GRANDES EVENTOS DE D4DJ

Capítulo 2: El maldito sádico (1° Parte)

{Texto republicado y reeditado}

En los años 70 del siglo XX nació Mitsuru, el niño prácticamente no conoce a su verdadera madre, María quien se lo lleva. Comienza para él una escalada de malos tratos. abusos deshonestos por parte de una empleada, falta de cariño y comprensión. Así se va constituyendo en Mitsuru una personalidad fría, indolente, poco empática que sale a relucir de adulto, cuando busque a las mujeres solo para saciar sus más crueles perversiones.


En la década de 1970 nació Mitsuru Hinohara (OC), su padre no lo alcanzó a conocer ya que le abandonó cuando aún estaba en el vientre materno. Fue criado hasta los seis años por una amiga de su madre de nombre Erika en la ciudad de Nagano, pero un día su verdadera madre, Maria Hinohara, sin previo aviso, decidió ir a buscarlo. El pequeño por cierto desconoció a esta mujer a quien debía prácticamente por primera vez, Mitsuru tenía entendido hasta ese entonces que su único lazo afectivo estaba ligado a aquella anciana que no solo le dio alimentos, si no por sobre todo cariño y comprensión; ella viajó desde Tokio con el claro propósito de llevárselo, y no estaba dispuesta que los sentimentalismos del pequeño hicieran revertir aquella idea.

Ante los ojos de la justicia, la señora Erika no tenía argumentos para discutir su tuición, de modo que tuvo que resignarse a su sorpresiva partida. El afán de Maria no era otro que reconocer su maternidad y recuperar todos esos años de ausencia; una fuente inagotable de afecto nació de repente en ella, que hizo todo lo posible para que Mitsuru, hasta esa época era un perfecto desconocido le dijera simplemente "mamá".

EN UNA CASA COMÚN y CORRIENTE...

Maria: ¡Mitsuru, está servido! ¡Mitsuru, te digo está lista la comida! ¡MITSURU, TE DIGO ESTÁ LISTA LA COMIDA! ¡HASTA CUÁNDO TE VOY A ESPERAR! ¿Cuántas veces te tengo que llamar? ¿Eres sordo?

Mitsuru (de 6 años): No, señora Maria.

Maria: Te lo dicho hasta el cansancio, no me digas Maria, dime "mamá".

Mitsuru: Bueno, señora Maria.

Maria: *Bofeteo* Para haber si aprendes a decir "mamá". Anda a lavarte la cara, ahora.


TRES AÑOS DESPUÉS…

Psicólogo: Señora, adelante, pase.

Maria: ¿Cómo lo encontró, doctor?

Psicólogo: Mitsuru me estuvo contando que… ¿le conoció a usted cuando tenía más o menos seis años? ¿Eso es así?

Maria: Eh, bueno. Lo que pasa es que lo dejé al cuidado de una amiga, pero nunca lo dejé a visitar.

Psicólogo: ¿Lo echabas de menos? No tengas miedo. Aquí nadie te va a hacer nada. ¿Es siempre así de introvertido?

Maria: Es que… prácticamente se ha criado solo, yo creo que es eso.

Psicólogo: Bueno, yo pienso que nos vamos a seguir viendo.

Maria: ¿Me imagino que usted pueda orientarme un poco?, ¿no?

Psicólogo: Yo estuve conversando con Mitsuru y le expliqué, lo que pasa es que tiene un pequeño retraso mental.

Maria: ¿Usted cree?

Psicólogo: Además tiene un severo daño en el oído izquierdo. ¿Usted es violento con él?

El diagnóstico del psicólogo tan frontal y directo caló hondo en el alma de este niño, si bien el profesional se dio maña para explicarle que podía revertir esa situación, necesitaba decírselo delante de su madre. Mitsuru poseía un bajo rendimiento escolar y tenía una clara conducta agresiva.

Mitsuru (de 9 años): Hola.

Maria: ¿Me puedes decir qué pasó hoy día?

Mitsuru: Nada.

Maria: ¿Cómo que nada? Me acaba de llamar tu profesor que de nuevo te pusiste a pelear.

Mitsuru: Pero él empezó primero.

Maria: "Él empezó primero". Te he dicho hasta el cansancio que no quiero que pelees con tus compañeros.

