Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Desaparición para expertos" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 25

Cada paso que daba estaba pensado y cuidado, miraba al suelo del bosque y al fango que sobresalía por la suela de sus zapatos. Una evidencia de que ella había estado allí, un camino de huellas que la perseguían a través de los árboles. Pero buscaba las de otra persona: las líneas verticales de las suelas de los tenis Puma que llevaba Jamie cuando desapareció.

Como todos los demás, que buscaban con la mirada fija en el suelo cualquiera de las pistas que Bella había mencionado en la reunión. Ochenta y ocho voluntarios habían aparecido después de clase, la mayoría de su curso, pero también alguno del inferior. Treinta personas en el grupo de Harry estaban rastreando los campos que había tras el instituto, y llamando a las puertas del final de Martinsend Way, Acres End y la parte más baja de Tudor Lane, para preguntar a los residentes si habían visto a Jamie entre las 00.02 y las 00.28 del sábado. Veintinueve personas en el equipo de Tori, que se alejó un poco más hacia el norte, peinando los campos y las granjas cercanas a Old Farm Road y Blackfield Lane. Y veintinueve personas aquí con Bella, formando una enorme fila de hormigas a dos metros unas de otras rastreando de un extremo al otro de Lodge Wood.

Bueno, treinta personas ahora que Edward se les había unido. El juicio de Mike terminaba hoy y ha sido su turno en el estrado. Edward, a regañadientes y con un brillo de odio en los ojos, le contó que tanto Mike como su abogado lo habían hecho bastante bien. Se habían preparado una respuesta para todo lo que la fiscalía le pudiera lanzar en el contrainterrogatorio. Ambas partes habían pronunciado sus discursos de clausura y ahora el jurado tenía que deliberar.

—Me muero de ganas de ver su cara mañana cuando lo hundan. Ojalá pudiera grabártelo—le había dicho Edward mientras rebuscaba con el pie entre un arbusto, lo que recordó a Bella aquella vez en la que estuvieron en ese mismo bosque, recreando el asesinato de Sid Prescott para demostrar que a Billy no le dio tiempo de matarla.

Bella levantó la mirada hacia el otro lado e intercambió una extraña sonrisa contenida con Angela Weber. Pero la cara que vio Bella fue la de Layla Mead, y un escalofrío le recorrió la espalda. Llevaban ya una hora allí y lo único que el equipo había encontrado había sido una bolsa anudada con una caca de perro y un paquete vacío de patatas fritas.

—¡Jamie! —gritó alguien.

Los gritos llevaban ya un rato produciéndose, Bella no sabía quién había empezado, quién había gritado por primera vez su nombre, pero se había expandido de forma esporádica por la fila.

—¡Jamie! —gritó ella.

Seguramente no sirviera de nada, un grito al vacío, literalmente. Era imposible que siguiera allí; y, si lo estaba, ya no podría escuchar su nombre.

Pero al menos así tenía la sensación de estar haciendo algo.

Bella se paró en seco y rompió la fila durante un momento cuando se dobló para mirar detrás de una raíz levantada. Nada.

El sonido de su teléfono interrumpió el crujido de sus pasos. Era un mensaje de Harry:

Nos hemos dividido para ir de casa en

casa, acabamos de terminar Tudor Lane y

nos vamos al campo. ¿Han encontrado

algo? Bs.

—¡Jamie!

Bella se sintió aliviada por no tener que cubrir Tudor Lane, la calle en la que vivía Mike Newton, aunque su casa estuviese fuera de la zona de búsqueda.

Además, no había nadie: sus padres y él habían reservado una habitación en un hotel caro cerca de los tribunales. Aun así, se alegró de no tener que acercarse a esa casa.

Le respondió:

Todavía nada

—¡Jamie!

Pero justo cuando iba a pulsar el botón de enviar, la interrumpió una llamada entrante de Tori.

—Hola —dijo Bella casi en un susurro.

