me desmotivé, pero volví
Bang Bang
por Syb
Capítulo XII: Douze
—No digas o hagas algo antes de hablar conmigo, creo tienes un buen caso —le dijo por teléfono su abogado unas horas antes. Sin embargo, esa misma tarde había besado a su karma de la escuela en una tienda de videojuegos como si su vida dependiera de ello. Él parecía haberlo disfrutado tanto o más que ella. Lo peor es que había habido testigos de aquel evento canónico, ese que ella siempre esperó que sucediera: en el que finalmente se lo encontraría y volverían a vivir un romance en el que ella podría hacer las cosas bien. Esa fantasía la había acompañado en su subconsciente desde que su matrimonio con Michael se había secado y había resurgido lo que había quedado en suspensión.
—Ya nos vamos —dijo ella al ver a un niño, su padre y el encargado de la tienda mirándolos como si los hubiesen encontrado haciendo algo mucho peor que un beso. Uno que Mimi podría asegurar que había sido el mejor que había recibido en años, ya que no apestaba ni a cerveza ni sabía a humo.
Koushiro aclaró la garganta a su lado y asintió algo incómodo cuando la siguió, y le hizo una seña con su mano para que ella saliera primero de la sala de muestra de videojuegos, tal y como habría hecho Michael en los primeros años de su matrimonio. No sabía por qué un gesto tan simple la llenó de deseo, pero al parecer todo lo que el pelirrojo hacía o dejaba de hacer le parecía perfecto. Mimi sabía que no estaba bien lo que habían hecho frente a su personaje muerto en la pantalla, pero no podía disimular su sonrisa con mucho éxito. En cambio, Koushiro no parecía tan feliz como ella.
—Eso no debió pasar —le dijo él, ocultando sus manos en los bolsillos mientras en su rostro había una expresión contrariada—. Lo siento.
Parecía sentirlo por él y su esposa, más que por ella.
—No te preocupes —respondió ella, intentando parecer serena cuando no lo estaba.
No era justo pensar que Koushiro iría a rescatarla del aburrimiento y el hastío que sentía junto a Michael. Sería ella misma la que lo haría, con la ayuda que su abogado Iori Hida le ofrecía, y ella tendría que respetar al señor Izumi y a su esposa porque su fantasía solo era eso, una fantasía. Algo totalmente surrealista si pensaba que Michael y Mina estaban engañándolos desde quizás cuándo. De todas formas, recordó lo que le había dicho en la casa de Miyako y Ken y en su pecho sintió un alboroto: realmente la edad le sentaba bien a Izumi. La señora Barton apretó sus labios cuando una sonrisa quiso brotar de ellos, no quería parecer una lunática frente a un hombre destrozado.
—¿Estás bien? —le preguntó él, como si Koushiro no fuera el que estaba por perder la cabeza.
Ella asintió mientras admiraba sus facciones. Koushiro suspiró y miró a su alrededor como si no supiera lo que había en ese centro comercial además de esa tienda de videojuegos. Mimi se perdió en aquella camisa de color púrpura claro que calzaba perfectamente en su cuerpo delgado y volvió a enfocarse en sus ojos negros cuando él se volteó a verla, y ella temió que Koushiro la hubiese descubierto admirándolo. Frunció la boca apenas lo vio serio.
—¿De verdad estás bien? —volvió a preguntar él—. ¿No necesitas algo?
Mimi por fin entendió que quizás era Koushiro el que necesitaba algo y se permitió mostrar una sonrisa tímida. Ella también había llorado luego de engañarlo con el estudiante de intercambio de los Estados Unidos, Mimi no lo había planeado en ese entonces y seguramente Koushiro tampoco lo había hecho en esos momentos. Solo pasó, se dijo a sí misma, tal cual se lo dijo a él diez años atrás. Para la mujer, besarlo esa tarde había sido como rectificar el error que cometió en la escuela, quizás marcar un nuevo comienzo para una vida más excitante, pero para él debía significar algo completamente distinto, ya que le había fallado a su esposa y madre de su hija. En cambio, Mimi solo le había fallado a su novio de la escuela.
Mimi pasó saliva, quizás, intentar acercársele con todas sus fuerzas no había sido lo mejor para él.
—Podría comer algo, ¿te apetece? —sugirió ella, solo para llenar el silencio con algo.
