GRANDES EVENTOS DE D4DJ

Capítulo 3: El maldito sádico (2° Parte)

{Texto republicado y reeditado}


MESES DESPUÉS, EN SU CASA

En la cocina, el antagonista saca de un refrigerador una botella de agua mineral.

Mitsuru: ¿Y Tsurugi?

Maria: Tiene la tarde libre. ¿Y Shano?

Mitsuru: Está en el negocio. *Abre la botella de agua gasificada*

Maria: Sé que el negocio no ha andado bien.

Mitsuru: Bueno si, qué quiere hacer menos de dos cuadras pusieron dos botillerías, así no se puede competir.

Maria: Entonces, a lo mejor es venderla.

Mitsuru: ¿Usted cree?

Maria: Mira, cuando un negocio no anda bien, hay que cambiar de rubro de inmediato.

Mitsuru: Oiga, mamá, cuando usted habla así es como si yo lo estuviera decidido.

Maria: Ven.

Madre e hijo muestran un automóvil usado importado con volante a la izquierda como fuente de trabajo en reemplazo de su propio vehículo que usaba en contra de las rameras al que finalmente lo vendió.

Maria: Mira, es tuyo.

Mitsuru: ¿Este auto es mío? Parece taxi.

Maria: Sí, ojalá que lo aproveches. Mira, con un turno que trabaje tienes para tu casa.

Mitsuru: Gracias, mamita. *Besos*

Maria: Cuídalo, no más.

La señora Maria buscó afanosa, fórmulas para ayudar a su hijo ignorando totalmente la doble vida que él tenía. Este auto fue el regalo que incentivó aún más su desorden mental.

UNA NOCHE CUALQUIERA, EN EL OTRO LADO DE LA CAPITAL JAPONESA

Una joven mujer, Kyoko se encontraba leyendo un cuento a su progenitora. (El nombre de la niña la pueden llamar lo que quiera)

Kyoko: "Entonces, Pepito se dio cuenta que Bartolo y Jeremías eran unos impostores".

_: ¿Y qué les hicieron?

Kyoko: "Ellos tuvieron que devolver todo lo que habían robado y Villa Ignorancia pasó a llamarse Villa Esperanza". ¿Te gustó?

_: Sí, mamita. ¿Qué te vas a quedar conmigo?

Kyoko: No, pues sí tengo que ir a trabajar, pero mañana vamos a estar todo el día juntitas.

_: ¿Y quién se va a quedar conmigo, Jenny-sama?

Kyoko: No, la vecina tuvo que hacer, por eso vino la abuelita.

_: Pero mañana nos acostamos. ¿Ya?

Kyoko: Ya.

_: Juntitas las dos.

Kyoko: Ya, pero ahí me meto la cama contigo, pero ahora duérmase ya que a esta hora los niños están todos durmiendo, ¿pues? Ya, tápese. Un abracito.

EN LA COCINA

Yuka Jennifer: ¿Se quedó dormida la niña?

Kyoko: No, pero está casi a punto.

Yuka Jennifer: ¿Ella sabe que estoy aquí?

Kyoko: Sí, ya le conté ya. Oiga, mañana no la despierte porque no tiene clases.

Yuka Jennifer: ¿A qué hora vas a llegar tú?

Kyoko: Temprano, yo creo.

Yuka Jennifer: ¿Te dan muchos quehaceres esos ancianos? Me imagino que durante la noche deben despertar seguiditos, ¿no?

Kyoko: A veces, cuando están enfermos se molestan más.

Yuka Jennifer: Umh. Sabes, que pensaba dar una tacita de té con leche al estilo Choco Milk a la niña, ¿te parece que quiere?

Kyoko: No, déjela así no más, después de otro mundo quedarse dormida. No le meta mucha conversa.

Yuka Jennifer: Bueno, entonces voy a apagar la tetera.

Kyoko: Tome.

Yuka Jennifer: ¿Y esto?

