"[…] What's the name of the game? (Your smile and the sound of your voice)
Does it mean anything to you? (Got a feeling you give me no choice)
(But it means a lot)
What's the name of the game? (Your smile and the sound of your voice)
Can you feel it the way I do?
Tell me please, 'cause I have to know
I'm a bashful child, beginning to grow "

– The name of the game (ABBA)

Capítulo 37. La roca del Púlpito

Anoche, cuando Stewy salió de su piso en Queens, Lavinia deseó detenerlo.

Él era el amor de su vida. El padre de sus gemelos por nacer. Ella haría cualquier cosa por él y aun así...

Ya no se trataba sólo de ellos dos.

Necesitaba sentir que tenía el control de al menos algo.

En los últimos tiempos muchas cosas parecían estar fuera de su control.

Después corrió a su habitación para hacer la maleta. Abrigos, jerséis, un bolso grande, un pijama y las vitaminas del embarazo.

Bueno…, y ahora estaba a más de 3.500 millas de Nueva York.

La voz de Lukas tenía un deje provocador.

Alegre y confiado pero ansioso.

Sus dedos seguían tamborileando impacientemente sobre el móvil que había sobre la mesa.

– Tengo que decir, creo que estás fundamentalmente equivocado.

Lukas sonrió, burlándose de la pretendida frialdad de Kendall.

No tenía que fingir que el hijo de Logan era brillante. ¿Para qué? De hecho, inmediatamente se había dado cuenta de su defecto fatal: su orgullo y, específicamente, su necesidad de creer que era igual a su padre.

Estaba preparado para conseguir exactamente lo que quería: toda la empresa, incluida la ATN, en un acuerdo que la junta directiva de Waystar probablemente aprobaría.

– No me importa lo que pienses. Sois una banda tributo.

– ¿Todo bien? – preguntó Shiv de repente, hacia al final de la discusión entre él y sus hermanos.

Ken se resistió un poco a retirarse del combo a pesar de la intervención de su hermana.

No hacía ni un día que Roman y él habían sido nombrados codirectores ejecutivos.

Lukas se quejó, con aire escéptico: – Sí, bien, todo bien. Mira, solo quiero haceros asquerosamente ricos.

– Ya somos ricos.

Lavinia levantó la vista hacia Shiv mientras trataba de disipar la tensión de su cuerpo. Había algo que no podía determinar del todo en la interacción.

¿Qué puñetas le había dicho Lukas a Siobhan antes para ganarse esa… especie de pausa cargada?

Fue… extraña.

Entonces Lavinia intercambió una mirada con Roman, que tenía el ceño fruncido permanentemente esta mañana.

Sus primos estaban acorralando a Lukas y, aunque pareciera lo contrario, su jefe no estaba feliz. Empezaban a conocerse.

Lukas Matsson era muchas cosas, sin duda, pero no era paciente…

Kendall y Roman estaban siendo innecesariamente obtusos.

Lukas había traído a una docena de peces gordos de Waystar a Noruega para 36 horas de caminata, carne asada y juegos mentales.

Ella desvió de nuevo la atención hacia el río. Tomó aire. Entonces, recibió una alerta en su móvil. "¿Qué te parece?". Lukas ya no estaba en línea y el mensaje tenía la doble marca gris.

Era de su número personal.

Con el que le había estado mandando emojis después de coincidir en Bruselas.

Se humedeció los labios.

Se giró.

Él la miró como un niño disciplinado.

Más como si fuera un compañero gamberro de instituto que su jefe en un empresa que estaba en 170 mercados y 36 idiomas.

Lavinia contestó con la mirada. No lo sé.

Kendall estaba más serio que nunca. Molesto.

– ¿Estás aquí, hombre?

– Sí, tío, sí. Dime…

El sueco estudió a los hermanos Roy fingiendo tomarse la conversación a broma. Chasqueó la lengua.

– Tú crees que me equivoco y yo creo que lo haces tú. ¿Pero qué más da? Tu empresa es un desastre y te voy a pagar mucho dinero por ella.

Hace menos de dos minutos les había dicho que Waystar Royco era un desguace. Buenas piezas, sí, mala marca.

No le gustaba dar explicaciones. O tal vez ahora mismo no tenía todos los argumentos en la cabeza, sin Oskar.

Pero, oh, tenía habilidad para retorcer el cuchillo.

El grandullón de Oskar observaba el intercambio con una cerveza artesana negra en la mano. Seguramente consciente de que en algún momento tendría que disolver la tensión si la cosa iba a más.

Hubo una pausa larga.

Lukas levantó los brazos con una mueca y luego metió las manos en el bolsillo de sus pantalones, mientras movía la silla hacia atrás.

Con aquel jersey de lana marrón y la barbilla rasposa, se mantuvo sentado de forma informal sonriendo sardónicamente.

– ¿Por dónde íbamos?

Ella resistió el impulso de poner los ojos en blanco.

Hace unos meses había conocido a un megaempresario de la tecnología aparentemente pasota.

Lo que fuera que había tenido su humor sombrío había mejorado.

Lavinia no dudaba que ayudara el hecho que acababa de 'oler' el calor de la sangre.

Sin Logan podía presionar por toda la operación.

Y él sabía cómo eso jodía a la otra parte.

Rome giró la cabeza hacia Lukas con dagas en los ojos.

Oskar volvió a dar un trago de su cerveza.

Lukas les sonrió otra vez, pero tirante: – Bueno, respecto a la oferta, diré que es la que es. Estoy anclado en ella. Soy lo que soy…

Roman intentó mantener las vías de negociación abiertas, pero… había perdido la paciencia.

– Bien, Popeye, nos lo apuntamos y lo elevamos al consejo. Porque, no queremos que caiga en saco roto – gruñó sarcásticamente.

Lavinia lo estudió.

Lukas Mattson era el hombre que quería comprar la empresa de su difunto tío abuelo y al que en este momento sus primos odiaban.

Y ella estaba en su equipo.

Sabía cómo se vería desde fuera.

Empieza a parecer un patrón.

En este punto, la atmósfera entre ambos lados era fría.

– Sí, pues que no decaiga, hombre. Que no decaiga…

Los hermanos Roy se desplazaron unos metros.

Lavinia sintió la mirada de Kendall sobre ella. Ken la estaba juzgando. Y algo más... algo más complejo.

No pudo identificar exactamente qué, aunque supo que la hacía sentir enferma.

Pero Oskar ya estaba gritando emocionado: – ¡Sauna, sauna, sauna! ¡Vamos!

Miró la comida que había quedado en la mesa.

Era consciente de que le esperaban días cruciales si quería demostrar algo en su carrera. ¿Cuáles eran las piezas de GoJo que le faltaban por saber?

Tenía que concentrarse en el trabajo hasta que se firmara el acuerdo.

Ebba había estado con GoJo desde el principio de los tiempos. Pero ella todavía tenía que ganárselo. Después tendrás tiempo para planificar. Cómo dijo la doctora, nombres, ropa, la habitación, la cunita…

Tiempo para asumir la responsabilidad de sí misma y de dos bebés.

¿Cómo era eso de que en Nueva York uno siempre está buscando el amor, un trabajo o un apartamento?

Ella necesitaba uno más grande de lo último.

Había pensado que iba a solucionarlo, lo de su falta de experiencia... que antes de tener un bebé su carrera estaría más que en marcha.

GoJo era una enorme oportunidad. Sí…

Pero ahora habría no una… sino dos personitas a las que tenía que mantener con vida y de las que tenía que cuidar.

Estaría masivamente embarazada en el tercer trimestre.

El aterrizaje de GoJo en Estados Unidos iba a ser lento y doloroso.

Cuando se llevara a cabo la adquisición, los medios estadounidenses iban a estar sobre Lukas — y sobre los números de la compañía.

No era el mejor momento para una investigación oficial.

O para salir en Page Six.

Dadas las circunstancias, todo el mundo estaría de acuerdo que Karolina era una mejor opción que ella.

La mujer se había parado a hablar con Shiv unos metros más allá.

Karolina tenía talento y entendía mejor que nadie las complejidades de una gran empresa. Llevaba una década en Waystar.

A diferencia de ella, no estaría de baja por maternidad dentro de medio año.

Movió el pie, convenciéndose de que no había por qué estar nerviosa.

Por lo que Lavinia había visto en los últimos dos meses, a la prensa y a ciertos lugares de Reddit les pirraba especular sobre la vida privada de Lukas.

Mejor dicho, sobre su supuesta afición al mal sexo y a los podcasts.

Sospechaba que algunos empleados de GoJo habían contribuido a esas publicaciones.

Lavinia respiró hondo.

Después de unos segundos, la tensión en el ambiente disminuyó gradualmente.

– ¿Qué te ha parecido eso, H?

Lukas se volvió para mirarla. Ella encogió los hombros.

– ¿Me vas a llamar por la inicial del apellido ahora?

– ¿Por qué no?

Había algo detrás de su sonrisa encantadora, su persistencia, y la mirada de urgencia en sus ojos.

El ruido del río llegaba hasta aquí.

– Ahora mismo las aguas andan… ¿un poco revueltas, no? – aventuró Lavinia.

Unos empleados de GoJo se alejaron riendo de la zona donde habían estado lanzando hachas y flechas contra las dianas de madera.

Ebba estaba de pie al final del camino fumando y hablando con uno de los flamantes fichajes de su nueva división, una chica joven japonesa. Michiko.

– Pst. Es fácil. Como decía…, Bloomberg. Ikea a muerte. Además de deportes, apuestas, cine. Todo lo demás lo averiguamos más tarde o lo partimos en partes. ¿Te han enseñado ya tu cabina o prefieres la sauna…?

Apretó los labios, de alguna manera alzando una ceja.

– He escuchado decir a Oskar que quien se quede más tiempo lo borramos de la lista. Pero no es una buena idea para mí, así que…

Lukas golpeó de palmas. – Tu cabina, eso es.

Hubo una pausa.

Roman y Kendall todavía no estaban muy lejos.

– Lavinia.

Ella lo miró. – ¿Sí?

– No te muestres demasiado ansiosa delante de ellos. Secretamente les molara más.

Asintió distraída.

– Vas a ser el maldito Ringo Starr aquí si quieres.

– ¿Perdona?

Él le dedicó un guiño.

– Aunque también puedes ser Linda McCartney.

Lavinia ignoró la implicación lo mejor que pudo.

Oh, corta el rollo.

Lukas despreciaba los límites con facilidad.

Pero lo cierto es que no se sentía intimidada.

Él la hacía reír, decía lo que pensaba, y ahora mismo sentía que con él podía ser ella misma.

Eso no significaba que Lukas no fuera objetivamente terrible.

Un enorme troll sueco, que disfrutaba el caos.

– ¿Eso es por la invitación que Ken te mandó a través de Comfrey?

– ¿Cuál del millón?

– La de "Paul está muerto".

Había hecho hacer algunas invitaciones VIP personalizadas con leyendas urbanas del famoseo de la música como esa como temática.

¿No le había demandado Bruno Mars?

Kendall y el cumpleaños más triste del mundo.

Levantó las dos manos hacia arriba en un gesto de rendición. – Esa misma. Tu primo, Jesucristo Roy – musitó.

Lavinia flexionó los dedos en el frío noruego y levantó la vista.

– Soy mucho mejor jefe por supuesto.

– Mmm…

– Hirsch, eso ni en broma.

Lukas también estaba cansado. Contaba dos pliegues debajo de sus ojos.

¿Había siquiera dormido?

Encontró la mirada de ella y dijo "Cabaña, cabaña" imitando a la perfección a Oskar.

Se rió pese a sí misma.

No todo era malo, tenía mucho trabajo por hacer con GoJo, eso le ocuparía la mente, la ayudaría a estar concentrada.

A juzgar por la actitud de Kendall y Roman, a costa de crearle otros problemas.

Lukas había dicho eso de que la gente siempre lo decepcionaba…

Estás jugando con fuego.

Era fácil de ver la forma en la que conversaba con ella.

Los ojos azules de Lukas Matsson brillaban con anticipación, expectación y tensión.

Dos noches antes se había sentido aliviada de volver a sentirse una mujer normal. Había estado muy harta, muy enfadada.