—Sí…
—A veces vengo al cine a apagar mi mente, quizás eso podría ayudarte —comentó ella como si hablaran del clima de la ciudad, pero esta vez él no la siguió. Tardó unos cuantos pasos para darse cuenta de que él no estaba junto a ella—. ¿Koushiro?
Cuando se volteó a verlo, él la miraba con una expresión intranquila.
—Esto no volverá a pasar —sentenció y ella asintió. Sí, quizás ofrecerle ir al cine era demasiado para él en esos momentos.
Con amargura, se dio cuenta de que era la primera vez que alguien le negaba lo que quería, aunque ella intentara engañarse a sí misma de que con solo ese beso en la tienda de videojuegos su vida volvía a mejorar. Desde que había visto al señor Izumi en la casa de los Ichijouji, lo deseaba; incluso dormir se había vuelto casi imposible desde que Koushiro se había ganado el corazón de su hijo. En el fondo, ella no quería que todo quedara en aquel beso y era difícil de tragar tal entendimiento.
—Sí, por supuesto —resolvió ella después de eternos instantes de nada.
Los segundos se estiraron entre ellos y Mimi sintió que la intimidad que lentamente habían estado experimentando esos últimos días se había esfumado al salir de la tienda, y ahora volvían a ser dos extraños que habían compartido un par de momentos en el instituto. De la nada, se sintió extremadamente triste y vacía, y la nariz le picó como si esta estuviera alistándose para llorar. Al parecer, Mimi sí tenía una mínima esperanza de que Koushiro quisiera dejar a su esposa al instante en que ella le dijera que iba a divorciarse de Michael. Además de triste y vacía, también era una estúpida.
—Es mejor que me vaya —le dijo él.
—Sí… —respondió ella, pero ninguno de los dos se movió.
—Te acompaño al estacionamiento.
—No es necesario —respondió ella con una sonrisa.
Mimi soñaba con poder irse a su automóvil y llorar con la cabeza apoyada en el volante e incluso presionar el claxon con su frente para así acallar su voz interna que le repetiría una y otra vez que Koushiro Izumi no era su salvación y que aceptara que sus actos tenían consecuencias. Sin embargo, eso no era posible si ella le había dejado las llaves del automóvil a su padre para que él, su madre y Benji pudieran disfrutar de la tarde en el parque de diversiones.
—¿Viniste en taxi? —le preguntó el pelirrojo, luego de analizar un poco la expresión contrariada de la mujer. Qué tristeza, pensó Mimi, él la conocía mejor que Michael y su matrimonio de una década de longevidad. O, mejor dicho, Koushiro hacía un esfuerzo en entenderla mejor que su marido.
—Sí —resolvió con un suspiro.
—Ven —le dijo Koushiro y ella lo siguió al estacionamiento.
Más allá, una de las madres que admiraban al señor Izumi y sus excelentes aptitudes como padre de Osen Izumi, los observó con curiosidad mientras comía un helado con unas uñas recientemente recubiertas con pintura gel. No traía sus lentes ópticos, pero estaba casi segura de lo que estaba viendo, así que sacó su celular de su cartera y marcó a la presidenta del fan club del pelirrojo.
—¿Recuerdas cuando vi al señor Izumi en el supermercado y pensé que tenía una novia nueva, pero era su esposa? —preguntó la mujer a la otra por teléfono—. Bueno, ahora sí es cierto —asintió con la cabeza mientras escuchaba lo que la otra madre tenía que decir en la otra línea—. ¡Claro que estoy segura de eso! Ella definitivamente no es la señora Izumi, lo sé porque veo su programa de televisión. Vi demasiada tensión sexual para ser mentira.
Acompañar a Koushiro al estacionamiento en silencio hizo que su mente divagara y sintiera como si estuviera despidiéndose por fin de su karma de la escuela. Ahora quizás podría irse al cine y disfrutar la película en cuestión, sin sentir que la villana estuviera basada en ella y en sus acciones inmaduras. ¿A quién engañaba? Se sentía triste, como si recién entendiera lo que había hecho sentir a Koushiro diez años atrás.
