Reto de Chiero Curissu a Syb. Chiero exige aquí: Koushiro y Mimi se casaron con otras personas. Diez años después. Aventura amorosa prohibida. Benji y Osen (su autoria y canon en mi kokoro). Cameo de Taitherine.
Música inspiradora: Bang Bang de Ariana Grande y Hey Mama de Nicki Minaj y mucha otra gente jaja. Culpo a Spotify por esto.
EDIT: julio 2023
Bang Bang
Por Sybi Minaj.
«Bang bang into the room (I know you want it),
bang bang all over you (I'll let you have it)...»
Capítulo I
El ejercicio físico y Koushiro nunca habían sido buenos amigos.
Él insistía en tener algo parecido al asma porque no podía respirar luego de que trotara más de unos pocos minutos, como cuando iba tarde a las ferias de ciencias con su hija y él llevaba la parte grande y pesada del proyecto, y Osen la parte pequeña, pero esencial. Jou siempre le decía que estaba en perfecto estado de salud y que podía ejercitarse con normalidad. Nunca le hizo caso, no hasta que su esposa llegó con un cupón de descuento del gimnasio y se planteara seriamente usarlo por el mes que le duraba. No era una mujer muy activa y su única motivación era criar a su hijita superdotada. Así que compró varios suplementos proteicos y frutas orgánicas para su mes deportivo, ya que no quería sufrir desgarros y cosas varias que había leído en internet. Sin embargo, el mes se alargó por más de un año y ahora no podía vivir sin ejercitarse. Desarrolló abdominales de acero y el coraje que necesitaba para dejar su trabajo como contadora y cumplir su sueño: ser entrenadora personal, aunque todavía sin licencia. Pasó de ser una mujer que solo vestía colores apagados y telas holgadas a solo tener ropa ajustada y resistente al sudor diario.
A Koushiro no le pareció mal su cambio de empleo, al fin se sentía realizada haciendo una millonada de sentadillas y dar cientos de vueltas al estadio olímpico de la ciudad, al cual asistía trotando, por supuesto, debía ser consecuente. Las comidas se volvieron cada vez más saludables y orgánicas; el azúcar desapareció por completo de la casa y, debía sentir vergüenza, al admitir que llevaba a casa bolsitas individuales de azúcar de contrabando desde el trabajo y que también le suministraba a su hija de los preciados cristales blancos. Su esposa comenzó a preguntarse qué era lo que su cuerpo necesitaba para deshacerse de esa molesta grasita en el estómago de su esposo. Koushiro alegaba ignorancia, mientras sorbía café dulzón.
Los hombres de la máquina expendedora de dulces nunca habían sido tan adinerados, ya que alimentaban la adicción azucarada del científico.
—Debe ser tu metabolismo, aún debe estar acostumbrándose a la nueva dieta —dijo totalmente convencida—, es lo que le sucede a mi nueva clienta.
—Ya sabes, después de los treinta… —terminó su frase con un gesto que le dio a entender que estaba deteriorado. ¡Kaput!
—¡Eso es tu propio límite autoimpuesto! —respondió excitada—. Deberías ver a mi octogenaria, hasta se ve más activa que tú. Quizás podrías considerar el trabajar al aire libre, ¿sabes?
—Bueno, las computadoras requieren de una fuente de poder…
—Es verdad, tiendo a olvidarlo porque uso siempre la laptop —indicó tomando una pesa un poco más grande que la de la semana anterior y empezó con su rutina de ejercicios habitual—. Deberías cambiar de trabajo…
—¡Osen, la escuela!
La chiquilla bajó corriendo con su pesada mochila puesta y un atuendo de fútbol soccer que desentonaba con su usual vestimenta, la cual era práctica como la de él. Ah, sí; olvidaba que su madre la había inscrito en el equipo de la escuela en contra de su voluntad, cortando a la mitad las horas extra de química semanal. Telepáticamente tuvieron una extensa discusión en torno a su loca madre adicta al gimnasio. Discusión que llevaron hasta el automóvil en silencio, donde por fin pudieron poner el seguro de las puertas y hablar sin peligro.
