CAPÍTULO II:

JULIO DE 1861

La guerra había comenzado ya varios meses. Cientos de jóvenes se enlistaron a diario para pelear por la unión, aunque eso no detuvo a los habitantes de Dayton, Ohio, para festejar el cuatro de Julio.

Una gran fiesta local se llevaría a cabo no solo para celebrar la independencia del país, sino también para honrar a los hombres que partirían a luchar contra Dixie. Sin embargo, no era la guerra lo que le preocupaba a un joven de dieciséis años, que en ese momento solo pensaba en comer todas las delicias que la fiesta pudiera ofrecerle.

—Mira esa ternera asada, Aang. ¡Dios mío ya quiero comerla! —exclamó Sokka, relamiéndose los labios. Aang rodó los ojos.

—Ya te dije que no como carne, Sokka. Con las verduras cocidas o el pay de manzana estoy bien—le recordó el joven Aang, que en aquel momento tenía cerca de quince años.

—Acaso en el orfanato donde te criaron nunca te dieron de comer carne o qué? —preguntó Sokka, inquisitivamente.

—No, Sokka, escucha; Según la Biblia, hasta los animales son hijos de Dios. Eso los convierte en nuestros hermanos, ¿tú te comerías a un hermano?

—Claro que no, pero yo solo tengo una hermana, y la Biblia también dice que disfrutemos de todos los animales que estén a nuestra disposición. Así que, si tengo un buen filete de res cerca, me lo voy a comer, acompañado de un buen puré de papá, claro. —refutó el mayor mientras se le hacía agua en la boca de tan solo imaginar aquellos manjares.

—¡Chicos, qué bueno que los encuentros! —exclamó Katara, acercándose a ellos acompañado de Toph—. Venimos rendidas del trabajo—suspendido mientras Aang se acercaba a ella para abrazarla.

—Habla por ti, dulzura —dijo la chica de ojos verdes mientras le daba una palmada en el hombro.

—Si quieres, puedo cargarte en mi espalda hasta tu casa—propuso Aang, dedicándole una sonrisa pícara a Katara que no pasó desapercibida por Sokka.

—Escuche eso, Aang—advirtió el joven moreno, algo molesto, mientras tomaba del brazo a Toph.

—¡Ay, qué caballero!—exclamó Beifong, haciéndose la ofendida y soltándose del agarre de Sokka, quien solo suspiro de forma incómoda.

Dejó de ponerle atención a los demás y enfocó su vista a varios conocidos que salían muy felices del puesto de reclutamiento.

—¡Oye, Sokka! ―uno de ellos se encaminó hacia el grupo—. Nos acabamos de enlistar, iremos a matar rebeldes, ¿ustedes ya se enlistaron? —cuestionó, mirando al equipo de jóvenes.

—No, aún no nos hemos enlistado—respondió, bajando la vista—. Por el momento solo queremos disfrutar de la fiesta.

—La paga es buena, amigos, piénsenlo—dijo Kinto mientras se alejaba con Han. Sokka se les quedó mirando.

La paga es buenos amigos, piénsenlo —arremedó. Sus amigos se rieron discretamente, pues dos esos aún estaban cerca.

Sin embargo, fue debido a esta distracción que no pudo percartarse de una chica que se acercaba apresuradamente hacia ellos, y en cuanto volteó, ya era demasiado tarde.

La chica tropezó con Sokka y este último apenas pudo atraparla antes de que cayera al suelo. Ambos quedaron en una posición muy comprometida mientras dos chicas, una con una larga trenza castaña, y otra con dos largos mechones, se acercaban al lugar de los hechos.

—¿Estás bien? —preguntó Sokka mientras la veía directamente a sus dorados ojos, sosteniéndola firmemente con los brazos. El rostro de la muchacha reflejaba un leve enojo.

—¡Suéltame, campesino! ¡No sabes con quién estás tratando! —ordenó ella, golpeando su pecho con ambos puños.

Sokka sonoro malévolamente.

—Lo que tu digas —él la soltó, dejándola caer de sentado en el suelo.

—¡Azula! —exclamó Ty Lee, mientras Mai miraba indiferente la escena.

Sokka tuvo un pequeño remordimiento y le extendió su mano a la chica que estaba en el suelo.

—Lo siento mucho, déjame ayudarte a levantarte.

Azula se sonrojó por el repentino acto de caballerosidad del joven, pero finalmente accedió a la ayuda que él le ofreció.

