Lupus non timet canem latrantem
Al día siguiente, después de mi despedida con Kaori, me encontraba en búsqueda de un lugar donde pudiera reparar la máscara y acceder a los datos que logré subir al servidor en Kazajistán.
"Realiza cada una de tus acciones como si fuera la última de tu vida", repetía una y otra vez mientras buscaba ideas.
Logré acceder a un instituto técnico en Seattle, donde comencé a hacer las reparaciones necesarias. Terminé antes de que el guardia realizara su paseo rutinario y controlé las cámaras el tiempo suficiente. Me coloqué la máscara, me impregné de la esencia de mi cantante y me dirigí a los lugares específicos que Jennifer había mencionado.
Uno de esos lugares era un barrio pobre en los suburbios. "Dios, qué difícil es acostumbrarse a la esencia de mi cantante, pero lo estoy logrando, poco a poco", pensaba mientras subía los datos de mis encuentros recientes.
Antes de mi encuentro con Kaori, había diseñado un sistema con algoritmos específicos y un programa de Inteligencia Artificial que me permitía registrar todas las batallas que había tenido, desde mi primer enfrentamiento contra Od hasta mi último encuentro con los dos vampiros que se dirigían a Folks. Traducir mi mente a lenguaje de máquina no era fácil, y me llevó varios días convertir un simple rostro imaginario en un código utilizable y luego en píxeles.
Ahora el sistema finalmente funcionaba y me proporcionaba un análisis, si bien no exacto, bastante aceptable de cómo mejorar y cómo responder a diferentes escenarios. Sin embargo, había dos elementos que faltaban y que pensé que sería bueno añadir. Primero, necesitaba un medio para alertarme sobre movimientos o actividades sospechosas de otros vampiros; necesitaba un sexto sentido que combinara datos en tiempo real y mi don tecnopático. A pesar de mis sentidos excepcionales como vampiro, cuando se trata de enfrentar a otro vampiro, las cosas se nivelan, y una emboscada podría ponerme en aprietos.
Incorporé un pequeño dispositivo en la máscara que pudiera detectar y alertarme sobre la presencia de la ponzoña vampírica en un radio moderado. Esto me sería útil en caso de que mi sentido del olfato no estuviera disponible, tanto para evitar emboscadas como para rastrear posibles amenazas que debieran ser eliminadas, sin comprometer mi entrenamiento con la máscara y la esencia de mi cantante.
Pero necesitaba algo más, algo que me ayudara a escapar o me proporcionara una ventaja contra otros vampiros. Se me ocurrió la idea de crear unas botas con propulsión que me permitieran volar, aunque fuera solo por un breve instante. Así que tendría que visitar otros lugares donde pudiera obtener lo que necesitaba para este proyecto.
Avisté un lugar adecuado en el sur de California llamado "SpaceWing Dynamics", donde trabajaban con tecnología aeroespacial. Según los datos que logré obtener, tenían todo lo necesario para mi proyecto personal, así que me dispuse a dirigirme hacia allí, al sur.
Mientras me acercaba a la frontera con México, mi nuevo radar de detección comenzó a dar las primeras señales. "Puedo detectarlos. Veamos si funciona". Seguí la señal y efectivamente localicé a un vampiro.
El hombre había mordido recientemente a un joven, pero no había bebido su sangre y se retiró antes de que yo llegara. Vi al chico, que no tendría más de 16 años, gritando.
"¡Ayuda, aaahh! ¡Me quema!", gritaba de dolor.
Yo sentía lo mismo, había pasado por eso.
"Me duro cinco malditos días", pensaba mientras inspeccionaba cuánto había progresado la ponzoña.
Me di cuenta de que no había avanzado más allá de su pierna. Tras un análisis más profundo, deduje que podría extraerla succionando la herida y luego suturarla, aunque carecía de mucho equipo médico.
"Si hubiera tenido esta voluntad en aquel momento, habría salvado a mi cantante...", pensaba, pero luego rectificaba: "La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos; actúa en consecuencia y ten cuidado de no entretener pensamientos inapropiados para la virtud y la naturaleza racional".
Mientras repetía las palabras del libro, mi radar detectó rápidamente la presencia de otro vampiro, y logré saltar antes de que me embistiera.