—¡No quiero ir a fútbol soccer!
—Haz a tu mamá feliz, ¿sí? Ya me hiciste muchas veces feliz con todos los trofeos que ganaste en las ferias de ciencias y las olimpiadas de matemáticas.
—No entiendes, tengo asma… No está diagnosticada, pero estoy segura que la tengo. ¿Ves? Me está costando respirar.
—No tienes asma. Un poco de ejercicio no te hará mal, ¿no? —Eran las mismas palabras que su médico de cabecera y amigo habían dicho hace algún tiempo.
Sin embargo, sí empezó a afectarle a Koushiro cuando ella, el amor de lo que llevaba de su vida, después de mucho tiempo mirando atléticos cuerpos jóvenes en el gimnasio; le confesó que ya no se sentía atraída sexualmente a él. Fue como si un balde de toda esa bebida cola que había tomado a escondidas cayera completamente en frío sobre él. Era duro no ser atractivo de esa forma. Él naturalmente no era tan bonito de mirar, pero en el cuarto tenía lo suyo… Si ya no tenía eso, no era nada y su esposa podría irse con otro entrenador personal; alto, musculoso y bien parecido. Dejó el automóvil en casa y se compró una bicicleta. Osen lo lamentó más que entrar en el equipo de la escuela, ya que ya era duro para su ego no poder sobresalir por sus torpes piernas; ahora era difícil mantenerse corriendo en la cancha con sus torpes piernas adoloridas después de pedalear hasta la escuela.
Su hermosa y fitness esposa no se detuvo allí. Insistió que también debía hacer pesas y pronto generó un poco más de masa muscular y llenó mejor sus camisas, no tanto en la barriga sino que en los pectorales. La terminó acompañando en los entrenamientos con la octogenaria, quien definitivamente levantaba más peso que él.
—Vamos, mi amor, tú puedes —dijo ella y le pegó una palmada en la espalda tan fuerte que casi le dislocó el hombro, le sonrió dulce y volvió trotando donde Gertrudis, que lo hizo morder el polvo gracias a sus tonificadas piernas de ocho décadas de antigüedad.
Sin duda, su esposa había adquirido un apetito sexual que jamás había tenido antes, ni siquiera cuando estaban en sus veintes y exploraban sus cuerpos sin pudor, luego de casarse, como un par de tiernos adolescentes. Siempre habían sido respetuosos el uno con el otro. Sin embargo, incluso luego de mirarse al espejo y verse con el cuerpo distinto, se sentía inseguro. Cumplir se le hacía difícil, la mujer se había vuelto más segura de sí misma y pedía derechamente lo que quería, seguramente con algún otro hombre en la mente; ya que, después de todo, él ya no le parecía atractivo, según sus propias palabras.
Tuvo que pensar en otra cosa en cada oportunidad. Alguna chica del día con la que hubiese compartido unas cuantas palabras o alguna jovencita que había visto en el gimnasio sin mucha tonificación en el cuerpo. Recuerdos de sus estudiantes que ya habían recibido el título profesional años atrás. Y siguió hacía atrás desclasificando recuerdos y memorias para abstraerse, intentando mantener su libido, hasta que llegó a su adolescencia y su cuerpo volvía a reaccionar explosivamente cuando pensaba en Mimi.
La vida de Tachikawa había sido de película, o esa era la sensación que tenía cada vez que iba a la sala de cine a ver una película de temática ligera, graciosa y romántica. Se sentaba confiada de que pasaría un buen rato, comiendo palomitas de maíz acompañadas de una deliciosa gaseosa para darse un gustito y salirse de la dieta casi estricta, ya que muchas veces vivía a base de dulces y comida rápida. Sin embargo, al verse reflejada en lo que usualmente era la villana de la historia, terminaba oculta detrás de su mano, rezando para que la película acabara pronto. Ya ni siquiera podía ir tranquila a abstraerse de su vida.
