Hola
Que gran verdad, nada como leer (o escribir) un dramione en un día lluvioso!
Feliz sábado.
AJ
La ciudad de los dioses
—Necesito que le acompañes —Harry estaba en el despacho de Hermione, revolviéndose el pelo y paseando de lado a lado, al más puro estilo Ron Weasley —de verdad que no te lo pediría si no fuera absolutamente necesario, pero tienes que hacerlo.
—No.
La respuesta de Hermione fue categórica.
—Hermione —el auror suspiró con cansancio, se dejó caer en la silla y apoyó los codos en sus rodillas en un gesto de derrota —necesito que vayas.
—Que vaya Theo.
—No puede ser, tienes que ser tú —Ella resopló —¿Crees que si pudiera pedírselo a Theo estaría aquí? —en aquella ocasión fue él quien soltó un bufido —solo pensar en que tengas que viajar con él —se estremeció —pero es demasiado tiempo para ir al mundo muggle, Theo no tiene ni idea.
—Repíteme de nuevo por qué no puedes ir.
—Robards me necesita aquí, no tengo forma de marcharme sin que se de cuenta de que algo pasa y es urgente volver a Atenas cuanto antes.
Un par de días atrás, Theo les había hablado de Argenis Zervas, un historiador tan renombrado como lo había sido Bathilda Bagshot. Estaba especializado en la Historia de la Magia Clásica y, por ello, sus libros eran utilizados en estudios superiores. Encontró en su biblioteca un pequeño manuscrito escrito en griego y, con un hechizo traductor, consiguió leer algo sobre la mitología muggle y su estrecha relación con la historia mágica. Dado que se hablaba del mito de Asclepio, Theo le llevó el libro a Hermione y, al verificar en el Ministerio que Argenis Zervas estaba vivo y vivía en Atenas, decidieron que el siguiente paso sería que Harry y Draco fueran a visitarle.
—Harry, Argenis Zervas es un mago.
—Créeme, da igual. Es un mago que vive entre muggles y Malfoy no está preparado para salir al mundo muggle, diga lo que diga.
—Pero Theo…
—Nott tampoco lo está —sentenció él —la última vez que vio un buzón de correos metió la mano para ver cómo había entrado dentro la lechuza—masculló entre dientes.
—Pero…
—En medio de Picadilly Circus, Hermione.
—Pero Harry….
—Gritando…
Ella suspiró.
—Quizás a veces es un poco… intenso pero…
—¿Intenso? —él abrió los ojos un poco más de lo normal —Siempre había pensado que era serio, callado y algo peculiar, pero cuando le sacas al mundo muggle se convierte en… en… ¡En Zabini!
Ella soltó una risita.
—Zabini se maneja bastante bien entre los muggles.
—Sí, pero es intenso en cualquier lugar.
Ambos sabían que el austuto y divertido Blaise tenía una cabeza increíble para los negocios y era más que capaz de vender arena en un desierto, pero también era impulsivo, alocado y vivía la vida con una intensidad que era difícil de seguir.
Le habían conocido, al menos conocido de verdad, cuando, en una de esas locuras, decidió que iba a patrocinar a las Arpías de Holyhead porque la buscadora era un bombón al que se quería ligar.
Finalmente, después de firmar todos los contratos habidos y por haber, la chica había dejado el equipo antes siquiera de haber podido tener una oportunidad con ella pero, para entonces, Blaise se había hecho amigo de Ginny y además le gustaba el mundo del quidditch lo bastante como para quedarse " a ver qué tal" y dos años después, allí seguía.
—Está bien —suspiró Hermione cruzando sus brazos sobre el escritorio —iré —Al ver la mueca que se dibujaba en la cara de su amigo, entrecerró los ojos con desconfianza —¿Qué más, Harry? Hay algo más que no me estás contando ¿Verdad?
Él carraspeó delicadamente, apartó la vista con evidente incomodidad y se sonrojó.
—Harry…
El auror tragó saliva y Hermione casi pudo ver al niño de once años que había conocido tanto tiempo atrás. El pequeño ramalazo de ternura que sintió se esfumó en el momento en que pronunció las siguientes palabras.
