porque…mató a una muchacha que era madre y esposa también.

—Si, también me habló de esas veces —asiente, apenado— Pobre, lo hubieras visto cuando me lo contó. Dijo que cuando esas cosas pasaban, él no se atrevía a hablar con la familia. Que le dejaba eso a su mano derecha.

—¿Félix te contó todo esto? —pestañea, absorta.

—Claro —se encoge de hombros— Papá Félix me habla de su trabajo. ¿No te habla a ti de el?

—La verdad…es que nunca le pregunté tan a fondo…—se rasca la mejilla, abochornada.

—Pues deberían hablar mas de eso —Hugo se sienta a su lado, enseñándole un dibujo que hizo— Mira. Me regaló esto. ¿Sabias que dibuja muy bien? Somos tú, yo, Emma y el.

—Es un dibujo maravilloso, cariño —lo examina, indiscutiblemente asombrada— No sabía que dibujaba.

—Ay, por favor. ¿Cómo no? Si son novios hace mucho tiempo ya —ríe, con naturalidad— ¿Al menos sabes su sabor de helado favorito?

—No que yo recuerde…—recula, malograda— Mierda. No puede ser que no sepa cosas tan básicas. ¿Con quien demonios estuve saliendo todo este tiempo entonces? Ahora que lo pienso…se muy pocas cosas de Félix.

—Pff ¿Qué clase de relación tienen ustedes los adultos? Son extraños —se mofa— Yo sé muchas cosas de Félix. Y el, también sabe muchas cosas de mí.

—Lo que sucede, es que Félix es un hombre muy reservado —Marinette se limpia las lágrimas, recobrando valor en sus palabras— Pero tienes razón. Tal vez debí ser más incisiva y preguntarle.

—¡Pues claro! Tal vez ahora puedan hablar mas y el te cuente cosas —narra— El no tenia muchos amigos de pequeño. Se llevaba mal con su papá. Era un hombre malo, muy malo. Su mamá está enferma y desde que comenzó a-…—y continua.

La voz de Hugo se desvanece en el aire, mientras una compungida Marinette inicia un viaje de hilos y escenas, que de una u otra forma une como piezas de un rompecabezas. Todo se diluye en el ambiente, llevándole a sacar conclusiones que no son para nada el contexto que tenía en la cocina.

—Y entonces va a terapia —seguía relatando muy naturalmente— porque dijo que tiene problemas para-…

—Hugo —Dupain-Cheng lo detiene de sopetón, sujetando sus mejillas con cariño— Tu… ¿Serías tan amable de contarme todo lo que sepas de el? Por favor…

—Eh…claro que sí, mami. Aunque te advierto que es para largo.

—Tenemos todo el tiempo del mundo, descuida —besa su frente— Ahora ayúdame a terminar de ordenar. Es hora de ir a la cama.

[…]

—¿Puedo pasar?

Casa de los Fathom. 3:40AM.

—Es un poco tarde ¿No te parece? —rezonga Emma, desviando la mirada— Tu siempre solías repetir que los niños debemos irnos a dormir temprano.

—Es navidad…

—Cierto. ¿Cómo olvidar la mejor navidad de toda tu vida? —rueda los ojos, irónica.

—Se que estas molesta conmigo. No, más bien, te sientes dolida, traicionada, quizás —Félix entra al cuarto, sentándose al borde de la cama— Asumo que Kagami y Zoé ya te contaron todo.

—Algo…—confiesa, rehuyendo de su visual.

—¿No prefieres que te lo cuente yo? ¿Escuchar mi versión de las cosas?

—¿Para qué? Ya sé todo lo que pasó —Tsurugi se baja de la cama y lo enfrenta, cara a cara— Lo que, si me gustaría saber, es que harás al respecto ahora.

—No lo sé, cariño. Si tan solo tuviera una bolita de cristal para adivinar el futuro, créeme que te lo enseñaría.

—Fue la noche en que mamá te pidió el divorcio.

—Si…

—Si sabes que no puedes conducir si bebes alcohol ¿No?

—Lo tengo sumamente presente —admite, descalabrado— Y no tengo excusas para asumir mi culpa. No debí beber.

—Si. No debiste. Pero lo hiciste de todas formas —le increpa, cruzándose de brazos— Aunque mamá mencionó algo de unos trabajos en la carretera. No entendí bien eso.

—Es…complicado, Emma.

—Siempre es todo complicado con ustedes los adultos —refuta molesta, la ojiverde— ¿No pueden simplemente simplificarse la vida? Granny es la única que me ha enseñado eso.

—Tu abuela es muy sabia, de eso no cabe duda —Graham de Vanily intenta esbozar una sonrisa fingida, pero no le sale— Te debo una disculpa, hija.

—A mi no. A quien le debes una disculpa es a Marinette y a Hugo —le regaña— Les arrebataste a Fei.

—Y no sabes cuanto…me pesa eso ahora que lo sé —el británico se cubre el rostro, entre lagrimas prohibitivas— No sabes lo que daría para volver el tiempo atrás, a esa noche y…reparar todo lo que hice.

—Creo que aun puedes hacerlo.

—¿Cómo?

—No lo sé. Tu eres el adulto responsable aquí —exhala— Pero debes repararlo, papá.

—Es lo que quiero hacer —sentencia el doctor, observándole acongojado— Pero la única opción que veo, es entregarme a la policía.

—¿Quieres ir a la cárcel?

—Kagami quiere eso —explica Félix.

—¿Y Marinette?

—Creo que también…

—Pues yo no quiero —sentencia Emma, con potestad— No estoy dispuesta a ver a mi papá tras las rejas. Si tu te vas preso. ¿Quién va a cuidar de mí?

—Tienes a tu madre, princesa…

—Si. Pero decidí vivir contigo. No con mamá —la pequeña Fathom se arrodilla entre sus piernas, mirándole desde abajo— Papá, hay uno solo. Me rehúso a perderte.

—¿No quieres vivir con Kagami?

—No. Quiero vivir contigo —veredicta empoderada, la muchacha. Acto seguido, toma sus manitos— Si elegí estar contigo, es porque era lo que deseaba mi corazón. Solo…no me hagas quedarme sin ti. Sabes que te amo, papi. Eso no va a cambiar.

—Dios…Emma, tu…—Félix la abraza con pujanza, apretujándola entre sus extensos brazos; en lo que llora desconsolado— Eres increíble. Yo realmente no te merezco. Soy un monstruo, un ser despreciable. No sé que hice para tener una hija como tú. Pero agradezco al universo que lo seas. Porque creo que, sin ti, yo…me muero.

—No te vas a morir —Emma corresponde su abrazo, con la misma intensidad que el— Pero de que debes hacer algo al respecto, lo debes hacer. Solo busca una forma de no irte preso ¿Sí? Por favor…no me abandones. Se que huiste esa noche, por miedo. Y no te culpo por sentirlo, porque yo también le tengo miedo a muchas cosas. Y uno de esos miedos, es perderte…

—Me aterra perderte también, mi amor —Graham de Vanily acaricia sus hebras doradas, con angustia desmedida. Está temblando— Sin embargo, temo que esta noche…si haya perdido a Marinette.

—La señorita Dupain-Cheng es buena, papá. Muy buena —Tsurugi se separa, limpiando sus mejillas con ayuda de sus pequeños deditos— Y…te ama. Nunca vi a mamá, verte como ella te mira. Se ve que, de verdad, le gustas mucho. Haya la forma de solucionar esto. Tienes mi apoyo.

—¿Crees que Hugo ya…lo sepa?

—No creo —niega, con suspicacia— Pero posiblemente tarde o temprano se entere, por Marinette. Lo ideal sería que…lo escuchara de ti primero ¿Sabes?

—Va a ser duro para él —cuestiona el británico, confundido y aterrado— Lo voy a lastima. Y le prometí, no hacerlo.

—Tal vez. Pero abu me dijo una vez: "Más vale una verdad que duela, a una mentira que ilusione" —sonríe, jovial— Y si el amor entre tu y Hugo es tan fuerte como se ve, es mejor que le cuentes la verdad de una buena vez. Si se va a decepcionar o lo que sea, ya quedará en él. Lo importante es que no lo llenes de mentiras. El, odia las mentiras. Apreciará que le cuentes tu versión —agrega, peinando los mechones rubios de su progenitor— Además, mírate. Estás todo despeinado, anciano. ¿Dónde quedó el lengüetazo de vaca?

—Jajaja…—ríe el médico, entre congoja y alegría disminuida— Se fue de vacaciones.

—En mi antiguo y nefasto colegio solían burlarse de tu corte de cabello —confiesa, cambiando radicalmente de tema— Decían que parecías niñito peinado por mamá, en su primer día de primaria.

—¿Qué tiene de malo mi peinado? —se paraliza, abochornado— ¿N-No te gusta?

—Nada. A mi me encanta —manifiesta Emma, con cierto dejo de rubor en sus mejillas— Se que no te lo digo a diario, pero me pareces un hombre muy guapo, papá. Así, todo peinadito…compuestito —le acomoda la corbata— Siempre tan pulcro. Espero algún día tener un novio así. Aunque no tan autista.

—¿De qué novio hablas? —refuta, receloso— Ni si quiera te he dado permiso para tenerlo, jovencita.

—Ay, tampoco te lo iba a pedir no seas anticuado —rueda los ojos, sarcástica. Se levanta del suelo— Ahora vete por favor, me debo cambiar.