No era que no le gustara, solo había pequeños grandes detalles que le hubiese gustado borrar y modificar a lo largo de su vida. Un claro ejemplo era creerse perdidamente enamorada a la edad de diecisiete años, tanto que sentía que la vida se le iría en un suspiro y terminaría acabada en el suelo. Otro ejemplo destacable era la nula protección que usaban con ese amor fulminante. Constantemente obviaban la posibilidad de quedar esperando un hijo, y lo que no debía pasar, sucedió. Su madre lloró amargamente por unos minutos hasta que Mimi le dijo que no había problema, que se casaría con Michael Barton inmediatamente. Finalmente, el bebé no llegó a término, pero Mimi siguió con el plan. Casarse con el rubio estadounidense que había ido de intercambio a su país luego de que la extrañara y, como era de esperarse de un multimillonario, fuese a pasar una temporada con ella. Estaban completamente destinados. Punto final.
Y sí, ella era popular; se había quedado embarazada a temprana edad y se había casado. También había dejado el corazón roto de su buen amigo de la infancia y adolescencia, luego de distraerse mortalmente con Michael, mientras todavía experimentaba salir junto al cerebrito. Le gustaba, sí, gradualmente empezó a gustar de su compañía de un punto de vista amoroso, pero con el rubio, que había estado practicando fútbol americano apenas ella se fue de los Estados Unidos, fue un amor fulminante. Y si Michael nunca hubiese vuelto a su vida, ¿habría sido la protagonista de la película en vez de la villana? No tenía malos ni oscuros sentimientos como en las películas, pero claramente ella no era la buena e inocente protagonista. Koushiro le gustaba, pero no era lo suficientemente madura para experimentar ese fulminante romance con él.
Había estado con esa sensación de villana cuando su esposo y padre de su hijo, nacido unos cuantos años después del aborto espontáneo, comenzó a actuar de forma extraña. No sabía cuándo fue exactamente el momento de quiebre, pero despertar junto a él era como saborear el karma.
Él de por sí era un excéntrico, había sido criado en una mansión con todo lo que quiso y cuando ya no deseaba nada más porque no había más, empezaron las excentricidades. Entrar en la pubertad, con las espinillas, cambios de voz y vello irregular en toda la cara, hicieron que Michael se volviera humilde y fue entonces cuando conoció a Mimi. Verla con sentimientos tan puros, hizo que él se embobara rápidamente; apenas se fue, sintió que ya no conocería a nadie más como ella y empezaron las ganas de golpear a alguien, así que se unió al equipo de fútbol americano para hacerlo de forma moralmente aceptable. Estaba volviendo a ser el niño mimado y no quería. Debía volver a verla, así que se fue de intercambio.
Apenas se casaron, decidió que no quería tener la fortuna de su padre a su alcance y contaminar a sus hijos como él lo estuvo, antes de conocerla. Mimi lo aceptó porque estaba enamorada de él y sus razones se le hicieron loables. Ambos trabajarían duro para mantener a su pequeña y hermosa familia.
Actualmente, Michael había entrado en la crisis de mediana edad; y Mimi sintió que lenta y silenciosamente, Michael empezó a convertirse en su segundo hijo, comprándose lujosos modelos deportivos de automóvil, diciéndole que había sido idea y regalo de su padre. También estaba fumando marihuana como nunca lo había hecho y bebía una cerveza fría cada tarde en calzoncillos, a vista y paciencia de las vecinas, ya que ni siquiera se dignaba a cerrar las cortinas.
La señal decisiva de su crisis llegó en navidad, cuando, a un lado del árbol, ella abrió su regalo con total emoción. Hace meses le había adelantado que le compraría unos zarcillos de perla que habían visto en la tienda, la caja era demasiado grande para un par de zarcillos, pero no se alarmó; solo debía ser el relleno para que las perlas naturales no se dañaran, pero al ver un libro negro mirándola de vuelta, con una vulva en la imagen de la tapa, mientras Benji le pedía ver el regalo con insistencia, supo que el hombre de veinte años con el que se casó estaba volviendo.