—Gracias… —masculló tomando su mano y levantándose del suelo.

—No hay de qué —respondió el moreno, sonriente, aunque algo ofendido por el insulto. Las amigas de la chica acudieron a ella, y Ty Lee se acercó a Sokka.

—Muchas gracias por detener a nuestra amiga, si no, no habríamos podido alcanzarla.

Ella le escuchó a un confundido Sokka.

Las tres chicas se alejaron del grupo lo más pronto posible y Sokka se limitó a observar de lejos a la joven que hasta hace unos minutos estaba entre sus brazos.

—Parece que alguien se acaba de enamorar—se burló Toph, dándole un codazo. Katara y Aang simplemente comenzaron a reírse, causando que el chico se enfadara por el comentario y las burlas.

—Agh, cállense. ¡Ella me llamó campesino, y ni siquiera soy uno! ¿Saben qué? ¡Me largo de aquí! Iré a ver si ya puso la marrana—refunfuñó molesto, agitando los brazos y sándose en dirección contraria a donde iba Azula.

—¡Suerte con eso! —gritó Aang mientras Katara se reía y lo tomaba del brazo.

—¿A qué se refería exactamente con "ver si ya puso la marrana"? —demandó saber la chica Beifong, agarrándose el mentón.

—Que se ira a vagar por ahí—aclaró Katara, caminando a la par de Aang—. Solo espero que esté en la fiesta a tiempo para la cena, él no se lo perdería por nada del mundo. Por cierto, Toph y yo nos tenemos que ir a ponernos bellas para la noche —dijo, dirigiéndose esta vez a su novio, moviendo un mechón de su cabello atrás de su oreja—. Irás por mí a mi casa, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa.

Las mejillas de Aang se encendieron y también esbozó una sonrisa.

—Claro que sí, ahí estará. Te veré al anochecer —tartamudeó el chico.

Katara le dio un beso en la mejilla, cuando de pronto sintió que la estaban jalando del brazo.

—Tranquilo, Pies Ligeros, no te irás a la guerra. Aún. —aseveró Toph, empezando a arrastrar a Katara.

—¡Adiós, chicas! —gritó el muchacho, levantando su mano en el aire.

Después de perderlas entre las personas que se amontonaban en la calle, Aang susspiró de alegría y se fue caminando rumbo a su casa.


Mientras tanto, no muy lejos de ahí, tres chicas bien vestidas iban caminando por la calle, alejándose del lugar donde había ocurrido tan vergonzoso encuentro.

— ¿No creen que aquel chico era muy guapo? —inició Ty lee, quebrando el silencio con una sonrisa de oreja a oreja.

Mai se limitó a rodar los ojos mientras Azula seguía pensativa.

—Creo que tus escapadas de casa nublaron tu mente, Ty Lee—contestó Mai. —. Te asombras por cualquier muchacho que haga el mínimo de contacto visual contigo.

—¡No tiene nada de malo! — refutó Ty Lee, haciéndose la ofendida. Azula solamente escuchaba a sus dos amigas discutir por aquel chico que la tuvo entre sus brazos.

"¡Qué atrevido de su parte! ", pensó. Un sucio campesino la había abrazado para luego dejarla caer al suelo y ayudarla a levantarse. ¿Acaso él no sabía quién era ella? Sin embargo, no podía dejar de pensar en aquellos ojos azules llenos de determinación.

Azula se ruborizó levemente al recordarlo, pues si las miradas matasen, ella ya estaría siendo trasladada al cementerio.

―Mai—interrumpió—. ¿Has sabido algo de mi hermano? No me digas que no, porque sé que desde que huyó de casa y se fue a vivir con mi tío, iba a visitarte más seguido. Responde.

—Zuko y tu primo se enlistaron hace más de un mes, Azula. Prometió escribirme a diario, pero aún no recibo ni una sola carta—dijo Mai seriamente. Ty Lee se ensombreció un poco al escuchar eso.

Aunque la guerra había comenzado en abril, no habían ocurrido batallas hasta ese momento, pero el saber que el novio de una de sus mejores amigas se había marchado a pelear simplemente le aterraba. El tener que consolar a Mai cuando se enterase de que Zuko cayó muerto en algún campo del sur no era un pensamiento muy agradable.

