Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Desaparición para expertos" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 28
Los árboles ondeaban en Cross Lane y se apartaron cuando Bella pasó por debajo de ellos, persiguiendo su sombra sin llegar a alcanzarla nunca.
Llevó a Harry al instituto una vez que se calmaron los nervios y dejó allí el coche, pero no entró con él. Su madre ya había llamado para avisar de que llegaría tarde, así que lo iba a aprovechar. Además, ya no podía seguir evitándolo: tenía que hablar con Rose Parkinson. En este momento, todos los caminos apuntaban a ella.
Incluso por el que Bella iba caminando.
Tenía la mirada fija en la puerta azul mientras subía el camino de hormigón y llegaba junto a la casa.
Respiró hondo para prepararse y llamó al timbre con dos cortos toques metálicos. Esperó jugueteando nerviosa con el pelo y sin haber conseguido todavía disminuir el ritmo cardíaco.
Detrás del cristal mate de la puerta, una figura borrosa caminaba pesadamente hacia la puerta.
Se abrió y apareció Rose con el pelo recogido y un eyeliner grueso que resaltaba sus ojos mieles.
—Hola —dijo Bella lo más alegre que pudo.
—No me jodas —respondió Rose—. ¿Qué quieres ahora?
—Tengo que hacerte algunas preguntas sobre Jamie —respondió ella.
—Sí, bueno, ya te dije todo lo que sabía. No sé dónde está y todavía no se ha puesto en contacto conmigo. —Rose intentó cerrar otra vez la puerta.
—Han encontrado un cuerpo —soltó Bella para impedírselo. Funcionó—. No era Jamie, pero podría haber sido él. Han pasado seis días, Rose, y aún no ha contactado con nadie. Jamie tiene problemas de verdad. Y puede que tú seas la persona que mejor lo conoce. Por favor. —Le tembló la voz—. No lo hagas por mí. Ya sé que me odias y lo entiendo. Pero, por favor, ayúdame, por los Potter. Acabo de estar en su casa y, durante veinte minutos, todos pensamos que Jamie estaba muerto.
Fue algo sutil, casi demasiado como para darse cuenta, pero la mirada de Rose se suavizó. Algo triste y brillante apareció en sus ojos.
—¿De verdad…? —dijo lentamente—. ¿De verdad crees que le ha pasado algo?
—Intento mantener la esperanza, por su familia —dijo Bella—. Pero… no lo sé.
Rose relajó el brazo y se mordió el labio.
—¿Jamie y tú seguían hablando estas últimas semanas?
—Sí, de vez en cuando —dijo Rose.
—¿Te habló alguna vez de una tal Layla Mead?
Rose miró hacia arriba, pensando, mordiéndose aún más el labio inferior, hasta que desapareció por completo.
—No. Es la primera vez que escucho ese nombre.
—Vale. Ya sé que me dijiste que no, pero ¿vino Jamie a tu casa después del homenaje, como habían planeado? ¿A eso de las 22.40?
—No. —Rose inclinó la cabeza y le cayó un pequeño mechón de pelo sobre los ojos—. Ya te lo dije: la última vez que lo vi fue en el homenaje.
—Es que… —comenzó a decir Bella—. Bueno, un testigo vio a Jamie entrar en tu casa a esa hora. Dijo que lo vio en Cross Lane y describió exactamente tu casa.
Rose parpadeó y desapareció la suavidad de su mirada.
—Me importa una mierda lo que diga tu puto testigo. Se equivoca —aseguró—. Jamie no apareció por aquí.
—Está bien. Lo siento. —Bella levantó las manos—. Solo preguntaba.
—Ya me lo habías preguntado y ya te había respondido. ¿Algo más? —Rose volvió a agarrar el borde de la puerta.
—Sí, una última cosa —dijo Bella mirando nerviosa los dedos de la chica sobre la puerta. La última vez que estuvo aquí, Rose se la cerró en las narices. «Ándate con cuidado, Bella»—. Se trata de tu novio, Luke Eaton.
—Ya sé cómo se llama mi novio —dijo Rose—. ¿Qué pasa con él?
—Pues… —No sabía de qué forma afrontarlo, así que lo hizo rápido—. Creo que anda metido en rollos de drogas. Un chico las recoge de una banda en Londres y supongo que la reparte entre varios traficantes por todo el condado.
La expresión de Rose se tensó.
—Y las recoge… en la granja abandonada donde encontraron el cuerpo de Andie. Pero también es el último sitio en el que estuvo Jamie antes de que le pasara algo. Así que creo que puede estar relacionado con Luke.
Rose apretaba tan fuerte la puerta que se le estaban poniendo los nudillos blancos.