—Sí, hola —dijo Tori con el micrófono muy pegado a la boca—. Alguien de mi equipo ha encontrado algo. Le he dicho a todo el mundo que se aparte y hemos formado un perímetro, como dirías tú. Pero… Bueno, tienes que venir. Ya.

—¿Qué es? —dijo Bella, que sintió cómo el pánico se apoderaba de su voz—. ¿Dónde estás?

—Estamos en la granja abandonada en Sycamore Road. Ya sabes cuál.

Claro que lo sabía.

—Ya voy —dijo.


Edward y ella echaron a correr, doblaron la esquina hacia Sycamore Road y apareció la granja, cada vez más grande sobre la pequeña colina. Los ladrillos pintados de blanco mate estaban atravesados por láminas de madera ennegrecida y el tejado parecía que se curvaba hacia dentro, de una forma en la que los tejados no deberían doblarse, como si ya no pudiera sostenerse de pie. Y, detrás del edificio, el lugar abandonado en el que Tatum Prescott había escondido el cuerpo de su hermana durante cinco años y medio. Sid estuvo aquí todo el tiempo, descomponiéndose en la fosa séptica.

Bella se tropezó cuando pasaron de la gravilla a la hierba y Edward la agarró de forma instintiva para levantarla. Conforme se acercaban, empezaron a ver a un grupo de gente, el equipo de Tori, una salpicadura de ropas de colores contra los pálidos tonos de la granja y del terreno abandonado, sembrado con altas matas de hierbas que intentaban agarrarle los pies.

Todos estaban de pie en formación, mirando hacia el mismo sitio: un pequeño grupo de árboles al lado de la casa, con las ramas tan cerca del edificio que parecía que intentaban abrazarlo.

Tori se encontraba en la delantera del grupo, con Daphne, haciéndole gestos a Bella mientras gritaba a todo el mundo que se apartara.

—¿Qué es? —dijo Bella recuperando el aliento—. ¿Qué han encontrado?

—Está ahí, en la hierba alta a los pies de esos árboles —señaló Daphne.

—Es un cuchillo —dijo Tori.

—¿Un cuchillo? —Bella repitió las palabras mientras se acercaba a los árboles.

Y lo supo. Supo incluso antes de verlo qué cuchillo era.

Edward estaba a su lado cuando se agachó para mirar. Y ahí estaba, medio escondido por la hierba: un cuchillo de hoja plateada con una banda amarilla en el mango.

—Es el que desapareció de la cocina de los Potter, ¿no? —preguntó Edward, pero no hizo falta que Bella respondiera: su mirada lo dijo todo.

Examinó el cuchillo entornando los ojos, sin atreverse a acercarse. Desde ahí, a unos metros de distancia, parecía limpio. Alguna mota de polvo, pero nada de sangre. O eso parecía a simple vista, al menos. Bella cogió aire y sacó su teléfono para tomar una foto, luego retrocedió y le pidió a Edward que fuera con ella.

—A ver —dijo Bella mientras el pánico se hacía cada vez más pesado. Pero podía controlarlo y utilizarlo—. Tori, llama a Harry y dile que le pida a su grupo que se marche y que venga inmediatamente él solo.

—Enseguida —dijo mientras se llevaba el teléfono a la oreja.

—Daph, cuando Tori acabe, dile que llame a Theo para que disperse también a mi equipo.

Edward y ella habían dejado la búsqueda en manos de Theo y Angela Weber.

Pero no iban a encontrar nada en el bosque, porque Jamie había venido aquí.

Estuvo aquí, con un cuchillo que debió de coger de su casa. Aquí, en el límite del perímetro de búsqueda, lo que quería decir que la breve parada tuvo que ocurrir en algún otro sitio, antes de llegar hasta la granja. Y aquí, justo a las 00.28, su Fitbit dejó de monitorizar su ritmo cardíaco y sus pasos. Y había un cuchillo.

El cuchillo era una prueba. Y como tal, tenía que manipularse de la forma correcta, sin romper la cadena de custodia. Nadie lo había tocado y nadie lo haría, hasta que llegara la policía.