Mitsuru: Pero mire cómo me dejó él, pues.

Maria: Sí, si ya veo. ¿Y viste cómo lo dejaste a él? Le rompiste la nariz. Ahora te vas a tu alcoba y te quedas ahí hasta que yo diga, ¿oíste? ¡Sube!

La madre de Mitsuru era comerciante y poseía una botillería y un restaurante, razón por la cual durante la noche se ausentaba y lo dejaba a cargo de la empleada, generando con ello un espacio afectivo oscuro y peligroso.

*Inicio de la llamada telefónica*

Empleada: ¿Sí?, ah es usted, señora Maria, diga.

Maria: ¿Cómo está Mitsuru?

Empleada: Bien, recién lo mandé a la cama.

Maria: ¿Te diste cuenta si hizo sus tareas?

Empleada: Ah, no sé lo que habrá hecho toda la tarde mientras yo planchaba, pero ¿si quiere hablar con él?

Maria: No, no, no. La verdad es que quería avisarte que no voy a llegar a cenar.

Empleada: Ah, ¿no va a venir?

Maria: No, voy a llegar tarde. Así que dile que no me espere.

Empleada: Ah, está bien señora Maria. Hasta luego.

*Fin de la llamada telefónica*

El niño despertaba durante aquella llamada telefónica entre su madre biológica y la empleada, ésta fue a la habitación de Mitsuru algo inesperado.

Mitsuru: ¿Quién era?

Empleada: Tu mamá. Preguntó si habías hecho las tareas.

Mitsuru: ¿Y tú qué le dijiste?

Empleada: A que no sabía.

Mitsuru: ¿Va a llegar luego?

Empleada: No, así que podemos hacer lo que queramos mientras.

Mitsuru: *Sonriente* ¿Entonces puedo ver TV?

Empleada: Eh, yo me puedo hacer la "lesa", *suspira* no digo nada, si me haces un ladito, sí.

La nodriza trata de seducir al niño sacándose el delantal mostrando ropa interior y se sube a la cama de éste un poco perturbado y excitante.

Un día, en la escuela primaria, Maria fue citada por la inspección sobre las observaciones de Mitsuru que prontamente son lapidarias por su conducta agresiva.

Inspector: Él es un niño conflictivo, ¿usted lo sabe? Y sus notas tampoco son de las mejores. Yo creo que estamos tocando fondo con él.

Maria: ¿Qué hizo ahora?

Inspector: Precisamente estoy buscando las observaciones de los profesores, los que le hacen clases.

Maria: ¿Usted sabe que vivo preocupada de lo que sucede a él?

Inspector: Señora Maria, no la estoy culpando por la conducta de su hijo, solo quiero que entienda porqué lo vamos a suspender.

Maria: ¿Suspender?

Inspector: El Consejo de Profesores acordó suspender a Mitsuru por quince días.

Maria: ¿Pero por qué?

Inspector: Le parece un poco le tiró una tabla a un compañero y le cortó una oreja. ¿No se lo contó?

Maria: Ya no sé qué hacer con él.

Inspector: Yo creo que necesita ayuda profesional, si esta conducta se repite va a ser expulsado.

Sin lugar a duda, la presión psicológica ejercida por la empleada que lo acosó sexualmente durante meses agravó aún más la conducta de Mitsuru.

Maria: ¿Me necesitaba?

Psiquiatra: Sí, ya terminamos. Pasa, pasa. ¿Te diste cuenta de que fue más rápido de lo que tú pensaste?

Mitsuru: Sí, ¿voy a tener que volver?

Psiquiatra: Yo creo que sí, pero antes tengo que hablar con tu mamá.

Mitsuru: ¿Puedo ir a jugar al patio?

Psiquiatra: Sí claro, y ahí aprovecho a hablar con ella.

El niño dejaba la sesión psiquiátrica para charlar a solas entre el profesional y Maria.

Psiquiatra: No sé si usted lo sabía, pero su hijo tiene un cuadro de retraso mental. Yo diría que, con respecto a su edad tiene como cuatro años menos, ¿me entiendes?, ¿no?

Maria: Algo me adelantó el psicólogo.