—Si, disculpa. Es muy tarde —se levanta de la cama, caminando hacia la puerta— Emma…

—¿Sí?

—Te amo.

—Y yo a ti, papá —sonríe.

Si…pero ¿A que costo el amor puede permitir ciertas cosas? Era la pregunta que me asaltó toda la noche. Ni si quiera pude pegar un ojo. Me di vueltas por la cama una y otra vez, siendo una victima presa de mi propia existencia. La conversación con Marinette me había dejado para la mierda de mal. Y no pude batallar contra mis ganas de escribirle un mensaje en medio de la penumbra. No sé cuántas veces habré cogido el móvil, tentado a hacerlo. Pero opté por callar. Solo me dio gusto, no ver que me había bloqueado o algo así. Aun mantenía esa hermosa foto de perfil en su WhatsApp, radiante, sonriente y hermosa. Que mujer…mas maravillosa ha puesto el universo en mi camino. Y yo como imbécil, arruinando todo. Comencé a cuestionarme nuestra relación, a niveles neurálgicos. Mi mente se había transformado en una tormenta de pensamientos nocivos, que me invitaban cordialmente a odiarme por haber nacido. ¿Qué mierda he hecho bien en esta vida? Me preguntaba. Puras cagadas no más, hago. Nada bueno, sale de mi cuando conozco a la gente. Y fue eso, lo que me motivó toda mi vida a aislarme del mundo. No era momento para echarle la culpa a una infancia quebrada. Misma, que seguro muchos otros tuvieron y no les dio derecho a arruinarle la vida a nadie. Pero toda mala decisión tiene sus consecuencias. Y lo fatídico de esta historia, no era el daño en si que causé. Si no, el no saber como repararlo.

Mi introspección depresiva me condujo a navegar en la galería de fotos y videos que tenía almacenada en mi celular. Ver registros audiovisuales de Hugo en el parque, riendo con Emma y Marinette me apaciguaron un poco. Conforme pasaron las horas, me dispuse a ir un poco mas atrás. Mi matrimonio con Kagami. El nacimiento de Emma y mi titulación. Imágenes de antaño que inundaron mi pecho de humanidad y amor por la vida misma, lo que me inspiró a recobrar el valor en medio del arrojo solitario del despoblado desamor.

¿Qué cosas buenas he hecho en paso por esta tierra? Ahora lo sabía. Recordé las palabras de aquel profesor, Marc; en el nuevo colegio de Emma. El agradecimiento del director. El abrazo maternal de mi madre, las sesiones de terapia con mi primo Adrien. Las innumerables veces que le di cobijo a mi hija de bebé, los días oscuros en donde Hugo lloró porque alguien le había cuestionado sus gustos. La infinidad de operaciones que salieron bien. Mis colegas celebrando. Yo respirando detrás de una mascarilla en medio de un quirófano. Las caricias dulces de Marinette en su momento. La tibieza de su aliento contra mi oído, fundiéndose en un gimoteo sublime mientras nuestros cuerpos desnudos danzaban, al compás del acto. Nuestras salidas, los paseos, las cenas. Todo. Todo eso y mucho más, terminaron por convencerme de que yo, no era un ser virulento en la vida de las personas. Solo un tonto más, sin pautas ni métodos para vivir la vida a su manera, errada o no.

La euforia de darme cuenta de que, para consuelo de otros, era un deleite haberla conocido, me terminó por dar fuerzas. Iba a reparar el dolor que provoqué. No me importaba que, cuando ni cómo. Pero lo haría. Y no flaquearé, hasta lograrlo. Pues mi conclusión mas acertada para este tema, fue que todos somos el villano en la historia de alguien. Podemos marcar el inicio, pero el final, depende de cada uno de nosotros.

Y esto…está solo comenzando. No ha acabado aún.

—Te prometo, que lo arreglaré —sentencia Félix, observando la foto de Marinette en la pantalla— Y seré honorable, como Kagami siempre esperó de mí.

[…]

—Tenemos que evitar que Félix se transforme en un mártir de esta historia —profesa Zoé, paseándose de un lado a otro por el cuarto— ¿Si me entiendes lo que te quiero decir?

Apartamento de Kagami. 4:10AM.

—No, disculpa. Me estaba lavando los dientes —Kagami sale del baño, confundida— ¿Qué quieres decir?

—Que no es un villano. Solo un antagonista. O al menos, eso quieren hacernos creer —revela Lee, impaciente— Escucha, se que estás molesta con él. Y entiendo tu enojo. Pero debemos concentrarnos en lo de la concesionaria. No nos desviemos del tema.

—¿Sigues con eso? —suspira Tsurugi, rendida— No importa que hagamos, mi amor. Félix es quien mató a la chica.

—Lo sé. Pero no fue su culpa. No hay exámenes toxicológicos que determinen, por ejemplo, que iba con trago en la sangre —la toma de los hombros, decidida— Además, el video es elocuente. No soy abogada, sin duda. Pero si esto es mostrado en una corte y ven que Félix intentó auxiliar a la víctima, no puede ser catalogado como agravante. No es que haya chocado y huyó de la escena.

—Pero si huyó, cariño…

—Si, si, si…pero se ve la intencionalidad de sus actos al prestar primeros auxilios. Al menos…—desvía la mirada, contemplativa— Eso reduce la pena. Félix podría no perder su licencia como médico, por ejemplo.

—Lo cual no evitaría que igual vaya a la cárcel.

—No lo sabemos —redunda la reportera— Es solo una atenuante, según la ley francesa de vialidad y tráfico. El lugar no tenia señaléticas. Y Fei, que en paz descanse y me perdone…tampoco la respetó. Ella no frenó ni disminuyó la velocidad del vehículo. En pocas palabras, si fue un verdadero accidente fortuito por culpa de un trabajo ilegal que se hacía en la carretera.

—¿Y entonces tu conclusión es…? —arquea una ceja, no muy convencida de su relato.

—¡Que esta podría ser una gran primicia para mí! Si hago una nota de…—calla— Un momento —la detiene de golpe, cuestionándole— ¿Qué te pasa? ¿Por qué quieres meter preso a Félix?

—¿Cuándo he dicho eso, yo? —se mofa, separándose de ella— Por favor, no saques conclusiones raras.

—No me mientas. A ti te pasa algo personal con el —le apunta con el dedo— ¿Qué fue? ¿Lo de Emma?

—Escucha, no quiero meter preso a mi ex marido —exhala, metiéndose a la cama.

—¿Y entonces por qué de pronto te noto reacia a lo que te digo? —cuestiona la rubia— Félix no es mi ex, no es nada mío. Y, aun así, pareciera que soy la única que quiere ayudarlo.

—Claro que quiero ayudarlo —falsea la japonesa, desviando la mirada— Pero no por ser el, precisamente…

—Kagami…—chista Zoé, cruzándose de brazos— ¿Otra vez con los celos esos?

—¡Que no estoy celosa, joder! ¡Pero es que…! —traga saliva, apretando los labios. Recula— Hay mas gente involucrada aquí. Están mi jefe directo, el cual es el alcalde de parís: Tu padre. Y ahora el señor Agreste y quizás cuánta gente más.

—Ya ¿Y por eso quieres meter preso a tu ex?

—¡Zoé, con un demonio! ¡Que no quiero…! —se calma, liada— Vale, ya entendí tu punto. Haremos lo que tú quieras ¿Sí? Es muy tarde, estoy cansada. Ven a darme los besos de las buenas noches.

—No —niega con la cabeza— No habrá besito de las buenas noches si no me cuentas que demonios te ocurre.

—Zoeeeee…—rezonga la política, arrastrando las palabras.

—Dímelo —exige la ojiazul, brincando en sus piernas— ¿Qué es ahora?

—Me siento mal por Marinette y ese pobre chico ¿Ok? No te hagas la que no pasa nada —confiesa Kagami, agraviada— Estuvimos en casa de ellos esta noche. Tu los viste. Y no sé…—se soba el cuello— Siento de pronto que les debemos algo a ellos.

—¿Algo así como justicia?

—Si.

—Eso es algo que solo Marinette debe determinar —expresa la rubia, tomando su mentón para que conecte mirada con ella— Oye…entiendo lo que estás sintiendo. Estás haciendo amago de una especie de sororidad con Dupain-Cheng y lo comprendo. Pero no te dejes engañar. Eres la congresista Tsurugi. Y los culpables de esto son esos políticos corruptos de mierda que siguen al poder. No hay mas chicas metidas aquí. ¿Vas a permitir que una manga de pendejos te manipule así?

—Eso jamás —niega, frunciendo el ceño— Que se metan por el orto su patriarcado mal ejercido.

—¿Y entonces?

—Lo siento. Tienes razón. Perdona si dudé en su momento —se excusa, confundida— Llevamos meses metidas en esta mierda y ya estoy agotada del tema, es todo. Pero quiero que sepas, que mis convicciones no han sido ultrajadas por nadie. Aquí hay peces gordos metidos y no descansaré hasta que caiga.

—¡Esa es mi chica! —Zoé la rellena de besitos por todas partes— Mira, ahora tienes muchos de buenas noches.

—Que buenas noches, ni que nada. Ven aquí —Tsurugi le da un vuelco sobre la cama, recostándose encima de su amante— Tus besos me calientan. Ahora hazte cargo.

—Y bueno… ¿Qué pasó con la que dijo que estaba cansada? —ríe febril, la fémina— Tú tienes pilas de sobras…

[…]

—¡Ya me voy, Jul! —le despide Adrien, en la entrada— ¡Que pases bonita noche!