Kyoko: Para sus gastos, ¿ya? A fin de mes le voy a dar otro poquito.

Yuka Jennifer: Bueno, hijita. Gracias.

Kyoko: Adiós.

Yuka Jennifer: Buenas noches.

En la entrada de la casa, Esora Shimizu esperaba afuera a su amiga del alma.

Kyoko: ¿Y tú?, ¿qué estás haciendo aquí afuera?

Esora: Me estaba bebiendo un traguito. ¿Ya te vas?

Kyoko: Sí, por si acaso dejé a Jenny cuidando a los niños.

Esora: Oye, cuídate mira que, leí en los diarios que hay una ola de asaltos.

Kyoko: Qué me va a pasar, si no soy nada principiante.

Esora: Sabes qué, es que anoche soñé contigo, por eso estoy preocupada.

Kyoko: ¿Y de cuándo acá qué crees en los sueños, tú?

Esora: ¿Y cómo sabes? Escuché a mucha gente se le han cumplido.

Kyoko: ¿Y qué soñaste? ¿Se puede saber?

Esora: Mejor ni te digo.

Kyoko: Oye, échales un vistazo a los niños, mira que la vieja se puede quedar dormida.

Esora: ¿Tú mamá nunca te ha preguntado dónde vas tan tarde?

Kyoko: Shhh. Si le digo me mata, tú sabes cómo es.

Esora: ¿Sabes qué todavía crees que trabajas en un hogar de ancianos?

Kyoko: Es mejor así. ¿Para qué la amarga tanto? Umh, ya Esora, me voy. Dame uno, nos vemos mañana. Chaíto.

Esora: Cuídate.

Kyoko: ¿Sabes que nunca te había dicho esto? Pero estoy pensando seriamente en dejarlo, me pondré una consulta. Adiós Esora, te quiero.

Esora: Yo igual.

A Kyoko Yamate de 25 años, con tres hijos le daba vergüenza decirle a su madre y amigas que era una trabajadora sexual.

Mitsuru Hinohara se había convertido en un avezado transportista, aunque solo trabajaba de noche porque podía conquistar así a más de alguna pasajera solitaria. Fue precisamente la noche de un lunes de agosto, cuando este hombre se hizo la promesa de gastar sus ganancias con las mujeres que pululan de noche en el sector de Odaiba, de modo que esta fue su última carrera.

Son las circunstancias, el destino, la energía o sencillamente el devenir libre de la vida que llevó a este hombre al lugar donde nunca debió ir, los intricados rincones del alma hacen imposible descubrir qué elementos confabularon para un encuentro tan fortuito, violento y fatal. Seguramente la presencia divina que le otorga al hombre el derecho infinito de la partida por cruel y sorpresivo que esta sea. Pero lo cierto es que esa noche de verano -boreal-, mientras la mayoría de los japoneses vacacionaba, una simple madre buscaba de esta forma el sustento diario para su familia.

Kyoko: Hola, ¿tienes fuego?

Mitsuru: Hola. *Enciende un fósforo al cigarrillo de la joven tras su llegada* ¿Cómo anda la labor?

Kyoko: Mal, gracias.

Mitsuru: Fúmate aquí adentro.

La pelirroja sube al automóvil por atrás.

Mitsuru: ¿Quieres un trago?

Kyoko: No, gracias. Más rato a lo mejor.

Una colega de trabajo sexual acercó al automóvil de Mitsuru con Kyoko adentro perseguida por la policía: Shinobu, quien aprovechó subir el vehículo por delante urgida; esta DJ laboraba este oficio con el fin de conseguir sustento para sus propios fines tan misteriosos.

Shinobu: Aquí estabas, amiga.

Kyoko: ¿Qué pasó?

Shinobu: Permiso, andan la poli. Parece que se llevaron a Haruna.

Kyoko: ¿Y van a volver?

Mitsuru: Yo creo que sí porque allá asaltaron un tipo aquí a la vuelta, quedó herido.