—Bueno tenéis que —tosió un poco —tenéis que ir como pareja.
Hermione abrió la boca y fue tal su cara de pasmo que Harry no pudo evitar una risita nerviosa.
—Ni hablar —espetó saliendo de su estupefacción al escucharle —Es una broma ¿No?
—Ojalá —dijo él sin perder la expresión risueña que parecía más bien ser provocada por la histeria que por humor —Loughty cree que es la mejor forma de hacer esto sin levantar sospechas.
—¿Qué? —Ahora fue ella quien rió con ganas — ¿Sin levantar sospechas? ¿Pero quién va a creerse que tenemos una relación? Por amor de Dios, Harry, no he oído nunca nada tan absurdo.
—Si te paras a pensarlo no es tan ridículo. ¿No crees que sería extraño que viajarais juntos? Malfoy ni siquiera trabaja para el Ministerio, al menos no oficialmente ¿Por qué ibas a ir con él si no siquiera sois amigos?
—Exactamente… —constató ella.
—Pero si aparentáis ser algo más… bueno, sería normal que viajárais juntos.
Ella sacudió la cabeza, incrédula.
—No puedo creerlo ¿Te has vuelto loco?
Él volvió a suspirar.
—Hermione, realmente no parece tan absurdo si lo piensas bien. Malfoy no tiene fama de mujeriego realmente, pero ha sido visto más de una vez en compañía de alguna que otra bruja hermosa y tú eres muy guapa.
—No me pelotees —espetó ella con los ojos entrecerrados.
—Sabes que lo pienso de verdad —replicó él frunciendo el ceño.
—Harry —Hermione se puso recta y Harry se preparó, sabiendo que, tras adquirir esa postura, siempre llegaba después una disertación acerca de cualquier cosa de la que quisiera opinar —Draco Malfoy, nunca se dejaría ver en compañía de una hija de muggles. Puede que le hayan visto con distintas brujas, pero todas ellas eran de sangre pura.
—Y magnífica clase social, Granger —puntualizó aquella voz ácida que arrastraba las palabras y que había entrado sin apenas hacer ruido en el despacho.
—¡Malfoy! —Hermione se llevó la mano al pecho y le fulminó con la mirada —te mueves como una serpiente.
—Algo más que útil dado mi… oficio —se encogió de hombros y se acercó a ellos con las manos en los bolsillos de la túnica.
—¿Qué haces aquí? —preguntó la bruja levantándose de su silla a la vez que Harry.
—Ya ves —dijo con burla —al parecer conseguir que me deshereden —rió bajito y, pese al sarcasmo que destilaba su voz, parecía darle igual si le desheredaban o no.
—Es ridículo —masculló ella.
—Sí —estuvo de acuerdo Draco —pero yo solo sigo órdenes, Granger. Además tiene sentido —elevó los hombros con elegancia —puede que sea un poco bizarro siquiera pensar en que tú y yo podamos tener algo —arrugó la nariz como si el simple hecho de pensarlo le resultara desagradable —romántico —con un gesto displicente de la mano, continuó —pero sería aún más raro que viajáramos como dos amigos pasando el rato —volvió a reír —todo el mundo sabe que después de la guerra mis ideas han… cambiado.
—¿Ah, sí? —Hermione se cruzó de brazos y alzó una ceja —no te he visto salir con ninguna hija de muggles, ni siquiera con una mestiza.
—Ya te he dicho que todas tenían magnífica clase social, Granger —sonrió de lado — puede que haya dejado de pensar que el estatus de sangre es importante, pero sigo siendo un Malfoy —su sonrisa se amplió.
—Eres un snob —murmuró Harry.
—Sí —replicó él sin un ápice de vergüenza —de todas formas —miró a Hermione —eres la bruja más inteligente de nuestra generación ¿No dicen eso? Eres la chica del trío de oro, la que dicen que será Ministra de Magia algún día. Así que supongo que, aunque tu clase social sea distinta, si se paran a diseccionar nuestra supuesta relación, encontrarán que no es tan descabellado.
—¿Y no podríamos pasar desapercibidos? —preguntó ella empezando a aceptar que iba a tener que viajar con ese idiota.