Koushiro le abrió la puerta del copiloto y se fue a su propia puerta sin esperar a que ella se subiera, como si no quisiera mirarla más de lo necesario. Era comprensible, él no quería ver a los ojos a la mujer con la que había engañado a su esposa. Mimi presionó los labios porque no era ella la responsable de decirle a Izumi que su esposa también le estaba siendo infiel, al menos no se sentía bien hacerlo luego de compartir ese beso en la tienda de videojuegos. Ella tenía miedo de que Koushiro pensara que estaba tratando de convencerlo de que ella era mejor opción que Mina.
Oyó que, a su lado, el pelirrojo suspiraba como si intentara deshacerse de la tensión de sus pulmones mientras apoyaba la cabeza en el volante.
—También llamaré de Hida —le confesó él luego de unos segundos de silencio. Su voz envolvió con su sonido oxidado todo el lugar y Mimi sintió que la vibración de sus cuerdas vocales le acariciaban la piel —, planeaba hacerlo esta semana. Sé que Mina me engaña, era cosa de tiempo para que se cansara y eligiera a uno de sus clientes. No pensé que elegiría a Michael, es un poco triste, ¿no crees?
—¿El qué?
Él no contestó, pero ella sabía a lo que se refería. Michael Barton había besado a su novia de la escuela y luego a su esposa, como si el rubio fuese consciente y disfrutara del dolor que le causaba al pelirrojo cada vez que se quedaba con la chica en cuestión. Y sin decir alguna otra palabra, encendió el motor y se concentró en salir del estacionamiento del centro comercial.
Keisuke Tachikawa no había podido recuperarse de su encuentro con Koushiro Izumi y, por mucho que intentara pensar en otra cosa, no había podido evitar escribir su nombre en el buscador apenas volvieron del parque de diversiones. La página reconoció inmediatamente lo que quería escribir y le sugirió el nombre de su yerno de fantasía al instante. Sin embargo, su esposa también había intuido lo que estaba haciendo, por lo que fue y cerró la laptop sobre sus dedos lo más fuerte que pudo para enviarle un mensaje.
—Respeta a tu hija y a su familia —susurró Satoe—, si quieres seguir obsesionándote con él, puedes hacerlo afuera de esta casa.
Keisuke tomó sus palabras de forma literal y salió con la laptop bajo el brazo, con la idea de continuar su búsqueda en el automóvil de su hija. Si la señal de internet era muy débil donde había estacionado, pues iría a aparcar un poco más cerca del territorio del infame Michael Barton.
Su hija había salido por cosas del trabajo muy temprano en la mañana, pero les había dejado el automóvil para que pudieran transportar a Benjamin a la escuela y pasear con su nieto por donde quisieran, mientras que ella había optado por irse en taxi a su estudio de grabación. Según entendía el padre, Mimi había terminado una temporada y se encontraba de vacaciones, pero qué sabía él de un programa de televisión. Keisuke solo sabía que adoraba verla todas las tardes en el canal de cable, elaborando las complicadas y extravagantes recetas heredadas de su madre.
Una vez estuvo dentro del automóvil de su hija, estaba dispuesto a volver a abrir la laptop que su esposa había cerrado sin piedad, pero algo en el horizonte captó su atención y desistió al instante. Keisuke se deslizó hacia abajo en el asiento del piloto y espero que ni su hija ni el señor Izumi lo vieran sentado ahí. Debieron llegar unos instantes después de que él cerrara la puerta, porque el pelirrojo seguía con las manos en el volante y el motor seguía vibrando a la espera que pisara el acelerador para luego desaparecer en medio de la noche. Sin embargo, ninguno de los dos parecía querer separarse porque su hija no se bajaba ni Koushiro dejaba de mirarla a los ojos.
Con su esposa Satoe habían visto bastantes doramas coreanos como para que su mente se echara a volar con las alas de la imaginación y, al verlos hablar con seriedad dentro del automóvil del doctor ingeniero y CEO Koushiro Izumi, sus neuronas fantasiosas y románticas interpretaran lo que estaba ocurrieron realmente.
—Dejaré a Michael, Koushiro, esta misma noche —dijo Keisuke con la voz más aguda que sus cuerdas vocales pudieron concederle—. Es un bueno para nada, un perezoso y un aburrido; tampoco es un buen padre. Estoy tan arrepentida de haberte dejado. Por favor, perdóname. —Keisuke asintió con su cabeza, como si estuviese orgulloso de su interpretación. Fue el turno de Koushiro de responder—. Llevo esperando este momento toda mi vida —dijo Keisuke otra vez, pero con una voz más grave, intentando descifrar los labios de Koushiro.