"¡¿Qué haces?! Este territorio es nuestro. ¡No te alimentes de nuestro recluta!"
"¿Perdón?", dije, sorprendido.
El chico estaba en proceso de transformación y apenas había comenzado. El hombre lo estaba transformando para formar un aquelarre. Decidí actuar rápidamente, sin titubeos ni muchas reflexiones. Utilicé mi taser y corté al hombre por la mitad con mi sable. Tomé al chico y volví a examinar la mordida.
"Debemos amputar, amigo". Qué bien se sentía poder finalmente hablar en mi idioma natal.
"Aaaahhh, no, no. Tengo miedo..."
"Mírame, mírame. El dolor es temporal, pero si te dejo así, tendrás un destino peor que la muerte, créeme".
El chico me miró fijamente, observó las cenizas del hombre, contempló su herida y asintió con la cabeza, aunque con escepticismo. Tomé la daga y rápidamente corté la pierna donde estaba la mordida.
"¡Aaaahhhhh!", gritó nuevamente y yo logré vendar la herida de alguna forma. Lo llevé a un hospital cercano mientras él se quejaba, apenas podía mantener los ojos abiertos.
"Aguanta, aguanta, ya casi llegamos", le decía, y luego añadí: "¿Sabías que el arte de vivir se parece más a luchar que a bailar? Cuando lleguemos, te sentirás mejor". Él simplemente me miró con extrañeza.
Finalmente, llegamos al hospital del pueblo y pude entregarlo a las enfermeras. Me alejé lo más rápido posible antes de que comenzaran las preguntas sobre él. Sin embargo, mi mente estaba más concentrada en las palabras que el vampiro había pronunciado antes de que pusiera fin a su existencia.
Partí hacia la Ciudad de México. Aunque las zonas urbanas no estaban plagadas de vampiros, podía acceder a datos y tal vez encontrar patrones. Mi experiencia en Himmelsburg me había preparado para analizar los casos de las víctimas de vampiros, que en ese entonces no sabía que eran casos propios de vampiros. Con estos antecedentes, podría ir hilando detalles.
Me refugié en un edificio abandonado para pasar la noche y me alimenté de algunas ratas que encontré. Cuando llegó la noche, me dirigí hacia el departamento de policía. Tras recorrer varios callejones, me adentré en el rango de los datos. Cerré los ojos y comencé a infiltrarme en la red. Para acceder a la red del departamento de policía, esta vez utilicé un ataque de "wifi hijacking" combinado con una red impostora.
Básicamente, saturé la señal wifi durante unos segundos y copié la red con el mismo nombre, pero esta vez bajo mi control. Así, cualquier incauto que confundiera la red original ingresaría a la mía, donde podría ingresar la contraseña.
"¡Bingo!", restauré la red original y pude ingresar la contraseña. Entré interpretando todos los protocolos y sistemas que utilizaba el enrutador y tomé el control de este, registrando todas las redes, tanto alámbricas como inalámbricas. Escaneé todos los servicios disponibles en esa red, registré todas las direcciones MAC. La dirección MAC de una computadora es como el nombre en una carta. La dirección IP sería la dirección de tu casa, y la MAC sería tú, tu nombre en una red, algo único e irrepetible. Este número está registrado físicamente en cada computadora, por lo que es fácil identificarla.
Digitalmente, me desplacé hacia el sector de servidores y pude acceder a la base de datos de personas desaparecidas. Comencé a compararla con la lista que yo mismo recordaba de mis investigaciones cuando era humano.
Examiné los datos del departamento de forenses y ahí los encontré. Entre las desapariciones sin rastro, las decapitaciones extrañas y los cuerpos cremados sin dejar huella, igual que los casos a los que me enfrenté. Si los vampiros a los que me enfrentaré son neófitos como yo lo fui, serán mucho menos precavidos y habrán dejado señales en las áreas. Además, tengo que filtrar las víctimas que hayan sido objeto de sicarios o ejecuciones relacionadas con drogas.