Psiquiatra: Yo sé que es fuerte para las madres, pero es mejor que lo sepa. Mitsuru presenta rasgos que se pueden desarrollar peligrosamente en su vida, señora.

Maria: Yo sé que él es un niño problemático, ¿pero a qué se refiere con peligrosamente?

Psiquiatra: Yo lo escribí en el informe, *hojeando el expediente* tiene falta de constancia, incapacidad para terminar lo que comienza, incapacidad para mantener una… relación afectiva.

Maria: Pero ¿usted me está hablando algo a futuro?

Psiquiatra: A futuro se podrían agudizar estos rasgos.

Maria: Entiendo.

Psiquiatra: Él es una persona con poca inteligencia, por su perfil incluso podría cuando grande llegar a matar una persona.

Con aquel lapidario diagnóstico Mitsuru creció y sin percatarse, cada uno de los puntos expuestos por el psiquiatra, con el tiempo empezaron a manifestarse.

AÑOS DESPUÉS, EL PRESENTE

Mitsuru (adulto): ¿Fuiste a comprar las verduras?

Trabajadora: Su mamá no me dejó dinero.

Mitsuru: En cuanto llegue, le pedís, ¿ah? Mira que una hermanita va al almorzar con los del garaje.

Trabajadora: Ah, ya.

Mitsuru: Si me ves mientras tanto.

Trabajadora: ¿Con cuánta azúcar?

Mitsuru: Siempre preguntas lo mismo. El café con dos, y el té con una. ¿Te queda claro?

En el restaurante ingresa su madre, Maria, a visitar su negocio frente a su hijo leyendo un periódico.

Maria: ¿Llegaron todos?

Mitsuru: Sí, pero Airi se tuvo que ir, no se sentía bien.

Maria: ¿Y cuándo se siente bien esa los lunes, y tú la dejaste ir? ¿No?

Mitsuru: Eh, ¿qué querías que hiciera? Si… no podía moverse.

Maria: Si no fueras por vos, ya la habría despedido a esa ¿ya? ¿Fuiste a depositar?

Mitsuru: No, mamá, y no creo que alcance.

Maria: ¿Y por qué no vas a alcanzar, por Dios, si no son ni las doce, hombre?

Mitsuru: Es que tengo que llevar a Airi al médico.

Maria: Claro, vos llevas a ella al médico, y yo tengo que aguantar que me protesten todos los cheques. ¡Qué bonito tu cuento! ¿no?

Mitsuru: Pero, no se preocupe si Aya se lo va a hacer cuando vaya ahora a la feria.

Maria: Esa maldita costumbre que tenías de meterte con esta "china". *Sale jadeando*

Mitsuru se enamoró de Airi Amano (ex de Call of Artemis) y la convirtió en su primera esposa. Tuvo un hijo y permanecieron juntos seis meses, hasta que por su especial carácter ella buscó afecto en otros brazos.

UNA NOCHE EN LA CASA DE MITSURU

En la cama, Airi y su amante Ryujin Kofune hacían el amor completamente desnudo, hasta que el protagonista ingresa a su casa a primera hora.

Mitsuru: Airi.

Airi: ¡Es Mitsuru!

Ryujin: ¡¿Cómo no me dijiste que venía a esta hora?!

Airi: ¡Es primera vez que lo hace! ¡Vístete!

Mitsuru: ¿Airi?

Airi: ¡Ya voy!

Esta dupla se ponen las camisetas justo que entró a la habitación Mitsuru descubriendo su infidelidad.

Mitsuru: Por esto te venías temprano para la casa.

Airi: Oh Mitsuru, Mitsuru. Yo traté de explicar…

Mitsuru: ¡Cállate, mierda, pues no hay nada que explicar!

Airi: Pero, entiéndelo Mitsuru. Si tú y yo hace mucho tiempo que no pasa nada.

Mitsuru: ¡Nada! Nada, no digas nada, oíste.

Ryujin: La culpa es mía.

Mitsuru: ¡Cállate, tonto! ¡Con vos no tengo nada que hablar!

Ryujin: Yo me voy.

Airi: No, no, no por favor, no me dejes sola.

Mitsuru: Relájate, tranquilízate. Vos no mereces que te haga nada, el que se va soy yo.

El protagonista sale de su casa como idiota, dejando a esta infiel pareja con las manos en la cabeza.