—Claramente vamos a intentarlo, pero, por si acaso, tenemos que montar un papel creíble.
—¿Por eso estás aquí?
Él volvió a curvar sus labios, con aquella sonrisa sesgada.
—He venido a verte —levantó las manos con inocencia —y Potter está aquí, puede ser por cualquier motivo —la apuntó con un dedo —pero, si en algún momento alguien nos ve e investiga, seguramente que alguno de los cotillas que trabajan detrás de esa pared, dirá que me vieron por aquí visitándote y eso dará algo más de peso a nuestra historia.
Hermione puso los ojos en blanco y dejó salir el aire de golpe.
—¿Cuándo nos vamos?
—Esta noche —se metió la mano en la túnica y sacó un tintero vacío —el traslador se activará en tres horas, así que ¿Crees que tendrás todo listo en ese tiempo?
Ella arqueó una ceja con burla.
—Me sobran dos —se giró hacia su mejor amigo — no me voy a olvidar de esto.
Una hora antes de que el traslador a Atenas de Draco y Hermione se activara, Blaise Zabini, Padma Patil y Ginny y Ronald Weasley estaban escondidos detrás de un seto en Ladbroke Grove esquina con Blenheim Crescent, justo enfrente del bonito edificio de cuatro plantas en el que Hermione tenía un apartamento que estaba conformado por los dos pisos superiores.
Desde donde se encontraban, podían ver el segundo piso de la casa, donde una terraza circular con una balaustrada impedía que se viera lo que, ellos sabían, eran las ventanas que daban al salón comedor de Hermione.
—¿Puedes explicarme otra vez por qué estamos aquí, pelirroja? —preguntó Blaise con fastidio.
—Porque no sabemos dónde vive Malfoy, claro. Harry me ha dicho que Hermione iba a salir de viaje y tenía que venir a casa a prepararse
—¿Y qué te hace pensar que no usará la aparición o la red flú?
Ella le miró como únicamente una pelirroja era capaz de hacerlo, iracunda y molesta.
—Obviamente no lo sé, Zabini —mordió las palabras con rabia —pero en cuanto vea la luz vamos a ir hasta allí y tocar al timbre.
—¿Los cuatro? —preguntó Padma que, junto a Ron, intentaba mirar entre los agujeros del arbusto —¿No será un poco raro que nos presentemos los cuatro ahí?
—Sospechará —murmuró Ronald —la conozco, es demasiado lista.
—Entonces irás tú —dijo Ginny.
—¿Yo? —Ron abrió los ojos como platos —ni hablar —miró a su hermana con el ceño fruncido —ella siempre sabe cuando estoy mintiendo, fingiendo o haciendo algo que no debería estar haciendo —bajó la voz con reverencia —no sé como, pero lleva años dándose cuenta de todo.
—Yo tampoco iré —aseguró Padma —sería raro que apareciera en su puerta. Creo que deberías ser tú —dijo a Ginny —sois muy amigas, siempre puedes decirle que Harry te ha contado de su viaje y quieres ver si necesita algo o adónde va o por qué no te ha contado…
—Patil —Zabini sonrió —eres astuta como una serpiente. Habrías sido una buena Slytherin.
Ron gruñó y la sonrisa de Blaise se hizo más grande.
—Bien —la pelirroja se cuadró como un militar que se preparara para la batalla y salió de detrás del arbusto —iré.
—¿Pero hay luz? —preguntó Ron.
—Es que es una gilipollez estar aquí detrás de un seto esperando que se encienda la luz del salón cuando todos sabemos que si se va de viaje estará en la habitación, al otro lado del edificio —Blaise resopló con frustración — no sé que narices hago rodeado de Gryffindors que tienen más valor que cerebro —Padma carraspeó —si si, lo que sea.
—Si no te quedas no sabrás si has ganado o no los cinco galeones de la apuesta —le dijo Ginny mirándole por encima del hombro.
Blaise se mordió la lengua cuando, a punto de decirle que tenía tanto dinero que le importaba una mierda ganar o perder, se dio cuenta de que no era cierto. Claro que le importaba, con dinero o sin él, una apuesta era una apuesta.