—¡Es-Espere, señor Agreste! —Couffaine lo detiene, alzando la voz— Tiene una…paciente más.

Edificio Bobigny, centro de Paris. 19:00PM. Centro terapéutico.

—¿Cómo que una paciente más? —el rubio examina la hora en su reloj— Son las 19. Estamos cerrando y no tengo mas gente en la agenda.

—Es lo que le dije, pero ella…—la ve ingresar de todas formas— Ella insistió. Dijo que venia derivada del hospital universitario.

¿La mandó Félix…? —el francés hace amago de duda, observando a la muchacha de pies a cabeza, suspicaz— Mucho gusto, señorita…

—Lila Rossi, encantada —estrecha su mano, dotada de una sonrisa fingida— ¡Oh! Mil disculpas por venir a esta hora, no sabía que estaban cerrando.

¿Qué dice? Pero si yo se lo repetí cuatro veces —piensa Juleka, molesta tras el mostrador.

—No se preocupe, señorita Rossi. Un error lo comete cualquiera —disimuladamente, Adrien la invita a salir con el del lugar— Le agradezco mucho que me haya elegido para tal proeza, pero me temo que ahora mismo estamos cerrando. Aunque si le deja sus datos a mi secretaria, ella con gusto le agendará una cita la próxima semana —gira los ojos hacia su asistente— ¿Verdad, Jul?

—Claro que sí, doctor —Couffaine contesta con recelo en los labios— No le creo nada…

—¡Eh! ¡Oh! Por dios, creo que ha habido un mal entendido —murmura Rossi, haciendo amago de falsa modestia— El doctor Fathom me derivó a su consulta, porque dijo que usted era el mejor en el rubro y que tenia un corazón de oro para ayudar a la gente en desgracia. Sucede que…—se toma la frente, acongojada— Hoy sufrí un colapso por estrés y acabé en urgencias. Si no hubiera sido por sus cuidados, no estaría aquí.

¿Félix dijo eso de mí? No suena como algo que diría mi primo…—despabila— ¿Cómo? ¿Le ha dado una crisis?

—Un…ataque de pánico, para ser sincera —relata la morena, melancólica— Últimamente me pasa cada vez mas seguido y ya no sé que hacer. Supongo que el trabajo me ha pasado la cuenta. Aun tengo los nervios de punta, mire —finge un temblor en ambas manos y en un parpado— Creí que usted podría…hacer una "excepción" solo por hoy. Tengo miedo, joven Agreste. No quisiera irme a casa en este estado. Y como bien lo precede su distinguido trabajo…—desvía la mirada— imagino no querrá que una joven dama como yo se exponga así a sus intrusivos pensamientos ¿Verdad? —pucherito.

Demonios…si se ve bastante mal la pobre —Adrien exhala rendido, finalmente cediendo a su convincente relato— De acuerdo, creo que no habrá problemas de tratarla, si se trata de una emergencia. Jul, tu puedes irte. Yo cerraré el centro.

—Pe-pero…joven Agreste…—no está para nada convencida.

—Tranquila, todo estará bien. Solo veré que le pasa a la señorita y me iré a casa ¿Sí? —estira la mano— Dame las llaves.

—De acuerdo…—se las entrega.

—Estimada —el rubio regresa a su oficina— Por aquí, por favor.

—¡Gracias! ¡Mil gracias! Es usted tan indulgente con esta pobre persona —exclama Lila, abrumada— Le sigo.

Mh…algo no anda bien aquí —piensa Juleka, observando la escena con suspicacia. Extrae el móvil y le escribe a su hermano— Veré que pasa.

Dentro de la consulta. 19:30PM.

—Entonces…—Adrien toma asiento frente a ella, abriendo una ficha en su tablet— Señorita Rossi.

—Oh, por favor no. Ahora que seremos paciente y doctor me gustaría menos formalidades. Dígame "Lila" a secas ¿Sí? —sisea la fémina, paseándose indiscreta por el cuarto; con mirada fisgona.

—Bueno, ya que estamos con esas —ríe carismático el ojiverde— Dime Adrien entonces.

—Un nombre precioso, por lo demás —hace una pausa, examinando unos libros sobre el estante— Tienes una consulta muy bonita, Adrien. Se ve elegante y sobria. Imagino que te gusta mucho el orden y la limpieza.

—Si, bueno jeje…—rasca su nuca, tímidamente; en lo que la observa desplazarse de un lado a otro— Creo que un ambiente grato hace que mis pacientes se abran con más facilidad.

—Si. Imagino que muchas chicas se abren contigo —musita con actitud provocativa. Por supuesto que la ha tirado con doble sentido, pero para no arruinar la plática, regresa a su sofá— Estoy lista, Adrien. Lista para…abrirme yo también —agrega, mostrando ni un ápice de pudor.

¿Es mi idea o esta chica está coqueteándome? —traga saliva, sutilmente ruborizado— Ejem…—carraspea— Entonces, Lila. Retomando lo que nos compete hoy. Déjame saber un poquito mas de ti antes, para crear un axioma entorno a el contexto ¿Sí? ¿A qué te dedicas realmente?

—Soy bibliotecaria —asiente Rossi, cruzando una pierna sobre la otra en tono elegante— Pero actualmente me desempeño en la política.

—Una profesión como esa sin duda conlleva almacenar muchísima información ¿No?

—Como no tienes idea…—arquea una ceja.

—Mencionaste lo del estrés y un ataque de pánico —Adrien escribe en su artefacto electrónico— ¿Algún suceso en particular que haya sido espectro detonante de ello? Tal vez… ¿En tu trabajo o en tu vida diaria?

—Muchos problemas, doctor —expresa la ojiverde, cabizbaja— La presión de mi puesto me empuja a tomar limites que me sacan de onda. Digamos que mi cargo demanda muchísima responsabilidad. Estoy consciente de ello.

—¿No has pensado en tomarte unas vacaciones quizás? —sugiere el especialista— Digo, para mitigar el proceso.

—En un rubro como el mío, el descanso no se es tan permitido —relata malograda la muchacha— Trabajar en el ayuntamiento no es el problema. Si no más bien, mi campo laboral. Me asignaron a vialidad. Y de un tiempo a esta parte, hemos sufrido el acoso constante de la policía.

—¿La…policía?

—Si. ¿Puedes creerlo? —suspira, molesta— Son muy molestos. Y claro, como yo vengo recién entrando al puesto, me tomaron por sorpresa. Supongo que no estaba costumbrada a tanto asedio mediático.

—Ya veo —el Agreste anota— "Estrés laboral, con derivación psico somática" —y reanuda— Antes comentaste que mi pri-…quiero decir, que el doctor Fathom te derivó. ¿Cuál fue su diagnóstico?

—No me lo dijo —miente— Pensé que tu podrías ayudarme.

—¿Pasó algo en especial que te provocó ese ataque en particular? ¿Algún evento…del cual no estabas lista para afrontar? ¿Algo que te haya tomado por sorpresa?

—Claro —se toma la sien con ambas manos, fingiendo pensar en ello— Una investigación. Ocurrió un accidente y buscan al responsable. Me temo que me pidieron cierta información que yo no tenia a la mano. Eso…fue antes de desmayarme —confiesa.

—Comprendo. Lo mejor para estos casos, sería siempre encontrar y crear una red de apoyo confiable para que amaines tus pensamientos nocivos ¿Sí? —revela el psicólogo— Y sacarte de la mente, la posibilidad de profesar sentimientos como culpa o mucha responsabilidad por algo que no es tuyo.

—Gracias, Adrien. Eres un sol —Lila se abraza así misma, mas serena— Si no fuera por ti, no me sentiría mas tranquila. Sin duda, fue un acierto hablar contigo.

—Para ser una primera sesión, te desenvuelves bastante bien, Lila —el francés sonríe de manera ladina, asintiendo— Fue un excelente comienzo y creo que nos llevaremos de maravillas. De momento, te voy a prescribir unos ansiolíticos suaves nada mas —escribe— Y acortar las horas laborales que vuelcas en tu trabajo, para conseguir algún hobbie o pasatiempo que te guste.

—Sin duda lo haré, doctor —Rossi se levanta, estrechándole la mano— ¿Sabes? Ahora que lo mencionas…sí. Últimamente, me he sentido muy atraída por la investigación. Ya sabes, jugar al detective. Creo que me sienta bien.

—No tiene nada de malo. Sin duda debes gozar siempre de lo que haces —se alza también, correspondiendo su gesto de despedida— Ya que me diste tus datos al comenzar, te he enviado la receta a tu correo. Favor síguela al pie de la letra y nos vemos la próxima semana.

Lila Rossi ha aceptado con humildad sus recomendaciones. Aunque no sin antes, dar una ultima ojeada escueta por el lugar. Una, que ha dado como resultados el hallazgo de una foto muy decidera sobre su escritorio. Es el retrato de Félix y Adrien juntos, con un fondo llamativamente festivo; como navidad o año nuevo. Algo se enciende en ella.

—Vaya. Que coincidencia —comenta la morena, al aire— Pero si eres tu con el doctor Fathom. Si que son buenos amigos. Aunque parecen mas bien hermanos —ríe— El parecido es increíble.

—Si, bueno…—Adrien carcajea, jocoso— En realidad…es que somos algo así. El doctor Fathom es mi primo hermano.

—Oh la la. No tenia la menor idea —falsea, con cinismo— Se ve que son muy unidos.

—No tanto como quisiera —admite el Agreste, malogrado— Ojalá serlo más.