Tan pronto como terminaron tirados entre las sábanas, se sintió culpable.

En cuanto se encontró lejos de esa habitación, Stewy volvió a ocupar sus pensamientos como si hubiera cometido algún pecado imperdonable.

Yo siempre te he querido, pero tú…

Ella todavía estaba pensando en eso.

Debería descansar un poco antes de ponerse manos a la obra con aquella lista que estaba rematando Oskar.

Sintió acidez de estómago.

Quería dejar atrás ya la época horrorosa de las náuseas y, como había dicho la doctora, tener más energía durante este trimestre.

Se repuso con un tono calmado, cálido: – Creo que faltan Beatles.

– Tenemos al toca pelotas de George Harrison. A John nos lo cargamos y tenemos su cadáver en un armario o algo así.

Lavinia negó con la cabeza sonriendo.

Familiarizada con el toma y daca.

Pero sus palabras sonaron ciertas de alguna manera.

Lukas se había rodeado de talentos de su edad desde el principio.

Y algunos especulaban que, después de todo, él era el de la idea pero había sabido a quien fichar.

El también programador Mattias Hillborg, que habría preferido un enfoque menos mercantil.

Y había odiado cómo Lukas simplemente atacaba con ese "muévete rápido y rompe cosas" motto.

Ella no se dejó engañar, en cualquier caso, él buscaba un reemplazo para Ringo (Ebba).

Lukas se acercó, en voz baja: – Sabes que fue tu primo Kendall quien fue el primero que me dijo que tendría que ser yo quien adquiriera Waystar y no al revés.

Le miró como si le hubieran salido dos cabezas.

– No… No hagas broma con eso.

– Sí. En su cumpleaños. Tenía curiosidad pero ahora estoy seguro de que solo estaba parloteando. Como con ese rollo de salvar el mundo.

Ella se sintió desconcertada.

Se quedó mirando al infinito.

Al cabo de un momento:

– ¿Ninguna metáfora de ABBA? Qué pena…

– Nah. Se odiaban. Más aún.

Vio a Greg seguir a Tom a lo lejos.

Debería hablar también con su hermano.

– El gigante de los Austria – declaró Lukas siguiendo su mirada.

Ella levantó las cejas.

Lukas se echó a reír. Lavinia se tensó, pero se relajó cuando le hizo un gesto ladeando la cabeza para que no le tomara en serio.

– Sé que soy como un grano en el culo o lo que sea. ¿Estás bien?

Lukas sintió como afloraba la sonrisa de ella.

Se conocían desde hacía algo así como hace diez minutos, pero ya habían establecido una amistad poco ortodoxa.

Lo suficientemente buena como para que no importara.

Lukas no había escondido en ningún momento que quería más.

La quería a ella.

Dios, quién la llamaba a hacer estas cosas.

– Eres un auténtico idiota a veces, sí.

Cruzaron un puente sobre el río hacia el bosque.

Mantuvo su mano en la barandilla de madera del puente mientras Lukas avanzaba, luego se perdió entre ramas para agacharse y tocar el agua.

Lavinia se paró un momento.

Esto era muy hermoso…

Cerró los ojos intentando dejar la mente en blanco.

Respiró, sintió.

Pero hubo un revuelo de risas en algún lugar del bosque.

No podía dejar de pensar en Stewy.

En su situación.

Tenía la sensación de que le veía en todas partes, y de que aún sentía la marca de su mano en la suya.

Ya no estaba tan enfadada como anteayer, desde hace veinticuatro horas estaba simplemente triste.

Él había sido un cobarde.

Ella había arrastrado su inseguridad como un manto durante su relación.

Los dos sabemos lo que hay.

Podía evocar su expresión preocupada cuando apretó sus dedos en la ecografía. Sus cuerpos ceñidos en el pequeño espacio de ese baño.

Su mano dibujando patrones en su costado en el sofá de su casa y el beso breve de despedida.

Ella ansiaba la intimidad física más que quizás nunca en su vida.

El embarazo...

No había sido capaz de salir al descansillo, pero de algún modo había logrado no pasarse la noche llorando, había hecho la maleta y había subido más tarde de nuevo en un avión.

Sabía todo lo que arrastraban y no se fiaba mucho de que el hecho que fueran a ser padres resultara suficiente para arreglarlo.

Pero le torturaba pensar en cómo lo habrían podido intentar si él… si hubiera podido saltar y comprometerse con la paternidad desde el principio de su embarazo.

¿Por qué un mal momento tenía que ganar a todos los buenos?

¿Cuántas parejas habían tenido lo que habían tenido ellos, en este día y a esta hora?

Puede que la reluctancia actual de ella se debiera a que temía que volver a perderle fuera peor.

Le debía a sus hijos tener alguna idea de lo que hacía.

Cambia el chip… cambia el chip…

Para calmar su frustración, decidió concentrarse en el hombre que tenía delante, en el trabajo.

Antes de llegar a Lukas, se detuvo. – Estaba formulando una hipótesis… ¿Qué podría pasar si los números de la India se conocen antes de la compra…?

Solo veía la figura de su jefe a medias.

– Que estaríamos jodidos – alzó la voz en la distancia. – sabes estoy pensando…

– Dime.

Escuchó el sonido de sus propios pasos, mientras caminaba por el pendiente hacia donde estaba, aunque Lukas no se dio la vuelta.

Sentía curiosidad por qué había pasado realmente con Ebba.

– Acércate más, está helada

Siguió caminando hasta que llegó a la orilla.

– ¿Estás pensando? – recuperó el hilo de su conversación.

– También es tu dinero. A parte de lo de tu ex… – gesticuló algo parecido a la silueta de una embarazada – Hay un 1% de eso o un 0,5 o lo que sea que planee repartir tu viejo de su herencia, que te convierte en un riesgo para mí – y parecía contento de esa revelación en lugar de preocupado.

– No me voy a quejar. Y es principalmente dinero de Greenpeace. Es una larga historia – dijo.

– Sois una familia muy rara.

Pensó en lo que acababa de decir.

¿Era una confesión?

– La India… ¿Tan malo es?

– Sinceramente creo que podemos manejarlo… pero hay gente que podría asustarse.

Había algo bastante excéntrico y extraño en Lukas hablando de una de las compras o acuerdos potencialmente más grandes en la historia empresarial, vestido con ese impermeable.

Y mientras le sonreía así.

Lukas hizo ademán de mojarla con la mano, pero no lo llevó a cabo.

– Hey, no, no…

Puso su brazo alrededor desu hombro juvenilmente y la sostuvo allí en medio abrazo de oso. Era un hombre alto, de pecho ancho y atractivo (podía admitir eso).

Dos latidos, y:

– El número de suscriptores en la India parecer ser aproximadamente el doble de lo que realmente hay – confesó – Estábamos creciendo… y hecho con cuidado no parecía algo mayor pero ahora mismo para tener sentido tendría que haber dos Indias.

– Hay 1.400 millones de habitantes en la India.

– Pero muchos menos subscriptores. 5,5 millones. Bueno, 3 reales – aclaró.

Pensó un segundo.

– Vale. Ya.

Los dos últimos días habían sido un caos.

Agotadores.

¡Hace veinticuatro horas que sabía que esperaba mellizos!

Solo unas horas antes, había sido el velorio del tío Logan.

Todavía le resultaba extraño que hubiera sido sin un cuerpo y con todos hablando de negocios y de política.

Tom había tenido que dar mil veces los detalles a gente a la que estaba segura que su tío no habría dado ni la hora.

Con las elecciones en el medio, el funeral parecía aún lejano.

– Eh, chica del año. ¿Un centavo por tus pensamientos?

Su rostro se volvió hacia Lukas. Sintió la obligación de explicarse.

– No suena bien, no.

– No es tan malo.

Forzó una broma intentando todavía hacer cálculos.

– No, sólo… Vamos a acabar trabajando todos en un Carrefour…

Se explicó cuando él la miró confundido: – Hay muchos en Bélgica.

– Ya. Bueno… no habrá necesidad. Lo prometo.

Lukas aclaró su garganta y repitió: – Me refería más bien en escuchar tus pensamientos sobre todo este rollo de la ATN… Pensaba en lo que has dicho antes.

Lavinia se encogió de hombros ligeramente y miró de nuevo al agua.

Caminó unos pasos hacia un tronco gigante que yacía en el suelo donde se sentó.

Desvió los ojos hacia el suelo y pestañeó sorprendida.

– Bueno, sería genial que pudiéramos convencer a toda esa gente de cambiar la ATN por una plataforma neutral– hizo dos comillas en el aire en la última palabra –, pero vas a perder tu audiencia y el resto ya mira la PGN.

Él la observó con los ojos abiertos como intentando memorizar lo que ella le decía.

Se sentó a su lado con las manos dentro los bolsillos del chubasquero. – ¿Y las comillas son por?

La intensidad de su mirada la hizo sonrojarse sin querer.

Entonces, movió un brazo.

¿Cómo podía Lukas ser sexual con sólo poner su mano sobre la de ella mientras estaba sentado en ese tronco?

– Porque estoy segura que tenemos diferencias irreconciliables sobre la palabra neutral. Nada de mi incumbencia. Tú eres el jefe. Lukas, no sé si quieres la ATN, tener una organización de noticias de extrema derecha cambiaria toda la percepción global de GoJo, pero cambiar la línea editorial, te dejaría sin audiencia. ¿Has escuchado nunca hablar a Ravenhead? La última vez estuve a punto de lanzar el contenedor de fideos instantáneos a la tele...

Lukas soltó una carcajada. – Oh, una eurocomunista agresiva… Entonces es verdad lo que dicen…

– ¿Perdona?

– Eres la versión europea y sexy de Ewan Roy.

– ¿Cómo sabes que mi abuelo no era un joven Sean Connery?

Alzó las palmas pacificador.

– No voy a poner eso en duda.

Chasqueó la lengua. – La India… que marrón, ¿eh?

Él asintió.

Sabía que había estado estudiando el carácter de los miembros de la junta.

Estaba agradecida de que no hubiera insistido en que le hablara de su abuelo o Stewy.

– ¿Por qué es tan importante la ATN de repente?

– Es la mina de oro – dijo. Pero su foco de pensamiento ya se había ido a otro lugar.

Lukas se aburría y se distraía fácilmente, necesitaba que le desafiaran constantemente.

– ¿Quieres hablar de lo que pasó la otra noche en el hotel?– No había ni una pizca de vacilación en su voz cuando le dio un apretón en el hombro – ¿Mm?

Se quedaron un momento en silencio con el sonido del agua.

– Tú y yo… sería divertido Lavinia… Me mantendrías alerta.

– Lukas – dijo ella, llamando su atención.

– Lo seguiré intentando hasta que acabes interesándote en mí – se encogió de hombros. – No me da miedo intentarlo. Me apetece.

Permaneció en silencio durante unos minutos, dejando que sus palabras se filtraran.

– Si te digo la verdad, Lukas, temo que acabes por volverme loca – sonrió. – No te burles – añadió cuando su gesto pícaro se enchanzó.

– Estoy muy serio. No me metería en tu confusa vida amorosa por menos, H – guiñó un ojo.

Su príncipe, el que se decía azul… quizás era imposible que, en realidad, terminaran de una manera diferente…

Pero esto…

No necesitaba que nadie matara a un dragón por ella, pero no le negaría que era agradable sentirse vista.

Empezó a llover con fuerza.

Apretó su mano. – Lo hablaremos a cubierto.

El recinto tenía unas cabañas en medio de los árboles. Con vistas al bosque y al río.

No había muchos muebles, excepto una mesa pequeña, algunas sillas y una cama grande con una almohada.

También había una gran pared de cristal, que dejaba entrar la luz del sol y probablemente te permitía contar ardillas en los árboles y observar la lluvia y la vida silvestre.

Y un balcón que se abría sobre el bosque.

Parpadeó dos veces dándose cuenta que no había cortinas.

Pero parecía un lugar cerrado.

La vista no daba al camino o a otras cabañas.

¿Se acostumbraría alguna vez al carácter escandinavo?

Lukas la había acompañado todo el camino hasta allí por un camino de piedra.

Fue a pararse junto a ella cuando entró.