—Te lo digo, Michael está extraño —confidenció a su vieja amiga por teléfono, mientras se pintaba las uñas y conducía, un comportamiento propio de Mimi, ya que no tenía mucho más tiempo que dedicarse a sí misma—. Sí, sé que es una etapa que pasan todos… Oh, lo siento, he estado hablando sin parar, ¿me llamabas por algo en especial?
—Sí —resolvió Miyako entre risas, aunque dejaran de verse por años, Mimi seguía siendo la misma—. Estoy intentando juntar al grupo otra vez, solo me faltaba contactarte a ti. Cambias mucho el número de teléfono, ¿sabes?
No era su intención, simplemente pasaba. Las tarjetas SIM de sus celulares siempre terminaban obsoletas ya que, por una extraña razón desconocida, nadie podía llamarla después de tres meses.
—¿Koushiro irá?
Miyako rió en la otra línea.
—Por supuesto que sí, tonta, ¿por qué no iría? Llevará a su preciosa hija y su escultural mujer. ¿Quién diría que terminaría casado con una mujer que parece modelo, siendo él tan exitoso y, además, es un buenísimo padre? Nos reencontramos en la escuela donde estudian nuestros hijos. Su hija siempre le gana a la mía en las ferias de ciencia y es mucho menor. ¡Su vida es como de película!
Claro y ella era la malvada porrista que manipuló y destruyó su corazón como la arpía que era.
Al llegar a casa cargada de víveres en un evidente colapso nervioso, así que ver a Michael en calzoncillos y la panza hacia afuera no mejoraron para nada su ánimo. ¿Dónde había quedado el físico de futbolista que tenía a los veinte años? ¿Por qué no volvía eso, en vez de su personalidad adolescente? Ni siquiera era eso, ¡estaba conociendo la personalidad que él había dejado atrás al conocerla a ella! Michael le había explicado lo bien que conocerla le había hecho, aunque ella nunca creyó que él fuese el típico multimillonario consentido e inútil que aseguraba haber sido, ahora no podía dejar de verlo.
Al parecer, solo podías mantener una personalidad prestada por una década, luego de eso, y como las costuras en las camisas de su marido, todo empezaba a ceder.
estaba guardando todas las compras en las alacenas, cuando escuchó un estruendoso eructo cervecero y se lamentó él haber sido tan tonta. Seguro había pensado que Michael permanecía invariante durante cincuenta años y ella tan enamorada como su primer año, juntos como pareja. Sin embargo, ninguno de los dos pudo vivir su vida como cualquier joven de su misma edad con ese fallido embarazo adolescente y posterior matrimonio, y si no hubiese sido Michael el que involucionaba a un neanderthal, probablemente hubiese sido ella. Se imaginaba a sí misma yendo de fiesta en fiesta, emborrachándose, aunque seguramente hubiese esperado para salir con un Benji adolescente y avergonzarlo con sus compañeros y amigos, pero no, seguía siendo el adulto responsable de la casa.
Otro eructo desproporcionado la sacó de sus casillas.
—¿Really, babe?
—¿Qué? —preguntó divertido—, es el gas, no yo —se excusó y cambió de canal con el control remoto. Ahora, él practicaba futbol americano con los ojos al ver la televisión siempre que podía—. Además, siempre que duermes escucho todos tus sonidos y han sido peores.
No era la clase de cosas que quería escuchar, así que simplemente se fue a cocinar una cena saludable, con bastantes hojas verdes y pocos aderezos. Definitivamente, tantos años juntos habían matado la relación, y Benji no podía seguir los pasos de su padre.
No habló más con su marido, ni siquiera cuando sirvió la cena en una elegante mesa, con vino blanco, unas flores y unas velas. Michael solo se dignó a usar una camiseta gastada, ya que seguía sin pantalones. Él ni siquiera podía ver los pequeños detalles con los que se esmeraba para reavivar el romanticismo, aunque estos estuvieran frente a su nariz. Para él solo existía el futbol americano, la cerveza estadounidense y la marihuana medicinal, como él decía. Trabajaba cuando quería en lo que quisiera, porque de a poco el subsidio de su padre estaba llenando sus bolsillos como antaño. Era como si Michael estuviera perdiendo la motivación, ganando solo grasa en su abdomen y pelo en la cabeza y en la barba, viéndose descuidado y rallando en lo indigente. Y su olor…, apenas se bañaba, pero estaba tan acostumbrada sus aromas que su nariz era incapaz de arrugarse por la inmundicia, pero de lo que sí era capaz de saber cuándo era que estaba acercándose a la habitación matrimonial.