—Estoy segura de que encontrarán el motivo ideal para unirse mas que nunca, Adrien —esboza sonriente— Mucho antes…de lo que crees…

20:50PM. Estacionamiento.

—Estoy dentro —cuchichea Lila, al teléfono— El idiota no sospecha nada. De momento he descubierto que tenias razón. Son primos y sin duda Adrien no sabe nada sobre el accidente —calla por unos instantes, recibiendo ordenes del otro lado de la línea— Lo tengo bajo control, descuida. Lo que si…creo que no será muy fácil sacarle información como pensé. El muy tonto cree que Félix es una especie de santo o algo así.

No te dejes engañar —berrea una voz femenina, al otro lado— Se ve inocente, pero no lo es. Ese tipo sabe cosas.

—Tranquila, ya ha mordido la fruta. Y tarde o temprano…—sonríe, con morbosidad— terminará escupiendo la pepa.

No olvides el objetivo principal —le advierte la mujer— Tu misión es enamorarlo. Que no se te pasen los humos por la cabeza.

—Lo tengo mas que claro. Y si hay alguien que terminará delatándole…será el —ríe maquiavélicamente— Adiós —corta.

[…]

—Doctor —protesta Luka, preocupado— ¿Sucede algo malo?

Hospital Universitario Pitié Salpêtrière. Lunes. 10:10AM.

—¿Eh? ¿Qué? —despabila.

—Te pregunté algo…

—Perdóname, Luka. No…no te estaba prestando atención —confiesa Félix, apretándose el entre cejo con los dedos— Disculpa. ¿Me repites la pregunta?

—Te pasé los resultados del examen de la paciente 3-10 —redunda Couffaine.

—Ah. Si. La chica con leucemia —Fathom intenta concentrarse en el informe, releyéndolo sin muchos miramientos— Ok. Si. Este…vamos a hacerle una ultima resonancia. Quiero saber si el cáncer hizo metástasis ya. Por favor, llévale este informe a mi secretaria, que ella ingrese la orden. Eso…ya —desvía la mirada, completamente fuera de contexto.

—Félix…—inquiere el anestesista, tomando la mano que sujetaba la carpeta, en vez del documento en sí. Logrando así, un contacto visual mas certero— Perdona si sueno insistente. ¿Pero sucede algo malo? Y no me refiero a los exámenes de la muchacha, que claramente están malísimos.

—No pasa nada, Luka. Estoy bien ¿Qué no ves? —Graham de Vanily se levanta de la silla, caminando hacia un costado de la oficina para servirse un trago de whisky sin hielos. Bebe. Su camarada sigue de pie frente a él, con actitud confundida— Mierda. ¿Y ahora qué?

—Estás tomando.

—Bueno, yo siempre tomo.

—No a esta hora —el peliazul frunce el ceño, a modo de regaño— Es demasiado temprano y ni si quiera hemos practicado una cirugía clase R.

—Supongo que he cambiado los horarios ¿No? Es mi nuevo yo —ríe, restándole importancia. Toma otro sorbo— El señor Borhman. ¿Cómo salieron los resultados del escáner?

—Tu sabes como salieron los resultados —refuta su camarada, liado— ¿Qué fue? ¿Marinette?

—Por favor, Luka —se encoge de hombros, simulando estar bien— ¿Qué tiene que ver Marinette en todo esto? Todo está bien con ella. Estamos de maravillas ¿Qué no ves? Jajaja… ¡Todo bien! ¡Pasamos una navidad increíble juntos! ¿Qué mas puedo pedir? Sigue siendo la chica maravillosa de siempre. Eso no va a cambiar para mí. ¿Lo pillas?

—E imagino que ella sigue pensando lo mismo de ti ¿No?

—…

Silencio sepulcral en el ambiente.

—Dios mío, Félix —Couffaine se aproxima a él, plantándole cara— ¿Qué está pasando con Marinette? Y perdona si sueno pesado, pero vamos…hace un par de días atrás, bromeábamos con Rose sobre lo bien que te hacía salir con ella y como te cambió el humor. Y ahora…—aprieta los labios— Y ahora pareciera que te llueve sobre mojado. Una nube negra, sobre tu cabeza. Perdona, pero a mi no me engañas. No olvides…—toma sus manos, en modo condescendencia— Que soy mas que solo tu camarada. Soy tu amigo…no temas en abrirte a un amigo.

Bingo. Sus palabras lo han desarmado, al punto de llenarle las escleróticas de lágrimas; casi tentado a llorar. Pero no lo hará. No ahora, que está metido hasta el cogote de problemas. Hastiado, le suelta y se pasea por el cuarto, cual león enjaulado. Trata de hilar fino, buscar palabras coherentes, pero no las halla. Se acaba de un sorbo certero el trago y se sirve otro. No va a mentirle. No a el…

—Tienes razón, Luka. A ti no te puedo engañar —revela Fathom, derrotado— Las cosas…no están bien con Marinette. Por no decir, pésimo.

—¿Tan mal…?

—Mal. Muy mal.

—Carajo. ¿Qué hiciste?

—¿Yo? ¿Por qué de pronto asumes que hice algo malo? —le rebate el neuro cirujano. A lo que su amigo arquea una ceja, suspicaz. Ok, ok…sí. El mas propenso a cagarla siempre es el— Demonios. Si…creo que me he mandado la cagada de mi vida y en serio, no sé cómo salir de esta.

—Escucha, amigo —Luka se abalanza hacia él, sin animosidad de hostigamiento— No pretendo ahondar demás en tu vida privada. Bueno, no mas de lo que tu no me cuentas ¿Ok? Pero me preocupas. Y es natural que quiera saber que te pasa. Sin embargo, si no deseas hablarlo ahora, lo entenderé. Solo…—traga saliva— Solo no te cierres ¿Vale? No estás solo. Ya no. Me tienes a mí, a Rose, a tu primo, a tu familia. A tu hija…—sonríe grácil— Si hay algo en lo que podamos aportar, créeme que no dudaremos en apoyarte.

—Ja… ¿Apoyarme? —gruñe el británico, con actitud subversiva— ¿En serio me apoyas?

—Siempre, Félix.

—¿Hasta qué punto?

—Bueno…hasta el final ¿No? —manifiesta con seguridad el médico— Mas bien, hasta lo que tu permitas.

—Yo permito todo —confiesa, fulminándolo con la mirada— ¿Y tú? ¿Hasta que permites?

—No…te estoy siguiendo…

—¿Realmente quieres saber que me pasa, Luka? —su amigo asiente, seguro— Si te cuento ¿Prometes no juzgarme?

—Prometo escucharte —comenta el ojiazul, en tono cariñoso— En nuestro rubro, el juzgar no nos corresponde. Eso se lo dejamos a la religión.

—Entonces…—Fathom lo sienta en la silla, tomándole de los hombros— Te contaré. Todo. Y si para cuando sepas que me ocurre, sigues siendo mi amigo…ya dependerá de ti.

—Soy todo oídos…

En un comienzo creí que lo más difícil sería contarle a la misma Marinette lo que había hecho esa noche. Pero conforme le relaté lo acontecido a Luka, comprendí que mas allá de revelar mi verdad con la gente que apreciaba o quería, era asimilar yo mismo la mierda que cargaba sobre mis hombros. Al principio pensé: "Revelar esto, será mi condena. El fin de mi carrera. El fulminante rayo que te da violentamente en el cuerpo y descalabra tu anatomía, con la sed de la decepción y los malos augurios". Una imagen manchada en la lascivia de lo que moralmente hablando no puedes permitirte. Sin embargo, cuando finalizamos la plática…sorprendentemente Luka me abrazó. Me emprendo sin dolos a mencionar que inclusive, soltó un par de lagrimones denigrantes, al son de mi propia prudencia escarnecida. De todas las personas que deambulaban etéreas por mi circulo de amistad, el era el ultimo en la lista. Le juzgué mal.

—Esto no puede quedar así —revela Luka, limpiándose los parpados— Félix, tu no eres ningún asesino. Pero sin duda cometiste un error. Y creo firmemente en el hecho de poder enmendarlo, si así se te permite.

—Luka… ¿Cómo hallar justicia a mis agravios? —consulta Félix, derrotado.

—Me…extraña un poco escuchar esa palabra salir de tus labios, no te ofendas. "Justicia" —comenta el enfermero, gesticulando una mueca hosca— Pero llevamos tantos años trabajando juntos, que incluso llegué a dudar de aquel juicio tuyo.

—No me ofende lo que me dices, pero sin duda me hace ruido —ríe Fathom, extrañado— No es tu culpa. Creo que soy una persona muy fácil de mal interpretar. Es que…me cuesta mucho expresarme abiertamente y con sinceridad. No porque sea un mentiroso un falso. Si no que-…

—Tienes miedo. Y eres sensible. Lo entiendo como no te imaginas —asiente, apoyando la causa— Esto de aquí no sale ¿Me oyes? Así como lo que pasa en el quirófano, tampoco sale. Cuenta conmigo. Dime como ayudarte y te prometo que lo haré.

—Ojalá tuviera esa directriz en mi vida…pero…—desvía la mirada, abrumado— No la tengo…ni si quiera yo sé cómo solucionar esto.

—¿Quién más lo sabe?

—Muy poca gente —masculle el inglés, tomando otro sorbo de whisky— Los que mas me importan ahora, sin duda.