Shinobu: Por eso que andan "saltones". *Observa de reojo los alrededores* ¿Me van a buscar a Koji-san? Y si no me ve en la esquina, tú sabes cómo se pone.

Mitsuru: *Ofrece su trago* Toma.

Shinobu: No, cuando se trabaja no se toma. ¿Tú te vas a quedar aquí?

Kyoko: Si pasara algo, me avisas pues. No quiero que me agarren, mañana tengo clases temprano.

Shinobu: Dame un cigarrillo. *Tose al fumar*

Kyoko: Llévatelo. Adiós.

Shinobu: Adiós

Mitsuru: Chau.

La compañera bajó del carro con el cigarrillo en la mano, en cuanto Mitsuru y Kyoko se quedan a solas en el vehículo.

Kyoko: ¿Y tú qué estás haciendo aquí? ¿Estás esperando algo?

Mitsuru: Nada, estoy haciendo hora.

Kyoko: ¿Para qué? Puta que es tarde, oh. Ya no pasa nada, mejor me voy a ir.

Mitsuru: Si quieres, yo te llevo a tu casa si es que vas allá.

Esta ingenua e inocente oferta esconde los instintos más oscuros de Mitsuru Hinohara. Él no estaba aquí por azar, sino producto de una planificación. Todos sus movimientos están fríamente calculados, ahora solo espera que la víctima elegida acepte.

Kyoko: ¿De verdad me vas a llevar a mi casa? Yo no tengo para la carrera.

Mitsuru: ¿Y quién te está cobrando?

Kyoko: Pero me dejas en mi casa sí, pues.

Mitsuru: ¿Por qué decías eso?

Kyoko: Es que ustedes son todos iguales. Después se ponen cariñosos y nos quieren llevar para cualquier parte después, pues.

Mitsuru: Ah, ¿me estás desconfiando de mí?

Kyoko: Yo digo no más.

Mitsuru: Pásate para adelante mejor.

La chica cambia de lado al asiento de copiloto.

Kyoko Yamate entendía que ya no habría más clientes y como el ofrecimiento le permitía ahorrar transporte aceptó la oferta de Mitsuru Hinohara. Los archivos no evidencian con certeza que ambos se hubiesen conocido antes de este encuentro, pero de cualquier modo el vehículo se fue en dirección por Nerima. Claro está que Kyoko no dejó de sorprenderse por aquella inesperada detención.

Kyoko: Oye, ¿por qué paraste aquí?

Mitsuru: ¿Por qué no te fumas otro cigarrito?

Kyoko: No, no quiero fumar más, si quedan diecisiete cuadras no más.

Mitsuru: ¿Y qué diría si yo me quiero quedar aquí?

Kyoko: Ya te dije, ya. No quiero nada, oh. Anda a dejarme.

Mitsuru: Ahora, vamos a jugar a lo que a mí me gusta. *Le toma los brazos de la yandere*

Kyoko: Oye, suéltame. Si no me llevarme, me voy sola, ¿ya?

Mitsuru: *Toma los cabellos de la colorina* ¡No vas a ir a ninguna parte, mierda!

Kyoko: Por favor, no me pegues. Tengo que llegar a mi casa.

Mitsuru: Entonces, si no quieres quedar toda moreteada, hazme caso.

Obsesionado de sus actos, la amarra de las muñecas a la pobre ojivioleta.

Kyoko: No me hagas daño. Tengo familia, tengo hijos.

Mitsuru: ¡Cállate, mierda oh!

Una vez atada, el tipo se excita con ella con la imaginación; luego se baja de su auto para abrir el portaequipaje su caja de herramientas en las que contenían en la mano su tijera y un destornillador. Cuando Kyoko trataba de desatar con sus dientes infructuosamente, Mitsuru cierra la cajuela trasera para volver a subirse al volante con la intención de torturar a la de ojos amatista bajo estos instrumentos.

Él aprovecha a torturar atravesada con la tijera en el rostro, cuello y torso de la ex idol, la pobre sufría llorando de que le iba a hacer daño.