Las mordeduras dejadas por los vampiros eran bastante peculiares. Incluso alrededor del hueso roto de la víctima, se formaba un círculo, idéntico al de una mordida humana. En caso de que la víctima fuera decapitada, habría más de un hueso roto y no se vería como un corte limpio como el de un arma blanca. Hice una lista y luego procedí a mapear todas las áreas geográficas que la policía consideraba como posibles puntos de interés. Utilicé un algoritmo para acortar y filtrar los datos que subí a mi nube privada. Era evidente, como yo suponía, que la mayoría de las víctimas eran personas humildes, gente sin hogar, individuos que la sociedad ignoraría por completo, gente que nadie recordaría.
Marqué los puntos principales: cinco pueblos entre el sur de México y Guatemala. Supuse que allí habría una gran actividad de crimen organizado, pequeñas comunidades, en general, lugares sin ley ni orden, perfectos para formar un clan con ganado humano, algo similar a lo que Yui planeaba en Japón. Gracias a Kaori, ese plan fue destruido a tiempo en Japón. Pero esta vez estoy solo. Esta vez tendré que atacarlos individualmente y de manera sigilosa. Suponiendo que estén formando un nuevo aquelarre, me atrevo a decir que son vampiros nuevos, y que no conocen mucho de estrategia, autocontrol ni sigilo. Podrían incluso estar luchando entre sí. En cualquier caso, la gente humilde siempre pierde en estas situaciones. Observé las muestras de sangre que el Dr. Petrov me había dado para mi entrenamiento en el búnker. "La sangre más apreciada de los vampiros, pura y potente". Y luego, la sangre de mi cantante, el recuerdo de mi caída. Con esto podré distraer y atraer a los neófitos para extraer información y luego ir eliminándolos uno por uno, antes de llegar a su creador.
"El obstáculo a la acción promueve la acción. Lo que se interpone en el camino se convierte en el camino..."
A medida que avanzaba hacia el sur, afinaba mis sentidos para captar cualquier olor que me resultara sospechoso. Preparé el radar y pronto comencé a detectar señales de la ponzoña. Repasé los datos de mi encuentro con Takeshi, el vampiro neófito de Yui, y analicé su estilo de lucha junto con mi propia experiencia como neófito, mientras memorizaba las simulaciones.
El olor a muerte era evidente en los alrededores del pueblo. Encontré el cuerpo de un hombre cerca del río.
"Primera víctima, esto no luce bien."
Escuché gritos en una esquina y corrí hacia allí. Tres vampiros neófitos estaban alimentándose de dos personas bajo la dirección de un cuarto vampiro. Otro individuo había sido mordido pero no parecía querer atacar. Sentí el impulso descontrolado de intervenir, pero sabía que precipitarme no me llevaría al fondo del asunto; tenía que observar, escuchar y luego actuar.
Me di cuenta de que una de las neófitas, Constanza o "Coni", la enviaban para vigilar y realizar tareas.
"¿Cuándo es mi turno?", preguntaba desesperadamente.
"¡Cállate, idiota! Ve a ver si viene alguien y vigila al novato que se está convirtiendo."
Uno de los neófitos terminó de comer, limpió su boca y le preguntó a Coni.
"Coni, ¿ha dicho algo María? ¿Cuántos más necesitaremos?"
"Solo a este, no necesitamos más. Ella me dijo... que deben tener más cuidado", repitió tímidamente, mirando al hombre corpulento.
"Cuando terminemos, llévate a este. Nosotros iremos por uno más."
"¿Puedo...?"
"¡Vigila! Y luego te largas", afirmó finalmente el corpulento.
La chica era baja y muy joven, quizás no tenía más de 15 o 14 años.
"Así que esta chica es una mensajera, una informante, y está sedienta", reflexioné.
Esperé a que Coni se acercara al chico mordido y se alejara de los otros. Salté y arrojé una de mis bombas de gas. Paralicé a dos de ellos y eliminé de inmediato al corpulento con mi sable. Mientras uno intentaba recuperarse del taser, el otro me embistió, imitando la táctica de Takeshi y la mía propia en algún momento. Reconocí rápidamente el patrón y, saltando con el sable, logré decapitarlo, replicando la técnica que Kaori usaba para evadir a otros vampiros. Si bien me parecía un método algo ostentoso, los datos sugerían que era la mejor elección en ese momento. El tercero, que se ponía de rodillas, recibió un corte antes de poder atacarme.
La chica estaba paralizada y el chico seguía retorciéndose en el suelo.