—Vais a perderla y tendrás que pagarme, pelirroja.
Ella soltó una risita y se alejó hacia el edificio. Subió las escaleras y la vieron llegar al pequeño porche techado y adornado con columnas de estilo neoclásico, un momento después apretó el botón de su apartamento y esperó.
—¿Sí? —la voz de Hermione se escuchó de aquella forma metálica y extraña que a Ginny le ponía los pelos de punta.
—Hola Hermione.
—¿Ginny? ¿Eres tú?
—Sí, ¿Puedes abrirme? Harry me ha dicho que…
—Vamos, Granger, llegaremos tarde
Como un resorte, Ginny se giró para mirar con horror al seto en el que estaban los demás usando un Auris Magna para escucharlo todo.
—¿Hermione? —Volvió a decir Ginny
—Sí… yo… esto, tengo que irme Ginny, me voy de viaje y… bueno… ehh, nos veremos a la vuelta ¿Vale?
El sonido del aparato muggle colgándose se escuchó y después solo hubo silencio.
Despacio, sintiendo las piernas muy, muy pesadas, Ginny caminó hacia el arbusto donde su hermano boqueaba y tenía la mirada perdida.
—Os lo dije, os lo dije —repetía, abstraído —lo sabía, os lo dije.
—Me debes cinco galeones, Blaise —murmuró Ginny que aún no podía creer lo que había escuchado.
—No —el moreno la miró con los ojos entrecerrados —sin pruebas no hay dinero.
—¿Pruebas? —ella arqueó una perfecta ceja pelirroja —Esa era la voz de Malfoy y la has oído.
—Sí —respondió él —era su voz, pero eso no demuestra nada.
—Demuestra que estaba en su casa…. Draco Malfoy en la casa de Hermione Granger ¿En qué momento ha ocurrido esto? —Ginny se sentó en el césped, al lado de Ron —no lo vi venir… ¿Acaso habían hablado alguna vez?
—La guerra pasó, todos cambiamos, crecimos ¿No? estaba diciendo Blaise que empezaba a sentirse un poco incómodo —Draco nunca fue un santo y tampoco fue mi gran amigo del colegio pero le conozco de toda la vida —frunció el ceño —siempre fue un ególatra y un poco imbécil, pero no era tan malo.
—¿Que no? —Ronald resopló —¿Quieres que te enumere por qué no estoy de acuerdo con eso?
—Weasley, éramos críos jugando a ser mayores en una guerra en la que nunca debimos tener que participar.
—Eso no es excusa.
—No, pero tampoco es motivo para crucificar a alguien. El pasado es pasado.
—Tiene razón —dijo Ginny con un suspiro — no me gusta Malfoy y no creo que nunca llegue a caerme bien, haya o no cambiado, pero no somos los mismos —se pasó las manos por la cara y volvió a suspirar —me debes cinco galeones —repitió.
—Hasta que no lo vea no pienso pagar, podría estar ahí por mil cosas que no tengan que ver con estar liados.
Ron se estremeció con el mero pensamiento.
—Si necesitas pruebas —dijo Ginny rechinando los dientes —las encontraremos.
—¿Por qué tenías que gritar?
Hermione y Draco salieron por una de las chimeneas del Atrio, discutiendo.
—Estoy segura de que Ginny te ha oído.
—¿Pero cómo iba a oírme si no estaba allí?
—El telefonillo hace que pueda hablar con la gente que está afuera. Dios mío, cuando regrese no sé qué le voy a decir.
—¿Qué más da? Mejor, así tendremos otro testigo más que utilizar cuando haya que fingir que estamos juntos.
—¿Por qué vamos a tener que fingir? Con un poco de suerte nadie se enterará. La misión es muy sencilla, ir, hablar con Argenis Zervas y regresar. Ni siquiera tendremos que pasar la noche allí.
—Granger, Granger —él chasqueó la lengua —ese optimismo es tan…Gryffindor —dijo arrastrando las palabras con suavidad —no vamos a ir a visitar a un señor de ¿Cuántos? ¿Doscientos años? a las once de la noche.