—¡Keisuke! —oyó casi en su oído y el señor Tachikawa gritó despavorido. Cuando miró por su ventana, se dio cuenta que el perpetrador era su esposa y Keisuke espió a su hija y a su amante rápidamente, antes de llevar toda su atención a Satoe y llevársela de ahí. Efectivamente, su hija los había visto y se había deslizado en el asiento del copiloto, tal cual él había hecho, y había intentado ocultar a Izumi al tirarle del cuello de su camisa. Al menos habían tomado la precaución de estacionarse dos casas antes de la residencia Barton, por lo que su amada Satoe parecía no estar interesada en los vecinos, solo en la obsesión de su esposo—. Estás buscándolo, ¿no es así?
Keisuke negó con su cabeza sin decir ninguna palabra, era mejor seguirle la corriente ahora y hablar con su hija luego. El hombre abrió la puerta y ella inmediatamente tomó la laptop que él no había alcanzado a usar.
—¿Entonces qué es lo que haces?
—Lo siento —dijo él con las manos en alto para demostrar sumisión y, de reojo, vio a la pareja que estaba oculta en la oscuridad. Keisuke sintió que la juventud volvía a su cuerpo, pero de una forma agradable, porque recordaba las primeras veces que había descubierto a su hija escapándose con Michael, el candidato de Satoe, mientras que su candidato, Koushiro Izumi, parecía quedarse en el olvido; pero esta vez, Keisuke estaba ganando la apuesta ya que el pelirrojo estaba ahora viéndose a escondidas con su hija.
—No respetas las decisiones de Mimi, incluso después de tantos años —dijo su esposa con la decepción choreando en su voz. Odiaba hacerla sentir mal, pero debía actuar antes de que ella viera el automóvil estacionado unos metros más allá, Satoe no podría aparentar frente a Michael ni Benjamin y Keisuke debía prevenirlo. Al menos, hasta que supiera lo que estaba ocurriendo entre Izumi y Mimi.
Solo esperaba que Mimi eligiera a Koushiro en algún futuro próximo.
—Tienes razón, es inapropiado —le dijo a su esposa y volvió a mirar de reojo a su hija, Mimi seguía intentando mantenerse oculta, aunque parecía también querer entender lo que ocurría con sus padres en esos momentos.
—Vámonos adentro —le dijo ella y se fue con la laptop. Keisuke la siguió, pero le dedicó una mirada severa a la pareja.
Cuando su hija entró en la casa unos quince minutos después, se sonrió y disfrutó con verla tal cual recordaba cuando la descubría en la leñera junto a Michael, como si estuviera en problemas, pero Keisuke solo quería felicitarla. Koushiro Izumi era un gran sujeto: había sido adoptado luego de perder a sus padres biológicos demasiado temprano en la vida y, pese a todo pronóstico, había sido un gran estudiante e incluso había ganado una beca para la universidad, de la cual ya había cursado unas cuantas asignaturas mientras seguía en la escuela. Luego de graduarse, estaba generando una fortuna. Keisuke puso sus ojos sobre su actual yerno y no vio la misma determinación, ya que él había nacido dentro de una gran fortuna. En esos momentos, Michael intentaba con todas sus fuerzas entender el juego violento que Benjamin jugaba, pero no lograba entender los tecnicismos que el niño usaba. Seguramente, pensó Keisuke, Izumi jugaría como si él hubiese inventado el juego.
Mimi suspiró, pensó que su padre estaba mirando a Michael como si fuera la víctima de una infidelidad.
—¿Podemos hablar, papá? —susurró la hija al padre y Satoe pensó que, por alguna razón, Mimi se había enterado de la falta de respeto de su esposo—, es algo del programa, necesito unos consejos.
—Por supuesto, ¿quieres ir al patio?
Apenas salieron, el aire fresco le sentó de maravilla y esperó a que su hija se armara de valor para contarle su amorío con Koushiro Izumi.
—No es lo que parece, papá —empezó ella—, no está ocurriendo nada con Koushiro. Él solo…, me vio esperando un taxi en la ciudad y se ofreció a traerme. Por favor, no le digas a nadie, no creo que Michael lo tome muy bien.
Keisuke no quería creerlo, ella debía estar mintiendo y él lo averiguaría.