– Qué bonito – dijo mirando fuera.

– No está mal – contestó él, como si no fuera nada del otro mundo.

Lukas se quitó el chubasquero por la cabeza mirándola, lo dejó caer en el respaldo de una butaca y, luego, hizo lo mismo con el jersey, y tiró hacia abajo de la camiseta que se le había subido enseñando el ombligo.

Por Dios santo.

Ella negó con la cabeza.

Conduciendo hasta aquí desde el pequeño aeropuerto de Ålesund en la costa noroeste noruega solo había visto montañas imponentes, cascadas bordeadas de musgo y casas de madera al lado de lagos.

Este era un refugio de casi 500 euros por noche.

No algo absolutamente inalcanzable.

Pero con un entorno espectacular.

Le pilló sonriendo.

– ¿Qué?

– Nada.

– No, vamos, dímelo.

Su rostro parecía menos tenso que antes con sus primos, más bien... Su sonrisa se amplió: – Yo no diría que es única. No cuando hay otras cosas aquí con las que compararlo.

– Lukas…

– Nunca me han impresionado las vistas. Cuando fui al Gran Cañón dije que era sólo un agujero en Arizona.

– ¿Lo tuiteaste?

– ¿Hablando claro? Cabreé a mucha gente.

– Pues a mí esto me parece bonito…

– Porque no es una gran grieta.

– ¿No va a meterse nadie en esta parte del bosque, no…? – se quedó distraída viendo la lluvia caer entre los árboles.

Lukas se acercó a ella cuidadosamente, como si no estuviera seguro de lo que podía suceder. – ¿Decías?

Ella le devolvió la sonrisa, pero sus ojos se veían un poco distantes, casi perdidos en sus pensamientos, – Sí, que hay mucho verde, y cero cortinas – se dio la vuelta después de echar un último vistazo al exterior.

Su mirada se posó en el músculo de su brazo. Lukas vio esto y en un pestañeo acercó su mano a la suya. Su expresión se suavizó un poco y ella levantó una ceja.

Él le devolvió la mirada, sin siquiera molestarse en tratar de ocultar su sonrisa, mientras su pulgar rozaba el costado de su mano. Lavinia sintió su mano cálida, y un poco callosa, pero suave.

Su pulgar se movió después sobre los nudillos de ella, mientras continuaba sosteniéndola con fuerza entre la suya.

Pero después de un momento ella se soltó.

– Me repito mucho, pero me gustas – dijo Lukas. Luego se inclinó para besar su mejilla, rozando suavemente la línea de su mandíbula. Notó un calor bajo la ropa interior.

Los labios de Lukas estaban fríos, secos y ligeramente agrietados en comparación con su piel cálida. – Lo digo de verdad. Estoy en la cima, me siento capaz de hacer lo que me da la gana pero nunca me he sentido más aislado… Y aquí estoy, he encontrado una chica formidable que espero que no tenga miedo de mi ni mi estilo de vida…

Esta vez sonó serio.

La tomó desprevenida.

Ella aún no sabía si aceptar sus excentricidades o huir de Lukas — Entonces, ¿y si ella no hiciera ninguna de las dos cosas?

Pero Lavinia tenía un agujero en el corazón.

En el fondo ella todavía era ingenua, con sueños de amor y reconciliación. Quizás Stewy había sido un capullo. Sin embargo…

La verdadera pregunta era si alguna vez podría darle la estabilidad que necesitaba. ¿Podrías comprometerte con alguien que no seas tú mismo?

– Lukas…

– ¿Quieres que pida que hagan algo con lo de las cortinas?

– No… no.

Ella bajó la mirada hacia abajo.

Se quedaron allí en silencio por un segundo.

Lukas también pareció pensar en todo aquello.

Él retrocedió, pero no mucho. Su aliento en su rostro, los dedos en la bufanda caliente que llevaba puesta.

– Nos estaba recordando desnudos antes de ayer. Joder, estás genial.

Frunció el ceño.

– ¿Acostarte con una mujer embarazada no está en tu lista de cosas de cumplir antes de morir o algo así, verdad?

– No. ¿Te inquieta? – preguntó Lukas.

– No – respiró como si se hubieran saltado la clase de inglés en la que enseñaban esa palabra – Sí, creo que lo hace.

Lukas levantó los hombros.

– No me culpes. Desde la primera vez que te vi no he podido pensar en otra cosa, estoy como el jodido Romeo… Entonces no sabía que lo estabas. Preñada.

Lavinia suspiró.

– Eres peligroso.

– ¿Por qué?

– Porque dices cosas así. Es tan… inapropiado. – Dijo, sonando casi avergonzada por su reacción – No sé cómo debería reaccionar. Pensé que habíamos acordado detener esto.

– Entiendo. Lo siento, si la he jodido. No sé cuándo debo callarme… Falta de roles supongo.

Ella frunció los labios.

Pero él se defendió. – Una madre sobreprotectora – imitó una vuelta de hélice de helicóptero con los dedos haciendo la onomatopeya – y un padrastro que… ya lo sabes.

Ella quiso disculparse sin saber exactamente por qué lo hacía.

Él estiró los brazos para no quedarse rígido. – Pero yo no lo tengo tan claro...

Esta vez sin mostrarle los abdominales, gracias a Dios.

– ¿Qué quieres decir? Lukas…

Tarareó, caminando hacia el escritorio.

Le siguió, echándose una reprimenda. Estaba segura que había creado un monstruo.

Él sonrió. – Di lo que quieras. Pero te gusto.

Ella le dirigió una mirada exasperada. – ¿Oh, sí?

– Sí.

Su voz volvió a ser más baja. Sonaba... ¿satisfecho? ¿Una pequeña ofrenda tal vez? Ella lo miró.

Desde luego, Lukas no tenía ni un pelo de tonto.

– ¿No quieres hablar de ello? – preguntó.

– No, sí. Claro. Somos dos personas adultas.

– Vale.

Lavinia exhaló. Parecía como si fuera la primera vez en semanas que dejaba escapar el aliento que había estado conteniendo.

– Estoy cansada – confesó. – Los últimos tres días han sido una montaña rusa de principio a fin.

Lukas asintió lentamente, entendiendo lo que quería decir.

Ella procedió a buscar el termostato de la calefacción para subir la temperatura de la cabina.

Apretó el botón adecuado un par de veces.

– ¿Te sientes incómoda conmigo?

– ¡No, no!... Es que hace frío… No sé cómo puedes ir en manga corta…

Lukas sonrió y le hizo un gesto con la mano para que procediera.

Al sueco le sorprendió oír una risa escapando de su propia garganta, pero en cierto modo fue divertido.

– ¿Por qué no te sueltas un poco? Te divertirás.

Ella acabó de darse la vuelta. – ¿Qué pasó con "os necesito concentrados"?

Al cabo de un momento empezó a salir aire caliente de algún lugar de la habitación.

Lukas apretó los ojos como si le doliera la vista.

– Por la noche te acabo de poner al día de todo, te he dado mi palabra. Pero igual hay algo que te suena raro… un poco espeluznante.

Se sorprendió por su elección de las palabras.

Lavinia levantó la mirada hacia él, callada. – Me está asustando un poco—

Lukas aprovechó para coger una manzana de una fuente de frutas que el servicio había dejado sobre la mesa de escritorio como bienvenida.

– No, no te asustes – dijo con cara de buen chico.

– Bueno, sería genial que lo resolviéramos antes de que nos agujeren la nave, capitán Barbosa.

– Hecho.

Le tocó el brazo un segundo.

– Me gustaría quedarme, pero tengo que verme con Oskar por lo de la nueva división que maneja Ebba. ¿Nos vemos en la fiesta?

– ¿Y ya está?

Lukas hizo un gesto de confusión.

Se señaló en mitad del pecho con el dedo índice. – ¿Puedo comer, ducharme y tomar una siesta? ¿No me necesitáis?

Lukas metió las manos en los bolsillos del chándal.

– Cuando puedas da un repaso al reporting semanal de Andreas, yo no voy a tener tiempo. Pero básicamente… sí… recarga pilas para después.


Contestó a una videollamada de Monique mientras acababa de repasar unos documentos en el ordenador recién duchada.

La habitación tenía un interior oscuro para evitar robar la atención del paisaje.

En el pequeño cuarto de baño, había un cuadro con una foto de un fiordo que daba casi tanto vértigo como seguirle la cuerda a Lukas.

El Preikestolen, la roca del Púpilto. Alzada a 640 metros sobre un fiordo.

La imagen había sido tomada en un día soleado.

A ella le vendría bien el sol.

– ¡Chica, tengo las fotos! ¿Qué es ese paraíso? – preguntó su amiga emocionada.

Ella sonrió a la pantalla: – Hola.

– ¡Oh, Dios mío! – Monique se puso más seria cuando vio su cara – ¿Dónde estás?

– Noruega. Trabajando.

– Ah. Ya veo – abrió más los ojos notando que llevaba una bata de baño – ¿Y ese jefe tuyo? ¡Cuéntamelo todo!

– ¡Moni! – Le advirtió.

– Quiero decir. Hasta donde yo sé… han pasado… cosas. Pero como no respondes llamadas ni mensajes.

Se dijo a sí misma que pronto no tendría muchos momentos para hombres tontos y sus cosas, pero sabía que el propósito de Monique era distraerla.

Así que le sonrió.

– No hay nada que contar…

– Vamos, es genial que tires para adelante. ¡No estás en el corredor de la muerte! Seamos honestas, siempre es fácil pasar un buen rato con un hombre rico y deslumbrante que pone algo de misterio…

– Y…

– ¿Y?

– Bueno… Es mi jefe. No entra en mis planes que ocurra nada más. ¡No te he llamado por eso! Quería ponernos al día…– la corrigió.

Monique hizo un puchero divertido. – Es lo que quiero hacer yo. ¡Ponerme al día! Iba a vivir vicariamente a través de ti con esto, ¿sabes? Aunque ÉL sea más raro que un perro verde. No hay manera – dijo resignada. – Pero no conozco a tu otro galán y con las presentes referencias siento cierta inclinación hacia el homicidio – se interrumpió – Vale, tú ganas… pero habla…

Su amiga le vio la cara.

– Oh. ¡No! ¡Vinnie…!

Lavinia lanzó un suspiro.

Adoras ser masoca, no hay otra explicación.

Él te dejó caer… No es la primera persona que se suponía que tenía que estar allí para ti en tu vida que te ha fallado….

Pero Stewy… Si era sincera consigo mismo… ella lo había necesitado más que nunca…

– Me acompañó al ginecólogo. Todavía me parece que noto la presión de su mano en la mía cuando me estaban haciendo la ecografía… y me siento fatal porque no sé si puedo volver a confiar en él… aunque bueno, yo le di esa salida. Ni siquiera sé si tengo derecho a la mitad de sentimientos que tengo con ello. Ah, y son mellizos – dijo.

Su amiga elevó las cejas en la pantalla.

– ¡¿Me estás tomando el pelo?!

Sonrió.

–No, no.

– ¿Estás bien?

– Sí…

Buscó un momento los papeles en su bolso y le enseñó una de las imágenes del ultrasonido a su amiga. – Mira. Son muy reales. ¿Ves algo?

– Tía, joder.

– Del tamaño de un limón – anunció sonriendo. – Cuando crezcan un poco más, yo creo que se me van a comer por los pies…

Había mirado esas fotos más rato del que parecía normal anoche.

Cruzó los dedos para que Monique se olvidara de todo lo demás.

Monique pestañeó dos veces.

Miró hacia atrás porque la había llamado desde la redacción del periódico, que a esa hora iba a tope, y alguien acababa de pedir su atención por su nombre. Pidió un momento. – ¿Estás…? ¿Estamos…

– Contentas. Y algo asustadas.

Monique frunció el ceño. – Eres mi superheroína favorita, joder.

Lavinia negó con la cabeza.

Monique levantó las manos de la mesa.

– Pero aun tienes que tirarte al Superman sueco.

Se mordió el labio, exagerando para Monique. – Pues es una pena porque ya metí bastante la pata así que—

– ¿Tan malo es con el cunnilingus?

No tendría que haberle enviado ningún mensaje flagelándose.