"Hola, Conszanza, ¿verdad? ¿Puedo llamarte Coni? ¿Te gustaría ayudarme?"
Ella me miró con un rostro mezcla de sed y miedo. "No puedo, María me mataría, no diré nada".
"¿Ni siquiera por esto?"
Saqué una de las muestras de sangre del laboratorio del Dr. Petrov y la abrí. Coni empezó a salivar y se preparó para saltar sobre mí. Tomé nuevamente el sable y lo activé.
"Tranquila, amiga. Te daré esto si prometes ayudarme: una parte ahora y la otra cuando termine el acuerdo".
Ella miraba la muestra e intentaba controlarse. "¡A la chingada, amigo! ¡Dámelo! ¡Te ayudaré!"
Empezó a beber la muestra con avidez y parecía entrar en una especie de trance. Por supuesto, esta muestra era una de las posesiones más preciadas de la antigua organización "Blood Moon". Muy pocos humanos poseían tal potencial.
"¿Qué es esto wey? ¡Jamás lo había probado! ¿De dónde lo sacaste?"
"Te lo daré al final del trato, y te daré otra porción". Señalé al chico en plena transformación y le pregunté: "¿Y qué se supone que harán con él?"
"Íbamos a llevárselo a Sergio, el novio de María. Ella es nuestra líder", comentó.
"Cuéntame todo sobre María y Sergio, desde el principio".
Coni contó que María era una vampira antigua que había estado en México durante muchos años. Era muy precavida y no se mostraba mucho en público.
"Según lo que sé, ella estuvo sola hasta que conoció a Sergio".
"Y ¿por qué está convirtiendo a más vampiros?", pregunté.
"Parece que quieren formar algo más estable. Estos lugares, donde la prensa y la policía no se atreven a entrar debido a todas las pandillas, parecen perfectos para establecerse".
Luego añadió: "Desde que dejó de crear ejércitos de neófitos, se ha estado ocultando. No quiere problemas con los Volturi".
"Ejército de neófitos...", pensé para mí mismo. "Suena aterrador".
"¿Qué más sabes, Coni?"
"Bueno, solo sé que están buscando gente para reclutar, no sé para qué. Pero no sé si les ha ido muy bien hasta ahora".
Di algunas vueltas, analizando la situación. "Ejército de neófitos..."
Los vampiros recién convertidos son extremadamente difíciles de controlar. No puedo ni siquiera imaginarme cómo sería manejar un ejército. Y para qué exactamente.
"Bien, Coni, ¿a dónde tienes que llevar al chico? ¿Y sabes si hay más vampiros en estos alrededores?"
"Hay tres vampiros vigilando en cada pueblo. Van y vienen para informar. Yo simplemente les llevo los mensajes de ella a cada lugar. Quizás vayan a convertir a más gente".
"¿Qué fue lo último que te dijo?", pregunté.
"Que llevara a este chico y que me comunicara con el siguiente pueblo para recoger a otro más. Debo irme, o María se preocupará".
Antes de que se fuera, discretamente le coloqué un pequeño transmisor en la espalda. Algo me decía que no tenía un buen presentimiento. ¿Por qué crear todo un ejército si aquí no hay nadie que se interponga? ¿Habrá alguna guerra con otro aquelarre? Y, en definitiva, ¿qué es un ejército de neófitos? Puedo suponerlo, pero no tengo idea de cómo podría controlarse; un vampiro en su estado recién convertido es muy difícil de eliminar.
Llegué al pueblo siguiente, con el radar activado. Inhalé el aroma de mi cantante y me adentré en el pueblo nocturno. El lugar estaba sumido en la oscuridad, casi en estado salvaje. La gente sobrevivía como podía y noté que ciertas personas pasaban en camionetas, como si estuvieran vigilando. No había policía a la vista y el ayuntamiento estaba prácticamente abandonado. Me dirigí lentamente hacia el área donde la señal ya no era tenue.
"¡Alto, hombre! ¡No vayas por allá!", me gritó un individuo.
Era un hombre de mediana edad, calvo y lleno de tatuajes. Se acercó acompañado de otros dos tipos que me observaron de arriba abajo.
"Parece que este es un turista", dijo uno, riendo mientras acariciaba su abultado vientre.