Bella marcó el número de la comisaría de Amersham. Se alejó del grupo y se tapó el otro oído para escuchar mejor.

—Hola, Sue —dijo—. Sí, soy Bella Swan-Black. Sí. ¿Hay alguien en la comisaría? Ajá. ¿Podrías preguntar si alguien puede venir a la granja de Sycamore Road, en Kilton? Sí, donde Sid Pres… No, se trata de un caso abierto de desaparición. Jamie Potter. He encontrado un cuchillo que está relacionado con su caso y tiene que venir alguien a recogerlo y documentarlo como prueba. Ya sé que tendría que haber llamado a otro número, pero…, por favor, Sue, hazme este favor. Te juro que es el último. —Hizo una pausa para escuchar lo que se decía al otro lado del auricular—. Gracias. Gracias. Llegan en quince minutos —dijo reuniéndose de nuevo con Edward. A ellos también les vendría bien ese tiempo para intentar averiguar por qué Jamie había acabado allí —. ¿Puedes decirles a todos que se aparten de los árboles? —le preguntó a Daphne.

—Claro.

—Ven.

Bella guio a Edward hacia la entrada de la granja, cuya puerta roja colgaba de las bisagras como una boca medio abierta.

La cruzaron y el interior de la casa los envolvió en una tenue luz. Los cristales de las ventanas estaban empañados de verdín y mugre, y la vieja moqueta cubierta de manchas crujía bajo sus pies. Incluso olía a abandono: a moho y a rancio y a polvo.

—¿Cuándo nos mudamos? —dijo Edward mirando a su alrededor con cara de asco.

—Como si tu habitación estuviera mucho mejor, amor.

Continuaron por el pasillo. El viejo papel de la pared estaba desconchado y enrollado, dejando ver el blanco de debajo, como pequeñas olas que rompían contra los ladrillos. Un arco daba entrada a un espacio amplio donde en algún momento había habido un salón. Al fondo se veían unas escaleras, amarillentas y resquebrajadas. En las ventanas, unas cortinas lacias, descoloridas por el sol, que debieron de tener motivos florales en otra vida. Dos viejos sofás rojos en el medio, cubiertos por un pegajoso polvo grisáceo.

Cuando se acercó, Bella se dio cuenta de que había una marca en el polvo del asiento de uno de los sofás: un parche circular del material rojo. Como si alguien se hubiera sentado ahí. Recientemente.

—Mira Belly.

Edward llamó su atención hacia el centro de la habitación, donde había tres cubos metálicos colocados a modo de asientos. A su alrededor, había envoltorios de comida esparcidos: galletas, bolsas de patatas fritas, tubos de Pringles, botellas de cerveza y colillas de cigarros de liar.

—Parece que no está tan abandonada —dijo Edward agachándose para recoger una de las colillas y llevársela a la nariz—. Huele a hierba.

—Fantástico, y ahora tiene tus huellas, Edward, si esto resulta ser la escena de un crimen…

—Es verdad —dijo apretando los dientes y con culpabilidad en los ojos—. Será mejor que me la lleve a casa y la tire allí. —Se la guardó en el bolsillo y se levantó.

—¿Por qué se reunirá aquí la gente a beber y fumar? —dijo Bella analizando la escena, en la que aparecían preguntas tras cada esquina—. Es morboso. ¿No saben lo que pasó? ¿Que encontraron aquí el cadáver de Sid?

—Seguramente eso forme parte de su encanto —dijo Edward poniendo su voz de narrador de tráiler—. «Una casa abandonada en la que se produjo un asesinato. El lugar perfecto para fumar y tomar un aperitivo». Parece que, sean quienes sean, vienen bastante a menudo, y me atrevería a decir que es una actividad nocturna. Igual deberíamos volver esta noche a vigilar y ver a quién nos encontramos, ¿no crees? Puede que estén relacionados con la desaparición de Jamie, o que vieran algo el viernes.