Hizo un esfuerzo para no ponerse roja. – No. Bueno, para empezar… ¿Es seguro? Es decir las parejas lo hacen todo el tiempo y la doctora no puso pegas, pero… me siento como si no fuera correcto.

Hizo una mueca. – ¿Crees que les saldrán granitos u hoyuelos después que él…?

– ¡Monique!

Eso hizo que su amiga pareciera exasperada.

– Te conozco como si la que te hubiera parido fuera yo. Todo esto es porque no es el papá de las criaturas. No has hecho ningún voto de castidad, a algunos hombres les vas a gustar. Puede que en algún momento sea solo sexo. ¡O a la mierda! Quizás alguien vea lo divertida, bonita, inteligente, capaz de enamorar a cualquiera que eres, y no le importe que estés embarazada. No es lo normal en muchos varones humanos… pero…

Aunque a veces el mundo fuera una mierda había cosas que merecían la pena.

Como tener a Monique de amiga.

– Lo haces sonar como si fuera Jane The Virgin. Y no— Soy una mujer adulta. Es otra cosa…

Monique le leyó el gesto.

Entrecerró los ojos:

– ¡¿Así que quieres ceder, entonces?! ¿Darle otra oportunidad? ¿Vas a perdonarlo y ya está?

Lavinia suspiró y sacudió la cabeza.

– No. No ceder, exactamente. Supongo que debería empezar por escucharlo – Monique abrió la boca para protestar, pero Lavinia la interrumpió antes de que pudiera decir nada – Es que es... Es complicado. – Su voz se quebró un poco: – Si pudiera ver el futuro… confiar en que nunca se sentirá resentido o atrapado ni será un padre en 'la puerta giratoria'… Los bebés son lo más importante ahora.

– Te retequiero mucho, amiga. Lo sabes, ¿verdad?

– Claro.

– Entonces respira. Deja que las cosas fluyan. Él fue quien decidió mantenerse al margen. Que tú dijeras que no le obligabas… no tenía por qué hacerte caso. Ese hombre perdió a alguien genuino y bueno y no tiene nada a quien culpar que no sea a él mismo.

– Moni…

– ¿Lo echas de menos?

– Cada día. Pero no me convienen tantas emociones, no es bueno para los bebés – se encogió de hombros. – Me siento "mala futura madre".

Monique sonrió.

– Te mereces tener lo que quieras. ¡Y no serías nada de eso aunque te lo propusieras!

– Gracias.

– Vale – reafirmó Monique con una pausa, porque le pareció que Lavinia necesitaba un momento.

– Bueno…

– Voy a ser la mejor tía del mundo para ellos… ¿Sabemos si son niños, niñas? ¿niño y niña? ¿Qué tamaño has dicho que tenían? ¿Puedo llamarlos limón y mandarina? – dijo bromeando.

Y luego hubo un «sht» de la redacción y tuvo que disculparse.

Lavinia ladeó la cabeza. – Parece ser que hay un niño. Pero todavía no sabemos qué es el otro. Es muy pronto.

Monique bromeó: – Pues di por ahí abajo que yo quiero una sobrina que no se equivoquen de pedido. ¡Aunque me va a encantar consentirlos a los dos!

Ay, Dios…

Se rió. – No creo que funcione así…

Cuando colgó no pudo concentrarse en nada más.

Se decía que ser madre soltera tenía ventajas, como no tener que discutir con alguien sobre decisiones relacionadas con la crianza de estos niños.

Ella no quería gafar las cosas, pero pensó que un niño y una niña… estarían bien.

Aunque los amaría de todas maneras y, honestamente, sólo deseaba que se quedaran allí dentro bien acurrucados hasta que fuera seguro conocerlos en muchos meses.


En el área de la sauna, Mark Rosenstock y Ray estaban quejándose.

Los estadunidenses iban con sus toallas metidas alrededor de sus cinturas, Gerri la llevaba bajo los hombros.

Oskar solo tenía la toalla tirada en su falda.

– El primero en salir pierde su división – les soltó sin pestañear.

Mark murmuró quejica:

– Ya no puedo más. Ni siquiera están todos los suyos o Karolina.

Gerri sonrió. – Sí, bueno, parece que la jefa de su departamento de Comunicación está exenta. Así que la nuestra también se lo ha ahorrado…

Sentía cierta simpatía por una joven como Lavinia.

Porque sabía cómo de descarnado era este mundo.

Sin embargo, si fuera una de sus hijas, le habría empezado a dar consejos hace mucho tiempo.

Además, joder, estaba del lado de Karolina.

– Por eso me largo… – dijo Ray.

– Sí, estoy segura de que le darás a Lukas la misma impresión que la nieta de Ewan. ¿Tú también esperas un niño?

– Oh, joder. Pero mira a Frank y Karl.

Gerri se mantuvo tozuda.

– Por mi parte juro que herviré por dentro antes de mostrar debilidad aquí. No seas niño, ¿has estado en Los Ángeles últimamente?

Al regresar al bosque, Gerri se topó con Roman.

Fue incómodo. Roman no hizo más que asentir y pasar con las manos metidas en los bolsillos.

Caminó lo suficientemente rápido para evitar cualquier contacto significativo con ella.

Lavinia acababa de salir de su cabaña y los vio a cierta distancia.

Se fijó recordando que Tabitha creía que había algo allí que todavía mortificaba a Rome.

– ¡Roman! – Lavinia le llamó. – ¡Roman! Espera… Quería hablar contigo.

– Oh, sí, no jodas…

Se sintió la bruja del cuento.

– ¿Cómo estás? – le preguntó en voz baja de una manera que decía que realmente sabía que otra gente los estaría viendo interactuar.

Si había de ser una conversación seria, Roman no querría que los otros lo escucharan.

Estaba segura que el suéter que llevaba puesto era de Logan.

– Tan bien como ayer. Estoy bien. Ya hice el pre-duelo y tu sueco nos has traído aquí de excursión, así que…

– Rome…

Sentía como si tuviera que decir algo pero no sabía muy bien qué era.

Los dos guardaron un momento de silencio.

– ¿Qué pasa si se— pone en plan sociópata, uh-hu? – preguntó. – Ahora que ya tiene sus zarpas puestas en ti. Después no vengas llorando.

– ¿Lukas?

– Creo que… No. No. A la mierda. Pienso que mató a papá.

– Oh, Rome…

– No te atrevas a defenderlo porque quiere jugar a las casitas porque…

– No le defiendo… Excepto, bueno, es mi trabajo… ahí fuera…

Lavinia, ¡¿dónde te metes?!

Roman se tiró hacia atrás ceñudo y ciertamente usó un verbo que no sonaba natural en él: – Me arrepiento de… haberte llevado a ese maldito lago.

– ¿Crees que podemos mantener las dos cosas separadas? ¿Tú y yo?

Él chasqueó la lengua. – ¿Cómo si no fuera a desvalijar la herencia de papá?

Lo miró.

– Tu padre fue una de las primeras personas a las que se lo conté. No he ido por detrás. Ya lo sabes.

Roman no se bajó del burro.

Pero se paró cuando ya había dado unos pasos.

– ¿Qué te dijo?

Oh, a la mierda… y: ¿qué le pasa a todo el mundo con el puto vikingo?

Asintió y la miró un segundo. – ¿Y hizo que te sacaran de allí?

– No. Pero me dio un mensaje para Lukas.

Roman no tuvo de insistir para que ella siguiera.

– Quería que supiera que no le gustaba que jodieran con él antes de firmar el acuerdo – dudó – No parecía debilitado sino aterrador... Ya lo sabes. Había hecho esto millones de veces, Rome, no creo que fuera lo que le mató, sino que lo mantuvo con ganas de más. Creo que habría muerto antes si se hubiera retirado. A ver… nadie puede saberlo con certeza. Pero probablemente. Lo siento—

Pensó que quizás hablarle de su padre lo haría cerrar más en banda, pero Roman solo se quedó pensativo.

Su voz de repente mucho más joven.

El grupo que había estado en la sauna había ido saliendo.

Desde el principio habían estado demasiado a parte para ser escuchados. Pero ahora no había nadie en el bosque.

– ¿Crees que fuimos nosotros?

– No, no. ¡Claro que no!

Roman no pareció convencido.

– Pero has dicho…

– Yo no lo sé Roman… pero creo que tenía eso en común con mi abuelo. Necesitaba estar ahí enfrente.

Roman arremetió: – ¿De verdad crees que puedes comparar… mi padre con… tu abuelo, el que lleva vacas a ferias en… Canadá? – y francamente en esa frase incluso el nombre del país donde había nacido pareció un insulto.

Sacudió la cabeza. – Vamos, Roman…

Su primo puso los ojos en blanco. – Matsson— El muy cabrón es todo sonrisas contigo, ¿huh?

– ¿Va a ser un problema?

Roman frunció el ceño. – ¿Qué no te puedas resistir porque tiene una gran polla— No lo sé. ¿Realmente quiere la ATN?

– Sí, sí, creo que sí. Pero sabes que no debería decírtelo.

Rome asintió.

– ¿En serio le gustaban los jodidos pájaros? ¿A mi padre? El libro—

– En Dundee… yo les oí explicar a él y a mi abuelo que de niño tu padre llevaba un registro de los pájaros que avistaba y Ewan tachaba los que no creía que hubiera visto.

Juraría haber visto humedad en sus ojos cuando le miró después de un segundo de silencio.

Pero, si lo era, se repuso rápidamente.

– ¿Tu abuelo ha sido siempre Scrooge? Qué imbécil…

No dijo nada.

Se encogió de hombros.


Regresó a su cabaña a coger un abrigo cuando empezó a lloviznar, así que cuando llegó al descampado la fiesta ya había empezado.

Había música.

Lukas caminaba con Ebba.

Estaban hablando intensamente.

Lavinia los observó por un momento antes de entrar y sentarse en un taburete en la barra.

En cierto momento, Lukas la vio y se dirigió hacia ella.

– Un Absolut limón – pidió su voz detrás suyo.

Se giró. – Eh, tú.

– Eh, tú.

Él entrecerró los ojos. – ¿Todo está bien?

– Sí – mintió.

– Me alegra oír eso.

Lavinia sintió su palma en la espalda.

Ella se apoyó un poco cuando Lukas la movió hasta el hueso marcado de la clavícula, por encima de un jersey de lana verde varias tallas por encima de la suya que se había puesto para resguardarse del mal tiempo.

Tal vez también para intentar que su incipiente tripa no fuera el tema de conversación.

– Tienes el reporting de Andreas en el correo – le dijo.

– Gracias…

Lukas empezó a acariciarle la columna por encima el jersey con un dedo, mientras hablaba con el camarero.

– Lavinia, ¿no tienes hambre? Están asando carne fuera – la cuestionó.

– Puedo esperar a la cena. Pensé que íbamos a comer después.

De repente, bajó la mano hasta el borde inferior del jersey y, distraídamente, rozó un trozo de piel allí.

Lavinia sintió un salto brusco en su interior, como si estuviera a bordo de un transatlántico que se hubiera escorado de repente.

– Lukas – protestó.

Sonrió hablándole casi en el oído. – ¿Tienes frío?

Al decirlo le lanzó una mirada muy elocuente.

En el fondo de su mente, sabía que él estaba bromeando, en parte, pero su cuerpo simplemente no pudo resistirse a responder a la calidez de su proximidad.

Aún así, no le gustaba que la exhibieran, especialmente de esa manera pública.

Lo tomó del brazo y le apartó la mano con delicadeza poniéndola en la barra.

Él la miró.

– H…

– ¿Divertido? – preguntó sarcástica.

Tuvo la decencia de parecer inocente por un segundo.

Pero ella decidió ser temeraria:

– Tienes que dejar de hacer esto. No quiero que todos me odien y piensen que he conseguido mi puesto porque – se mordió la punta del dedo pulgar – Eso.

Vocalizó sin sonido «lo siento».

Él se rió entre dientes.

¿Qué haces, Vinnie?

Se sentía un poco fuera de control.

A continuación los ojos de Lukas brillaron divertidos. – No recuerdo que eso haya pasado.

Hizo un leve gesto de cabeza. No en concreto.