—Eso no es verdad —espeta Couffaine, con desazón— ¿Qué hay de tu madre? —Félix niega con la cabeza— ¿Tu primo hermano? —niega de nuevo— ¿Tu familia…?

—¿Crees que…deba contarles ya?

—Creo que la verdad te hará libre, si no mas preso de tu responsabilidad por como te abras con tus seres amados —asiente, suspicaz— Debes decirles, Félix. Que todo aquel que te ama, lo sepa. Y solo al final…sabrás si tienes aliados o enemigos.

—Tienes razón —sentencia Félix, con potestad— Lo haré. Es necesario ya —coge su móvil y teclea en el— Los convocaré a todos y les contaré.

—Tu no te detengas. Hazlo —sonríe afable el ojiazul. De pronto, recibe un mensaje en su teléfono igual— Disculpa. Es mi hermana…

—Adelante, haz lo tuyo. Mientras yo les escribo a los míos.

Luka Couffaine se aparta de su compañero, releyendo con preocupación el mensaje. Juleka se profesa angustiada. Algo extraño está pasándole.

«L: ¿Qué pasa hermana?

«J: Hermano… ¿Qué sabes de Lila Rossi?

«L: ¿Lila…que? —Luka se desfigura. No comprende del todo el contexto de su pregunta— ¿De quien hablas?

«J: Esta chica. Vino ayer a la consulta de Adrien y dijo que ustedes la habían derivado —le envía una fotografía— ¿La atendieron ustedes? ¿Ingresó a urgencias realmente?

«L: ¿Qué me cuentas? —Luka examina la foto, absorto. Y responde— Jamás la vi. Ni en pelea de perros. ¿Quién demonios es?

«J: Lo sabía —emoji enojado— Hermano, necesito hablar contigo. Juntémonos en la panadería de los Ferrer a la misma hora de siempre. Tengo algo que contarte.

«L: Vale…ahí estaré —dedo pulgar arriba.

—¿Todo bien, Luka? —pregunta Félix, inquieto— Te ves fatal, hombre.

—¡N-no! Todo bien —ríe sarcástico— Es que mi hermana cuenta que mamá está enferma y debo ir a verla. Oye —le apunta con el dedo— Tu sigue en lo tuyo ¿Sí? Escríbeme cualquier cosa. Tengo que irme —sale por la puerta— ¡Hazlo!

—O-Ok…

A esa misma hora, toda la prole integrante de sus más cercanos recibía un mensaje casi al unísono. El titulo de la convocatoria era: "Reunión informativa de familia urgente en mi casa. Martes a las 21:00. No falten".

No les voy a adulterar la autenticidad de mis actos. Cuento con agobio. Esa fue la ultima fachada que montaría de acuerdo a mi incrédulo porvenir sobre el pasar fidedigno de mi vida delante de los ojos ajenos. Incluso me di la providencia de invitar a Kagami, Zoé y mi primo Adrien, quienes claramente ya sabían todo sobre aquel acontecimiento en el acueducto. Aunque este último solo lo encubriera detrás de un manto de incrédulo pensamiento. Pues esa noche, la noche del accidente, lo visité magullado. En un comienzo, hasta mi madre de deformó cuando les relaté lo acaecido. Eventualmente, sus expresiones faciales y músculos beligerantes se fueron soltando conforme pasaba de pagina en pagina con amargura por mis fracasados ensayos de ampararme ante un hecho fatídico; con resultado mortuorio. Yo había asesinado a la madre de Hugo. La esposa de Marinette, la mujer que, sin abatimientos huraños, amaba por la vida. Y que, en todo momento, recalqué muy en claro que haría lo que fuese por recuperarla.

Todos guardaron silencio. Hasta que, en algún punto crucial, rayando en el éxtasis de los referido y ya mencionado, mi tía Emilie tomó la palabra; exponiendo así su total apoyo a favor de mi traspiés. Acto seguido, le siguió mi primo hermano Adrien. Pasando por Kagami, Zoé, mi madre y finalmente…el único que continuaba estoico en su posición arisca…mi tío Gabriel. Fue el único que, de cierta forma solapada, me juzgó apuntándome con el dedo. Aunque no llegué a dimensionar si realmente le afectaba por mi futuro o…por algo más. Contra todo aciago vaticino, conté mi verdad. Si había alguien a quien no le gustara lo que relaté, tendría que hacer frente a sus propias prudencias. A eso de las 23:20PM de la noche, noté como Lee caminaba errática de un lugar a otro, preocupada por algo que yo desconocía. Armado de mas valor que miedo, me arrimé a ella para saber que demonios navegaba en sus pensamientos mas oscuros. Me llevó hacia un costado de mi casa, mientras mi propia hija Emma, dialogaba afable con mi madre en el salón.

—¿Me perdí de algo? —pregunta Fathom, intranquilo.

—Félix, esta situación es grave —revela la periodista, turbada y haciendo uso de susurros en sus frases; como quien cuida sus palabras— Yo fui la primera en enterarme de esto. Lo sé, porque llevo casi un año ayudando a Kagami con la policía.

—¿Qué me cuentas? —Graham de Vanily se espanta.

Guarda silencio —gruñe Zoé, bajando el tono de voz a lo más mínimo; oíble— Tengo todo lo necesario para creer que Gabriel Agreste y mi padre están metidos hasta los huevos en esto.

—¿Cómo dices? —Félix amaina la voz, rehuyendo furtivamente de la mirada de los comensales— ¿Cómo que mi tío está involucrado en esto?

—La noche que nos invitaste a tu casa para contarnos sobre tu relación formal con Marinette —revela la rubia, susurrando— Yo lo espié. A tu tío —añade, simulando charlar y reír, mientras bebe una copa de vino— Finge reírte. Ahora. Gabriel nos mira.

—¡Jajaja! —carcajea el doctor Fathom, disimulando soltura en sus palabras— ¡No me digas! —reanuda la conversación, susurrando— ¿Qué escuchaste, mujer? ¡Dime! No confío en las lesbianas ¿Ok?

¡Oye! Mas respeto, pedazo de mierda —refuta, malograda la ojiazul. Otra vez, finge demencia— ¡Te juro que sí! ¡Jajaja! —reanuda— Te vas a tener que acostumbrar, porque no todas somos una basura ¿Ok? —lo regaña. Acto seguido, carraspea como si nada— Tu tío es el dueño de una concesionaria que se ganó una licitación a portas de dinero mal versado. Le pagaron a André para reparar ese acueducto. El mismo donde chocaste esa noche.

—¿Eso que mierda significa?

—Despabila, doctor —gruñe Zoé, fulminándolo por el rabillo del ojo— ¡Están usando tu accidente para encubrirse! Félix, creo que puedes salir blanqueado de esto. ¿Lo pillas?

—Lo pillo. Si —berrea Fathom, detrás de una copa de whisky bien cargado— Pero eso solo me salva de la justicia. No de Marinette.

—¿Y a ti que mierda te importa Marinette? —rezonga la rubia, molesta— ¿Acaso no te afecta más ir preso?

—No —sentencia el inglés, malogrado— Si Marinette ya no me ama…que me fusilen.

¡Maldito idiota cursi! ¡¿Te estás escuchando?! —berrea Lee, cabizbaja— Dios, Félix. Esto no se trata de Marinette. ¡Se trata de tu pellejo!

¡Todo se trata de Marinette! —refuta, ruborizado— ¡¿Qué no ves que es la única mierda que me importa?!

¡¿Y tu hija que, Fathom?! —chilla en voz baja, la periodista.

¡Mi hija si! ¡Pero Marinette y Hugo son mi familia ahora! —sentencia el doctor.

¡Escucha, pedazo de marica sensible! ¡Si no me-…!

—¡Bueno! —interrumpe Gabriel de la nada, haciendo amago de indulgencia. Como si nada hubiese pasado— Emilie, cariño. ¿Nos vamos ya?

Espera…—Félix se paraliza.

¡Félix! —la reportera le jala del antebrazo, super convencida. Lo increpa con la mirada. Y le dice: "Dale conchudo, dile la verdad. DALE"

—¡Espera, tío! —interrumpe Félix en medio de todos.

Un mutis amargo se instaura en el ambiente. A lo cual, Zoé canta victoria. Le ha entregado las tentativas de sus movimientos en la mano, una carpeta, videos y pruebas suficientes para incriminarlo. Amelie y Emilie se miran entre sí, como quien busca que de una buena vez por todas salga a la luz un negocio turbio y feo. Sin embargo, la mirada afilada del británico denostó que no era momento de hablar en público. Y por supuesto, que el magnate de la moda lo capta.

—Antes de que te vayas. ¿Serías tan amable de acompañarme a mi despacho? Quisiera…—agrega, templado— Mandarle a hacer un vestido a Emma y requiero de tu sabio ojo profesional.

—Lo siento, Félix. Pero yo no hago tratos con asesinos —gruñe el peliblanco, mosqueado.

—Oye…—Amelie se desfigura con su comentario.

—Tengo los modelos aquí —Fathom le muestra la carpeta. Y sonríe— De seguro te importará echarle un vistazo.

¿Cómo demonios se enteró? —piensa Gabriel, gesticulando una mueca de recelo. Todas las miradas han recaído en él, por lo que negarse a estas alturas, sería ridículo— Bien. Los veré y luego me iré.

En su oficina.

—Es cierto que en el pasado tu y yo nunca nos llevamos bien —comenta Graham de Vanily, sirviéndole un trago de whisky— Y me atrevería a decir, que si me tolerabas era meramente porque estaba casado con Kagami —le extiende el vaso.