—Tiene ciento dos —miró su reloj —y no son las… Oh, vaya.
—Tenemos que ir a hablar con él pasado mañana, a las cinco de la tarde.
—¿Qué? —ella le miró con horror —¿Y por qué nos vamos hoy si la reunión no será hasta pasado mañana?
—¿Y dicen que eres la nueva Rowena Ravenclaw? —soltó un resoplido —¿No oíste a Potter? Vamos a tener un viaje romántico por Atenas ¿No es genial? —dijo con una sonrisa burlona.
—Oh Merlín.
—Sí —él alzó las cejas — comparto tu misma alegría Granger. Estoy tan feliz que siento nauseas.
—Ja, ja, ja —ella entrecerró los ojos —qué gracioso, Malfoy.
—Mira —Draco se paró delante de ella, frunció ligeramente el ceño y la miró, con seriedad, sin un ápice de sarcasmo o burla —la misión es sencilla, Granger. Hay que hablar con Zervas, recabar la información que necesitamos y regresar. Todo lo demás es simplemente una forma de asegurarnos de que todo esto continúe en secreto. Es una mierda, lo sé, pero las cosas son así y no sirve darle vueltas. Llevamos semanas pasando tiempo juntos y aún no hemos sacado la varita ni hemos caído en el viejo hábito de los insultos ¿No crees que podemos pasar un par de días juntos en Atenas sin maldecirnos? Incluso podemos hacer turismo —se encogió de hombros —ya que no tenemos opción, podríamos sacar algo de todo esto.
Ella se quedó en silencio unos segundos y después, lentamente, esbozó una sonrisa sincera.
—No conozco Atenas. En realidad no conozco Grecia.
—Yo tampoco conozco Atenas y seguro que podemos encontrar algo que hacer mientras fingimos que estamos de viaje romántico.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Qué tan romántico?
Él rió con malicia.
—Granger, hay que meterse en el papel, primera regla de cualquier espía.
Cuando el traslador internacional les dejó en Atenas, el punto de aparición fue el hall del hotel mágico Palas Atenea.
Draco sujetó su hombro cuando se desestabilizó en la llegada y, en un fluido movimiento, colocó la mano de Hermione en su antebrazo y caminó con ella hacia la recepción con pasos seguros.
La bruja miró a su alrededor intentando disimular su asombro. Nunca antes había estado en un lugar como aquel y, dado que no quería parecer una tonta pueblerina, compuso una máscara de aburrida indiferencia más propia de Malfoy que de ella y se ajustó a sus zancadas sin soltarle.
El vestíbulo de mármol era enorme y muy luminoso. El techo, alto y abovedado, brillaba con la luz de miles de pequeños puntos parecidos a estrellas doradas, como si todo el artesonado estuviera cubierto por una lámpara gigante que lanzaba destellos de oro por doquier. Las paredes marmóreas estaban decoradas con cuadros de Atenas y columnas corintias recubiertas de plantas trepadoras y los suelos, prístinos y relumbrantes eran tan perfectos que casi esperaba poderse ver reflejada en ellos como si fueran espejos.
En medio de la gran sala había un panel muy grande que a Hermione le recordó al directorio de un centro comercial pero, al acercarse, se dio cuenta de que era más similar al mapa del merodeador, solo que en lugar de mostrar personas mostraba lugares.
—¿Qué es esto? —preguntó a Malfoy antes de poder evitarlo.
—El mapa de la ciudad —señaló los distintos puntos que se veían resaltados con pequeños puntos que parecían vibrar en la superficie —esas marcas que ves son los lugares de aparición que se pueden utilizar, es una forma cómoda de conocerlo todo sin perder demasiado tiempo.
Hermione se dio cuenta de que cerca de cada lugar importante había una marca y sonrió.
—Vaya, eso es genial. Muy práctico.
Draco estiró su boca en una mueca similar a una sonrisa.
—Casi todos los hoteles decentes lo tienen… entre otras cosas. ¿Nunca has ido a un hotel mágico?
—Oh sí, sí que he ido a alguno —respondió encogiéndose de hombros —pero nunca a uno como este —sonrió algo incómoda —no esperaba que el Ministerio nos enviara a un lugar así.