Luego, por su cara: – ¿No vas a ponerme una denuncia por acoso, verdad?

– ¿Las coleccionas?

Se miraron en silencio unos segundos. Los dos sonrieron levemente.

– No. Pero he bromeado con eso antes hoy – confesó Lukas. – Ya sabes con lo de Ebba, no me lo saco de la cabeza.

Lavinia arqueó una ceja, cuestionándole.

– ¿Debería ponerme al día antes de que sea un problema? – preguntó.

Le guiñó un ojo. – Después.

Después…, después.

– Dame una pista…

Estando embarazada, sus instintos eran más ruidosos.

Apoyó un codo en la barra, mirándola.

– Fue una broma… a Siobhan – aclaró Lukas. – Sobre si podía saludarla porque… bueno…

Oh.

– Sería malo que eso acabara en un periódico.

– Entonces es una suerte que todos los empleados hayan firmado un acuerdo de confidencialidad estricto sobre todo lo que oigan o vean.

– Yo pensaba… más bien en Shiv.

– Sí, eso sería malo. ¿Tú crees que me delataría? – su sonrisa tuvo algo particular.

– No te sigo.

Al cabo de un momento, Lukas apoyó su vaso en la superficie enfrente de él.

– También he leído tu pequeño briefing sobre el actual departamento de Comunicación de Waystar Royco. El que enviaste desde el avión.

– Bien.

– ¿No me preguntas qué me pareció?

– ¿Qué te parece?

– Me parece— valiente. Sobre todo tu opinión de Karolina. Pero ya sabes, – su voz se filtró a través de la música que alguien acababa de subir de volumen – Podríais ser tú y ella, en vez de tú y Andreas. Pero no sé qué tal le sentaría una bajada de sueldo a la genio de la lámpara de tu difunto tío... No necesito duplicar cargos y me gusta mi chica – le guiñó un ojo.

Bebió de su Coca-Cola. – Todo el mundo te está mirando y matarían por tus planes. Ve con cuidado con lo que dices por aquí.

Lukas inspiró.

– Lo sé, lo sé. Lo que pasa es que he estado pensando en la estructura en general. La escala, los datos, los ingresos, el contenido. Paso de los críticos, de todo el run run de los americanos y pase lo que pase no me verán dar explicaciones de mi negocio en ese Congreso suyo. Por lo tanto…

Lo observó. – ¿De eso iba la charla con Ebba?

Se rió.

– Oh, no. Ella quería saber si soy el afortunado.

Frunció el ceño. – ¿Sobre…

– Si esto – señaló su vientre y luego a sí mismo con el dedo índice – Era cosa mía. Lo que desafortunadamente he tenido que negar. ¿Dos, eh? Suena divertido. ¿Cómo uno hace d—

– No sigas por ahí.

Se sentía algo preocupada y, a pesar suyo, quizás… algo pesimista.

Tenía miedo de acabar fallando.

De acabar fallando todo el tiempo. A todo el mundo.

Lukas sonrió hablándole de cerca.

– He escuchado que en Spotify tienen una guardería en la sede de Estocolmo. Ida Thomsen del departamento legal piensa que esa es una de las 10 razones por las que Ek mola más que yo. No me basta con tener un bar en el ático y un área de música chill-out.

Se mordió el labio. – Déjame adivinar. ¿Se quedó embarazada y la enviaste al rincón de pensar?

Él se encogió de hombros.

Bajó la voz como si le explicara algo ominoso.

– En todo caso la tendría que acompañar Marius de Finanzas que también está de baja de paternidad. Es la jodida tercera vez. Tiene cinco, está convencido que Estocolmo es un gran lugar para una jauría de niños. ¿Crees que debería pagarle – hizo la señal de unas tijeras – para ahorrarme dinero.

– Ehmm… No creo que esté permitido…

Le dio un golpecito en el codo.

– Anima esa cara. Si lo monto bien con Waystar GoJo, todavía puedo estar en Suecia parte del tiempo y querré a parte de mi equipo conmigo. Creo que eso me gustaría.

Estaba oscureciendo y desde aquí podían ver parpadear las luces de las fogatas.

Lavinia suspiró.

– Lo siento. La cabeza me va a mil – Estaban los mellizos. Lo buena en lo suyo que era Karolina. Lukas al que ella misma había dado alas sólo porque se sentía bien y necesitaba cosas que se sintieran bien… lo que era muy estúpido – ¿Cómo está lo del trato?

Se aclaró la garganta.

– Creo que sé por cual flanco atacar esta noche. No te enfades, ¿vale?

Eso la confundió.

– ¿Por qué debería…

Estaban muy cerca, uno frente al otro. Él la tomó de la mano y quiso conducirla para que le siguiera. – Ven.

Pero Lavinia no era una mujer que se dejara guiar tan fácilmente.

Compartieron una pausa antes de seguirle.

– Lo siento por esta mierda de tiempo. La semana pasada era mejor – dijo cuándo se acercaban a Shiv y Karolina.

– Sí, muchas cosas eran mejores la semana pasada…– contestó Shiv.

– Ey, Siobhan. Lavinia. Directora de Comunicación. Pero ya os conocéis. Lavinia tiene hasta alas blancas y una corona dorada brillante en su cabeza. Nos ayuda con la ingesta de estrógenos.

Compartieron una mirada, ella con Lukas.

¿Qué era ese numerito?

Shiv también la miró.

Pero él seguía hablando: – Estamos muy contentos de tenerla con nosotros. ¿Te sientas en alguna mesa con nosotros, Siobhan?

Lavinia chasqueó la lengua contra el paladar y cambió el peso de su cuerpo de un pie al otro.

– Voy a por una agua. ¿Queréis algo?

Shiv negó con la cabeza.

– Nop – dijo Lukas haciendo sonar la "p" y luego parándola un momento cogiéndola de la mano. – Vuelve, ¿sí?

Asintió.

Matsson miró a Shiv cuando Lavinia se alejó.

Preguntó a la hija de Logan: – Entonces, ¿qué tan malo fue lo de antes?

– ¿Qué, los majestuosos ciervos? Luchando con sus erecciones de espuma viscoelástica? Un espectáculo arrebatador.

Lukas se guardó las manos en los bolsillos.

– Escucha. Me gustan los rodeos, en serio, pero para un rato como, las setas para desayunar. En lo referente al dinero, solo decid el puto número.

– ¿Ah, de verdad? Entonces, ¿ahora soy la chica de los mensajes?

– Bueno… ¿Tal vez con tus hermanos siento que Elvis ha muerto y estoy hablando con sus chicos de la piscina? ¿Está decidido? ¿El puto acuerdo?

– Sí, podría ser. Podría ser que sí.

Lavinia miró la conversación desde la distancia. Monique decía que músico y tío era la peor combinación que existía… Pero la de multimillonario, capullo y atractivo… ganaba por goleada.

Y como ninguno de tus novios fue nunca músico…

– ¿Uh huh? ¿Te vienes a esa mesa?

– ¿Contigo y tu novia?

Oh…

Esto era interesante.

Lukas negó con la cabeza. – No creo que estemos ahí todavía.

Esa confesión hizo levantar las cejas a Shiv.

– Solo unos minutos.

– No lo sé.

Lo pensó.

– Uhm. ¿Entonces… quieres venir a tomar drogas a mi cabaña? Diré números y te miraré a la cara.

– ¿OK?

– Discúlpame un momento. Tengo que…

– ¿Sí?

Sonrió pícaro.

– Hablar con mi novia.

La cogió de la cintura por detrás cuando llegó a ella.

– ¿Me das media hora y te vienes?

– ¿Qué—

– Luego te tengo una sorpresa. Me llevo a Shiv a la cabaña.

No esperó… esa sensación.

– ¿Tú y ella?

– Dame 40 minutos.

Lavinia parpadeó. – Eh… No necesitas pedirme permiso.

– Quiero que esto del acuerdo funcione y me vendría bien — jugar esa baza, ¿sí?

Se fueron sonriendo, bromeando.

Estamos tomando decisiones de cómo enteramos a mi padre.

En el suelo, ¿sí?

Sí, Lukas, bajo tierra. Jesucristo. A menos que quieras montar en tu pared, ya que tú lo mataste.

Shiv no pudo evitar reírse pensando en lo horrible que era eso.

Desde donde estaba, Lavinia no pudo escuchar la conversación.

Solo vio los gestos.

¿Qué había sido eso?

Lavinia observó la fiesta durante un momento más.

Frunció el ceño.

Pero Rasmus fue hacia ella empujándola a bailar con él y otra chica de su área.

– Lavinia, vamos. ¡Vamos a bailar!

Les sonrió a todos y les dio algo de espacio a su lado.

Era una fiesta de gente joven. Parecía normal, todos estaban felices y divirtiéndose, bebiendo y charlando. Y tampoco era como si los estuvieran obligando a esta situación, nadie obligaba a nadie a quedarse o a hablar.

Uno podía retirarse a su cabina.

Tom era de los únicos que no parecía estar teniendo un buen tiempo.

Tampoco Hugo.

Lo vio un momento con Ray en un extremo de la estructura que acogía la fiesta.

Si alguien le hubiera dicho que la gente parecería realmente entusiasmada al final del día, habría parecido una locura.

Incluso Ebba parecía estar pasándoselo bien.

Entonces, ¿por qué no se sentía mejor con todo este asunto?

Estaba en muy baja forma, llevaba muchos días de nervios, mucha tensión.

El flirteo con Lukas le servía las veces de descompresión.

Lo cual era estúpido y poco inteligente.

Se oía un murmullo de risas y conversaciones cruzadas en distintos idiomas a través del espacio.

Muchas veces de niña en el silencio de casa o en el granero en el rancho de Ewan se imaginaba como sería el mundo.

Y aquí estaba.

Ebba se le acercó con un vaso en la mano. – Hola.

– Hola. Toma. Es sin alcohol.

Lo sujetó. – Gracias.

Aprovechó un momento que divisó a Greg y le vio dejar de bailar.

Estaban hablando de uno de los empleados de GoJo.

La persona que estaba en el puesto de Ray.

Marius.

– ¿Has visto ese tío que tiene mi puesto aquí? Gran hombre de familia. Cinco niños. Cuéntalos – le mostró a Greg una foto en el móvil. Había una o dos cervezas de más – Eso es lo bueno para mí como valor agregado. Mi hijo es flautista en la Empire State Youth Orquestra y no he ido a ningún concierto. Me importan un carajo mis hijos.

– Disculpadme. Greg… ¿Podemos hablar?

Ray vaciló: – Tú… estás… estás esperando, ¿no?

Suspiró.

– Eso dicen…

Lo último que quería era tener una conversación personal con un desconocido.

Por empleado de Waystar que fuera.

Miró a Hugo.

Su hermano intercambió miradas con ellos un poco sobresaltado.

A ella le hizo unas señas de las que no pudo entender el significado.

– Felicidades – soltó Ray.

Greg frunció el ceño. – Tío, no bebas más.

Lavinia tiró del brazo de su hermano.

¿Qué demonios?

– Dime que Hugo no lo sabía por ti – murmuró.

– Bueno, yo…

Ray se quedó hablando de fondo, aunque estaba segura de que no sabía de qué.

Al final vosotras tenéis la sartén por el mango con eso de los niños – estaba dilucidando Ray en tono cretino – ¿Qué? Es la verdad.

Mark Rosenstock, otro empleado de Waystar, estaba acallando a su colega entre susurros. – Cállate. ¿Has visto a Matsson con ella? ¿Quieres que nos meta la patada porque te has metido con su chica y su puto crío?

– Greg… – insistió.

– Vale, vale.

Y después de alejarse unos pasos: – Es que no creo que nos deban ver juntos… Estoy a punto de… a punto de convencer a Kendall de esto de la panda de los Roy. El cuarteto… No quiero que piensen que estoy tramando algo contigo. Has escogido el enemigo y… ¿Vas a hablarle bien de mí, no?

¿Por qué todo el mundo estaba así de idiota en el "equipo" Waystar?

– Vale, me largo…

– Pero si me ayudas a… ¿no has visto una lista de… de fiambres? – ofreció Greg.