—Debes de admitir que aquel chico era muy lindo, Azula. —mencionó Ty Lee para cambiar el tema. La muchacha de ojos de oro la volteó a ver un poco molesta.

— ¿Qué insinúas? —espetó Azula, sonrosada de solo volver a pensar en el susodicho.

— Deberías mirarte a un espejo, tan roja como un tomate —comentó Mai sonriendo levemente.

—¡No es verdad! —se quejó poniendo ambas manos en su rostro. Ty Lee y Mai comenzaron a reírse a carcajadas.

—¡A Azula le gustó el campesino! ¡A Azula le gustó el campesino! —cantaron a coro burlándose mientras aplaudían.

—¡Cállense! —ordenó. Aunque, se negaba a admitirlo, estaba disfrutando todo aquello.

—¡No temas, mi bella dama! ¡Ya vino tu campesino al rescate! —gritó Ty Lee imitando una voz masculina, abrazada a Mai de la cintura.

—¡Mi héroe! ―contestó Mai suspirante, imitando la voz de Azula.

—¡Oye, yo no hablo así! —señaló la muchacha enojada y ruborizada al cien por ciento.

Sus amigas siguieron mofándose de ella por unos minutos más hasta que se cansaron de reírse. Pero aún así, ella no podía sacar al apuesto campesino de su mente.

Tal vez, ellas tenían razón después de todo. ¿Quién lo diría? Azula, la heredera de su rica familia, enamorada de un humilde campesino.


Sokka se encontraba cabalgando hacia la fiesta con sus mejores galas domingueras puestas. Casi podría hacerse pasar como un caballero de la alta sociedad con esa ropa.

De repente, vio a Aang acercarse hacia él, rumbo a la casa perteneciente al par de hermanos.

—¿Vas por Katara? —cuestionó, cerrándole el paso a Aang con su caballo.

—Mmm, sí. Es justo lo que estoy haciendo—admitió Aang, temeroso.

A pesar de ser su amigo, Sokka era muy protector con su hermana. El moreno se negó sonriente.

—Cuídala por favor, y no te quieras pasar de listo, Aang. Sé dónde vives —le aviso. El menor se asustó un poco ante la amenaza, pero lo comprendió.

—No te preocupes, Sokka. Por cierto, ¿me prestas tu caballo por favor? No creo que sea correcto que una dama tenga que caminar casi un kilómetro a una fiesta—pidió Aang suplicante. El mayor chasqueó la lengua y se bajó de su caballo a regañadientes.

—Ten, cuídalo a él también por favor. ¿Si sabes montar a caballo? —Sokka preguntó mientras Aang se subía al caballo. Pero el chico se puso a cabalgar velozmente hacia el hogar de su amada sin responder a la pregunta de su amigo.

—Tomare eso como un sí—suspiró y se dirigió hacia la fiesta del pueblo.

A medida que avanzaba camino a la plaza principal, Sokka pudo darse cuenta que ya estaba cerca debido a que el discurso del alcalde se iba oyendo más claro. Solo logró escuchar unas cuantas palabras como: libertad, democracia, presidente Lincoln, la guerra, el sur, la esclavitud, etc. El alcalde finalizó su discurso justo cuando llegó a la plaza, por lo que el muchacho empezó a mezclarse entre la multitud.

—¡Feliz cuatro de Julio! —gritó el alcalde del pueblo para dar inicio a la fiesta.

Los fuegos artificiales comenzaron a iluminar el cielo nocturno, la gente gritó emocionada y los músicos comenzaron a amenizar el ambiente. Muchas personas se pusieron a bailar y otros se acercaban al área de la comida, Sokka incluido. Cuando se estaba sirviendo carne y puré de papa, sintió una palmada en la espalda.

—¿Tan pronto ya estás comiendo? Pero si la fiesta acaba de empezar —cuestionó Toph, alzando una ceja con diversión.

—Si esperaba más tiempo, la mejor comida se habría acabado. Ve a molestar a alguien más y déjame comer tranquilo, Toph. —se quejó él, con la boca llena de carne.

—Solo vine a decirte que tu "enamorada" esta por allá—ella señalo en dirección donde se encontraba Azula y sus amigas, sentadas platicando entre ellas. El chico se empezó a atragantar debido al comentario —. Deberías invitarla a bailar. Se ve muy aburrida en esta fiesta.

—¡Que no es mi enamorada! —tosió avergonzado—. ¡Ella me llamó campesino!