Kyoko: ¡Ay no!

Después lo cambió con su destornillador.

En un acto de total sadismo, Mitsuru enloqueció a Kyoko con un punzón, el cual enterraba como una leve amenaza que poco a poco fue adquiriendo profundidad.

Sin ninguna cuota de sentimiento ni humanidad, Mitsuru Hinohara llegando el clímax de su perversión, enterró una y otra vez el punzón en el cuerpo de Kyoko hasta que logró quitarle la vida. Por supuesto no hubo ninguna cordura en este hombre que incluso pareció gozar por lo que estaba haciendo. Luego y consciente que todo aquello era parte de su plan macabro abandonó el lugar en busca de un sitio más propicio ya que debía continuar.

A un costado de un canal de riego, la hora y la soledad del lugar se transformaron en los mejores aliados para sacar a Kyoko e intentar poner en la maletera. Después, buscaría en forma desequilibrada excitarse con el cuerpo sin vida de Kyoko y como no lograría la desnudó, para luego pegarle con una correa como un fallido intento por despertarla para finalmente herirla con una tijera y clavar dos alfileres de gancho en sus pezones; su acto post mortem fue bestial e inenarrable.

El martes siguiente, hizo el amanecer y su confesión dice que se dirigió hacia Adachi para pedirle un par de sacos a su padre a quién recién conoció a los veintisiete años, luego recorrió sin destino a Tokio y decidió comprar en una ferretería una sierra manual. Estaba ansioso, esperando la noche para continuar con su acto demencial.

A las 22:00 del mismo martes, Mitsuru Hinohara llegó en su automóvil cargando el cuerpo de Kyoko Yamate para proceder quizás, al acto más bestial que una mente humana pueda concebir. Claramente tenía la intención de usar aquella herramienta que había comprado; sin mayores preámbulos y obviando que se trataba de un cuerpo humano, comenzó a cercenar a aquella mujer.

Posteriormente, y luego de echar las partes del cuerpo en dos sacos se dirigió al puente del canal ubicado en las afueras de la capital. Tuvo la precaución de echar en su interior pesadas piedras para que el agua no los volviera a flote y lo lanzó al canal con la certeza que así borraría cualquier vestigio de aquel crimen. Todo lo que este hombre le hizo al cuerpo sin vida de Kyoko Yamate no tiene precedentes, y es más digno por respeto a aquella víctima callarlo.

DE VUELTA A SU CASA

Shano: Mitsuru, ¿eres tú?

Mitsuru: Sí, soy yo. *Se tomó asiento*

Shano: ¿A dónde te había metido? Pensé que te haya pasado algo.

Mitsuru: Dame un vaso de agua.

Shano: ¿Qué te pasó? Mira cómo venís, ¿y esas manchas? ¿Dónde anduviste metido?

Mitsuru: Dejé la cagada, no más.

Shano: ¿Qué hiciste?

Mitsuru: No me va a creer, pero me echó una pasajera.

Shano: ¿La atropellaste?

Mitsuru: No, la maté.

Shano: ¿Pero no la viste?

Mitsuru: La maté adentro del auto. Parece que había tomado demasiado, me quedé dormido y desperté cuando estaba tratando de robarme.

Shano: Pero ¿y por eso la mataste? ¿No te da cuenta lo que hiciste?

Mitsuru: Y eso no es nada, la descuarticé. La metí en dos sacos y después la tiré al canal de regadío.

Shano: *Sufriendo* Ah, ah, ¡ay Mitsuru! ¡¿Te volviste loco?! ¡¿Dime que fue una broma?! ¡Dime que fue una broma, por favor! ¡Mitsuru!

Mitsuru: Que no comprendiste cómo vengo, y es la pura verdad.

Shano: *Llorando* ¡Ay, Mitsuru!