– Oh, buena suerte, Greg. Por cierto, te he enviado al correo artículos una carta que he encontrado donde más de 100 premios nobel critican a Greenpeace por varios temas y un artículo de antiguos activistas. He pensado que si vas a seguir con eso… al menos, ya sabes—

– Oh.

– De nada.

Greg tartamudeó. – Aunque… bueno no estoy seguro que al final— ya sabes, el abuelo parecía… parecíais realmente cerca. Por cierto he hablado con mamá y esta Navidad no iremos al rancho.

– Va a enterrar a su hermano…

– Sí, y está muy enfadado conmigo. No quiero pasar la Navidad con él riñéndome. Total, si no me va a dejar nada… Probablemente acabo de bajar bastantes puestos en la lista del abuelo o algo… Ya me ha dicho mamá lo de los dos niños.

– Vamos, Greg, no me hagas esto ahora…

– No, si a mí me hace ilusión ser un tío, uhm, pero eres su nieta favorita y a mi pues no me quiere ni ver. Por cierto, ¿estás bien? — yo pensaba que habías hecho las paces con Stewy. Pero Tom dice…

– Eso no es así— Lo del abuelo quiero decir. Ahora mismo a él sólo… no le gusta esa idea de que vayas despidiendo gente. Y deja a Tom decir misa… ya hablaremos, ¿vale?

– ¿Tú vas a tener… la lista de fiambres que estáis preparando? – intentó devolver la pelota a su tejado – ¿No podrías pasarla? Ayúdame.


Kendall y Roman estaban mirándose la fiesta desde lejos.

– ¿Cómo es siquiera posible?

Roman levantó una ceja. – ¿El qué?

– ¿Cómo una chica que parece tan… legal y dulce puede estar con ese hijo de puta?

– ¿Quieres decir a diferencia de tu ex novio Stewy?

Ken le echó una mala mirada.

– ¿Qué?

– ¿No te preocupa?

– ¿Vinnie? Es perfectamente capaz de clavarle un tenedor si se pasa. Y no tiene ni voz ni voto en lo del consejo así que…

Kendall lo miró. – Ewan sí vota.

– Y con un poco de suerte se abstendrá gritando un "salvad a las ballenas"

Pero ahora Kendall lo ignoró concentrándose en la conversación que de verdad quería tener.

– ¿Qué piensas? ¿La venta? ¿Cómo lo ves?

– No te sigo, tío.

– El trato.

– Sí. No sé. No es bueno. Pero también, supongo, se trata de eso, ¿no? Estamos vendiendo. Es como, ¿ganamos o perdemos? Cuesta saberlo.

Hubo un movimiento.

– Porque creo que me gustaría hundir el acuerdo.

– ¿Y mantener la ATN?

– Creo que quiero bloquear todo el asunto. Liquidarlo. Que reviente.

– Eso es, ¿una peligrosa maniobra de tragasables, no?

– Me gusta dirigir el barco, creo que somos buenos en eso y no quiero parar. ¿Tú?

Y después de discutirlo un momento…

– ¿Quieres que lo consultemos con Shivvy?

– Uh-hu. No sé yo. Solo estoy preocupado – puede bailar pinky?

– Quiero decir… No, obviamente no, pero, um—


Stewy no había podido dormir.

En las llamadas que siguieron, la tarde del velorio de Logan, mientras Lavinia dormía plácidamente en el sofá, no estuvo seguro de qué podía decirle a Kendall, además, de por favor, coge el dinero, no estropees el acuerdo.

Habían dado su palabra que lo mantendría al día durante el interinato.

Y habían hablado de los términos de esto.

Visitó las oficinas de Waystar esta mañana antes de que se largaran a Noruega.

Puede que algunos miembros de la junta se sintieran seguros viendo un frente unido que representaba la familia.

Pero él no pensó que era tan seguro…

Hombre…

Le dio dos golpes en la espalda a Kendall al saludarle. – ¿Todo bien?

Sí, tío, estamos a punto de despegar.

Hugo les interrumpió:

Antes convendría que Roman y tú, Kendall, os hicierais la foto del nombramiento. El relevo. La de los "hermanos jefazos" sería la versión mala.

O sea que mejor no la publicamos – siguió caminando. Miró a Stewy que entró en el piso a su lado con el ceño fruncido – ¿Te vienes a Noruega?

Lo miró fijamente.

No, no creo que eso favoreciera el acuerdo.

Kendall se extrañó. – ¿Por?

Pero Stewy realmente no estaba para más explicaciones.

Diferencias insalvables.

¿Con Matsson?

Se pellizcó el puente de la nariz con la vana esperanza de que eso le distrajera.

No te estoy dando ideas, Ken. Ve, y remátalo. Vuelve con el dinero. Por favoor.

Era tentador joder a Matsson.

Ir a Noruega.

Negó con la cabeza, dejando esos pensamientos a un lado.

Solo podía intentar confiar en Kendall ahora. No quedaba nada que él o cualquier otra persona que no fueran los Roy pudiera hacer por el trato.

Lo mismo con Lavinia.

Si hubiera sabido que ir era una forma de salvarlos del desastre que estaba desarrollándose en sus narices… Pero pensó que ella no lo agradecería, que se enfadaría todavía más.

Pensaría que estaba marcando su territorio, y con jodida razón.

Joder, Matsson tenía un puto cartel luminoso en las narices si quería verlo. «Está embarazada, colega».

No que eso la hiciera menos atractiva a sus ojos.

Amaba a esa mujer no importaba lo imbécil que hubiera sido. La amaba y la deseaba—

Stewy sintió que algo se estremecía en su interior.

Se quedó en la puerta del despacho donde estaba Roman.

Eh.

Eh.

¿Vienes a controlar? ¿Qué haces aquí?

En realidad ya me iba. Ken…

Te llamo cuando tengamos el acuerdo.

Cuando se reunió con los inversores de otra historia y con otros ejecutivos de Maesbury ese mediodía, pudo quitarse la preocupación de la cara con un capuchino cargado de azúcar lo justo para superar el trámite.

Mellizos.

Era una noticia enorme, monumental, que significaba más que criar a dos niños juntos.

Mierda. ¿Con quién estarás en este momento? ¿con Matsson? ¿Qué hay ahí?

Si de celos se trataba, eso era también una primera vez.

Al menos, en esta vida.

Una vez había presumido de no tenerlos mientras era el padrino de boda más borracho de la historia.

Necesitaba mantenerse racional porque tenía que recuperarla y porque estaba haciendo un trabajo en el que sabía que era brillante.

Pero también necesitaba saber que ella estaba bien.

Que él tuviera el estómago revuelto durante todo el día fue sólo una coincidencia.


En la cabina de Matsson, éste y Shiv hablaron durante un rato cuando ya había oscurecido.

Empezó contándole que le costaba entender a la gente.

Que se embarcaba en historias y luego no tenía bien establecidos los límites.

Hablaron de una subida razonable del precio del trato.

Entonces… ¿un test?

– ¿Qué piensas de Lavinia?

– Pues no lo sé.

– A mí me gusta. Ella no está… muy segura de sí misma… insiste que Karolina es un fenómeno, pero ella es algo fresco… realmente la quiero donde está.

– Ahá. Bueno… Karolina es muy buena.

Le ofreció cocaína. - ¿Quieres?

– Claro.

– Pues es que me parece que estoy en un lío. Me están criticando mucho.

– ¿Sí?

– ¿Y qué pasa con el tema este de tu marido?

– Um. Bien jodido. Es un desastre. Rompí su corazón, él rompió el mío. Perdimos el norte. Qué se yo.

Shiv jugó con el potecito de cocaína que no iba a usar.

– No es que quiera contarte mi vida ni nada de eso, pero verás, antes yo estaba con una tía. Y después de que nos separamos, por algunas cosas que dijimos cuando era muy bonito, muy intenso, ¿sabes? Yo bromeando, en plan asqueroso.

– Uh huh.

– Sí, como una clase desagradable de broma amistosa sobre lo que no debo hacer, yo le envié un poco de mi sangre. Medio litro de sangre mía congelada, como broma.

– Bueno, a ver, es muy buena coña…

Lukas siguió, pasando la lengua por su paladar después de tomar un poco de droga.

– Ella se quedó un pelín rayada cuando hice aquello, pero aun así seguí haciéndolo, una vez, y otra, y otra. Hasta que ya dejó de ser una broma, luego volvió a ser una broma y, ahora, por lo visto, ya no lo es otra vez.

– Ahá.

– Y la cosa es… Obviamente tendría que contárselo a mi directora de Comunicación cuanto antes. Para que pudiera ayudarme pero— realmente me gusta. Como en que espero que funcione fuera del trabajo. Oficialmente. Entonces…

El ceño de Shiv se frunció.

– ¿Estás hablando de Lavinia?

– Sí. Quiero ir con todo. Claro que también quiero mantenerla en el puesto porque funciona. Es buena. En serio… Lo sé, sé que todos pensáis que esa Karolina es fenomenal y estoy seguro que sí- sí, busquemos un puesto para Karolina. Pero confío en Lavinia y… bueno eso no siempre lo he tenido, últimamente. Pero al menos lo otro está bien. Porque no era ilegal.

Shiv lo miró.

– No, ¿pero quién— es? La otra mujer.

– Es… en verdad es Ebba. Así que es complejo.

Shiv abrió los ojos durante un momento.

Le dijo que lo negaría y se rodearía de abogados si Shiv decía algo.

Pero, a ver, había un montón de pruebas.

Lukas fingió estar sólo un poco más despistado de lo que estaba.

Estaba intentando establecer un rapport con Shiv porque podría usarlo de aquí en adelante.

Pero no era mentira que tenía serias dudas de cómo Lavinia reaccionaría a la historia de Ebba.

No era aburrida ni rara.

Pero él jugaba con desventaja… aunque tuviera unas cartas que poca gente tenía.

– Bueno, no sé quién te aconseja, está claro que no tu departamento de Comunicación. Por razones obvias – abrió los ojos Shiv como dudando de la cordura del hombre que tenía delante.

Él asintió. – Claro.

– Pero yo diría, que es 10 veces peor de lo que te hayan dicho. Para empezar, teniendo una relación por segunda vez con una de tus jefas de Comunicación— Los medios estadunidenses no te dejaran tranquilo, es decir si eres un acosador chungo que escribe código llenando una bolsa de sangre y acosando a sus subordinados, eso tendrá un impacto económico.

– Oh, no, no. Pero siento que voy en serio con ello. Con Lavinia. Estoy bien con toda la situación de los bebés. Me hace gracia. ¡Pum! Magia. Dos críos. Así que…

Parecía desarmadamente abierto.

Shiv parpadeó. – ¿Perdón?

Gesticuló con una mano. – Sé que lo de Ebba pinta mal pero—

En aquel momento hubo pasos acelerados en la entrada.

Alguien acababa de entrar a la cabina.

Matsson se tiró para atrás en el sofá con el whisky que tenía en la mano.

– Me ha gustado hablar contigo. Eres guay. Sabes cómo tomarte una broma. Como tu padre.

Era un test para Shiv porque había concluido que podía cortejarla para que traicionara a sus hermanos alineándose con él.

Halagándola un poco.

Pero también… bueno… la verdad, lo de la sangre…

Se sentía nervioso al respecto.

Eso era cierto.

No tenía idea de cómo reaccionaría Lavinia a lo de la sangre… temía que Ebba acabara soltándolo así que…

En su momento, Oskar le había mirado como a un demente.


Se topó con una figura en la oscuridad que no esperaba.

Se llevó una mano al pecho regulando su respiración.

– ¡Ken! Qué susto…

Pareció serio.

– ¿Estás bien? – preguntó en voz baja. Apenas podía distinguir las palabras en este estado de oscuridad.

– Sí, estoy, bien. Sólo… no te esperaba.

– No, me refería a… – y luego como si eso lo explicara – Hablé con Stewy en el velorio.

No estuvo muy segura de qué significaba eso.

– Ya…

– Creo que te equivocas.

– ¿Perdón?

– Con Matsson.

– Vale.

– Creo que te equivocas y que esto es innecesario. Stewy se va a encargar de todo.

– Con todo el cariño, Ken… Estoy haciendo mi trabajo y creo que se me da bien. – qué diablos – Tú deberías saber que se me da bien.