—¿A vigilar? —Bella sonrió—. De acuerdo, Sargentito.

—Oye, tú eres la Sargentita. No utilices mis propios motes en mi contra.


—¡Ha llegado la policía! —gritó Daphne desde la puerta de la granja mientras Bella y Edward enseñaban a Harry y Tori lo que habían encontrado dentro.

—Yo me encargo.

Bella se apresuró por el pasillo y salió al mundo exterior. Entornó los ojos hasta que se acostumbraron a la luz. Un coche patrulla se había parado en el camino de gravilla y se abrieron ambas puertas. Daniel Parkinson salió del lado del conductor, colocándose la gorra, y Dora Tonks apareció por la otra puerta.

—¡Hola! —gritó Bella caminando hacia ellos.

—Sue me ha avisado de que eras tú —dijo Daniel, sin poder o sin querer ocultar el menosprecio en su expresión.

No le caía bien Bella desde que sospechó que él era el asesino de Andie; y no pasaba nada, porque Bella tampoco lo soportaba a él.

—Sí, soy yo. La causa de todos los problemas en Little Kilton desde 2017 — dijo con firmeza, y vio cómo Dora sonreía fugazmente—. Por aquí, síganme.

Los guio por la hierba señalando el pequeño conjunto de árboles.

Daniel y Dora la siguieron por las hierbas altas sobre las raíces. Ella los observó mirar el cuchillo y luego el uno al otro.

—¿Qué es esto? —le preguntó Daniel.

—Es un cuchillo —respondió ella. Y luego aclaró—: El que falta en casa de los Potter. Jamie Potter ha desaparecido, ¿te acuerdas? El amigo de tu hermana.

—Sí.

—Caso número cuatro nueve cero cero uno cinco dos…

—Sí, ya —la interrumpió—. ¿Qué significa esto? —Señaló a los estudiantes, todavía agrupados a unos metros de la casa.

—Es un equipo de búsqueda —dijo Bella—. Si la policía no hace nada, supongo que tenemos que apañarnos con un grupo de chicos de instituto.

Daniel Parkinson torció el gesto y se mordió la lengua.

—¡Bueno! —gritó dando una fuerte palmada que pilló a Bella desprevenida—¡todo el mundo a casa! ¡Ya!

Los jóvenes se disolvieron mientras cuchicheaban en pequeños grupos. Bella les hizo un gesto de agradecimiento mientras pasaban por delante de la policía hacia la carretera. Pero las hermanas Greengrass no se movieron, ni Harry, ni Edward, que seguían de pie en la puerta de la granja.

—Este cuchillo es una evidencia muy importante en el caso —dijo Bella intentando recuperar el control—. Hay que recogerlo, documentarlo debidamente y entregárselo al secretario.

—Ya sé cómo funciona, gracias —soltó Daniel muy serio—. ¿Lo has colocado tú aquí? —Señaló el cuchillo.

—No —respondió sintiendo cómo se le volvía a despertar aquel instinto animal—. Claro que no. Ni siquiera estaba aquí cuando lo encontraron.

—Nos lo llevaremos. —Dora se colocó entre Daniel y Bella—. Me aseguraré de que se encargan de él, no te preocupes.

Su mirada era completamente diferente a la de Daniel: amable, sin sospecha alguna.

—Gracias —dijo Bella mientras la agente se dirigía al coche patrulla.

Cuando no los podía escuchar, Daniel Parkinson volvió a hablar, sin mirar a Bella.

—Si descubro que esto no es real, que estás haciendo perder el tiempo a la policía…

—Es real —dijo ella apretando los dientes—. Jamie Potter ha desaparecido de verdad. El cuchillo está aquí de verdad. Y sé que la policía no tiene los recursos necesarios para que todos los casos sean igual de importantes, pero escúchame, por favor. Díselo a Hawkins. Aquí ha ocurrido algo malo. Lo sé.

Daniel no respondió.