—Nadie creería que vengo en un viaje romántico si me meto en un antro, Granger. Yo he pagado el hotel. El Ministerio… —resopló como si no entendiera cómo había llegado ella a semejante conclusión —habríamos terminado en algún lugar como el Caldero Chorreante —se estremeció —prefiero no compartir la cama con a saber cuántas chinches.
—¡Ey! —ella gruñó —desde que la familia de Hannah tiene el pub todo está mucho mejor.
—Es cierto —concordó él —pero le falta mucho para llegar a este nivel —señaló su alrededor —y nadie creería que llevaría a una mujer a otro lado que no fuera el mejor hotel de Atenas.
Cuando llegaron al mostrador de la recepción, Draco, con el rostro impasible y frío del que solía hacer gala, miró a la bruja que atendía a las llegadas.
—Tengo una reserva a nombre de Draco Malfoy
Por un momento, la joven no pudo evitar mirarle de forma apreciativa y sonrió, coqueta.
Draco alzó la ceja sin perder su mueca impertérrita.
—¿Y bien? —espetó con aquellos modales que Hermione recordaba del colegio —no tenemos todo el día.
La bruja pareció reparar en Hermione y, juntando ligeramente sus cejas con molestia, usó la varita para mover varios papeles de las carpetas que tenía sobre el escritorio.
—Malfoy —dijo con una voz melódica con acento griego —dos personas, la suite presidencial.
—Exacto.
—Bien, si son tan amables de introducir aquí sus varitas —señaló un aparato alargado que tenía sobre el mostrador y ambos hicieron lo que indicaba —perfecto, pueden usarlas para abrir la puerta. La suite se encuentra en la última planta. El desayuno se empieza a servir a las siete de la mañana aunque pueden solicitar que se les suba a la habitación. El restaurante está abierto para comer de doce y media a dos y para cenar de seis y media a once. Que tengan buena estancia.
Draco se giró sin echarle ni un último vistazo a la bruja y refunfuñó mientras tiraba de Granger hacia el suntuoso ascensor que había en uno de los vértices de la estancia.
—El director tendrá noticias mías sobre esa recepcionista —iba diciendo en tono mordaz —no pago todo el oro que vale la estancia aquí para que tengan a una bruja babeante atendiéndome.
—¿Qué? ¡Malfoy! —Ella dio un tirón en su brazo —No puedes hacer eso, le podría costar su trabajo.
—Que lo hubiera pensado antes de insultar a mi acompañante de esa forma —Hermione se sintió realmente halagada hasta que él continuó hablando —voy contigo pero ¿Y si no fueras tú? ¿Y si fuera mi novia o alguien a quien quisiera impresionar? ¡Habría sido insultante para ella!
La mujer masculló algo que sonó a siempre serás un imbécil pasen los años que pasen, pero Draco no estaba prestándole la más mínima atención.
Subieron hasta la última planta acompañados de un mago que, dado que no llevaban equipaje, únicamente les mostraba el camino que les llevaría, durante su estancia, a la suite que tenían asignada.
—Por aquí —les condujo por un lujoso pasillo que se asemejaba mucho al hall de entrada, con suelos y paredes de mármol, columnas corintias y una magnífica iluminación, hasta llegar a una puerta blanca con molduras doradas en la que podía leerse Suite Apolo —esta es su habitación.
—Gracias —Draco le dio una moneda y usó su varita para entrar con pasos decididos y rápidos.
—¿Has estado aquí antes? —preguntó Hermione siguiéndole.
—No. Ya te dije que no he visitado nunca Atenas, salvo un par de viajes rápidos en los que no he necesitado dormir.
—Dios mío.
Hermione parpadeó y miró a su alrededor sin poder ocultar la sorpresa.
Aquel debía ser el hotel más impresionante en el que jamás estaría.
Accedieron directamente a una sala de estar bastante más grande que su salón comedor y eso que su casa no era un apartamento pequeño. Las paredes estaban pintadas en un tono vainilla que daban mayor amplitud a la habitación.