—Me parece soberbio de tu parte asegurar que solo era cuestión del pasado —Gabriel examina el líquido con recelo— Eso aun no ha cambiado.

—Tranquilo, no está envenenado —le muestra el suyo y bebe, con tranquilidad. Finalmente, lo acepta— ¿Por qué no me extraña?

—¿El que?

—Que hayas sido el único que se mostró

—Jm. ¿Qué esperabas? ¿Qué te felicite? —farfulle el mayor— No seré cómplice de tus porquerías, como todos en esta familia.

—Cierto. De ti no esperaría mas ni menos —ríe con altivez el rubio— Sin embargo, me parece que esta vez la cosa es al revés —le lanza la carpeta sobre el escritorio— ¿O me equivoco?

Ahí. Justo en medio de la pulcra madera, las fotos e imágenes del accidente. Seguido de dos extensos informes de empresas, cuentas, transacciones y algunas conversaciones telefónicas transcritas. El diseñador traga saliva, ofuscado. Sin poder refutar demasiado las pruebas que le inculpan. Así que, por ahora, apelará solo a su displicente capacidad de humillar a otros.

—Vaya…para ser un cornudo, tienes los huevos bien puestos —Agreste bebe un sorbo del brebaje y relee los papeles— Podría haber esperado que asesinaras a esa muchacha. Pero ¿Aliarte con la mujer que te quitó a tu esposa? Se ve que la señorita Lee ha estado muy ocupada imaginando cosas.

—De Zoé podrás decir lo que se te plazca, no pretendo defenderla —Félix se para frente a él, fulminándole con la mirada— Pero créeme…que después de que esto salga a la luz, habrá de mucho mas de que hablar sobre ti.

—No seas estúpido, Fathom —berrea el sastre— Sabes perfectamente que irás a la cárcel, si se entera la policía.

—Bueno, supongo que seremos entonces compañeros de celda —esboza el ojiverde, con soberbia— Aunque claro, mas allá de que me lleven a juicio y cumpla una breve condena, desfalcar a tu familia no será bonito. Piensa en mi pobre tía Emile. O en mi primo favorito. ¿Qué hay de tus contactos? Se que los Bourgeois también están metidos hasta el cuello. Así que, me parece que el estúpido sería otro.

—¡Mide tus palabras, mocoso! —rezonga colérico el hombre de anteojos— ¡¿Con quien mierda crees que hablas?!

—Sin duda con alguien lo suficientemente poderoso como para que tiemble por sus planes, cuando lo vea irse por el WC —le amenaza.

—No seas ingenuo, Fathom —se mofa con altanería dotada en sus labios— La mediocre profesora esa que tanto dices amar, no te va a perdonar jamás lo que le hiciste. Destruiste su familia. Sigue soñando con eso.

—Tal vez. Pero eso es algo que no te compete ni te importa —advierte el doctor— Y en lo que a mi respecta, Marinette es lo que menos debería preocuparte ahora. En estos momentos ya todas las personas que me importan, saben lo que hice. Conocen los hechos y mi participación en ellos. Saben, que estoy arrepentido. Y que, si tengo que pagar por ello, lo haré. En cambio, tu…—lo examina de pies a cabeza, echándole una ojeada fútil— Serás mas que decepción. Estafar al fisco es grave, Gabriel. No sé tú, pero, jugar con el dinero de los parisinos no es muy buena idea.

—Ya basta —Agreste cierra la carpeta y recula— Ya entendí. ¿Qué es lo que quieres realmente?

—Es simple. Quiero que dejes de sacar provecho de mi desgracia, sobre lo que hicieron con ese acueducto —protesta el especialista, inoportuno— No seré el mártir de nadie ¿Me oyes? Se que eres el dueño de esa concesionaria. Así que ahora llamarás a todos tus malditos contactos y no me importa si mueven cielo mar y tierra —sentencia, apuntándole con el dedo— Vas a deshacerte de toda evidencia que me inculpe, hablarás con la policía, encontrarás un palo blanco y me sacarás de esto.

—Félix, no creas que, porque te quite a la policía de encima, no tendrás un juicio por esto —reverbera el peliblanco.

—Lo sé. Pero en estos momentos, el único juez que necesito tiene nombre y apellido. Y solo ante ella, rendiré cuentas. Tengo una hija que mantener —narra, malogrado— Le hice una promesa. No puedo ir a la cárcel. Debo solucionarlo. Y tú, me vas a ayudar en esto.

—Que sepas que no lo hago porque te quiera o algo así, eh —aclara Agreste, cogiendo la carpeta para meterla dentro de un maletín— Pena no me das. Ni mucho menos lastima. Tu y tu familia siempre me parecieron una muela cariada. Sobre todo, el imbécil de Colt.

—Me causa un poco de gracia que insultes a mi progenitor después de tantos años, succionando su dinero —carcajea Félix, acabándose de lleno su trago— Te hiciste rico gracias a el ¿No? Y cuando ya habías amasado toda tu fortuna, lo dejaste a su suerte. Aunque claro, no digo que no se lo haya buscado. Colt tenía un don especial para hacerse odiado por todos. Incluyendo a su familia. Hasta creo que lo disfrutaba —carcajea, irónico.

—Adiós, Félix —Gabriel deja su vaso vacío en el escritorio y sale por la puerta— Creo que tu y yo hemos acabado con esto.

—Seguiré siendo tu sobrino, tío querido —bosqueja Félix, con dejo de sarcasmo— Eso no va a cambiar. Ni aquí, ni nunca.

Eso ya lo veremos…

De vuelta al comedor.

—Emilie, nos vamos —demanda el magnate, empujando a su esposa por el omoplato— Ve por tu abrigo. Hemos terminado aquí.

—¿Se puede saber que demonios te pasa? —le regaña su esposa, obstinada— Estás actuando mucho mas tozudo que otras veces y no me agrada tu actitud. Despídete bien, de la familia.

—¡Arg! No molestes ¿Sí? En la casa hablaremos más —exige, trasladando a su nuera por la silla— Vamos, Amelie. Te llevo a tu apartamento.

—No gracias, Gabriel —se niega la británica, palmeándole la mano en son de rechazo— Mi chofer ha venido por mí. Me iré a casa sola —realmente está molesta por como trató a su hijo.

—Bueno, hagan lo que quieran par de hermanitas problemáticas —comenta turbado el hombre, acomodándose la chaqueta en el proceso.

—Lo veo y no lo creo —murmura Zoé Lee, a un costado de Kagami— Gabriel Agreste completamente doblegado. Bueno, sabía que funcionaría.

—Siento que estas jugando con fuego —advierte Tsurugi, con desazón— Ten cuidado.

—El se lo buscó —interrumpe Félix, incorporándose a ambas mujeres; en lo que los ve marcharse— Y la verdad les debo una, chicas. De no haber sido por ustedes, nunca hubiera sospechado si quiera que había algo mucho mas turbio detrás de todo esto.

—Tsk…—la japonesa se cruza de brazos— Eso es porque nunca ves mas allá de tus narices, Fathom. Siempre tan emo para tus cosas, como si estuvieras solo en la vida. Y si quieres darle las gracias a alguien, Zoé se lleva los méritos.

—Imagino que no estarás pensando publicar esto ¿O sí? —inquiere el doctor, preocupado.

—Ganas no me faltan —exhala la rubia, derrotada— Pero no. No lo haré. Hay personas que me importan involucradas en esto y…no pretendo hacerles daño.

—Creo saber por quién lo dices…

—¡Papá! —Emma corre hacia ellos, jalando del brazo a Adrien— Ya me cansé de hacerle trenzas al tío Adrien.

—Anda…pero si te ves como toda una doncella —se mofa el inglés, tras notar el cabello de su primo— Ahora si que serás irresistible para las chicas.

—Gracias, que amable —ironiza el psicólogo— Pero creo que luego de esta noche, la mitad de la familia necesitará mas que solo un cambio de look.

—Por mi no te preocupes, Adrien —Kagami coge su chaqueta— Terapia es lo que menos necesito ahora. Zoé, nos vamos.

—¡Este!... —agrega la pequeña Fathom, liada— Papi… ¿Crees que sea posible que me vaya con mamá esta noche?

—¿Mh? ¿Estás segura de eso? —consulta Félix, melancólico— Es un poco tarde, cariño. Y tu madre-…

—Por mi no hay problema —le intercepta Lee, sonriente— Nos vamos a mi apartamento. Pero Emma es bienvenida en el cuanto guste. ¿Verdad mi amor? —mira a su pareja.

—Bueno, si no le incomoda a ella —comenta Tsurugi.

—Para nada —revela la menor, jocosa— Siempre quise conocer tu casa. ¿Puedo ir?

—Está bien —Félix le echa una ojeada rauda a su ex mujer, quien asiente en el proceso— Vamos al cuarto a preparar tu mochila. Ven —le toma la manito.

—Bueno chicas, yo me voy retirando también —Adrien se deshace de sus trenzas— Como siempre es un agrado poder verlas.

—Adrien. Espera —le ataja la nipona, con actitud solapadamente intranquila— Que yo no necesite ayuda no quiere decir que Félix sienta igual.

—¿Cómo? —parpadea, confundido.