El amanecer del miércoles no solo contó la íntima confesión de Mitsuru Hinohara a su mujer Shano, sino que marcó la apacible vida de dos vagabundos que aprovechando el buen clima de la época decidieron esa noche dormir a las orillas del río, justo en el lugar donde desembocaba las aguas del canal. Por cierto, desconociendo que se convertirían en testigos oculares del más horrendo hallazgo.

Uno de los homeless encuentra un saco en pleno río y pide ayuda a su colega a tratar de desamarrar este bulto.

Vago A: ¡Venga!

Vago B: ¿Qué pasa?

Vago A: Ven, ven, apúrate. Mira lo qué encontré, veamos qué es lo que hay.

Al abrirlo, observan en el interior una extremidad cercenada, que con posterioridad avisaron a la policía de inmediato.

Unas imágenes corresponden al momento en que la policía llegó al lugar para comprobar la veracidad de aquella denuncia. Ellos con la Brigada de Homicidios, además de la prensa pudieron captar in situ el descarnado espectáculo. Al día siguiente, hubo conmoción nacional y la policía pidió a través de la prensa que acudieran a la morgue, todos quienes tuvieran parientes desaparecidos. Se estudiaron más de 240 denuncias por presunta desgracia, entre ellas, la de los familiares y amigos de Kyoko.

LABORATORIO DE CRIMINALÍSTICA

Yuka Jennifer: ¿Qué pasó? ¿Era ella?

Esora: Es terrible, amiga. El cuerpo está completamente descuartizado.

Yuka Jennifer: Entonces, ¿cómo puede estar segura de que era el cuerpo de Kyoko-chan?

Esora: Que no estoy segura, yo le vi la mancha blanca ahí en el estómago, pero no sé.

Yuka Jennifer: No puede ser, Dios mío. No puede ser.

Esora: Pero Yuka, mira. Tranquilícese, si igual falta todavía el análisis de ADN y de sangre, si hay que esperar, ¿ya?

Mientras este drama cobraba presencia en el corazón de la familia, en el forense se cursaba un examen de sangre y de ADN que intentaba analizar el parentesco sanguíneo y genético entre la víctima y su madre.

Detective: (…) Los análisis de huellas y sangre, y efectivamente corresponden a su hija.

Yuka Jennifer y Esora empiezan a llorar.

El resultado fue inequívoco, y en este marco debieron notificarles la trágica noticia.

Ahora correspondía la dura tarea de investigar cualquier antecedente que pudiera identificar el criminal. Hasta el departamento de dibujo y planimetría del Laboratorio de Criminalística de la policía metropolitana llegó Shinobu Inuyose, compañera de Kyoko esa noche para confeccionar un retrato hablado, su información fue clave para generar la figura que utilizaría la policía en su búsqueda.

Policía 1: …Y los ojos ¿cómo lo tenía?

Shinobu: Es que no le pude ver muy bien los ojos, porque tenía lentes.

Policía 1: Ah, ¿y cómo eran esos lentes? ¿Eran cuadrados, redondo, metálico o de plástico?

Shinobu: Eran metálicos.

Policía 1: Metálicos, ya. ¿Sería algo como menos así?

Shinobu: Sí, sí. Era así.

El parecido de aquel retrato con el victimario fue sorprendente.

La descripción se trataba del parentesco a un personaje episódico -fallecido- de Regular Show (Un Show Más/Historias Corrientes) llamado Mitsuru Shinehara en la que inspira el individuo OC; la única diferencia entre ellos era tigreño y con anteojos cuadrados.

En un rastreo policial un hombre señalo que él conocía a alguien de esas características, con aquel dato llegaron a saber que se trataba de un taxista -particular-, argumento necesario para conseguir una orden del juez y allanar su casa donde no encontraron a nadie.

El hallazgo de las revistas -fetichistas- que le sirvieron sin duda para llevar a cabo su crimen hacía suponer el carácter premeditado del mismo; posteriormente, el encuentro con la sierra que ocupó y con un frasco con formalina que contenía parte de los dedos de Kyoko fueron las evidencias concluyentes que incriminaron definitivamente al sospechoso.

