Iluminar
¿Qué le depararía ahora, estando privado de su vista?
¿Cómo podría lograr su ambición de transformar Amestris en una nación más justa y redimir de alguna manera sus pecados en Ishbal?
—Me siento inútil —murmuró en la oscuridad de la noche. Afortunadamente, sus otros sentidos habían aumentado en agudeza, y podía percibir que el silencio se debía al cierre de las puertas del hospital donde se estaba recuperando después del Día Prometido.
Era por eso y por la respiración pausada de su teniente en la cama contigua que debía asumir que era tarde.
El alquimista de Fuego resopló mientras intentaba, sin obtener éxito, recuperar el sueño. Era la tercera noche desde que fue hospitalizado, y estaba despierto viendo cómo el tiempo parecía pasar lentamente. Ese pensamiento lo hizo recordar al hermano menor que estaba en la habitación contigua, recuperándose. Alphonse había estado durante cuatro años atrapado en una armadura, privado de comer y dormir, y ahora estaba descansando.
Lástima que él no pudiera ser testigo de su condición.
Su antiguo subordinado, ya que Acero había comunicado que sin alquimia no podría seguir sirviendo en la milicia, había tenido la amabilidad de explicar cómo se encontraba Alphonse y cómo esperaba era que continuará enfocado en su ambición y que no se preocupará por su estado.
—¿Cómo no voy a preocuparme por ustedes si son parte de las personas que me impulsan hacia arriba, incluso cuando quiero caer? —se preguntó baja con tristeza.
Siempre había creído que a través de buenas acciones y trabajo arduo podría alcanzar la cima. Sin embargo, el último año había cambiado su perspectiva, demostrándole que aún tenía que sacrificar mucho más para alcanzar su objetivo.
Su vista había sido uno de esos sacrificios, junto con la casi pérdida de vida de su subordinada y guardaespaldas, Riza Hawkeye. Recordar la sangre, su vitalidad, disminuyendo segundo a segundo, y cómo solo una mano ajena había logrado salvarla, lo hizo comprender que sin ella no sería nadie. Revivió con intensidad el asunto que había dado por cerrado al verla entre las ruinas de Ishbal.
Él la amaba y la consideraba su luz para seguir adelante.
—Creo que eso suena muy cursi, bastardo —escuchó irrespetuosa en la habitación. Roy intentó moverse en la cama, pero fue detenido—. Tranquilo, coronel, solo soy yo.
—¿Qué demonios haces en mi habitación, Acero?
—Olvidé lo fastidioso que es Alphonse cuando ronca —exclamó. Sin pedir permiso, Edward se sentó en la cama de su antiguo superior—. Salí a dar una vuelta y te escuché decir esas cosas. Da las gracias que la teniente duerme, porque si estuviera despierta, te dispararía.
Roy frunció el ceño en respuesta y luego dirigió la cabeza hacia la derecha, donde debería estar la cama de su subordinada.
—Está relajada y no parece tensa. Duerme como si hubiera liberado el peso del mundo —comentó Edward captando su intención—. Tú estás más tenso. ¿En serio piensas que solo por estar ciego no podrás llegar a la cima?
—Acero, ¿cómo puedo vislumbrar un futuro para una nación entera cuando mi propio futuro se ve oscuro? —dijo con molestia y tristeza en su voz—. Parece que esa Verdad es tan cruel como decía el homúnculo.
—Eso es pura basura, coronel. Pensé que eras el adulto aquí, el que debía decirles a los niños como yo que no escucharan a extraños.
Roy sonrió levemente.
—Creo que desde que casi acabé a Envy en los túneles, los roles han perdido sentido para mí, Acero.
—Eso puedo verlo —soltó Edward con un suspiro mientras hacía un movimiento que nunca esperó hacer, pero tal como Mustang decía, en los últimos días algunas cosas no tenían sentido. Abrazó al coronel—. No puedo permitir que pierdas el rol de un bastardo que quiere ser Führer. Hace años me dijiste que sí existía la posibilidad, que debía tomarla.
—Acero —susurró Roy, apenas, mientras sus ojos se encontraban con los del joven Edward. En ese momento, se sentía atrapado entre la repentina muestra de afecto y las palabras.
—Tienes demasiadas personas que esperan verte en la cima, Mustang. Y si la teniente es la razón principal, protégela como una luz al final de un oscuro túnel, bastardo, incluso cuando la lluvia amenace —dijo Edward, apoyando su mano en el hombro de Roy con cobardía—. No quiero perder a nadie más. Ya es suficiente con mi estúpido padre.
—¿Qué…? —Roy quedó boquiabierto, atónito.
—La abuela me contó que apareció frente a la tumba de mamá —explicó el joven, su voz debilitándose a medida que hablaba—. Nunca tuve estima por él, pero ahora que está muerto, lamento no haber sido más cercano. Esa es una de las razones por las que estoy aquí, no puedo permitirme perder al único bastardo que confió en mí, incluso cuando mis investigaciones llegaron a un callejón sin salida. Además, tengo que pagarte los 520 centavos.
Edward se separó de Mustang y lo miró a los ojos. Aunque careciera de visión, el alquimista sabía que el joven por pierna esperaba que diera una respuesta a todo lo que había expresado.
Y, ¿qué debía decirle?
¿Qué, a sus dieciséis años, Edward lo había colocado nuevamente en su camino?
¿Qué había captado el paralelismo entre una luz y Hawkeye?
¿Qué sería aún más inútil si se quedaba de brazos cruzados esperando que la Verdad le devolviera lo que le arrebató?
Roy Mustang podría haber perdido su vista física, pero no la visión de un futuro. No había perdido su futuro. Aún no.
Con una sonrisa arrogante en su rostro, dijo:
—Acero, eres un irrespetuoso con tu superior.
—Antiguo superior, querrás decir —contestó Ed. Roy estaba ciego, pero alcanzaba a percibir la admiración que tanto Edward como él compartían en ese momento—. Entonces, ¿puedo suponer que has encontrado la solución a tus problemas?
—Eso no lo creo, Acero. Para eso falta mucho, sin embargo…—admitió Mustang y su rostro se volteó hacia Hawkeye otra vez—. Tengo lo necesario para hallar el camino…
Edward sonrió.
—Espero que elimines esta estúpida Ley de Fraternización cuando seas Führer y te cases con ella, bastardo. Si no, te golpearé.
—No lo permitiría, Acero. No lo permitiría.
Nota de la autora: Este tema, sinceramente, me recuerda a mí estudiando durante la noche para la universidad y siendo solo alumbrado por una lámpara y las personas que esperan lo mejor de mí.
Ciao.