—Pues ve ahí con ella y demuestra que eres más que eso, Sokka—respondió Toph palmeándole el hombro a su amigo. Él volteó su vista hacia la chica que tenia al lado—. Es muy bella, vi cómo te miraba en la tarde antes de irse, tal vez sea tu oportunidad. Ándale, ve con ella.

El muchacho lo analizó un momento pero finalmente le sonrió a su amiga y empezó a caminar en dirección a donde se encontraban Azula y compañía.


—Qué aburrimiento—murmuró Mai, cruzando los brazos. Ty Lee rodó los ojos.

—Bueno, al menos no estamos en casa de Azula soportando a hombres viejos que solo hablan de dinero y tratan de convencer a nuestros padres de que ellos serian buenos yernos y bla bla bla―destacó Ty Lee, asqueada al comentar lo último. Las otras dos asintieron de forma sincronizada.

—Debes de admitir que tus padres te han conseguido buenos pretendientes—señaló Azula.

—¡Yo no quiero casarme! Aún no, apenas tengo quince años. Yo quiero conocer el mundo y, si voy a casarme, que sea con alguien que yo ame —en ese momento un joven con un traje modesto se aproximó a ellas.

—¿Le gustaría bailar esta pieza conmigo, señorita? —le ofertó el muchacho a Ty Lee, ella sonrió con timidez y le dio su mano como respuesta.

—Por supuesto que si, joven—se puso de pie y él la fue guiando hasta que ambos quedaron fuera de la vista de unas aburridas Mai y Azula.

—Bueno, al menos tu sigues aquí conmigo, Mai—dijo, solo para ver que el rostro de su amiga pasaba de la seriedad a la sorpresa y felicidad en menos de un segundo.

—¡Zuko!

Mai se levantó y corrió hacia el joven que vestía un imponente uniforme azul. La chica se abalanzó sobre él y lo abrazó. Zuko sonriente la cargó, rodeándola con sus brazos y la besó apasionadamente. Azula volteo hacia atrás solo para ver qué ocurría y sorprenderse por la escena que estaba presenciando.

—¿Qué haces aquí? Creí que ya te habían enviado a la guerra—preguntó Mai, llorando de felicidad, llenando la impoluta cara de Zuko con besos.

—A Lu Ten y a mi nos dieron permiso de venir aquí por el cuatro de Julio. Tengo que estar en el cuartel mañana al atardecer, así que soy todo tuyo hasta mañana al mediodía —reveló el muchacho cariñosamente. Luego, volteo a ver a la figura que estaba atrás de su amada.

Era su hermana sin duda alguna.

—Hola, Azula—pronunció fríamente.

—Hola, Zuzu —respondió ella de igual manera—. El uniforme te sienta bien, padre estará muy orgulloso de ti—dijo, mirando sus uñas.

—Lo que Ozai diga o piense de mí, francamente no me importa. Desde hace mucho que yo ya no soy su hijo y él tampoco es mi padre—sentenció Zuko con desprecio, aunque esa pequeña discusión no impidió que ambos hermanos se abrazaran.

—Me da gusto verte, Zuzu—susurró la muchacha, sin soltar a su hermano.

—Igual a mi, Azula—Zuko se separó de ella—. Mírate nada más, toda una señorita. Debes de tener a toda la ciudad rendida a tus pies.

Mai se rió discretamente por el comentario de su novio, pues recordó el incidente de la tarde.

—Si supieras, hermano— un leve tono rojizo dominó sobre sus mejillas, pues gracias a la risa de Mai, se acordó de aquel joven de hace unas horas.

—Bueno, si nos disculpas a Mai y a mi, iremos a disfrutar de la fiesta. Hasta luego, Azula—se despidió, ofreciendo caballerosamente su brazo a aquella muchachita que era su novia. Ella lo sujetó gustosa, dirigiéndose hacia la multitud.

Azula observó cómo su amiga y su hermano se alejaban, para luego perderlos de vista. Volvió a tomar asiento en su lugar, totalmente sola viendo cómo todos se divertían.

—Campesinos idiotas—pensó en voz alta para después silbar Turkey in the Straw.

No sabía que alguien se aproximaba a ella.

—¿Disfrutando de la fiesta? —preguntó una voz masculina, de repente sacándola de sus pensamientos.

—¿No se nota? —respondió, sin voltearlo a ver.