—Pero eso no es todo —continuó Bella sin darle a Rose oportunidad de hablar—. El chico al que Luke utiliza para transportar la droga me dijo que estaba enfadado esta semana porque había perdido novecientas libras. Y esa es exactamente la cantidad de dinero que Jamie le pidió prestado a su padre hace un par de semanas.
—¿Qué estás intentando decirme con todo esto? —preguntó Rose con la cabeza inclinada y la mirada sombría.
—Que a lo mejor Luke también se dedica a prestar dinero a la gente, le dejó pasta a Jamie para algo, pero este no se la pudo devolver, por eso se la pidió a su padre y por eso estaba lo bastante desesperado como para intentar robarla del trabajo diciendo que era una cuestión de vida o muerte. —Hizo una pausa y se atrevió a mirar a Rose—. Y luego me acordé de que, cuando hablé contigo la otra vez, me pareció ver que reaccionabas cuando Luke dijo que el viernes por la noche no salió de casa, así que simplemente quería saber…
—¿Simplemente querías saber? —Le tembló el labio superior y Bella notó que irradiaba rabia como si fuera calor—. ¿Cuál es tu problema? Estás metiéndote en la vida de la gente. No puedes dedicarte a joder reputaciones para pasártelo bien.
—No lo hago para…
—No tengo nada que ver con Jamie. ¡Y Luke tampoco! —gritó Rose retrocediendo—. Déjame en paz de una puta vez, Bella. —Le tembló la voz—. Por favor. Déjame en paz.
Y su cara desapareció tras la puerta cuando la cerró de un portazo. El sonido le llegó a Bella hasta el estómago y se quedó con ella mientras se marchaba.
Cuando giró hacia Gravelly Way para volver al instituto, tuvo por primera vez aquella sensación. Un escalofrío que le subía por el cuello, como si fuera electricidad estática sobre su piel. Y supo lo que era, ya había sentido eso antes.
Unos ojos. Alguien la miraba.
Se paró en mitad de la calle y miró hacia atrás, pero solo había un hombre al que no conocía empujando un cochecito y mirando hacia abajo.
Miró hacia el frente, recorriendo con la mirada todas las ventanas de las casas que alineaban la calle y se cernían sobre ella. No había nadie, ninguna cara aplastada contra el cristal lleno de vaho. Comprobó los coches aparcados en la carretera. Nada. Ni un alma.
Bella juraría que lo había sentido. O puede que se estuviera volviendo loca.
Continuó caminando hacia el instituto agarrándose las correas de la mochila.
Tardó un rato en darse cuenta de que no escuchaba sus propios pasos. No solo los suyos. Había otros que sonaban levemente a su derecha. Bella miró.
—¡Buenos días! —gritó una voz desde el otro lado de la calle. Era Mary Scythe, del periódico, paseando a un labrador negro.
—Buenos días. —Bella le devolvió el saludo, pero le sonó vacío hasta a ella misma.
Afortunadamente le sonó el teléfono. Se giró y descolgó.
—Belly —dijo Edward.
—Ay, Dios —dijo envolviéndose en su propia voz—. No te vas a creer lo que ha pasado esta mañana, Edward. En las noticias han dicho que han encontrado un cadáver, un chico blanco de unos veintitantos años. Me entró el pánico, fui a casa de los Potter, pero llamaron a la policía y no era el cuerpo de Jamie, era de otra persona…
—¿Belly?
—… y por fin James accedió a hablar conmigo. Me ha dicho que Jamie le pidió novecientas libras, la misma cantidad que Robin dijo que Luke había perdido esta semana…
—¿Belly?
—… es demasiada casualidad como para que no sea nada, ¿verdad? Así que he estado en casa de Rose y me ha vuelto a insistir en que Jamie no fue a verla después…
—Belly, de verdad, necesito que te calles y me escuches.
De pronto percibió un tono cortante con el que Edward jamás le había hablado.
—¿Qué? Perdona. ¿Qué pasa? —dijo dejando de andar.
—El jurado ya ha dado su veredicto —dijo.
—¿Tan pronto? ¿Y?
Pero Edward se quedó callado, y ella escuchó claramente un clic cuando se le quedó el aire atrapado en la garganta.
—No —dijo con el corazón acelerado tras recuperarse de aquel clic y lanzarse contra sus costillas—. ¿Edward? ¿Qué? No, no me digas… no puede…
—Lo han declarado inocente de todos los cargos.
Bella no escuchó lo que dijo a continuación porque se le llenaron los oídos de sangre, como el sonido de una avalancha, como un vendaval atrapado en su cabeza. Apoyó la mano en la pared que tenía a su lado y se inclinó hacia ella, bajando lentamente hasta que se sentó en el frío hormigón de la acera.