Había dos sofás de tres plazas cubiertos de cojines de un gris un poco más oscuro que el de la alfombra de pelo corto que cubría la zona de descanso y una mesa de madera de teca con un bonito jarrón lleno de flores. A la izquierda dos columnas daban paso a un comedor abierto donde el conjunto de la mesa de café estaba rodeada por sillas de estilo nórdico tapizadas con una tela rugosa de la misma tonalidad de la alfombra.
En sí mismo el conjunto era elegante, de líneas modernas y finas pero muy cálidas, lo que daba una sensación hogareña, muy lejos de la impersonalidad de los hoteles que ella conocía.
Pero no era eso lo que había hecho que los ojos de Hermione se abrieran desorbitadamente, sino los enormes ventanales que cubrian toda la pared de enfrente, puertas correderas de cristal que daban acceso a una terraza impresionante desde la que se veía todo el Acrópolis.
Sin pensar, ella caminó hasta allí, abrió y salió al exterior, conteniendo la respiración.
La terraza era muy larga e incluso tenía una piscina estrecha y alargada perfecta para dos personas y varias hamacas desde las que se podía contemplar la maravillosa vista.
Y qué vista.
A sus pies estaba la moderna ciudad de Atenas y, frente a ella, en la cima elevada 156 metros sobre el nivel del mar, se alzaba, orgullosamente iluminado el Partenón con una enorme luna llena a sus espaldas, la antigua Sacca Roca, la ciudad alta, la Acrópolis de Grecia. Majestuosa en su atemporal belleza.
Siglos de historia estaban allí, frente a ella.
Se acercó a la balaustrada de cristal y se sujetó a ella, sin poder apartar los ojos de aquel lugar antiguo y maravilloso.
No veía el momento de subir hasta allí y visitarlo todo, el Partenón , el Templo de Atenea Niké, el Erecteion,
—¿Granger?
Notó la presencia de Malfoy a su lado, pero ni siquiera le miró.
—¿No es increíble? —preguntó en un susurro reverencial —siempre he pensado que me habría gustado poder usar un giratiempo para ir al pasado, solo un rato, pasear por la antigüedad, ver cómo vivían, cómo se relacionaban…
— ¿Sabías que fue Pericles quien hizo el proyecto de los templos que se pueden ver hoy? —dijo de pronto Draco agarrando también la baranda del balcón — Me habría gustado ver el templo de Atenea Níke tal y como era —una pequeña sonrisa torcía sus labios —era conocido como Níke Áptera o victoria sin alas, un pequeño templo en honor de Atenea Victoriosa. Según la leyenda, los atenienses le cortaron las alas a la Victoria a fin de que permaneciera para siempre con ellos.
Hermione dejó por fin de mirar el Partenón y se fijó en el perfil patricio y pálido de Malfoy, sobresaltándose cuando un pensamiento inesperado y nada bienvenido se coló en su mente.
Era muy guapo.
Merlín. Tragó saliva y parpadeó.
¿Desde cuándo creía que Draco Malfoy era apuesto?
—De todas formas —dijo de pronto rompiendo, gracias a Dios, el ridículo estado de catatonia en el que había entrado Hermione —la sabelotodo eres tú. Así que supongo que nada de lo que yo pueda contarte será nuevo para ti. ¿Quieres que te enseñe tu habitación o tienes pensado dormir aquí fuera?
Volvió al interior y Hermione se quedó un momento allí, viendo como desaparecía dentro de la suite una vez más.
Lo cierto era que no sabía esa pequeña leyenda de la victoria sin alas, pero, como aquel era Malfoy comportándose como… bueno, como Malfoy, lo dejó pasar.
—Estas dos puertas —estaba diciendo el rubio señalando dos puertas que ella antes no había visto, una cada lado de la —son las dos habitaciones, cada una de ellas tiene un baño y un vestidor —señaló la que estaba más cerca del comedor —esa es la mía, la tuya es la de en frente. Tenemos reserva para cenar en el pasadizo Plaka que es como el Callejón Diagon en Londres. Sal aquí en veinte minutos, no llegues tarde.
Sin una sola palabra más, después de aquella orden autoritaria tan fría, desapareció en su cuarto y dejó sola a Hermione.