– Honestamente, es un shock que Stewy sea padre, eso seguro. Pero me alegro por él. La familia es algo importante.

– Gracias, Ken.

De algún modo no la ayudó.

– ¿Entonces planeas seguir trabajando con Matsson?

– Sí.

– Sabes que lo de la ATN lo hace porque tiene un valor sentimental para nosotros…, lo hace para dar por el culo, Vi.

– Solo soy una empleada.

No tienes ninguna razón para confiar en él.

– No es un mal sueldo.

– Perdóname pero – se aclaró la garganta. – ¿El salario? Los dos sabemos que no lo necesitaras, Vi, al carajo con el sueldo.

De acuerdo. Esto. Con esto, ella no sabía qué hacer.

– No soy billonaria.

– Vas a tener el hijo de Stewy, le agradas a Ewan a diferencia de, bueno, Greg. ¿De qué va esto?

– Oh, Dios, Ken – protestó. Agradeció a la oscuridad no saber cuál fue la mirada de su primo. – Si me disculpas, realmente iba a retirarme por hoy…

Entró en la cabaña.

Vale que se le notara algo.

¿Pero en qué momento las noticias habían volado de esta manera?

Al parecer, no hacía falta que ella se lo dijera a nadie más.

Hugo, Kendall, los empleados de Waystar…

Frenó sus pasos cuando se dio cuenta que Lukas todavía tenía compañía.

Hubo una pausa.

– Hola.

– Buenas noches – dijo Shiv que la miró de arriba abajo.

– Buenas noches.


– ¿Qué ha sido eso? – preguntó cuándo escucharon la puerta cerrándose.

– Le he pedido que nos eche una mano. Sus hermanos, América, los medios. Creo que podemos sacarle partido. También me ha recomendado mantener a Gerri y Karolina como hiciste tu—

Oh, fantástico.

Alzó la barbilla.

Le salió una sonrisa dolida.

La conversación con Kendall no había ayudado.

– Así que vas a substituir a la chica embarazada después de todo…

Estaba probablemente más enfadada de lo que debería.

No podía decir por qué, porque no era ella.

Lo atribuyó a las hormonas y a esas cosas…

Pero antes que pudiera reaccionar, Lukas se había levantado del sofá, serio.

– Eso no es así.

– ¿No?

Lavinia lo miró con los brazos cruzados pese a tener ahora sus manos en sus hombros.

Cuando lo pensó dos veces, supo que Shiv no querría precisamente un puesto sólo de Comunicación. ¡Por Dios!

Pero…

Respiró.

– ¿A qué estás jugando?

– Mm – dijo sin comprometerse. – Solo estoy probando ver algunos ángulos.

– ¿Entiendes que no me sentaré mientras seduces a mi prima y juegas esa pequeña obra tuya de antes? A ver. Me da igual, Lukas — y me gustaría que fuéramos amigos, ¿vale? Pero ya estoy en un lío, lo que parece muy obvio para todos. No me compliques la vida.

– No voy a hacer nada de eso que se te ha metido en la cabeza con Shiv… Quizás si Roman nunca te hubiera llevado a Italia, habría superado la curiosidad por ti pero—

– Pues deberías decírselo a Tom Wambsgans. Todo el mundo os vio iros – musitó mosca.

Joder, parecía hasta satisfecho de sí mismo. Bajó la voz estudiándola – ¿Estás celosa?

Y entonces, antes de que pudiera reaccionar él estaba besándola. Duro.

En ese momento todo a su alrededor cambió.

No sabía cuánto tiempo estuvieron besándose, o si era siquiera ella misma porque seguía pensando en sus primos y en toda la gente a su alrededor y lo que esto podría significar para su carrera y todo lo demás y —

Él se alejó. Ella abrió los ojos, con la respiración pesada. El sabor de él permaneció en sus labios: el sabor del whisky que acababa de beber.

– ¿Puedo beber un vaso de agua?

– Claro.

Lukas se tiró hacia atrás. Una pizca de picardía bailaba detrás de esos brillantes ojos azules. – Lo siento – Luego, volvió a acercarse. Su mano bajó hasta su cintura y la apretó contra él mientras se servía de una botella de agua mineral. – ¿Vamos a llevar esto a algún lugar privado? El servicio ha estado entrando y saliendo toda la puta tarde.

Su sonrojo sólo se intensificó.

– Lukas…

– Si te preocupa, creo que la nueva directora de Comunicación me daría permiso, ¿no?

Ella respiró hondo: – Esto es una movida. Ya sabes lo que quiero decir…

– No, explícamelo.

Pero, sin darse tiempo a dudar, puso sus dedos en los labios de él.

Lukas no la detuvo, ni siquiera cuando el beso se volvió más apasionado que antes.

Su boca ya no era nada gentil, pero ella apenas sintió sus manos recorriendo su cuerpo. Lavinia perdió el foco de lo que estaban haciendo hasta que detuvo su mano cerca de su vientre sobre su jersey.

El beso terminó demasiado abruptamente.

Él frunció el ceño. – Si realmente te sientes tan mal con todo esto, ¿por qué me devolviste el beso? ¿por qué haces ver que te gusto?

Ella parpadeó lentamente, tratando de aceptar lo que acababa de hacer. Respiró hondo para recuperarse y dejó que su mirada bajara hasta su solapa.

Había algo que a ella le gustaba de él.

También había un montón de cosas que la hacían sentir nerviosa.

No pensaba con claridad ni se sentía como ella misma.

Tal vez estaba escapando y había decidido tirarse contra una pared de ladrillos después de todo.

Podía ver el final desde el principio…

Pero como decía la canción: «ahora el cielo no podía ayudarla».

Lukas le quitó el jersey y ella se desabrochó los pantalones con la respiración acelerada.

Quizás necesitaba pasar de todo lo malo, y aprender a reclamarse a sí misma

O simplemente había descubierto que sí, que estaba interesada en un hombre que bien podría devolverle algo del control de sí misma, incluso cuando ya sospechaba las alarmas encendidas en frente.

Lukas deslizó su mano por su espalda, la levantó y la llevó como si no pesara hasta que él estaba arrodillado y ella sentada en su cama a oscuras. Una pared de vidrio que daba al bosque y aquí también el techo. Seguía lloviendo así que no había estrellas.

Tuvieron un aterrizaje controlado en el colchón, sus ropas casi descartadas,

Él quitó su propio suéter haciéndolo un ovillo.

La miró a los ojos marrones, mientras le separaba las piernas y la colocaba contra su cuerpo en la cama. Ella asintió, dándole permiso para que siguiera cuando movió una mano a su muslo. – Tenía tantas ganas de follarte ahí fuera.

Lukas tiró de su ropa interior hacia abajo hasta quitarle las braguitas. Mordió ligeramente el interior de su muslo.

La miró acariciando el principio de su propia erección, y después se quitó el pantalón junto con sus boxers. Esta vez no quería distracciones.

Cogió un condón de la mesilla de noche aunque dudó.

Lavinia se mordió el labio. – Úsalo.

Lukas frunció el ceño. – No vas a quedar más embarazada de lo que estás.

Ella parpadeó estudiándolo.

– Estoy segura de que sabes que no sólo sirve para eso.

– Estoy limpio. La última persona con la que no tuve sexo aburrido y esterilizado antes de ti fue… – demasiado sincero.

– Por favor.

La discusión continuó medio bromeando, medio divirtiéndose con el argumento.

– Déjame follarte a pelo.

– No vamos a hacerlo a pelo. Ni de coña.

– Hirsch…

– No te pongas mandón ahora, no eres el jefe aquí – ella lo regañó. Sintiéndose extrañamente victoriosa por la gran sonrisa en su cara.

Lukas habría protestado al menos una vez más, pero no quería arriesgarse a que ella se echara para atrás.

Siempre tenía la sensación que ella quería correr en otra dirección.

Así que lo abrió con los dientes y se lo puso elevando los labios.

Lavinia contempló protestar el gesto, pero decidió confiar en su habilidad para hacer eso sin percances. Él apoyó sus labios sobre los de ella mientras susurraba. – Quiero que lo sientas todo. Abre más las rodillas, Vi-nnie – probó ese nombre en sus labios.

– Sólo…

– Dime…

– No seas… brusco – le pidió. Ahora completamente en serio.

Se sintió un poco perdido aquí.

La miró con los ojos abiertos. – Tendrás que… ya sabes… Dirigirme. O de lo contrario me embalaré.

Lavinia dijo suavemente a eso: – Sólo asegúrate de que estemos a salvo. Por favor. Yo te aviso.

La miró a los ojos. – Está bien.

Al principio entró en ella lentamente, observando cuidadosamente las reacciones de su cuerpo tratando de no lastimarla y también de satisfacerse al mismo tiempo — él era posesivo.

Fue cuidadoso, extrañamente cuidadoso para lo que decían de él, preocupado por ella.

Se empapó de los detalles de su rostro. Sus ojos, que querían cerrarse mientras se adentraba. Sus labios entreabiertos.

– Mierda, Lavinia – gruñó Lukas, moviéndose lentamente de nuevo. Su paso no era apresurado sino lo suficientemente lento para no lastimarla. – Nunca había hecho esto antes – murmuró. Y sonrió – Me refiero a una chica embarazada. ¿Quieres parar?

Ella dejó escapar suaves suspiros y pequeños gemidos, haciéndolo sonreír suavemente.

Siguieron.

– ¿Detener qué? – volvió en sí. Intentaba concentrarse en esto. Por favor. Por favor.

– El sexo – murmuró él.

– No, no lo sé. No. Continua.

Lukas sabía lo hermosa que podía ser con la boca ligeramente abierta de esa manera. Pero… Me encantas, pensó antes de empujarse completamente dentro de ella. – Dios, estás tan apretada.

La mano de ella le cogió la cabeza con fuerza, sus dedos entre su cabello rubio corto casi dolorosamente.

Él le lamió el cuello.

– Lavinia…

Lavinia pareció confundida por lo que Lukas intentaba decirle, pero sus manos subieron por su espalda y bajaron por sus costados de todos modos.

Continuó entrando y saliendo de ella, sintiendo sus músculos relajarse debajo de él. Era como si estuviera follando siguiendo una corriente.

En el mar o algo así.

La sensación hizo que su piel zumbara.

– Oh, Dios mío… Me encanta tu coño, – respiró mientras seguía empujándola con el movimiento más pausado. – Quiero hacértelo muchas veces.

Lukas intentó concentrarse en el rostro de Lavinia mientras se movía dentro de ella. Pero ahora ella había cerrado los ojos y no podía identificar bien su expresión. – Abre los ojos, – murmuró. – Sólo ábrelos, Lavinia.

Se sintió reticente.

– ¿Por qué…?

– Quiero que me mires cuando te estoy follando. Mírame y dime cuánto te gusta que te lo haga. Soy yo, ¿vale?

Ella asintió pero no dijo nada, solo jadeó.

Era como si estuviera tratando de sacarle de la cabeza el recuerdo de otra persona.

Lavinia sintió que necesitaba exorcizar ese pensamiento.

Soy libre, pero no.

Lukas gimió.

Pensó que debían moverse.

Intentó que él se tumbara de espaldas en el colchón con las manos sobre sus hombros.

Pero él era un hombre grande. No opuso resistencia a ella; sus músculos eran simplemente… algo digno de contemplar. Una pared.

– ¿No me vas a dejar ponerme encima? – se quejó alzando el torso con los codos en la cama.

Él se reacomodó con una mano en su pelo.

– ¿Quieres que escuche un podcast? – bromeó.

Negó con la cabeza.

Le acarició la mejilla con la nariz y después la beso.

Esta vez sonriendo: – Sé buena chica y disfrútalo. Te tengo.

Sus caderas comenzaron a moverse más rápido, los dedos de ella se clavaron con más fuerza en su cabello ahora mientras se arqueaba hacia arriba.

Lavinia soltó varios gemidos. Él sonrió. Aquí era exactamente donde la quería. Con ella tan receptiva que si alguien se acercaba podía escucharlos.

Aunque no necesariamente quería que se supiera que era ella.

Mañana le diría a Oskar que había follado con cualquier otra persona.