La ruptura de su matrimonio no le significó demasiado, debido a su egoísmo y fundamentalmente la incapacidad de amar. Con esta conducta manipulaba a las mujeres, ahora más bien contento por la libertad que había recobrado comenzó a frecuentar locales nocturnos donde aprovechaba de sacar fotografías solapadamente. Aquí dio sus primeras señales de desviación frente al sexo opuesto; las mujeres eran para él un mero objeto, objeto de sus pensamientos más oscuros. De esta manera el perfil que más lo identificaba era como un hombre de mente torcida, y por supuesto degenerado.

Así se dio cuenta con particular agrado que le fascinaba el mundo porno, una y otra vez apreciaba aquellas fotografías y se excitaba con solo imaginarse al lado de esas mujeres. Se convirtió en cliente habitual de los toples y le fue dando rienda suelta a sus instintos perversos, miraba las bailarinas más allá de su desnudez; no era su cuerpo lo que le provocaba, sino lo que podía hacer con él. Incluso se dio maña para conocer e invitar a más de alguna y gastaba sin límites todo el dinero que obtenía como sueldo con su madre.

Mitsuru: Y siempre me cargan nos daban a mí ¿ah?, es el negocio que no está bueno.

Maria: Mitsuru, yo sé que esta fecha no es buena, pero no entiendo por qué tenemos tanta deuda. Yo siempre estoy al día en los pagos.

Mitsuru: Sí, pero no soy yo el que firma los cheques.

Maria: Pero eres tú el que deposita.

Mitsuru: Yo creo que ahí está el problema, mamá. Cómo respondo yo por el negocio, si yo no soy responsable de todo, haber.

Maria: Sí, lo he pensado. Y te voy a dar esa posibilidad.

Mitsuru: Me… ¿Me va a dejar el negocio?

Maria: Este no, tiene que recuperar la clientela, te voy a regalar la botillería. Está saneada, con mercadería, no le dé un cinco a nadie y si tú la manejas bien, nos compramos otra ¿qué te parece?

Mitsuru: *Cara sonriente*

Sin duda esto fue un golpe de suerte que jamás imaginó, más que grandes negocios con la ganancia de la botillería, Mitsuru pensaba en la libertad económica que le significaba administrarla.

Una noche, aquel hombre esperaba desde un teatro a una mujer de cabellos anaranjados llamada Rika.

Rika: Hola, ¿cómo estás? Pensé que no va ya a venir.

Mitsuru: ¿Ya terminaste?

Rika: Sí, lo que pasa es que no hay mucha gente, le pedí permiso al dueño para irme antes. Bueno, ¿y?, ¿qué vamos a hacer?

Mitsuru: Lo que tú quieras.

Rika: No sé, pues entonces podría llevarme a comer. Eso si no me podía quedar afuera.

Mitsuru: Yo no hecho nada.

Rika: (Risas) Te lo digo por si acaso no más. Eh, ¿por qué no me tienes esto? *Toma su maleta*

Mitsuru: Sí.

Rika: Voy a preguntar a qué hora abre mañana.

La mujer consultó al dueño del porno show que esta tendría que regresar a las dos de la mañana.

Rika: Bueno, ¿vamos? Salgamos de aquí sí, porque si me ven me llaman.

Rika Seto, integrante de Merm4id y compositora abandonó su oficio para vivir con Mitsuru, ambos tuvieron dos hijas y compartieron cinco años hasta que tuvo la certeza que ella lo engañaba y la dejó. Nuevamente la separación y el abandono de sus hijas no fue relevante para este hombre, quien de vuelta a la libertad exacerbó su consumo de alcohol y su predilección casi enfermiza por las prostitutas, única especie según él que podía aceptar sus caprichosos requerimientos.

Este sujeto aproximó a una tal Marika Mizushima (de Merm4id) rondando en las oscuras calles de Shinjuku, lugar preferido que según él lo atraía con frecuencia e intentó convencerle a la joven.

Marika: Hola.

Mitsuru: Hola, preciosura. ¿Cuánto cobra?

Marika: Depende pues, toda la noche.

Mitsuru: Eh, sabes que pasa, que yo no soy de horario tradicional.

Marika: ¿Cómo?, ¿qué?