—Pareces muy aburrida para alguien que dice estar divirtiéndose― el hombre se acercó y se sentó a su lado. Azula lo reconoció al instante.

—¡Tú! ¿Qué haces aquí? —demandó saber, completamente molesta, pero tratando de ocultar el rubor que se le estaba formando en la cara.

—Solo quise venir a saludar, ver cómo la estabas pasando y también a disculparme por dejarte caer al suelo en la tarde. No fue propio de mi parte, lo siento mucho, en serio —Sokka se pasó su mano derecha por la nuca, esbozando una sonrisa, y la joven pudo notar el nerviosismo que emanaba el chico.

—Bueno, hola y adiós. Estoy bien, gracias, y disculpa aceptada. ¿Es todo, campesino? ¿O hay algo más? —refutó ella sarcástica.

Deseaba que se fuera lo más pronto posible, pero, al mismo tiempo, también anhelaba que decidiera quedarse con ella y no la dejara sola como el resto.

Tenía miedo. ¿Y si sus palabras habían herido al chico? ¿Y si él se iba para nunca más volverlo a ver? Ella podía notar cómo parecía estar incómodo, como si hubiera abierto una zanja entre ambos.

Por otro lado, Sokka no sabía qué hacer tampoco. Quería irse a buscar comida, pero también deseaba quedarse.

Observó con atención a la muchacha. ¡Maldita sea, era muy hermosa! Su vestido rojo carmesí hacia juego con su hermosa piel blanca como la leche y su pelo negro como el carbón. Sin embargo, por su apariencia daba a entender que provenía de una familia rica.

¿Acaso estaba loco? ¿Cómo una chica como ella se fijaría en alguien como él? Pero estaban en una fiesta pública, caray, y ahí todos iban bien vestidos. Incluso algunos soldados estaban allí festejando y él también portaba sus mejores galas. Definitivamente no lucia como un pobre campesino, así que por esa ocasión, ellos dos eran iguales, nada los separaba, ni siquiera las clases sociales, un concepto que él había llegado a escuchar de un profesor de su escuela.

Solo eran ellos dos, al diablo con todos los demás. Sokka se armó de valor y decidió cortar el silencio.

—Por cierto, me llamo Sokka, que rima con oca—dijo sonriente, aunque en su mente se golpeaba la cabeza contra un tronco por decir semejante estupidez.

"Eres un idiota, Sokka" pensó. Pero, para su sorpresa, la chica que estaba frente a él se rió.

—Eso fue muy gracioso, Allan Poe —declaró terminándose de reír—. Yo soy Azula, que rima con mula.

—Mucho gusto, Azula, perdona mivisita impertinente… soy solo un viajero perdido y nada más—pronunció Sokka.

—Espera, ¿has leído a Poe? —cuestionó ella, interesada. Sus ojos brillaron al recordar el poema de "El cuervo" de Edgar Allan Poe, su favorito.

Muchos de los pretendientes que su padre le quería imponer eran unos huecos sin cultura, y para ella era raro conocer a alguien que si supiese apreciar la literatura. Por esa razón, si Sokka había llegado a conseguir obtener su curiosidad, ahora poseía toda su atención.

—Sí, es de mis escritores favoritos―admitió―. ¿Por qué la pregunta? ¿Acaso creías que no sabía leer? —inquirió él, con una ceja levantada.

—La mayoría de la gente de este lugar es analfabeta Sokka, tú eres una excepción.

El moreno no sabía si sentirse halagado u ofendido por el comentario de Azula.

—Bueno, tienes razón, mi hermana y yo le tuvimos que enseñar a leer a un amigo, ahora es todo un letrado.

Ambos se rieron al mismo tiempo por el comentario.

Siguieron platicando de temas variados por diez minutos, aunque durante esa charla, Sokka quería animarse a invitarla a bailar, pero se sentía tan bien al estar platicando con ella. Su hermosa voz, su risa angelical, sus comentarios sarcásticos… pero persistía ese impulso, quería bailar con ella toda la noche de ser necesario.

Y en cierta parte, Azula sentía lo mismo.

Algo en su interior le decía que debía bailar con aquel muchacho.

Mientras tanto, la música continuaba y los amigos y parientes de ambos disfrutaban de la fiesta.

—¿Quieres bailar? —ofreció Sokka sin pensarlo más. Azula entreabrió los labios, sorprendida, pero también aliviada emocionada. Finalmente, aceptó.