—¿Me has oído? —insistió—. Un asunto turbio. Alguien podría estar

muerto. Y no están haciendo nada. A Jamie le ha pasado algo aquí. —Señaló el cuchillo—. Tiene que ver con una persona con la que estuvo hablando por internet. Una mujer llamada Layla Mead, pero no es su verdade…

Tartamudeó y se calló al darse cuenta de la expresión de Daniel. Porque, nada más mencionar el nombre de Layla, él reaccionó. Sorbió por la nariz, con las aletas muy abiertas, y bajó la mirada como si intentara esconderla. Se le sonrojaron las mejillas y le cayó un mechón de pelo castaño sobre la frente.

—Conoces a Layla —afirmó Bella—. ¿También has hablado con ella?

—No tengo ni idea de lo que estás hablando.

—Has estado hablando con Layla —sostuvo—. ¿Sabes quién es en realidad?

—No he hablado con nadie —dijo Daniel en un susurro que le puso a Bella los pelos de punta—. Con nadie, ¿te enteras? Y si vuelves a mencionarme algo de esto…

Terminó ahí la frase, dejando que Bella rellenara el hueco que quedaba. Él se alejó de ella y recompuso la cara justo cuando Dora volvió del coche con las manos cubiertas por unos guantes de goma azules y sujetando una bolsa hermética.


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Notas del caso 5.

El cuchillo

Encontrado en una ubicación que se corresponde con los datos de los pasos de Jamie antes de que la Fitbit dejara de monitorizarlos y de que su teléfono se apagara. Creo que esto confirma que fue él quien se lo llevó, lo que significa que tuvo que ir a su casa entre la fiesta destroyer y Wyvil Road para coger su sudadera y el cuchillo. Pero ¿para qué necesitaba un arma? ¿Qué era lo que le daba tanto miedo?

Si la teoría es que Jamie, en efecto, volvió a casa, ¿cómo encaja su línea temporal con la de James Potter? ¿Cómo es posible que a Jamie le diera tiempo de ir a visitar a Rose Parkinson, ir a su casa andando y coger la sudadera y el cuchillo antes de que su padre llegara a las 23.15? Es demasiado ajustado, casi imposible. Hay algo que no cuadra, y eso quiere decir que alguien miente. Debería intentar volver a hablar con Rose, igual es más sincera conmigo sobre Jamie si su novio no está presente.

Daniel Parkinson

Ha estado hablando con Layla Mead; su reacción lo dejó completamente claro. ¿Es posible que sepa quién es en realidad?

Era evidente que estaba intentando esconder cualquier conexión con ella, ¿es porque sabe algo? ¿O es simplemente porque no quiere que esa información llegue a su mujer, que es la que cuida de su bebé mientras él —presuntamente— tiene conversaciones inapropiadas con otra en internet? El año pasado me dio la sensación de que este no es un comportamiento extraño en Daniel.

Y otra observación: ya conocemos a tres personas con las que ha estado hablando Layla Mead: Jamie, Ben Cheney y Daniel Parkinson. Y hay algo un poco raro: los tres están en el rango de edad de los 29 o 30 recién cumplidos (bueno, Jamie no, pero es lo que decía su perfil). Y todos se parecían un poco: blancos, pelo castaño. ¿Es una coincidencia o está relacionado?

La granja

Jamie fue allí el viernes por la noche. O al menos estuvo fuera. Y la casa no está tan abandonada como pensábamos. Tenemos que averiguar quién va allí y por qué. Y si están relacionados con la desaparición de Jamie.

Vigilancia: voy a recoger a Edward antes de medianoche y nos encontraremos allí con Harry y Tori. Antes tengo que esperar a que mamá y papá se duerman. He aparcado el coche al final de la calle y les he dicho que lo he dejado en el instituto para que no me oigan cuando me vaya. Y, al bajar las escaleras, tengo que acordarme de saltarme el tercer escalón: el que cruje.

Asesinato para principiantes: La desaparición de Jamie Potter.

Temporada 2. Episodio 2. Se ha subido correctamente a SoundCloud.