Mitsuru: Tú entiendes, o sea que yo atrás en el auto ando trayendo unas cositas que me gustas, ¿sabes? O sea, me gusta mirar más bien.

Marika: No, sabes que más no estoy en estas cosas. Dime loquito tú, así que ándate no más. Bye. Bye Bye te dije, bye.

Mitsuru: Oye, niña, si te pago… te pago lo que queráis, niña. Chao.

Consumido por el efecto del alcohol y atrevido para ser sin vergüenza una declaración de sus torcidas propuestas a estas trabajadoras de la noche, Mitsuru en realidad solo buscaba satisfacer en el sector de Shinjuku su manifiesto voyerismo.

Una siguiente ramera sin identificar rechazó la propuesta de este hombre en dicha zona.

La mayor preocupación de este hombre era que no lo reconociera y que accediera a un acto sexual de clara intención sadomasoquista, por supuesto pagaba lo que le pidiera.

Sube al coche una tal Dalia Matsuyama, también de Merm4id.

Dalia: ¿Por qué me trajiste acá, no me dijiste que me va a llevar a un motel?

Mitsuru: Bueno, bien pensé dar este dineral para ti.

Dalia: Si pensé que vamos a "tirar" arriba del auto, estás equivocado.

Mitsuru: ¿Por qué ustedes siempre se hacen las evasivas?

Dalia: Ya, dime para qué me trajiste acá. Dime, ¿para qué me trajiste acá?

Mitsuru: Tranquila, lo que pasa es que a mí me gusta mirar, te voy a pagar igual.

Dalia: Vos soy de esa onda. Si quieres hacer estas cuestiones, te costarás más caro.

Mitsuru: Sí.

Dalia: Sí.

Mitsuru: Pásame las manitos. (La amarra con una soga)

Dalia: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?

Mitsuru: Tranquila, tranquila. Déjame cerrar la cuerda.

Dalia: Ay. Sabes qué, vos eres degenerado, suéltame. ¡Suéltame, me voy de aquí!

Mitsuru: …Te quería ver así, te quería ver así.

Dalia: ¡Suéltame!

Mitsuru: ¡Cállate! (le da una cachetada)

Dalia: ¡Ay! ¡Suéltame, te juro que no lo digo a nadie! (Llorando)

Usando su tijera, Mitsuru la hace callar jugando con ella cortando el vestido de la peliblanca, luego saca su destornillador punzando las partes debajo del sostén y del cuello de la muchacha hasta levantar el brasier exhibiendo sus inmensos pechos.

Mitsuru: Lárgate. *Éste les da el dinero a los dientes de esa mujer y abre la puerta del automóvil* Lárgate. Toma, ahí tienes la cartera.

Dalia sale corriendo entre lágrimas de pavor con sus senos al aire mientras el tipo enciende su vehículo y cierra la puerta de copiloto una vez en marcha.

Estas correrías nocturnas que desenmascaraban su patología eran tan habituales que muchas prostitutas se arrancaban apenas lo veían. Sin embargo, como de igual manera les pagaba bien no se atrevían a denunciarlo.

Lo sintomático de la conducta de Mitsuru Hinohara era que con el transcurso de sus extrañas experiencias había logrado definir claramente sus placeres, más que lectura y fotografía pornográfica, su inclinación mayor era todo lo relacionado con el sadomasoquismo, tortura, golpizas y el uso violento indiscriminado de objetos para realizar el acto sexual lo identificaban plenamente. Había logrado coleccionar una gran cantidad de revistas que exponían burda y directamente el tema.

El otro día, de un lado para el otro aparece una productora portando carpetas y folios de productos sobre franquicias de grupos musicales, era Shano Himegami quien buscaba a esta botillería un vaso de agua purificada.

Shano: Permiso, disculpe, ¿me podría pedir un favor? ¿Me podría tomar aquí un agua mineral? Es que sabe lo que pasa, que estoy muerta de calor.

Mitsuru: Sí, no hay problema. *Va por una botella de agua mineral* De nuevo andas por aquí.

Shano: No, soy productora.

Mitsuru: *Se sienta* Así, ¿productora? ¿Se puede saber de qué?

Shano: Soy productora musical. *Bebiendo* Yo no lo ofrecí, porque no creo que usted necesite aquí.