Los tres compartían un tatuaje idéntico: una cruz rodeada por una especie de halo.
"Amigo, si te aventuras por esa dirección, te metes en problemas. No vayas por ese barrio", advirtió el calvo.
"Oye, ¿andarás perdido, chiquito?", inquirió el más corpulento.
"¡No mames, mira nomás qué chetado está este compa!", intervino el tercero, echando un vistazo a mi sable en la espalda y la daga en mi cintura.
"¿Qué llevas en esa mochila, wey? ¿Tienes la intención de enfrentarte a los de la otra zona? Estás completamente loco, no tienes idea de lo que son capaces de hacer", continuó, mostrando su rifle, lo que parecía ser una AK-47.
El otro sacó una escopeta y la exhibió. "¡Ni con una de estas les haces daño! ¡Uno de esos monstruos se llevó a mi hermana ayer! Los odio. Pero bien, dejémonos de pendejadas, entrégame ese hermoso cuchillo que llevas y la mochila."
Me apuntó con el arma. Estaban a punto de asaltarme. Una idea estúpida, si me dejo disparar, alertaré a los vampiros del otro lado y perderé la ventaja de sorpresa. Pero tampoco puedo entregar mis armas, ya que quedaría sin posibilidades de enfrentar a los vampiros y me enfrentaría a una muerte segura.
"Soy uno de ellos, y puedo demostrarlo. Estoy aquí para eliminarlos", les dije en voz baja.
Los tres se miraron entre sí y estallaron en carcajadas. "¡Ja, ja, qué simpático es este tipo!", se burló el calvo. "¿Ves algo de parecido con ellos? ¡Ni de lejos! Además, eres mucho más bajo y, por si fuera poco, se nota que estás cagado de miedo".
Agarré una roca del suelo y otro pedazo de metal. "Tomen, intenten romper esta roca apretándola con la mano".
"¡Deja de hablar pendejadas, wey! ¿Qué estás haciendo, Toño?"
El calvo agarró la roca y trató de aplastarla, pero fue en vano. Luego lo intentó el otro, igual sin éxito.
"¡Son un par de debiluchos!", gritó el más corpulento mientras intentaba destrozar la roca, solo logrando cortarse la mano. "¡Maldición!"
Podía oler la sangre, pero esta vez tenía suficiente autocontrol. Me sentía emocionado y orgulloso al saber que todo mi entrenamiento estaba dando frutos.
"Bien, chiquito, ¿ahora te toca a ti?", me retaron.
Tomé la roca y la rompí entre el índice y el pulgar. Luego, agarré la barra de hierro y la partí con mis dientes. "¿Lo ves?"
Antes de que pudiera explicar nada, el radar comenzó a detectar la señal.
"¡Pueden oler su sangre!", les advertí.
El corpulento entró en pánico y, como si hubiera visto al mismísimo diablo, se puso a correr, seguido por los otros dos.
Los tres vampiros salieron inmediatamente detrás de mí y me puse la máscara. Lancé un taser, pero uno de ellos logró esquivarlo.
"Debo usar algo rápido y aturdidor".
Tomé una de las viejas bombas de aturdimiento que había robado hace casi un año de una estación de policía, la hice explotar a pocos centímetros de ellos y arrojé una bomba de gas inmediatamente después. La máscara logró protegerme en parte del estruendo y me permitió filtrar el gas. Maté a uno en el acto y utilicé un taser en el otro. El segundo intentó atacar a uno de los tipos, pero lo decapité con el sable, y al tercero lo partí en dos; ambos comenzaron a quemarse al instante.
Mientras el gordo sangraba, se dirigió hacia la cabeza de uno de los vampiros, que ardía, y la pateó.
"¡Por mi hermana, maldito hijo de p..!", exclamó entre las llamas.
Los tres bajaron sus armas y más personas se habían congregado. Me miraron fijamente y el calvo me habló.
"Amigo, no sabes lo agradecidos que estamos. ¿Vas a encargarte del resto?"
"¿Sabes dónde están?", le pregunté.
"Sé que hay un pueblo al norte y otro al sur, pero el del sur es el peor, según tengo entendido. Nadie ha logrado salir de allí. Mi tío fue con un grupo bien armado, pero nunca regresaron".