—No —susurró, porque si lo decía un poco más fuerte, gritaría.
Sentía el grito dentro de ella, luchando por salir. Se agarró la cara y mantuvo la boca cerrada mientras se clavaba las uñas en las mejillas.
—Princesa —dijo Edward amablemente—. Lo siento muchísimo. No me lo podía creer. Sigo sin creérmelo. No es justo. No está bien. Si pudiera hacer algo por cambiarlo, lo haría. ¿Belly? ¿Estás bien?
—No —dijo con la mano en la boca.
Nunca volvería a estar bien. Esto era lo peor que podía ocurrir. Lo había considerado, había tenido pesadillas sobre ello, pero sabía que no podía pasar en realidad. No pasaría. Y, sin embargo, acababa de pasar. La verdad ya daba igual.
Mike Newton era inocente. A pesar de que ella tuviera una grabación en la que lo admitía todo. A pesar de que ella sabía que era culpable sin ningún lugar a dudas. Pero no. Ella, Rose Parkinson, Tatum Prescott y todas las chicas de su universidad eran las mentirosas. Y acababa de quedar en libertad un violador en serie.
Pensó inmediatamente en Rose.
—Ay, mierda —dijo quitándose la mano de la boca—. Edward, te tengo que colgar. Tengo que volver a casa de Rose y comprobar que está bien.
—Vale. Te am… —dijo, pero era demasiado tarde.
Bella ya había pulsado el botón rojo y se había levantado del suelo para volver por Gravelly Way.
Sabía que Rose la odiaba. Pero también que no debería estar sola al escuchar la noticia. Nadie debería estar solo para enterarse de algo así.
Bella corrió y sus zapatillas golpeaban incómodas contra la acera, sacudiéndole todo el cuerpo. Le dolía el pecho, como si su corazón quisiera rendirse. Pero continuó corriendo, esforzándose aún más cuando giró la esquina hacia Cross Lane, de vuelta hacia esa puerta azul.
Esta vez llamó con los nudillos, no se acordó del timbre porque en su mente ya estaba balbuceando, rebobinando los últimos minutos. No podía haber pasado, ¿verdad? No podía ser real. No parecía real.
La silueta de Rose emergió frente al cristal mate y Bella intentó leerla, estudiarla, averiguar si su mundo ya había estallado.
Abrió la puerta y se le tensó la mandíbula en cuanto vio a Bella.
—¿Qué cojones haces aquí otra vez? Ya te he dicho…
Pero entonces se debió de fijar en la respiración de Bella. Del horror que debía de tener dibujado en la cara.
—¿Qué pasa? —preguntó rápidamente Rose abriendo del todo la puerta—. ¿Jamie está bien?
—¿T-Te has enterado? —dijo Bella con una voz que le sonó extraña, como desconocida—. El veredicto.
—¿Qué? —Rose entornó los ojos—. No, todavía no me ha llamado nadie. ¿Ya han terminado? ¿Qué…?
Y Bella vio el momento exacto en el que ocurrió. El instante en el que la cara de Rose se convirtió en un libro abierto. El momento en el que le cambió la mirada.
—No —dijo, pero fue más un suspiro que una palabra.
Se apartó de la puerta y se llevó las manos a la cara mientras soltaba un grito ahogado con la mirada perdida.
—¡No! —Esta vez la palabra se convirtió en un grito desgarrador.
Rose se apoyó contra la pared del pasillo y la golpeó con tanta fuerza que se descolgó una foto enmarcada y se hizo añicos al caer al suelo.
Bella entró en la casa y la agarró por los brazos mientras se deslizaba por la pared, pero se resbaló y cayeron juntas. Rose, directa al suelo, Bella, de rodillas.
—Lo siento mucho —dijo Bella—. Lo siento muchísimo.
Rose estaba llorando y las lágrimas se tiñeron al pasar sobre el maquillaje, cubriéndole la cara de surcos negros.
—No puede ser verdad —lloró—. No puede ser verdad. ¡JODER!
Bella se sentó y le pasó a Rose los brazos por la espalda. Pensaba que la apartaría, que se la quitaría de encima. Pero no lo hizo. Se dejó caer sobre Bella y subió los brazos hasta abrazarla. Fuerte. Con la cara enterrada en su hombro.
Rose gritó, un sonido acolchado que se perdió en el jersey de Bella, que notó cómo la respiración cálida y puntiaguda se esparcía por su piel. Y el gritó se rompió y se convirtió en un chillido que las agitó a las dos.
—Lo siento —susurró Bella.