—Claro que sí, no tengo nada mejor que hacer—dijo, encogiéndose de hombros.

El chico le ofreció su mano, se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la pista de baile bajo las miradas indiscretas de sus conocidos y desconocidos. Se acomodaron, los dos hicieron una reverencia, y Sokka se acercó para sostener su cintura con su mano derecha y entrelazar sus manos. Comenzaron a bailar sincronizados al compás de la canción.

Ambos estaban viéndose el uno al otro, siguiendo sus pasos, callados. No obstante, disfrutaban del silencio, no se sentían incomodos, los dos estaban sumergidos en sus pensamientos.

Sokka se sentía con mucha suerte, una chica tan bella como ella estaba bailando con él en esa fiesta del cuatro de julio. Se deleitaba observando a su compañera, su sonrisa y sus preciosos ojos dorados, su piel pálida de porcelana iluminada por la tenue luz de los faroles cercanos.

No obstante, sus pensamientos fueron interrumpidos por el rugir de su estómago.

"¡Mierda!" pensó el muchacho. Le estaba dando hambre de nuevo, pero no quería acabar con tan agradable momento por ir a comer. Mejor iba a esperar a que la canción que estaban bailando en ese momento terminara y aprovecharía para invitarle algo a ella. Así no se vería tan mal.

Tras un rato de silencio, sonrisas y el rugido del impaciente estómago de Sokka, decidió hablar.

—¿Quieres ir por algo de comer cuando termine esta canción? —preguntó, dándole una vuelta a Azula.

—Claro, a mí también me empezó a dar hambre.

Al finalizar la melodía, abandonaron la pista y se dirigieron a donde estaba la comida.

Compraron un alimento novedoso proveniente de Nueva York, lo llamaban Hot dog, el cual básicamente era una salchicha cocida dentro un pan de bollo. A Sokka le pareció delicioso.

Ambos se sentaron en una de las bancas y comieron mientras observaban a la gente a su alrededor.

—Mmm, sabe riquísimo—dijo con la boca llena—. Nunca había probado algo así.

Azula asintió sin decir nada. Sokka tenia razón, era delicioso.

—Fue muy agradable bailar contigo, campesino— admitió la joven sin mirarlo, una sonrisa malvada dibujada en sus labios. Sokka fingió sentirse ofendido y le siguió el juego.

—Digo lo mismo, princesa —contrarrestó Sokka sarcásticamente.

—¿Así que soy una princesa? —cuestionó ella, levantando una ceja.

—¿Por qué no lo serias? —interpeló el chico —. Se ve que provienes de una familia rica, ¿me equivoco?

—No, no te equivocas. Mi padre es un hombre rico, pero por mí, que coma mierda. Desde que mi madre murió se volvió un completo imbécil. Con decirte que corrió a mi hermano, ¡su hijo mayor y primogénito! de la casa, solo porque él se opuso a su voluntad. Desde entonces, mi hermano vive con mi tío y mi primo. En un principio odié a mi hermano porque le llevó la contraria a mi padre, pero después descubrí que en realidad lo odiaba porque no me llevó con él… Pero bueno, son cosas que pasan, ¿no crees? —suspiró Azula.

Sokka simplemente no supo qué responder.

—Vaya, eso es duro— finalmente habló, diciendo lo primero que se le ocurrió.

Azula asintió, con ambas manos en sus mejillas observando hacia el suelo.

Sokka se quedó viéndola, su corazón latiendo con mucha fuerza. Azula se sintió vigilada y giro para verlo. Se quedaron mirando fijamente el uno al otro y una especie de brillo especial recorrió los ojos de ambos. Después de lo que pareció toda una vida, Sokka más por nerviosismo que por otra cosa decidió romper el silencio.

—Pero qué día, ¿verdad?

Azula suspiró nuevamente

—Si, qué día.

Continuaron disfrutando de la vista. De pronto, Sokka se puso de pie y le ofreció su mano.

—Ven, hay un lugar que quiero enseñarte.

Azula sintió sus mejillas calentarse, pero eligió aceptar la mano del muchacho. Empezó a guiarla hacia un lugar desconocido, alejándose de la multitud, de la fiesta e incluso del pueblo.

Tras haber caminado por unos minutos en la oscuridad, la chica descubrió que habían llegado a una especie de claro con un gran árbol y una pequeña laguna ahí.