Yo venía del norte, por lo que estaba seguro de que María se encontraba más al sur, probablemente en ese pueblo.
Una anciana se acercó a mí y, tocando mi rostro, dijo: "Cuida de ti, hijo. Vamos a rezar por ti".
Dejé el pueblo y comencé a dirigirme al sur, pero antes de entrar, necesitaba hacer un reconocimiento. Activo el rastreador y reproduzco la grabación que dejé. Escucho varios murmullos y reconozco la voz de Coni; parece que estaba hablando con una mujer que no usaba el lenguaje local ni tenía un tono moderno. Supongo inmediatamente que es María. También reconozco la voz de otro hombre.
"Él viene, mató a los tres neófitos que dejaste en el pueblo", dijo Coni.
"La rubia tenía razón", confirmó María.
"Usa una especie de espada y otros artefactos extraños".
"Tenemos que ir juntos, ¡vamos a cazarlo!", añadió el hombre con entusiasmo.
"No, tiene que acercarse a nosotros. Tenemos la ventaja en número y seguramente intentará eliminarnos uno por uno".
"¿Cuánto tiempo,María? No puedo mantener a raya a los neófitos por mucho más tiempo. Están empezando a sentir sed".
"Me estaban esperando... Anastasia", pensé. Ya me parecía extraño que necesitaran una cantidad tan grande de vampiros para formar un aquelarre. Parecía innecesario crear una cantidad brutal de vampiros solo para establecer un grupo. En Japón, Yui solo parecía querer, como máximo, cuatro miembros, mientras que aquí ya me he enfrentado a siete y contando. Me parecía que iban a enfrentarse a un grupo, y en realidad, el enemigo era yo.
Anastasia debió haber venido aquí buscando refugio y probablemente les habrá hablado de mí. Sin embargo, su conocimiento sobre mis habilidades inventivas es limitado y quizás tenga sospechas sobre mi tecnopatía, pero no tiene idea de hasta qué punto he evolucionado desde mi enfrentamiento con Od.
Por lo tanto, María, previendo que pasaría por aquí, creó este ejército para intentar sobrepasarme y matarme con pura fuerza bruta. La mayoría de los vampiros no están familiarizados con la tecnología, por lo que fue una astuta estrategia ocultar el transmisor en Coni. Supuse que, al ser una niña, sería fácilmente manipulable y que, de todas formas, terminaría revelándolo todo a su "jefa".
Permanecí en los alrededores; mi plan era ir eliminando a los neófitos uno a uno. Era necesario cortar de raíz y avanzar directamente hacia María. Los neófitos no me preocupaban, lo importante era desmantelar el poder desde los escalones más bajos y avanzar gradualmente hasta alcanzar a ella y a su cómplice Sergio. Por ahora, continuaría escuchando y atacando a los neófitos que fueran saliendo del pueblo.
Luego de estar semanas evadiendo y acabando con neofitos , se me presento una oportunidad clave:
"¡Bien! Tú, tú y tú. Vayan y perciban cualquier presencia, luego repórtenla. Ustedes dos, los más sedientos, pueden entrar al pueblo vecino y alimentarse; yo los acompañaré", reiteró el hombre llamado Sergio. Sergio era el vampiro encargado de mantener bajo control al resto, mientras que María dirigía las operaciones. Perfecto, tenía que seguir a Sergio e interceptarlo.
Comencé a correr hacia el pueblo donde irían a cazar y vislumbré entre los árboles de la selva. Tomé una de las muestras y la arrojé contra un árbol cerca de donde calculaba que tomarían la ruta para llegar al pueblo.
"¡Sebastián! ¡Pedro! ¿Qué están haciendo? ¡Debemos ir por aquí, no por allá!"
Los neófitos estaban sedientos y fuera de control. Siguiendo el rastro de aroma, mientras Sergio intentaba redirigirlos, lancé una bomba de gas.
"¡Aquí está! ¡Enfoquen, chicos!"
Apliqué un corte a uno y luego al otro, que parecían más preocupados por la sangre que por mi presencia. Sergio, desesperado, intentó atacarme con cualquier cosa que encontraba: lanzaba rocas, árboles y trataba de mantenerse alejado de mi sable.