Mitsuru: Ja. Nunca se sabe. Aquí puede que no necesite, pero a lo mejor en mi casa.

Shano: ¿De verdad?

Mitsuru: Sí, ¿por qué no me dejas su teléfono? Y yo la llamo.

Shano: Ah, pero no me está bromeando.

Mitsuru: Bueno, si no le compro podemos ser amigos.

Shano: *Risas* ¿Cuánto le debo?

Mitsuru: Nada, atención de la casa.

EN EL COMEDOR DE SU CASA

Maria: Los negocios no se hacen de un momento para otro.

Mitsuru: Está bien, mamá, pero por lo mismo yo no tengo culpa lo que está pasando.

Maria: ¿Cómo que no, Mitsuru? Te entregué un negocio saneado y ahora le debes dinero a medio mundo.

Mitsuru: Sabes, yo estoy seguro que lo saco adelante, si usted pasa lo que le estoy pidiendo.

Maria: Dos veces te di plata y nunca las cosas anduvieron bien. ¡¿Cuándo va a ser el día que madures?!

Mitsuru: Pero usted siempre me ha dicho que los negocios requieren un tiempo, ¿por qué me critica tanto? Yo apenas menos de un año metido en esto.

Maria: Contigo no se lleva a ninguna parte, así que dime una vez, ¿cuánto necesitas? Porque no estoy dispuesta a enfermarme por tu culpa. ¿Cuánto quieres, pues?

Mitsuru: Ya se lo dije, pero ¿para qué se enoja tanto, mamá? Yo esto lo hago para ayudarla.

Maria: Ja, claro. Mucho me has ayudado, ¿ya? Mañana te hago el cheque, ahora me voy a acostar.

DE NOCHE EN SU AUTOMÓVIL

Mitsuru cazó a otra víctima que aceptó su oferta, era nada más que Saori Hidaka de Merm4id. Sentada en el automóvil, ella se sentía escéptica el trato de su cliente.

Saori: Vos soy bien raro.

Mitsuru: ¿Y para qué preocupas si todavía te voy a pagar igual?

Saori: ¿Y cómo quieres hacerlo?

Mitsuru: Mira, mi partida no estoy ahí, así que quédate tranquilita.

Saori: Entonces, ¿para qué me vas a pagar?

Mitsuru: Porque me gusta jugar, mirar y hacerte cariñito con un juguete que tengo allí atrás.

Saori: Ya sé, eres un degenerado. ¿Cómo te vas a excitar con eso?

Mitsuru: Es mi problema. ¿Aceptas, sí o no?

Saori: Pero no te vayas al extremo, ¿sí?

El hombre le quita la camiseta de la joven solo mostrando su brasier.

Mitsuru: Y ahora, dame las manitos. *Le amarra a ella* Eso es.

Saori: ¿Y para qué me va a amarrar? Ya sé a dónde vas. ¿Me pagas el doble o me bajo?

Mitsuru: *En voz baja* Te pago el doble.

De repente este hombre traía guardado desde atrás una especie de garrote en el portaequipaje, que luego la azota a la pobre muchacha.

Saori: ¡Ay! ¡¿Pero qué estás haciendo?! ¡¿Pero qué estás haciendo, canalla oh?! ¡No!

Con posterioridad, la azotó en su torso y la golpeó a manotazos en su cara hasta dejarla herida y torturada; al final escapó llorando.

Como un lobo con piel de oveja, Mitsuru Hinohara cambiaba bruscamente su comportamiento: las noches eran de lujuria y violencia; en el día se convertía en un inocente seductor capaz de convencer a cualquier mujer de sus sanos propósitos. Claramente, la evidencia de un desarrollo acelerado de su psicopatía.

DESDE UN EDIFICIO, DE DÍA

Shano: Hola, ¿hace rato que llegaste?

Mitsuru: A las seis me dijiste desde las siete ya aquí.

Shano: Bueno, ¿quieres ver los catálogos?

Mitsuru: ¿De verdad me quieres vender?

Shano: Bueno, pero eso fue lo que me dijiste por teléfono.

Mitsuru: Ya, está bien. Muéstrame el catálogo, pero tu nuera nunca fue.

Shano: Bueno, vamos.