Con estos antecedentes, la policía buscó el paradero de Shano, su compañera y constataron que estaban en casa de sus padres, de ahí lo vieron salir en repetidas veces. Prepararon personal para que siguiera sus movimientos y finalmente, quince días después, decidieron abordar al principal sospechoso. Fue el mismo criminal que les abrió y no opuso resistencia ante la exigencia policial de acompañarlos al cuartel.

Policía 2: Tenemos orden de aprehensión. Acompáñame.

Por razones lógicas, la policía civil comprometió en su pesquisa a Shano quien también fue detenida. De esta forma, las noticias de la televisión expresaron la información.

- "Con la confesión de Hinohara Mitsuru solo resta reunir medios de prueba, entre ellos el arma homicida y los elementos usados en la mutilación. También, las partes faltantes del cuerpo de Yamate Kyoko".

Para quienes siguieron paso a paso este horrible crimen tuvieron que comprender que solo pudo ser obra de un enfermo mental. La policía, a esa fecha sólo se había encontrado con el tronco de la víctima, pero a la confesión de Mitsuru se secó el canal de regadío y en el mismo lugar donde fue lanzado apareció el segundo saco que contenía la cabeza y el resto de las extremidades de Kyoko.

Ahora, ustedes podrán conocer el testimonio inédito de un psicólogo quien tuvo la responsabilidad de hacer el diagnóstico clínico del inculpado, observen luego y con mucha atención la frialdad de las respuestas del psicópata Mitsuru Hinohara.


Por razones obvias, ningún medio de comunicación se atreve a relatar la maldad de sus actos, incluida a la televisión que ni se pudo mostrar al público general.

Según el profesional a cargo del caso, en palabras resumidas, lo grafica de antisocial intelecto que se sentía víctima, en primera instancia que no asume su responsabilidad. Además, era un psicópata con sadismo sexual a la cual se sentía oprimido por la imagen materna en el pasado y que no podía tener relaciones con mujeres; éste ni reconoce sentimiento de culpabilidad y le cuesta enfrentar a la sociedad, en síntesis, de salir en libertad será la misma persona que ahora si es que entendiese eso.

En una grabación casera, el sádico era interrogado con aquel psicólogo su extenso relato que posteriormente fue reportado como parte de un exhaustivo informe psiquiátrico propiciado por este último. Ahí está el diálogo exclusivo de este victimario su propia versión basado en el reporte.

Mitsuru: ...O sea nunca en ese momento consideraba que ella era la víctima, sino que yo siempre consideraba que yo era la víctima, o sea que yo estaba a punto de ser "atacado", yo ya veía que me iba a invadir el auto (sic) y toda esta confusión a mí se me nubla la vista porque ella... ¡grita! Entonces qué pasó, no recuerdo, intento taparle la boca, lo que también recuerdo es que trata de arrancar, pero al huir abre la puerta y solo pienso que el grito se escucha, vuelvo a cerrar, la insisto al tapar (la boca); esa parte de las luces también la recuerdo (…) Lo que digo yo, ¿qué hice? Pero de repente digo yo, pero a lo mejor ¡es mi versión!, es lo que yo creo, a lo mejor ni fui yo, digo.

Psicólogo: ¿Cómo es eso que no fuiste?

Mitsuru: *Risas* Es que la misma policía a uno lo pone tan en duda porque uno llega a la policía y le da... Yo conocía a este oficial amigo...

Psicólogo: ¿Le puedo hacer una pregunta? ¿Usted se siente responsable de lo que hizo? Le pregunto si se siente culpable, bis.

Mitsuru: Yo, más que responsable pienso que tanta culpa tiene ella como la que puedo haber tenido yo, esa es mi versión.

Psicólogo: Esa es su versión. ¿Y es lo que siente también?