Ella simuló leer el libro de la vulva cuando apareció en la puerta como un zombie. Sus ojos estaban inyectados en rojo y su sonrisa sosa no abandonaba su cara, por lo que ya podía intuir lo que había estado haciendo en el patio trasero.
—Te ves tan linda —le dijo amoroso y ella despegó la vista del mismo párrafo que no podía terminar, temiendo que algo quería obtener a cambio. Sin embargo, era tan sincero como solo un mariguanero podía ser. Le sonrió, era tonto cuando estaba en ese estado, pero al menos sabía que no mentía.
—Gracias, cariño —le respondió enternecida.
Michael arrastró los pies hacia la cama y se echó encima pesadamente. Siguió viéndola adormilado pensando en quizás qué cosa, pero con sus neuronas drogadas, quizás no estaba pensando en nada. Por lo que intentó seguir la lectura. El protagonista era un hombre atractivo y exitoso, de inicio bastante turbio al ser adoptado y conocer una mujer madura que lo introdujo a un mundo no tan bueno; la protagonista, en cambio, era una chica ordinaria sin muchos proyectos en la vida. Por alguna razón, ambos se sintieron atraídos al instante y comenzaron a tener encuentros sexuales prohibidos. Mimi devoró la primera mitad del libro y sus interiores se sintieron tan ardientes como los de la protagonista, y sin querer imaginó al protagonista como su buen amigo Koushiro. Miró a su esposo, hace meses que no tenían vida marital. Estaba dormido junto a ella, luego de que el efecto de la droga terminaba, roncaba y babeaba, pero no importaba. Necesitaba quitarse las ganas.
Lo despertó zamarreándolo en la cama, él lo hizo asustado y finalmente lúcido. Mimi lo besó, apestaba a cerveza y a sudor, pero sus ganas eran mayores. Solo tuvo la precaución de quitarle la camiseta asquerosa y descubrir su prominente panza y miembro palpitante. Cerró los ojos, porque cada vez que lo veía se apagaba un poco y necesitaba retener los pocos recuerdos que tenía del escuálido pelirrojo que la amaba desde siempre. No sabía cómo era ahora, quizás era calvo y era más gordo que Michael, pero su mente había hecho que fuera un poco atlético, cabello ordenado y pelirrojo y nada de barba, porque la barba rubia y sucia de su esposo ya había hecho que terminaran de gustarle.
—Sabía que ayudaría ese libro —comentó Michael contento y ahíto.
Mimi se sentía culpable.
—¿Sabes? El sábado Miyako nos invitó a una fiesta en su casa. ¿Podrías lavarte el cabello y ponerte una camisa limpia?
—Sí, claro que lo haré —replicó contento, se acercó a darle un beso y bajó a la cocina por algo de comer. La marihuana estaba engordándolo, pero al menos el sexo hacía que le prestara atención y le hiciera caso. Si lo repetían durante toda la semana, quizás podría hacer que bajara un poco de peso y que se comprometiera a comportarse y así no morir de vergüenza con sus amigas, al presentarse con un adolescente de esposo, atrapado en el cuerpo de un hombre grande y maduro.
Dejó la mitad del libro para la noche siguiente y se compró los demás tomos de la trilogía para seguir motivada.
Estaba yo tratando de terminar File y ¡bang bang! there goes my heart. Incluso le escribí las primeras ideas a Japi por wsp. Ni siquiera me concentraba en mi revisión bibliográfica :D ¡bang bang! there goes my investigation.
Este fic tendrá tres caps como máximo, no puedo tener más historias inconclusas.
¡Bang bang!
Theregoesmymouseandups!pusshedthereview/fav/followbotton
