SSSSS
Aún con los desesperados gritos de Tsukuyomaru escuchándose a lo lejos, InuYasha no podía hacer otra cosa más que arrodillarse y gruñir por la frustración que le quemaba el pecho y el dolor en su hombro izquierdo.
Frente a él, Irasue, la bruja que lo condenó a vivir para siempre con la bestia zangetsuha en su interior, no paraba de reírse, complacida por verlo sufrir... solo por encontrarse con él de casualidad. Por pertenecer a la misma familia que Toga Taisho. Por haber nacido del vientre de su madre.
¡InuYasha! ¡InuYasha!
SSSSS
-¡Vamos, no seas flojo! – le reclamaba Rin, zarandeándolo mientras se encontraba recostado en el sillón de su sala. - ¡Prometiste que me acompañarías de compras!
Abriendo sus ojos negros de golpe, el aludido se inclinó hacia adelante, llevándose una mano a su hombro izquierdo y respirando agitado.
Maldición, solo había sido una pesadilla.
PPPPP
Reborn and lost.
La inquietud de InuYasha.
-¿Cómo? ¿Viste de nuevo a Irasue? – la interrogó la sacerdotisa, pasándole una taza de té caliente.
InuYasha asintió.
-No he dejado de verla desde el mes pasado. – explicó seriamente. – Es como si mi mente me advirtiera que la veré de nuevo. Aunque... no sé cuándo.
-Towa podría decirte. – comentó, sorprendiéndolo. - Si se trata de un evento que pasará tarde o temprano, seguramente será capaz de verla.
Él volvió a asentir. Al terminarse su té, se levantó de la mesa y acompañó a Rin al vestíbulo, poniéndose sus zapatos antes de salir de la casa Taisho.
PPPPP
-¡WHOA!
Llegando a la primaria Suginami, por la puerta que daba al patio, Moroha y Sarada quedaron impresionadas por los diferentes juegos que yacían ahí. Y como a esa hora, muchos niños se encontraban subidos en ellos, esperando la llegada de sus padres, aprovecharon para acercárseles y convivir, conociendo mejor las reglas de cada juego.
-Moroha no ha cambiado mucho desde la última vez que la vimos. – comentó Hinata, riendo con los ojos cerrados.
-Sarada, en cambio, se parece físicamente a Sasuke, pero tiene tu encantadora personalidad. – habló Kagome con una sonrisa, llamando su atención.
FFFFF
-Fue horrible... esa mujer no dejaba de reírse... hasta yo misma sé que no debería estar aquí... ¡Pero ella, me revivió en contra de mi voluntad y...!
FFFFF
-K-Kagome... - la llamó nerviosa, tragando saliva. – Hay algo que debes de saber sobre Sarada.
-No te preocupes. – le dijo con una sonrisa. – Te aseguro que ella no es un ser maligno y no busca dañarlos de ninguna manera.
-¿Cómo? – la miró atónita. - Tú...
-¡Mira, mami! – en eso, Moroha y Sarada volvieron con ellas, sonriendo emocionadas. - ¡Tienen muchos juegos!
Kagome asintió con una sonrisa. Tomó la mano de su hija y comenzó a caminar con ellas, riendo con Hinata, quien también tomó la mano de Sarada para retirarse de ahí.
Mientras tanto, escondida en los arbustos, se hallaba una figura con el sharingan en sus ojos, observándolas fijamente y dejando ir una mariposa negra de su mano.
PPPPP
Caminando por las calles del distrito de Adachi, acompañando a Rin, InuYasha volteó atrás repentinamente, percibiendo una esencia maligna, tan fuerte e inquietante, como para tener un mal presentimiento.
Entonces, pensó en Kagome y en Moroha.
Frunciendo el ceño, se quitó su rosario negro y se lo lanzó a la sacerdotisa, pidiéndole que lo transformara. Ella, sorprendida y un poco asustada por sus bruscos movimientos, lo obedeció, sin importarle que varios transeúntes los miraran raro.
Una vez que sintió como la energía de la bestia zangetsuha se apoderaba de su cuerpo, InuYasha le pidió que subiera a su espalda, para dar un gran salto hacia el edificio más cercano, dejando más asombradas a las personas que pasaban junto a ellos.
PPPPP
-¡Ya voy, ya voy! – exclamaba Kushina, escuchando como tocaban insistentemente, el timbre y el portón de la mansión Namikaze.
No obstante, al abrir la puerta...
-¡Kushina-sama! ¡Qué gustó verla! - ...tuvo que cerrarla de nuevo por encontrarse con Konohamaru Sarutobi. - ¡P-Por favor, Kushina-sama! ¡Solo necesito unos minutos! – insistió el muchacho de puntiagudo y revoltoso cabello castaño, haciéndola suspirar. - ¡Solo déjeme comprobar si su nieto tiene los poderes del clan Namikaze! ¡Es todo! ¡No la molestaré más!