Mitsuru: Es lo que yo siento, o sea. Por ejemplo, cuando me atacó esta señorita que tiene todo el derecho, ¡sí es su hija! Cuando dice -si su hijo era enfermo, con síndrome de Down- por mí, si yo sabía que me estaba atacando; porqué mi madre no me cuidaba, si yo estuve en tratamiento psiquiátrico anteriormente, pero, yo interiormente sobre la misma decía yo bueno y ella porque no cuidaba a su hija de los lugares nocturnos (…) Y ahí en esa parte, estaría la parte cabe... creo, tiene que haber sido uno, dos, tres, nunca voy a saber exactamente cuántos puntazos le puedo haber dado en la parte del pecho; lo único que me recuerdo es que todo tranquilo y siento una tranquilidad en los oídos, pero aparte de esa tranquilidad ¡de repente me viene el pánico! El pánico porque, la miro en el suelo y yo digo o la maté o si va a morir... No recuerdo cuál de las dos palabras usé, miro para los lados, trato de salir del lugar, enfilo rumbos que me costó dos días con la policía para encontrar ese lugar (…) Remordimiento. ¿Es arrepentirse?

Psicólogo: Exacto.

Mitsuru: Sí. *Risas*

Psicólogo: ¿Os has sentido rabia de haberse metido en el lío? Son cosas diferentes.

Mitsuru: Sí, pues. Es muy diferente. Siento rabia de haberme metido en este lío, a la vez arrepentido. ¿En qué sentido? De ver mi familia, mi señora, mi hijo, que tiene ocho años y mi mamá, que son las tres visitas y otras temporarias que vienen por ahí.

Psicólogo: O sea, ¿arrepentido por las consecuencias familiares?

Mitsuru: Las consecuencias diarias de que cuándo me van a ver.

Psicólogo: Perdón, ¿pero se siente arrepentido de lo que hizo en sí mismo?

Mitsuru: Eh, en ese momento me siento arrepentido.

Psicólogo: Pero no el hecho que le haya quitado la vida a una persona.

Mitsuru: Es que yo, no sé, encuentro absurdo la muerte, esa es una de las cosas.

Psicólogo: No entiendo su comentario.

Mitsuru: Absurdo de que es una muerte, para mí, inútil; en este momento... o sea no le encuentro finalidad de nada.

Psicólogo: Le insisto, ¿usted se merece esa sanción?

Mitsuru: Yo pienso que no.

Psicólogo: ¿Qué cree usted se merece? ¿o cuál debería ser la conducta que debiera seguir este minuto las autoridades?

Mitsuru: Yo pienso que no es que me quiera dar de listo ni nada, pero pienso yo, que yo no estoy bien.

Psicólogo: ¿En qué sentido no estás bien?

Mitsuru: En el sentido anímico, mental.

Psicólogo: Ya, ¿por qué usted piensa...?

Mitsuru: Más bien dicho psicológicamente yo no estoy bien, porque...

Psicólogo: ¿Por qué?

Mitsuru: No, de estar bien no estaría dónde estoy ni hubiese hecho todas esas cosas que... ¿Qué hago? Signo de interrogación. ¿Qué hago? A mi casa no me puedo ir, tengo departamento, hace mucho calor, lo estacioné abajo y se va a pasar de olor (…) Y los correazos que le había dado en la parte del pecho, sí... no puedo decir que no haya sentido algo así como...

Psicólogo: ¿Cómo qué?

Mitsuru: Pleno goce así, eso sería parte de sadismo ya, que yo gozara pegándole a alguien, pero después... veía que no había reacción, no había gritos, no había ruidos, no había un suplicio, me dio rabia porque ahí sé que la bajé del auto (sic), la tiré, le desocupé la cuestión o sea el portaequipaje poco menos que la tiré porque era... ¡Era un bulto! En ese momento también dije: ah, murió, ¡murió! Está muerta.

En la cárcel, Mitsuru Hinohara está comprometido con una joven mujer que seguramente ignora su pasado. Este hombre fue condenado a presidio perpetuo y recién en unos años más podría optar a beneficios.

Continuará...