Para que no le diera el coñazo.

– Me gusta que me mires, – dijo mientras se presionaba en ella.

– Sí.

Ella jadeó.

Se mordió el labio para no gritar.

Lukas sonrió.

– Y por eso te dije que amo tu boca. Me encanta cómo te hago suplicar. Me encanta verte perder el control – dijo mirándola entre jadeos y empujones.

– Lukas…

– ¿Cómo se siente? Dime. Ya estás muy mojada. Me estás empapando la polla incluso con el maldito condón y todo. ¿Te he dicho que lo odio? – protestó – Hueles increíble. Eres tan jodidamente sexy, no puedo esperar mucho más. Por favor. Intenta – le acarició el muslo – Eso es. Hagamos que dure un rato.

– Oh…

Arrugó la frente.

– Estás temblando mucho ahora mismo. Déjame ayudarte con eso – dijo ayudándola a quitarse el sostén negro. Se apartó de ella, y ella lo dejó moverse todavía entre sus rodillas. Sonaba tan genuino, que la hizo sentir todavía más expuesta. – ¿Puedo lamerte?

Ella asintió con una risa.

Se inclinó y pasó la lengua por sus pezones.

– Tu piel tiene un sabor dulce. Me encanta. – Ella se estremeció bajo su boca mientras él mordisqueaba la piel sensible. Luego volvió a deslizarse dentro. Ella gimió. – Apuesto a que esto se siente muy bien, ¿eh? Eres tan sensible. ¿Estás seguro de que estás bien? Tu respiración es toda irregular. Suena caliente y sexy. Pero…

– Estoy bien.

– Ahora será mejor… Oh, eres una buena chica. – Dijo, sus labios rozando su cuello – No me gusta cuando no estás cerca. Te necesito a mi puto lado – se movió para que se ella colocará de lado, abrazándola por detrás.

Sus manos bajaron poco a poco por sus pechos mientras los colocaba a su gusto. Evitó los pezones cuando su gemido fue más como una queja. Su cara acariciando entre sus omóplatos, el olor a sudor fresco y excitación llegando hasta él. La sensación de su boca sobre la piel de sus hombros.

Siente la necesidad de murmurarle sinsentidos para recordarle que estaba ahí.

Lavinia sólo escuchó una plétora de palabras en sueco.

Continuó moviéndose dentro de ella, presionando lentamente al principio, antes de acelerar nuevamente.

Deslizó sus dedos entre su melena castaña, enterrando su cara en su cuello, mientras sus embestidas se hacían más rápidas.

Ella gimió, arqueándose, su mano buscó su barbilla áspera por encima de su cabeza.

Se sintió rara, muy rara.

– Sigue gimiendo, nena, – dijo. Quiero oírte decir mi nombre mientras te follo. Córrete. Mierda. Voy a correrme. Mierda. – Una ola de calor lo invadió. – Mierda. – Un gemido escapó de su garganta.

Y luego volvió a flotar encima suyo. Él la ayudó a terminar con su mano enterrada profundamente dentro de su apretada humedad. – No te reprimas, cariño. Vamos.

Ella asintió. Con un grito ahogado de sorpresa, mientras la presión dentro de ella se hacía cada vez más intensa.

Ambos permanecieron así durante varios minutos, Lukas respirando con dificultad y Lavinia intentando desesperadamente mantener la cordura. No había pensado en Stewy durante… No con esa intensidad. Hasta ahora, cuando parecía que su cabeza no dejaría de dar vueltas. Lukas le acarició la espalda suavemente y finalmente habló. – ¿Estás bien? – Lavinia asintió débilmente, sin confiar en sí misma para hablar.

Lukas se levantó para mirarla y le puso la mano en la mejilla. – Lo hiciste genial, muñeca –, dijo en voz baja y besó su frente. – Quiero que seas mi chica, ¿sabes? La gente es jodidamente diminuta Lavinia, ridícula, pero nosotros podríamos hacer cosas maravillosas—

Ella abrió los ojos y se encontró con los de él. Ella vio su vulnerabilidad en ellos.

Intentó hablar pero tenía el corazón pesado.

Él sonrió. – No nos preocupemos por esto esta noche – susurró. – Deberías descansar. Podemos hablar después. Él se puso de pie. – Duerme un poco, ¿sí?

Sus ojos azules atravesaron los marrones de ella mientras lo miraba.

– De acuerdo.

Lukas se sentó en el borde de la cama un rato más mientras ella se dormía. – Ella sería una compañera increíble. Ella entendía de qué iba toda esa mierda pero además era estupenda.

Sonrió, pasando sus manos ligeramente por su cuerpo.

Definitivamente valía la pena luchar por ella. Suspiró cuando el recuerdo de esos besos que compartieron en la oscuridad se enfocó. Su estómago daba un vuelco cada vez que lo recordaba. – Maldita sea esa hermosa boca suya – sonrió Lukas. Pero tenía otras cosas de qué preocuparse.

De hecho, sus primos eran un par de idiotas. Y tenía que tener cuidado con qué ángulo jugaba con Shiv ahora.


Cuando se levantó todavía era de noche.

Pero él la guió a la mesa para dos que alguien había preparado. – Y aquí lo tienes. Le beuf et pommes frites – con un falso acento francés – et le vin rouge.

Se puso sus braguitas y él le prestó una de sus camisetas.

Ella estaba extrañamente callada.

La invitó a sentarse con un guiño. – El vino es para mí, tú no puedes beber en el trabajo – bromeó.

Miró a su alrededor con una sonrisa ligera. – Oh.

Cenaron tranquilamente.

Sintió la mirada de Lukas sobre ella.

Los dientes le habían dejado unas pequeñas marcas en el labio inferior, húmedo por el agua.

– Creo que me debes una larga conversación.

Lukas la miró.

– Sí.

– ¿Y bien?

Se llevó un bocado a los labios.

Él se había vuelto a vestir.

Pero estaba despeinado.

– ¿Por dónde quieres que empiece?

Lavinia vaciló.

– Ebba. Claro.

– Le envié sangre – dijo mordiendo el pan.

– ¿Qué?

Dio una fuerte bocanada. Suponía que antes o después tendría que contárselo, y…

– Le envié un vial… y luego… medio litro de sangre congelada… como una broma… Pensé que se lo había tomado bien… así que seguí haciéndolo. Pero acabó rayándose. Creo que guarda varios litros de sangre congelada mía.

A Lavinia se le escapó una sonrisa, pero entonces se dio cuenta que él estaba serio.

– ¿Es de verdad? Un momento…, ¿por qué?

Uau.

– Empezó como una broma. Te lo juro, Lavinia. Hablamos de, ya sabes, los grandes gestos que debería hacer si un día la cagaba y – la miró directamente a los ojos – Lavinia…

Estaba asimilándolo.

Intentó recobrarse de la sorpresa. – ¿Todavía le envías…

– No. No.

Cogió aire.

Lukas… Lukas… Santo cielo.

– ¿Cómo lo ves?

Respiró.

Se mordió el labio, dudando.

– ¿Es algo que hagas a menudo?

Él la miró confundido. – ¿Qué quieres decir?

– Con otra gente. Lukas…

– Sólo Ebba.

– Bien… Bueno bien, es decir como tu jefa de Comunicación— es muy mala noticia.

Se rascó la frente. – Sí. Shiv dijo algo parecido…

Subió la vista sorprendida. – Lukas… Dios… ¿Por qué se lo has contado a—?

Él no contestó de inmediato.

Explorando un ángulo, ¿uhm?

Miró su plato.

– ¿Debería pedirte que…? No sé si debería decirlo. Mira, voy a ser… una madre en como seis meses… y sólo estoy tratando de… quiero que ellos tengan la mejor vida possible…, no quiero…

Lukas la ayudó a acabar la frase. – No quieres que te envíe sangre.

Subió los ojos todavía incrédula. – Exacto.

Él se pasó la lengua por los dientes y asintió. – Sí… no, no iba a hacerlo. Lección aprendida. – hubo una pausa – ¿Te apetecen postres?

– La verdad es que estoy muy cansada – se disculpó.

Lukas pareció desinflado. – ¿Te vas? ¿Ya? – preguntó confuso.

– Los dos necesitamos descansar.

– ¿No puedes quedarte un rato?

Le sonrió un poco. – Mejor mañana.

Pensó que antes de dormirse le daría tiempo a darse una ducha.

Su jersey y sus pantalones de pana estaban doblados en otra silla. Él la observó levantarse de la silla para vestirse.

– Lavinia. ¿Por qué no duermes aquí?

– Hablemos mañana.

Se puso la ropa, desaliñada.

– Estuvo bien, ¿verdad?

Ella se mordió el labio. – Sí, creo que sí. Es sólo... Mañana nos vemos, ¿sí?

También estaba confundida por cómo había terminado enredada en sus sábanas esa noche.

Parecía mucho más claro de lo que estaba ahora cuando entró a la cabaña.


– ¿Señorita Hirsch?

Miró a la empleada que acababa de llamar a la puerta de su cabaña.

Hoy al fin había salido el sol.

Pero se sintió cansada. Aún tenía puesto el camisón y sentía bastante frío.

– ¿Sí?

– Estas flores son para usted. También había esta caja. Ha llegado con un mensajero.

Ella dudó.

No era la letra de Lukas.

Dios, pero sí esto está perdido en los fiordos. ¿Cómo…

"Sé que la jodí, pero te querré siempre. Lo siento".

En la caja habían dos sonajeros de bebé de ganchillo con forma de jirafa. Monísimos. Eran de alguna marca carísima de juguetes.

Aspiró el olor de nuevo de la tela y quiso llorar.

De repente se sintió tan triste que no podía estar segura de no estar aún más enfadada con él.

Si no la hubiera dejado sola… esos sonajeros con cabeza de jirafas sonrientes serían lo más bonito que le habían regalado nunca.

Oh, Dios.

La sangre le bajó de la cabeza a demasiada velocidad y se mareó.

La hizo sentir sórdida, mal.

Y suya.

Lloró.

Quería besarlo y matarlo al mismo tiempo.

Quiso llamarlo y tuvo el móvil en las manos y estuvo a punto de su marcar su número, pero...

Al final lanzó las lilas en la papelera de la habitación.

Pero guardó los bonitos sonajeros en su caja en su bolso junto al sobre de la ecografía.

Fue a la cama y tiró del cobertor para taparla.

Oyó un ruido de golpes suaves y repetidos. Por un instante se le detuvo el corazón. Dio una vuelta para mirar a través de la pared de vidrio que daba al río. Detrás, había una cabeza.

Se dio cuenta de que era Lukas.

– Le dejó pasar cuando tocó la puerta.

– Hay una película horrible esperándonos. Es una guerra psicológica – elevó las cejas. – ¿Te espero en el camino?

Suspiró.

– No, quédate. Me visto en un momento. Solo… gírate…

– Vale.

– ¿Has visto los medios? Alguien ha filtrado que hay mal rollo…

– Sí, que les den un montón. ¿Tú te encuentras bien?

– Sí.

– Ayer… Lavinia…

Ella rodó los ojos. – Es mi culpa. Una no puede ir bromeando con gigantes malvados con cuerpos en el guardarropa y no esperar algo así… creo—

Lukas frunció el ceño. – No te haría daño… o a Ebba.

Bajó la cabeza asintiendo. – Entendido.

Él miró su iPhone, repasando el link de la noticia que habían filtrado. – Sabes prefería a tu tío... Al menos sabía lo que quería.


Intentó concentrarse en la película pero hubiera preferido que la obligaran a caminar sobre clavos.

Kendall, Shiv, Roman y Greg.

Tom, a unos metros.

– ¿A dónde vas? – preguntó Ken.

– Ahora vuelvo.

Pensó en excusarse.

Pero…

– Lo siento pero no puedo con eso. Pero Lukas tiene un link y no parecía querer quitarse los ojos – se mordió la mejilla – Bonito artículo, en la prensa, esta mañana…

– Nosotros no sabemos nada.

– Claro.


N/A: Siento el retraso. Perdóon! :(

Obligatorio "los diálogos que reconocéis son obra de Jesse Armstrong y el resto de héroes que escribieron Succession".