—Después de todo lo que contó hoy, creo que lo mejor que puedes hacer es acompañarle en estos difíciles momentos —relata la concejal— Conozco a mi ex marido como la palma de mi mano. Se que está intentando con todas sus fuerzas de hacerse el fuerte. Pero este tema…lo tiene sobrepasado. Lo mejor será que te quedes con el esta noche. Sobre todo, ahora que Emma se irá —y agrega— Félix no está en condiciones de quedarse solo. Su naturaleza endeble podría pasarle la cuenta y no lo sé…cometer alguna locura. ¿Me explico?

—Kagami…tu…—el joven Agreste esboza una sonrisa jovial— ¿Acaso estás preocupada por la salud mental de mi primo?

—Si. ¿Y eso que? —refunfuñe de vuelta.

—¡N-no! ¡Bueno! Es que…—se soba la nuca, desorientado— No lo sé. De un tiempo a esta parte creí que tu y el…amm…—suspira— Pensé que le guardabas resentimiento o algo así. He visto como lo miras. Desde que te enteraste de todo esto y…

—No te confundas, psicólogo —espeta la congresista, con voz hosca— Si estoy molesta por lo que hizo. Pero será mejor que no abuses de tus conocimientos y no me analices más. Tu no me conoces. Independiente de todo lo vivido, Félix es y seguirá siendo el padre de mi hija —sentencia— No puedo permitir que caiga en crisis o Emma no tendrá de quien apoyarse. Entiende de una vez —advierte, arisca— Que todo esto que estamos haciendo, lo hacemos solo por ella.

—¿En verdad…solo es por eso? —inquiere el rubio, sugestionado a otras posibilidades.

—¿Estás sordo o te hablé en japones? —entona Kagami, con el cejo fruncido— Porque el francés es mi segunda lengua y creo habértelo dicho muy claro.

—Por favor, no te desquites con el —Lee hace amago de neutralidad, apartándolos. La conversación se torna tensa de soportar. Tsurugi se aleja de ambos— Discúlpala, Adrien. Kagami no es una mala persona. Pero…digamos que es una chica un tanto complicada de entender.

—Discúlpame tu a mí, por favor —se excusa el ojiverde, cabizbajo— Tal vez si cometí un error y posiblemente di a entender falsos testimonios sobre sentimientos que no están.

—Bueno…—sonríe ladina, la reportera— Aquí entre nos…no eres el único que también lo ha pensado.

—¿Qué insinúas?

—Se que Kagami dijo que no necesita ayuda ni terapia de nadie —Zoé la divisa a lo lejos, atontada— Pero no es así. A diferencia de Félix, quien por mucho lo reniegue tenia de quienes le ayudaran…ella tuvo que vivir el proceso del divorcio sola. Solo me tenia a mi para auxiliarle a no caer —confiesa sin tapujos— La policía viene hostigándola hace mucho y cuando nos enteramos de que era Félix el involucrado…hubieras visto su cara. Enloqueció. Le dolió muchísimo. Aunque ella diga que es por Emma…se que no es así.

—¿Crees acaso que Kagami aun ama a mi primo? —examina Adrien, pasmado.

—Quien sabe…—balbucea la ojiazul, sin ánimos— No pretendo darle vueltas al asunto. No sé si es amor realmente lo que profesa por él. Pero de que es algo intenso y profundo que guarda con mucho recelo…lo es. Y jamás me atrevería a indagar en ello. No porque no quiera. Si no porque…—traga saliva— Siento que pueda enterarme de algo que no deseo escuchar.

—En lo que a mi respecta, con mis años de experiencia en estas cosas —Adrien le toma del hombro, con animosidad de darle ánimos y anhelo— No importa lo que pase. La vía del dialogo y la comunicación es la mas oportuna. Jamás debe faltar. No te cierres al miedo. No te ayudará a tu relación.

—¿Sabes una cosa? —Zoé se abraza a si misma, como quien se despoja de sus prendas mas valiosas— Capaz el problema radique en mí. Se que te va a sonar una locura, a estas alturas. Pero…no creas que fue fácil asimilarlo.

—¿El que…?

—Que fui su amante —confiesa la periodista, descalabrada— Se que fui yo quien se metió en su relación y arruinó todo. Lo tengo sumamente claro. Y entonces te preguntarás: ¿Por qué coño estoy haciendo lo que hago? Claro… ¿Por qué intentar ayudar a Félix, en todo esto? —admite— Y creo saber ya, el por qué. Al principio creí que lo hacía por Kagami. Pero…en realidad soy mucho mas egoísta que esto. Estaba tratando de…sacarme la culpa de encima, por haber malogrado su matrimonio. Yo, los separé. Pero es una conversación que no estoy lista de sobrellevar…—desvía la mirada.

—Escucha. No te conozco mucho. Por no decir, nada —Adrien la abraza sin miramientos, transmitiendo toda su comprensión en ella— Pero las puertas de mi consulta están abiertas para ti, cuando quieras visitarme. ¿Sí? —le entrega su tarjeta— No dudes en buscar asistencia. Prometo aliviar tus dolos. Y créeme, no te juzgaré. Tal vez Kagami no quiera mi ayuda, pero creo que tu…si la necesitas. Y lo que haz hecho por mi primo es valioso, Zoé. Quizás tu te veas como una villana en la historia de otros. Pero no lo eres. Ni si quiera eres antagonista. Solo…te enamoraste y ya. No le des más vueltas ¿Sí? Ven a verme. Te estaré esperando con los brazos abiertos.

—Eres un sol, Adrien —Lee le abraza de vuelta, esbozando una sonrisa melancólica de agrado— Gracias. No tienes idea de lo afortunada que es la gente, teniéndote en su vida. Espero de corazón que encuentres a una chica o chico que te haga feliz algún día.

—Bueno…en cuanto a eso ultimo que mencionas…—se ruboriza un tanto.

—¡Ya estoy lista! —Emma reaparece junto a Félix, vestida, abrigada, con una mochila a cuestas y muy ocurrente— ¿Nos vamos ya?

—Vamos —Kagami toma la mano de su retoño— ¿Ya te despediste de tu padre?

—Si, mami —asiente, optimista— Le di un besito, un abrazo y le dejé a Frufru para que duerma bien en mi ausencia. Él lo cuidará.

—¿Frufru…? —parpadea.

—Es su…gatito de felpa —Félix les enseña el peluche, en la mano derecha— Con el que duerme, jeje…

—¿Un peluche? —Kagami se jacta con soberbia del gesto— ¿Solo tiene un peluche de mascota? Dale un gato de verdad a tu hija, Fathom. Se lo merece.

—Eh…bu-bueno, es que…—no sabe que responder.

—¡Oh! ¡Si quiero! ¡Si quiero! —brinca, emocionada la pequeña Tsurugi— Papá ¿Podemos tener un gato?

—Lo que tu quieras, princesa —asiente con cariño el británico, despidiéndola con la manito— Cuando regreses, hablaremos más de eso ¿Sí? Diviértete con mamá.

1:20AM.

—Las chicas ya se fueron —Adrien regresa al living— Kagami dijo que enviará un mensaje cuando Emma esté dormida y bien en casa.

—Gracias. Pero… ¿Tu qué haces aquí? —Félix arquea una ceja, sorprendido— ¿No te vas ya?

—Eh…este…n-no. No me iré aún —ríe bajito el francés, ligeramente abochornado. Nota como su primo lo examina con torpeza— Estaba pensando. Luego de todo lo que nos contaste hoy. Y dado que Emma no estará en casa. Dije: "Bueno. ¿Qué tal si me quedo con mi primo esta noche? Tal vez se siente solo y necesita algo de compañía" —se sienta a su lado. Fathom no responde— ¿O…me equivoqué?

—N-no…perdona —despabila el doctor, levantándose de golpe. Se ve así mismo tan despojado de cariño, que acepta con gratitud su gesto— Es una tontería mía. Yo…—aprieta los labios, tragando saliva— ¿Quieres un café o algo así? ¿O ya te irás a dormir? Puedo prepararte el cuarto de invitados.

—En realidad —exclama Adrien, con voz aterciopelada— Estaba pensando en ese vino que serviste en la cena. Estaba delicioso. Vino de misa, dijiste. Dulce. ¿Tendrás un poco más de el?

—¿Vas a beber conmigo? —cuestiona Graham de Vanily, encandilado.

—¿Por qué no?

—Creí que habías dicho que no te gustaba…

—Bueno, supongo que cambié de opinión —ríe el Agreste, con mueca afectuosa.

—Genial…primo…

[…]

—Dejando de lado que eres parte de mi familia —revela Adrien, tomando un sorbo de su copa— Eres el primero de muchos de mis pacientes masculinos que accede a deconstruirse por completo, para entender mejor el mundo.

—Tu mismo me dijiste que los estigmas no eran buenos ¿No? —Félix le responde, en lo que amaina el fuego de la chimenea, con ayuda de una varilla de metal— Se ha largado a nevar. La dejaré encendida para los dos.

—Félix…—Adrien observa a su compañero, que con indulgencia se ha debatido contra el fuego— Tienes que dejar esto.

—¿El que? —responde sin mayores atisbos.

—Esto…—añade— De intentar agradarle al mundo para encajar. Solías decirme que, dentro de tus mas profundos pensamientos intrusivos, estaba esta imagen de ser perfecto que Colt y Amelie te enseñaron.

—¿Cuándo he querido eso?

—Ahora mismo lo estas haciendo —advierte inquisitivo el francés— Has dejado que Emma se vaya con Kagami y Zoé. Has revelado tus culpas. Enfrentaste la opinión obtusa de mi padre. Confiesas que deseas regresar con Marinette. Pero sigo pensando que intentas limpiar algo que no es ni tuyo.