EN UNA CAFETERÍA

Shano: ¿No te gustó ninguno?

Mitsuru: Yo no dije eso, lo que pasa que son demasiados caros para mí.

Shano: Bueno, pero si estás realmente interesado, yo te puedo conseguir precios.

Mitsuru: ¿No va a ser la última vez que nos vamos a ver, si me esperas algún tiempo?

Shano: Estoy segura de que jamás pensaste en comprarme.

Mitsuru: Y si pensaras así, porque viniste.

Shano: Bueno, porque eres tan misterioso que me mereces curiosidad.

Mitsuru: Solo por eso, ¿por curiosidad?

Shano: ¿Te parece poco? Bueno, me equivoqué o no.

Mitsuru: Si no vemos de nuevo, te lo digo.

Shano: *Risas*

Shano Himegami no tardó en caer en las garras de Mitsuru, a partir de aquí estrecharon profundamente su relación y no tardaron en entender que estaban hechos el uno para el otro. Sin embargo, ella desconocía que su pareja no tenía capacidad de crear un verdadero afecto.

EN UNA PLAZA

Shano: Hola.

Mitsuru: Hola. ¿Cómo te fue?

Shano: Bien. Bueno, no era lo que yo pensaba.

Mitsuru: No tienes cálculo ¿y qué era entonces?

Shano: *Suspira* Mira, el asunto no deja de complicarme, sobre todo por mi papá. Yo te contaba cómo son.

Mitsuru: Sabes, no te estoy entendiendo nada.

Shano: Estoy embarazada, Mitsuru. ¿Entiendes ahora?

Mitsuru: ¿Embarazada? No le digas nada a tu papá.

Shano: Pero ¿cómo?, sólo eso se te ocurre decirme. ¿Qué no le diga nada a mi papá? Pero acaso no te das cuentas que tú y yo vamos a tener un hijo.

Mitsuru: Sí, si ya te escuché, pero no es bueno que tus papás sepan. Yo tampoco voy a decir nada a mi mamá.

Shano: Pero por lo menos, dime, ¿qué te parece?

Mitsuru: Bien, cómo me voy a parecer.

Esta mujer ilusionada no alcanzó a descifrar a aquellas señales que desnudaban total y cabalmente la personalidad de que se convertiría luego en su futura pareja.

EN LA CASA DE MITSURU, DE NOCHE

Mitsuru: Shano. Shano. ¡Shano!

Shano: Que bueno que llegaste antes que me fuera.

Mitsuru: En qué habíamos quedado.

Shano: ¿De qué?

Mitsuru: ¿Cómo que qué? Con lo de tu embarazo. ¿Por qué lo contaste a tus papás?

Shano: Yo no le conté.

Mitsuru: Ah, ¿no? ¿Y cómo supieron entonces?

Shano: Oh, Jin. Él sabía, de qué yo le conté.

Mitsuru: Ah, ¿te seguís metiendo con él?

Shano: Ah, no hables tonterías, oh. Si sabías que cuando dejamos de enamorar ya no lo he visto más.

Mitsuru: ¡PUTA QUE ERES MENTIROSA, MIERDA OH!

Shano: El otro día estaba en la casa de mi mamá, y ella llamó por teléfono y yo contesté, ahí le conté si no lo he visto más.

Mitsuru: ¡Y quién te crees vos qué soy!

Shano: ¡AY, MITSURU NO! ¡NO ME PEGUES, POR FAVOR! ¡NO ME PEGUES, POR FAVOR! ¡ESTOY EMBARAZADA!

Mitsuru: ¡QUE SOY H…!

Shano: ¡MITSURU, TE LO RUEGO!

Mitsuru: ¡CÁLLATE!

Típica escena de violencia intrafamiliar que acabaría hospitalizada la joven azabache, los detalles a continuación:

Un seis de marzo, este hombre le propinó a su mujer embarazada una brutal golpiza: le dio dos puñaladas en los senos, la quemó con cigarrillos y le cortó dos tendones de ambos pies. Luego de un acto de locura aplicó con ella los objetos que usaba en contra de las prostitutas; sin embargo, ante los ruegos de Mitsuru aceptó casarse con él.


Esta historia es de larga extensión, la segunda parte y final a continuación.