Era un lugar muy hermoso y los rayos de la luna llena lo hacían ver aún más espectacular. En toda su vida viviendo en aquel pueblo, nunca se imaginó que existiera este cautivador rincón del mundo tan cerca suyo.

—Vengo aquí cuando quiero estar solo, supongo que te servirá a ti también cuando quieras un poco de paz—murmuró Sokka, acortando la distancia entre los dos hasta quedar a un par de centimetros de ella.

Se podía escuchar el sonido de los grillos, cigarras y ranas alrededor, hasta que el ulular de un búho asustó a Azula, quién de inmediato busco protección en los brazos de Sokka, aferrándose a él.

—Vaya, tranquila―rió suavemente el muchacho―. Fue solo un búho, no el cuervo de Poe. Estarás bien, princesa.

Pero aquello no disminuyó el miedo que la atormentaba. Azula se aferró con más fuerza y Sokka empezó a tararear una canción.

—Odio a los búhos—confesó ella, con su cara escondida en el pecho del chico. Después de eso volvió a dirigir su mirada al cuerpo de agua que reflejaba la luna y empezó a escuchar al joven cantar.

Away, away come away with me where the grass grows wild, where the winds blow free away, away come away with me and i'll build you a home in the meadow.

Mientras Sokka cantaba, Azula elevó la vista, encontrándose con aquellos ojos azules como el cielo. Él recitaba esos versos y ella estaba maravillada, y cuando el silencio volvió a reinar, Sokka se empezó a acercar más al rostro de Azula.

Ella se puso roja como tomate, pero algo le decía que también hiciera lo mismo, así que lo imitó con timidez.

Ambos juntaron sus labios en un tierno y corto beso.

Se separaron casi de inmediato y la joven tocó el pecho del chico, logrando sentir los latidos acelerados de su corazón.

—¿S… So… Sokka? —tartamudeó la muchacha.

—Eres muy hermosa, Azula—susurró Sokka solo para volver a besarla, esta vez con más pasión. Azula le correspondió de inmediato.

Era el primer beso de ambos, por lo que ninguno de los dos sabía lo que estaba haciendo realmente, solo estaban siguiendo sus instintos.

Azula rodeó el cuello de Sokka con ambos brazos a medida que él tomaba su cintura y la pegaba más a él. Ella gimió levemente debido a eso. Sokka se separó unos milímetros y volvió nuevamente a besarla, pero ahora con más furia, como queriendo apoderarse de esa delicada boca. Azula sintió explotar su cuerpo con las emociones que ese beso estaba provocando en su ser. La lengua del muchacho se hizo paso entre sus labios y ella los abrió, aceptando la caricia.

La muchacha profundizó el beso imitando a Sokka, nunca había sentido tanto fuego recorrer su frágil cuerpo. Y eso le gustó. Sobre todo, porque ese fuego lo provocaba aquel joven, aquel humilde joven que acababa de conocer unas horas antes y que había tratado muy mal. Azula en cierta parte estaba arrepentida por eso, pero también pensó que, gracias a ese incidente, ella se encontraba allí con él, en ese rincón del mundo, besándolo, derritiendose debido a ese muchacho que le provocaba mil emociones.

Y para Sokka el sentimiento era mutuo. Era algo que hasta un ciego podía ver, se habían enamorado a primera vista y ellos lo sabían.

Él se alejó suavemente para recuperar el aliento, mientras depositaba delicados besos en la mejilla de la joven, la cual abrió sus ambarinos ojos sólo para perderse en los azules orbes colmados de ternura del muchacho. De pronto, su corazón se agitó de improvisto al darse cuenta de lo que recién había sucedido: él la había besado, y ella lo había aceptado. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Negarlo? No podía… no podía olvidar su primer beso de ¿amor? Y con él… Bajó la vista y apoyó sus manos en el pecho del chico, alejándolo suavemente.

—Eso fue… interesante—murmuró Azula, muy sonrojada y un poco agitada.

—Si que lo fue, princesa—reconoció Sokka en el mismo estado.

Se recostaron sobre el pastizal y contemplaron el cielo nocturno. Y, mientras permanecían abrazados, charlaban de temas variados. La conversación continuó hasta que Azula quedó dormida acurrucada en los brazos de Sokka. Él le dio un beso en la frente y, delicadamente para no despertarla, la tapó con su abrigo antes de que, arrullado por los grillos, se quedara profundamente dormido.