Finalmente, logré impactarlo con uno de los tasers, y antes de que el segundo grupo llegara a reforzar el asalto, lo había eliminado. Los tres vampiros intentaron rodearme y, justo a tiempo, me elevé con mis botas propulsoras antes de ser destrozado.
Arrojé otra de las muestras y la sangre cayó sobre uno de ellos, mientras los otros dos lo despedazaban, comenzando a luchar entre sí. Cuando solo quedó el último, lo eliminé con un último golpe de mi sable y quemé todo.
Sin Sergio, el ejército comenzaba a colapsar gradualmente. Durante la siguiente semana, emboscaba a los vampiros mientras salían del pueblo, sin entrar aún. Escuchaba a través del transmisor cómo María se sumía en el pánico y la frustración.
"Necesito a otro, necesito a otro para controlar a los nuevos. ¿Cómo supo que Sergio saldría a cazar? ¿Te siguió, Coni? ¿Qué te dijo? ¡Alfonso, Francisca! Revisen la ropa de Coni!"
María me había descubierto o estaba cerca de hacerlo. Oí cómo el transmisor se movía mientras revisaban a Coni.
"¡Encontré un dispositivo extraño!", gritó una mujer.
"¡Destruyan eso!", ordenó María. "Y tú, niña, serás ejecutada por traición. ¡Alfonso, Francisca, encárguense de ella!"
Después de que la pareja ejecutara a Coni, la señal se cortó; probablemente habían destruido el transmisor. Era hora de entrar en acción.
Adapté varias muestras de sangre y las convertí en gas, al igual que con la esencia de mi cantante. Inundé todo el pueblo abandonado con dos rondas de bombas de gas: la primera para estimular su sed y la segunda con bombas adaptadas a la esencia del aroma de las muestras. El pueblo se llenó de un humo primero negro y luego rojizo; las ropas de los neófitos se impregnaron con el aroma a sangre y comenzaron a atacarse entre sí.
María luchaba valerosamente contra sus propios soldados, quienes ahora se volvían contra ella. Pude apreciar su gran experiencia como vampiresa. Registré cada uno de sus movimientos y los agregué a mi base de datos.
Después de varias horas, el lugar empezó a calmarse y ya quedaban pocos vampiros. Finalmente, solo quedábamos María y yo. María había perdido una mano, su pelo estaba completamente desaliñado y sus ropas estaban destrozadas por la intensa batalla. Sus ojos, de un intenso color carmesí, se encontraron con los míos, que habían adquirido un tono dorado ámbar.
En posición de combate y sintiéndose desesperada, me dijo: "Nunca había visto, en los siglos que he vivido, algo como esto. La mujer que me habló de ti, esa tal Anastasia, me advirtió... dijo que vendrías".
"¿Dónde está ella? ¿Por qué vino a ti?", pregunté con calma.
"Cuando vi el terror en sus ojos, me imaginaba a alguien grande y fornido, de un temple amenazador", se rió y luego añadió: "Oh, cómo las apariencias engañan, querido amigo. La expulsé, junto con Sergio, porque ya no le interesa nuestro estilo de vida. ¡Alimentarse de animales! Y no era la mejor en el control de neófitos, así que le dije que si no se unía a nosotros, tendría que marcharse".
"No has respondido a mi pregunta", insistí con seriedad.
"Ella siguió hacia el sur. No sé exactamente a dónde, pero puedo asegurarte que muy lejos". Luego cambio su tono de voz, me miró con una sonrisa seductora y hermosa. "Tienes algo de aire de mi querido Jasper, aunque eres mucho más chaparrito y feito. ¿Vas a matarme, verdad?"
"Agradezco el cumplido", dije. Observé a mi alrededor y luego añadí con sarcasmo: "En cuanto a tu pregunta, ¿cuál crees que sería el veredicto de la gente que vivió aquí?"
Saltó hacia mí con furia y descargó toda su frustración y enojo. Esquivé su ataque y, con un corte en diagonal, cayó al suelo y comenzó a incinerarse. Su reinado de terror había llegado a su fin.
Contemplé las ruinas de lo que alguna vez fue este pueblo, sin leyes pero con gente honesta y sencilla. Luego, continué mi camino hacia el sur, mi hogar, pensando:
"La vida no es ni buena ni mala, sino un espacio para el bien y el mal".