—Perdona si sueno troglodita, pero no te estoy siguiendo —Fathom regresa al sofá, sentándose a su lado. Toma un sorbo de su copa también— ¿A que te refieres? ¿Dices que no soy yo?

—Al contrario. Creo que…ahora más que nunca, eres tu mismo —revela su primo, sentándose de lado para mirarle de frente— Pero no sé. Siento que te duele muchísimo admitirlo. Y avísame si me equivoco. Lamento haberte analizado tanto. Es que yo-…

—No. No te equivocas —admite derrotado el inglés— Pero tampoco es tan banal como lo pones. Adrien —le mira fijamente a los ojos— Tu no lo entiendes. ¿Qué no te das cuenta que con Marinette intenté ser mi mejor versión? Ya todo el mundo me ha dejado muy en claro que no soy un mal hombre. Pero demonios, que he cometido errores. Y lo que mas me lastima…es que justo cuando estaba intentando ser lo que soy, lo arruiné. Me dolió entenderlo, porque estaba ciego a mi propia naturaleza —narra— Pero cuando finalmente comprendí quien soy, dije: "Ok. Lo haré mejor. Estoy consciente del por qué mi primer matrimonio fracasó". Y creí enmendarlo…

—Pero lo hiciste, primo —Adrien le toma de las manos, con potestad— Lo hiciste. Se que ahora lo harás bien. Y esto que te atosiga con angustia pasará. Porque es parte del proceso. Seguir renegándolo o taparlo solo te hará engañarte más de la cuenta.

—Estoy enamorado…primo —sentencia.

—Lo sé. Amas a Marinette Dupain-Cheng —dice el psicólogo, templado

—Con locura —confiesa Graham de Vanily, tentado a llorar— Y si tan solo tuviera 15 años te diría que daría mi vida por ella sin importarme nada. Me tiro a los rieles de tren por ella Me da igual. Pero no tengo 15. Tengo 33. Soy un adulto. Un adulto responsable y que sobrelleva una hija y una familia rota a cuestas —advierte— Así que ya no puedo solo pensar en morir por un amor idílico adolescente. Debo…salvarme a mi y en el proceso rescatarlos a todos, de mis errores.

—Cuando me citaste hoy para la reunión familiar, algo en mi me dio una señal —dicta su primo— No me preguntes que mierda fue, pero no sé. Es una fuerza casi arcana que me impulsó a soslayar tu confesión. Porque algo en mi corazón me dio un spoiler de algún evento canónico se daría entrever —Adrien extrae un maletín gris desde sus pertenencias— Así que quise traer esto —y lo abre en la mesilla de centro.

—¿Qué es?

—Es un álbum. Un álbum familiar que mi madre recolectó con los años —le expone su primo, deslizando documentos sobre el tabloide— Insisto, no me preguntes que demonios me impulsó a traerlo, pero creí que te harían sentido justo ahora.

—¿Por qué has traído este maletín gris? —examina Félix, echándole una ojeada rápida a su contenido— Por todos los dioses…esto es…

—¿Recuerdas la historia que nos contaba mi tía Amelie, cuando estuve en Londres ese verano? —remembra— Cuando éramos solo unos críos, viviendo nuestra historia utópica del mundo.

—¿Cómo olvidarlo? —Fathom rellena su copa y bebe con mas pujanza, casi ebrio. Analiza cada foto en el— Mamá solía hablarnos del amor como si fuese un Scone de quesorecién horneado. Jajaja…mira esta. Es cuando fuimos a la piscina. ¿Te acuerdas?

—Como si hubiera sido ayer —ríe Adrien, chusco— Siempre fuiste tan tímido, Félix. Solías decir que te avergonzaba ser tan flaco. Bueno, usaste la palabra "escuálido". ¿Pero recuerdas por qué te tratabas así de mal?

—Colt me dijo que yo no valía nada, por no ser corpulento, musculoso y fuerte —relata Fathom, entre lágrimas— Que no era digno de los Graham de Vanily. No olvido esa tarde….

—¿Recuerdas a ese muchacho? El salvavidas —inquiere el Agreste, inmiscuido en el relato de antaño— ¿Cómo era que se llamaba?

—"Harry"

—El…—sisea su familiar, rellenando su copa de mas vino, notoriamente ebrio y con los pómulos carmesí— ¿Y lo que me dijiste en los camarines cuanto nos cambiábamos?

—Adrien…—Félix hace amago de aversión— Espera. Yo no-…

¿Te acuerdas?

—Si. Joder que si me acuerdo —reniega, inoportuno— ¿Y que con eso?

Repítemelo.

—Te dije que me gustaba el muchacho —confiesa el médico, abochornado e indiscutiblemente guardando la fotografía— Ya lo dije. Vamos, no voy a negar que si era encantador y encima tenia buen físico. ¿Y que con eso?

—"¿Y que con eso?" —carcajea el galo— Primo, te dije que a nadie le importaba realmente lo que te gustara. Mientras fueras tu mismo, todo era válido.

—Bueno, igual nunca llegué a nada con el —Félix se recarga sobre el sofá, cruzando una pierna sobre la otra con elegancia— Era hijo de un comerciante y mis padres no me-…

—Esa fue la ultima vez que me dijiste que nadie jamás te diría que hacer —manifiesta Adrien, con orgullo, interrumpiéndole— Vamos. ¿Desde cuando te importa tanto lo que diga el resto? Cuando a ti te gusta algo, te gusta y ya. Marinette Dupain-Cheng te gusta. La amas. Y todo es válido ahora.

—Vale, pero creo que estas confundiendo todo —Fathom hace amago de revuelo sobre todo lo que hay dentro de ese maletín gris— Esto es distinto. Marinette no me-…

—Marinette ¿No te qué? —reverbera un ebrio Adrien.

No me conoce del todo.

—Exacto —le ha dado en el punto— Nadie lo hace. Ni si quiera Kagami. Ni Emma. Nadie. Porque nunca eres tu mismo. Excepto…

—Marinette…

No del todo —argumenta el psicólogo.

—No del todo —repite, captando de mala gana su punto— ¿Qué insinúas entonces?

—Nada. Solo digo que es hora de que la chica sepa quien eres en el fondo —se encoge de hombros— Muéstrate ya como eres. Imperfecto. Se que la muchacha te aceptará.

—Adrien, estás loco. Y creo que perdiste la cabeza —Félix se levanta de golpe de su asiento, trasladándose por el living— No entiendes. Yo maté a Fei. Era la esposa de Marinette. Y lo que yo hice fue-…

—Un accidente.

—Si. Pero no me-…

—Cállate —le intercepta, jalándole del brazo— Solo ya cállate. Y deja que ella decida.

—Escucha, estúpido —rezonga, molesto el británico— No estas entendiendo. Marinette no es Harry ni Kagami ni ninguna otra persona en mi vida.

—¿Y?

—¡¿Y?! ¡¿Qué no me escuchas o hablo en chino?! —Fathom lo jala del pecho, por la camisa— ¡Oye! ¡¿Te quedaste en mi casa para recordarme lo miserable que soy o vas a-…?!

Su celular repica. Ambos jóvenes se miran entre sí, primero con complicidad. Pero acto seguido, calman las aguas tras notar que la notificación no es una llamada, si no un mensaje de Whatsapp. ¿Qué demonios? Félix coge su móvil y lee el texto. Lo que acaba de presenciar ahora mismo, por muy altas horas de la noche lo deja pasmado, sin aliento. Nunca hubiera si quiera especulado tocar un recado así. Pero se tienta a dar por complejo que suene el panorama, un atisbo de…esperanza. El mensaje es de Marinette. Y dice lo siguiente:

«M: Discúlpame si te hablo a estas horas de la noche. Puedes ignorar mi mensaje si quieres. Pero me gustaría…poder hablar contigo. ¿Crees tener tiempo uno de estos días? Creo que hay asuntos que debemos resolver. Y no me respondas si no quieres. No estas obligado a nada.

Félix mira a Adrien con actitud subversiva. Como quien, recibe un ultimátum de vida o muerte. Su primo ríe chistoso, casi rayando en lo obvio. No. ¿Por qué le parecía obvio? Fathom se retrae en su posición, cual niño pequeño recibiendo el regaño de una madre luego de una junta de apoderados colegial. ¿Qué debería responder? A lo que su camarada le guiñe el ojo derecho, dándole toda la venia de responder sin tapujos. "Lo que sea que salga de tu corazón, primo". Es lo que le transmitió con la mirada. Félix responde.

«F: Buenas noches, Marinette. No me importunas. Para ti, siempre tendré tiempo. Estoy al tanto de que nos debemos una conversación. Dime día y hora y ahí estaré.

«M: Escribiendo…

«M: Escribiendo…

«M: Escribiendo…

—Vamos…Marinette…—Félix casi se come las uñas en el proceso.

«M: Mañana a las 17:30PM en el café de Lorrian. Ve solo. No faltes. Adiós.

«F: Ahí estaré. Hasta mañana.

Fin. Carajo. Ok. Pero… ¿Qué es lo que realmente Marinette me quiere decir? Si va a humillarme o hacerme mierda, lo aceptaré. Después de todo, está en todo su derecho. Dejando de lado el maletín gris de mi primo. ¿Qué tienes para contarme, Marinette? O es mas bien… ¿Mi confesión mas agria? Necesito hablar contigo. Me rehúso, a renunciar a ti…porque te amo. Te amo, mujer. ¿Me perdonarás…? Eso está por verse…