-¡Ya te he dicho más de 30 veces que no es así! – exclamó enojada. - ¡Deja de perder tu tiempo y mejor...!
De repente, la puerta volvió a abrirse, dejando pasar un arrugado rostro y una abundante y puntiaguda cabellera blanca.
-Pero qué atrevida te has vuelto con los años, Kushina. – habló Jiraiya Namikaze en persona, sonriendo confiado.
La pelirroja, atónita, retrocedió.
-Por si ya lo olvidaste, soy el padre de Minato. Así que también tengo derecho a conocer a mi bisnieto... - su sonrisa se convirtió en un semblante serio y sombrío. - ...y comprobar si tiene los poderes de nuestro clan.
-¡Pero Karin y Naruto...!
-La situación de esos dos era diferente. – replicó, interrumpiéndola en seco. - Como nunca se acercaron a nuestro templo para recibir el entrenamiento adecuado, no pudieron despertar su poder espiritual. Pero con Boruto aún estamos a tiempo. – extendió su mano derecha hacia ella. - ¡Por favor, Kushina! ¡Deja que lo convierta en un exorcista y le pase mis deberes!
FFFFF
-Para ser honesto, no me gustaría que tuvieran una vida tan caótica y estricta como la mía. Por ese motivo, si Jiraiya aparece un día en el portón de nuestro hogar, me gustaría que le insistieras en que los exorcismos llevados a cabo por el clan Namikaze, terminaron conmigo.
FFFFF
-Se lo dije a Konohamaru cientos de veces. Pero como eres un anciano necio y decrepito, ahora te lo diré fuerte y claro. – la mujer frunció el ceño, al mismo tiempo que apretaba los puños. - ¡Ni mis hijos ni mi nieto se convertirán en tus armas para la guerra que tú y tu familia han ocasionado!
-¡AGH! – se quejó el anciano. - Creo que no me estás entendiendo, Kushina. – entonces, sus pequeños ojos negros reflejaron hostilidad. - Si no me entregas a Boruto, tu, tu hermano y tu hija, tendrán que buscar otro lugar donde vivir.
-¿Cómo? – preguntó, asombrada y confundida.
-Esta mansión y todo lo que tiene en su interior, también forma parte de los bienes del clan Namikaze. – explicó con frialdad. - Solo bastaría con firmar un pequeño papel para quitártela. – pasando al jardín, extendió su mano derecha hacia la mujer y la tomó del cuello de sus ropas. – A menos, que quieras convencerme con otro tipo de propuesta para que me vaya de aquí. – le sugirió en voz baja, mirándola de pies a cabeza.
Frunciendo el ceño por sus desagradables intenciones, Kushina planeó apartarlo y darle una patada que lo mandara a volar al otro lado de la calle. Sin embargo, para su gran sorpresa, una segunda y pálida mano apareció de pronto.
-Suéltela ya. – exigió Nagato Uzumaki con tono gélido, entrando y sujetando la muñeca del mayor.
-Vaya que has crecido, muchacho. – dijo Jiraiya a modo de saludo. - ¿Cuántos años tenías cuando Minato te llevó a nuestro templo?
-Si no suelta a mi hermana en este momento... - ignorando por completo sus palabras, hizo más presión en su agarre y le mostró los extraños ojos que ocultaba bajo su flequillo.
Jiraiya, al verlos, lo primero que pensó, fue que su hijo se había vuelto loco en algún punto de su vida. ¿Cómo se le ocurría darle una carga tan pesada como lo era el rinnegan a un niño?
Aunque, él no estaba en posición de evaluar sus acciones, ya que, por su egoísmo, había condenado y enviado a su hijo a su tumba. Frunciendo el ceño por su sentimiento de culpa, soltó a la mujer y caminó unos pasos lejos de la residencia.
-¡No lo olvides, Kushina! – exclamó, mirándola por encima de su hombro izquierdo. - ¡Nunca me doy por vencido con mis objetivos! ¡Siempre, sin importar el método, consigo lo que quiero! – volteándose, dirigió su oscura mirada hacia su sirviente y pupilo. - ¡Vámonos, Konohamaru!
El joven asintió, siguiéndolo en todo momento con la cabeza dirigida al piso. Cuando sus siluetas finalmente desaparecieron en una esquina, la mujer se desplomó, siendo atrapada por su hermano.
-¿Te encuentras bien? – la cuestionó, mirándola preocupado. Ella asintió. - Suerte que Sakura y Boruto se retrasaron.
-De todas formas, no podemos bajar la guardia. – habló con amargura, recuperando su equilibrio. – Tú sabes tan bien como yo que los métodos de ese viejo pervertido son muy rudos. Si le mostramos una debilidad, por más diminuta que sea, nos atrapará en su juego y nos obligará a movernos bajo sus reglas.
-¡Abuelita! – en eso, unos esponjosos mechones rubios se asomaron por la puerta, corriendo hacia la pelirroja.
Aliviada y encantada, la mujer se apartó de Nagato y se arrodilló a la altura de Boruto, encerrándolo en sus brazos.
Sakura, mientras tanto, se movió con tranquilidad... hasta que cerró el portón con un movimiento fuerte, asustando a los adultos y al niño.
-¡T-T-Tengo que contarles algo importante! – aseguró nerviosa, mirándolos impactada, con dos círculos blancos en lugar de ojos.
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-¿Ahora a dónde deberíamos ir? – cuestionó Kagome, viendo a Hinata con una sonrisa, al mismo tiempo que caminaban en el interior de un parque, con Moroha y Sarada saltando por delante de ellas y quedando fascinadas con cada insecto con el que se topaban en los arbustos.
La mujer de cabello azulado se quedó pensando en su respuesta unos segundos. Y justo cuando ya le iba a responder, abriendo sus labios, varias grietas aparecieron de pronto en el suelo, perturbando su paz con un temblor.
Las copas de los árboles se agitaron y varias piedras fueron arrojadas hacia ellas. Para evitar que las niñas salieran heridas, las mujeres las abrazaron, cubriéndolas con sus cuerpos.
Bancas, macetas e incluso, postes de luz, también flotaron unos centímetros del suelo, con el objetivo de ser bajados fuertemente a su alrededor.
Moroha gritaba y Sarada cerraba con fuerza los ojos... hasta que, en un pequeño parpadeo, distinguió a lo lejos una mariposa negra, la cual, empezó a transformarse... en ella.
-¡M-Mamá! ¡Hay que irnos! – advirtió, de manera que Kagome y Moroha también la escucharan.
Volteando al mismo lugar que la menor, la sacerdotisa se retiró su arco; llevándolo en su torso, y colocó una flecha, tomándola del recipiente de bambú que colgaba desde su hombro derecho, en medio. Al disparar, la presencia maligna se quejó, pero no despareció.
-¡M-Mami! ¡¿Eso es un monstruo?! – interrogó Moroha, aferrándose a sus pantalones holgados rojos.
Kagome tuvo que ser sincera y asentir.
-¡Por favor, colóquense detrás de mí! – pidió seriamente, tomando otra flecha y disparando hacia la criatura.
Ya teniendo una forma más definida, como un cuervo antropomórfico con alas de murciélago, volvió a rechazar el ataque de la mujer de ojos castaños, moviendo de un lado a otro su garra derecha.
-Si destruirlo no funciona... - musitó la sacerdotisa para sí misma, tomando otra flecha y cambiando la energía que esta desprendía. - ¡...tendré que sellarlo! – exclamó, soltando la flecha.
El monstruo cuervo, sabiendo lo que sucedería si se quedaba ahí, se movió rápidamente hacia el tronco de un árbol, para luego saltar hacia las mujeres. No obstante, la repentina llegada de otra persona lo hizo rodar por el suelo, recibiendo de lleno una patada en lo que parecía su torso.
-¡Bastardo! – gritó InuYasha, jadeando e hiriéndose el hombro izquierdo con su mano derecha. - ¡Garras de sangre!
Al mover su brazo de un lado a otro, expulsó de sus dedos varias franjas carmesí que la criatura fue incapaz de esquivar, soltando alaridos antes de desintegrarse en el aire.
-¡¿Se encuentran...?!
-¡¿SE PUEDE SABER POR QUÉ ESTÁS TRANSFORMADO?! – fue lo primero que le preguntó su esposa, gritándole alterada.
-¡P-Perdón, Kagome! – detrás de ella, Rin jadeaba agotada y se apoyaba sobre sus rodillas. Entre los dedos de sus manos colgaba el rosario negro. - ¡M-Me dijo que era una emergencia!
La mujer suspiró, a la vez que Hinata y Sarada parpadeaban sorprendidas.
-¡Papi! ¡Estuviste genial! – bramó Moroha, con dos estrellitas en el interior de sus ojos. - ¡¿Yo también podré hacer eso algún día?!
-P-Preferiría que no... - se sinceró InuYasha, mirándola con un tic en su ojo izquierdo.
Por ello, la niña cambió su sonrisa de admiración por un puchero, haciendo reír nerviosamente a su madre.
-Muchas gracias por ayudarnos. – comentó Hinata, reverenciando a InuYasha. - Pero, ¿Cómo supiste que estábamos en peligro?
-La criatura que las atacó era un demonio del mundo astral. – explicó, volteando hacia la mancha negra que dejó al desintegrarse. – Alguien creó un portal con un shikigami para invocarla a este plano.
-¡La mariposa! – pensó Sarada, recordando cómo se había transformado.
De pronto, la dirección del viento cambió, azotando con su paso las copas de los árboles. Levantando más la mirada, el esposo de Kagome abrió sus ojos dorados como platos.
-¿InuYasha? – lo llamó Rin.
-Huele a sangre.
Fin del capítulo.
